Mis Memorias – Mauricio, y mis Aventuras en la Escuela Homoerótica III
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Serffer.
Para todo el que desee leer las partes anteriores las dejaré en un comentario más abajo.
Regresando al asunto, había entrado a la ducha con esperanza de que la reverenda erección que me había provocado, bajara, al menos, un poco. Pero ni desviando mis pensamientos, podía evitarlo, al contrario! Tenía la necesidad de saber quién era el poseedor de semejante belleza. Después de haberme echado el shampoo, miré de reojo, y ese chico me estaba viendo el culo, tal y como yo hice hace un momento. Ambos, sorprendidos, giramos nuestras miradas de vuelta a nuestro baño. Pero sabíamos que nos habíamos descubierto. Y mi impresión ni siquiera fue saber que aquél chico posiblemente sintiera atracción por mí, sino que lo había reconocido de inmediato. Se trataba de mi futbolista favorito; Mauricio.
Después de aquello, no sabía cómo irían las cosas a partir de ahora, pero lo que sí sabía, es que ese chavo me gustaba, como hace tiempo no me gustaba nadie. Sentí que los colores se me subían al rostro, y comencé a enjabonarme aun dándole la espalda. Prefería que me viera el culo, a que se me percatara de mi erección. Por fortuna, él salió de la ducha al poco rato y yo pude terminar de bañarme más tranquilo, porque aún era temprano y no había nadie más que yo. Me hice una paja y me vine casi enseguida, estaba que estallaba, eso me ayudó a calmarme un poco y salí de la ducha, para cambiarme en las bancas. Cuando regresé a la cabaña ya había pasado un tiempo. Entre admirar al chico que ahora era dueño de mis sueños, sacarme las ganas, bañarme y cambiarme, había pasado bastante.
Cuando llegué, Jonathan y Héctor ya se habían levantado, y Axel seguía dormido. Héctor salió a bañarse también, y desde ayer que comenzaba a notar a Jonathan algo extraño, creo que desde que nos encontró encerrados, ya no me veía igual, pero hasta ese momento no sabía en qué forma había cambiado su actitud hacia a mí, o hacia nosotros, pero ya lo descubriría luego.
Nos saludamos y quedamos de ir a desayunar, él no tenía ganas de bañarse, así que nos fuimos y dejamos a Axel allí. Cuando llegamos al comedor, comenzamos a hablar, no recuerdo muy bien de qué, pero había salido el tema de las chicas que nos gustaban. Yo por mencionar a alguien, le dije que una de las chavas que querían conmigo, me gustaba. Y él me confesó que le gustaba una de las de nuestro salón que había venido al campamento, pero no me quiso decir quién. Entonces Axel llegó, venía con un pants y la camiseta con la que durmió. Cuando nos miramos, fue con complicidad, ambos estábamos muy conscientes de lo que sucedió anoche, y nos encontrábamos muy satisfechos. Enseguida llegó, Jonathan se levantó porque iría por más comida. Axel me hizo una seña de que saliéramos, y lo acompañé afuera.
Nos adentramos un poco al bosque, y como ya era costumbre, me tomó de la cintura, y me plantó un beso. Fue un pico, algo rápido, pero beso al fin. Al estar tan cerca sentí su olor hombre, y entre risas le dije que apestaba, a lo que él me contestó “pero así me quieres o no?”, le contesté que así lo quería mientras metía mis manos debajo de su bóxer. Apretando sus nalgas y abriéndolas un poco, todavía se sentía pegajoso, por los restos de mi semen. No pude evitar prenderme, y esta vez yo fui quién lo besó. Cuando saqué mis manos de su trasero le di a oler, y me dijo que olía a mí, y que eso le excitaba. Y en parte tenía razón, el olor a mi semen lo había impregnado por completo, y aún más excitante era que no se hubiera duchado todavía. Yo le respondí que estaba loco, y luego nos tuvimos que soltar pues ya se hacía más tarde y la gente comenzó a salir de sus cabañas. Él se dispuso a ir a tomar una ducha, y yo fui a caminar un rato.
En eso llegué hasta el campo donde jugaban futbol, y ya habían comenzado con sus actividades. Me senté en las gradas, y me quedé observando a los chicos que estaban llegando, a algunos los conocía y cuando me vieron me hicieron señas saludándome. Y más temprano que tarde, Mauricio llegó, con el short holgado hasta las rodillas, de su equipo. Los de su equipo usaban shorts blancos con camisetas negras. Y los contrarios eran naranjas con verde. Él se veía tan bien, y era al único al que miraba. Conforme el partido transcurría, pude notar que volteó un par de veces a verme. Al final ellos perdieron el partido.
Y yo me disponía a irme cuando sentí una mano en mi hombro, volteé, y se trataba precisamente de Mauricio. La sorpresa de ser la primera vez que íbamos a hablar, no permitió articular palabra. Pero ni siquiera fue necesario, un “me estás siguiendo cabrón?” rompió cualquier ilusión que pudiera tener en ese momento. Confundido tartamudeé un poco antes de poder decirle que no. Pero Mauricio se notaba enojado, no sé si porque de verdad pensaba que lo seguía o porque había perdido el partido. Me tomó de la camisa y me llevó atrás de las gradas, donde me estampó al pie de estas. Yo reaccioné y lo empujé también, para quitármelo de encima. Entonces le dije que ya parara a su drama, que yo solo veía el partido, que por si no lo recordaba, también jugaba en el equipo de la escuela. Pero a él no le importó. Me tomó de la camisa de nuevo y me volvió a empujar. A pesar de que estábamos iniciando una pelea, yo no me podía concentrar, solo miraba a sus profundos ojos miel. Y él se me acercó cada vez más sin soltarme, nuestras frentes casi se rozaban, y podía sentir su respiración en mi cara.
Si no hubiese sido porque de verdad veía en sus ojos furia, habríamos podido besarnos allí mismo. Pero luego nos soltamos, y él terminó por irse sin decir más. Ahora me encontraba más confundido que antes. Quizás él no me estaba viendo de la forma en la que yo lo veía, y se trataba solo de un genuino odio a mi persona (injustificado). Luego pasé la tarde en las actividades en las que Axel y yo nos habíamos inscrito. Mientras con Mauricio todo era muy extraño y comenzaba a perder la ilusión, con Axel todo era divertido, todo lo que hacía me ponía feliz, y más aún cuando comenzamos a tener “algo”. Todo el tiempo era muy cariñoso conmigo, y cada que nos encontrábamos solos, aprovechaba para darme algún pico o beso en la mejilla. A mí me encantaba, y por supuesto correspondía a todos sus gestos. De vez en cuando nos agarrábamos la verga, pero no había muchas situaciones de esas, ya que los supervisores estaban todo el tiempo con nosotros.
En las clases de rapel, nos podíamos lanzar en parejas, y enseguida una de las chicas a las que les gustaba, quiso ir conmigo, pues tendríamos que ir abrazados. Pero Axel se le adelantó, y cuando vi ya se había subido conmigo, y nos lanzamos juntos. Al llegar al otro lado teníamos que bajar una colina y ya no era visible para los que aún estaban por lanzarse. Entonces aprovechamos y nos dimos nuestro primer beso en forma, con movimientos de lengua y todo. Su constante afecto me hizo olvidar por un rato a Mauricio, hasta que lo volví a ver en la hora de la comida. Y entonces Axel terminó por enfermarse del estómago, con lo que comimos, al parecer entre lo de ayer y hoy, hizo reacción y se fue a la enfermería. Tantas grasas lo habían saturado, yo me preocupé porque no quería que terminaran llevándoselo a casa, estábamos tan contentos juntos. Lo fui a ver una última vez a la enfermería antes de ir a la fogata respectiva de esa noche. Me dijo que si sentía mal pero que iba a recuperarse, para mañana pasar el día otra vez juntos. Sentí tanta ternura en ese momento, que terminamos dándonos otro beso, y luego me fui. Eso me había dejado algo triste, pero me encontré con Héctor, que ya estaba saliendo con la chica que le tiraba la onda. Me alegré por ellos, y juntos nos fuimos a la fogata. Al llegar, nos sentamos, tomamos unos bombones y los prendimos al fuego. Mauricio estaba al frente mío, y me sentía muy incómodo porque todo el tiempo me estaba mirando con cara de desagrado, y yo no sabía para donde girar la mirada.
Total que Jonathan llegó, y se sentó a mi lado, pero casi enseguida pusieron música y todos comenzaron a bailar. Ese día habían llegado más personas de otra escuela, y se juntaron en nuestra fogata. Éramos bastantes, y ellos habían conseguido unas botellas. Como el supervisor se había ido porque hablaba con el profesor de ellos en la cafetería, los chavos de la otra escuela comenzaron a servir tragos en los vasos de refrescos. Como eran rojos, no se podía ver el contenido, y nadie se daría cuenta. Esa noche fue un completo desmadre. Pues muchos se comenzaron a poner muy ebrios, y como habían llegado chavas nuevas (bastantes) empezaron a ligar, muchos se iban al bosque, y ya todos sabíamos lo que iba a pasar. Esa noche no sé qué me pasó, que empecé a tomar más de la cuenta, y Jonathan estaba conmigo, Héctor ya se había ido con su chica, y ahora solo él me hacía compañía. Tan pronto estuvimos solos, comenzó a tocarme, me agarraba el paquete tanto como quería.
En un principio me pareció normal su actitud, pues así éramos siempre, pero luego no dejaba de tocarme. Como todos estaban en su asunto bailando, y en diferentes lados, yo ya estaba apartado de los demás, y nadie nos veía. Borracho y solo con Jonathan, las cosas ya no me estaban gustando. Porque si bien el tipo no era feo, era hasta cierto punto atractivo, y delgado, pero a mí no me gustaba. Yo lo veía como amigo, y creo que la razón de que estuviera tomando así era el pleito que tuve con Mauricio en la mañana. Ya me estaban entrando ganas de llorar, y le decía que se quitara de encima. Pero lejos de hacerlo, me levantó, y torpemente comencé a seguirlo, porque me tomó de la mano. Nos fuimos atrás de un árbol y me sentó recargado en éste. No recuerdo exactamente qué me decía, porque a partir de aquí mis recuerdos son confusos. Pero algo que nunca olvidé, fue como me decía que si yo le estaba dando las nalgas a Axel, que él también quería lo mismo. De ahí en fuera no sé si me insultó o me dijo alguna otra cosa. Solo sé que me bajó el pantalón, y me agarró la verga tanto como quiso.
Cuando comenzaba a tomar consciencia de lo que estaba pasando, lo empujé e intenté levantarme, luego no sé bien que pasó, supongo que me caí, porque recuerdo haberme ido gateando de regreso a la fogata con los pantalones en los tobillos, pero él tipo estaba decidido a tener algo conmigo, me jaló de una pierna y caí al suelo. Esta parte no supe que sucedió así hasta que me lo contaron al otro día. Pero según en palabras de quién me lo dijo, Jonathan ya tenía la verga afuera, mientras reclinaba mis piernas para abrirse paso hasta mis nalgas. Aún me parece como algo irreal, no sé, fue todo tan extraño.
Luego de aquello, lo último que recuerdo de Jonathan esa noche, fue cuando lo vi tirado en el piso, no supe que pasó hasta al otro día. Cuando desperté estaba en mi cama, o en lo que yo creía que era mi cama. Pero era de noche, y no vi a ninguno de mis compañeros. Luego caí dormido de nuevo, y a la mañana siguiente me levanté tarde. Y supe que no estaba en mi cabaña, porque en la cama de al lado estaba mi salvador; Mauricio. Me asusté, y lo primero que pensé fue en que si habíamos tenido sexo o algo. Ni siquiera recordaba lo que quiso hacerme Jonathan. Había bebido tanto que no recordaba muchas cosas, hasta que Mauricio me las contó, y luego recordé algunas otras. Esa noche, por siempre será la más extraña de mi vida.
Cuando me desperté lo primero que hice fue hacer lo mismo con Mauricio, cuando abrió los ojos me sonrió, y como dije antes, su sonrisa era la más hermosa que había visto jamás. Fue imposible no contagiarme y sonreírle también, sin razón alguna. Recuerdo que lo primero que me dijo fue un “cálmate”. Y precisamente eso hice, me calmé y me senté en su cama. Comenzamos a hablar y me contó todo lo que sucedió anoche, estaba como un loco, quería ir a partirle la cara al tipo ese, pero Mauricio me calmó diciéndome que él ya lo había hecho anoche. Entonces até cabos, y deduje que aquél recuerdo de Jonathan en el suelo era porque él me lo había quitado de encima.
Me explicó que me trajo a su cabaña, porque no me iba a dejar en el estado en el que estaba en la misma cabaña que el tipo que quiso abusar de mí. Luego noté que no había nadie más en la suya, y le pregunté al respecto. Me dijo que anoche todo había sido un desastre, que los chavos se fueron a dormir con las otras chicas, “un chingo de virginidades se perdieron anoche”, me dijo jaja. Que hasta los profes habían bebido. En pocas palabras, fue un desvergue. Que sus compañeros ni llegaron a dormir allí, y que él se quedó a cuidar de mí. Cuando me dijo eso, debí haberme puesto rojo como un semáforo. Él lo notó y me cambió el tema enseguida. Aprovechó para disculparse por lo que pasó en la mañana, cuando casi me agarra a golpes, porque no creo que yo hubiera sido capaz de meter las manos, me gustaba demasiado.
Por supuesto que lo disculpé, y también le aclaré que no lo espiaba, que el habernos encontrado en la regadera había sido una casualidad. En eso él salió de las cobijas, y no traía nada más que bóxer de esos holgados (y aun así de se le veía un culo!). Caminó hasta su maleta y sacó unos pantalones. Después de ponérselos me dio la mano, y me dijo que era bueno conocerme. Yo aproveché el momento, y le hice ver que pensaba que le caía mal, él me contestó que pensaba lo mismo de mí. Que llegó a pensar que me creía mucho porque muchas chavas andaban detrás de mí, y yo le dije lo mismo a él, nos comenzamos a reír (por lo estúpidos que fuimos) y nos dimos la mano. Aún con el cabello despeinado de la mañana, lucía hermoso a mis ojos. Pero luego volví a la realidad y recordé a Axel, que estaba enfermo. Entonces me despedí de él y salí rumbo a la enfermería. Cuando llegué la mala noticia de que las cosas se habían complicado, me sorprendió. Se habían llevado a Axel al hospital.
Me preocupé, pero no podía hacer nada, mejor que estuviera allá donde lo atenderían mejor. A la semana siguiente me enteré de que le dio una peritonitis, y lo operaron. Axel ya no regresó al campamento por obvias razones. Estaba triste y supongo que no podía estar de otra manera, mi compañero de aventuras en el campamento se había ido, y justo cuando comenzábamos a algo. Casi me daban ganas de regresarme también, pero pensé en Mauricio, en cómo finalmente nos habíamos hecho amigos, y me llenó de ilusión. Corrí hasta mi cabaña, para poder darme una ducha después, y luego de eso tenía varias actividades que hacer. Así que me mantuve todo la tarde ocupado, y ni siquiera había visto a Jonathan o a Héctor, me la pasé con las chicas que me seguían, y me hice más amigo de ellas. Gracias a eso no me sentía tan solo.
Más entrada la noche, poco antes de la fogata correspondiente a ese día, me encontré finalmente a Jonathan. Cuando lo vi no sabía ni cómo sentirme. Gracias a que casi no recordaba nada de lo que sucedió, y todos los detalles de lo que intentó hacerme los obtuve gracias a Mauricio. Cuando él me notó vino hasta a mí, y yo me le quedé viendo algo asqueado por lo que me contó Mauricio. Así que apenas nos acercamos lo golpeé en la cara, Jonathan retrocedió e intentó decirme algo, pero no se lo permití, lo empujé haciéndole caer al suelo. Luego ahí me dijo que lo perdonara, me repetía “perdón” un montón de veces, y luego continuó diciendo que no sabía lo que hacía, que también estaba muy tomado, y estaba enojado conmigo. Esto último llamó mi atención, y le pregunté que por qué decía eso.
Me respondió, que él estaba enamorado de Axel desde el primer año cuando lo conoció, y que nunca se había comportado así con nadie. Que sí era muy llevado en el asunto de los jueguitos de agarrarse el miembro y el trasero entre amigos, pero que nunca lo había visto hacer las cosas que conmigo, que eso lo ponía mal, porque él pensaba que era hetero, y al final parecía que no tanto. Y que como yo se lo estaba quitando quiso vengarse. Luego todo se tornó más dramático y comenzó a llorar, porque se sentía mal por lo que había hecho, y también tenía miedo de que le contáramos a alguien. Total, que al final lo perdoné, pero no volvimos a ser amigos como antes, simplemente no le guardé rencores y ambos seguimos nuestras vidas. Los días en el campamento pasaron de lo más tranquilo. Ya no tuve encuentros de ningún tipo con nadie más, pero todo el tiempo lo pasé al lado de Mauricio, con quien ya comenzaba a forjarme una bonita amistad. De regreso a clases, la siguiente semana, pasó una de tantas posibilidades que calculé después de los encuentros con Axel. Una vez más, otro hetero juguetón que solo quería diversión y se sentía caliente. Se arrepintió de todo, y se hizo el loco con lo que había pasado. Se alejó de mí, y bueno, no lo negaré, sí me sentí decepcionado, pero ya me lo imaginaba, y estaba acostumbrado a los madrazos de la vida, so… la vida sigue.
Mi amistad con Mauricio se volvió más fuerte, pues gracias al alejamiento de Axel, pude darle más tiempo a mi nuevo amigo, y descubrí lo increíble que era. Realmente no teníamos muchos gustos en común, y lo fui descubriendo con el tiempo. Pero eso sí, ambos nos interesábamos por las cosas de los dos, y aprendíamos el uno del otro. Nos pasaba eso de “los polos opuestos se atraen”. Llegamos al punto de nombrarnos los mejores amigos. El tiempo transcurrió, y un día Axel llegó pidiéndome perdón por haberse alejado de mí, quería que volviéramos a tener algo, pero ya no me interesaba en lo más mínimo. De hecho, la última vez que hablé con Jonathan, fue para decirle que Axel no era hetero, que aprovechara para hacerlo feliz ahora que parecía estarse aceptando. Y así fue, creo que se hicieron novios o algo por el estilo, porque los notaba muy cariñosos, como Axel era antes conmigo, y la verdad es que me alegraba.
Por mi parte me encontraba en una etapa llena de problemas sentimentales. Mientras más nos conocíamos, Mauricio me parecía aún más el hombre de mis sueños, todo en él me encantaba, y yo sentía que él también estaba muy al pendiente de mí. Ambos nos contábamos todo, y nos ayudábamos en lo que podíamos. Yo no volví a andar con nadie porque quería que Mauricio fuera para mí, pero a medida de que nuestra amistad se fortalecía, sentía más lejana la posibilidad de que algo entre nosotros se diera. Porque como comenté antes, Mauricio era un mujeriego, ninguna mujer se le resistía, y no tenía novias, pero si chavas con las que se dejaba ver un tiempo, y luego cambiaba a otra. Eso me desanimaba mucho.
Desde un principio fue muy respetuoso conmigo, así que los jueguitos de agarrarse el culo o la verga que traíamos todos, no lo hacíamos entre nosotros. Claro que yo lo hacía con mis demás amigos, menos con él, y lo mismo pasaba con Mauricio (era algo implícito), y eso me frustraba, porque ni siquiera eso tenía.
Un día quedamos de ir a nuestro primer antro (disco) juntos. Él conocía al cadenero y dijo que nos dejaría pasar sin pedirnos identificación (éramos menores de edad). Habíamos quedado de ir solos los dos, pero él no cumplió y llevó a una chava con la que estaba saliendo. Eso me había puesto muy mal, porque ya había planeado decirle lo que sentía por él, yo lo amaba, y necesitaba decírselo, pero él lo arruinó. Así que esa noche quería perderme de borracho. Comencé a pedir varios tragos mientras ellos bailaban. Siempre que los miraba, él me estaba viendo y aprovechaba para besar a la chava que llevó, o agarrarle el culo (por cierto, la tipa me caía pésimo, era una pesada). Eso me ponía peor, y cuando estaba por decirle que mejor me iría porque me sentía mal, apareció un tipo que se sentó a mi lado.
Comenzó a hacerme plática, no recuerdo cómo empezó a hablarme. Creo que me preguntó algo sobre lo que tomaba, y de ahí hablamos de varias cosas, y salió el tema de que él era gay. Me sorprendió cuando me lo dijo, porque pensé que se trataba de un borracho cualquiera que estaba buscando hablar con alguien. Tenía unos años más que yo, porque me dijo que iba en preparatoria, seguro unos 18. Tenía el pelo largo, como hasta el cuello, o poco menos. Era castaño oscuro, ojos marrones, estaba bien rasurado, y vestía una chaqueta de cuero, unos jeans y unas botas, lo recuerdo como un rockstar, eso es lo que me parecía en aquél entonces. Ojos profundos, y en general, muy atractivo. Me dijo que yo le gustaba, y que había visto como miraba al chavo en la pista (Mauricio) que por eso se decidió a hablarme.
Sorprendido por todo lo que ya había analizado de mí, quise preguntarle su nombre, pero antes de que pudiera decir algo, ya me estaba comiendo la boca a besos. Y a mí me encantó, porque besaba muy bien, tenía experiencia, y lo hacía notar. De ahí nos fuimos a los baños, y seguimos con nuestro faje, que ya me tenía a cien. Estaba enojado por lo que había hecho Mauricio, todo ese tiempo no había tenido nada con nadie, porque me estaba guardando para él, y no le importó, así que decidí que si el tipo quería llegar hasta el sexo, lo haría con él. Ya me daba igual la persona que fuera el primer hombre en mi vida, solo quería desquitarme, y sobre todo, olvidarme de alguien que jamás me iba a hacer caso. Nos besamos, y comenzó a meterme mano, me abrió el cierre y me sacó el pene, que ya estaba como un mástil. Sin decir más, se lo llevó a la boca y me lo mamó como si no lo hubiera hecho en toda su vida. Casi quería devorarlo, y al ver cómo le gustaba aquello, lo tomé de la nuca y lo aplastaba contra toda mi polla. Lo dejaba un tiempo así, y sentía que luego quería separarse, pero no se lo permitía, mi verga tocaba su garganta, y le provoqué arcadas. Eso me ponía a mil, porque lo estaba sometiendo como a una puta, y eso es lo que quería, hacerlo mi puta.
Luego lo soltaba para que tomara aire, y lo volvía a hacer. Me pasaba la lengua desde el glande hasta los huevos, y de vez en cuando los alzaba para pasar su juguetona lengua por debajo, sentía que casi quería llegar a mi culo, pero no se lo permití, quería que se enfocara en mi pene, porque ya estaba por venirme, y quería que se lo tragara todo. La situación se había vuelto de lo más excitante. Tener a un hombre mayor que tú comiéndote la polla, y dejándose dominar de tal manera, que parecía ser mi puto personal, me prendía un montón. Cuando estaba por venirme, saqué mi verga de su boca, y comencé a masturbarme a mayor velocidad para terminar en su cara.
Él me decía una par de cosas guarras, que me encendían mucho. Entre ellas me decía que era mi puto, que hiciera lo que quisiera con él. No aguanté más y me vine en su cara. No todo le cayó encima como hubiese querido, pero si al menos la mitad de mi semen blanquecino. Apenas obtuvo lo que quería, se levantó y con la cara manchada de semen, nos besamos, y yo pasaba mis dedos jugando con éste, y los llevaba hasta su boca, él se limitaba a chuparlos, y yo le agarraba la verga, comenzando a masturbarlo. Pero enseguida me detuvo y me dijo que quería que se la metiera. Se bajó por completo el pantalón y la ropa interior, y me dio la espalda. Yo tenía el pene duro todavía, y verlo ahí como materia dispuesta ante mí, pidiendo que le diera todo lo que había estaba guardando para Mauricio, me hacía sentir muy excitado.
Le agarré las nalgas y se las apreté, haciéndole saber cuántas ganas tenía de metérsela. Me llevé dos dedos a la boca y los llené bien de saliva, para comenzar a pasarlos por su ano. Que tenía un par de pelos por dentro, y me parecía de lo más apetecible. Cuando empecé a jugar con su ano, haciendo presión para introducir el primer dedo, ya comenzaba a sobarme la verga como preparándola para metérsela. Y él se apuró a sacar un condón de su pantalón, pero algo pasó en ese momento, que me devolvió a la realidad. Tomé el condón, y me subí el pantalón. Estábamos dentro de un cubículo para que nadie nos viera, por si alguien entraba al baño, así que quité el segurillo de la puerta, y salí de ahí con el pantalón abierto, y lo sujetaba con mis manos. El chico salió, preguntándome qué sucedía, y yo solo le decía que me disculpara, que no era su culpa. Me lavé las manos, y de paso me eché agua en la cara. Me sentía más triste que antes, porque no quería que todo fuera así, en un baño de un antro cualquiera, con un tipo que acababa de conocer. Me senté en el piso recargado en la pared, y no pude evitar comenzar a llorar. Yo quería a Mauricio, y estaba visto que él nunca iba a ser para mí, eso me hacía sentir vacío. El chico que siempre se portó muy buena persona conmigo, ya una vez con los pantalones abrochados, y la cara lavada, fue a consolarme.
Al final no cogimos, terminó haciéndola de mi paño de lágrimas, y le conté que el chico que me gustaba, de hecho creo que le dije que lo amaba, no me iba a corresponder. Y se comportó a la altura dándome ánimos, y también su número en caso de que todo saliera mal. Después de que se fuera, me pude levantar de allí. Salí y me fui a mi casa solo. En todo el fin de semana no le contesté las llamadas ni los mensajes a Mauricio, el Lunes en la escuela, me salí del equipo de futbol, ya no tenía necesidad de seguir allí, ya tenía muy buenos amigos, y era reconocido en la escuela, no solo por eso. Había logrado todo lo que quería, y el futbol ya no era para mí. El profesor insistió en que me quedara, pero no me convenció. Cuando mis amigos se enteraron, me apoyaron, y cuando Mauricio se enteró… Se entristeció, enseguida ató cabos, y me preguntó que si todo lo había hecho por lo del viernes pasado, y que si tenía que ver con lo de no contestarle el teléfono. Se lo negué rotundamente, y con una sonrisa en la cara le dije que no pasaba nada, que había estado algo enfermo y ya.
No quería perder su amistad, ya que su amor no lo tendría, me conformaría con eso. Me resigné a no decirle mis sentimientos, y continuar con mi vida. Cuando me recuperara de lo que me estaba pasando, le llamaría al chico del antro, e intentaría algo con él. La verdad es que me había gustado mucho, y lo único que me detenía eran mis sentimientos por Mauricio.
Ese día Mauricio estuvo muy complaciente conmigo, y se le notaba la culpa en el rostro, tanto que me invitó a su casa. Pero no acepté porque en la mía mis papás saldrían y regresarían hasta al otro día temprano, tenía que quedarme a cuidar. Entonces resolvimos yéndonos a mi casa, él pidió permiso, y se lo dieron. Mis papás ya lo conocían, y yo a su mamá, que era con la que vivía. De hecho, nuestras madres se habían vuelto buenas amigas, y solían visitarse también, así que siempre teníamos permiso para pasar las tardes en casa del otro.
Pero ese día había sido muy diferente, Mauricio se comportaba más afectuoso conmigo de lo normal, y eso me gustaba, pero también me hacía mal, porque imaginaba cosas que no iban a pasar más que en mi mente. El día se nos pasó en videojuegos y al final, cuando ya eran eso de las 8 comenzamos a ver una película que terminó a las 10. Ya era muy tarde, y él no me decía nada de querer irse, al final yo tuve que preguntarle, que si no iba a querer que lo acompañara hasta su casa, porque ya era tarde. A lo que me respondió con algo que me sorprendió bastante. Resulta a que a mis espaldas ya había hecho planes. Le dijo a su mamá que se iba a quedar a dormir conmigo, nunca lo habíamos hecho, pero a ella le pareció bien, porque no iba a estar nadie en la casa, para que me hiciera compañía. Y yo estaba encantado, me emocioné tanto que lo abracé con euforia, y luego me arrepentí de lo que había hecho, porque no quería ser muy evidente. Mauricio no se molestó, al contrario, también me abrazó.
Se me estaba olvidando mencionar, nuestra amistad era especial, nunca nos hablábamos con groserías como con los demás, de hecho ambos nos decíamos “flaco” de cariño. Y ya todos en la escuela nos habían escuchado decirnos así, siempre nos molestaban con que éramos novios, que nos hablábamos con mucho cariño, y nosotros solo nos reíamos, pero no negábamos aquello, a pesar de no ser cierto.
Mauricio me dijo “oye flaco, no quieres que hagamos un maratón de películas de terror? Ya sabes que yo soy muy coyón para eso, pero contigo si se me antoja”. Hasta entonces aquella propuesta parecía de lo más normal. Así que le dije que estaba bien, y nos quitamos la ropa, ambos dormíamos en ropa interior, nos quedamos en bóxers, y nos metimos a la cama. Una vez que puse la película, todo transcurrió normal, hasta que ya íbamos por la mitad, y estaba cada vez más cerca de mí, hasta el punto en que nuestras manos ya se tocaban. Yo estaba más emocionado por aquello, que por la película en sí, de pronto tomó mi mano y la agarró completamente. Yo no perdí oportunidad, luego del pequeño shock que me provocó, y la apreté también. Pasaban los minutos, y ya no podíamos estar más juntos. Me animé y lo abracé por la cintura, sintiendo su piel desnuda. Solo ese simple contacto ya me la había puesto bien dura, pero no me importaba, estábamos bajo las cobijas con la luz apagada, no podía ver nada, así que continuamos de esa manera un buen rato, hasta que de plano él me dijo, que esas películas lo ponían mal (al contrario de mí, que me encanta el terror). Y le dije de broma que si quería podía abrazarlo mejor. Le señalé que se sentara entre mis piernas, y no lo dudó, enseguida se pasó y recordé que la tenía bien parada, me arrepentí tanto de haberle propuesto eso en ese momento, pero ya no había marcha atrás… Cuando su espalda tocó mi pene, yo no podía imaginar cómo iba a reaccionar. Pero no dijo nada, hasta unos minutos después. Sorpresivamente se levantó y se volteó quedando frente a mí, le pregunté qué era lo que pasaba.
Pensé que me iba a reclamar, o algo por el estilo, quería que la tierra me tragara, pero todos mis miedos se fueron cuando me plantó un beso, que jamás olvidaré. Fueron tan solo unos segundos, de total pasión y ternura entre nosotros, que solo se interrumpió por un “te amo”. No lo podía creer, Mauricio acababa de declararme su amor, y casi ni lo dejé terminar, cuando le respondí “yo también, también te amo flaco”. Sentí que un peso se había ido de encima, y reí alegre por todo aquél momento, y por haberme desahogado finalmente. Mauricio me tomó del rostro y comenzó a llenarme de besos, en las mejillas, en la frente, en los labios, y no paraba de decirme “te amo”. Yo casi no podía creer aquello, pero así fue, realmente el chico que tanto había deseado, me amaba también. Me dijo que tenía tanto tiempo queriéndome decir eso, pero que el hecho de sentir que me perdía, lo impulsó a hacerlo. Él se sentía muy culpable por lo que sentía, me confesó que desde que llegué le caí mal por eso, porque le gustaba, aunque en el momento no lo catalogó como precisamente atracción, sino que no sabía que le provocaba yo, y eso lo molestaba. Que por eso no me habló y tampoco se acercó a mí, además de lo que ya me había comentado, que creía que yo era un mamón payaso de lo peor jaja. Pero que cuando comenzamos a ser amigos, se dio cuenta de que sí le gustaba, y que me quería. Eso nunca le había pasado con nadie, ni con una mujer. “Nunca había sentido tantas cosas por alguien, ni con ninguna de las chavas con las salgo, nunca flaco”. En palabras de él, así me lo dijo. También dijo que no era gay, o que no quería serlo, pero que a mí me amaba, que yo era el único hombre que le gustaba y que le hacía sentir esas cosas. “Intenté todo para que me dejaras de gustar, saliendo con diferentes chavas, hasta quise cogerme a una, pero no pude, sentía que te traicionaba, y eso era lo peor que había sentido en mi vida. No quería sentir esto por ti, pero tampoco dejar de ser tu amigo, perdón si te lastimé con mis pendejadas”. Me dijo, y no pude evitar comérmelo a besos después de aquellas palabras que me habían hecho tan, pero tan feliz!
Él no quería ser gay, ni fijarse en mí, por culpa de un viejo trauma. De eso no me enteré hasta después, pero el que era su padrastro, de pequeño intentó abusar de él varias veces (afortunadamente no lo logró). Y por eso Mauricio no quería ser gay, ni quería decirme todo lo que sentía por mí.
Así acaban las aventuras en la escuela homoerótica. Pero apenas era el comienzo para mi relación con Mauricio, mi hermoso futbolista al que amaba. Si quieren que les cuente mis aventuras, pero ahora con Mauricio, háganmelo saber. Gracias por todos sus mensajes y comentarios que me han mandado desde que comencé a contarles mis vivencias, me alegra que les hayan gustado tanto! Espero pronto contarles todo lo que viví junto Mauricio, si ustedes me lo piden, claro. Un fuerte abrazo!
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!