Night Parade with Esteban
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por xanderbridge896.
Una de las cosas que más disfruto es salir en las noches a caminar un poco, tomar un poco de aire antes de regresar a mi departamento ubicado en un tercer piso de la Condesa. Para sorpresa de mis vecinos, esto sigue siendo un juego tan infantil como las películas de Disney, y es en parte cierto. La ciudad de México es peligrosa en las noches, al igual que cualquier ciudad grande, donde los vándalos abundan, pero poca importancia tomo a sus palabras.
Nunca me imaginé lo que iba a suceder esa noche, cuando salí a hacer mi rutina de siempre, a pesar de cada gamberro que se aparece por ahí. Ese día salí con mis jeans Armani que tanto me gusta usar, unos converse verdes clásicos, una playera Calvin Klein blanca y una chaqueta de forro sintético, justo mi ropa favorita y como era un viernes esperaba un poco de diversión en Catwalk, uno de los antros que me encanta frecuentar y que, como de costumbre, solo se llena los fines de semana, antes de regresar a mi edificio neoclásico, pero solo eso.
Caminé hasta el número sesenta y tres de la calle Tamaulipas, donde como es costumbre, me topé con uno de los cadeneros, tú sabes, un tipo alto y castaño de ojos cafés, un tanto marcado pero sin exagerar, por sus visitas al gym constantes, y una cara que derrite. Nunca antes lo había visto, supongamos, era nuevo y no tan abusivo como los otros. Inmediatamente me dejó entrar, aunque no me apartó la mirada hasta que di la vuelta al pasillo. El lugar estaba infestado de gente, como es de imaginarse: los juniors de Polanco estaban en la barra humillando al pobre barman que se esforzaba por dar espectáculo y atenderlos lo más rápido posible. Me acerqué y pedí una hamburguesa y una coca cola, nada especial, así que fui a buscar mesa y por fortuna la encontré, al igual que a unos amigos, compañeros del Anáhuac que andaban por ahí para descansar de la pesada semana que tuvimos. Ellos eran Alexis, un chico de 22 años bastante guapo para estar soltero y Ramiro, deportista y sonriente, muy inteligente y estrella de las fuerzas básicas del Cruz Azul, nada vicioso y muy divertido. Resolví pasar el rato hasta las tres de la madrugada que la fiesta en Catwalk empezaba a terminar.
Estuvimos todo ese tiempo hablando boludeces entre nosotros y en la entrada me despedí de ellos, pues había olvidado mi chaqueta en la mesa y regresé por ella. Al salir, ellos ya no estaban y me dispuse a irme del lugar, bastante bueno para ser verdad, cuando alguien me tiró del brazo y entonces volteé. Era el cadenero que no me dejó de mirar hasta que entré, pero estuvo todo ese tiempo ahí.
—Hola, ¿Qué se te ofrece?
—Es que… te me hiciste conocido, pero no sé de dónde. ¿Vas seguido a la Factory Store, cierto?
No podía revelar tal dato a un desconocido, aunque eso era verdad. Me encanta ir a comprar ropa interior AussieBum a esa tienda, y por lo visto, no era la primera vez que me veía con esa mirada tan perdida en mí.
—Sí, me has atrapado, aunque no se ni tu nombre.
—Esteban, de la colonia Condesa, y yo trabajo en medio tiempo en esa tienda, es por eso que te he visto antes, ahora lo recuerdo.
—Bien, me tengo que ir, un placer, Esteban.
No te vayas, espera un momento y caminemos.
—Está bien, te… te espero.
La verdad es que me contuve al hablar con Esteban, primero, porque su presencia me hacía titubear y la segunda, porque es alguien a quien nunca antes había visto. Mientras me hablaba, yo solo pensaba en su sonrisa, su cabello castaño y sus ojos cafés que, por más que traté de evitar, no pude dejar de verlo. Pero en ese momento salió Esteban y empezamos a caminar.
—Aun no me has dicho tu nombre.
—Bien, yo me llamo Yahir, y vivo aquí, en la Condesa.
—Estás muy bien, bueno, eso digo yo.
— ¿A qué te refieres?—Aunque era más que obvio, me mataba la curiosidad por escuchar su respuesta.
—Digo, tienes buen cuerpo, me gusta tu cabello y tus ojos me matan.
—Podría decir lo mismo de ti, porque te vi cuando llegué al antro y no eras el cadenero gandalla de siempre— le dije, y pensé que la había regado.
—No, a ese lo corrieron y me encontré la vacante el miércoles pasado, y nunca esperé encontrarte aquí, porque a pesar de que frecuentas la tienda donde trabajo, siempre tuve la esperanza de volver a verte alguna vez.
Yo no lo podía creer, en ese momento todo tomó su lugar: Esteban me gustó a primera vista y yo soy la persona de sus sueños. Aunque solo un puñado de personas sabía que yo soy gay, nunca me lo esperé. Un chico gay por el cual todas se derretirían se está fijando en mí, la persona más antipática de esta ciudad, y yo no lo dejaría escapar vivo.
—Qué dices, ¿Vienes a mi depa y tomamos algo? Yo no tengo clases mañana y tú estás libre hasta mañana en la noche.
—Está bien, voy a tu depa y aprovechamos para hablar un poco.
-Mejor respuesta no puede haber— dije, pero no pude contener mis nervios.
Llegamos a la puerta de mi edificio y subimos por el ascensor hasta el 336 en el tercer piso y entramos.
—Ponte cómodo, voy a la cocina por, ¿Qué te gusta?
—Un vodka o un buen tequila están bien.
—Vuelvo en un segundo.
Cuando volví nos sentamos en mi sillón color negro, muy moderno, y la sala era de color azul y blanco, mientras acabábamos con la botella de Absolute que compré la semana pasada y empezó a brillar el sol por la ventana, así que salimos a la terraza a seguir conversando, y cada vez se ponía más intenso el ambiente hablando con él. Fue entonces que, como es de esperarse en el mes de Mayo, comenzaba un calor en el ambiente y me quité mi chaqueta negra, dejando al descubierto mis brazos un tanto tonificados.
—Ya empezó a hacer calor y este vodka ya se me está subiendo a la cabeza, me quitaré mi chaqueta, muero de calor. Por cierto, me encantan tus brazos.
—A mí me encantas tú, aunque no te diste cuenta, esperé todo ese tiempo sentado con mis amigos de la universidad pensando en volverte a ver, y esperando a que tu dijeras lo mismo de mí. Este vodka me ha ayudado, sino nunca me habría atrevido a decírtelo. Me enamoré de ti desde que te vi en la tienda y no sabes cuánto esperé a que esto ocurriera.
Fue entonces que volvimos a la sala y nos sentamos, sin decir nada, esperando a que ese momento llegara. Y cuando llegó, no puedo describirlo, fue tan, diferente a todos los buenos momentos de mi vida. Empezó a acercar su rostro al mío y yo también, con un nerviosismo que me comía vivo acercó sus labios a los míos y fue inolvidable. Esos labios tan deliciosos que nunca en mi vida me imaginé encontrar y esperaba que ese momento no terminara nunca. Fue entonces que las cosas empezaron a subir de tono, así que me tomó fuerte por los brazos y me acostó en el sillón mientras me seguía besando, casi sin aliento.
— ¿Quieres recordar este momento para siempre? Yo quiero continuar, pero no puedo hacerlo si tú no quieres hacerlo.
—Pero claro que quiero recordar esto para toda mi vida— dije entrecortado por mi falta de aliento.
—Entonces, continuemos.
Las cosas estaban saliendo como siempre lo había soñado. Me quitó mi camisa blanca y la arrojó contra la pared y yo le quité su camisa azul, lo que permitió que ambos pudiéramos ver mejor nuestros cuerpos. Pude contemplar su abdomen marcado y su piel bronceada que me estaba volviendo loco. Unos brazos y unos pectorales bien definidos, lo que me acabó de dejar sin aliento, y entonces él pudo notar mi abdomen marcado, mis brazos tonificados, lo cual pude ver en sus ojos, estaba fascinado, nadie antes se había fijado en mi cuerpo tan detalladamente.
—Eres perfecto, la persona que siempre había soñado que llegaría a mi vida.
—Y tú quizás lo seas para mí- dije antes de besar sus labios y abrazar su cuerpo cálido.
—Este momento no se puede olvidar nunca, y prometo no olvidarte después de esta mañana.
—Yo nunca te olvidaré, y te daré una oportunidad de conocerme—y entonces continuamos lo nuestro.
Él bajó mis jeans Armani que quedaron junto al sillón y yo le quité sus jeans negros entubados y los arrojé junto a la ventana de la terraza. Y quedamos los dos en ropa interior. Yo, con unos briefs AussieBum de color rojo y él en unos Armani color negro, mientras yo besaba su cuello y sus pectorales con pasión, decidí darle su espacio, y él empezó a hacer lo mismo. Bajó por mi abdomen y llegó a mis partes más nobles, a lo que me dejé llevar por el momento. Bajó mis briefs y los arrojó junto a la puerta de la entrada y comenzó a masajear mis testículos antes de llevarse mi pene a la boca, mientras yo moría de placer al sentirlo en mi falo. Una sensación que no puedo describir, mientras movía su lengua sobre mi glande, haciéndome estallar de placer.
Entonces llegó mi turno, a lo que bajé por su abdomen con mi boca y llegué a sus briefs, se los quité y los arrojé junto a mí, me topé con su miembro, y me di cuenta de lo excitado que estaba. Sin perder más tiempo, me lo llevé a mi boca, yo un inexperto tratando de no morderlo, sentí su pulso acelerado y escuché sus gemidos por el placer que lo arrebataba como una bomba que estalla, mientras lo masturbaba y a la vez, finalizaba mi turno.
No puedo decir con exactitud lo que sentí cuando él me penetró, porque al principio sentí un dolor un tanto desagradable, pero a medida que me dejaba llevar era algo soportable y placentero. Él estaba dentro de mí y yo lo sentía, mientras apretaba el sillón por el éxtasis del momento. Ambos estábamos sudando, muy acelerados.
—Estoy por terminar, no puedo soportarlo más.
—Está bien, termina de una vez— dije, invadido por el clímax de la situación.
—Maldición, ya no puedo.
Entonces sacó su pene de mí y salió su semen a chorros sobre de mí y yo tampoco lo pude soportar más, así que saqué todo de una vez. Ambos estábamos sudorosos, acelerados, jadeando para respirar, víctimas de un éxtasis que nunca antes habíamos sentido. Nos dejamos arrebatar por la pasión y a la vez conocimos a la persona que nunca imaginamos que llegaría.
—Tomemos un baño, estamos agotados y sudados.
—Y desvelados, no se te olvide. Vamos, ¿Qué estamos esperando?
—Y después tomemos un descanso, muero de sueño, ¿Está bien?
En la regadera estábamos los dos, muriendo de calor, así que tuvimos que bañarnos con agua fría, mientras nos seguimos besando y tocando nuestros cuerpos. Al salir pasamos a mi recámara y caímos rendidos en la cama, alegres de que nos conocimos mucho mejor. Quedé inconsciente y no supe más. Cuando desperté vi la hora. Eran las nueve de la noche y recordé que él tenía que regresar a Catwalk a trabajar a las once, así que decidí preparar algo rápido en la cocina, que él disfrutó bastante. Antes de despedirnos.
—Nunca me olvides, aquí tienes mi número, por si se te ofrece algo o quieres salir conmigo.
—Te veré de nuevo el viernes en Catwalk, no olvides que trabajo ahí, o en Factory Store, no lo olvides tampoco. Me gustas.
—Tú también me gustas- y entonces se marchó al lugar por el que nos conocimos y que nunca dejaré pasar como cualquier otra cosa.
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