Mis tempranos inicios con mi amigo a los 10 años
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por gorditobimorboso.
Hola, soy Paul, tengo 25 años y vivo en un modesto pueblo del Interior de la República Argentina.
Desde pequeño pude tener acceso a material pornográfico heterosexual, mi hermano, 6 años mayor que yo, traía fotos de mujeres desnudas a nuestra PC y yo con mis tiernos 7 años quedaba deslumbrado con los cuerpos de esas mujeres y las enormes vergas que recibían.
Pero mis primeras experiencias pragmáticas con el sexo llegarían algunos años después, primero cuando descubrí la masturbación a mis 9 añitos y luego con un hombre, mejor dicho un niño, amigo de mi misma edad.
En el año 2000, con 10 años de edad, pasaba mis días juntandome con dos amigos de la misma edad, Manuel y Emilio.
Nunca imaginé que uno de ellos sería mi iniciador en un camino a la perversión y el deseo por el sexo que no iba a poder reprimir desde allí en adelante.
Una tarde como cualquier otra en nuestro tranquilo pueblo rural, Manuel y Emilio pasaron por mi casa a buscarme en sus bicicletas, yo busqué la mía y salimos a andar por el pueblo.
En cierto momento yo iba pedaleando parado y Manuel aprovechó para tocarme mi cola, yo reaccione algo enojado porque nunca me habían hecho eso y sabía que no se debía hacer, el respondió sonriente diciendo que sólo era un chiste que yo podía hacérselo a el también, así comenzó un juego que seguiría por varios días, tocarnos la cola entre nosotros se volvió una costumbre.
Siempre fui llenito y nalgon así que no me extraña que Manuel sintiera deseos de tocar mis cachetes virgenes.
Días después, una noche fui para la casa de Emilio y junto a los chicos de su cuadra, entre ellos estaba Manuel, nos pusimos a jugar a la mancha.
Decidimos hacerlo en parejas ya que éramos como 10 chicos, Manuel rápidamente me dijo que fueramos pareja ya que él conocía buenos escondites en el lugar.
Comenzó el juego y por suerte nos tocó escondernos luego del clásico piedra-papel-tijera.
Manu me dijo que lo siguiera, dimos vuelta a la cuadra y nos ocultamos en un lote descampado que había entre las casas, estaba oscuro y sólo la luz de la luna permitía ver lo que tenías cerca de tus ojos.
Nos escondimos detrás de una gran madera que estaba apoyada sobre una de las paredes del perímetro.
Manuel comenzó a tocar mi cola y de repente fue más allá y metió su mano dentro de mi pantalón y ropa interior, sintiendo así mi precoz y lampiño culo a flor de piel.
La idea no me molesto y deje que siguiera con su juego, pero Manuel no sé conformo y sacó su pene totalmente erecto, un palo de 12 cm bastante grande para su edad, yo lo mire sorprendido porque era la primera vez que tenía una verga ajena enfrente mío y además era mucho más grande que la mía.
Me dijo que lo pajeara mientras el manoseaba mi culo y metía sus manos de niño entre mis grandes nalgas.
Yo le respondí que no quería ya que me daba asco agarrar su pene, pero él me convenció diciendo que no tenía nada de malo que estaba limpio y no mordía.
Así fue que por primera vez mis manos sentían el hermoso calor de una pija de otra persona, me encantó su textura, y me volví un experto en hacerle pajas a Manuel.
Desde allí en adelante cada vez que nos juntábamos con Manu buscábamos lugares donde nadie nos viese para podés jugar con nuestras partes.
Hasta el momento yo no tenía bien en claro la mecánica del sexo más allá de las fotografías que había visto, siempre fui un niño bastante inocente en ese aspecto, por lo que no imaginaba que mi amigo comenzaría a hacer lo posible para que su verga terminará dentro de mi boca y mi culo.
Ya cuando teníamos 11 años, durante un fin de semana se nos ocurrió acampar en el patio de la casa de Manuel con una gran carpa que tenía Emilio.
Llevamos cartas, conseguimos cigarrillos y una sangría en caja, suficiente para que nos pusieramos bastante “alegres”.
Ya cuando habían pasado varias horas de la noche Emilio se durmió, y Manuel no tardó en aprovechar la situación para empezar a manosearme mi tan deseado culo, por supuesto que estuvo toda la noche detras mio tocándome discretamente.
Luego bajó mi pantalón y calzoncillo dejando mis nalgas al desnudo y a su disposición, yo callado me dejaba hacer y moría de placer sin saber lo que venía a continuación.
Manuel saco su verga y empezó a refregarla en mis nalgas y luego a pasarla por mi rajita, rozando por primera vez mi hoyo virgen.
La sensación me encantó, luego empezó a hacer una especie de mete y saca pero sin siquiera atinar a mi agujerito.
Fue después de eso que me dijo al oído, procurando no despertar a Emilio, que le “chupara la pija”.
Yo le dije que no, que me daba asco, y nuevamente él me convenció diciéndome que era rica y que me iba a gustar, que le diera una lamida para probarla y si me agradaba que siguiera chupando.
Baje hasta tener su verga a centímetros de mi cara, era una pija hermosa, bien recta, de buen grosor, y estaba limpia.
Me anime a agarrarla y pasarle mi lengua por todo el tronco hasta su cabeza.
Me gusto mucho la textura de la piel, y decidí darle mas lamidas.
Manuel me dijo que me la metiera toda a la boca y la chupara bien, y justo cuando lo hice Emilio se movió y decidimos no seguir por miedo a que se despertara y descubriera nuestro secreto.
A partir de allì, y ya con un año más de conocimientos, sumado a una charla sexual que tuvimos en la escuela, comprendí que Manuel me queria cojer y que yo estaba encantado con la idea de que lo hiciera, ya que no me imaginaba el dolor que me podía provocar, y no recuerdo porque razón nunca probe en meterme un dedito yo al menos para saber lo que me deparaba en un futuro próximo.
Manuel y yo seguimos con nuestros juegos durante más tiempo, sin llegar a la penetración.
Cada vez que estábamos solos y sin nadie a nuestro alrededor aprovechábamos para tocarnos, siempre terminaba frotando su verga en mis grandes nalgas, las ganas de cojerme aumentaban en cada una de esas ocasiones, también le gustaba mucho que lo pajeara hasta que tenía un pequeño orgasmo pero sin tirar leche aun.
Finalmente, un día estaba con Manuel andando por su barrio, haciendo las travesuras típicas de niño.
Estábamos jugando cerca de una finca que estaba a un costado de la barriada, y Manuel tomó un gran cascote de tierra y lo tiró contra un auto que estaba estacionado fuera de una casa.
Debimos salir corriendo y escondernos entre las hileras de la viña ya que alguien salió de la casa cuando sonó la sirena del coche.
Era de noche por lo que no nos costó escondernos hasta que el dueño del auto desistió y volvió a su casa.
Mientras yo miraba atento de que el hombre no volviese a salir, Manuel se colocó detrás mío y me apoyo con una notable erección.
Me desnudo las partes bajas y comenzó a refregar su verga en mi culo, pero esta vez ademas empezo a meter sus dedos ensalivados en mi hoyito, lo que en principio lejos de dolerme me provocaba placer.
Luego de eso comenzó a intentar meter su pene en mi culito, una vez que entro la cabeza empezó el dolor, un agudo dolor que nunca imagine sentir durante una situación tan excitante y que tanto deseaba.
Le dije que me la sacara que me dolía, y él me decía “no duele, no duele, aguanta un poquito más”.
Su verga como les había contado anteriormente era de unos 12 cm, pero en el año que había pasado de nuestras primeras experiencias había crecido entre 1,5 o 2 cm màs, llegando cerca de los 14 cm, tremenda verga para un puberto de 11 años.
La tremenda pija de Manuel me penetraba de a poco cuando de repente entró hasta la mitad de un solo golpe, sentí que me rajaba mi culito, me dolía demasiado pero sentía como mi amigo gozaba y no evite que continuara con mi dolorosa desvirgada.
Manuel empezó con un mete y saca al principio despacio, pero luego aumentó y mi dolor también, le empecé a rogar que por favor la sacara porque me dolía demasiado, no aguantaba más.
El me dijo “para, ya termino”, bombeó un poco más hasta acabar.
Saco su verga de mi lastimado y ya desvirgado agujero y miraba su verga buscando “si le había salido leche”, según el.
Yo adolorido subí mis pantalones, algo confundido todavía por la experiencia, sin saber si realmente me había gustado, pero seguro de que estaba contento por haberle dado tanto placer a mi amigo.
Los encuentros secretos con mi amigo siguieron por algún tiempo más sin que el me llegara a penetrar nuevamente.
A medida que íbamos creciendo lo hacíamos menos porque yo ya no me sentía cómodo haciendo eso con un niño, además Manuel se mudó a otro pueblo y nunca más nos volvimos a ver, y ya a mis 13 o 14 mis compañeras de escuela comenzaban a tener cuerpos deseables y solo pensaba en vaginas.
Sin embargo no pude contener el deseo de volver a sentir el placer que alguna vez me había dado una verga y años después volvería a experimentar el sexo gay para terminar metido de lleno en un
pervertido mundo.
Continuara.
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