Otra forma de tener sexo.
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Hola, me llamo Gabriel y vengo a contarles lo que pasó con mi amigo Jean Carlos.
Hace como dos semanas por andar de curioso descubrí esta página y leyendo algunos relatos me animé a escribir el mío.
Mi nombre ya lo saben, así que me describo, tengo 19 años, soy de estatura promedio 1.72, delgado, piel blanca, algo pálido, cabello negro y ya está no tengo mucho chiste.
Con respecto a mi sexualidad, no me gusta definirme, tampoco lo declaro, es decir, los heteros no lo hacen, soy un chico con gustos muy amplios y ya está.
Hace año y medio que vivo en Caracas, me mudé por cuestiones de estudio pues soy de un pueblo del interior, mi familia es algo acomodada así que mi papá me paga un apartamento aquí en la capital.
En la facultad conocí a Sabrina, nos hicimos amigos muy rápido, siempre hacíamos los trabajos juntos, una vez teníamos que hacer una dramatización y ella me invitó a su casa a ensayar, ahí conocí a Jean Carlos, su hermano menor, tiene 17 años, salió hace unos meses del bachillerato y está esperando para entrar a la universidad, es de mi estatura, cabello castaño, ojos oscuros, piel blanca, la diferencia es que en él siempre había un pequeño rubor en sus mejillas.
Jean y yo nos hicimos amigos ese día, incluso me pidió el número de celular, hablamos por whatsapp a diario, nos hicimos algo parecido a mejores amigos, en realidad creo que él me veía como un hermano mayor y yo lo veo a él como mi hermano menor (soy hijo único).
Bien, vamos a lo que importa.
Hace un tiempito salimos a una fiesta, mi grupo de la universidad más Jean que aparte de ser hermano de Sabrina era como el protegido de todos nosotros.
A eso de las tres de la mañana, Sabrina decide irse, cosa que nadie aprobó pues queríamos amanecer para luego irnos a la playa, pero ella no estuvo de acuerdo.
Jean no quería irse pues estaba bastante ocupado con una muchacha que había conocido ahí mismo en la fiesta.
Todos nosotros le insistimos pero ella nunca cedió.
Ella quería que Jean se fuera con ella, aunque él no quería, tampoco era una buena opción que se quedara porque tenían que llegar juntos a la casa y a Sabrina no le hacía gracia dejar a su hermano solo con nosotros, aunque su hermano era peor de inventor, Jean es menor de edad y que se fuera solo después tampoco era muy bueno.
Enrique (un amigo) dijo que cualquier cosa él le daba la cola a su casa, que lo dejara quedarse que estaba con la muchacha y que lo dejara disfrutar, Sabrina dudó un poco, yo le dije que se quedara tranquila que yo mismo lo dejaba en la puerta de su casa en caso de que Enrique falseara.
Lo cierto es que de tanto insistir ella aceptó, pero que se fuera antes de las 6 para que sus papás no se dieran cuenta.
Como a los 15 minutos de Sabrina irse, la chama con la que estaba Jean se fue con su grupo.
Enrique, Samuel, Isa, Mercedes y yo habíamos bebido lo suficiente para ponernos bien contentos, Jean no había bebido y como la fiesta se estaba apagando, Enrique decidió llevarnos para dormir un poco y pasar a las 9 para irnos a la playa.
Por cosas del destino, ve a saber por qué, cuando Enrique me dejó a mí, Jean también se bajó, cosa que no entendí pero tampoco le pregunté.
Disculpen el vocabulario venezolano pero escribiré los diálogos usando más o menos la mismas palabras, pues tampoco lo recuerdo tal cual (sí, hablamos feo).
Yo: ¿Epa marico y por qué te bajaste? Enrique te iba a llevar a tu casa.
J: Ya va, yo pensé que tú me ibas a dar para el taxi porque Enrique no podía.
Yo: Tú eres guevón, Ernique te iba a llevar.
J: Marico te juro que entendí que Enrique no podía y que tú me ibas a llevar hasta la casa.
Y se reía.
No dije más nada, subimos hasta el apartamento, encendí el aire acondicionado, tomé agua a morir, me quité los zapatos y me desabroché la camisa.
Jean pasó al baño y cuando salió se tiró en mi cama.
J: ¿Entonces marico?
Yo: ¿Entonces qué?
J: La plata no me alcanza para irme en taxi, me deben dejar en la calle.
Yo: ¿Cuánto tienes? Te pongo la mitad.
J: Marico mejor espero a que aclare y así nos vamos juntos y después que Enrique pase por allá.
Yo: También es una opción, deben ser como las cuatro y media, pero quiero dormir un rato.
J: Vente pues, yo te doy un lado.
Yo: Quítate los zapatos, maldito, tú no me lavas.
Me levanté apagué la luz, y me tiré en la cama, hablamos un momento pero tenía tanto sueño que ni siquiera podía hablar bien.
Estaba acostumbrado a dormir solo y como Jean se movía demasiado no lograba quedarme dormido.
Hice un comentario por eso, sin llegar a pensar que podía llegar a pasar algo que hasta ahora nunca me lo había imaginado.
Yo: Coño weón pero quédate quieto no me dejas dormir.
J: Es que quedé picao, marico.
Yo: ¿Picao de qué?
J: Con la chama marico, nos metimos pero o sea había mucha gente pues, lo que hizo fue alborotarme.
Yo: Me pasa, dejan a uno con una parasón de guevo y se van.
J: Sí chamo, ando quesuo hasta los huesos.
Yo no dije más nada, me quedé pensando, yo también había quedado con ganas, y nuestra conversación por alguna razón me había causado una erección.
Me puse a pensar cosas, viejas experiencias y eso, el pene ya me dolía de la erección.
A mí lado escuché a Jean empezar a suspirar muy suave y sentí mucho movimiento de su lado.
Yo: ¿Marico te estás haciendo la paja en mi cama?
J: Sí marico.
Yo: ¡¿Eres medio guevón?! Vete al baño.
J: Me da flojera levantarme.
Y seguía riéndose, menos mal que no había tomado porque ebrio seguro era más insoportable.
Yo: Si me manchas las sabanas le voy a decir a doña Ana que me las lave.
(Ella era su mamá).
J: Acompáñame para no hacerlo solo.
Sus palabras me dejaron pensando, yo tenía muchas ganas y la idea de hacerlo me excitaba muchísimo.
Yo: Espérame pues.
Nunca he sido penoso para mostrar mi cuerpo, así que bajé mi pantalón hasta medio muslo, mi pene saltó de mis bóxers, aunque aun me cubría la sabana.
Ya mis ojos se habían adaptado a la oscuridad así que prácticamente podía ver bien.
Por alguna razón sentí una curiosidad increíble por voltear y ver a Jean y lo hice.
Estaba apoyado con un brazo en la cama mientras que con su otra mano se masturbaba, él no se había bajado el pantalón, se lo sacó por el cierre, cruzamos miradas y nos reímos.
Ninguno tenía la intensión de provocar al otro, simplemente éramos dos amigos masturbándose.
Yo me quité la sabana y me mostré muy confiado, Jean ni se inmutó, hasta ahora todo bien, pero él empezó a rozar su pierna con la mía, al principio creí que era sin querer pero luego lo hizo de forma más descarada, hasta que me montó la pierna completa sobre la mía, le dije entre risas.
Yo: Ah pues, eres medio marico, déjame hacer tranquilo.
J: Necesito más.
Me quité su pierna de encima
Yo: Tómalo pues.
Todo eso lo dijimos en forma de juego, hasta ahora no tenía la más mínima intención de hacer que pasara algo, es más, ni se me cruzaba por la cabeza, para mí todo era cosa de amigos, tampoco era la primera vez que lo hacía.
J: Vamos a hacerlo pues.
Volvió a subir su pierna esta vez rozando mi pene, eso me hizo sentir raro.
Le seguí el juego, le bajé la pierna y me acerqué, pero juro que no tenía la intención de hacer nada.
Le puse la mano en el pecho se lo toqué un poco, él estaba marcado, luego le quité la mano y me reí.
J: Eso es todo.
Yo: ¿Quieres más?
J: Sí.
Yo: Vamos a darle pues.
Y todavía yo seguía viendo la cosa como un juego.
Él abrió sus piernas y yo me posicioné encima, nuestros penes se tocaron y sentí una ola de placer increíble, ahí la cosa se puso sería porque ya no me estaba riendo.
Jean me abrazó por el tronco para pegar más nuestros cuerpos, yo puse ambos brazos a los lados de su cabeza para mantenerme erguido sobre él.
No sé si era porque estaba excitadísimo pero tuve ganas de besarlo en la boca, aunque no lo hice, pero sí besé su cuello y vi como él me daba espacio dejando más piel que besar.
Me aparté y quedé sentado sobre su erección, me quité la camisa de forma divertida, tratando de parecer sexy, Jean se rió.
J: Si eres marica.
Yo: Cállate.
Tiré la camisa por ahí y me acerqué a él para quitar la suya, las manos me estaban temblando.
Jean se sentó en la cama y yo quedé sobre él mientras a duras penas intentaba desabrocharle la camisa, miré su cara y todo el acto me estaba pareciendo demasiado loco, Jean se veía demasiado erótico con esa mueca de niño malo.
En esa posición él me besó en la mejilla y fue bajando hasta mi cuello, dejándolo mojado por su saliva, suspiraba cerca de mi oído y su barba en crecimiento me picaba pero todo me estaba gustando.
Yo lo empujé y él quedó acostado con la camisa que le dejaba al descubierto medio pecho.
Fui besándole del cuello para abajo, su cuerpo tenía forma y no me desagrado, no sé, si era por el alcohol pero me gustaba, mordisqueé sus pezones aunque no duré mucho ahí, seguí bajando hasta que llegué a su ombligo y bajé sólo un par de centímetros más, podía sentir el vello en mi barbilla, entonces me detuve, tomé su pene en mis manos y lo manoseé con fuerza, dejando su glande al descubierto, Jean rió muy fuerte y por alguna razón yo también lo hice, a pesar de que la cosa no era para nada graciosa.
Pensé en metérmelo en la boca por un momento, pero no lo hice.
Subí de nuevo y lo abracé con fuerza dándole la vuelta, esta vez él quedó arriba.
Me bajé el pantalón lo más que pude.
Él seguía con la camisa puesta pero desabotonada.
Yo: Quítate el pantalón.
¡Mierda! Mi voz sonaba demasiado ronca.
Él lo hizo, aunque no se lo quitó del todo, sólo se lo bajó, mostrando su erección, se veía imponente, no sabría calcular su medida, pero pequeña no era, y no es por presumir pero la mía tampoco.
Yo no me resistí y le toqué el culo, le apreté las nalgas, le daba pequeñas palmadas y él se dejaba, era obvio que le gustaba también.
Se posicionó a cuatro patas por encima de mí y me empezó a besar en la cara y el cuello, besaba en todas partes menos en mi boca.
Empezó a hacerme lo mismo que le había hecho yo, bajó besando todo mi cuerpo, chupando y mordisqueando levemente, seguro iba a dejar marcas.
Jean: Coño marico pero estás bueno.
Dijo y yo no supe que responderle, la voz no me salía.
Yo no estaba demasiado marcado pero sí tenía forma en los pectorales y los abdominales.
Él bajó hasta que estuvo a la altura de mi pene, me masturbó unos segundos pero tampoco hizo más nada.
Subió nuevamente y restregó su erección con la mía y gemí fuerte porque estaba tan sensible por el contacto que lo sentí demasiado.
Jean empezó a besarme en el cuello nuevamente, mi espalda se arqueaba, estaba sintiendo demasiado gusto.
Empecé a tocar su cuerpo con mis manos, acariciándole a mi antojo, me apetecía recorrerlo completo.
Llegué al lugar en donde nuestros penes se encontraban y empecé a masturbarnos a ambos de forma frenética, entonces él también empezó a gemir.
Yo estaba demasiado excitado y ya necesitaba terminar, pero me faltaba más, quería penetrarlo, en serio me moría por hacerlo pero él no me lo pidió y yo no se lo dije.
A pesar de todo seguíamos sin ir más allá, y no creo que fuese por falta de ganas o por cuestión de orgullo.
Lo cierto del caso es que me volví a girar y él quedó nuevamente debajo de mí.
Jean tomó nuestros penes y empezó también con el movimiento, yo le ayudé moviéndome como si lo estuviera penetrando.
Sudábamos, su abdomen y el mío formaban una pequeña capa de humedad cuando se tocaban, todo era demasiado mojado y me encantaba.
Él soltó nuestros penes y yo empecé a moverme como loco, ¡Dios! Todo era tan placentero, descubrí que no me hacía falta meter mi pene en ningún lado, todo estaba bien así.
Jean dejó caer sus brazos a un lado, dejándome a mí moverme como quisiera, de vez en cuando decía que me moviera más rápido.
Vi en él esa expresión que ponemos todos los hombres al tener sexo, esa cara que hacemos creyéndonos sexys, bueno, en Jean era sexy, quizá porque tenía cara de inocentón, aunque obviamente no lo era, y yo tampoco.
La cabeza de nuestros penes se tocaban una y otra vez y a causa del movimiento, el glande quedaba al descubierto cada vez que subía y bajaba.
Entonces perdí el control, sentí que me iba a correr, no sabía si Jean quería que lo hiciera sobre su cuerpo así que se lo dije.
Yo: Weón me corro, ya no puedo más.
Él no dijo nada sino que apretó su cuerpo contra el mío, yo metí los brazos por debajo de su cuerpo y también lo abracé con fuerza mientras me seguía moviendo, no tardé demasiado, pronto sentí lo caliente del semen manchar nuestro abdomen, gruñí con fuerza para no gritar por el orgasmo fue tan fuerte, tan placentero, casi doloroso.
Jean me abrazó con mucha fuerza, casi me crujieron los huesos de la espalda, entonces me di cuenta que él también se estaba corriendo.
Con la poca fuerza que me quedaba empecé a moverme en círculos sobre su pene para darle mucho más placer, Jean me araño la espalda pero no me importó.
Caí desplomado sobre él, sin nada de fuerzas, puse mi cabeza a un lado de la suya, mientras él me acariciaba el pelo.
Hundí mi cara en la almohada mientras me reponía, no tenía ganas de levantarme o tal vez no quería.
Sentí lo mojado y viscosos que quedamos, pues el sudor empezaba secarse con nosotros encima.
Como pude me aparté y me eché a un lado, viendo el techo, pensando en lo que habíamos hecho.
Yo no estaba arrepentido, a pesar de que siempre me pasa, esta vez no fue así, es más, me había gustado demasiado.
Jean se quedó callado, también tenía la mirada perdida en el techo, lo sé porque me moví para pasarle mi camisa para que se limpiara.
Él lo hizo y luego me la pasó para que yo también lo hiciera.
Jean: Ahora sí quiero dormir.
Dijo sonriendo a pesar de todo.
Tampoco estaba arrepentido y eso fue un alivio.
Miré la hora en mi celular porque ya estaba empezando a aclarar, eran las 6:25 más o menos, así que me senté en la cama, aun me faltaban las fuerzas.
Vi que tenía mensajes de Sabrina, así que la llamé.
Le dije que su hermano estaba conmigo y que ahorita nos íbamos a su casa, que estuviera pendiente para que nos abriera.
Jean se sentó en la cama también y se acomodó la ropa, que por suerte no estaba manchada pero olía a sexo evidentemente.
Yo me puse un mono y un suéter, me lavé la cara y los dientes, Jean no tuvo problema en usar mi cepillo así que luego de vestirnos, llamé a un taxi y ambos bajamos a esperarlo.
Ambos estábamos como si nada, aunque él iba colorado, las orejas las tenía rojas y los dos teníamos pequeñas marcas rojizas en el cuello.
Llegó el taxi y no tocamos más el tema, aunque me fue difícil no mirarle de reojo cuando estábamos en la playa.
Ninguno de los dos habla sobre lo sucedido, aunque creo que no está arrepentido pues me sigue tratando como siempre, y pienso que la razón por la que no se ha repetido eso es porque no hemos vuelto a quedarnos solos, él no da el primer, paso y yo tampoco, y así está bien porque no quiero algo obvio y predecible.
No hizo falta que ninguno se metiera el pene dentro del cuerpo para disfrutar, descubrí una nueva forma de sentir placer.
Tener verdadero sexo hubiese arruinado la amistad.
Jean no es gay, hace poco me enteré que tiene novia, aunque está claro que hetero tampoco es, y yo, bueno, ya saben, no me etiqueto, sólo disfruto.
Me he dado cuenta que a pesar de todo hay discriminación de parte de los homosexuales hacia los bisexuales, no sé si eso soy y no me importa, por ahora estoy bien así.
Gracias por leer esto, no sé si cuenta como relato erótico, pero es sólo mi experiencia.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!