Pasajes de un diario sexual 2
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Primeros meses de 2011: momentos puntuales de actividad sexual. Estuve unos días en el litoral, alguna visita en casa y algún cine también. En provincia singué bueno, aunque menos de lo que yo hubiera deseado; casi siempre de a dos o tres por vez, algún negro siempre. Allí frente al mar, en algún rincón entre los mangles, cayendo la tarde, encontraba siempre buenas pingas, ansiosas de entrar en mi culito; después contaré algún detalle en particular.
En casa estuvo visitándome un negro que me dio buena pinga, y en el cine pude tocar y ser tocado, y sentir en mis manos buenas trancas. Cada día que pasa me siento más atraído por la gente de color, los blancos ya me dan poco morbo, salvo que sean gordos o mayores, esos me excitan por otras razones. Al pensarme a veces fuera de este país, lo que más me preocupa es no tener buenos negros para singar, pues aunque en Madrid, por ejemplo, encontré buenas pollas, de considerable tamaño, nunca dejé de echar de menos a los negros de mi tierra. Mi deseo es poder encontrar un hombre negro, macho, mayor que yo, que me de lo que necesito para sentirme satisfecho.
No obstante todo lo anterior, también disfruto de un macho blanco cuando lo encuentro.
Fue en provincias, en mi último viaje, cuando encontré un ejemplar admirable. Estaba yo paseando por el litoral cuando vi en unos arbustos a un tipo rubio, de piel muy blanca, casi desnudo, con una pinga enorme, al que un chico, blanco también, se la estaba mamando. Me quedé conectado y estuve espiándoles un rato hasta que se cortaron un poco y me fui. Poco más de una hora más tarde volví a encontrar al tipo, que se había acostado a la entrada de un refugio enclavado frente al mar, y dormía placenteramente. Me puse a observarlo y caí en la cuenta de que tenia el pantalón desabrochado y la cabeza de la pinga sobresalía; no pude moverme del lugar y estuve tomándole además unas fotos. Aunque me moví a su alrededor no se despertó, o al menos no se dio por aludido. Entonces decidí entrar dentro del refugio, como si tuviera intensiones de cagar, y allí me quité toda la ropa, y me agaché un rato, haciendo algún ruido a ver si se despertaba, hasta que sentí unos pasos y era él.
También se había desnudado y cuando se me acercó noté que estaba medio borracho, por eso su andar inseguro y su sueño; tenía un cuerpo precioso, piel blanca, vellos rubios pequeños, la pinga preciosa, bien formada, tamaño grande, huevos perfectos, hasta sus nalgas me gustaban. No me había equivocado yo en la primera impresión. No hubo preámbulos: yo me puse de pié, y él me abrazó por detrás; empezó a besar mi cuello y a manosear mis tetillas. Luego acomodó su pinga entre mis nalgas y empezó a forcejear para meterla. Le dije que me dejara mamársela un rato, para que entrara mejor; la ensalivé bien, le comí los huevos, lo puse más excitado, y luego me puse saliva yo en el culo, y entonces le dije que me la metiera, y ahora si que entró rica, con algo de dolor, pero hasta el fondo. Como estaba borracho yo sabía que le costaría trabajo soltar la leche, y efectivamente, estuvo dándome pinga mucho tiempo, también quiso que le comiera el culo, y lo hice, aunque no me gusta mucho, pero su cuerpo lo merecía. No era un hombre muy joven, pero era el macho perfecto y más aun en aquellas condiciones de semi indefensión. Al final fui yo quien solté la leche de tanto morbo, me hizo disfrutar mucho y no se cansó; de ser por él habríamos seguido follando toda la tarde. Me traje sus fotos a casa y me consuela mirarlas de vez en cuando.
Otro que me hizo gozar un buen rato fue un negrito que ya había encontrado en un viaje anterior; me dio mucha pinga y además tuvimos espectadores, lo cual hizo que aumentara mi disfrute. Estábamos desnudos los dos y él me ponía en cuatro patas y me singaba, a veces con fuerza, otras con suavidad; de ambas maneras me hacía gemir de placer. En otro momento fueron un negro gordo y un mulato; el negro tenía una buena pinga, pero el mulato tenía una vara larguísima y cuando me la metía me excitaba mucho y me la tenía que sacar por la sensación que me daba. Estuvieron los dos alternándose, dándome pinga por el culo y poniéndome a mamar, hasta que apareció otro negrito, vestido de blanco, con pulsos de santería, y sin preámbulos me la clavó a pelo, y eso excitó tanto a los otros dos que se corrieron enseguida…
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