MUY CHEVERE
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Hace muchos años, fines de los noventa, tuve que ir a hacer un curso de formación a Bogotá, Colombia. Allí, me hospedaron en un gran colegio, que compartíamos con otros jóvenes y adultos que iban para distintos cursos. Es así, que poco a poco, fuimos integrándonos a los que ya vivían allí, y que fueron los que nos brindaron sus atenciones para que los extranjeros nos sintiéramos bien. Pasaron un par de semanas, y con algunos había mas simpatía que con otros; fue así que se fueron dando encuentros donde, mas o menos, hacíamos notar las cosas que nos gustaban.
Allá se come temprano, y las salidas también se organizan como para empezar a “vivir la noche” desde las 20.00 hs, ya que a las 23.30 hs empiezan a cerrar todo.
Fue así, que uno de los jóvenes colombianos, de unos 25 años, nacido en Barranquilla, me invitó a salir un sábado junto a otro más joven que él. Cuando agarramos para el centro, en el auto del colegio, me preguntaron si sabía adonde íbamos, lo que yo no tenía ni idea. Fue así que me dijeron que si no me gustaba salíamos inmediatamente.
Llegamos a un lugar bailable, y era la PRIMERA VEZ que entraba a un boliche gay. Fue la primera vez que veía públicamente a hombres besarse, bailar juntos, y de una manera envidiable, ya que estos colombianos lo hacen de lo mejor. Me preguntaron si estaba cómodo, a lo que dije que “no había problemas”. Por primera vez tomé RON CON COLA, y me agarré un pedo hermoso. Me invitaron a bailar, cosa que hice con gusto; disfrutamos un largo rato de eso, y nos volvimos antes de la medianoche.
Ese fue el DESPETAR MIO con todo el ambiente gay. Y a partir de ese fin de semana, durante los tres meses que estuve allí, conocí infinidad de boliches y lugares “escondidos”, que nos abrían sus puertas después de la medianoche. Ya el grupo era más grande, y empezaban a aflorar los primeros deseos fuertes conmigo. Me decían el “Che”, por culpa de tantos che que usamos para hablar. Entre los huéspedes había un brasilero, llamado Joao que me dijo que estaba enamorado de mi, y era uno de los que compartía las salidas. Una de esas noches (donde nunca mas di el mal ejemplo de andar empedo) volvimos y me acompañó a mi cuarto. Todos los demás dormían, menos los noctámbulos que recién llegábamos.
Comenzó a besarme y a tocarme mi trasero, y me decía “te quiero”, ininterrumpidamente. Yo le fui sacando la ropa, y él hizo lo mismo conmigo. Al quedarnos en slip, me agaché para besarle su pija, y después de empaparlo, lo dejé desnudo. ¡Que hermosa pija tenía este negro! Para mí era un sueño, que jamás creía que lo cumpliría. Ni que decirle cuando me agarró con sus inmensas manos, y me acariciaba como yo fuera de porcelana. Luego me metió un dedo en el culo, y fue poniendo otro y otro. Me aflojé, si o si. Pero tenía miedo igual, porque su pija era descomunal, pero no la quería perder. Yo me puse frente a él, y no podía creer que ese cuerpo, brillante y musculoso, estuviera para mí. Tampoco entendía la calentura del negro, por este ejemplar argentino, que no tenía nada para destacar, más que esa buena cola, y el ser buen amigo.
Bueno, no desaproveché el tiempo, y después de besarle las tetillas, y olerlo mi negro Joao, besándole las axilas, las bolas, el tronco que cada vez parecía mas grueso…él tomó la batuta para hacerme sufrir lo menos posible. Buscó una crema de mi mesa de luz, y volvió a meter sus dedos. Mientras me besaba el cuello, la nuca, me iba diciendo “te quiero”, y me cubría con sus abrazos. Me puso en cuatro, y él quedó al borde de la cama. La fue metiendo de a poco. Primero esa cabezota que amagó con no querer entrar, y yo que decía “dale, dale”. Mientras gemía, y trataba de gritar para que no me escuche el del cuarto de al lado, yo suspiraba para que eso me entre todo.
Fue metiendo un poco más, y el dolor era grande, pero ya había pasado el intento de frenarlo…lo dejé hacer, y como algo mágico, les juro que me entró todo, y ya casi no había posibilidades de inclinarse, porque era grande esa pija, y cualquier movimiento me podría hacer doler más.
Pero tanto me zarandeó, que ya dibujaba adentro de mi culo. Joao gozaba mucho, y me lo decía. Sus manos me agarraron fuerte de la cintura y me llevaba hacia él. Le pedí que no acabara todavía. Yo en ese tiempo no andaba con las precauciones de usar forro, y quería que me llenara de su leche, como “para que tenga”.
Me recostó en la cama, y allí abrí (bue, estaba reabierto) mis piernas y corrí mis cachetes para que iniciara el “acto final”. Se acomodó encima mío. Por momentos sentí que tenía dos tipos arriba, porque era inmenso, flaco, pero fuerte y largo. Ahí estuvo, entrando y saliendo, ya sin dolor, ya con plenitud de gozo para ambos, y escuchando ese contacto rápido entre mis nalgas y sus bolas, me anunciaron que lo mejor ya venía. Fue sentir esa leche caliente entrar en mis tripas, casi sentir su sabor que se mezclaba con su sudor, que corría por todo su cuerpo. Cuando acabó, se quedó encima mío hasta que solita se le fue saliendo la pija de mi culo, que por esa noche, no quería más Lola.
Lo increíble ya había sucedido. Pasamos varias noches así, pero tratamos de no hacerlo frecuentemente, para disimular ante los otros huéspedes…Esto me dio oportunidad de conocer a otros, con los que la historia continuó…y comencé una vida de búsquedas, boliches gay, saunas, y conocer de adentro “nuestro ambiente”. Empecé tarde con este ritmo, pero a tiempo… En otras historias les comentaré como fueron mis “otros encuentros”, pero ahora con unos colombianos que no aparentaban nada, pero que eran aptos para deleitar a este “Che”, que les hizo conocer un poco de la carne argentina.
Hasta la próxima
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