Noches de LUNA LLENA
Es relatos de hombres lobos y su celo .
La luna llena brillaba con intensidad en el cielo nocturno, bañando el bosque con una luz plateada que parecía despertar instintos primitivos. Marcos, un hombre lobo de imponente estatura, con sus 195 centímetros de altura, caminaba entre los árboles con pasos seguros. Su cuerpo, esculpido por horas en el gimnasio, estaba cubierto por una capa de vello oscuro que resaltaba bajo la luz lunar. Sus músculos se tensaban con cada movimiento, y su pene, de 26 centímetros, se marcaba claramente bajo los ajustados pantalones que llevaba. El celo lo había atrapado, y el aroma de su propia feromona llenaba el aire, atrayendo a cualquier criatura que se atreviera a acercarse.
Marcos sabía que no podía ignorar el llamado de su naturaleza. El celo era una fuerza imparable, un instinto que lo impulsaba a buscar a su pareja, a su alma gemela. Con cada paso, su corazón latía con más fuerza, y su mente se nublaba con deseos que no podía controlar. El bosque, siempre tranquilo y misterioso, esa noche parecía vibrar con la misma energía que él.
Fue entonces cuando lo vio. Marck, un hombre de 180 centímetros, con un cuerpo atlético y una presencia masculina que irradiaba confianza. Caminaba por el sendero, ajeno a la presencia de Marcos, pero el hombre lobo lo sintió de inmediato. Su olfato, agudizado por el celo, captó el aroma único de Marck, y algo en su interior se encendió. Era él. Su alma gemela
Marcos se acercó con cautela, sus pasos silenciosos sobre la hojarasca. Marck, al sentir su presencia, se giró, sus ojos encontrándose con los de Marcos. Por un momento, el tiempo pareció detenerse. Marck, aunque sorprendido, no mostró miedo. Su mirada era firme, pero había algo en ella que delataba su curiosidad, su atracción.
—¿Quién eres? —preguntó Marck, su voz profunda y segura.
Marcos no respondió con palabras. En su lugar, se acercó más, su cuerpo emanando una energía que Marck no podía ignorar. El celo lo había transformado, y su instinto de hombre lobo tomó el control. Con un movimiento rápido, Marcos atrapó a Marck entre sus brazos, su fuerza abrumadora. Marck intentó resistirse, pero era inútil. Marcos lo inmovilizó contra un árbol, su aliento caliente rozando el cuello de Marck.
Eres mío —murmuró Marcos, su voz ronca y llena de deseo.
Antes de que Marck pudiera reaccionar, Marcos hundió sus dientes en el cuello de Marck, mordiéndolo con fuerza. El dolor fue inmediato, pero con él vino una oleada de calor que se extendió por todo el cuerpo de Marck. El celo de Marcos se transmitió a través de la mordida, despertando en Marck un deseo que nunca antes había sentido.
Marck jadeó, su cuerpo temblando bajo el peso de Marcos. La mordida había sido dolorosa, pero el placer que la seguía era abrumador. Sintió cómo su propio cuerpo respondía, cómo su corazón latía con fuerza y su piel se calentaba. El celo lo invadió, y de repente, comprendió. Marcos no era solo un hombre; era un
Días después, Marck se despertó con una sensación extraña. Su cuerpo estaba diferente, y sus deseos eran intensos y nuevos. Se sentía atraído por hombres, especialmente por aquellos altos y musculosos. Su mente estaba llena de imágenes de Marcos, de su cuerpo imponente y su presencia dominante. Pero lo que más lo sorprendió fueron sus nalgas. Estaban sudorosas, y un líquido lubricante las humedecía, como si su cuerpo se preparara para algo que no comprendía.
Intentó ignorar las sensaciones, pero era imposible. El celo lo consumía, y su mente estaba llena de pensamientos lascivos. Cuando entró en su cuarto y vio a Marcos allí, de pie junto a la ventana, su corazón dio un vuelco. Marcos lo miró, sus ojos dorados brillando con una intensidad que Marck no pudo resistir.
—¿Qué… qué haces aquí? —tartamudeó Marck, su voz temblorosa.
Marcos sonrió, una sonrisa que era tanto seductora como peligrosa. Se acercó a Marck, su presencia abrumadora. Marck sintió cómo su cuerpo respondía, cómo su pene se endurecía dentro de sus pantalones. El celo lo había transformado, y ahora, no podía controlar sus impulsos.
Sin pensarlo dos veces, Marck se arrodilló frente a Marcos, su mirada fija en el bulto que se marcaba en sus pantalones. Con manos temblorosas, desabrochó el cinturón de Marcos, bajando los pantalones hasta liberar su pene. Era enorme, mucho más grande de lo que Marck había imaginado. Su corazón latía con fuerza, pero el deseo era más fuerte que el miedo.
Marck acercó su boca al pene de Marcos, sintiendo el calor que emanaba de él. Lo olfateó, respirando el aroma masculino que lo enloquecía. Luego, con un movimiento lento, lo tomó entre sus labios, probando su sabor por primera vez. Marcos jadeó, su cabeza echada hacia atrás mientras Marck lo chupaba con torpeza pero con entusiasmo.
—Nunca había hecho esto —murmuró Marck, su voz ahogada por el pene de Marcos en su boca.
Marcos lo miró, sus ojos llenos de deseo y orgullo. —Eres perfecto —dijo, su voz ronca.
Marck continuó, aprendiendo rápidamente cómo complacer a Marcos. Su boca se movía arriba y abajo, su lengua explorando cada centímetro del pene de Marcos. El hombre lobo gemía, su cuerpo tensándose con cada caricia. Pero Marck quería más. Quería sentir a Marcos dentro de él, quería ser suyo por completo.
—Quiero… quiero que me penetres —dijo Marck, su voz temblorosa.
Marcos lo miró, sus ojos llenos de sorpresa y deseo. —¿Estás seguro? —preguntó, su voz suave.
Marck asintió, su corazón latiendo con fuerza. Pero cuando vio el tamaño del pene de Marcos, el miedo lo invadió. Era demasiado grande, y Marck no estaba seguro de poder soportarlo.
Tengo miedo —confesó, su voz baja.
Marcos se arrodilló frente a Marck, tomándolo entre sus brazos. —No tengas miedo —susurró, besándolo con ternura. —Te prepararé, te haré sentir bien.
Lo llevó a la cama, acostándolo con cuidado. Marcos besó cada centímetro de la piel de Marck, sus labios dejando un rastro de fuego a su paso. Sus manos exploraron el cuerpo de Marck, preparándolo para lo que vendría. Usó su saliva como lubricante, masajeando las nalgas de Marck y abriendo su hole poco a poco.
Marck jadeaba, su cuerpo temblando de anticipación. Quería a Marcos dentro de él, pero el miedo aún lo acechaba. Marcos lo miró, sus ojos llenos de comprensión.
Confía en mí —dijo, su voz firme.
Con un movimiento lento, Marcos posicionó su pene en la entrada de Marck. Intentó entrar, pero el tamaño era demasiado para Marck. Gritó, su cuerpo tensándose con el dolor.
—¡Es demasiado grande! —gimió Marck, sus manos aferrándose a las sábanas.
Marcos lo besó, calmándolo con sus labios. —Relájate —susurró. —Te lo prometo, será perfecto.
Con paciencia, Marcos intentó de nuevo, empujando con suavidad. Esta vez, su pene entró un poco más, pero Marck gritó de nuevo, el dolor mezclándose con el placer. Marcos lo abrazó, susurrando palabras de aliento mientras continuaba moviéndose con cuidado
Minutos pasaron, y poco a poco, el pene de Marcos entró por completo. Marck gritó, su cuerpo temblando con la intensidad de las sensaciones. Era doloroso, pero también era increíblemente placentero. Marcos lo penetraba con lentitud, dando a Marck tiempo para acostumbrarse a su tamaño.
—Eres tan ajustado —jadeó Marcos, su voz ronca. —Me encanta.
Marck no pudo responder, su mente en blanco por el placer. Marcos comenzó a moverse con más fuerza, su pene entrando y saliendo de Marck con un ritmo constante. Marck gritaba con cada embestida, su cuerpo sudoroso y tembloroso. El dolor había desaparecido, reemplazado por un placer que lo consumía por completo.
Las horas pasaron, y Marcos no se detenía. Su nudo canino, una característica única de los hombres lobo, comenzó a inflamarse, preparando para el momento culminante. Marck lo sintió, y su cuerpo respondió con un nuevo nivel de placer.
—¡Marcos! —gritó Marck, su voz llena de éxtasis. —¡No puedo más!
Marcos sonrió, su mirada llena de amor y deseo. —Casi terminamos, mi amor.
Con un último empujón, Marcos llegó al clímax, su semen llenando el interior de Marck. El nudo canino se infló por completo, atrapando a Marcos dentro de Marck. Marck gritó, su cuerpo temblando con la intensidad del orgasmo. Era demasiado, pero también era perfecto.
Cuando el nudo finalmente se desinfló, Marcos se retiró con cuidado, acostándose junto a Marck. Lo abrazó, besando su frente con ternura.
—¿Estás bien? —preguntó Marcos, su voz preocupada.
Marck asintió, su cuerpo aún tembloroso. —Fue… increíble —susurró, su voz ronca.
Marcos sonrió, su mirada llena de orgullo. —Ahora lo sabes. Eres mío, y yo soy tuyo.
Marck lo miró, comprendiendo finalmente lo que había sucedido. —¿Eres un hombre lobo? —preguntó, su voz llena de asombro.
Marcos asintió, su sonrisa ampliándose. —Y tú eres mi pareja, mi alma gemela.
Marck sonrió, sintiendo una paz que nunca antes había conocido. —Entonces, ¿somos pareja?
—Para siempre —respondió Marcos, besándolo con pasión.
Y en ese momento, Marck supo que había encontrado su lugar en el mundo. Junto a Marcos, su hombre lobo, su amor eterno.
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