Mis Memorias – Ricardo, el chico malo
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Hace un tiempo publiqué un relato llamado “Mis Memorias – Primer amor, Rafael, el Hetero”. Bien, pues ahora continuaré con esta especie de saga que tengo planeada, donde les contaré mis relaciones más importantes con chicos durante toda mi vida.
En el relato anterior les contaba que luego de que las cosas salieran mal con Rafael, me había tenido que cambiar de escuela, esta vez en segundo año de secundaria, y se podría decir que con un poco más de experiencia que antes. Me encontraba en un ambiente nuevo. Pero antes de continuar les daré una breve descripción de mí. Actualmente tengo 20 años, soy alto 1.85, de buen cuerpo, no muy marcado pero si en forma, pelo castaño claro, ojos cafés, y por lo que me dicen soy atractivo. Así que ya se pueden comenzar a dar una idea. En ese entonces tenía 13 años, y era un niño alto, y bueno, creo que desde siempre he sido nalgoncito, con los pantalones del uniforme me marcaban buen trasero. Y como les dije antes, era un ambiente nuevo, ser el nuevo de la clase nunca es fácil… Y venía de una escuela donde mis amigos (o los que creía que eran mis amigos) me habían traicionado a últimas fechas, entonces me sentía deprimido por toda esta situación del cambio de escuela, el no tener amigos, y no saber qué era lo que me esperaba en esta nueva jungla.
La escuela en la que mis padres decidieron inscribirme no era para nada la que yo quería o lo que yo hubiese querido que fuera. Todo me parecía muy gris, casi como una cárcel, y eso me bajoneaba todavía más (si eso era posible). Al llegar todos me vieron, y sabían que yo era nuevo, al igual que otros 4 desafortunados al igual que yo. Ese año habíamos entrado 5 niños nuevos al salón, y uno de ellos (el cual no recuerdo su nombre) De pronto se empezó a hacer muy popular por haber llevado un videojuego de moda. Todo el mundo le hacia platica y querían entablar amistad con él para poder turnarse en la consola. A él no le fue tan mal. El otro de nombre Héctor, al estar sentado junto a él, también aprovechó y comenzó a hacerse de amigos a costas del otro chico. Mientras tanto los otros tres que quedábamos, estábamos al final del aula, y nadie nos hacia caso, así que comenzamos a hacer amistad entre nosotros. Uno se llamaba Ángel y el otro Ricardo. Ángel, era un niño algo gordito, pero bastante extrovertido, con él comencé a llevarme bien, y con el otro también, aunque desde la primera vez que lo vi, supe que algo pasaba. No sé qué era, pero me llamaba la atención.
En ese entonces no lo sabía, pero así comenzaría mi fascinación por los chicos rudos, quizás porque eran lo opuesto a mí. Nunca he sido afeminado, y la gente que no me conoce y aun la que me conoce y no saben que me gustan los chicos, jamás sospecharían nada. Con esto de lo opuesto a mí, es que yo no suelo meterme en tantos problemas, ni tampoco me agradan, lo que sí que me gusta son los que se meten en problemas. Y este chico tenía toda la pinta de un chico malo, en ese momento no me pareció atractivo ni nada (pero sí lo era). No me pasó por la cabeza nada relacionado a gustarme, simplemente sentí algo, como que a pesar de no conocerlo, sentía que ya teníamos una conexión.
Ese día no habló mucho, pues todo el tiempo parecía estar enojado, tenía unos penetrantes ojos grises, su tez era blanca, de cabello negro, y se peinaba con bastante gel hacia atrás. Era de mi misma altura y complexión, bastante guapo. Los siguientes días comencé a hacer amigos, no muchos porque realmente nadie me caía bien, todos me parecían muy infantiles. Sus juegos eran las luchitas entre clases y jugar futbol en el receso. Y como a mi nunca me gustó ni lo uno ni lo otro, no me quedaba más que juntarme con alguna niña, pero tampoco me sentía cómodo, porque enseguida comenzaron a surgir rumores de que la niña con la solía juntarme todo el tiempo era mi novia, y era poco agraciada, entonces me hacían bromas al respecto. Y para colmo yo de verdad le gustaba a esa chica, pero no tenía ojos para ella ni para ninguna otra, pues mis pensamientos estaban ocupados por Ricardo. Que tampoco se juntaba con nadie, solo con una prima que tenía en primer grado, que en un principio hizo pasar como su novia, luego de él, Ángel y yo hiciéramos una apuesta de ver quién era el primero en conseguir una novia. Apuesta que ganó Ricardo por sus engaños, que después descubrimos que era su prima. Bien la pude haber ganado yo, porque esa chica de la que les cuento, moría por mí, pero no iba a cometer ese error de echarme un problema encima, cuando ni yo mismo sabía bien lo que quería.
A pesar de que Ricardo era bastante atractivo, y tenía a un par de chicas tras de él, no le hacía caso a ninguna (cosa que le traería serios problemas después), y por azares del destino nos comenzamos a hacer más amigos porque habíamos quedado en el mismo taller. Este taller nos tocaba dos veces a la semana; tres horas. Y habíamos quedado como compañeros de mesa, así que todo el tiempo estábamos juntos desde entonces. Él era muy flojo y no le gustaba hacer nada, además de que todo el tiempo andaba metido en problemas por su comportamiento en clases, así que comenzó a hacerse fama de vago, y además tenía a varias chicas tras él. Esto provocó la envidia de los chicos que llevaban siendo alumnos de esa escuela desde el primer año. Por fortuna (a pesar de que nunca compartía mucho con ellos por no gustarme el futbol o las luchas) ellos jamás se metieron conmigo, y hasta me llevaba bien con un par de ellos, y con el más importante; el líder de su bolita de amigos. Todos ellos eran quienes dominaban en el salón por ser los más “populares” y el que se sentía el “líder” era de los más inteligentes del salón, lo que le valía para llevarse con los profesores (y nunca era castigado por las pendejadas que hacía).
Como yo siempre fui bueno para todas las materias a excepción de matemáticas, me consideraba amigo suyo, siempre quedábamos en los primeros lugares en cuanto a calificaciones. Pero esto no era así para mi amigo Ricardo, porque comenzaron a meterse con él, por estarles robando “popularidad”, y no les agradaba para tenerlo en su grupo de amigos por ser un vago que según ellos no sabía nada. Entonces el bullying en su contra comenzó.
Cada que podían le escondían sus cosas, o lo hacían quedar en mal delante de todos, de una u otra forma. Gracias a esto terminó perdiendo esa popularidad que antes tenía entre las chicas, porque lo veían débil. Y la verdad era que cualquier se verá débil si 5 o 6 tipos se meten contigo al mismo tiempo. Ricardo no tenía amigos que lo defendieran, y yo comencé a alejarme de él por “no querer problemas”. De lo cual me arrepiento mucho… Él estaba cada vez más solo, lo estaban aislando y cada vez lo trataban peor, así que comenzó a saltarse las clases. Y fue ahí cuando comencé a darme cuenta poco a poco de que ese chico me gustaba, y mucho. Cada que no lo veía me la pasaba preguntando por él o buscándolo. Y sentía que quería estar con él, sobre todo me remordía la conciencia por no ayudarlo, sabía que debía estar sufriendo mucho porque al ser catalogado como “vago” los profesores no le hacían caso y les daba igual lo que le estuviera pasando, y los otros como eran aparentemente “los mejores de la clase” jamás los castigaban por nada, todos lo sabemos, el mundo se estuvo yendo a la mierda desde hace mucho.
El peor día para Ricardo llegó cuando una mañana, estos tipos le quitaron su mochila, y él estaba harto, así que se defendió como pudo, y se las quitó, entonces se la volvieron a arrebatar, y lo empezaron a empujar, hasta tirarlo al suelo. Todo esto sucedía enfrente de todos dentro del salón, y nadie hacia nada. En ese momento sentí una impotencia terrible por lo que le estaba haciendo, más cuando Ricardo no se aguantó más y comenzó a llorar, se le veía furioso, lloraba de rabia. Ahí fue cuando finalmente alguien hizo algo, la mayoría de las niñas del salón se metieron y comenzaron a gritarles a los tipos que lo dejaran en paz, que ya estaba bueno de lo que le estaban haciendo. Solo así lo dejaron en paz, y ellas comenzaron a intentar consolarlo, pero él se soltó a llorar más, tomó su mochila y se salió del salón.
Entonces mi amigo Ángel y yo agarramos nuestras mochilas y salimos también. Lo vimos caminando por el pasillo hasta las escaleras, iba a bajarlas cuando lo alcanzamos, y tratamos de darle todo el ánimo que pudimos. Ambos nos disculpamos por no haber hecho nada, pero teníamos miedo, esos tipos eran de lo peor y si hacíamos algo se meterían con nosotros también. Ricardo no decía nada, y tocaron la chicharra. Entonces Ángel se fue porque no quería saltarse la clase, pero al ver que Ricardo no pensaba ir, me quedé con él. Sin decirle nada lo seguí hasta el que parecía era su escondite. Un aula en desuso alejada de todos los demás salones. Abrió la puerta un clip (la chapa ya era vieja) y nos pudimos meter. Estando allí aventó sus cosas al suelo y sentado comenzó a llorar con la cabeza baja. Yo me senté a su lado y verlo así me hacía sentir muy mal. Sentía una necesidad de protegerlo, se veía tan indefenso, y en ese entonces no estaba seguro de si me gustaba o solo me sentía mal por no ayudarlo.
Me recorrí y me senté enfrente de él, entonces le tomé los brazos y le dije que ya no llorara más, entonces como si todo hubiese sido fortuito, levantó la mirada y lo pude abrazar, allí sentado en el piso y abrazados, quería que el momento durara para siempre. Algo en mi pecho me hacía estremecer, y él seguía llorando en mi hombro. Para ese momento ya no controlaba lo que hacía, e hice lo primero que se me pasó por la mente, luego de estar así unidos, podía oler su perfume, y eso me hacía pensar en besarlo, le besé el cuello, y él no se movió. Ya no era mi yo consiente, solo seguía mis instintos, y no sé cuánto tiempo pudimos haber pasado así, él recargado en mi hombro y yo besándole el cuello. Hasta que de pronto un –Qué haces? – me devolvió a la realidad. Paré de hacerlo, y sin soltarnos, le respondí que sabía, pero que quería protegerlo. En ese momento sentí como me apretó la sudadera de mi uniforme con más fuerza, y entendí que eso era un sí.
Comencé a besarlo de nuevo y ésta vez seguí avanzando hasta su oreja para morderla suavemente, continué por sus mejillas y él no se resistía, seguía mis movimientos, hasta que finalmente nos vimos a los ojos. Aún recuerdo que sus ojos estaban más hermosos que nunca, a pesar de encontrarse algo rojos por lo mucho que había estado llorando, lo vidrioso de las lágrimas hacía resaltar su color gris. Se veía tan indefenso, como nunca pensé verlo, luego de idealizarlo como un chico rudo, ahora parecía el más más tierno y sensible de todos. Y él fue quien tomó la iniciativa de besarme. Por lo que siempre me dijeron las niñas con las que había salido hasta entonces, es que yo era buen besador, y lo que podía deducir por aquél beso que nos estábamos dando, es que él también lo era. Fue uno de los besos más apasionados que me han dado jamás. El calor en el pequeño cuarto se hacia presente, y ambos nos quitamos las sudaderas del uniforme, solo para eso es que habíamos parado de besarnos, para luego continuar haciéndolo. Por primera vez mi tristeza se había ido, ese vacío que quedó en mí por el fracaso de mi “relación” anterior estaba desapareciendo. El tiempo en ese cuarto no existía, pero para mí era como haber pasado horas besándonos, abrazados. Nos detuvimos porque ambos nos habíamos cansado, y luego de eso, no sabía ni qué decir.
Él se levantó, pensé se había molestado o algo por el estilo, pero lo que hizo fue irse a la pare de atrás, y sacó un cigarro. Después de comenzar a fumárselo, me preguntó que si no iba a ir con él. Sin decir palabra, me levanté y me senté a su lado. Me dijo que si quería fumar, a lo que yo acepté, ya tenía práctica fumando, así que no fe la gran cosa. – No soy gay. – Fue lo primero que dijo después de un rato haber estado fumándonos el que parecía ser su único cigarrillo. Le respondí preguntándole que por qué me decía eso. A lo que contestó que no sabía, que lo que acababa de pasar había sido muy extraño. Yo le contesté que para mí también lo fue, que nunca pensé en él de esa manera, de hecho ni estaba seguro de que me gustaran los hombres o no, solo que en ese momento quería protegerlo, dicho esto le tomé la mano, y él accedió, entrelazando nuestros dedos le dije que yo tampoco era gay, pero que no lo iba a dejar solo, y acto seguido se levantó y se sentó en medio de mis piernas, pasé mis brazos por su cintura y él recargó su espalda en mi pecho. Estuvimos tanto tiempo quietos que después de un rato desperté, me asusté porque no recordaba bien qué había pasado, Ricardo seguía dormido con su cabeza recostada en mi estómago. Entonces acerqué mi cabeza hasta la suya para darle un beso, pero el abrió los ojos, y le pregunté que si no estaba dormido, me dijo que ya se había despertado hace un rato, que ya se sentía mejor. Entonces se levantó y me dijo – gracias por hacerme sentir mejor, hace un rato lo único en lo que pensaba era en morirme, estoy harto de esta maldita escuela, y de esos pendejos. – le respondí que yo también lo estaba, que nunca me gustó esta escuela y realmente nadie me caía bien, pues todos eran unos idiotas, empezando por esos tipos que lo molestaban todo el tiempo. Ambos comenzamos a ponernos nuestras sudaderas y salimos del salón. Se fijó en cerrar y dejar todo como estaba.
Ese día transcurrió de forma extraña. En el salón de clases volteaba a verlo cada que podía, pero él no me miraba, sentí que otra vez me tropezaba con la misma piedra, que me estaba huyendo por el arrepentimiento. Al día siguiente no asistió a clases y eso me hizo sentir aún peor, tanto así que mi amigo Ángel lo notó y me preguntó que si estaba así porque Ricardo no había ido. Le pregunté que a qué venía su pregunta, y me respondió que ayer se dio cuenta de que lo estaba mirando mucho. Y con algo de vergüenza le respondí que eso jamás sucedió, que dejara de inventar cosas. Él se comenzó a reír y con total naturalidad me preguntó que si me gustaba o algo así. Me tomó por sorpresa y lo mire extrañado, y al quedarme en silencio me dijo que mejor que no lo supieran los tipos que lo molestaban porque ahora si lo iban a moler a golpes. Entonces me sentí peor. El día sin él estuvo de lo más aburrido, todo el receso me la pasé sentado en las escaleras solo, todos jugaban futbol incluido Ángel, y no tenía ganas de buscar a la niña a la que le gustaba, porque sabía que me comenzaría a hacer preguntas. Al día siguiente Ricardo apareció y durante las primeras horas de clases no pudimos hablar y pensé que ya no quería verme. Cuando salía para tomar el receso, decidí dejar aquello por la paz, y salí junto a Ángel, pero antes de irme, Ricardo me dijo que si podía hablar conmigo, le dije Ángel que luego lo alcanzaba, y sin que nadie se diera cuenta nos quedamos ambos en el salón. – Perdóname, en serio, perdóname. – Me dijo y me dio un abrazo, no sabía exactamente por qué lo hacía, pero con el tiempo comprendí que seguramente se trataba de la culpa que sentía.
Yo le respondí que no tenía nada que perdonarle y lo agarré a besos. Cada vez me gustaba más, y al parecer yo también a él, pues la calentura crecía. Por la edad por cualquier cosa traía el pene parado, ahora imagínense cómo estaba en ese momento, ambos besándonos y yo no resistí, comencé a bajar mis manos por su espalda hasta llegar a su culo. Ese día llevábamos pants, así que me fue muy sencillo introducir mi mano por debajo de éste y comenzar a masajear sus apretables nalgas. Sentí como al principio pegó un brinco y como que se incomodó, pero enseguida se volvió a soltar y seguí haciéndolo hasta meter finalmente mi mano por debajo de su bóxer, que era de esos sueltos y largos, así que maniobrar dentro de él fue pan comido. Con la experiencia que ya tenía, abrí sus nalgas metiendo mi dedo entre ellas.
Cuando llegué hasta su ano lo masajeaba y él no dejaba de besarme. En uno de mis intentos por introducir un dedo, saltó y dejó de besarme, me dijo que eso le había dolido, y tenía razón, no lo había lubricado de ninguna manera y sentí como no entraba. Entonces saqué mi dedo de su ropa interior y por puro morbo me lo llevé a la nariz, ese olor era extasiante, no olía mal, todo lo contrario, tenía un olor a sudor y a hombre que me embriagaba. Él se me quedó viendo sorprendido y entonces, le dije que oliera también, y lo hizo. Pude notar como el olor le había gustado por su expresión, y sin más metió la mano dentro mis boxers. Comenzó a pasar su dedo por mi ano, que con cada empujón se estremecía, hasta que finalmente lo sacó y se lo llevó a la nariz. Luego me lo dio a oler, y olía exactamente igual al de él. Ambos estábamos prendidísimos tras esto, y seguimos besándonos mientras nos metíamos el dedo en el culo, jamás pasamos de solo acariciar el ano, porque a ambos nos dolía mucho al intentar introducirlo.
Después de pasar un rato en esas, y con el subidón que teníamos me comenzó a agarrar la polla, me dijo que la tenía “paraguas” (termino que se usa para indicar que la traes parada”, y me preguntó que si podía sacármela. Yo no lo pensé dos veces y me bajé el pants junto a los boxers al suelo, y él se quedó maravillado ante lo que veía. En ese entonces debía medirme unos 16 cm, pero la tengo bastante gorda, y fue de lo primero que se percató, porque me hizo un comentario diciendo que estaba bien gruesa, a lo que yo respondí preguntándole por que se bajara la ropa interior también, y así lo hizo; ambos con los pantalones en el suelo y las pollas bien duras en medio del aula de clases que habíamos atracando con varias sillas para que nadie nos sorprendiera…
Era una escena por demás excitante. La de él medía lo mismo que la mía, pero era más delgada, igual lucía hermosa, y lo primero que hice fue agarrarla, y él no se quedó atrás, pues agarró mi verga también, y comenzó a masturbarme. Yo en ese entonces tenía pocos meses que había aprendido a hacerlo, y aún no era muy diestro en eso. En un principio solo me sobaba la cabeza hasta que me saliera el precum, pero luego fui agarrando maña y comencé a cascarmela en toda regla. Así que intenté hacer esto último con la de él, mientras Ricardo me masturbaba con total maestría. Según tenía entendido él ya había tenido relaciones con una de sus novias, o al menos eso fue lo que nos dijo un día que llevó condones de sabores a la escuela, pero en ese momento no tenía ganas de preguntarle nada, y mucho menos de hablar. Me concentré en mi trabajo que era hacer que se viniera.
Mientras nos la estábamos jalando, ambos teníamos la mirada clavada en el pene del otro. Y como yo nunca había masturbado a alguien, me daba un poco de asco que se viniera en mi mano, así que le dije que me avisara cuando estuviera por venirse, el cabrón me dijo que sí, pero en un momento de distracción comencé a agarrarle los huevos que los tenía muy grandes, y a la par le agité el pene de arriba hacia abajo. En ese instante comenzó a venirse y me embarró un poco la mano y lo demás cayó al suelo. Le reclamé por no haberme avisado y él comenzó a reírse, mi coraje no duró demasiado tras ver esa sonrisa que me encantaba. Cuando me di cuenta yo también comencé a venirme, pero no como esperaba, por alguna extraña razón, que supongo eran los nervios, no me salió semen, sino orina. Y también le cayó en la mano y la otra parte al piso. Él comenzó a reírse porque me había venido “en orines” y no paraba de presumirme que se había venido más rápido que yo. Luego de eso con los penes al aire empezamos a limpiar el suelo con hojas de un cuaderno, y ahí de rodillas, nos empezamos a besar de nuevo. Luego me propuso chupárnoslas (como dije, al parecer era más experimentado en el sexo que yo), me propuso que el lo haría primero y que luego yo a él, pero ya para este momento la cordura había regresado a mí y me estaba arrepintiendo de lo que habíamos hecho, así que le dije que no. Él me insistió, y yo le dije que ya estaban por regresar los demás, pues en ese momento tocaron la chicharra para que todos regresaran a los salones.
Entonces abrimos la puerta rápido y nos salimos antes de que viniera nadie. Nos fuimos al final del pasillo para mirar por el balcón como regresaban los otros, y ahí el comenzó a olerse la mano, y luego me dijo que yo también lo hiciera. Ambas manos olían a verga, y nos comenzamos a reír, pero a mí ya se me había parado de nuevo por tener tremendo olor en mi mano, eso me encantaba. Y él parecía no quedarse atrás pues se estaba oliendo una mano y con la otra se agarraba el paquete. Los dos estábamos felices y riendo por lo que había pasado, pero Ángel nos interrumpió, preguntándonos qué en dónde habíamos estado. Le dijimos que nos quedamos en el salón, mientras nos mirábamos con complicidad. Ese día durante todas las clases nos quedábamos viéndonos, y nos reíamos. Cuando fue la hora de la salida, comenzamos a caminar Ángel, Ricardo y yo por la calle lateral de la escuela, de camino al autobús. Mientras tanto yo no podía dejar de oler el dedo que le había metido a Ricardo por el culo, su olor embriagante me tenía loco, y cuando veía que no venía gente y nadie nos viera, le agarraba las nalgas, y él se reía. Al final todos nos despedimos porque teníamos que tomar caminos diferentes.
Al siguiente día apenas nos vimos en la entrada, me dijo que hoy lo haríamos otra vez, yo estaba ansioso para que llegara el receso y pudiéramos estar solos de nuevo. Cuando eso pasó, los tipos que lo molestaban antes, comenzaron de nuevo, cuando parecía que yo lo habían dejado por la paz, pero esta vez sabía que lo quería, y quería protegerlo. Él no era ningún agachado, y quizás eso era lo que más les podía a los tipos y por eso no lo dejaban en paz, porque siempre intentaba defenderse. Ese día no recuerdo exactamente porqué empezó todo, pero si recuerdo que estaban por llegar a los golpes, y yo me metí, los amenacé con que traería a mi banda (amigos) de la escuela anterior, si no lo dejaban en paz, y que entonces si nos arreglaríamos a madrazos en la salida. Los tipos se calmaron, quizás porque los asusté ya que nunca me había metido con nadie, y tampoco nadie se metía conmigo, y ese día les hablé con una determinación que se la creyeron completamente (aunque no conservaba ningún amigo de la otra escuela). Luego de que se fueron, le di un beso rápido porque alguien podría vernos, y por primera vez le dije que lo quería. Él se sorprendió, y me respondió que no le importaba que fuera hombre, que yo era la persona más importante para él. Fue en ese momento que sentí miedo a perderlo porque era lo que yo más quería, hasta ese entonces me di cuenta de cuanto me gustaba… Sin perder más el tiempo nos fuimos a los baños del tercer piso (de tercer año) allí no había nadie, así que pudimos querernos tanto como quisimos. Besos, agarrones, un faje en toda regla. Él ya había comenzado a agarrarme el pene y por supuesto que yo lo dejé, lo sacó mi pantalón y siguió masturbándolo mientras se sacaba el suyo.
Me volvió a pedir a que nos la chupáramos, pero entre que no me decidía y estaba nervioso por sentir lo que era una mamada, escuchamos ruidos y rápido nos subimos los pantalones, metiéndonos ambos al mismo baño. Escuchamos que alguien entró y estábamos cagados del miedo que nos descubrieran. Luego de eso salieron los tipos que habían entrado. Y nosotros seguíamos igual de calientes pues aún no nos habíamos venido. Así que nos salimos del cubículo porque estaba asqueroso y nos quedamos más pegados a la salida porque realmente apestaba. Y él comenzó a masturbarme con más fuerza, yo tomé su pene, y también lo hice mientras nos besábamos. No tardé demasiado para sentir que ya estaba por venirme, y al igual que él hizo la primera vez no le avisé, y ésta si me había venido como debía ser. Todo cayó en el piso y Ricardo siguió jalándomela, pero con el semen que le había quedado en la mano la lubricó por completo.
Seguido a eso él también se vino, y yo le solté la verga para agarrarle el culo, le metí los dedos otra vez y podía sentir como su respiración estaba cada vez más agitada, eso me hacía agitar a mí también, aunado a la sensibilidad que te queda en el pene después de una corrida, y que él no dejaba de pajearme, estaba en el cielo. Ni siquiera estaba viendo, me quedé con los ojos cerrados, y creo que él hacía lo mismo pues fue en ese momento que lo peor que podría pasarnos, nos pasó. Una prefecta nos vio con las vergas paradas, y besándonos. Yo casi quería llorar en ese momento, sentía que la vida se me caía en pedazos cuando nos llevó a la dirección y mandaron llamar a nuestros papás. Y él también estaba tan mal como yo, en todo el día volvimos a hablar. Hasta la salida que quise decirle algo pero él se fue muy rápido. Yo no sabía que iba a hacer, mis papás se enterarían de que me gustaban los hombres, y que encima me habían agarrado en el acto.
Al día siguiente comenzaron los peores días de mi vida, porque Ricardo no fue a la escuela, al día siguiente tampoco, ni al siguiente, ni en una maldita semana lo volví a ver. A parte de que la directora me tenía amenazado porque aún no llevaba a mis papás, no podía soportar ni un día más sin él. Le pregunté a la poca gente que alguna vez le habló, si sabían dónde vivía pero nadie supo. Durante las dos semanas siguientes le rogué a directora que por favor no le dijera nada a mis papás, que si quería los llevaba pero que no les comentara que se trataba de un hombre. Le eché un cuento de que en mi casa eran homofóbicos y me echarían a la calle, no sin antes darme una golpiza si se enteraban. Al final le ablandé el corazón, y no llamó a mis papás, me pidió que no volviera a repetirlo con nadie, ni con hombres ni mujeres dentro de la escuela.
El que la directora no fuera homofóbica salvó parte de mi vida en ese entonces, porque la otra mitad de mi vida se la había llevado Ricardo. Entré en una depresión muy fuerte durante el primer mes sin verlo, luego a esto sucedió lo de una epidemia (el H1N1) y cancelaron las clases durante un mes, me parece. Y eso me ayudó a dejar la escuela, porque el último mes de escuela no asistí, no había nada ahí para mí. La única persona que le daba sentido mi vida se había ido y jamás lo volvería a encontrar, ni a saber lo que habría sido una mamada de él, y la mamada que yo pude darle, pero que jamás se pudo.
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