NOCHES DE PLACER INFANTIL – DESENLACE
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Tal como les conté, pude llegar con ese niño a tener un contacto erótico cotidiano, pero siempre en la noche, en la soledad y el silencio del cuarto, siempre limitándome por temor a producir escándalo. Pero si bien lograba satisfacerme, el hecho de que el niño me buscara y provocara día tras día me hizo inmanejable el deseo y la desesperación de poder entrar en su cuerpo, de disfrutarlo a pleno.
Pasaban los días y eso no era posible porque estabamos constantemente acompañados por mi familia y los dueños de casa, sólo al irnos a dormir podía hacer algo bien limitado, cuando el niño invariablemente venía a buscarme, a provocarme, ya que él también gozaba mucho con nuestras prácticas.
Todo el día lo veía jugar, corretear, ir y venir. Era muy bello: de cuerpito sólido, moreno, bonita cara, pelito suave, muy marcadas y paradas sus nalgas…y esa mirada provocativa y cómplice que -con disimulo- sólo a mí me dedicaba. Mi ardor adolescente crecía cada vez más, alentado por pensar que no podía llegar a más de lo que hacíamos.
Pocos días antes de regresar a Buenos Aires, mi familia y nuestros anfitriones organizaron un día de excursión por unas sierras cercanas a la chacra. Tal hecho despertó mi entusiasmo: podría estar solo todo el día con mi niño-amante.
El día previsto para la excursión, no desayuné porque simulé un malestar estomacal y pedí que me permitan no ir al paseo, quedarme en la casa y ocuparme del niño. Como el cuadro de salud que aparenté no era grave pero sí molesto, me autorizaron. Todos se fueron y quedé a solas con el niño.
Pasaron las horas de la mañana y me entretuve con él jugando y distrayéndolo, tratando de acumular ardor y deseo. A la hora del almuerzo, comimos algo juntos. Luego le dije al niño que iríamos a dormir la siesta, ya que el día se había puesto feo para estar afuera jugando.
Fuimos al cuarto, lo acosté en su cama y le recomendé que tratara de dormir. Yo entré en mi cama e inmediatamente me quité el calzoncillo, quedando desnudo, y simulé dormir. Como venía siendo habitual, el niño no tardó en salir de su cama y entrar en la mia, y acurrucarse contra mi cuerpo buscando con su manito mi sexo, que lo encontró ya erecto y mojado.
Lo dejé hacer, para disfrutar la sensasión de su manito acariciando y apretando mi verga y mis huevos, mojandose con mi líquido pre seminal. Yo respiraba agitadamente y resoplaba como un búfalo. En un momento, le quité su calzoncillo, lo abracé y lo recosté sobre mi cuerpo procurando que quedara apoyado sobre mi sexo erecto.
Lo mantuve asi, abrazado, moviendo mi cadera para frotar mi verga en su cuerpito y disfrutar de su calor intenso. Apretaba su cuerpo contra el mío, acariciaba su pelo, llevaba mi mano hasta sus nalgas frotándolas y separándolas hasta llegar con mis dedos a su pequeño ano, dándole allí masajes circulares. El niño respondía frotándose y restregándose también sobre mi cuerpo, entusiasmado, excitado, conociendo ya las sensasiones y placeres que veníamos compartiendo.
Pero esta vez estábamos solos y sería distinto, mi excitación bloqueó por completo mis temores. Lo recosté boca arriba, rodeándolo con uno de mis brazos y cubrí su boca con la mía, introduciendo allí toda mi lengua, que el niño succionaba con ganas. Chupé su cuello, sus axilas, sus tetillas, siempre masajeándole el ano. LLegué con mi boca a su pequeño sexo y lo puse todo en mi boca, lamiendo y succionando. Me detuve para salivar mis dedos, y lenta pero firmemente comencé a ponerlos en su ano, doblegando la resistencia que él puso al principio.
Noté que, una vez dilatado su ano, ya dejaba que hundiera mi dedo en él hasta el fondo, y luego dos dedos, y luego tres. Al mismo tiempo, no paraba de besarlo y chuparlo en todo su cuerpo caliente. Aunque ya no aguantaba más mi deseo, quise prolongar esos momentos de sensasiones fuertes, y continué estimulando su ano con mi lengua, un largo rato.
A falta de otro elemento, había preparado en un vaso un poco de aceite de cocina. Trabajé en su ano con mis dedos aceitados otro rato más, hasta sentir que estaba suficientemente abierto. Estaba decidido a entrar en él, y mi locura me hacía sentir mareado y jadear como perro en celo. Hice que comenzara a lamer mi verga, como ya lo había acostumbrado a hacer, pero esta vez fui poniéndola lentamente en su boca y le pedía que chupara. Fue un placer inmenso, tuve que hacer un esfuerzo enorme por no acabar. Por momentos, le pedía que no chupara más y se quedara quietito, entonces era yo el que ponía y sacaba la verga de su boca tibia y mojada.
Ya descontrolado, me levanté y acomodé al niño en el borde de la cama, estando yo de pié. Con mis manos levanté sus piernitas y apoyé la cabeza de mi pija en su ano lubricado y dilatado, jugando allí con movimientos circulares. En un momento empujé y el glande entró un poco en el orificio. El niño gritó "ayayay" y se revolvió como para liberarse,pero no lo dejé, lo alenté con palabras tiernas y tranquilizadoras. Apoyé sus piernitas en mi cuerpo y lo tomé de la cadera, continuando la penetración pese a los chillidos de mi pequeño amante. Mi verga entraba en ese cuerpito, lento, profundo, al final llevada adentro por las mismas contracciones del recto del niño. Así hasta que quedó completamente penetrado.
LLevé su cuerpito más adentro de la cama hasta que logré recostarme un poco sobre él, manteniendo sus piernitas levantadas a mis costados. Comencé a moverme, entrando, sacando y revolviendo mi verga en sus entrañas apretadas y calientes, el placer era infinito. El niño no chilló más y parecía gozar con esas sensasiones. Ver eso me estimuló más, e hice más intensos y fuertes mis movimientos, hasta que solté una tremenda y prolongada eyaculación.
Fue tan intenso el placer que sentí, que permanecí con mi verga dentro del cuerpito de mi amante un rato, haciendo movimientos, disfrutándolo. Luego la retiré lentamente y observé el ano del niño, rojo, abierto y húmedo. Salía líquido de él, la eyaculación había sido muy intensa y abundante.
Nos lavamos en el cuarto de baño, y nuevamente lo llevé al cuarto, a la cama, donde lo llené de caricias, besos, le hablé para tranquilizarlo. Él se veía tranquilo, hasta contento y satisfecho. Le dije que lo amaba mucho, y le pregunté si le había gustado y me respondió que sí con afirmación de su cabeza. Estuvimos un tiempo abrazados, lo besé mucho e hice que besara y pasara su lenguita por mi cuerpo, por mis músculos.
Esa tarde lo repetimos dos veces más, e incluso completé un coito por la boca, haciendo que mamara mi semen. Lo había desvirgado y llenado, mi machumbre se sentía plena, orgullosa.
Pero poco después volví a Buenos Aires con mi familia y todo había terminado.
Con los años siempre recordé con algo de culpa esta vivencia adolescente, pero debo confesar que a lo largo de la vida, en momentos de excitación sexual, lo tengo presente como un hecho muy erótico y estimulante.
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