Noche de Juegos
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por kuvano.
La historia comienza así.
Desde hacía ya más de un año, Ernesto, Javi, Julián y yo, nos reuníamos cuando salíamos de la universidad todos los viernes en la noche para jugar juegos de mesa, tomarnos unas cervezas y mirar alguna que otra buena película. De los cuatro, el único que vivía solo era Ernesto, así que su apartamento era nuestro refugio para cada viernes. Esa tarde a la salida de la universidad llevé a Ernesto a su casa en mi coche y luego yo seguí para el mercado para hacer algunas compras para esa noche, cervezas, algunos picaditos y demás. Javi y Julián irían luego pues ellos dos tenían clases hasta tarde.
Cerca de las 8 de la noche llegué a casa de Ernesto, aún Javi y Julián no habían llegado, llovía a cántaros esa noche y en lo que Ernesto se daba una ducha yo me puse a husmear entre sus películas para ponerme a ver algo en lo que esperaba por el resto de los chicos. Entre tantos DVDs me encontré uno que me llamó mucho la atención, era una película porno gay, de chicos brasileños. En la tapa del DVD se veía a un chico en posición de perrito completamente desnudo. Uff!!!! Tener ese DVD en mi manos era como tener una braza encendida que me quemaba por dentro, al instante comencé a temblar y a sentir un calor por dentro que tal parecía que me quemaba. Voltee el DVD y en la parte de atrás salían fotos de varias escenas de chicos teniendo sexo entre ellos. Por unos segundos todas mis fantasías más ocultas estaban expuestas en esas pequeñas fotografías, pero más nervioso me ponía el imaginarme a Ernesto teniendo sexo con un hombre. Nunca me hubiera pasado por la mente que al chico más popular del High School le gustaba disfrutar de esas películas. Imaginarme a Ernesto teniendo sexo con otro chico hacía que mis palpitaciones fueran a mil por minuto, que digo por minuto… por segundo. Yo estaba tan nervioso y a la misma vez tan extasiado en esas imágenes que no me percaté de la presencia de Ernesto. Mi corazón dejó de latir cuando mis oídos escucharon “que haces con eso en las manos? por qué buscas entre mis cosas? Quien te dio permiso?
Esas fueron sólo algunas de las tantas preguntas incriminatorias que Ernesto me hizo al verme con esa película en mis manos. Hice por defenderme, quise responderle, de hecho me levanté para contestarle, pero al virarme y verlo no pude articular palabra, su escultural cuerpo estaba completamente mojado y tan sólo cubierto por una toalla alrededor de su cintura. Sólo atiné a darle la película y a tirarme en un rincón del sofá, queriendo de esa manera desaparecer. Él se fue a su habitación con la película sin decir una palabra. A la verdad yo no sabía qué hacer en ese instante, me iba? Lo enfrentaba? Le preguntaba? Que hacía? Si al menos Javi y Julián hubiesen estado, pero esa noche se habían demorado demasiado y aún no llegaban. Al poco rato salió Ernesto, relajado y sonriente, estaba vestido con un short corto de color negro y una camiseta blanca, su cabello aún estaba mojado y gotas de agua corrían por su cuerpo. Fue a la cocina, abrió el refrigerador y sacó dos cervezas, me dio una y me dijo éstas palabras que nunca olvidaré: La vida hay que gozarla amigo y hay que gozarla como a uno le guste.” Yo aún no atinaba a decir palabra alguna. Que me estaba queriendo decir Ernesto con esa afirmación? Acepté la cerveza y me la tomé sin respirar. Necesitaba tomar aire puro y tratar de entender todo lo que estaba pasando, pero no tenía a donde ir, aún llovía muy fuerte. Mi teléfono comenzó a timbrar, era Julián, seguro que ya estaba allá abajo y querían que les abriera la puerta- pensé. Tomé la llamada pensando que esa sería mi salvación, pero no, Javí y Julián aún estaban en la universidad y me dijeron que no podrían ir esa noche debido a la tormenta. Miré a Ernesto, le di el recado y le dije que mejor me iba a mi casa.
El no dijo nada, se viró y fue hacia la cocina, abrió el refrigerador y tomó otras dos cervezas, mientras caminaba hacia mí y me ofrecía una de ellas me dijo: nosotros no necesitamos a los chicos para pasarla bien, olvida lo que viste, olvida lo que te dije y veamos una buena película juntos, la noche aún es muy joven. Yo aún no salía de la sorpresa, pero tantas emociones hicieron que decidiera quedarme; pasara lo que pasara. Con voz fuerte y clara le dije que SI y acepté la invitación para quedarme, pero le dije que la parte de olvidar iba a ser totalmente imposible, pues la película que me había encontrado era la película que quería ver esa noche. El me miró con cara de sorprendido y con una sonrisa de oreja a oreja me dijo: si esa es la que quieres ver, pues que así sea.
Ernesto regresó con el DVD en sus manos, apagó la luz de la sala y dejando la de la cocina encendida hacía que el ambiente fuese mucho más acogedor, como una media luz. La película comenzó muy normal, un par de chicos jugando con una pelota en una playa y charlando, los primeros 5 minutos fueron normales, hasta que éstos chicos llegaron a la habitación de un hotel y mientras que uno se estaba bañando comenzó a jugar con su cuerpo de manera sensual y a masturbarse; el otro chico entró al baño y al sorprenderlo comenzó a hacerle sexo oral. Yo me estaba poniendo muy nervioso y a la vez muy excitado, tomé una de las almohadas del sofá y me la coloqué en mis piernas para así disimular mi erección que ya era muy notoria. Miré a Ernesto y vi como con total frescura y sin vacilar que yo estuviese presente se estaba tocando su pene que ya estaba completamente erecto, él no me miraba, él estaba muy concentrado en lo que esos chicos estaban haciendo, pero yo ya había olvidado la película y sólo tenía ojos para lo que Ernesto estaba haciendo. El corto short de color negro que Ernesto llevaba puesto ya era demasiado pequeño para aguantar tanta carne, por lo que sin pensarlo se lo quitó y quedo con todo su pene erecto al descubierto. Mis ojos quería salirse, mi corazón explotar y mi boca quería saborear todo ese pedazo de carne que tenía justo delante de mí.
Sin dudarlo ni un segundo me lancé a su pene y lo comencé a saborear lentamente. Ernesto me levantó y mirándome fijamente comenzó a besarme. Ambos comenzamos a tocarnos cada parte de nuestros cuerpos, él metió sus manos entre mis pantalones y comenzó a acariciar mis nalgas. Yo le quité su camiseta y comencé a mordisquearle y a besarle sus tetillas. Cada segundo que pasaba nuestras respiraciones se hacían mucho más profundas. No mencionábamos palabra alguna, solo quejidos de placer. Yo comencé a mamar su pene suavemente, era algo divino, inexplicable, su pene era tan perfecto, tan lindo, tan grande, tan rosadito. Era una exquisitez. Mientras que con mi boca chupaba ese pedazo de carne tan sabrosa, con mis manos iba recorriendo cada rincón de su perfecta anatomía. Su manos en mi cabeza hacían que la velocidad con que me metía su pene en mi boca fuese de lento a rápido o de rápido a lento, era Ernesto quien estaba llevando el control de todo lo que estaba pasando y yo con mucho gusto me estaba dejando controlar. Después de un rato, fue él quien me comenzó a proporcionar placer chupándome mi pene. Estuvimos teniendo sexo oral por mucho rato, hasta que comenzamos a besarnos de manera muy apasionada y a la vez él me iba conduciendo hasta su cuarto. Una vez en su cuarto terminamos de despojarnos de lo poco de ropa que nos quedaba y nos subimos a su cama. Yo seguía disfrutando de sus carnosos labios. Por momentos pensaba que todo era parte de un sueño, pero no, lo que me estaba pasando era realidad. Ernesto abrió una de las gavetas de su mesita de noche y sacó un paquete de condones y me dijo que le volviera a chupar su pene, de pronto se levantó, me posicionó en forma de perrito a una orilla de la cama y comenzó a pasar su lengua por mi culo, con sus manos acariciaba mis nalgas y las apretaba, a la vez me tomaba mi pene y jugaba con mis testículos. Su pene estaba demasiado erecto, a punto de reventar, todo ese pedazo de carne me lo estaba pasando por el culo, yo sentía como su pene palpitaba, comenzó a meterme un dedo en mi culo, luego fueron dos, tres y luego me introdujo toda su mano. Iba metiendo y sacando su mano de mi culo poco a poco como si me estuviera penetrando con su pene.
Entonces tomó un condón y se lo puso, y poco a poco comenzó a penetrarme. Uff!!! Sentía como si me estuvieran abriendo a la mitad. Por un momento pensé que mi culo no podría con tanta carne, pero indiscutiblemente, Ernesto demostró ser todo un profesional y poco a poco su pene fue introduciéndose en mi interior hasta estar completamente dentro. Sentí que paró, tomó aire profundamente, al igual que yo, y comenzó poco a poco a meter y a sacar su pene en mi culo, sentía mucho dolor, sentía mucho calor, si me dolía, pero no sé, era tanto el placer que ese dolor me proporcionaba. A la misma vez yo solo quería que aquello siguiera, que no parara, y yo gemía, pero eran gemidos de placer. Me comenzó a hablar y me preguntaba si lo estaba disfrutando y que si me gustaba. Yo por supuesto que le decía que sí, que no parara, que lo que estaba sintiendo me estaba gustando mucho y que quería seguir. Después de un rato, sacó su pene completamente y se tiró en la cama, y me hizo sentarme encima de él, yo ubiqué su pene en el hueco de mi culo y comencé a metérmelo poco a poco. Y con un sube y baja constante seguimos disfrutando juntos de ese placer maravilloso que da el sexo. El metía sus dedos en mi boca para que se los chupara, yo acariciaba todo su pecho, de vez en cuando me tiraba completamente encima de él y nos besábamos profundamente.
Luego Ernesto tomó una silla y la puso justo frente al espejo, se sentó y me puso a mí de espalda a él, y comenzó a sentarme encima de su pene que seguía más duro y más firme que el mástil de un barco velero. El vernos en el espejo era como estar viendo una película porno y ser nosotros los protagonistas. El verme encima de Ernesto siendo penetrado por él, el ver como él me estaba tocando, el ver nuestros cuerpos desnudos, sudados y envueltos en tanto placer me hizo sentirme el ser más dichoso del planeta tierra, tanta dicha no podía ser mejor expresada que por un gran chorro de leche que solté hacia delante. El me levantó, me puso de espalda en el borde la cama y colocó mis piernas sobre sus hombros y siguió penetrándome. Lo hacía con tanta fuerza y pasión que mi pene seguía erecto. Él sacó su pene de mi culo, se quitó el condón y comenzó a soltar un chorro de leche caliente encima de mí, con mis manos hacía que esa leche se esparciera por todo mi pecho. Que sensación tan rica. Estábamos agotados y se tiró encima de mí y comenzamos a besarnos. Luego nos entró un ataque de risa, que no puedo explicar si fue el desahogo de tanta pasión, o el nerviosismo o el resultado de que a partir de ese momento seríamos cómplices de una pasión que disfrutaríamos solo en nuestra intimidad.
A la fecha de hoy seguimos siendo muy buenos amigos y nuestros beneficios sexuales en lo que va de año cada vez son mejores.
Hay otras historias, pero esas las dejaré para otro día.
Indiscutiblemente esa “Noche de Juegos” fue una de las mejores…
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!