OBSESIÒN VOYEURISTA
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Luciovoy.
Las fotos en la pàgina de escorts eran irresistibles.
Sabìa que debìan ser ellos.
El morbo de la fantasìa no paraba de golpear en mi cabeza y en mi cuerpo y sabìa que ya era hora de volverla realidad.
Incluso, volverla una pràctica màs de mi vida sexual.
011-654.
Diego me habìa pedido que lo llamara cuando le enviè un correo desde el formulario de contacto y que le contara detalles.
Tenìa a Ivàn en su lista como compañero para cumplirme mi deseo.
– Hola Diego, soy Lucio-
-¿Como estàs?
– Con ganas de contarte lo que quiero hacer.
–
– Me parece genial, adelante-
Charlamos durante unos quince minutos en que le contè cada detalle ( me gusta imaginarlo todo.
pero TODO) de mi fantasìa voyeurista.
Cada tanto lo escuchaba sonreir con placer y complicidad.
Fue escaso en las preguntas.
Cuando finalmente terminè, volviò a sonreìr:
– Que bueno està.
– Me alegra que te guste.
– Te aseguro que se va a cumplir tal y como lo imaginaste.
–
-¡Sì?
-Asì es.
Ahora no se habla màs del tema.
esperà mi mensaje confirmàndote dìa, hora y lugar.
Arreglamos nùmeros y cortè la comunicaciòn.
Sabìa que estarìa ansioso.
Se cumplirìa en la semana pero acordamos en que ellos definirian cuando.
Era sàbado.
Transcurrieron los dìas con mi expectativa ansiosa de chequear el telèfono cada diez minutos.
Sabìa que no me la harìan fàcil.
Pero era parte del juego.
Una y otra vez mirè sus fotos de perfil en la web.
Ambos cuerpos musculosos el de Diego cubierto de fino vello y el de Ivàn casi lampiño , el primero moreno, el segundo rubio oscuro, me enloquecìan.
Me preguntè si iba a resistir.
La tentaciòn de masturbarme era continua pero la resistì por unos dìas esperando reunir toda la calentura que ameritaba el encuentro.
Sabìa que querìa excitarme desde que me abrieran la puerta con la sonrisa de Diego enmarcada en esa barba oscura y los ojos verdes brillantes de Ivàn.
Era necesario preparar la ilusiòn de la sorpresa.
El jueves a las 10 de la mañana recibì un whatsapp de Diego:
– Nos vemos hoy a las 23.
00 en mi departamento.
Tomamos unos tragos.
¿Traès un vino?
-Dale.
Pasame la direcciòn.
Ubicaba a medias la zona pero era cerca del centro en una calle màs bien apartada.
Me gustò esa ubicaciòn semiescondida que tenìa sabor a prohibido.
El corazòn me palpitaba ya cuando cerrè el mensaje y comencè a preparar el encuentro.
Era imperioso cerrar todas las llamadas para esa hora.
Arreglè algunos asuntos, mentì un poco por telèfono y me dispuse a disfrutar con todo de mi noche.
Comprè un sauvignon blanc que puse a enfriar en la heladera del hotel.
Con ello, sòlo bastarìa un rato de frio en el departamento apenas llegara.
Luego, seguì con el dìa.
Me duchè a las 21.
30 y estuve listo una hora màs tarde.
Estaba nervioso, ansioso, excitado.
Me proponìa un desafìo que habìa soñado por mucho tiempo e iba a cumplirlo con dos machos alucinantes e irresistibles.
¿Serìa demasiado? No tenìa idea de como iba a funcionar.
Pero esa expectativa me excitaba aùn màs.
Diez minutos màs tarde tomè un taxi para la direcciòn indicada.
La calle era màs bien oscura pero la luz en el palier del edificio era càlida y perfecta.
Llamè al departamento 2 del piso 11.
-¿Diego? Soy Lucio.
– Subì, es la puerta de la izquierda.
Respirè calmadamente mientras subia en el ascensor procurando bajar mi ansiedad.
Me sentìa como un quinceañero yendo a su primer encuentro sexual.
¡Como si no hubiera tenido tantos en 40 años! Pero era bueno sentir esa ansiedad.
Era bueno no perder el asombro.
Salì del ascensor.
A la izquierda, la puerta del semipiso se abriò y ahì estaba Diego.
Un metro ochenta para un macho musculoso de mirada fresca y barba recortada que sonreìa con tanta luz como lo habia imaginado.
Vestìa una remera escotada que marcaba perfectamente sus brazos y sus increibles pectorales dejando ver el vello que los cubrìa en su parte superior.
Los jeans semigastandos dibujaban igual de perfecto sus piernas deliciosas.
Iba descalzo.
-¿Como estàs?- me diò un beso en la mejilla -¿Hace frio?
– Bastante pero .
aquì dentro se siente càlido- El piso era amplio, iluminado suavemente y sonaba un chill out relajante- Se siente bien.
–
– Me alegro mucho.
Dejame que ponga esa botella en la heladera.
Èl es Ivàn-
Le entreguè el vino mientras saludaba al hermoso machito que se acercaba a saludarme.
Ivàn era apenas un poco màs bajo que Diego y sus ojos coronando ese cuerpo de locura me marearon tanto como la sonrisa de su amigo.
Ivàn llevaba un par de pantalones de gabardina màs sueltos que los de Diego pero compensaba con una camisa entallada generosamente abierta que me dejaba ver el centro de sus pectorales menos prominentes pero perfectamente marcados que tenìan un brillo sutil por el rubio de su vello fino.
Sus antebrazos eran poderosos.
Me diò un apretòn de manos fuerte.
-Parece que tenès calor- sonreì y me sentì un estùpido.
– Aquì dentro es verano todo el año- sonriò Ivàn.
Mirè sus hermosos pies tambièn descalzos- Ponete còmodo.
Un smartv de grandes dimensiones me mostraba videos con coreografias pop pero el chill out que sonaba no tenia nada que ver con la pantalla.
Allì bailaban hombres y mujeres de cuerpos perfectos y completamente vestidos.
No habìa ni pornografia ni sexo evidente en el aire.
Tal como lo habia imaginado.
– ¿Tomàs un gancia?- ofreciò Diego- Mientras se enfrìa el vino.
–
– Si, perfecto.
Estas coreos son de.
–
– Lo ùltimo de David Guetta- respondiò Ivàn- ¿Le subimos un poco el audio?
-Dale- asentì.
El juego de living era abundante en curvas en sillones amplios estrafalariamente còmodos.
Uno podria haberse dormido por noches enteras en ellos.
Siempre habia almohadones blancos y crudos para abrazar alrededor.
Diego me dejò el vaso de gancia con limòn y mucho hielo sobre la mesa ratona amplia y geomètrica.
Sirviò otro para Ivàn y con el suyo se echò a su lado mirando la pantalla.
Me descalcè y me quitè las medias.
Al quitarme el abrigo me acordè del sobre.
– Ah.
aquì.
–
-Està bien- me dijo Diego- Dame nomàs- Tomò el sobre y lo abriò brevemente- Dame un minuto.
Desapareciò en el pasillo hacia otra habitaciòn mientras Ivàn me contaba sobre la mùsica de Guetta y sus videos.
Que habian estado en una fiesta con sus dj que sus bailarines eran elegidos asi y asi.
Era un fan dedicado a su artista.
Diego volviò del pasillo.
-Todo bien- me sonriò brevemente mientras volvìa a echarse en el sillòn- Este video es genial.
Nos gusta mucho toda esa ropa y ese fondo blanco.
-Los cuerpos son impresionantes.
– sonreì.
-Si¿no?- respondiò Diego y se tocò el bulto brevemente.
Me pareciò ver que Ivàn acomodaba su camisa y se rozaba un pezòn con los botones.
Sentì que la erecciòn comenzaba a producirse en mi.
Mi corazòn palpitaba a mil por hora y mi imaginaciòn ya estaba disparada.
Los dos comentaban algo del video y se reìan mientras yo no podia dejar de mirarlos.
No escuchè que fue lo que dijo Ivàn pero Diego riò con fuerza y se tomò de sus hombros para celebrar su ocurrencia.
Respirè profundo y exhalè con un suspiro imprevisto.
– Voy a buscar ese vino- dijo Ivàn- El blanco es mi favorito tambièn.
Lo vì alejarse hacia la cocina y las formas de su culo mandaron un estimulo nuevo a mi sexo.
Pronto seria inevitable que me tocara tambièn.
Pero se ve que no era el momento.
Estaba en sus manos.
-¿Te gusta?- Diego me guiñò un ojo-
-Me vuelven loco los dos- musitè.
Diego sonriò con una mirada indescifrable, Ivàn ya volvìa con el vino en una frapera.
Tomò las copas que estaban sobre el rac lateral y sirviò el vino que estaba helado mientras los tres comentàbamos cosas varias acerca de su sabor y demàs- Salud.
Chocamos brevemente y bebimos.
Creo que di un fondo blanco a la mia intentando cuanto antes bajar mi ansiedad y entrar en la deliciosa montaña rusa del alcohol.
El efecto fue bastante ràpido y pronto sentì que me relajaba.
La segunda seria màs mesurada.
Durante el rato que siguiò parecimos hacernos còmplices los tres.
Nos reiamos de cualquier cosa, pasamos a ver otros videos, subimos y bajamos el volumen de la mùsica,el vino fue bajando.
Cuando se terminò Diego ofreciò otra vuelta de gancia.
Lo tomè hasta la mitad.
Luego, bebì un gran vaso de agua.
Habian pasado 45 minutos desde mi llegada.
Los vasos y las copas vacìas se acumulaban sobre la mesa.
El hielo se derretìa.
Mi cuerpo enviò la señal que me daba mi ùnica cuota de poder en el asunto.
Era màs bien la contraseña acordada.
– Tengo que ir al baño- pedì.
Diego se levantò de un salto y me pidiò que lo siguiera por el pasillo.
El piso de madera lustrada estaba tibio igual que el ambiente entero.
Encendiò la luz del baño y me dejò solo.
Cerrè la puerta.
Estaba felizmente mareado por el vino.
Estaba caliente.
Dispuesto a que sucediera y a la vez muerto de miedo de no aguantarme.
Meè, me lavè la cara y luego disparè el agua de la mochila.
Era el momento esperado.
Ahora si que deberia dejarme llevar.
El video se habia apagado y sòlo sonaba el chill out en la sala que estaba màs en penumbras que antes.
Sentì el aroma suave de la marihuana mientras me sentaba nuevamente en el sofà frente a mis anfitriones.
Ivàn bebiò un trago de whisky.
Diego me miraba fijamente.
-¿Todo bien?- preguntè.
– Creo que si- dijo Diego- Pero.
bueno, tenemos un problema.
– Ahjà.
–
– Te invitamos a tomar unos tragos y la estamos pasando muy bien, sos muy piola- dijo Diego dàndole la ùltima pitada a su cigarrillo- Pero hace como un mes que no nos veìamos con Ivàn y estamos recontra calientes.
–
-Ahjà.
– volvi a responder.
Hicieron una pausa como dejando en el aire la respuesta- Y que quieren? Hacemos un trio?
– No- sonriò Ivàn con cierto desprecio- Yo cojo con Diego esta noche, nada màs.
– Ya viste lo que es ese culo, no?- dijo Diego- Esta noche me lo cojo solamente yo.
–
– Bueno.
me puedo pedir un taxi entonces- dije .
El momento se acercaba y balbuceè un poco.
– Che, no, sos nuestro invitado- respondiò Diego-Pero te hacemos una propuesta para terminar bien la noche.
– Decime.
– el palpitar de mi corazòn me quitò el aire por segundos.
– ¿Querès mirar como lo hacemos?- preguntò Diego y se echò hacia atràs en el sillòn abriendo las piernas en ese momento-¿Querès vernos cojer?
En medio del chill out pude escuchar el leve jadeo de los tres.
-Me encantaria – respondi- Pero.
¿no quieren cojer solo entre ustedes?
– Exacto- agregò Ivàn- Sòlo si te bancàs mirar de principio a fin.
A nosotros no nos tocàs ni un pelo.
–
Habìa imaginado el momento mil veces pero el tono duro y la mirada de los dos me dejò sin habla.
– Te aviso que va a ser muuuy caliente- dijo Diego- No sè si te la vas a bancar, pensalo.
es la condiciòn-
-¿La ùnica?- preguntè.
-No, la otra te va a gustar màs dijo Ivàn y se puso de pie- Miràs pero completamente desnudo.
-¿Que decis?- preguntò Diego y se puso de pie tambièn- Ya no queremos aguantar màs.
– Acepto- dije y me parè de mi asiento.
Sentìa que mi verga iba a explotar y me toquè con cierta firmeza.
– Disfutà de tu paja entonces- Diego volviò a sonreir.
– Seguinos.
Los dos se encaminaron por el pasillo y los seguì mientras el chill out se apagaba un poco a la distancia.
La habitaciòn estaba con las mismas penumbras estudiadas de la sala.
La calentura ya era infernal.
Pero aùn faltaba el momento de locura.
El somier era grande y ocupaba el centro mismo de la habitación, amplia y aireada.
Busquè el sillòn que tantas veces había imaginado y era tal cual mi fantasìa: de un cuerpo, amplio, de respaldo mullido, con apoyabrazos confortables.
Un espacio total de descanso.
Estaba ubicado a un metro y medio de la cama sin nada màs que una alfombra pequeña y mullida a sus pies.
Ese metro y medio sería el espacio de la tentación màs grande y a la vez la barrera màs infranqueable.
-Sentate ahì mientras nos preparamos- dijo Diego.
Vì a Ivàn salir hacia el baño.
Diego abrió un cajòn de una mesita de luz y sacò algunos pomos de gel y una caja de preservativos- Desnudate ahora.
Èsto último sonò como una orden.
Me quitè la camisa y los pantalones y los dejè a un lado junto al sofà.
Me sentè en bóxer sintiendo debajo de èl una hinchazón que me obligaba a apretar mis piernas.
Ivàn volvió del baño y se sentò en la cama frente a mì.
Diego vino hacia el sofà, tomò mi ropa del piso y la sacò de la habitación.
Ivàn sonreía sin dejar de tocarse el bulto.
Sentì la palpitación en mì.
Diego se sentò en la cama junto a Ivàn.
– No tenès tu ropa a mano asì que ahora no podès moverte de ahì- me dijo con firmeza-Te preguntamos una vez màs:¿te la vas a bancar?
– Ya estoy aquí¿no?-
– Sì pero vamos a ser dos bestias- dijo Ivàn y desabrochò un botón de su camisa- Pensà que nos vas a tener en bolas y no nos vas a sentir .
Me quedè sin habla y sin aire por unos segundos.
Diego sonriò.
– Ok, juguemos a esto- dijo- Podès tocar a uno de los dos.
Sòlo a uno, ahora, antes de empezar.
Y sòlo hasta que te dejemos.
Elegì-
El juego era perverso y tentador.
¿Como elegir entre dos hombres que eran desesperantemente hermosos? Serìa mi única oportunidad antes de la barrera invisible.
No pude hacerlo.
-Tocalo a èl- dijo Diego y le diò un leve empujòn a Ivàn.
Ivàn se puso de pie y se plantò a mi lado.
Esperè por un instante pero su respuesta adivinò mi pregunta:
-Vestido-
Toquè esos abdominales duros debajo de su camisa ajustada y seguì hasta la abertura de los botones alcanzando a rozar algo de la piel de su pecho.
Era extraordinariamente suave y se sentía tibia en su vello fino.
Ivàn me quitò la mano amablemente pero con firmeza y la llevò hasta sus piernas que bajo el pantalòn amplio se sentían duras y torneadas.
Quise tocarme la verga pero fue Diego el que me lo impidió.
Ivàn me quitò la mano de sus piernas con brusquedad.
– Ya basta-
Los dos sonrieron frente a mì, aùn vestidos .
Se miraron una vez màs y ambos tomaron mis brazos y los sostuvieron abiertos mientras con la otra mano acariciaban suavemente la punta de mis tetillas de modo continuo, lento y atormentador.
Escuchè claro mi gemido y mi retorcimiento de placer en el mullidìsimo sofà y balbuceè un “por favor” que Diego acallò pasando su lengua por mi pezòn derecho.
Lo mismo hizo Ivàn del lado izquierdo.
Mi verga ya era una masa rìgida y erecta debajo del bóxer.
Ivàn se apartò al pie de la cama y mirò a Diego que ya se ubicaba frente a èl en el otro extremo.
Desde abajo hacia arriba Ivàn desabrochò los cuatro botones que aùn estaban prendidos en su camisa y se la quitò en un solo movimiento.
Lo mismo hizo Diego cruzando los brazos para tirar de su remera y dejar su torso espectacular al descubierto.
Ivàn dejó caer sus pantalones,los juntò con su camisa y los echò a un lado.
Llevaba un bóxer blanco cortísimo y sus piernas eran increíblemente musculosas.
Diego tardò unos segundos màs en quitar su ajustado jean y dejar al desnudo sus piernas firmes y velludas.
El speedo negro cubrìa su culo prominente, tan marcado como sus pectorales brutales coronados con un par de pezones grandes y puntiagudos asomando entre su vello oscuro y recortado.
Sentì mis piernas estirarse intentando rozar aquellos cuerpos de locura.
Realmente superaban lo que había imaginado.
-Aguantà- me dijo Diego.
-¿Listo?- preguntò Ivàn a Diego sin mirarme mientras este se untaba una sustancia gelatinosa y transparente en el pecho.
– A gozar- sonriò Diego.
Se quitò su speedo al tiempo que Ivàn se quitaba su bóxer.
Desde ese momento dejè de existir para ellos.
La mezcla de sensaciones fue furiosa cuando comenzaron a besarse con tanta pasión y al mismo tiempo con tanta delicadeza que ahoguè una exclamación al ver sus poderosos brazos acariciarse mutuamente las espaldas musculosas.
Acercaron uno a otro su pelvis hasta pegarlas y sus hermosos pechos comenzaron a rozarse mientras la expresión de sus rostros daba cuenta del inmenso placer que deparaba aquel beso.
Diego acariciaba el cabello espeso, lacio y desordenado de Ivàn mientras este apretaba con pasión la cintura de aquel perfectamente marcada bajo sus dorsales de escultura.
Me quitè el bóxer y sentí mi desnudez en el aire como única conexión con ellos.
Estaba completamente erecto y me descubrì jadeando con tanta fuerza como los dos machos que ahora se besaban con desesperación.
Rocè mis testículos cuando vì a Diego lamer el cuello de Ivàn y procurè masturbarme suavemente intentando no apurar el final.
Pero cuando Ivàn apretò aùn màs la cintura de Diego y este se echò hacia atrás para exponer sus pezones apretè mi pene con fuerza.
Ivàn lamiò generosamente el pezòn izquierdo de Diego y èste exhalò un gemido claro y potente.
Supe que si me masturbaba entonces acabarìa antes de tiempo.
Y esto, acababa de empezar.
El beso siguió durante un tiempo tan largo como el que me hubiera llevado una paja completa.
Comencè a desesperar ante el deseo despierto y salvaje y las ganas de masturbarme.
Tocaba mi pecho, apretè mis tetillas, masajeè fuertemente el punto entre mis genitales y mi ano revolviéndome en el sillòn comodísimo que me acariciaba en toda mi desnudez.
Me resistìa a tocar mi pija porque sabìa que explotarìa.
La sentí humedecerse en forma generosa.
Mi glande se había hinchado hasta volverse prominente y brutal.
El tronco entero estaba tan rìgido como hierro.
Diego apretaba las nalgas duras y redondas de Ivàn mientras èste acariciaba aquellas piernas con las suyas propias.
Escuchè claramente sus jadeos en sus bocas abiertas y sus lenguas que desparramaban humedad sobre el cuerpo desnudo del otro.
Pude ver sus pijas erectas, poderosas y firmes en medio de esa unión de músculos y piel sudada que formaban sus cuerpos modelados.
La pija de Diego era de piel un tanto oscura y con forma curva mientras que la de Ivàn era tan clara como el resto de su piel y su forma era recta y simple.
Ninguna era pequeña ni demasiado grande.
Pero su turgencia anunciaba una cama que sería puro fuego.
No supe en que momento ambos machos ardientes se echaron a la cama a seguir besándose con tanta o màs pasión de la que habían tenido antes.
Ahora podía verlos completamente extendidos en la cama, Ivàn sobre Diego y el metro y medio que me separaba de ellos se había vuelto un abismo.
Mis piernas seguían haciendo el juego de extenderse intentando tocar aùn a sabiendas de que era imposible alcanzarlos no sòlo por la distancia sino por la barrera invisible que me había puesto su prohibición.
El tono de desprecio con que habían pautado esto había sido lo suficientemente fuerte como para intimidarme.
Lo había imaginado mil veces pero la experiencia comenzaba a sobrepasarme.
Comencè a dar un suave masaje sobre mi pene cuando de pronto Diego separò a Ivàn de su cuerpo.
Lo escuchè susurrar un “esperà”.
Y entonces abrió sus brazos en cruz, se sostuvo de un saliente del respaldo y en el mismo instante Ivàn puso una pequeña almohada debajo de su espalda.
Los enormes pectorales velludos de Diego quedaron expuestos, como entregados a su pareja.
Ivàn montò sobre las caderas de Diego, sostuvo sus muñecas con fuerza y se lanzò con su boca sobre los pezones de Diego.
Los humedeció con un chorro de su saliva y les pasò la lengua brevemente.
Luego echò otro chorro màs y repitió el procedimiento sin quedarse demasiado tiempo en ese contacto.
Por cada pequeña embestida Diego gemìa y tendìa a retorcerse de placer.
Fue Ivàn el que esta vez se separò un poco y se detuvo por unos instantes.
-¿Querès màs?-
-Por favor…-
Del cajòn de una mesa próxima Ivàn sacò el pomo de ungüento transparente que Diego había usado antes.
Tambièn sacò una correa de tela de ancho y largo considerable y las llevò consigo a la cama.
Con agilidad buscò las manos de Diego de debajo de la almohada y atò sus muñecas con firmeza usando la correa.
– Màs…-jadeò Diego- Màs fuerte…-
De algún modo Ivàn se las ingeniò para dejar las manos de Diego atadas bajo la almohada y provocarle la inmovilidad de sus brazos.
Sobre los pezones erectos de Diego, Ivàn dejó caer el ungüento transparente y a masajear suavemente hasta cubrir los pectorales de su amante.
– ¿Qué es?- jadeè-
Ivàn se levantò de un salto, vino hasta a mi y embardunò mis tetillas con el ungüento.
– Ahora vas a sentir…-
Segundos después sentí que mis tetillas tendían a hincharse con un calor nunca antes experimentado.
El aire mismo comenzó a hacerme sentir una excitación que me volvìa loco y apenas rozarlas percibì una mezcla de placer y dolor que me hizo retorcerme.
Pude comprobar que el efecto era igual o mayor en Diego que jadeaba y tenía su pecho abierto listo para recibir el estìmulo de Ivàn.
– Estoy listo…-
Ivàn volvió a trepar sobre sus caderas y durante unos segundos echò su aliento caliente sobre aquellos pezones hipersensibilizados.
Diego se retorcía con gemidos agudos mientras sus piernas enorme procuraban abrazar las caderas de Ivàn.
Èste jugò algo màs de tiempo con aquella previa agregando el calor desesperante sobre su macho y finalmente se arrojò con su boca a chuparlos con fruición sin dejar de empaparlos de saliva.
Los gemidos de Diego se volvieron gritos de placer y su cuerpo se retorció de tal modo que su pecho entero parecía querer entrar en la boca de Ivàn.
Èste fue chupando generosa y alternativamente uno y otro de sus pezones hasta que empapò todo su pecho de saliva y de su propio sudor.
Hacìa ya mucho calor en la habitación.
Durante un buen rato Ivàn chupò y mordisqueò los pezones de Diego en medio de sus gemidos y jadeos.
Luego se trepò sobre su amante y le ofreció sus propias tetillas a su boca que desbordaba saliva.
Ivàn gruñò algo que no alcancè a comprender pero evidentemente estaba pidiendo dolor pues Diego comenzó a morder con fuerza la punta de sus pezones al tiempo que Ivàn se echaba sutilmente hacia atrás para aumentar la tensión.
El rostro del rubio se enrojeció y apretò sus dientes mientras veìa a Diego darle el placer desde el dolor.
-Dàmela- le exigió Diego cuando aquel se apartò.
Tras unos segundos, Ivàn trepò sobre el pecho monumental de Diego y le hundió su pija erecta en su boca.
El cuadro era monumental.
Diego, con sus brazos atados y el espectáculo de su pecho abierto chupaba la pija de Ivàn con fruición mientras èste se movìa con las piernas abiertas sobre sus pectorales.
La visión del culo musculoso y redondo de Ivàn era demasiado tentadora para no tocarlo.
Sentì que todo mi cuerpo se quebraba en el intento de pajearme y al mismo tiempo contenerme.
Instintivamente, intentè erguirme para ir hacia la cama.
Sin dejar de coger la boca de Diego, Ivàn me echò una mirada cortante:
– Quedate ahì- me ordenò.
Volvì a sentarme y mi espalda se deslizò hasta quedar casi apoyada en el asiento.
Mis piernas estaban enteramente abiertas y ya no podía evitar masturbarme.
Comencè a hacerlo tan suavemente como podía porque sentía que iba a explotar de un momento a otro.
Ivàn sacò su pija de la boca de Diego y lo besò con tanta ternura como lo había hecho antes.
Luego desatò sus manos y Diego fue quien comenzó a besarlo sin dejar de acariciar su espalda que ya estaba empapada de sudor.
Sin dejar de hacerlo lo girò hasta apoyar la espalda de Ivàn en la cama y comenzó a chupar y lamer todo su cuerpo de modo rítmico, intenso y continuado provocándole espasmos de placer que el rubio manifestaba con retorcimientos y gemidos.
Cuando se detuvo en sus bolas Ivàn se aferrò a las almohadas y gimiò tan intensamente como antes pero con una fascinación especial.
Diego siguió bajando hasta hallar la abertura de su ano y enterrò su cabeza entre sus piernas para meter la lengua dentro de su orificio.
Ivàn lanzò un grito agudo que pareció casi femenino por segundos.
Lo hubiera creìdo de no haber visto su cuerpo durísimo de hombre musculado retorcerse en medio de un vaho de sudor y saliva.
Pero su grado de disfrute era inmenso y pronto lo acompañò apretándose las tetillas y tironeando de ellas en un intento por llevar su calentura al paroxismo.
Diego se irguió de repente en la cama con toda su musculatura tensa y cubierta de humedad.
– Preparame- le ordenò.
– Se acostò nuevamente y abrió sus piernas al extremo mientras Ivàn entraba en ellas y metìa toda la verga de Diego en su boca.
El gemido de èste quebrò mi relativa serenidad y me obligò a soltarme la pija.
Ivàn chupaba con precisión y tan pronto masticaba el glande de Diego con sus labios como lamìa su frenillo con fuerza al tiempo que lo masturbaba suavemente.
Jugaba a pasar la lengua por todo su tronco en un roce enloquecedor y luego se la tragaba de repente provocándole espasmos y jadeos que aumentaban cuando el rubio se quitaba la verga de su boca jadeando para tomar aire.
En uno de esos momentos Diego se irguió nuevamente, volteò a Ivàn boca abajo y poniendo su delicioso culo en alto volvió a hundir su lengua entre sus deliciosas y firmes nalgas.
Ivàn pasò de los gemidos a los gritos mientras comenzaba a masturbarse, acción que Diego interrumpió de un manotazo.
– Por favor…- gimiò Ivàn- Por favor te lo pido…cojeme ya.
–
Por toda respuesta, Diego se puso de pie y obligò a Ivàn a ponerse de rodillas.
Luego lo empujò hacia su verga penetrándolo por la boca mientras lo sostenía del pelo.
En el perfil, los cuerpos de ambos se recortaban perfectamente.
Los volumenos de sus espaldas, pectorales y glúteos me enloquecían y me retorcí disimuladamente hasta llegar al borde del sofà.
Tenìa mis pies en el espacio de la barrera y decidì que era hora de tocarlos.
Aunque màs no fuera debía llevarme la sensación de esos cuerpos desnudos.
Ambos se habían enredado en un beso infernalmente caliente enredando sus piernas y sus brazos con caricias que se acercaban al manoseo.
No me vieron mientras me acercaba.
Puse mi mano sobre la espalda de Diego y el volumen de sus músculos me hizo gemir casi al borde del llanto.
Por toda respuesta, Diego se separò de Ivàn con brusquedad, apartò su espalda de mi mano y me la quitò con brusquedad.
Ivàn miraba aùn en medio de jadeos de excitación y furia.
Diego puso su mano izquierda en mi garganta con suavidad pero con firmeza y me llevò hasta el sillòn nuevamente.
Me empujò para obligarme a sentarme y en ese instante Ivàn tomò mis muñecas , llevò mis brazos detrás del respaldo del sofà y los atò con varias vueltas de cuerda.
– Te dijimos mirar y no tocar- dijo Diego- A ver si sos capaz de soltarte para disfrutar de tu paja final.
–
– Por favor…-jadeè.
– Asì vas a suplicar…- se mofò Ivàn apretándome las tetillas una vez màs.
–
– Vamos a coger- dijo Diego y ambos volvieron a la cama.
–
No iba a soportarlo.
El sudor de ambos empapaba las sàbanas y el aire de la habitación.
Ahora sì que ya no estaría en su campo y que el placer y el alivio dependían de mi.
Comencè a forcejear para liberarme de mis cuerdas pensando si realmente las habrìa anudado para no dejarme mover.
– Por favor…- volvì a jadear-¡Por favor!
Mis dos machos renovaban su calentura con lamidas, besos y chupadas.
Se dominaban el uno al otro y vì a Diego sostener a Ivàn por la cintura y devorarse sus pezones hasta dejarlos chorreando saliva.
El sudor era casi excesivo.
– Cojeme- suplicò Ivàn- ¡Cojeme!
Diego lo echò boca abajo en la cama, tomò un pomo de lubricante y untò generosamente el culo de Ivàn.
Metiò sus dedos profundamente y masajeò hasta arrancarle al machito rubio toda clase de gemidos y jadeos.
Luego se puso un preservativo en la punta de su glande y obligò a Ivàn a desenrollarlo con su boca.
Ajustò el forro mientras Ivàn se ponìa en cuatro patas directo hacia mi para que no perdiera detalle.
Mis dedos buscaban desesperadamente una punta de la cuerda para comenzar a desatarla.
– Cojeme- siguió gimiendo Ivàn- Dale, por favor, no doy màs…-
Diego siguò hurgando con sus dedos el ano de Ivàn y golpeò con fuerza sus nalgas.
Rozò con la punta de su enorme verga el espacio entre sus nalgas y se retirò pronto.
Ivàn gemìa, puteaba y se tocaba el pecho escurriendo el abundante sudor que chorreaba sin cesar.
– ¿Qué pasa, papi?- sonriò Diego-¿Querès verga?
– ¡Matame!- gritò Ivàn.
– Diego lo tomò por las caderas y de un solo golpe enterrò su verga entera en el culo redondo y musculoso de Ivàn.
–
El grito de Ivàn me hizo retorcerme.
Mi verga estaba hinchada y mis muñecas seguían tan atadas como antes.
Comencè a respirar con mayor calma para poder pensar con tranquilidad y hallar el modo de desatar aquellas vueltas.
Claramente no había nudo sino una serie de vueltas con tramos cruzados para hacer difícil que me desatara pero no imposible.
Fijè mi mirada en la cojida atroz que Diego le estaba dando a Ivàn y procurè concentrar mis energìas en desatar las vueltas de las cuerdas.
Cuando una de ellas cedió sentí que la presión se aflojaba.
Pero algo las mantenía firmes y la calentura me hizo explotar en gritos como si yo mismo estuviera siendo penetrado.
Sentì el semen subiendo por mi tronco y supe que acabarìa.
Procurè moverme y bajar la tensión y cerrè los ojos para no seguir viendo el espectáculo antes del momento cumbre.
Pero era imposible acallar los gritos y gemidos de los dos.
Seguì trabajando sobre las cuerdas mientras trataba de evitar que mi verga explotara en una acabada sensacional.
Diego había acostado a Ivàn, levantò sus piernas en sus hombros y lo penetrò mirándolo a los ojos con la misma vehemencia que antes.
Ivàn abrió sus brazos, se aferrò de las almohadas de la cabecera y siguió gimiendo mientras se entregaba sin tregua a las embestidas de Diego.
Mis manos comenzaron a hacer un movimiento reiterado e involuntario y notè que las cuerdas cedìan a medida que la acción de abrir y cerrar las muñecas se repetía.
En el momento en que Diego tomaba de las caderas a Ivàn para acercarlo aùn màs a su pelvis incesante mis manos se soltaron y me estremecì convulso en el sofà.
Movilicè mis manos para que la circulación regresara y comencé a masturbarme suave pero continuado sabiendo que el final no estaba lejos.
Diego me echò una mirada breve, tan sutil que apenas alcancè a notarla.
Los tres estábamos jadeando y sudando a mas no poder.
Entonces Diego salió de dentro de Ivàn y se echò en la cama boca arriba.
Lo que siguió fue un trance casi hipnótico.
No pude apartar mis ojos de ellos cuando Ivàn se sentò sobre la verga de Diego y comenzó a cabalgar furiosamente apoyando sus manos sobre los pectorales duros y entregados de Diego.
Èste lo tomò por la cintura con tanta firmeza como para obligarlo a subir y bajar sobre su verga descomunal.
Ivàn liberò sus manos y se arqueò hacia atrás mientras las piernas de Diego se abrían y me dejaban ver el saca y mete de su verga que se volvìa ferozmente rápido.
Mi paja iba en aumento y la velocidad ya no podía bajar.
Por un segundo logrè percibir la mirada de los dos conectándose mutuamente.
– Acabo…- gimiò Ivàn- Acabo…-
– Disparame…- respondió Diego y lo vì hinchar su pecho al tiempo que abriìa sus brazos.
Un enorme y espeso chorro de leche surgió de la pija de Ivàn y estallò justo entre aquellos pectorales que había estado adorando durante toda la noche.
Y siguió otro, y otro y otro hasta dejar el pecho de Diego enteramente cubierto de su semen blanquísimo que chorreò sobre la curvatura espectacular de sus formas.
Gemì creyendo no poder ver nada mejor y estallè en chorros de leche que se volcaron sobre mi como el comienzo de una erupción que no parecía querer cesar.
Seguì masturbándome pero màs suave, intentando prolongar el momento de placer pero comprobè que la tensión no hacìa màs que aumentar.
Ivàn se derrumbaba sobre la cama cuando Diego salió de su interior y se levantò para volverse hacia mi.
Ivàn volvió a tomarme los brazos, volvió a rodearlos con las cuerdas y con sus manos húmedas de semen y sudor se dedicò a masturbarme con suavidad llevándome de nuevo hasta el momento en donde placer y dolor se confundìan.
Gemì y jadeè mientras era objeto de la paja sostenida y morbosa de Ivàn mientras veìa a Diego quitarse el preservativo y mastubarse fuertemente delante de mi.
El brillo húmedo de su pecho me enceguecía y sus labios estaban empapados en saliva.
Me preguntè hasta cuando podía aguantar aquel macho sin eyacular.
– Ahora- gimiò e Ivàn aumentò la velocidad de la paja sobre mì-
Una catarata de semen salió disparada de Diego y golpeò mi pecho salpicándome la cara tanto como su grito salvaje aturdió mis sentidos.
Me retorcí cuando Ivàn logró la segunda acabada en mi y allì me dejó mientras el semen brotaba de mi pija; fue necesario para que èl volviera a masturbarse y acabara también sobre mì acompañando los últimos disparos de Diego.
En los próximos segundos sòlo sentí jadeos y oscuridad.
Al abrir los ojos sentí al mismo tiempo mis manos liberadas y vì a Diego arrojar las cuerdas a un lado.
Los dos estaban jadeantes y agotados pero aùn asì me dieron un pequeño empujòn para levantarme del sofà.
Diego fue hacia la cama y se echò en ella.
Al mismo tiempo Ivàn lo siguió y en su movimiento me arrastrò suavemente con èl.
Caì al centro de la cama e Ivàn se echò a mi lado.
Ambos cruzaron sus piernas sobre las mìas.
– Habìas sido machito eh?- sonriò Diego- No te tenìamos fe.
–
– Yo no hubiera aguantado un minuto- riò Ivàn volviéndose hacia mi- Te merecès un premio-
– ¿Si?- sonreì.
– Acà nos tenès- respondió Diego mientras me abrazaba.
Ivàn se unió al abrazo, recibió mis manos que buscaban sus cuerpos y los tres nos dormimos tras besarnos durante un rato que no tuvo medida.
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