PAPI
Relato corto..
Entré a su habitación y ahí estaba él, durmiendo en una posición que se veía cómoda, sin pantalones puestos, probablemente para estar fresco frente al calor que estaba haciendo. Me acerqué y le moví del hombro, pero ni siquiera al aplicar fuerza logré despertarlo. Hallandole tierno, le di un beso en la frente, al que reaccionó sonriendo. Debía estar teniendo lindos sueños. Entonces seguí con los besos, bajando por su mejilla hasta sus labios gorditos. Al principio fui suave, pero pronto me invadió la lujuria y quise meter mi lengua en su boca. Lamentablemente no lo logré, sus dientes me lo impedían. Pero nada me pudo impedir subirle la remera para besar su espalda, que se notaba bien musculada para su edad. Lo que era hacer ejercicio desde los doce años. En ella repartí piquitos hasta llegar al borde de sus calzoncillos rojos. Este lo tomé con mis dientes y lo deslicé con un movimiento rápido hacia abajo, descubriendo así sus nalgas redondas como un par de pasteles esponjosos que largaban un aroma a sudor. Besé ambos cachetes, y luego los mordí. Se sentían tan suaves como uno lo podía imaginar al verlos. Entonces los separé con ambas manos, hallando su ano rosado cubierto de vellos tersos. También le di un beso, por el que se frunció levemente. Completamente exitado volví a meter mi boca en su entrada, ahora para succionar sus carnes blandas que se retorcían alrededor de mi lengua. Tenían un sabor curioso pero delicioso. Cuando su ano estuvo dilatado, me bajé el pantalón y el calzón para liberar mi latente erección. Luego la tomé para apuntar el glande hacia su hoyo. Finalmente, se la metí toda de un movimiento, lo que, por supuesto, hizo que se despertara, gritando de dolor y con un evidente gesto de confusión en su rostro. «Tranquilo hijo, solo soy yo, le dije. «P-papi, ahora no» se quejó jadeando. «Calla y disfruta, que sé que lo quieres» comencé las estocadas. Y el vaivén fue aumentando de velocidad, con un ritmo frenético que provocaba un satisfactorio sonido para mis oidos. Por dentro, sus intestinos me apretaban con fuerza, pidiendo que saliera, pero por fuera sus gemidos solo me alentaban a seguir y seguir cogiendomelo. Estaba totalmente loco por su culo y él por mi verga. Lo nalgueaba mientras lo follaba y el hacía fuerza para apretarme. Sentía mi pija arder, querer estallar, llenarlo de leche caliente. Ya me dolían los huevos de tanto chocar con los suyos, pero hasta ese dolor me psrecía delicioso. Ni hablar de tomarlo de la cintura y que arqueara la espalda. Mejor aún era cómo pedía a gritos que le diera más y más duro, e increible fue que lo lograba, con cada esmbestida llegaba más profundo en su cuerpo y sus alaridos eran más sufridos, pero sabía que gozaba, que le encantaba ser una muñeca sexual tanto como a mi un dominante. Desgraciadamente la situación me superó y acabé mucho antes de lo que hubiera querido, pero me calmó saber que ese putito siempre sería mi hijo, y yo, su papi.
Que rico
Excelente relato, me encantaría leer más de tus aventuras con tu hijo
uff…corto pero delicioso