Otro cine
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por deepin.
2. Otro cine
Convivo con una mujer desde hace unos quince años. Anteriormente tuve dos parejas, también mujeres, durante períodos de unos diez años cada una.
La primera muy pasiva y sin ningún tipo de interés en el sexo. Debo decir que quizás fue debido a mi inexperiencia, ya que éramos bastante jóvenes.
La segunda, igualmente pasiva, solamente se abría de piernas y esperaba, pero nada más. La vez que intenté que me la chupara, un poco más y vomita y si yo intentaba comerle el coño, cerraba las piernas. Decía que le hacía cosquillas. Un día, mientras estábamos follando en la posición habitual me chupé un dedo y se lo metí por el culo y se alteró mucho. Nunca más volví a intentarlo y el sexo con ella siempre fue monótono y aburrido. Parecía que para ella era un trámite.
Los primeros años junto con la mujer que ahora es mi pareja fueron de una actividad sexual fantástica; lo probábamos de todas maneras y ella era muy activa también. Incluso en ocasiones filmaba nuestras sesiones de sexo y todavía guardo los vídeos, que de vez en cuando miro.
Durante aquellos años yo no necesitaba ninguna otra persona para satisfacer mis deseos porque con ella tenía suficiente.
Desgraciadamente, las cosas cambiaron cuando, después de una enfermedad, le recetaron unos medicamentos crónicos que provocaron que su libido bajara niveles demasiado bajos para sentir deseo sexual y aunque en las pocas ocasiones en que yo insisto mucho ella responde, lo hace por mi y ella no disfruta como antes.
Eso provocó que yo comenzara a tener otro tipo de fantasías más privadas e íntimas y en cuanto tenía alguna oportunidad me masturbaba con imágenes de pollas, aunque cuando pensaba en el contacto directo con un hombre me parecía algo impensable, quizás por edad, por educación o por cultura.
Me he metido toda clase de objetos por el ano; desde pepinos, zanahorias o calabacines hasta cualquier cosa que tuviera una forma alargada y redondeada sin aristas.
No es que no disfrutara del poco sexo con mi mujer, pero necesitaba mucho más, ella ya no me hacía las cosas que me gustaban y no podía disfrutar como yo quería. Antes de ella había tenido algunas experiencias con hombres, pero al conocerla eso se había acabado, pues como ya he dicho al principio ella me satisfacía y solamente pensaba en el sexo con ella y nadie más.
Pasaron algunos años teniendo fantasías secretas que yo pensaba que nunca dejarían de ser fantasías, pero una tarde en la que estaba sólo masturbándome con la imagen de alguien follándome la boca y tenía tiempo, me armé de valor y fui a un cine porno sin saber exactamente qué encontraría allí.
Entré y después de dejar que mis ojos se acostumbraran a la oscuridad pude ver que la sala estaba casi vacía. Había varias personas sentadas esparcidas por la sala y muchas butacas vacías. Me senté en el centro de una fila donde no había nadie y observé el lugar. Detrás de mi oí ruidos como de alguien chupando. Inmediatamente se me puso tiesa y comencé a masajearme por encima de los pantalones.
No podía apartar la oreja de aquellos ruidos húmedos y gemidos de placer pero tampoco me atrevía a mirar para atrás, hasta que escuché perfectamente el sonido de uno de ellos tragando ansiosamente lo que supuse que era semen. También noté que a mi se me estaban humedeciendo los calzoncillos del rocío preseminal y la tenía durísima.
Entonces alguien se sentó dos butacas más a la derecha de donde yo estaba sentado y por el rabillo del ojo percibí que tenía la mirada clavada en la mano con la que yo me estaba masajeando mi paquete. Me quedé quieto sin girar la cabeza, pero pude ver que él seguía mirándome y que había puesto su mano en la butaca que había entre los dos. Imaginé que era algún tipo de procedimiento habitual de aviso.
Supuse que si yo no me levantaba y me iba, de algún modo le invitaba a sentarse a mi lado, cosa que hizo poco después. Primero noté el roce de su pierna que cada vez hacía más presión sobre la mía. Yo no la aparté y luego noté la punta de un dedo subiendo muslo arriba.
La situación era muy parecida a la que me había ocurrido muchos años antes, pero ahora, aunque también nervioso, yo lo estaba deseando. En un segundo ya me había desabrochado el cinturón, me había metido la mano por dentro de los calzoncillos y tenía mi dura polla en su mano masturbándola lentamente, como queriendo notar cada centímetro.
Después, una mano se posó en mi espalda y poco a poco fue bajando hasta entrar por detrás de mis pantalones sin obstáculo, ya que los tenía desabrochados. Bajó hasta que el peso de mi cuerpo le impidió avanzar, pero el dedo medio se movía justo en el medio de mis nalgas indicándome que quería profundizar más. Le ayudé levantando un poco el peso de mi cuerpo y enseguida ya sentí el contacto de aquel dedo en mi agujerito que, hasta ese momento, no había conocido otro dedo que el mío. Acostumbro a ponerme crema para hidratarme la entrepierna y también lo hago con mi culo, con lo que el dedo que aquella mano desconocida entró sin dificultad todo lo que pudo y comenzó a moverse dentro.
Con aquella sensación nueva y muy placentera ya casi había olvidado que aquel hombre me estaba haciendo una suave paja, pero entonces agachó la cabeza, se metió mi polla en su boca y empezó a darme largas chupadas mientras meneaba el dedo insertado en mi agujero. No tardé ni un minuto en correrme dentro de su boca y cuando lo hice se tragó todo mi esperma haciendo sonidos de placer. Una vez se lo hubo tragado todo me lamió la polla dejándomela bien limpia
?¡Tienes una leche riquísima! Espesa y deliciosa ?me susurró al oído.
Yo, naturalmente, no contesté nada. Se levantó y se fue dejándome casi aturdido por la intensidad de aquellos pocos minutos.
Como antes he mencionado, esta experiencia me pasó ya hace años y fue muy parecida a la que me había sucedido cuando era muy joven, aunque en este momento era consciente del placer que me provocaba aquello, pero cuando era niño, los nervios provocados por aquella situación fuera de mi abanico sexual, limitado a pajas mirando fotos prohibidas, me impidieron disfrutar.
Ahora sabía que disfrutaba mucho en esos lugares oscuros mientras alguien me sobaba la polla y el culo y quería más.
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