No me sueltes – Historia de Nahuel (parte 3)
Nahuel y Tobías son obligados a tener sexo entre ellos.
Dedicado a Eladolecente
Continuación de: https://sexosintabues30.com/relatos-eroticos/gays/negocios-turbios-historia-de-nahuel-parte-2/
Yo estaba encerrado en un cuarto minúsculo, sin ventanas. Moluscos gelatinosos se asomaban por el marco de una puerta rota. Yo estaba inmóvil. Me habían amputado los brazos y las piernas. Los moluscos, estorbándose unos con otros, introducían sus tentáculos en mi boca y me llenaban la garganta de un líquido viscoso y ácido. También se introducían en mis orejas, en los orificios de la nariz, en mi culo. Era repugnante. Grité. Las paredes del cubículo se sacudieron.
– ¡Nahuel, Nahuel…! ¿Estás bien?
Era Tobías. Estábamos en su cama, pero no podía recordar cómo habíamos llegado a su casa desde la estación del tren ni qué había pasado después.
Me puso la mano en la frente.
– Estás volando de fiebre, chiquito.
– Me siento raro, Toby.
– Estabas delirando.
Se levantó de la cama. Llevaba puesto un boxer azul. Su torso musculoso era casi triangular. Buscó en una cómoda y volvió con un termómetro. Me lo puso bajo una de mis axilas y esperó, mientras me acariciaba la cabeza. ¡Se sentía tan bien estar con él!
– ¿Me bañaste ayer?
– ¿Ayer? Fue hace un par de horas… ¿No te acordás?
– No. ¿Dije alguna estupidez?
– Estabas muy callado. Y después te cayó mal la cena. Vomitaste toda la comida.
– ¿Ensucié tus cosas?
– Se limpian, no te preocupes, chiquito. Además, creo que te hizo bien largar todo. A ver… ¡Bueno, 38° 8! -dejó el termómetro en la mesa de luz- Te voy a dar algo para bajar la fiebre y si hace falta te llevaré al médico. Debe ser una bacteria o un virus.
– ¿Estoy desnudo?
– Sí, puse tu ropa en la lavadora. Tendría que haberla tirado a la basura.
– ¿Me podés abrazar, por favor?
Me estrechó entre sus brazos fuertes y me sentí protegido.
– No me sueltes- le rogué.
– Nunca.
Cerré los ojos. ¿Cuánto tiempo habremos estado así, abrazados? No sé porque cuando desperté, Tobías ya estaba vestido y preparando el desayuno.
– Me siento mejor- dije.
– ¿Te llevo el desayuno a la cama o te sentís con fuerzas para venir hasta la mesa?
– Creo que puedo.
– Ahí está tu bata.
En mi ausencia, él había comprado una bata de mi tamaño.
-¡Está buenísima!
En la mesa había café con leche y tostadas.
– Me alegro que te guste. ¿Quién era el gordo que estaba en el andén?
– Perrota, uno de la banda del rubio Johnny. Se ocupa de cobrarle a los clientes. Le diste flor de paliza.
– ¿Y el ladroncito?
– ¿Camilo? Es un pobre retardado. Vive en la estación, creo. También lo usan para, bueno, ya te imaginás.
– ¿Es de la banda?
– Les pertenece, supongo. ¿Por qué preguntás?
– Porque si él les dio mi billetera, tienen mis documentos. La dirección que figura no es la de acá, pero pueden rastrearme por internet.
Mordí una tostada.
– ¡No creo que les interese, Toby! El gordo Perrota es el que recaudaba el dinero, así que no perdieron plata. Es más, se quedaron con la que me tocaba a mí. Y yo no soy de la banda, estaba a prueba. Les pedí probar porque no quería que Kevin y sus chicos me violaran en el tren. Pero el rubio me conoce, sabe que yo tengo códigos. Nunca robo.
Toby me acarició la mejilla. Sonrió, pero estaba preocupado.
—————–
– Johnny, ya los tenemos ubicados. Están en una casita cerca de la estación L…
– Buen trabajo, Alacrán.
– ¿Qué hacemos? ¿Les damos una lección inolvidable?
– ¿Por qué mejor, por una sola vez, no usamos el cerebro? Sabemos que el tal Tobías es un muchacho de muy buena familia, universitario, decente. Seguramente no le gustará salir en los medios como un pervertido. Vamos a hacer negocios con la aristocracia terrateniente. Armen una escena para que lo podamos extorsionar.
– Ok.
– ¡Y recuperen mi dinero!
—————
– ¡Mirá, Tobías! -dije al ver el agua que estaba entrando por debajo de la puerta- ¿Estás regando el jardín? Se te está inundando…
– No… Tal vez haya una pérdida.
Tobías observó por la mirilla.
– ¿Hay alguien, Toby?
– No. Pero esto es raro…
Tobías cometió el error de abrir la puerta. Antes de que pudiera hacer nada, dos tipos se habían metido en la casa, uno de ellos con una pistola. Los reconocí enseguida.
-Así que el secuestrador de niños cayó en el viejo truco del agua por la puerta…- dijo el más robusto. Era Alacrán, uno de los pesados la banda. El otro, al que llamaban Zombi, nos apuntaba con una 38.
– ¡Él no me secuestró! – dije y agarré el cuchillo para cortar pan, dispuesto a pelear.
– ¡Sos valiente, pendejo! – se rio Alacrán- Dejá ese cuchillo, Nahuel. Tenemos que aclarar unas cositas que pasaron en la estación anoche. Hablemos como personas civilizadas y nadie va a salir lastimado.
Nos hicieron sentar en la cama. Alacrán untó una tostada en mermelada y le dio un mordisco.
– Johnny está muy decepcionado con vos, Nahuel. Eras un buen chico y ahora resulta que le robás a los amigos.
– ¡Yo no robé nada! – me indigné.
– Y vos, Tobías, también serás una decepción- siguió Alacrán, masticando la tostada- Hijo modelo de una familia aristocrática y resulta que andás metido en la pedofilia.
– Usted está loco- respondió mi amigo.
– ¿Lo querés a Nahuel?
– ¡Claro que lo quiero!
– ¡Qué tierno! Pero hay un problema: él es menor. Y vos no. Ya tenés 19. Sos mayor, por escaso margen. Vas a ir a la cárcel por pedófilo.
– Lo quiero como a un hermano.
– ¡Entonces, además de pedofilia, tenemos incesto! Con el apellido que tenés, vas a salir en todos los canales de televisión, pibe, y en la cárcel te van a romper el culo.
– No sé de qué estás hablando. No le hice nada a Nahuel. Y no le quitamos el dinero al gordo. Seguramente se lo quedó él y ahora me acusa a mí. Yo fui a rescatarlo de una banda que prostituye niños, pero supongo que eso ustedes ya lo saben.
El rostro de Alacrán se endureció.
– Vamos a llevarnos de vuelta a Nahuel, para que chupe cien vergas peludas por día- dijo – a menos que nos des algo a cambio.
– ¿Qué quieren?
Se me ocurrió una idea para evitar más daños: – ¡Déjenme hablar con el rubio! Él me conoce bien. Voy a aclarar todo.
Los delincuentes se miraron. Alacrán aceptó el trato. Hizo una llamada y me alcanzó el celular.
– Rubio, soy Nahuel. Escuchame. Vos me conocés bien. No te robé un peso. Ayer me la pasé chupando pijas en la estación. El gordo se quedó con tu plata. Mi amigo vino a rescatarme, pero no te robamos nada.
– ¿Y te tengo que creer?
– Sí, porque me conocés bien. Jamás te robaría. El que tiene tu dinero es el gordo Perrota. Tu dinero y el mío.
– Puede ser. Si es así, arreglaré cuentas con ese sorete. Pero me interesa mucho tu amigo. Si hacen todo lo que el Alacrán les ordene, no les va a pasar nada. Sabés que me caes bien.
Le pasé el teléfono a Alacrán y le guiñé un ojo a Tobías. Creía que ya había resuelto el malentendido.
– Sí, jefe, el chico está limpito… Perfecto, seguimos con el plan…- dijo el Alacrán.
– Entonces, ya se…- antes de que pudiera terminar la frase, el Alacrán me había agarrado y sostenía un cuchillo sobre mi garganta.
Tobías quiso levantarse, pero el Zombi le puso el arma en la cabeza.
El Alacrán me ordenó que me quitara la bata, que cayó a mis pies. Quedé completamente desnudo.
– Es muy simple, Tobías. Vas a tener sexo con el pendejo y te vamos a filmar. Estas películas nos van a dar dinero. Supongamos que decís la verdad sobre el robo. ¿Para qué mierda te metiste? Por tu culpa nos tuvimos que tomar muchas molestias. Ahora nos vas a compensar.
– No tengo sexo con niños.
– ¿En serio? Conociendo a Nahuel… seguro que ya te la chupó.
Sentí el frío del cuchillo sobre mi piel.
– ¿No es cierto, Nahuel, que ya le chupaste la pija a Tobías? Si mentís, mato a tu amigo.
No pude evitar las lágrimas.
– Sí, lo hice -dije, entre hipos- pero él estaba dormido… Él no quería…
– Ahora va a estar bien despierto. Y va a querer, te lo puedo asegurar.
– No pienso hacerle nada a Nahuel- dijo Tobías con firmeza.
El Alacrán se molestó: -O vos tenés sexo tierno con el nene al que amás como un hermanito o nosotros dos le rompemos el culo a lo bestia. Lo vamos a dejar jodido para el resto de su vida.
Tobías no dijo nada. El Alacrán me agarró fuerte de la barbilla.
– ¿Quién preferís que te coja, Nahuel? ¿Tu amiguito Tobías, que va a ser cariñoso y suave… o nosotros, que te vamos a dar con todo? Tenés que elegir.
Al Zombi, la perspectiva de violarme le hacía caer la baba de la boca.
– Dejen en paz a Tobías- dije, resignado, con los ojos llenos de lágrimas.
– ¡Qué bueno! – se entusiasmó el Zombi. El pantalón se le había hinchado en la entrepierna. Su miembro estaba tieso.
– Perfecto. Y voy a buscar un palo de escoba para ensartar al peque cuando terminemos – dijo el Alacrán, mirando a Tobías-. Se lo voy a meter por el culo y le voy a atravesar los intestinos. Seguramente le provocaré una peritonitis, pero si vos logras desatarte a tiempo tal vez lo puedas llevar al hospital y zafe. O se muera, infectado con su propia mierda. Me importa un carajo.
– ¡Esperen! – gritó Tobías – Lo haré yo.
Aunque sabía que mi amigo no era de esos, me alivió que me protegiera y se ocupara de mí.
Los delincuentes se burlaron de Tobías cuando lo vieron desnudo.
– Qué belleza, bien depilado… Hasta me dan ganas de cogerte, Tobías. Pero en el documento no tenés barba. Así que te vas a tener que afeitar.
En realidad, la barba de mi amigo era incipiente. No le fue difícil deshacerse de ella. Estaba muy guapo afeitado.
En mis once años de vida había tenido sexo muchas veces. Ya dije que no me gustaba demasiado, pero era parte de la vida de un chico de mi condición. Sin embargo, nunca lo sexual había estado unido a la ternura. Siempre había sido algo sucio, violento, humillante.
Por Tobías habría dado mi vida, y por supuesto, la idea de complacerlo me gustaba. Lástima las circunstancias.
– Qué lindos cuerpos tienen, va a ser como ver sexo entre chicas… – dijo el Zombi, con una sonrisa perversa.
– Ustedes, genios, supongo que tienen un guion- les preguntó Tobías.
– ¿Un qué?
– ¿Nunca vieron una película porno?
– Todos los días.
– A los actores les dicen qué tienen que hacer antes de filmarla. O les dan tiempo para que entre ellos se pongan de acuerdo. Si no, sale mal.
Los dos gorilas se miraron, sorprendidos. No se les había ocurrido.
– No, no tenemos guion.
– Entonces dejen que nos pongamos de acuerdo entre nosotros. Vení, Nahuel.
Nos sentamos juntos en un rincón de la cama, de espaldas a los delincuentes. Tobías me puso el brazo sobre los hombros y me habló en voz baja: -Tenemos que entretenerlos un rato. Hay que hacerlos calentar para que se distraigan. ¿Sabés gemir? Ok. Gemí fuerte. Eso funciona con estos monos.
– ¿Y ya están? – se impacientó el Alacrán.
– Sí – respondí.
– Tienen que decir “Luz, cámara, acción”- se burló Tobías. Pero lo hicieron.
Tobías se acostó boca arriba y yo me puse sobre él. Ahora él tenía cara de niño también, suavecita.
Nos dimos unos besos rápidos en la boca, mientras el Alacrán filmaba a menos de un metro. Sentía las manos de Toby acariciar mi espalda. Acerqué mi lengua a sus labios y respondió. ¡Qué diferencia entre la saliva tibia de mi amigo y los líquidos viscosos de los que me besaban en los trenes o en las plazas!
Besé a Tobías en el cuello y fui bajando hasta su pecho. Sus manos seguían acariciándome tiernamente. Sentí que su miembro se estaba poniendo firme ante mis lamidas.
Él me dio vuelta, quede boca arriba. Ahora sus labios besaban mi estómago y mi pelvis. Mi pequeña pija estaba paradita.
Tobías apartó la cara de mi cuerpo para que Alacrán pudiera filmar mi erección. Y entonces Tobías, con inmensa ternura, comenzó a lamerme el pene.
¡Fue tan suave y cálido! Los gemidos que Tobías me había pedido que simulara eran reales. Yo estaba en el cielo.
Sentí algo nuevo, increíblemente gozoso.
– Toby, me voy a correr…
Tobías se retiró y el Alacrán, entusiasmado, prácticamente puso su celular sobre mi pene para filmar la eyaculación. Yo nunca había largado semen. Esa fue la primera vez.
Mientras yo gemía de gozo, alguien gemía más fuerte. Era el Zombi, que se estaba haciendo la paja, despatarrado en un sillón.
Entonces, Tobías sorprendió al Alacrán. Con el canto de la mano le dio un golpe fulminante en la nuca. Lo dejó seco.
Antes que el Zombi terminara de eyacular, Tobías saltó y le dio un puñetazo en el medio del cuello, hundiéndole la nuez de Adán. Los ojos del Zombi casi se le salen de las orbitas. Cayó de cara al suelo.
– ¿Qué fue eso?
– Arte marcial. Desde niño entreno- dijo Tobías, mientras buscaba en el celular la película- Aquí está. Listo, ¡ya la eliminé!
– ¿Y ahora qué hacemos?
– Atamos a estos dos monos y llamamos a la policía.
– ¿A la yuta?
– Sí. Llamá al 911 y decí que hay dos cadáveres.
– Pero no están muertos.
– No, pero así vienen más rápido. Ah, y vestite.
– ¿Con qué ropa? Está en el lavarropas.
– Con la que te compré junto con la bata. Está en ese armario.
Cuando la policía llegó, se pusieron de mal humor al ver que los cadáveres respiraban. Los esposaron y los metieron en el patrullero. Los dos tenían antecedentes.
El comisario nos interrogó por separado. Yo tenía miedo que me mandaran a un orfanato y me separaran de Tobías. Por suerte (o gracias a Dios, como dice mi amigo) me dejaron ir a su casa hasta que se resolviera mi situación.
Esa noche nos acostamos juntos otra vez. Ahora cada uno tenía su pijama.
– Todo salió bien- suspiré.
– Gracias a Dios.
– ¿Y ahora qué va a pasar?
– Hablé con mi papá. Quiero que te adopte. Él cumple con los requisitos legales y tiene contactos.
– ¿Entonces vamos a ser hermanos?
– Siempre lo fuimos, chiquito.
-¡Wow! Hermanos…
Y abrazados, nos quedamos dormidos.
FIN
Uufff espero otros más en verdad eres bueno sigue por favor eres el mejor 🤭🙃
¡Gracias, amigo! Te lo dediqué.
La historia y la narración están increíbles, no lo dejes hay, continua, metele algo de romance
¡Muchas gracias por leer y comentar, the-valo! Veremos…
Al fin algo de buena literatura, para variar… Deliciosa historia
Pude ser Tobias en una ocasión hace tiempo estaba sentado con mi novia frente a plaza congreso entre escalinatas y estatuas de querubines. Nos besabamos mientras se nos acerca un nene de no más de 8 o 9. Nos mira , nos da charla, se sube a upa del querubín y simula una copulación. Se ríe y nos pregunta si podemos llevarlo con nosotros que el también quiere cojer… Mi novia asustada me agarró de la mano para irnos. Me hubiera quedado con el. Lo pense mil veces . Esa novia me traicionó poco despues. Volví a congreso cientos de veces buscando al gordito cochino para llevarlo a mi depto y comer pizza. Nunca tuve suerte
¡Gracias por leer y comentar!