Padre Nuestro… (parte 2)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por angelmatsson.
Aun teníamos casi una hora para dar rienda suelta a la imaginación de Moisés. Aunque yo necesitaba un par de minutos para reponerme, pues el orgasmo que había tenido me había resultado muy agotador. El cura notó mi cansancio y me dijo que iría a buscarme una vaso de agua y algo para comer y recuperar fuerzas. Cuándo volvió traía consigo un vaso con agua y una barra de delicioso chocolate.
Cada vez que Moisés me miraba sentía todo mi cuerpo arder. La intensidad de sus ojos me atravesaba como rayos gama. Su hermoso miembro aun estaba duro y el líquido que antes le cubría el glande haciéndolo resplandecer, ahora se estaba secando. Compartimos el chocolate mientras de vez en cuando me robaba algún beso o me acariciaba algún sector erógeno de mi cuerpo. En ese momento de tranquilidad mi mente comenzó a divagar…
-"¿Haz hecho esto antes?"-Pregunté.
-"¿Hacer qué? ¿Comer chocolate con un niño precioso?"
-"Si… es decir… no. Me refiero a lo que pasó hace unos minutos y a lo que viene después."
-"Ahh. Pues no."
-"¿De verdad?"
-"Mírame a los ojos".- dijo mientras me tomaba de la mandíbula y dirigía mi cara.- "Te juro que nunca he tenido sexo con un niño aquí".
Le sonreí. Por alguna razón me gustaba saber que yo era el único. Me hacía sentir importante. Se supone que los curas optan por el celibato y eso quiere decir que yo sería su primera vez con alguien.
Cuando estuve bien descansado, Moisés se levantó.
-"Iré a buscar algo. Dame 5 minutos".
Al volver traía consigo un botella pequeña. La miré con curiosidad y el lo notó. Me dijo que era un aceite muy especial que ayudaría a que lo que venía ahora fuera más fácil y menos doloroso para mi. Los vellitos de mi cuerpo se erizaron. Un cierto nerviosismo se hizo presente, pero una mirada suya bastó para tranquilizarme. Sus ojos se volvieron más intensos y comencé a entrar en ese trance que me sucedía cuando hacía contacto visual directo.
Se acostó en la cama y me indicó ponerme en la posición 69 (obviamente no me lo dijo así pero es para ahorrarme el proceso que ustedes saben). Al yo ser más bajo que él, mi culito quedó perfectamente sobre su cara, teniendo una imagen en HD de mi anito. Y al frente mio tenía un tronco enorme de carne que me apuntaba amenazadoramente, luciendo muy intimidante.
Sin recibir ninguna orden, comencé a acercarme a esa verga y a abrir la boca. Algo me decía que después tendría un poco dolor en la mandíbula… y también en cierto agujero trasero. Cuando estuve a milímetros de distancia me di cuenta que el grosor de su verga era el ideal para mi boca. Su suave glande entró llenando toda mi boca. Tenía un rico sabor salado e irradiaba mucho calor. Cuando succioné por primera vez, un pequeño chorro de líquido pre-seminal cayó en mi boca. Glorioso líquido. Al instante me di cuenta que esa sería mi nueva droga. Succioné más y más fuerte, sacando todo lo que podía de ese líquido, hundiendo su pene lo más profundo posible hasta casi poder sentir sus vellos púbicos tocándome la nariz. No sé lo que me pasaba. Estaba poseído y cada gemido de gozo que daba Moisés me encendía más, incitándome a que me ahogara con su mástil llegando a derramar hasta una lagrima.
En un susurro me dijo que fuera más lento, de lo contrario lo haría acabar antes. Así que me controlé y comencé a jugar con mi lengua, lamiendo desde la base hasta el orificio de su glande. Por su parte Moisés comenzó a jugar con mi entrada. Una corriente deliciosa me hizo temblar cuando sentí su ardiente lengua justo en mi ano. Luego subió hasta mi coxis y fue bajando lentamente, depositando húmedos besos hasta llegar a mis testículos. Cuando se detuvo sentí un tibio chorro de algo viscoso bajando por entre mis nalgas causándome cosquillas. Su dedito explorador comenzó a desparramarlo con movimientos circulares. Mi anito palpitaba cada vez que su dedo se acercaba a mi centro y pronto empezó a alegrarse cuando su dedo comenzó a hacer presión.
Esta vez, gracias a ese aceite, su dedo comenzó a entrar sin hacerme sentir esa pequeña molestia. Ahora solo sentía placer mientras su dedo se deslizaba por mi recto en dirección a ese punto que me llevaba a 3 metros sobre el cielo (acabo de llevar esa tierna película a una escena totalmente pornográfica). De un tirón sacó su dedo dejándome esa sensación de vacío, pero pronto volvió al ataque, esta vez con un segundo dedo. Me aconsejó que pujara un poco para ayudarle a entrar. Sus deseos eran ordenes para mí y le abrí mis puertas con suma cortesía. Los músculos de mi ano se resistieron a ese segundo intruso, pero de todas formas por el aceite, se deslizaron apretadamente por mi canal rectal. Sin aviso comenzó a hacer un movimiento extraño para mí, pero muy delicioso.
Sus dedos se movieron como una tijera. Sentía como mi interior se expandía y contraía por cada movimiento. También noté el esfuerzo que hacía Moisés porque el espacio allá dentro era muy reducido y estrecho. Mientras tanto, la verga de el cura me tenía llena la boca, su esquisto líquido bailaba íntimamente con mis papilas gustativas embriagándome con su sabor salado. Aun no podía tragármela entera pero hacía un gran esfuerzo tratando de hacerlo.
Los dedos de Moisés eran mágicos. Mi pene volvía a estar duro y tenía un charco de líquido pre-seminal en su pecho. Cuando se dio cuenta, sacó delicadamente sus dedos de mi trasero y los untó en mi propio liquido y los volvió a introducir. Mi culo estaba hambriento, porque se tragaba sus dedos con desesperación, succionandolos tal y como yo lo hacía con su verga. Cuando los sacó al instante volvió a la carga pero ahora con tres dedos. Esta vez los movía de forma circular. Debo confesar que sentí dolor, pero uno tolerable. Con cada vuelta que daba sentía que todo mi intestino se daba vuelta con el. Mi culo era demasiado estrecho para esos tres dedos, pero esperaba a que cediera para que pudiera entrar esa verga que estaba entre ese grosor. De todas formas, a pesar del dolor y de la incomodidad de tener tres dedos en lo profundo de mi recto, sentía un placer que hacía que mis piernas se volvieran de goma.
En el momento en que sacó sus dedos, supe que ahora venía lo interesante. Saqué su pene de mi boca (con el dolor de mi corazón) y me dijo que me recostara al lado. Él se levantó con todo ese hermoso mazo apuntando al techo de manera imponente, me miró de pies a cabeza. Su mirada me calentaba y me causaba múltiples sensaciones, mezclada a la sensación de vacío que tenía en mi culo. Él estaba pensando. Pronto se iluminó encontrando lo que buscaba en su mente.
-"Bebé. Pon tus piernas en mis hombros y relaja todo tu cuerpo".
-"Tengo… un poco de miedo".- dije tímidamente.
-"No temas. Recuerda que estás en buenas manos"
Coloqué mis piernas en sus hombros, de manera que todo mi culito quedó abierto y expuesto a él. Había hecho un buen trabajo de dilatación. Sentía mi ano abierto, húmedo y caliente, ansioso por esperar su carne. Con su mano buscó su miembro viril y apuntó a mi agujerito. Cuando el calor de su glande toco mi piel me sentí derretir. Hizo un poco de presión y mi cuerpo se tensó, contrayendo mi culo cerrándole el paso. En ese momento sus ojos hicieron contacto con los míos.
-"Relájate. Así será mucho más fácil"
Cuando lo volví a mirar, me perdí en sus ojos y volví a quedar expuesto a él. Sin dejar de mirarme comenzó a penetrarme. Un agudo dolor me hizo lanzar un gemido pero no quise que se detuviera, no quería fallarle. Cuando con dificultad su glande entró, una luz de alegría brilló en sus ojos y un terrible dolor me llenó por dentro. Por un momento no me sentí capaz de seguir. Mi única ancla eran sus ojos, pero si el dolor aumentaba no podría seguir. Por suerte su gruesa verga pudo deslizarse más libremente por mi culo después de que su glande venciera el obstáculo principal.
Su pene iba por la mitad, pero yo ya sentía mi culo repleto de verga. Su glande pulsaba dentro de mi, como empujando a mi pene desde el interior. Los ojos de Moisés brillaban de placer, aunque su cara mostraba una expresión pulcra e impenetrable. A veces mi culo apretaba involuntariamente arrancandole roncos gemidos al cura, y raras sensaciones a mi. Cuando faltaban solo unos centímetros para tener toda su verga dentro, su glande encontró un tope en mi interior. El padre retiró un poco su miembro e hizo cortos movimientos de penetración, transportándome a las nubes, cuando sin previo aviso empujó todo su mástil dentro de mi. Su pubis tocó mis nalgas, su glande entró a lo más profundo de mi cuerpo y un grito de dolor salió de mi garganta.
No pude evitarlo y algunas lagrimas bajaron por mis mejillas. Moisés las secó disculpándose por lo que había hecho.
-"Por favor discúlpame.- sus ojos estaban arrepentidos.- Era la única manera de hacerlo. Había que terminarlo rápido"
Cerré mis ojos, aguantando el llanto. Como acto reflejo apreté mi culo sintiendo toda la longitud en 3D de su verga dentro de mi. Lentamente comenzó a retirar su pene, hasta que lo sacó por completo. Un sonoro y sexy "plop" se escuchó cuando la cabeza de su pene salió. Sostuvo mis piernas en alto y se agachó a escupir en mi ex virgen anito. Me di cuenta con terror que su glande venía con un poco de sangre, pero me tranquilizó diciéndome que era normal la primera vez. Lenta pero decididamente volvió a la carga, llenándome nuevamente. Esta vez fue más fluido y disfruté cada centímetro de su mazo dentro de mi.
Sus embestidas fueron muy suaves al inicio. Su pene danzaba gloriosamente en mi interior haciéndome retorcer de placer. Cuando el dolor disminuyó, me atreví a abrir los ojos y lo que ví me encantó. Todos los músculos de Moisés se relajaban y contraían al movimiento de la penetración, su piel brillaba por el sudor, su cabello estaba húmedo sobre su frente, se mordía los labios con hambre y sus ojos irradiaban placer. Tenía sus manos en cada lado de mi cadera y su contacto me ardía esquicítamente. Con cada caricia mi ano se contraía arrancándole gemidos tan masculinos que me calentaban aún más.
Mi pene pulsaba, estaba seguro de que al más mínimo roce me correría. Por otro lado, el pene del padre taladraba en el fondo de mi cuerpo, sus movimientos eran limpios y suaves, y la presión que ejercía era la perfecta para hacerme gozar. Sus testículos besaban mis nalgas sonoramente, acariciando con sus finos vellos mi delicada piel. En un momento se detuvo, sacó su verga dejándome esa sensación de vacío y se levantó. Sin perder tiempo me tomo entre sus brazos, coloqué mis piernas al rededor de su cintura y magistralmente encajó su miembro en mi ano. Gruñí de gusto. Me estaba volviendo adicto a tener mi culito lleno.
Ahora, en esa posición, sus manos quedaron en mis nalgas, las cuales amasaba y manejaba a su antojo. Mis ojos encontraron los suyos e hipotéticamente me llamaron a su encuentro. Comenzó a comerme la boca ebrio de placer, nuestras respiraciones sonaban muy fuertes y a medida que el beso se hacía mas intenso, sus embestidas se volvían más violentas y más placenteras. Con ambas manos en mis nalgas levantaba mi cuerpo y lo dejaba caer sobre su pene, yo por mi parte relajaba y apretaba mi ano con todas mis fuerzas para entregarle el mayor placer.La manera en que me hacía flotar era única y especial. Las palabras sobraban, las acciones decían todo.
Mi pene se frotaba entre nuestros cuerpos y no pude aguantar más. Era mucho, demasiadas sensaciones deliciosas, demasiado placer. Mi boca ardía por tantos besos, mi culo ardía deliciosamente por la fricción y mi pene estaba baboso y a punto de disparar. Mi respiración comenzó a acelerarse, mi cuerpo vibró entero, sentí en todo mi cuerpo que lo que ahora venía era grande. Cuando el primer chorro de semen se estrelló contra su abdomen, lancé un jadeo ronco incontrolable que me dejó viendo puntitos brillantes. Mi culo se contrajo casi aplanando su miembro. Creí que me desmayaba con cada disparo de semen, me sentí colapsar, era un orgasmo demasiado intenso para un chico tan inexperto como yo. Fue hermoso.
Moisés por su parte, aprovechó mi orgasmo y mis contracciones anales, y comenzó a penetrarme aun más rápido aumentando mi placer. Así que cuando yo estaba lanzando mis últimos chorros, comenzó a correrse él. Su pene entraba y salía poderosamente, él ya no gemía, sino que gruñía como una bestia. Su cara entera estaba contorsionada en una mueca de placer, con su frente arrugada y mejillas rojas por el esfuerzo. En el momento que enterró completamente su pene en mi culo y sus ojos se pusieron blancos, comencé a sentir que me estaba llenando el trasero con semen. Cada envestida se hizo profunda y lenta. Su corazón palpitaba exhausto a la par que el mío. Cuando terminó su cara cansada y satisfecha se posó en mi hombro, y ambos caímos a la cama.
Yo estaba en una nube. Mi pulso estaba muy acelerado y aún sentía el pene de Moisés en mi interior escupiendo las ultimas gotas. Cuando sacó su miembro estaba flácido y cansado, parecía un soldado llegando de una guerra. Estaba cubierto de semen, el cual también cayó desde mi culo a las sabanas. En una jugada muy arriesgada, me agaché y limpié todo el semen de su verga con mi boca. Estaba tibio y salado y también muy espeso. El sabor no me desagradó. Mi culo se sentía vacío, húmedo, viscoso y ultra dilatado. Pero el padre me dijo que pronto volvería a la normalidad.
Me besó y me dio las gracias por todo lo que habíamos hecho. Le dije que había sido hermoso, que jamás me había sentido así. Luego mi llevó al baño y me lavó el culito, poniendo después una crema que según él, me ayudaría con el ardor. Limpió mi cuerpo con toallitas húmedas para bebé, y así no levantar sospechas. Mis piernas estaba muy cansadas y a cada paso mi culo me hacía recordar lo que había entrado por ahí. La cara de Moisés lucía plena y victoriosa, estaba muy satisfecho.
Había pasado cerca de media hora y tenía que irme volando para la casa. Acordamos de vernos los viernes y los domingos después de misa. Luego me fui a la casa lo más rápido que pude, ignorando infructuosamente el espantoso dolor que sentía en la puerta trasera. Después de fingir con mi familia me fui a mi cuarto y dormí todo el santo día.
Estuvimos cerca de un mes viéndonos. Nuestros encuentros sexuales eran riquísimos. Siempre me hacía ver las nubes. Yo me entregaba completo a sus deseos. Habían veces en me llevaba su leche tanto en la boca como en el culo. Otra veces en las que mi pene quedaba sensible con tanta actividad y también ocasiones en la que le dejaba sus bolas secas y su glande de un rojo intenso. Pero un día todo se vino abajo cuando el Padre Moisés fue descubierto teniendo relaciones sexuales con una chica de 20 años que iba a limpiar la iglesia y mantenía las flores.
Llevaban cerca de de 3 meses con esa relación oculta y ustedes comprenderán que eso yo lo sentí como una patada en todo lo que se llama testículos. El me follaba viernes y domingo y a ella lunes y sábado, ¿Que mejor, no? Y después tenía cara para predicar sobre la fidelidad. Y bueno, no mentía cuando le pregunté si había hecho antes lo que hacía conmigo, y claro porque su respuesta fue: "Te juro que nunca he tenido sexo con un niño aquí". Y claro, no era un chico, era un perra necesitada de verga. ¿Sabrá ella que el pene que entraba en su vagina estuvo antes en mi culito? Esperaba profundamente que le diera una infección o algo.
Me sentí súper mal al principio. De verdad que yo empezaba a sentir cosas por Moisés y me sentí traicionado y usado por ese hombre. Estás más que claro que al Padre lo echaron de una patada en culo… ese precioso culo cabe mencionar. Después de su poco voluntaria partida, dejé de ir a la iglesia por unos cuantos domingos, pues todo me recordaba a él.
Y cuando por fin me decidí a ir de nuevo, me encontré con el Padre Guillermo. Por suerte era más feo que golpear a una madre. Pero me percaté que había un nuevo monaguillo. Pronto averigüé por mi mamá que se llamaba Francisco, que tenía 18 años y que hace dos domingos había llegado a la iglesia.
Era un chico precioso. Un ángel encarnado. Piel blanca como las nubes y el pelo negro brillante, que usaba en una especie de melena llena de suaves ondas (Como alguna vez lo usó Liam Payne). Tenía unos ojos azules perfectos con largas y oscuras pestañas, y delineados por unas finas cejas que le daban un aspecto de niño bueno y rudo a la vez. Sus labios eran carnosos y rosas, y cuando sonrió sus dientes como perlas me hicieron olvidar al estúpido Moisés.
Al termino de la misa me acerqué al padre Guillermo.
-"Padre. Quisiera ser monaguillo".- la escusa perfecta para acercarme a Francisco.
Fin.
(Espero volver pronto. Cuídense)
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