Ojo en el cielo
Episodio diecinueve. El Rusito quiere dejar de meterse en líos, pero los líos lo vienen a buscar.
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Este episodio está dedicado a Danny_Dream
(Del episodio anterior: Después de haber sido brutalmente violado, el Rusito se recupera de sus heridas en el hospital. Comparte habitación con un chico pelirrojo de doce años)
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Cuando me desperté, la mamá del pelirrojo se estaba despidiendo de su hijo. Al verme, la señora sonrió.
-¿Dormiste bien, querido?
-¡Sí, muchas gracias, señora!
-Bueno, Martín –dijo a su hijo- te dejo en buena compañía.
Yo me levanté y fui al baño. Cuando volví, el chico me miraba con ansiedad. Tenía ojos verdes y largas pestañas.
-¿Cómo te llamás? –me preguntó.
-Me dicen Rusito. ¿Te duele?
-Un poco… El apéndice está ahí abajo, ¿sabés?
Lo noté preocupado.
-¿Estás bien?
-Parece que me tienen que afeitar.
-Sí, supongo. Pero… No debés tener demasiado ahí… ¿O sí?
Se bajó el pijama y me mostró. Había un pequeño matorral de pelitos rojos en la base de su pene. Su piel era muy blanca.
-No quiero que una mujer me ande tocando ahí- dijo Martín.
-¿Preferís que te afeite yo?
-¿Podrías hacerlo? ¿No te molesta?
-Para nada. Voy a comprar lo necesario.
Busqué en el armario de la habitación. Allí estaban colgados mis pantalones, donde tenía algún dinero. Como conocía bien el hospital, fui hasta un kiosco. Compré una afeitadora y espuma. Agregué unas galletitas que me gustaban. Me pusieron todo en una bolsa.
Al volver a la habitación, la enfermera estaba ahí. Traía nuestras bandejas de desayuno.
-¿Dónde andábas, Rusito?
-Fui de compras.
-El hospital ya es como tu segunda casa, ¿eh? Bueno, los dejo. Pórtense bien, lindos.
Cuando la puerta se cerró, el chico me preguntó cómo me había ido. Le dije que ya tenía todo.
-¿Me podés afeitar ya mismo? La enfermera va a estar con los desayunos, así que por un rato estamos los dos solos.
-Como quieras, Martín.
Fui al baño, abrí la canilla del agua caliente y llené un vaso. Él ya se había sacado el pantalón.
Mojé sus pelitos. Después, cubrí la zona con espuma y con mucho cuidado, empecé a afeitarlo. El me observaba trabajar sobre su cuerpo. La situación lo excitó.
Se disculpó por la erección.
-No te preocupes. Es normal eso… a la mañana.
Era un chico muy simpático y con gusto le hubiese hecho una buena paja, pero apenas nos conocíamos y él estaba asustado, esperando para operarse. Lo limpié cuidadosamente: su pubis quedó lisito y sedoso. Él se subió el pantalón y se metió entre las sábanas.
-¿Vos tenés muchos pelitos ahí abajo? –quiso saber.
Le mostré: nada de nada.
-¡Me salvaste, Rusito! Es que me caliento fácil y si una enfermera me toquetea ahí, bueno… ¡ya viste lo que me pasó!
-Tranquilo, amigo.
Me acosté, de cara a mi compañero.
-¿A vos también te van a operar? –quiso saber.
-Puede ser. Mi médico no llegó todavía.
-¿Qué te pasó?
-Tuve un problema en la parte trasera.
-¿En la cola?
Le dije que sí.
– ¿No te habrán violado? –Bromeó, pero en seguida se arrepintió- Disculpame, soy un desubicado.
-Está bien, no te preocupes. Descansá.
-¿Sabés? Mi viejo me prometió que iba a comprar la última Play Station.
-Qué bien.
-Me gustaría invitarte cuando todo termine. ¿Vendrías a mi casa?
-¡Claro!
A media mañana apareció mi doctor. Me hizo subir a una camilla y me llevaron a su consultorio.
El médico me revisó. Había algunas lesiones en el recto, pero no había peligro grave. Tampoco me había pescado una ETS. Me hizo sentar en la camilla.
-Mirá, Rusito, la vez pasada casi te matan. Tuvimos que operarte de urgencia. Ahora, con unas curaciones, reposo y una dieta blanda, te vas a recuperar… Pero, ¿cómo puede ser que te haya violado… un perro?
-Es una historia larga y fea.
-¡A mí no me expliques nada, prefiero no saber!
El hombre estaba decepcionado conmigo.
-Mirá, no puedo llevarte de los pelos a hablar con un psicólogo, pero serías un irresponsable si no lo hacés. Estás jugando con fuego.
-Tiene razón.
-¿Y qué vas a hacer?
-Voy a hablar con alguien… Usted me dio el contacto, creo… Voy a llamar, lo prometo.
No me creyó.
-Hacé lo que quieras, Rusito, pero vivís caminando en la cornisa y un día no te vamos a poder atajar.
Llamó a los camilleros para que me llevaran de vuelta a mi habitación. Cuando llegué, la cama de Martín estaba vacía. Una enfermera cambiaba las sábanas. Se la notaba fastidiada.
-¿Vos lo afeitaste al pelirrojo?-quiso saber.
-Sí.
-¡Ese es mi trabajo! Pudiste haberlo lastimado.
Se la notaba muy frustrada. Tal vez su fantasía erótica era afeitar penes adolescentes.
Martín volvió del quirófano unas horas después. Toda su familia estaba con él. La hermanita no dejaba de echarme miradas.
El chico la pasó mal esa primera noche, pero después mejoró. Nos hicimos buenos amigos. Cuando lo dieron de alta, nos pasamos nuestros números de celular.
Su hermanita aprovechó la despedida para besarme con tanta gratitud que su papá tuvo que tironearla para que se despegara de mí. Me dejó la mejilla babeada.
Rosita, la enfermera, me comentó que Renzo, el que me había violado, murió después de varios días de agonía. Su cómplice ya estaba en la morgue, carbonizado. Al menos, esos dos no molestarían más a nadie. Si existía un dios, si había un Ojo en el cielo, lo había visto todo y se había hecho justicia.
Mamá vino a buscarme cuando me dieron el alta. Llegó drogada, así que dio un espectáculo lamentable en el hospital, en la calle y en el taxi.
Intenté hacer las cosas bien esta vez. Me puse las pilas con el colegio, retomé el fútbol. Pero Santiago y su familia estaban de viaje en el extranjero, así que solo podía mandarle mensajes. Y mamá estaba fuera de control.
Me sentía muy solitario.
Un viernes a la noche, mamá se había ido al hotel, donde atendía a sus clientes VIP, cuando tocaron el portero eléctrico.
-Cielo, te traje a mi hijo para que haga su debut sexual…
“Cielo” era uno de los tantos nombres que usaba mamá en las redes.
-¿Qué edad dijiste que tenía tu hijo?- pregunté por el portero. Era normal que confundieran mi voz con la de mamá.
-Acaba de cumplir 13 años, Cielo… Quiero que se haga hombre… Ya lo hablamos, ya te entregué el dinero.
¡Un trabajo pagado por adelantado! Mamá estaría en problemas si yo no le daba una mano.
-Que suba –dije- Que suba él solo.
-¿Solo?
-¡Ya te lo había dicho! Si no querés, te devuelvo la plata. ¿Qué hacemos?
Tardaron en responder. Se oía la discusión a través del portero eléctrico. Alcancé a oír al chico que rogaba: “Vamos a casa, papá… Por favor, no quiero hacer esto. Ya te…”. Después, el estrépito de una bofetada.
–¡Ahí sube el maricón!– gruñó el cliente –Lo paso a buscar en una hora.
Unos momentos después, el ascensor se detuvo en mi piso. Por el pasillo se acercaba alguien, arrastrando los pies.
Abrí la puerta. Un chico delgadito, de pelo castaño y rasgos delicados estaba allí, temblando. Tenía una mejilla enrojecida y se notaba que estaba al borde de las lágrimas. Lo hice entrar.
-¿Vos sos la chica?- me preguntó con un hilo de voz.
-No, tranquilo, soy un chico… Me dicen el Rusito. ¿Cómo te llamás?
-Marcos… Papá me dijo…
-Sí, lo escuché. Debe haber hablado con mi mamá… pero ella no está.
-¡Menos mal!- dijo Marcos, aliviado- ¡Estaba tan asustado! Disculpá que te haya confundido.
-Tranquilo, estoy cien por cien de tu lado. Aquí no hay dónde sentarse. Vamos a la cama y hablemos.
Nos acomodamos en la gigantesca cama de mamá. Como todos los que ya habían pasado por allí, Marcos se sorprendió al ver el enorme espejo del cielorraso.
Me contó que desde chico sentía atracción por los hombres. Su papá lo había obligado a hacer boxeo -que él detestaba porque lo cagaban a palos- a emborracharse como un marinero y últimamente lo forzaba a ver pornografía. Mujeres con tetas enormes, gritando histéricas mientras unos patovicas les metían penes de medio metro por todos los orificios.
-Un poco bruto tu viejo, sin ofender.
-¿Y ahora qué hacemos? Él me pasará a buscar en una hora…
-¿Lo hiciste alguna vez con otro chico ?
-No, nunca hice nada… Tuve fantasías… Pero no tengo experiencia.
-La que yo tengo, alcanza y sobra para los dos, amigo. Vamos a ponernos cómodos.
Nos desnudamos y le propuse hacer un 69. Él no sabía lo que era.
-Lo único que sé es hacerme la paja…- me confesó.
-Bueno, ¿pero sabés chupar un helado?
-Sí, claro.
-Hagamos eso con nuestros penes. Es muy rico, vas a ver -vi que ponía cara de extrañeza- Pero si no te animás, no importa. Simplemente haceme una paja. A mí eso me encanta.
Nos pusimos de costado y después de acariciar sus caderas, empecé a chupar su miembro suavemente. Sus genitales estaban limpios y olían a jabón. Todavía le faltaba desarrollarse, pero eran muy apetecibles.
Sentí los dedos de Marcos rozar apenas mis testículos. Yo le hacía toda clase de mimos pero no se le paraba. Decidí probar otra estrategia.
Me acomodé junto a él, hombro con hombro.
Marcos estaba angustiado: -Perdoname, soy un desastre.
-Calma… ¿Besaste alguna vez a alguien, Marcos?
-Sí, claro. A parientes…
-Besos de lengua, quiero decir.
-¿Qué es un beso de lengua?
Mis labios buscaron los suyos mientras mis brazos lo estrechaban. No me pudo responder. Estaba paralizado por la tensión.
-Amigo, estás muy estresado. Dejame ayudarte.
Le pedí entonces que se diera vuelta y se pusiera boca abajo. Obedeció. Después de echarle un poco de aceite en la espalda y empecé a masajearlo en el cuello y las cervicales. El chico se fue aflojando.
-Lo estoy haciendo horrible, ¿no, Rusito?
-¿Por qué decís eso, Marcos? – le dije, mientras mis dedos amasaban sus músculos, para relajarlo.
-Me gusta estar con vos, sos dulce conmigo… pero me siento tan asustado.
-¿Estás asustado? ¿Por qué?
-Es que mi papá me va a preguntar todo. Qué hice, cómo lo hice, cuántas veces. Voy a tener que mentir. Y papá siempre me descubre cuando miento.
Me acomodé a su lado: -Por una vez, olvídate de tu papá. Vamos a pasarla bien, ¿te parece? Si esta es tu primera experiencia sexual con otra persona, mejor que sea algo agradable. Si no se te para el pito o eyaculás antes de tiempo, no pasa nada. ¿Entendés?
-Gracias, Rusito. ¿En serio tenés experiencia?
-¡No te das una idea!
-Pero, parecés un nene todavía. ¿Qué edad tenés?
-Cumplo catorce dentro de poco. Soy mayor que vos. Poniendo una exagerada voz ronca, rugí:- !Ya soy un viejo choto, me quiero jubilar! Pero antes, lo que quiero es…
Y sin aviso, lo ataqué con cosquillas en el cuello, las costillas y las axilas. Lo hice reír, aunque fuera a la fuerza. El chico lo necesitaba.
Volví a intentar hacerle sexo oral. Al principio, él se quedó muy quieto, como si fuera un maniquí tibio. No reaccionaba a mis besitos, caricias y lamidas. Pero poco a poco logré hacer que su sangre circulara.
Cuando sentí que él empezaba a meter sus dedos entre mi cabello, pensé: ¡Se despertó! ¡Ahora sí vamos bien! Sus suspiros fueron haciéndose más y más intensos, hasta transformarse en gemidos placenteros. Redoblé mi lamida y mis caricias sobre su erección.
Y por fin, sentí cómo me tiraba del pelo, jadeando de placer y rogándome que no parara.
¡Ya lo tenía!
Seguí lamiendo y chupando, sin aflojar. Por fin, mi boca se llenó con su eyaculación.
Volví a acostarme junto a su hombro, mientras él se recuperaba.
-¿Te gustó?
-¡Mucho!
-Entonces ya empezamos bastante bien.
-¿Empezamos? ¿Hay que seguir? ¡Estoy tan relajado que lo que quisiera es dormir!
-Sí, eso pasa, a veces -dije, abrazándolo y besando su cuello- Pero supongo que si tu papá pagó por una hora, con un polvo no va a alcanzar.
-No entiendo…
-Que para que no tengas que mentirle, tenemos que hacer más. Falta como media hora todavía.
-¿Y qué hacemos? ¿No podemos conversar, así, abrazados? Yo estoy tan bien con vos…
Me estrechó cariñosamente y le di un beso. Era un chico especial y yo ya había empezado a quererlo.
-No, campeón. Hay que hacer más.
Escuchamos una vibración.
-Es un celular- dije.
Marcos tomó el suyo: -¡Mierda, es mi viejo! ¡Quiere subir!
(Continuará)
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«La suerte de una buena carta» es una serie de 20 capítulos. Los anteriores episodios son:
(1) La suerte de una buena carta – (2) Los juegos que la gente juega – (3) Todo tiene su precio – (4) La dorada obsesión – (5) Ojos de serpiente – (6) Ya no quiero volver a casa – (7) El as de espadas – (8) Nada que perder – (9) Un sueño dentro de otro sueño – (10) Yo robot – (11) Eclipse total – (12) El silencio y yo.– (13) Lucifer – (14) Pirámide – (15) Todo lo que sube tiene que bajar – (16) No puedes llevarlo contigo – (17) Te quemarás los dedos – (18) Te acuestas con perros.
- Todos los episodios llevan el título de alguna canción del grupo de rock progresivo «The Alan Parsons Project».
Gavin me encanta cada relato tuyo, me fascina tu habilidad para tenernos siempre a la espectativa, bravo por ti.
¡Muchas gracias por tus comentarios tan alentadores, Adria!
Iba a esperar el último episodio pero no me aguante… Estoy totalmente enamorado de esta historia, me encanta!!! Y eso que leí varias ehh… Pero esta sin dudas es la mejor!!! Sos un genio!!! 👏👏
¡Muchas gracias, Not_Ok por leer y comentar!
Hey amigo!! Muchas graciassss por este relato. Realmente increíble!! Estoy ansioso por leer la siguiente parte 🤤
Me gustaría que hablaramos por mail, si vos querés
¡Muchas gracias por acompañarme en esta aventura, Danny_Dream! ¿Se puede hacer contacto por el foro?
Otro buen episodio, bastante relajado después de las emociones del anterior. Me da la sensación de que guardas cosas para el final.
Tengo entendido que el episodio 20 es el último. Desde ya tengo las ansías a al máximo por saber como concluye la historia.
Saludos amigo.
¡Muchas gracias por leer y comentar, GoodBoy! Fue un mes de escribir, corregir, acertar y fallar… pero creo que lo mejor fueron los comentarios. ¡Saludos!