Padre nuestro…(parte 1)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por angelmatsson.
Mi nombre es Nicolás y esto pasó cuando tenía 14 añitos. Mido ahora 1.80 y siempre he tenido buen cuerpo debido a que practico Voleibol en el colegio, tengo un lindo abdomen y un culo que me hace sentir orgulloso. Soy muy blanquito y de pelo ultra negro, mis ojos son color aceituna y mis labios son un poco gruesos y rosados. Siempre me han dicho que poseo una belleza poco común debido a la mezcla de tonalidades que tengo, pero nunca me lo he creído. De hecho tengo una autoestima muy baja y poca confianza en mí mismo.
En el colegio me va muy bien, tengo buenos amigos y me encanta reírme por todo, encontrando humor donde comúnmente no hay. Habían varias niñas de mi curso que intentaban acercarse a mí con intenciones más que amistosas pero nunca les presté atención. Todos mis amigos tenían novia, habían tenido novia o estaban en proceso de tenerla. Menos yo. A pesar de estar en la edad de las hormonas revueltas, no me interesaban las chicas ni nadie en especial, debido a que nunca había tenido la tentación de averiguar mucho sobre ese tema. Para mí solo existía la amistad y nada más.
Mi familia era muy católica y conservadora, por lo que temas sexuales eran poco comunes. Un día Fernando, mi amigo, se vino a dormir a mi casa. Estuvimos gran parte de la noche viendo una maratón de Harry Potter y cuando vimos que ya era muy tarde nos fuimos a acostar. Él armó su saco junto a mi cama y se comenzó a desvestir ahí mismo, tomándome por sorpresa. Supuse que para él era algo normal por lo que me quedé callado. Y cuando lo vi en calzoncillos y vi ese cuerpo color canela que estaba en pleno proceso de maduración, su firme culito y el sexy bulto entre sus piernas, comencé a sentir algo que jamás había sentido. Y me asustó, porque lo sentí con un chico.
A pesar de que la culpa me carcomía por dentro, una erección bajo mi bóxer se levantó firmemente y sin intenciones de bajarse. Miré el techo enrojecido. De pronto Fernando habló.
-“¿Nico, tú ya te masturbas?”
-“¿Qué?”- me había tomado por sorpresa. Mi erección brincó.
-“Ya sabes… ¿Te masturbas?”- hizo un movimiento muy morboso con la mano.
-“No. Mi papá dijo que si lo hacía quedaría ciego. ¿Y tú?”
-“Yo si. Casi todo los días. Es genial y no me he quedado ciego”
-“Oh. ¿Y como lo haces?”-comencé a tener curiosidad.
-“Pues con las manos”- dijo riendo.
-“Ah… Pensé que con las rodillas”- nótese el sarcasmo.
-“Bueno. Pues busco por Internet alguna página porno, luego saco mi pene, pongo un poco de saliva en la cabecita y…. Bueno, ya sabes el resto.”
La imagen de él masturbándose me calentó mucho. Me imaginé su penecito entre sus manos y más me odiaba por eso.
-“Ehh…- carraspeé.- que bien”.
-“Tienes que intentarlo, es genial. Sobretodo el final cuando sale el semen, como que sientes unas cosquillas muy ricas en esa parte”- Las clases de biología de la profesora ahora se me estaban haciendo muy morbosas.
-“No lo sé”.
Y hasta ahí quedó la conversación. Mi pene estaba como roca, no quería ni tocármelo porque me avergonzaba el hecho de que un hombre me excitara. Después de muchas vueltas por fin se me bajó y me quedé dormido.
Pasaron varios días y la conversación con Fernando todavía estaba en mi mente. Me causaba mucha curiosidad eso de la masturbación aunque me daba miedo igual lo que decía mi papá. Un día me quedé solo en casa y me senté en el sillón a meditar sobre hacerlo o no. Esta vez las hormonas si actuaron y ayudaron a decidirme. De todas formas Fernando tenía muy buena vista y fue razón suficiente para intentarlo, aunque fuera una sola vez… o dos.
Me metí en Internet y en google escribí “pornografía”. Si… No muy original, pero era la primera vez que buscaba porno. Elegí una página al azar. Quedé anonadado con tantas imágenes de mujeres desnudas en todas las posiciones posibles y morbosas. Hice clic al primer vídeo que encontré. Una mujer pelirroja sentada sobre una cama, se introducía un enorme dildo de color rosa en la vagina, que de vez en cuando era reemplazado por su mano, estirando su vagina como si estuviera a punto de tener un bebé. Gritaba como cerdo en el matadero. Lejos de excitarme, me causó un poco de rechazo.
Cambié de vídeo y encontré uno de una pareja de adolescentes. Una chica rubia estaba sobre un sillón, de pronto llegaba el chico y tomaba las piernas de la rubia y se las ponía sobre sus hombros. Me percaté al ver su pubis que la chica no era rubia natural. Pronto el chico tomaba su pene y sin complicaciones comenzaba a introducirlo en la vagina de la chica. Tenía un pene muy lindo, de un color moreno claro con un glande rosa y gordo. Lejos de excitarme la mujer, mi excitación se concentraba en el guapo chico de ojos azules, en su firme trasero y en su potente pene.
Salí rápidamente de ese video. ¿Qué me estaba pasando? Yo no soy gay. “Parece que si lo eres” decía mi erección de caballo. Me volví a sentar en la silla y miré la pantalla buscando alguna explicación, cuando salvajemente aparece la categoría gay. Sin pensarlo me metí a curiosear. Reprimí todo el lado que me decía que lo que hacía estaba mal y abrí el primer video. Dos rubios se besaban fogosamente, se acariciaban sus cuerpos perfectos y tocaban sus gruesos penes. Comencé a bajarme la ropa y liberar mi erección. Mi pene medía cerca de 15 cm de buen grosor, ligeramente más oscuro que mi blanca piel, con un glande rosa muy chupable. Mi pubis solo tenía una pequeña mata de pelos y mis suaves testículos colgaban y se movían rítmicamente.
El chico más alto comenzó a penetrar al otro y yo ya sentía una extraña corriente en mi glande. Recordando lo que me había dicho Fernando, puse un poco de saliva en mi glande y comencé a moverlo más y más rápido. Pronto comencé a convulsionar con la gracia de un hipopótamo en patines y empecé a lanzar chorros de semen. Había sido más genial de lo que me había imaginado. Mi respiración se había acelerado mucho y mi corazón latía alocadamente. Y de pronto….culpa. Me sentí horrible por lo que hice. Apagué el computador y limpié donde había ensuciado con mi semen. Enteré al baño y me metí a la ducha. Comencé a llorar amargamente, me sentía muy mal, sentí que había defraudado a mi familia. Estaba más triste que Harry Potter en el día de la madre.
Días después era domingo e iríamos todos, como cada domingo, a la iglesia. No había vuelto a repetir eso, pero aún tenía la culpa taladrándome en la cabeza. Esta vez más que nunca quería ir a misa para tener el perdón de Dios. Moisés era el cura de la parroquia a la que asistía. Llevaba dos meses ahí y ya se había ganado el cariño de todos. Rondaba los 24 o 25 años y a todas las chicas les arrancaba suspiros. Era un hombre muy bueno que había llegado a dar nuevas ideas a la comunidad y que se esforzaba mucho por ellas. Por eso ya todo el mundo le había caído bien. A mí en lo personal me gustaba porque tenía una visión más actual, al ser más joven. Varias veces me había ofrecido que fuera su monaguillo (acólito, o como sea que le digan el chico que asiste al cura), pero no me sentía preparado. De todas formas lo encontraban un ser admirable. Aunque ahora mis ojos pecaminosos lo encontraban tan guapo con esos ojos almendrados y alegres, con esos labios gruesos y rojos y… Bueno, si sigo así me quemaré en el infierno.
Al término decidí quedarme. Necesitaba estar a solas con Dios y mi culpa. Mi padre me dijo que a más tardar llegara a las 1:45pm a la casa y recién eran las 12:05pm. Esperé a que todos se fueran y me acerqué a la primera fila de asientos. Cerré mis ojos y oré por perdón.
-“Perdón, perdón, perdón”- era lo único que decía.
-“Si quieres pedir perdón, yo te puedo ayudar”- Jesús santo. Qué vergüenza, el cura me había escuchado.
-“Ehh… yo”
-“Ven.- me dijo.- Vamos a el confesionario”
-“Es que… yo”- no sabía que decir.
-“Anda hijo, ven. No temas. Solo quiero ayudarte, no te juzgaré. Aunque dudo que sea algo tan terrible, se nota en tu mirada que eres alguien puro de corazón.”.-Sentí que mis mejillas me ardieron y baje la mirada.
-“Está bien”.
Después de todo el protocolo inicial procedí a confesarme, pero no salía nada coherente de mi boca. El padre Moisés me aconsejó que me calmara y que hablara lentamente.
-“Lo que sucede –comencé.- es que… bueno. Como ya sabe, yo estoy en la edad de… de las hormonas revueltas. Y…”
-“¿Es sobre una chica?- preguntó.
-“No precisamente. Al contrario, de hecho. Siento… Siento que me siento más atraído por los chicos que por las chicas”.- Esto último lo dije a una velocidad poco entendible.
-“Bueno. No es tan malo como parece. Es decir… Quizás solo estas confundido. ¿Has tenido algún encuentro con algún chico?”
-“No, padre”.
-“¿Y cómo descubriste eso? Es decir, que te atraían más los chicos”.
-“Pues… el otro día estaba solo en casa y… hmm. Bueno, entré a Internet y busqué algunos vídeos de… En fin. La cosa es que me fijaba más en los hombres”.- El padre Moisés no dijo nada.- “Soy una vergüenza. Pero no lo pude evitar. Soy un…”.
-“Buen chico”.- completó él.- “Ven. Mejor vamos a conversar adentro”.
Lo seguí con los ojos húmedos y con la cara roja de vergüenza. Pero me tranquilizaba que él tomara todo esto con calma. Atrás de la iglesia estaba el lugar donde vivía Moisés. Era muy acogedor y tenía muchas plantas y flores que le daban un aspecto vivo y luminoso. Me dijo que lo esperara, porque se iba a poner ropa civil, ya que quería hablar conmigo de manera más simétrica. Entró a una habitación que estaba justo al frente de donde yo me encontraba sentado. La puerta era casi entera de vidrio y por atrás estaba cubierto por una cortina, que en ese momento estaba ligeramente abierta.
Intenté mirar las plantas y distraer la vista de la puerta. No quería seguir juntando puntos negativos en mi contra. Pero las ganas de mirar por ese espacio me tentaban a un nivel casi insoportable. Mi vista se posó ahí impulsivamente y pude ver justo el momento en que Moisés se subía el pantalón. ¡Por Dios! Qué piernas tan fuertes y hermosas…. ¡Por Dios! Que pedazo de paquete. Se veía tan sexy. Su cabello rubio tapaba parte de sus ojos, por lo que cuando se abrochó el pantalón, levanto la vista y se ordenó el mechón de cabello mientras me miraba…… ¡Me miraba!
Estaba tan idiotizado en su paquete, que no me di cuenta que ya había terminado y que me estaba mirando. Mi cara cambio de tonalidades tan rápidamente que sentí que me mareaba. Y cando lo vi caminando hacia mí, lo único que quería era tener una pala y enterrarme vivo. Enterré mi cabeza entre mis rodillas y comencé a decir…
-“Perdón, perdón…”
Su mano se posó en mi cuello causándome una hermosa corriente en mi columna. “Tranquilo” Susurró tentadoramente cerca de mi oído. Su otra mano bajó hasta mi muslo y comenzó a sobarlo. “Calma” Dijo y casi sentí sus labios en mi oreja de tan cerca que me habló. Su caricias me trasportaron al cielo y no me di cuenta cuando su mano estaba cada vez más cerca de mi paquete. Cuando uno de sus dedos rozó mis testículos y sentí un rico cosquilleo, me di cuenta de lo que pasaba. Me separé bruscamente, pero sus manos me detuvieron.
-“Calma, mi ángel”.- Dijeron sus hermosos labios. “No te haré nada malo. Solo te quiero ayudar”.
-“Esto no está bien. Tengo miedo”.
-“Tranquilo, mi niño. Ven junto a mí.”
-“No quiero”
-“Mírame. No te haré daño, te lo prometo”
Me acerqué lentamente, hipnotizado por esos profundos ojos intensos que penetraban en mí y que me llamaban fuertemente. Me hizo señas para que me sentara sobre sus piernas. Cuando lo hice, sus manos me rodearon suavemente, entregándome una sensación tan bella de seguridad y protección. Su calor embriagador y su aroma varonil me inundaron. Era suyo.
Cerré los ojos y me dejé llevar por esa cálida sensación que jamás había experimentado. Su boca se posó en mi oreja y me susurraba que todo iba a estar bien, que él me iba a ayudar a que me diera cuenta sobre mis gustos. Y que si yo quería detenerlo, que solo lo dijera y él pararía.
-“¿Estas… de… acuerdo?”- dijo mientras iba respirando mi aroma, descendiendo por mi cuello, causándome un mar de sensaciones.
-“Ssseeh”- La voz no me salía. La respuesta sonó casi como un suspiro sin aire.
-“¿Seguro?”.- preguntó cuándo justo estaba entre mi oreja y el comienzo de mi mandíbula.
-“Si”
Y en ese mismo instante dejó caer un húmedo y suave beso en ese lugar, causando que me derritiera en sus brazos, a la vez que comenzaba a bajar por mi cuello besando cada centímetro de mi piel. Mi boca estaba entreabierta, mis ojos cerrados, poniendo atención solo a los besos que Moisés iba depositando. Su mentón suave y fuerte se deslizaba entre la piel de mi cuello y pronto fue en busca de mis labios. Cuando hicieron contacto abrí mis ojos y me encontré con los suyos, mirándome con infinita ternura y deseo. Y al momento que su lengua entro en mi boca, sus parpados se fueron cerrando al igual que los míos.
Yo no tenía ni la más remota idea de cómo besar. Pero sus labios y movimiento de lengua fueron lo suficientemente lentos como para poder yo seguirlos. Me encantaba el sabor de su saliva, era dulce y cálida, me embriagaba a más no poder. Su mano tocó mi entrepierna, despertando aún más sensaciones deliciosas. Desabrocho mi pantalón y comenzó a bajarlo. Me tensé por un momento, pero su cálido tacto en mi mejilla me recordó que estaba en buenas manos. Una vez sin el estorbo del pantalón, procedió a bajar mi bóxer. Mi pene estaba tan duro que me dolía, pero pronto alcanzó la libertad cuando Moisés quitó la tela que lo ocultaba.
Sus suaves dedos comenzaron a acariciar todo el contorno de mi pene. Masajearon mis testículos y bajaron la piel que cubría mi glande. Las sensaciones maravillosas no terminaban nunca. De manera muy delicada pasó su brazo bajo mis piernas y me llevo hasta su cama. Me recostó y me observó de pie junto a la cama. Lentamente subió sus rodillas y comenzó a acercarse a mi otra vez. Su mano derecha hizo contacto con mi muslo y luego mis suaves nalgas, subió por mi costado hasta que llego a mi cara.
-“Te haré ver el cielo. Y no querrás bajar de ahí”.
Más que palabras. Era una promesa. Lo sentí en cada letra.
Sus ojos penetraban en mi, me recorrían por dentro. Me invadió la calma, sus sola mirada me tranquilizó, entregándome a él completamente. Sus labios besaron mi frente haciendo que mis ojos se cerraran para enfocar ahí todos mis sentidos. Luego, lentamente y sin decir ni una palabra, comenzó a quitarme el suéter y la camisa. Sus ojos recorrieron mi cuerpo completamente y sus manos comenzaron a acariciarme como si fuera la cosa más delicada y fina. Después, se levantó y comenzó a desnudarse rápidamente. Primero me dejó ver su lampiño y escultural pecho, su marcado abdomen y su preciosas tetillas. (Para ser cura, se mantenía super bien). Luego siguió con sus pantalones, dejandome ver ahora más de cerca su prominente bulto y sus fuertes piernas.
Sus calsonsillos marcaban un gordo paquete, que me hizo estremecer hasta los huesos. Y ahí estaba yo, completamente desnudo, con mi cuerpo inocente expuesto, con mi pene erecto, con mi cara sonrojada y mis ojos ansiosos de por fín poder ver lo que ocultaba tras de ese calsonsillo el cura. Su mirada seria pero a la vez cálida encontró la mía. Pronto su expresión se volvió un poco más morbosa. causando que me ruborizara aún más. Me hizo una seña para que mirara su bulto y vi que sus dedos comenzaban a jugar con el elástico de su calsonsillo, luego, lentamente empezaron a descender. Me sorprendí al ver esa enorme mata de pelos castaños que tenía, resaltaba por sobre todo ya que todo su cuerpo era lampiño. Y por fin llegó a lo mas interesante. Primero la gloriosa base de su pene color canela, y luego "pum", salió de golpe dando un salto.
Tenía una verga muy bella y pulcra. No sé como explicarlo, pero para mi era la más hermosa. No tenía ninguna imperfección. Su color era parejo, suave, fino y a la vez inspiraba respeto. Su grosor era impresionante, aunque bueno, no tenía mucha experiencia con eso. Era del grosor de un plátano aprox. De largo era como 3 veces mis puños, quizás algo así como 19cm. Su glande era como una gran fresa gorda y de color rosa. Al ver su glande, me dieron unas ganas muy poderosas de chuparlo y devorarlo y dejarlo de un ferviente rojo intenso. Y ¿sus testículos? wow macho, esos si que son huevos. Eran perfectamente redondos y con una fina pelusa de vellos, muy chupables.
En resumen: ¡Que hombre Dios mío! Es un desperdicio que fuera cura, porque se podría tapizar en dinero si fuera actor porno o stripper.
Lentamente comenzó a acercarse. Mi cuerpo vibraba y no precisamente de frío. Su gran pene apuntaba hacia mi cara amenazadoramente. Sus músculos se tensaban por cada movimiento que hacía. Pero lo que más me extasiaba era su mirada, sus ojos color almendra me causaban un tsunami… un terremoto… una erupción de sensaciones (Y déjenme decirles que en mi país sabemos mucho de ese tipo de desastres). En fin, sus ojos me tenían hipnotizado, estaba atrapado en su poder y lo más interesante es que no me aterraba, al contrario, me encantaba sentirme así porque sabía que estaría seguro si seguía mirando a sus ojos. (Es impresionante lo que se puede lograr con el poder de la mirada).
Cuando nuestros cuerpos estuvieron en contacto y su calor comenzó a calentar mi piel, me sentí más feliz que Miley Cyrus chupando martillos (como diría Pepi). Nunca pensé que podría sentir algo parecido a eso. Me sentía libre, sin necesidad de pensar, sabía que solo tenía que dejarme en sus manos y que todo estaría bien. En el momento que comenzó a comerme la boca, su glande hirviendo pinchaba mi pubis causándome cosquillas. Comencé a sonreír contagiandolo también. Apoyó su frente sobre la mía y me indicó a que observara nuestros penes. Entonces levantó su cuerpo y comenzó a mover su cadera, haciendo que nuestros penes chocaran como si fueran espadas… de carne… sabrosa y chupable carne.
Luego de ese divertido momento, comenzó a bajar depositando besos por todo mi abdomen hasta que llegó a mi pene. Su nariz tocó mi piel y comenzó a oler toda mi zona genital estremeciéndome. Mi pene estaba tan duro que dolía y unas gotas de liquido pre-seminal empezaba a salir. Cerré los ojos disfrutando el momento, y de pronto sentí a mi pene envuelto en una cálida humedad. Gemí sin poder reprimirme y mis ojos casi salieron disparados. Moisés chupaba mi pene de manera hambrienta, sentí que me corría en cualquier momento. Sus manos bajaron a mis testículos despertando mas sensaciones placenteras. Se levantó un momento para escupir en su dedo y sin previo aviso siguió mamando mi pene, esta vez de manera más lenta.
Lentamente su dedo húmedo comenzó a tocar mi apretado y virgen anito. Una sensación diferente apareció en esa zona. Y me gustaba, por lo que lo dejé continuar. Su dedito explorador acariciaba cada pliegue de manera suave y delicada. Pronto encontró el centro y empecé a sentir que hacía presión. Involuntariamente apreté mi ano cortandole el paso. Pero su mirada me dijo que lo dejara hacer, por lo que obedientemente le di el paso. Volvió a escupir su dedo y este rápidamente comenzó a presionar. Entró de manera dificultosa, pero sin dolor, solo con una leve molestia debido a lo desconocido del asunto. Lentamente sacó su dedo y lo humedeció nuevamente y con la misma delicadeza lo volvió a hundir.
Sentí incomodo tener su dedo dentro mío, pero de todas formas me agradaba. En un momento tocó un punto que hizo que diera un salto de gusto. Sus ojos me sonrieron de manera traviesa.
-"Aquí viene lo bueno"- dijo cuando se sacó mi pene de la boca.
-"¿A…. que te…. refieres?"-Pregunté aún con su dedo escarbando en mi interior.
-"Es el comienzo a tu viaje al cielo".
Y sin más hundió mi pene en su boca y comenzó a mover su dedo magistralmente. Esa sensación me electrificó, mi pulso aceleró. Comencé a gemir y a moverme extasiado de placer. Parecía un ataque de epilepsia. Mi cuerpo estaba en llamas y esa manera que tenía de mover su dedo en mi culo y chupar mi glande me estaba llevando a la locura. Pronto no pude aguantar más, mi culo se contrajo apretando toda la longitud de su dedo y enterré mi pene lo que más pude en su boca y sin tener más control de mi cuerpo comencé a correrme.
Gritos de placer salían de mi boca, mi eyaculación era abundante casi como si estuviera orinando. Cada vello de mi cuerpo se erizó, hasta que quedé tendido sin fuerzas. Mi corazón latía con fuerza, mi diafragma subía y bajaba y mi cuerpo estaba bañado en sudor. Eso había sido fantástico y en un punto casi aterrador. Moisés se había tragado todo mi semen y lentamente sacó su dedo, el cual mi ano lo succionaba sin quererlo dejar salir. Cuando salió, un escalofrió recorrió mi espalda y me sentí vacío. Se recostó a mi lado sin dejar de verme, su cara mostraba satisfacción.
-"¿Te gustó?".- me preguntó muy cerca de mi oreja.
-"Eso… fue… de otro mundo".
-"Un milagro".- dijo sonriendo.-"Tienes un culito de primera calidad"
-"…"- no supe que contestar a eso.-"¿Es bueno?"
-"Pues claro… Aun no terminamos".
Sonreí estúpidamente, esperando lo que vendría después. Ya que solo habían pasado 20 minutos.
(Comenten si les gustó. Y valoren el relato, mi word está malo y tuve que darme el lujo de corregir la ortografía palabra por palabra… y yo tengo una ¡Pésima ortografía! Así que comprenderán que fue un arduo trabajo).
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