Mis primeras aventuras.
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por meteorotuc.
Mi primer contacto con el semen fue siendo aun niño. Un primo unos años más grande que yo, de Buenos Aires vino a pasar unos días a mi casa, como todos los veranos (ya se lo veía un hombrecito, yo me empecine en espiarlo en el cuarto cuando dormía o cuando se bañaba, en calzoncillo y desnudo, su cuerpo ya estaba cubriéndose de oscuro vello).
Un día se dio cuenta de lo que hacía, me amenazó con contarle a mis padres si no cumplía con sus deseos. Por supuesto acepté, me hizo arrodillar delante de él, mi cara quedó a la altura de su bragueta, bajó el cierre y saco su pené casi erecto, era blanco con un glande bien rojo, tomó con su mano mi cabeza y lo apoyó en mi boca obligándome a abrirla.
Al principio sólo abrí la boca, él entraba y salía con su aparato, hasta que comencé a succionárselo, lo hice por un buen rato, él se estremecía, gemía, sus muslos se endurecían cuando mis manitos se los acariciaban, yo ya no tenía más arcadas y mi boca se llenaba de saliva que facilitaba la succión.
Imprevistamente sentí que mi boca se llenaba de un líquido viscoso, salado y ácido que escupía su miembro, quise retirarlo de mi boca, pero él tomo mi cara con sus dos manos y lo hundió aun más, por lo que tuve que tragar todo su semen, cuando aflojo la presión pude saborear su néctar hasta succionar hasta la última gota. Me preguntó si me había gustado, le contesté que sí, yo le pregunté si a todos los hombres le sale lo mismo, me contestó que sí.
Aquel verano tomé de esa mamadera todos los días, incluso hasta dos veces por día. Las veces siguientes, antes de hacerlo, me manoseaba las nalgas y el ano, nunca deje que me penetrara, cosa de la que me arrepiento.
Hoy es un hermoso macho, casado, con hijos, nunca más se tocó el tema entre nosotros. Después de ese verano mis padres se separaron, yo me quedé con mi madre, que al poco tiempo se junto con un tipo, desde el primer día que lo vi quedé impactado.
No era demasiado lindo, pero tenía una pinta de macho que no podía ser, robusto, bastante velludo en todo el cuerpo, con unas patas bien musculosas, de manos grandes.
La cuestión es que entre nosotros surgió cierto compañerismo, me llevaba mejor con él que con el forro de mi viejo, el tipo trabajaba por la mañana y volvía al negocio a la tarde, venía a comer a casa al mediodía, y después se tiraba a dormir una siesta.
En pleno verano lo hacia en bolas, se tapaba con la sábana como un chiripá. Al rato de acostarse yo entreabría la puerta del cuerto para ver ese cuerpo todo desparramado en la cama, más de una vez le vi la chota al re-palo.
Una siesta entré arrastrándome en cuatro patas y me quedé así al borde de la cama, fui corriendo despacio la sábana hasta que lo vi totalmente desnudo, la chota era gorda, larga y bien negra, él se movió para el lado que estaba yo y la pija me quedó casi a la altura de mi boca, no pude resistir la tentación de apoyar mis labios entreabiertos sobre la cabeza de esa hermosa pija, sentir el gustito salado me volvió más loco, recordé las chupadas que le hice a mi primo aquel verano y unas irrefrenables ganas de volver a saborear el semen se apoderaron de mi.
Me la empecé a meter en la boca, temblando de miedo y esperando la trompada del tipo. Como vi que se mantenía inmóvil continúe con la mamada metiéndome la pija cada vez más gorda y dura en la boca, hasta que llegué a rosar sus pendejos con mis labios. De a poco fui perdiendo el miedo y me tranquilicé, de golpe el se puso bien boca arriba y su mástil quedó todo expuesto para mi boca, continúe con la profunda succión empapando la dura pija de gran cantidad de saliva que ayudaba a que entrara hasta lo más profundo de mi garganta.
Después de un largo rato los chorros de semen saltaron dentro de mi boca obligándome a tragarlo, exprimí esa chota hasta no dejar una gota de leche. Salí del cuarto y me fui a la cocina a preparar un mate, al rato mi padrastro se sentó a tomar unos mates, no hubo ningún comentario de lo ocurrido, sólo me dijo que cebaba mejor que mi vieja.
A partir de aquella tarde, entraba al cuarto a chuparle la verga cuando dejaba la puerta entre abierta, si la dejaba cerrada yo sabía que no debía entrar.
Fueron unas mamadas formidables, dos o tres veces por semana tomaba de esa mamadera lechera, él se dejaba hacer sin decir palabra, yo entraba al cuarto lo destapaba y mi boca iniciaba la mamada, mientras él fingía siempre dormir. Nuestras vidas continuaron como si nunca hubiese pasado nada.
Al cabo de unos meses, vinieron a casa unas amigas de mi madre. Mi casa no era demasiado amplia, por lo que mi madre hizo dormir a sus amigas en su cama matrimonial y mando a mi padrastro a dormir conmigo.
Me acosté desnudo, cuando él se metió en la cama sentí su robusto cuerpo velludo apoyarse sobre el mío, puso su pierna sobre mí y me abrazó con sus musculoso brazos, me apretó contra sí y acomodó su chota en mi zanja lampiña y carnosa, con la dura cabeza presionó sobre mi esfínter hasta lograr entrar en mi cueva, cuando lo logro se mantuvo haciendo pequeños movimientos, sentía como se iba dilatando mi orto y el duro pedazo entraba lentamente, hasta que la chota largó sus chorros de semen caliente dentro de mí, el liquido viscoso ofició de lubricante y la verga entró hasta los huevos, mientras me empómaba sin asco, en cada embestida sentía como sus huevos chocaban contra mis glúteos, me preguntó quien me había echo el orto para tenerlo tan abierto, le contesté que era la primera vez, me contestó que dijera la verdad, que era un putito de mierda, y me enterraba la verga con más fuerza haciéndome doler, diciéndome que si no le contaba dejaba de cojerme y me sacó la pija de golpe haciéndome doler como la puta madre, le dije que me la volviera a meter que le contaría.
Le conté que cuando él no me dejaba entrar al dormitorio a chuparle la verga, En las tardes, me iba a los talleres ferroviarios, que quedaban por los fondos de mi casa.
Una tarde nos metimos con mis amigos del barrio a recorrer los galpones sin que nadie nos viera, y descubrí los vestuarios y baños del personal. Vimos a los tipos en bolas cambiándose y duchándose. Por supuesto yo volví sólo a espiar a los machos cambiarse, mientras me pajeaba. Había para todos los gustos: gordos, peludos, lampiños, delgados, morochos, rubios, etc., con los vergas colgando, un festín para mis ojos.
Un día que hacía como dos semanas que no le chupaba la chota a mi padrastro y estaba muy caliente, me acerqué demasiado y unos tipos me pescaron espiando. Me agarraron del brazo y me metieron dentro del baño, empezaron a hacer preguntas, que cuánto hacía que espiaba y que buscaba; si era puto y me gustaban los machos…
Les dije que era curiosidad, que quería ver como era un hombre grande desnudo, en fin puse un par de excusas boludas, la cuestión fue que los flacos me hicieron arrodillar y mientras me decían que iba a ver como era un macho.
El primero que se desvistió era un tipo delgado con físico fibroso, no muy velludo y medio pelado, su verga era bastante larga y fina, se la empecé a mamar con algo de temor, me dijo que lo hacía muy bien, que siguiera y me la metiera toda en la boca, cosa que obedecí; el segundo era retacón, robusto muy peludo con una pija chica, pero re-dura, éste me pidió que también le lamiera los huevos; el tercero era un grandote pelirrojo con una chota increíblemente grande que al principio no quería saber nada con la joda pero después cuando los otros gemían se prendió.
Los tres quedaron en fila totalmente en bolas, yo arrodillado les mamaba las vergas alternativamente. Estuve un buen rato gozando de esa vergas, el pelirrojo me hizo chuparle el orto, todos se cagaban de risa y hacían bromas, el primero en escupir leche fue el retacón murrudo que me lleno la boca de semen, al sacarla terminó largando los últimos chorros en mi jeta, el segundo fue el pelirrojo, su chota escupió un semen espeso y ácido que por supuesto, igual que el anterior, me tragué todo; el último fue el flaco que me pidió que abriera la boca y sacara la lengua, se pajeó hasta que la chota largó los chorros sobre mi lengua.
Cuando acabaron pensé que eso era todo. Pero me hicieron desvestir y me pusieron en cuatro patas sobre un banco largo que había en el vestuario, el morrudo quiso ser el primero en meterla, su pija entro al toque, jodían con el tamaño de mi esfínter, que se notaba que ya me habían roto el orto, me empomó al mango, pero la verdad, a su pija no la sentí mucho.
Mientras relataba todo esta historia a mi padrastro ya me había vuelto a poner la pija en el orto y se movía despacito mientras escuchaba mi relato.
Cuando el morrudo me llenó el orto de guasca caliente yo ya esta chupándole de nuevo la pija al flaco, el morrudo se metió en la ducha a bañarse y me empomó el pelirrojo, ay!!! esa sí le sentí hasta el fondo, la leche del morrudo fue un lubricante que me dilató mucho el orto, pero la pija del pelirrojo era muy grande y la sentía como entraba y salía, el hijo de puta la sacaba toda y de un golpe me la volvía a enterrar hasta el fondo. Hasta que sentí como aceleraba el ritmo de empome y acabó dentro del orto, el flaco tomó la posta y la ensartó al toque, mi orto estaba súper dilatado, cuando la enterró sentí como chorreaba semen por mis pierna, el flaco enseguida acabó ya que yo se la había estado chupando al mango.
Al termino del relato mi padrastro me estaba recojiendo el orto, me hizo poner boca a bajo, sentí su enorme y pesado cuerpo hundiéndome en el colchón, perforando mi orto con su grueso taladro, que me lo inundó de leche como si fuera una enema. La historia del baño de los talleres del ferrocarril lo volvió loco, queria que le contara más.
Seguí yendo al baño todas las tardes y, a veces noches, que podía. Entraba, me ponía en bolas y esperaba que entraran los tipos, casi todos se prendían a que les chupara la chota, y muchos me hacían el culo.
Una noche se corrió la pelota de que estaba en el baño, y empezaron a desfilar una parva de machos, algunos ya me habían empomado, otros eran la primera vez. Entre ellos apareció un tipo grande con la chota de un burro, me acostó sobre el banco, puso mis piernas sobre sus hombros, mi culo quedó expuesto a su chota inmensa, mientras me la enterraba los otros miraban sorprendidos del tamaño que me entraba en el orto, se pajeaban y me acababan encima de la cara y el pecho, quedé enchastrado de semen , el tipo que me recogía no paraba de hacerlo, no se cuántas veces me largo leche, me bombeaba, sentia como mi culo cada vez se habría más y más, cuando la sacaba toda sentía como un vació. El hijo de puta juntaba con el dedo el semen de mi cara y pecho y me lo hacia chupar.
Cuando decidió terminar de empomarme me ordenó que me vistiera, que me llevaba a la casa para seguir, que tenia un amigo pijudo como él y que seguirían abriendo mi culo, le dije que no podía que tenía que volver a mi casa, que si quería iba al otro día.
Yo no lo conocía. Vivía del otro lado de la vía. Cuando llegué apenas entré abrió la puerta de entrada, ya en bolas con su chota de burro colgándole hasta el medio del muslo, era bastante velludo, me preguntó si hacía mucho que iba a culear al baño de los talleres, le contesté que bastante, me hizo pasar al dormitorio, en la cama estaba tirado el pelirrojo que me habia cojido la primera vez en el baño, con la chota al palo que era bien grande, pero comparándola con la del viejo parecía chica, me incliné sobre él y empecé a mamarsela, el colorado apoyo su mano en mi cabeza y hacía fuerza para que me la tragara toda. Mientras el pijudo me lamía el orto de una forma frenética, casi me recogía con la lengua llenándome de saliva. Cuando ya lo tenía bien dilatado empezo a enterrar su chota semi dura, pese a estar media muerta igual me entró, es que mi orto estaba dilatado a full.
Se le fue endureciendo dentro mío, al rato me hizo sentar sobre la pija del pelirrojo que se resbaló dentro mío sin más, el viejo me levantó las piernas hacia atrás, la cabeza de su chota hacía presión sobre mi esfínter y la pija del colorado, tanto insistió, que terminó entrando la cabeza. El culo me dolía de cómo se me estaba estirando, después de un rato de estar empujando la verga de burro, centímetro a centímetro terminó entrando toda, los dos se comenzaron a mover al unísono, el dolor era intenso, pero el placer también, en el movimiento, mi pija se frotaba contra el vientre del colorado, no aguanté más y largué toda mi leche. Siguieron hasta que me acabaron los dos juntos, el esfínter me quedó del tamaño de las dos vergas, por un buen rato, no podía cerrarlo, fue como si no me respondiera. Los turros me hicieron lamer del vientre del colorado mi propio semen.
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