Oye, ¿estás ahí ?
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Ernesta.
Hola… ¿cómo estás? Me decido a llamarte para saludarte, aunque nos vimos sólo una vez no puedo olvidar lo extraordinario de nuestro encuentro, casi podría decir que te extraño, esperé ayer tu llamado para confirmar el lugar que habíamos acordado para hoy, no llamaste y a pesar de eso decidí presentarme en la plazita esa, entendí porque me citaste ahí, lugar oscuro, repleto de árboles, casi desierto a la hora que fuera, varias parejas acariciando sus cuerpos, besándose, hasta me entusiasmé con aquello, yo apoyado en un árbol como tu lindo pene entre mis manos, la boca ansiando saborear tu carne, mientras tu lengua recorre mi cuello y tus manos se pierden entre mis nalgas sintiendo el roce suave de los calzoncitos que me puse para ti, mi ano espera con desesperación que introduzcas tus dedos, me haces sentir linda, deseada, quizás por eso me atreví a llamarte otra vez.
El otro día fue especial para mí, te divisé entre los amigos, alto, fuerte, hermoso, deseable, me acerqué tímidamente, inmediatamente me diste confianza, un par de chistes, una risa fácil y tu mirada tierna me enloquecieron.
Me llevaste hasta la oscuridad del patio, en un rincón nos besamos desesperadamente, me sorprendiste, debo confesarlo, no espero que un hombre hermoso se fije en mí, no soy muy atractiva, algunos reconocen que tengo un culo muy rico para penetrar, me falta seguridad en estas instancias, eso me lleva al sexo rápido, pero te diste el tiempo, nuestras lenguas se enredan y acarician, trato de sacar tu pico para tocarlo, para chuparlo, me dices que ahí no, trato de entender, en el otro extremo del patio una pareja desata sus instintos, a ratos puedo verlos, me calienta observarlos, tanto como cuando me tocas, me llevas hasta una pieza de la casa, supongo que la has conseguido, una cama a mis espaldas y ahora me hago la cartucha, esa forma femenina de decir métemelo todo pero que no parezca fácil, al fin de cuentas dentro de unos minutos te darás cuenta de lo maraca que soy.
Mis manos acarician tu espalda, tu piel es suave, chupas mis pezones y dos de tus dedos se introducen suavemente en mi hoyito, me duele, pero los deseo ahí, tu pene es un mástil a esa hora, grueso y largo, no pienso en dimensiones en ese momento solo quiero tenerlo en mi interior.
Me pones de rodillas sobre la cama, mis manos se apoyan en la pared de la habitación, mi culo en pompa apunta hacia ti, besas mi espalda y tus dedos ya han dilatado mi culo, entonces comienzas a lamer mi ano, como si lamieras una vagina, luego besas mis nalgas, acaricias mis piernas lampiñas, una de mis manos intenta tocar tu miembro, pero es imposible, luego me acuestas boca arriba, entonces te acomodas sobre mi pecho, te arqueas hacia el muro y tu chuto ingresa en mi boca, es un premio para mí, es sabroso, jugoso y duro, muy duro, te mueves un buen rato, mientras trato de hacer lo mismo, me dices que solo apriete los labios entorno a él, así lo hago, te mueves rico, busco mi pequeño pito para masturbarme, me tienes vuelta loca, luego de una rato, el semen golpea mi garganta.
Me sorprendes otra vez, mis piernas sobre tus hombros y de un golpe tu pene toca mis entrañas, ahogo mi quejido doloroso, miras en mis ojos como buscando una chispa que te haga saber lo mucho que me gusta que estés ahí, te miro y me da vergüenza, doy vuelta la cara, cierro los ojos, un machito sometido por un macho, una mujer que se entrega a su amante ocasional, tu pene es un trozo de carbón quemando mi interior, tus movimientos me dan un placer irresistible, mis pies me delatan, me quejo fuerte ahora, pido más y ojalá esto no termine nunca, tu cabeza toca el fondo de mi cuevita, el roce de tus movimientos me meta, los ojos blanquean, pido más, pido más, embarázame por favor, embarázame, soy tu mujer, me rompes, me destrozas y aun así quiero más, entonces sacas tu pene y lo insertas violentamente, mis piernas caen desde tus hombros, te recuestas sobre mí, te abrazo, siento un quejido profundo que emana desde tu boca y el semen escurre en mi interior, no quiero que salgas aún, necesito que tu pico bote su contenido en mi ano.
Te vistes, sales de la pieza, antes me dejas un número telefónico anoto en un papel, mañana te llamo y pasado mañana nos encontramos a las ocho de la noche en la vieja plaza del olivar, un beso suave y tu figura alta, hermosa y deseable abandona el lugar, acaricio mi ano, como sintiendo pena por el sufrimiento/placer que ha soportado en este rato.
Pero ayer no llamaste y hoy no llegaste, te extraño y no lo comprendo, te deseo una vez más, aunque sea solo una vez más.
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