Paseo por el bosque
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por deepin.
3. Paseo por el bosque
Como ya he comentado, antes de medicarse mi mujer era pasiva o activa dependiendo de que le apeteciera en ese momento y como yo también soy así, nos acoplábamos muy bien.
Le encantaba chuparme la polla, aunque solamente me he corrido una vez en su boca, hace tiempo. Cuando lo hacía, normalmente acababa haciéndome una paja mientras me lamía los huevos y me metía un dedo en el culo. También le gustaba mucho sentarse encima de mi boca y frotar su coño contra mis labios como si estuviera follándome la boca con su clítoris. Ahí se corría enseguida. Otra cosa que le encantaba es que se la metiera por el culo mientras le hacía un masaje a su clítoris con los dedos mojados de saliva. Ahí el que se corría enseguida era yo. Pero eso ya no existía.
A partir de entonces mi deseo de citas secretas y morbosas con hombres se hizo constante. Empecé a ir a sitios de cruising que buscaba en Internet: saunas, bosques, cines sex-shops, cualquier lugar discreto en el que pudiera encontrar a alguien que me hiciera una mamada o, si me atrevía, hacérsela yo.
A través de un chat, me enteré de que había un lugar de cruising en un bosque a las afueras de la ciudad donde vivía antes, que estaba cerca del trabajo y un día que iba muy caliente, después de salir de la empresa, fui a ver como era ese lugar.
Acababa por la tarde, cuando todavía no había oscurecido, así que me fui para allá. Nunca he ido a ninguno de estos lugares de noche y por todo lo que se cuenta, no es aconsejable hacerlo en un lugar oscuro sin ningún tipo de control.
El coche se puede dejar aparcado en una calle de una urbanización cercana y luego caminar un poco. Es un paseo agradable entre pinos con senderos que se entrecruzan. Lo único que me pareció un poco desagradable fue la cantidad de condones, papeles y porquerías que se veían esparcidas. Pensé que de esa manera habría quejas de los vecinos de la urbanización y ese lugar dejaría de ser un lugar tranquilo para disfrutar de lo que nos gusta entre la naturaleza.
En esa época yo todavía no tenía experiencia en cruising, aparte de aquellas ocasiones en los cines y solamente el hecho de estar paseando por unos senderos rodeados de árboles imaginando lo que podría pasar entre ellos me excitaba mucho y ya tenía una erección muy visible para cualquiera que mirara mi pantalón, así que llevaba las manos en los bolsillos intentando disimular, pero consiguiendo el efecto contrario, ya que los ojos de todas las personas que se cruzaban conmigo se dirigían a esa parte.
Yo no entendía todavía las señales que se mandan las personas que tienen más experiencia y me crucé con algunos hombres maduros que paseaban por esos estrechos caminos sin girarme para mirarlos una vez nos habíamos cruzado, cosa que por lo que más tarde aprendí, es lo que hay que hacer si te interesa lo que has visto. Así que me crucé con par de hombres a los que ni siquiera miré y tampoco me giré, aunque no me habría importado que cualquiera de ellos me hubiese comido la polla, que eso es lo que yo en ese momento quería.
Después de dar dos vueltas por el mismo circuito ya estaba empezando a cansarme un poco y observé que se acercaba hacia mi en dirección contraria un hombre de pelo cano con el que me había cruzado antes. Aparte del cabello gris, le recordaba porque después de mirarme el paquete me había mirado directamente a los ojos, aunque yo no había respondido a su mirada.
Como ya estaba un poco cansado de dar vueltas, esta vez sí que le miré cuando nos cruzamos y un par de segundos después giré la cabeza viendo que se había parado y seguía mirándome. Al ver él que yo le devolvía la mirada, salió del sendero y se internó en el bosque.
Un hombre de pelo canoso, con el periódico debajo del brazo, la viva imagen de algún jubilado que va de paseo disfrutando de la naturaleza y se lee las noticias a la sombra de un árbol.
No lo dudé y entré por el mismo lugar por donde él se había metido. La maleza hacía casi imposible ver nada, pero al poco le pude ver parado detrás de un árbol y me acerqué hasta una distancia prudente.
Yo llevaba las manos en los bolsillos jugando con mi polla, cosa que era evidente y él se acercó sin decir nada, me puso la mano encima del bulto de mis pantalones y como si ya tuviera bastante experiencia en ello, puso el periódico en el suelo, se arrodilló encima, me desabrochó los pantalones y de un tirón me los bajo junto con los calzoncillos hasta las rodillas liberando mi ya dura polla como si tuviera un muelle.
Un hombre maduro con experiencia, según lo veo yo, es la persona indicada para hacer una buena mamada y aquel hombre debía de ser un mago en ese campo, porque muy rápidamente le llené la boca con mi esperma. Algunos se tragan la leche y otros no. Éste era de los segundos, pues después de vaciarme hasta la última gota y chuparme el glande, giró la cabeza y escupió el contenido de su boca al suelo. Se levantó con una sonrisa, me dio una palmadita en mi desnudo culo y se fue. Esa vez fue la primera que hice cruising en un bosque, pero no la última, aunque no es mi lugar favorito porque hay demasiada luz y el misterio de la oscuridad me excita más.
* * *
El lapso de tiempo que pasaba entre mis salidas de búsqueda, al principio eran más largos, pero poco a poco, aprovechaba cualquier oportunidad que tenía para ir de cruising, como en una ocasión en Barcelona. Iba hacia mi casa tarde por la noche después de haber estado en una fiesta con amigos a la que mi mujer no le había apetecido ir y pasé por una avenida muy ancha al lado de un parque.
Me senté en uno de los bancos de esa calle a fumar un cigarro sin saber que esa era una zona cruising nocturna de la ciudad. Pasó por delante de mi un hombre de mi estatura aproximadamente con el pelo casi blanco y unos pasos más allá se paró girándose, me miró y dio la vuelta sentándose a mi lado. Me pidió fuego e hizo algunos comentarios sobre el tiempo, lo bonita que estaba la noche y otras banalidades.
Yo, todavía bastante ingenuo en ese terreno, hasta ese momento no había caído en lo que buscaba, pero entonces sin venir a cuento dijo que en la verja del parque, que cerraban por la noche, había un barrote roto, que se podía entrar y dentro se estaba mucho más tranquilo. Entonces me di cuenta de lo que buscaba y automáticamente me excité. Frotándome visiblemente la protuberancia de mi entrepierna le contesté que me gustaría entrar a ver si era verdad y así lo hicimos.
Una vez dentro nos sentamos en un banco y directamente me desabrochó el cinturón, me bajó la cremallera y me sacó la polla que estaba ya bastante tiesa. Me hizo una mamada deliciosa que, tal y como iba yo, duró poco. Le dije que me estaba corriendo y él sin sacar mi polla de su boca movió la cabeza como diciendo que lo hiciera y noté como descargaba dentro de su boca.
Paró de mover la cabeza y así se quedó un momento. Luego, poco a poco la dejó libre y sin tragarse mi leche la mantuvo dándole vueltas en la boca con la lengua saboreándola y tragándosela después ruidosamente.
Salimos juntos del parque y me preguntó si le quería acompañar, que se alojaba en una pensión cercana. Como yo acababa de correrme le contesté que no, pero más tarde pensé que debería haber aceptado para poder tener otra experiencia que antes no había tenido: estar en la cama con un hombre.
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