OSCAR EL CHUPAPOLLAS
Con su cara de niño camelaba a todos los mayores para chuparles su semen como un vampiro.
Oscar era un chavalín de 14 años, alto y delgado. De pelo lacio y moreno cuyo flequillo le cubría su cara aniñada poniéndosele entre los ojos, lo cual le daban un aspecto frágil y delicado, pero nada amanerado. Siempre iba desnudo por toda la isla luciendo su largo y delgado pene poblado con pelo abundante, miembro no muy grande pero al ser delgado daba la impresión de que era más largo. Un pene fino con el que se follaba a chavalillos de 11, 12 y 13 años… aunque también se acostaba con gente de 14, 15 y 16. Le gustaba ‘culear’ (o dar por culo): vamos, follarse a todo lo que se moviera… Sin embargo rehuía de aquellos muchachos más fuertes que él porque no quería ser follado. Tenía aún su culo sin estrenar y obtenía el líquido vital mamando penes.
Oscar tenía la reputación de macho… Quitando sus affaires con niños pequeños –siempre prefería de algo menos de su edad para ganarles por fuerza y que no le follaran–, le gustaba ir a chupar pollas a los mayores. Siempre se iba al pabellón cinco, donde estaban los hombres de mayor edad –aunque muchos de ellos no la aparentasen, ya que se envejecía perdiendo más semen del que se daba, por lo que los chupapollas-tragasemen siempre parecían más jóvenes de lo que eran.
Tras follarse a un niño regordete bajito y pelirrojo, un pecosín de pelo rizo en el que echó su tercera corrida de la tarde, Oscar se encaminó al pabellón de los mayores. Allí me pilló a mí, 44 años. Me dirigía al borde de la piscina a tumbarme al sol cuando Oscar apareció corriendo. Sin darme cuenta de su presencia Oscar me bajó mi speedo negro dejando al sol mi polla regordeta y mis grandes cojones.
Cuando le vi Oscar ya estaba de rodillas y tenía mi polla entre sus gruesos labios. Me miró con esa carita de niño bueno que no le pude decir que no.
Ohhhhh -exclamé cuando su lengua lamió mi glande
Bajé mi mano y apreté su cabeza contra mi pubis para meterle todo el pene hasta la garganta. Oscar se atragantó de lo grande que era, y con su mano se apartó hacia atrás mirándome fijamente con su carita de crío dándome pena. Y él mismo se metió mi polla entera de un golpe hasta su glotis empezando a autofollarse fuerte sacando y metiendo mi pene de su boca hasta la campanilla. No hizo falta mucho para que me corriera en el interior de su garganta.
Oscar me volvió a mirar con esa carita de bueno sacando mi pene de su boca y enseñándome su lengua blanca, cubierta de mi semen.
Le empujé su cabecita hasta mi pubis clavándole en lo más hondo mi miembro vertiendo tres trallazos más de lefa en el fondo de su garganta.
–Hummm, hummm gimió Oscar degustando la rica lefa.
Me miraba con sus ojitos mientras se sacaba y se metía mi polla hipersensible al rozar con su tierna boquita.
–Ahhhhgggg ahhh ¡¡Dios mío!! ¡¡Qué bueno estás! –le dije mientras traía su cabeza con mi fuerte mano agarrándole el cogote, hasta que tocó con su nariz mi vello público de nuevo. Ahí le sujeté firmemente mientras dos trallazos más de lefa salían con fuerza en el interior de su garganta.
Oscar rechupeteaba mi pene con su lengua y tragaba.
Me había escogido a mí por mis huevos grandes que marcaban paquete en el fino speedo de lycra con el que me iba a bañar. Yo tenía unos huevos gordos, como melocotones, con la piel fina como la fruta, lo cual los hacía muy sensibles y provocaba que con suaves caricias con su manita o lengua me corriera casi inmediatamente.
Oscar supo donde elegir: cogió mis huevos por grandotes –si un niño pequeño chupaba gran cantidad de semen no tenía que recargar tan a menudo, chupando muchas pollas–. Por eso a Oscar le gustaban los huevos grandes y las pollas no muy largas y gordas.
Tenía mi pene a cien… Oscar mamaba como si de un biberón se tratara.
Me volví a correr otros tres trallazos, y sintiendo que me venía una nueva carga de lefa agarré la cabecita de aquel chaval y le dejé casi sin respirar apretándole en mi cuerpo. Oscar estaba con su nariz clavada en mi pubis y con mis 15 centímetros de pene grueso soltando semen en lo hondo de su garganta, a la par que olía mi sudor, olía a hombre, a macho… que se iba a lavar en la piscina.
La situación me excitó tanto, me excitó tanto poseer a este niño y su cuerpo delgadito y desnudo, que me miraba con su carita de bueno denostando fragilidad, que me sentí un poderoso abusón.
–Ostias! que me ahogas! ¡No puedo respirar! –clamó Oscar separándose con fuerza de mi cuerpo. Sacó su lengua y me lamió desde los cojones hasta el glande, zona hipersensible, mientras con un dedito me tocaba el perineo… ¡¡estaba a punto de correrme otra vez!! ¡¡La tercera!! ¡¡Cómo mamaba este chaval!!
Lo quise apartar. Tres corridas seguidas era mucho semen donado… pero Oscar, de rodillas, desnudito, frente a mí, que permanecía de pie, inmóvil, con mi speedo en los tobillos, me puso otra carita irresistible que no me pude aguantar y me dejé chupar por él y su boquita linda.
–Ahhggg ¡¡que me corro!! ¡¡que me corro!! ¡que me vuelvo a correr!! –y apreté de nuevo la cabeza de aquel muchachito enclenque contra mí dándole de mamar, de nuevo mi leche.
Oscar se la tragó todita y se relamía el muy cabrón. Me había ordeñado como nadie.
El, saciado como estaba, me soltó y se marchó como había llegado, sin darme cuenta, relamiéndose los restos de semen que aún le quedaban en los labios. ¡¡qué tres corridas me había robado!! Pero yo era feliz con la supermamada que me había hecho. Con el speedo aún en los tobillos caí sentándome en el césped. Ahora tenía que recuperarme.
Este relato merece continuar
como sigue?
…crearé una continuación ya que os gusta… pero con tiempo