Orígenes de una vida sexosa
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Una amiga de la primaria me comentaba los varios chicos que la asediaban, mientras que a mí no me nacía ese interés por las chicas ni por los chicos… Eso terminó el primer día de clases en la escuela secundaria, cuando en la segunda clase, un profesor joven entró al salón y no pude evitar ver su paquetote. Esta clase, la de Español empezó a agradarme muchísimo, dejando de lado los remordimientos por ser gay.
Ese primer día, en mi casa ya, recordé cómo el profesor andaba por el salón, usaba un pantalón de vestir beige, con camisa de manga larga y corbata, hacía algo de calor y al quitarse el saco, no pude dejar de apreciar su musculatura natural de hombre esbelto, sus hermosas y marcadas nalgas por el pantalón ajustado. Me lo imaginé sin camisa mientras me empezaba a masturbar. ¿De dónde aprendí eso? creo que por instinto lo hice y fue la primera vez que eyaculé.
Para mi sorpresa, mi primo entró a mi cuarto justo cuando terminé (incluso de limpiar), con una actitud bastante extraña, me preguntó que cómo me había ido en mi primer día de clase. Yo, un poco asustado, balbuceé algo que no recuerdo bien. Se sentó al lado de mí y con un largo y tierno beso en la boca, calló las tonterías que estaba tratando de decir. Tan sólo tocó mis labios y yo reaccioné a los suyos, sabían tan bien. Luego, me echó fuertemente a mi cama y se me encimó, mi corazón latía desenfrenadamente, recuerdo bien eso, verle su hermoso rostro y su fresca figura me excitó demasiado y pronto sentí su erección, comenzó a frotarse en mí, mientras yo le tomaba con mis dos manos su nuca y le besaba como en ese momento Dios me dio a entender. En eso estábamos cuando me empezó a meter su lengua, estaba caliente, empezó a jugar dentro de mi boca y me daba empujones pélvicos cada vez más fuertes contra mi cuerpo; en ese momento, su paquete chocaba un poco más abajo que el mío, porque era más alto que yo. Terminó todo eso cuando escuchamos que alguien había llegado. Él se levantó y sólo dijo que le perdonara, yo me quedé ahí, extasiado, pero pronto reaccioné y me senté para que no se notara mi erección, tomé un libro, nos había interrumpido mi hermano mayor.
Me tardé unos días para saber lo que estaba pasando. Concluí que a mi primo que se llama Alan, yo le gustaba mucho y desde hace tiempo, esto porque siempre fue tan lindo y amable conmigo, incluso cuando hacía mis berrinches, él me apoyaba, siempre me abrazaba y yo me soltaba de él, porque a esa edad no me gustaban los abrazos, y entonces empezábamos a jugar. Pero se abstuvo de cualquier otro tipo de contacto por nuestra edad, ahora que veía que despertaba sexualmente, no pudo contenerse más. Esto me pareció fantástico, pero él se alejó de mí y esto fue muy doloroso, me confundí mucho y no sabía cómo acercarme nuevamente a él, como cuando yo era un niño.
Mi primo comenzaba la preparatoria ese mismo ciclo, y vivía con mi familia para estudiar, porque gran parte de nuestros parientes vive en pequeños pueblos donde no hay “buenas” escuelas como en la ciudad. Esto ya era tradición, varios familiares han hecho esto de quedarse en nuestra casa para lo mismo, como un tío, hermano de mi padre que estudió administración y apenas se había ido justo cuando Alan llegó.
Alan llevaba tres años en casa y para mí era un verdadero ejemplo a seguir por lo noble que era con todos. En ese entonces era muy delgado, blanco y con el cabello negro, liso y largo, a excepción de su cabello, era un típico chico skater, disfrutaba mucho de la ciudad con su patineta y sus amigos. Se dejaba su barbita y tenía unos ojos cafés bellísimos y con largas pestañas, sus rasgos eran finos, pero su vello facial lo hacían ver muy viril. Mientras él practicaba skate (la moda en ese entonces era ropa nada ajustada como la de hoy), yo pasaba mi tiempo en clases de natación –esto por los traumas de mi madre, que perdió a uno de sus tantos hermanos en el mar-, por lo que tenía un cuerpo bronceado y bastante bien formado (mientras escribo esto, me ayudo con algunas fotografías de la época).
Pasó el tiempo y como mis padres nos dejaban solos buena parte del día –creían que mis hermanos mayores estaban en casa, cuando se la pasaban en la calle todo el tiempo-, pensaba que tenía muchas oportunidades de acercarme a él y soñaba con que me besara nuevamente. Entré a Internet y busqué ayuda, pero pronto descubrí el mundo de la pornografía. Primero empecé con fotografías y luego con vídeos. Sólo veía, me masturbaba pero no eyaculaba porque sentía que abrirían la puerta de mi cuarto y me sorprenderían, incluso me daría vergüenza que me atrapara mi lindo primo.
Pero navegando por ahí, vi un vídeo en el que un hombre adulto y un chico de unos veinte años tenían sexo. Recordé a mi profesor, me di cuenta de que me gustaban los hombres adultos, pero quería mucho a Alan, y claramente yo también le gustaba. Ví sexo oral y anal en ese vídeo y me propuse complacer a mi primito, la porno era muy verbal, muy buena (lástima que no he vuelto a encontrar ese vídeo y ni supe cómo se llamaba). En sí, no era una película completa, apenas duraba entre cinco y diez minutos, pero al ver el rostro de placer, de seguridad, lujuria y de macho del hombre maduro al cojerse al chico, me di cuenta de lo feliz que podría poner a Alan si yo me le ofrecía.
Esperé un par de semanas y comprobé que nadie nos molestara. Él tampoco pasaba tiempo en casa desde que había pasado todo, o ahora cerraba la puerta de su cuarto (en realidad, son casas separadas, pero las casas están unidas por puertas como si fueran cuartos de una misma casa). Pero esa vez yo tomé las llaves de repuesto, y sabía que él aún no entraba a clases, además de que lo espiaba en las tardes y me fijé qué días no salía de las dos semanas anteriores.
Luego de pasar un rato en la alberca, regresé a mi casa y abrí con cuidado con las llaves de repuesto, entré sigilosamente hasta su cuarto y lo vi recostado boca abajo en su cama, estaba escuchando música con unos audífonos. Estaba en bermudas y una playera chica, delgada y clara, le pude ver su hermoso trasero, era tan redondo y hacía conjunto con sus lindas piernas, algo peludas. Le vi su espalda, era un chico delgado pero con un buen cuerpo, es muy activo, por lo que pensé que no se sentía bien al estar echado en la cama a esas horas, ya empezaba a oscurecer. Abierta su puerta, toqué en ella y le saludé, tenía pensado decirle algo más, pero por los nervios lo olvidé. Dio vuelta y recostado, me saludó también, pero le veía molesto o nvervioso, no lo sabía. Le pregunté que si se estaba bien, a lo que me contestó que sí, me miró y sonrió. Nos quedamos en silencio un rato, él con la mirada hacia abajo, y yo me recargué en el marco de la puerta, pero ya iba preparado.
Estaba usando un pantalón deportivo y una playera, la cual me la quité. Mi corazón latía muy rápido, y vi su hermoso rostro adolescente, me miró de arriba abajo, luego me quité los tenis y el pantalón, llevaba un speedo (así le digo a todos los trajes de baño para hombres tipo trusa), era azul eléctrico, sin haberlo usado realmente en la piscina. Alan se quedó atónito, pude ver o tal vez imaginé que pasó saliva con cierta dificultad. Como estaba recostado, se levantó y me dijo que me fuera, me puso su mano en mi pecho desnudo pero yo se la tomé con las mías y se la llevé a mis nalgas. Le tomé la otra mano sin soltarle la primera e hice lo mismo. Luego me acerqué a él y me puse de puntitas para poder saborear nuevamente su boca, ahora yo le metía la lengua, y me empecé a refregar en su cuerpo. Sus manos parecían temblar y estaban frías, pues estaban acariciándome el culo, empezó a meterme sus dedos en el ano sobre la trusa. Abrí el sierre de su bermuda y le tomé su verga, ya erecta, me puse de rodillas y se la empecé a mamar.
Creo que imaginé que tenía un ligero sabor a hierro, lo obligué a sentarse en su cama y saboreaba mucho ese trozo caliente de carne, se quitó la playera y luego la bermuda, me fijé que era realmente atractivo cuando el vi el rostro de placer, y lanzaba algunos gemidos cuando yo intentaba, sin éxito metérmela hasta la garganta. Mi primo me dijo que parara, que se iba a venir, yo me asusté un poco y me la saqué de la boca. Entonces fui yo quien lo lanzó a su cama y me puse encima de él, todavía tenía mi trusa pero ya mi verga estaba retumbando en mi traje de baño. Nos besamos nuevamente y le empecé a lamer la axila, luego tomé su mano y le miré a la cara, le empecé a chupar su dedo, primero el medio y luego él mismo me empezó a meter más, emulando a que se trataba de su verga la empezó a meter y sacar cada vez con más profundidad y con mayor rapidez, me estaba abriendo la boca. Comencé a frotar mi culo con su verguísima, yo hacía movimientos circulares de cadera y eso lo encendió mucho, me tomó de la cintura con sus dos manos y con un rápido y fuerte movimiento acompañado de una especie de rugido muy viril y lujurioso me acostó, quedando él entre mis piernas abiertas y él restregándome su verga.
Me quitó la trusa y empezó a lamerme el culo, mis piernas las puso sobre sus hombros. Todo lo anterior lo había disfrutado porque sabía que él estaba muy feliz, pero fue el momento en el que realmente sentí el furor del sexo, empecé a sacar quejidos de placer, pues aparte del cosquilleo, su aliento tan cerca de mi culo me hacía sentir que me iba a correr, pero no sucedía.
Pronto me di vuelta y quedé en posición “de perrito”, pero alzando el culo y bajando mi espalda, ofreciendo mi virgen ano a un chico loco por las hormonas. Pero se tranquilizó un poco y sólo me abrazó del cuello y me levantó, quedando nuestros cuerpos juntos y de rodillas, él atrás y yo dándole la espalda sobre su cama; me besó muy tiernamente mientras fruncía un poco el ceño y cerreba los ojos, parecía que sufría placenteramente el momento, yo nunca cerré los ojos cuando nos besábamos, porque realmente me parecía que su rostro era bello. En esa misma posición le tomé la verga y empecé a masturbarlo, para luego soltarme de él y chupársela, decidido a tragarme toda su leche, si no aceptaba mi culo, entonces le iba a robar todo su semen, me tragaría hasta la última gota. Empecé a chupársela ferozmente, quería que se corriera ya.
Quiero tu leche Alan, dámela ya…
Decía entrecortadamente, mientras seguía chupando.
Él no me contestaba, sólo se quejaba de placer. De pronto se corrió. Era demasiada leche y me tomó por sorpresa, todos los chorros llegaron a parar hasta el suelo, y mientras yo veía el espectáculo, no me dio tiempo de hacer nada, terminó de eyacular y me la metí nuevamente en mi boca hasta que se le fue la erección. Parecía cansado, por lo que se echó para atras y quedó acostado sin abrir los ojos, pero muy jadeante; yo me acosté con él y me recosté en su pecho, lo abracé y usaba su largo brazo como cojín.
Me quedé dormido.
Cuando desperté, seguíamos en la cama y me decía que yo le encantaba, que le gustaba mi boca, decía era pequeña, mis labios y mi piel, pues no sufría de acné gracias al Señor en esos momentos. Me empezó a decir que le gustaba mucho y que se sentía mal por eso.
-¿Pero por qué?, le pregunté
-Que por qué…, dijo con un tono de incredulidad
-A mí también me gustas, estás bien guapo, ¿he?- le dije. Él se rió. Su sonrisa, a no ser porque hacía mucho que no lo veía así, me pareció tan encantadora y viril.
Luego pensé que era muy afortunado, porque comentando con mis compañeros heteros de la escuela, todos soñaban con tener sexo con las hermosas chicas de la tele o al menos de la preparatoria (la escuela tenía secundaria y preparatoria, pero mi primo no estudiaba en ese mismo instituto), yo, ya había tenido sexo tan tierno, loco y satisfactorio a tan corta edad (y no me refiero sólo a este encontronazo), me sentí más maduro y realmente creo que me hizo crecer como persona…
Aunque los beneficios de esto los adquirí hasta la Universidad, porque ciertamente anduve en malos caminos durante la preparatoria con respecto a este tema.
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