OSCAR
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Oskar
Lo que les voy a contar aquí me sucedió hace algunos años atrás cuando viajaba por el interior del estado. Yo había vivido en una ciudad pequeña por seis años y dejado amigos ahí. Después cuando pasaba de viaje aprovechaba para visitar a los amigos. Uno de ellos era Andrés, un tipo buena gente, casado y con cuatro hijos.
Dos muchachos adolescentes y dos nenas bien pequeñas todavía. Aunque yo podía pagar hotel por cuenta de la empresa, Andrés siempre insistía en que me quedara en su casa. Yo aceptaba la invitación. En una de esas ocasiones que me quedé durmiendo en la casa del amigo, como a eso de la media noche para la una de la madrugada, cuando el cuerpo ya está con aquel sueño pesado, siento que alguien me está apretando por detrás. Asustado me vuelvo y veo que es Oskar, el hijo mayor de Andrés, un adolescente de dieciocho años.
–hey chavalo, que te pasa? Que estás haciendo aquí?-, le pregunto
-dejame quedarme aquí con vos un ratito-, me dice
-¿estás loco? Tu papá puede saber ¿qué es lo que estás queriendo conmigo?-
-¿de veras querés saber lo que mas quiero de vos?-
Hablá-
-quiero tocar tu pito. Dejame René que te toque la poronga-
-estás loco. ¿no ves que soy amigo de tu papá? ¿Como puedo hacer alguna cosa con vos sin traicionar la confianza que me tiene?-
-entonces solo dejame que te acaricie un poco. Solo eso. Dejame hacerte un cariño, René, por favor-.
Cuando el chavalo dijo eso lo hizo en tono de súplica y a esta altura de los acontecimientos mi verga estaba parada. Oskar era muy bonito, blanco, alto, flaco pero un poco musculoso. Débil como siempre a este tipo de pedidos, respondí:
-está bien, podés hacerme un cariño un ratito-. Entonces él comenzó a besar mi rostro, sentí su nerviosismo, su anhelo; su boca caliente fue bajando, besó mi cuello y llegó a mis tetillas, las besó, las mordió tan fuerte que me dolió. Las lamió como si fuera un gatito. La sensación fue tan buena que en ese momento no pensé más nada. Rápidamente me levanté de la cama y me dirigi a la puerta solo para cerciorarme de que esta estaba trancada.
-si voy hacer alguna cosa con vos, la voy hacer bien. Quitate la ropa-, ordené. El pibe obedeció y se quedó completamente desnudo, acostado de bruces, metiendo la cabeza en la almohada. Entonces yo comencé a darle un baño de lengua. Le besé el cuello, mordí sus orejas, lamí su espalda, pasé mi barba en sus gluteos duros, blanquitos, todos llenos de un vello rubio, muy lindo. Oskar se retorcía y la temperatura de su cuerpo comenzó a aumentar tanto que se transformó en una fiebre. Él entonces se volvió, me abrazó y me apretó con tanta fuerza que comenzó a faltarme el aire. Me besó en la boca, me mordió la quijada y el cuello
-pará, pará, mordida no que me vas a dejar marca-. Le dije. Él se contuvo.
-te quiero René, siempre te quise. Yo te miraba de calzoneta, un día llegué a verte el escroto, después yo me acababa en el baño haciéndome una rica paja imaginando tu escroto-, él me confesó. Yo escuchaba sorprendido porque nunca desconfié de nada. Lo había visto crecer, habíamos sido vecinos por seis años y solo en ese momento estaba conociendo los sentimientos del muchacho para conmigo. Correspondí al deseo contenido del pibe, le di mi lengua, la metí en su boca. Él casi que me la arranca. Yo sentía el pene bien duro de Oskar embarrándome la barriga de precum; me gustó. Entonces él paró un poco y mirándome a los ojos me pidió:
–desvirgame, René, cogeme bien rico por favor. Todo este tiempo no dejé que nadie me cogiera imaginando que tendrías que ser vos el primero-
-¿donde está el condón?-
-no tengo-
-entonces olvídalo-
-hagamos sin condón. Mirá yo nunca hice nada a no ser masturbarme con otro y yo te conozco, sé que le sos fiel a María. Yo confío en vos-. Y esto último era verdad. Nunca em ocho años de casado había tenido sexo fuera de la casa. Era un marido fiel. Por todo eso y sabiendo que no había ningún riesgo, le contesté al pibe:
-está bien. Ponete en cuatro patas entonces. Te voy a coger como a los perritos-. Él obedeció, se quedó de cuatro patas e hizo cuestión de abrir bien las piernas y ofrecerme su culo en pompa. Mi verga estaba bien lubricada con el precum. Tomé precum de la verga de él y la pasé por su ano. Él continuaba ardiendo en fiebre. Le arrimé mi verga a su ano y se la empujé despacito. Entró fácil, creo que él contribuyó bastante, abría el ano y el lubricante hizo su parte también. Oskar aplastaba mi verga con su esfinter. Era tan apretado aquel culo que me dolía cuando se la iba metiendo.
-ay que rico, que sensación tan buena sentirte dentro de mí, René. Vamos René metémela toda, metémela con fuerza-, invitó el pibe.y yo se la metí con fuerza, castigué aquel culo, le rasgué todos los pliegues, lo desvirgué bien sacándole un poco de sangre. Sentí que me corría y sentía también que me estaba muriendo del placer que aquel ardiente chico me proporcionaba. Quise gritar y tuve que morderme los labios. Eyaculé chorros de semen en el culo del pibe. en ese momento él también se corrió y ni siquiera tocó en su verga. Retiré mi pene del culo dilacerado y me acosté cansado.
Él vino y me abrazó, estaba llorando. Le besé tiernamente en la boca, Le pasé mi mano por los cabellos. No hablamos más nada. Poco tiempo después salió del cuarto. Cuando me quedé solo pensé mejor en lo que había hecho. Mi conciencia me acusó. Me senti un hijo de puta, un traidor. Mi amigo me había recibido bien y yo en cambio le había follado al hijo. De mañana a la hora del desayuno, Oskar me mira con ojos de felicidad, yo en cambio me siento culpable, avergonzado. Me despido de Andrés y me dirijo al carro. Oskar me pide aventón pues va para la facultad. Se sube en el carro.
-te quiero, René, siempre te querré-
-perdoname, Oskar, yo no debí haberte hecho lo que te hice-
-me está doliendo el orto pero va a pasar. No te sintás culpable. Fui yo quién te buscó-. Lo dejo en la facultad. Se despide.
-dale mis recuerdos a Maria y a los niños-
-gracias. Se los daré-.
Nunca más ocurrió nada entre los dos. Pero hasta ahora me acuerdo de aquella noche de amor tan sabrosa.
fin
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