No me di cuenta de todo lo que perdí por envidioso, debido a lo perra que fui.
Un estudiante que le da por el culo a su compañero, en realidad lo envidia por lo mucho que su compañero disfruta todo lo que él le hace, hasta que un día cambian de lugar, y a él le gusta tanto que por envidia le roba un amante..
No me di cuenta de todo lo que perdí por envidioso, debido a lo perra que fui.
Desde que llegué a la residencia estudiantil, me encontré con varias situaciones que no llegué ni tan siquiera a pensar que pudieran suceder.
Pero ahí estaba yo dándole por el culo a uno de mis compañeros de la residencia, lo cierto es que, en mi vida, por lo menos hasta que me fui a estudiar al colegio universitario, hasta ese momento jamás le había comido el culo a un chico, y bueno la verdad es que tampoco a ninguna chica.
Por lo que cuando al regresar de clases, antes de entrar a mi habitación, decidí pasar por la habitación a saludar a uno de mis compañeros, por lo que apenas le toqué la puerta, entré.
Cuál no sería mi sorpresa, al encontrar lo que al principio pensé que era toda una chica en ropa íntima, dentro de la habitación de mi amigo.
Yo me quedé asombrado al verla, semi desnuda, de pie frente a un gran espejo, casi de inmediato ella, rápidamente hizo que yo cerrara la puerta, haciéndome señas de que me quedase en silencio, colocando uno de sus dedos, frente a sus rojos labios.
Fue cuando me di cuenta de que la tal chica, en realidad era mi compañero de residencia, que estaba usando pantis y sostén, además tenía todo su larga y abundante cabellera completamente suelta.
Por todo su desnudo cuerpo no se observaba ni un solo bello, ya que además de tener las piernas, brazos, y pechos depilados, también sus axilas lo estaban.
En ese momento, le pasó el seguro a la puerta, y sin dejar de hacerme señas de que no fuera a gritar, se me acercó, en un tono de voz bien bajo, casi inaudible, me dijo. “Por lo que tu más quieras no digas nadas.”
Yo no salía de mi asombro, cuando finalmente reconocí a mi amigo, en ese momento me siguió diciendo. “Hago lo que tú quieras, pero por favor no hagas ningún alboroto, ni le cuentes al resto de los chicos que me encontraste probando ropa íntima de mujer.”
Yo continuaba sin salir de mi asombro, cuando prácticamente se arrodilló frente a mí y con una pasmosa habilidad, me bajó la cremallera del pantalón, y seguidamente extrajo mi mustia verga, para de inmediato dedicarse a mamarla.
La verdad es que eso me agarró de sorpresa, y como en mi vida jamás me habían mamado mi verga, yo me quedé sin hacer ni decir nada, así que a medida que me fue lamiendo y chupando mi verga, y mis bolas, él hizo que yo tomara asiento en su propia cama.
Mientras seguía mamando toda mi verga, pasando su lengua por todo el tronco, de mí ya erecta verga, y entre ratos chupándomela divinamente.
Lo cierto es que, hasta esos momentos, mi mayor experiencia sexual se limitaba a masturbarme ocasionalmente, viendo alguna de las viejas revistas porno, que me había traído de casa.
Pero a medida que mi compañero siguió mama que mama, prácticamente sin que yo me diera cuenta, me soltó la correa de mi pantalón, y tras sacarse mi verga de su boca por un corto momento, me bajó el pantalón, y mi interior.
Para de inmediato seguir mamando, con su cálida y húmeda boca toda mi verga, yo estaba ya a punto de venirme, cuando él dejó de mamar, y colocándose frente a mí, me dio la espalda, se puso en cuatro patas, se bajó ligueramente los pantis que tenía puestos, ofreciéndome sus nalgas.
La verdad es que no lo pensé dos veces, y de inmediato colocándome tras de él, dirigí mi parada verga a centro de sus paradas nalguitas.
A medida que lo fui penetrando, él gemía y movía sus caderas, produciéndome un placer que hasta esos momentos era completamente desconocido para mí.
Lo cierto es que a los pocos segundos me vine, por lo super excitado que me encontraba, la verdad es que me importó muy poco o nada que fuera un chico al que yo me estaba clavando en esos momentos.
Por lo que pasó lo que tenía que pasar, y me vine tras haberle empujado mi verga por su culo tres o cuatro veces, lo cierto es que en medio de todo me dio algo de rabia, conmigo mismo, por el haberme venido de manera tan rápida.
Pero casi de inmediato lo escuché con vos femenina decirme. “No te molestes, mi amor que ya mismo resolvemos eso.” Yo me puse de pie, y casi de inmediato él agarró unas toallitas húmedas, y me limpio mi verga.
Yo no salía de mi asombro, cuando nuevamente se dedicó a mamar nuevamente mi verga, después de limpiarla.
Y entre mamada y mamada, me preguntó. “¿Es tu primera vez?” Aunque algo avergonzado, le respondí que sí, y de inmediato volvió a dejar de mamar mi verga y me dijo. “No te preocupes, que eso es normal que pase, ya verás cuando me lo vuelvas a meter lo mucho que vamos a durar.”
Y en efecto, al poco rato ya mi verga estaba nuevamente bien dura, y cuando me volvió a ofrecer sus paradas nalgas, nuevamente me lo volví a clavar.
Desde ese día, yo prácticamente a diario le daba por el culo, claro que, en esos momentos, él prefería que lo tratase como si fuera realmente una chica.
Quizás por mi pobre situación económica, a diferencia de mi amigo, que tenía no una, sino tres computadoras, mientras que yo no tenía ninguna, y eso era algo que le envidiaba a él, claro que no se lo decía.
Hasta que un día, estuve pregunta que pregunta sobre sus computadoras, y lamentándome profundamente por no tener ninguna, hasta que finalmente, me regaló la más vieja de sus tres computadoras.
Fue cuando caí en cuenta, de lo mucho que envidiaba a mi amigo, ya que a él parecía sobrarle el dinero, mientras que yo apenas y podía hacer uso de mi beca, para costearme todos mis gastos.
Sin poder comprarme ropa, ni ir al cine, ni tan siquiera poder invitar a que nos tomásemos una cerveza.
Mientras que él hacía todo eso y más, sin preocuparse por el dinero para nada, además del tremendo auto que sus padres le habían regalado.
Pero, aunque les parezca raro, lo que realmente más envidiaba de él, cuando lo tenía bien clavado por el culo, era lo mucho que él disfrutaba cuando yo le daba por el culo.
Claro que eso nunca se lo llegue a decir, porque eso a mí no me llamaba la atención realmente en esos momentos.
Él siguió regalándome cosas, a medida que seguíamos manteniendo relaciones, como ropa zapatos, y hasta algo de dinero ocasionalmente.
Por mi parte me dedicaba a darle sabrosamente por el culo, y tratándolo como si fuera una chica, al punto que un día me dijo que se marchaba de la residencia estudiantil donde vivíamos, ya que sus padres le habían comprado un apartamento, en uno de los sectores más caros de la ciudad.
Cosa que yo, como se podrán imaginar, desde luego envidié bastante, pero cuando me invitó a que me fuera a vivir con él, no lo pensé dos veces, y le dije que si de inmediato.
Él en ocasiones salía completamente vestida de mujer, y yo lo acompañaba, en especial a un lugar de ambiente gay, en el que al parecer todo el mundo lo conocía, y lo trataban como a una verdadera celebridad.
Cosa que, en medio de todo, también me di cuenta de que me provocaba cierta envidia, pero lo que me reventaba los cojones, era la cara de satisfacción que ponía, cuando yo le enterraba toda mi verga dentro de su culo.
Cosa que en ocasiones yo hacía de manera salvaje, como si quisiera ver que le provocaba algo de dolor, pero en lugar de eso, parecía que más bien le daba una mayor satisfacción, y movía sus caderas con más fuerza, restregándolas contra mi cuerpo, y para colmo luego se ponía a mamar mi verga, reflejando en su rostro un gran placer.
Desde luego que nunca le hacía ningún comentario negativo, hasta que una noche después de que habíamos regresado de estar en una fiesta, mientras se desvestía provocativamente, quizás por lo mucho que yo había bebido, no sé cómo se me ocurrió preguntarle, si de verdad a él le gustaba tanto que le diera por el culo.
Y cuando me preguntó a su vez el porqué de mi curiosidad, le dije que la cara que ponía cuando yo le estaba enterrando mi verga, lejos de ser algo molesto o incomodo, me parecía que lo disfrutaba intensamente.
A lo que simplemente me dijo. “Lo que pasa es que como tú no lo has probado nunca, no te parece lógico que, yo lo disfrute tanto.”
En ese instante se me salió decirle, que la verdad era que la cara de felicidad que él ponía me daba envidia, y su respuesta fue. “Si quieres probarlo, yo te lo puedo meter a ti, para que veas lo sabroso que se siente.”
Al principio le dije que no, pero al poco rato, mientras juntos nos dábamos una ducha, él comenzó a mamar mi verga, al mismo tiempo también le dio por ir enjabonando y acariciando mis nalgas, comenzó por ir introduciendo alguno de sus dedos, dentro de mis nalgas.
Lo cierto es que no sentí nada desagradable, y poco a poco, se fue colocando tras de mí, hasta que hábilmente me comenzó a penetrar.
Al principio yo me quedé medio paralizado, pero lentamente como que eso me comenzó a gustar, y cuando me vine a dar cuenta, ya estaba moviendo mi culo, de la misma manera que él lo hacía cuando yo le enterraba toda mi verga.
Luego para colmo, después de que se vino, dentro de mí, y extrajo todo su miembro, yo mismo se lo lavé, y de la misma manera que él se ponía a mamar el mío, después de lavar el de él me puse a mamarselo, con mucho amor y cariño.
Tanto me gustó todo eso, que, desde ese día en adelante, era a mí a quien él le comían el culo, lo que yo gustosamente disfrutaba.
Pero no me bastó con eso, sino que también al igual que él, comencé a usar su ropa, por lo menos cuando salíamos de noche.
Hasta que, en una ocasión, realizó una fiesta en la casa, e invitamos a varios de los chicos del ambiente que conocíamos, la cosa es que yo me porté tan y tan puta que, por envidia, le robé a su nuevo amante, llevándomelo a mi habitación y dejándolo que me diera salvajemente por el culo frente a casi todos los invitados de la fiesta, ya que ni tan siquiera se me ocurrió cerrar la puerta.
Lo que trajo en consecuencia, que antes de que finalizara la fiesta, él terminara votándome de su apartamento.
Hoy en día, volví a vivir en la residencia estudiantil, y el gusto de que me den por el culo, ponerme a mamar, y vestirme de mujer no ha desaparecido.
Pero de lo más que me arrepiento, es haber sido tan y tan envidioso, como para no darme cuenta de todo lo que perdí, por culpa de lo perra que fui.
Wou buen relato