Niño de 10 con pervertido de 62
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por ezeloro.
Hola, mi nombre es Ezequiel , soy blanco, rubio y tengo ojos marrones. Cuando tenía 10 años era un chico precioso, de esos tiernos que resaltan entre el grupo. Nunca fui atlético, más bien en esa época yo era un chico normal. Mis nalgas eran redondas y mi cuerpo era suave como el de una chica.
Cuando tenía 10 años iba a la escuela por la mañana y por la tarde me gustaba jugar al fútbol con mis amigos del barrio en la calle. Eramos un grupo muy unido y también eramos inocentes. Si bien el tema del sexo se tocaba de vez en cuando, debido a que en el grupo había algunos chicos de 12 y 13 años. Nunca había surgido el tema en una forma morbosa. Es que a esa edad lo único que me importaba era ser rebelde y jugar a la pelota.
Siempre que jugaba a la pelota con mis amigos en la calle, yo vestía un conjunto del seleccionado de fútbol argentino. Era un short negro muy corto y una camiseta azul y blanca. Era ropa que, si bien era corta, la confección de las extremidades eran muy anchas, es decir, cuando me tiraba al paso a descansar y dejaba las piernas abiertas se me veía el calzoncillo tipo trusa (slip) que usaba. Como yo era inocente y no sabía nada del morbo que podía llegar a crearle esa vista a alguien morboso, no me molestaba en absoluto que se me viera, de hecho lo ignoraba.
Pero todo comenzó realmente una tarde de verano en la que salí a jugar como todos los días a la calle y no había nadie. Es decir, ninguno de mis amigos estaba en la calle, lo que yo ignoraba es que en mi ausencia mis amigos habían arreglado juntarse para ir al cine a ver una película y se olvidaron de avisarme.
Sin saber porqué mis amigos no estaban, decidí esperarlos por un rato. Me recosté sobre el pasto del jardín de una casa dejando mis piernas en posición de V apuntando hacia la calle. Al rato un hombre pelado de entre 55 y 60 años se detiene a preguntarme la hora. Pero como yo no tenía reloj le dije que no sabía.
Pero el hombre sin dejar espacios para el silencio, me preguntó que qué hacía "tiradote" en el césped. Yo, un poco incomodo por el interrogatorio repentino, le respondí: -Emmm, espero a mis amigos,.
Sin advertirlo, el viejo estaba parado del lado de la calle, frente a mí. Con una primera vista de el espacio que dejaba mi short entre mis piernas suficiente como para que el tipo desfrute de mis calzoncillos blancos que definía bien el contorno de mis nalgas y el comienzo de mis entrepiernas.
El anciano, seguramente observando que no había nadie cerca. Se sentó a mi lado y comenzó a hablarme de la época en que el era joven y jugaba con sus amigos al fútbol, etcétera.
En un momento de la conversación, con ánimos de alejarme de él, le comento que tengo calor y que mejor me voy a mi casa. Y sin pensarlo un segundo, el anciano que estaba vestido de camisa blanca y un pantalón vaquero azul oscuro, me invita a tomar un helado.
Y como yo realmente tenía calor y comenzaba a sentir sed, acepté su invitación. En ningún momento pude advertir las intenciones del sujeto, es decir, el tipo parecía un buen vecino que estaba aburrido y vio a un chico tirado en el césped y quiso hacerle compañía.
Así que fuimos juntos a la heladería que se encontraba a pocas cuadras de distancia, en el camino el me preguntó mi nombre y le conté que me llamo Ezequiel, que tenía 10 años y que me gustaba jugar con la pelota. Él, por su lado, me contó que su nombre era Juan y que tenía 62 años.
Al llegar a la heladería, Juan me compró un cono de helado con los gustos que a mi me gustaban y el se compró una botella de agua mineral. Pero cuando me iba a sentar a tomar el helado en unas de las banquetas de la heladería, Juan me invita a conocer su casa que se encontraba a 2 calles de donde estábamos.
Sinceramente ya me sentía en confianza. Comenzaba a ver a Juan como a un amigo, por lo que no me costó aceptar su invitación.
Al llegar a la casa de Juan, que era una casa de dos plantas estilo americana, me invitó a pasar y me sirvió un vaso de coca cola fría. Luego nos sentamos en el sofá que tenía en frente un televisor. Me sorprendió mucho cuando me dio el control de la televisión y me dijo que ya venía. Se fue a la planta alta y tardó unos 10 minutos en bajar. Cuando lo hizo estaba vestido sólo con una bata color bordó que lo cubría todo pero se notaba que se acababa de bañar.
Le pregunté: ¿por qué te bañaste?
Él: " Tenía calor y la caminata me hizo sudar, ¿tu te quieres bañar también?"
Yo: Mmmm, no… gracias. Me baño cuando llego a mi casa.
Él: "¿Qué miras en la TV?"
Yo: dragon ball z, ¿la conoces a la serie? (en esa época, ésa era mi serie de tv favorita)
Él: " Si, la he visto aveces." Y se sentó al lado mío en el sofá, muy junto a mí. Recuerdo que yo podía sentir los bellos de su pierna derecha rozando con la piel lampiña de mi pierna izquierda.
En un momento, justo cuando comenzaron las publicidades, Juan me mira y me dice: ¿Estas cómodo?, ¿quieres más coca?.
Yo: si, por favor.
Juan se levanta y me trae un vaso lleno de gaseosa, casi como a propósito, y se tropieza con la alfombra tirándome toda la gaseosa encima mío.
Casi me ponía a llorar de la ira que me produjo. Pero él rápidamente me tranquilizó diciéndome que me iba a lavar la ropa en el lava ropas. Y que en una hora iba a estar lista, en ese momento ya eran como las 4 de la tarde, por lo que no tenía apuro en ir a mi casa ya que siempre me dejaban estar en la calle hasta las 7 de la tarde debido a que mi barrio era muy tranquilo.
Juan me invita a subir al piso de arriba donde pude ver que había dos habitaciones y un baño. Me dijo que me bañara y que luego el me daría la ropa. Todo me parecía normal, Juan salió del baño, yo me quité la ropa, me tapé con una toalla y le di la ropa a Juan para que la lavase. Luego me metí a bañarme en la regadera.
Cuando me terminé de bañar me tapé nuevamente con la toalla, y con un grito lo llamé a Juan para que me dé mi ropa. Pero me contestó que no estaba lista todavía, que iba a tener que esperar así con la toalla. Por lo que me dijo que me sentara de nuevo en el sofá. Una vez allí, Juan cambió completamente su actitud.
Él: ¿Sabes una cosa?
Yo: ¿qué cosa?
Él: Mmmmm, eres muy lindo.
Eso me causó gracia en el momento, por lo que le contesté: Jaja, ¿qué pasa?, ¿te gusto o qué?
Él: Mmmmm, me gustaría enseñarte algo. Pero si no quieres no.
Yo:Ehhhh, bueno.
Juan: Pero júrame que no vas a decir nada.
Yo: Lo juro, ?qué me quieres enseñar?
Juan se arrodilló frente a mí, y con una voz suave dijo:" Te voy a convertir en hombrecito."
Esas palabras me dejaron mudo, no entendí, por lo que me dejé llevar sin decir palabra alguna. Juan levantó uno de mis pies y comenzó a besarme los dedos, a lamerme la planta de los pies. Eso me producía risa pero me contenía, luego , mientras me besaba la pierna, extendió una de sus manos por debajo de mi toalla y comenzó a manosearme las bolas, mis pequeñas bolas lampiñas de una tonalidad rosada. Recuerdo que mi pene se paró y yo me asusté, pero había prometido callarme la boca.
Luego, Juan me quita la toalla y diciendo: "Mmmmm, que rico bomboncito, mmmmm". Comienza a mamarme el pene, mi pene en esa época era pequeño, si bien era uno normal para esa edad no medía más de 12 cm. Esto le facilitaba a Juan meterse tanto mi pene como mis huevos en su boca. Realmente me dejó baba por toda mi hombría.
Juan me lamía todo, el ombligo, la ingle, el pene, mis huevitos, el espacio entre los huevos y el ano, también me lamía el ano. Realmente me sentía excitado, hasta que de pronto. Juan me dice que abra la boca y me acerca la suya hasta la mía. Me mete su lengua y, casi sin dejarme respirar, sentía como su lengua jugaba con la mía y cómo hacía que su lengua se metiera por mi garganta. Me daba asco que ya cuando me daba cuenta de quién era juan, un viejito de 62 años, me daban arcadas.
En tanto me besaba en la boca, sus manos recorrían todo mi cuerpo. Juan se quitó la bata que traía puesta y vi su tremendo pedazo de carne. Comenzó a menearse el pene frente a mi cara hipnotizada con el espectáculo, hasta que de su trozo, rodeado de una selva de pelos púbicos blancos, salió un chorro de líquido blanco que fue a parar en mi nariz, boca, cuello, barriga y sobre mi pene. Yo no sabía lo que era esa cosa blanca, en el momento no pensé nada. Solo estaba excitado y también asustado por no entender lo que sucedía.
Juan, inmediatamente comenzó a lamerme por todas las partes donde me había mojado con su semen. Cuando Juan se cansó de besarme y pasar su lengua por todo mi cuerpo, Me tomó de la mano y me llevó a bañar con él. Bajo la ducha el aprovechaba en pasarme el jabón para manosearme todo, siempre repetía lo mismo: "Que lindo eres!, te amo!, amo tu piel!!". Y cosas lindas.
Luego me puse mi ropa y antes de irme me hizo prometerle otra vez que no le diría a nadie. Se lo prometí y me fui.
(Historia ficticia) Dejen comentarios.
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