OTRA VEZ FERNANDO
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por zoohot.
Mi iniciación sexual con Fernando había llegado al límite del sexo oral. A esta altura de mi vida, recuerdo y entiendo que él no se animaba a llegar a más conmigo; si bien me hacía mamar su verga hasta eyacularme dentro de mi boca y pasaba largos ratos lamiéndome y estimulándome mi ano con su lengua y sus dedos, no llegaba a intentar una relación profunda de penetración anal.
Sin embargo, habiéndome estimulado tanto con sus lamidas en mi ano, yo sentía atracción por experimentar más con él. Ya disfrutaba mucho de verlo desnudo y erecto, succionar su pene y sus bolas, gozar su cuerpo fuerte y musculoso cuando me abrazaba y saborear su lengua húmeda y caliente en mi boca.
Las experiencias sexuales se habían producido durante ese verano, cuando yo era invitado por su familia a pasar las tardes disfrutando de su piscina y, ocasionalmente, cuando quedábamos solos Fernando y yo. Tanto me habían gustado esas experiencias, que constantemente insistía en visitarlo con la excusa de pasar un día de piscina en su casa, por lo menos así lo entendían sus padres y los míos y por eso era invitado con frecuencia.
Pero en realidad, yo lo deseaba a él, poder encontrar un momento para estar juntos y gozar de su cuerpo. Vivía pendiente de Fernando, espiando desde la ventana de mi cuarto todos sus movimientos (si estaba en la casa, si salía, si volvía…). A mis 12 años, recién insinuándose mi propia sexualidad, había quedado prendado de él y constantemente deseaba estar a su lado, pensaba en su cuerpo desnudo, su verga erecta, sus bolas, sus pendejos, su cuerpo, su pelo, su aliento, sus olores. Ahora recuerdo que Fernando trataba de evitarme, seguramente temeroso de que se descubriera o notara lo que pasaba entre nosotros. En mi frenesí pre adolescente, lo buscaba ansiando poder llevar su sexo a mi boca y sentir su eyaculación, mamando sus líquidos seminales calientes y espesos.
Así, lo fuimos haciendo muchas veces más. Hasta que un día fui invitado a pasar una tarde de piscina, y supe que sus padres saldrían de paseo. Le encargaron a Fernando que se ocupe de atenderme y cuidarme, que preparara la merienda y esté atento en todo para conmigo. La noticia me entusiasmó, porque entonces tendríamos un rato para estar solos y poder gozar del sexo.
Estuvimos en la piscina, hasta que sus padres se despidieron de nosotros dejándonos una serie de recomendaciones. Una vez solos, le dije que no quería estar más en la piscina, que me llevara dentro de la casa. Fernando entendió bien el mensaje y así lo hizo; yo noté que mientras nos secábamos, a él se le marcaba bajo su bañador una imponente erección.
Recuerdo que noté a Fernando algo más ansioso que otras veces anteriores, me miraba en forma especial ese día. Yo también estaba muy excitado. Cuando nos encerramos en su cuarto, ambos estábamos muy erectos, pero él jadeaba más que otras veces y me miraba en forma especial. Esa tarde yo tomé todas las iniciativas, le pedí que se acostara en la cama boca arriba, con sus manos en la nuca mostrándome sus axilas velludas. Me acosté sobre él y le busqué la boca y la lengua, le recorrí todo el cuerpo con mi boca. Mamé su enorme verga y sus huevos un largo rato, pero Fernando no quiso eyacular. Me recostó a mí en la cama, jadeando fuertemente, me abrió las piernas y lamió y chupó mis nalgas y mi ano con desesperación, durante mucho tiempo, haciéndome gemir de placer.
En un momento se retiró y volvió enseguida con un pote de crema para manos. Me lamió el ano un rato más y luego, con sus dedos, comenzó a colocarme crema en el culo, introduciendo sus dedos muy profundamente (uno, dos, tres dedos), mientras jadeaba como un búfalo y me decía cosas obscenas. Noté que se colocó mucha cantidad de crema en su verga, me recostó boca abajo y me cubrió con su cuerpo caliente. Con sus rodillas separó mis piernas, dejándolas bien abiertas, y sentí que colocaba la cabeza de su verga en la puerta de mi ano, haciendo movimientos circulares, hasta que la introdujo y empujó un poco.
Allí grité porque sentí un gran dolor. Pero Fernando estaba descontrolado, no le importó mi grito ni mi leve intento de resistir. Me aferró fuertemente el torso con sus brazos y empujó nuevamente con fuerza. Grité nuevamente, el dolor era intenso, pero ya sentía todo el tremendo pedazo de su verga caliente dentro de mi recto, creí que iba a estallar.
En medio de ese frenesí, ya sentía los pendejos de Fernando rozando la parte superior a mi ano, el calor de sus huevos calientes fuera de él. Él hacía movimientos circulares con su cadera, revolviendo su pija dentro de mí. Ya no sentí dolor, completada la dilatación de mi ano y mi recto, todo era placer.
Recuerdo que en esa situación, Fernando envolvió mis piernas con las suyas y las cerró, haciéndome sentir mucho más su pene dentro de mi culo. Así, completamente envuelto entre sus piernas y sus brazos, comenzó a bombear primero suavemente, y paulatinamente aumentando la intensidad. Sentí su cuerpo tenso, caliente, presionándome. Bombeaba cada vez con más fuerza, mientras me chupaba y mordía la nuca y me decía cosas calientes y obscenas.
Me abandoné a toda esa masa de sensaciones de placer, sin imaginar que llegaría lo mejor. En un momento Fernando dio un fuerte gemido y sentí como eyaculaba abundantemente dentro de mi culo. Fue una sensación inolvidable y hermosa. Después de eyacular, quedamos así prendidos, abotonados y rato. Yo sentía en mi espalda su pecho, como le latía el corazón, su calor, su sudor, sus olores a macho.
Fue retirando suavemente su verga de mi culo. Cuando al fin la sacó sentí que estaba abierto, había sido desvirgado, cojido y preñado de semen caliente.
Fernando me llevó al cuarto de baño, lavó su verga y me sentó en el bidet. Con su propia mano lavó mi culo con abundante agua y jabón líquido, no sin introducirme sus dedos. Al mismo tiempo, me besaba en la boca.
Luego me llevó nuevamente a la cama y los acostamos juntos. Él me pidió que me recostara sobre su cuerpo, me acarició y jugó con su lengua en mi boca un largo rato, mientras me pedía que nunca cuente a nadie lo que habíamos hecho, que era algo solamente nuestro, nuestro secreto.
Fue muy hermoso ese rato que pasamos así, abrazados, pudiendo disfrutar sus caricias, el calor de su cuerpo y sus olores de macho. Después, cuando noté que él estaba nuevamente erecto, me preguntó si quería otra vez. Le dije que sí, y repitió el coito con igual fuerza e intensidad.
Ya de regreso en mi casa, tuve que elaborar la experiencia vivida. Esa noche casi no pude dormir, pensando. Sentía mi ano abierto, y todavía me parecía percibir la sensación del semen que me había colocado en el recto. Me había gustado, y mucho.
Pero fue la única vez que Fernando me penetró. Luego de ese día, paulatinamente fue tomando distancia de mí y, una vez terminado el verano, no volvimos a reunirnos. Ahora, en mi edad adulta, entiendo que se había asustado por lo que había hecho, temeroso de que yo lo contara y ello le provocara algún problema familiar.
Pero fue una experiencia positiva para mí, no traumática. Seguí creciendo y viviendo mi adolescencia sabiendo todo lo que significaba ser completamente poseído por un macho. Y FUE HERMOSO.
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