Pasión Gitana (Capítulo 01)
La historia de sexo y lujuria de una familia gitana afincada en Perú, en el pueblo de Santa Bárbara….
CAPITULO 01
LA FAMILIA DEL LOBO
Les presento mi nueva saga, PASIÓN GITANA. Una historia de sexo, lujuria, incesto y algo más… disfrutenla.
La historia que están a punto de leer sucede en el pueblo de Santa Bárbara, Perú, en las áreas campestres de esta ciudad, en la hacienda ‘’Sierra Morena’’, propiedad de Emil Del Lobo….
Primero que nada, mi nombre es Emil Del Lobo Cortes. Actualmente ando por mis 32 años y tengo 3 hijos, dos varones y una mujer; la mayor se llama Yovanca, de 17 años; el del medio es Andréi de 15 años y, el último, pero no menos importante es Valí de 13 años. Soy bastante joven para tener 3 hijos de esas edades, pero todo se debe a que empecé a ser padre desde muy joven, a mis 15 años, cuando embaracé a mi novia de ese entonces y posterior esposa, Carmen. Ella era una verdadera reina y la amé con todo mi ser y mi corazón entero le perteneció desde el instante que la vi por primera vez, hasta su muerte dando a luz a nuestro último hijo y, hasta el día de hoy la recuerdo con nostalgia y amor; me ha hecho mucha falta, pero como el varón que soy, aprendí a criar a mis hijos siendo viudo y procurar estar para ellos y que vean en mí no solo a su padre, sino a su amigo.
Mi tiempo lo dedico a la administración y el trabajo de mis tierras, ya que soy el dueño de una hacienda ganadera que se ubica a las afueras de Santa Barbara, como a unos 25 o 30 minutos de la ciudad. He construido a Sierra Morena desde su base, cuando solo era un pedazo de monte y tenía una casita de barro medio caída.
Si me pidieran que me describa físicamente, diría que soy guapo, no el más, pero sí que levanto miradas cuando camino por la calle, sobre todo porque me mantengo en forma por mi trabajo en el campo y mi cuerpo está marcado, al punto de ser físicamente atractivo y excitante. Tener barba y los ojos color aceituna me dan un plus, junto con la piel ligeramente tostada por mi herencia genética, ya que soy descendiente directo de gitanos de sangre pura. Mis padres son gitanos, al igual que lo han sido mis abuelos, mis bisabuelos y todos mis antecesores, todos ellos pertenecientes a la etnia Calé.
La pregunta sería, ¿Qué hace un gitano por Perú? La respuesta, para no hacer muy largo el contexto, es que todos mis parientes, desde mis abuelos y los anteriores han nacido y crecido en España, en la región de Extremadura, en una tribu de gitanos Calé muy tradicionales, de esos que por asegurar la pureza de su sangre hasta llegan al grado de la consanguinidad casándose entre parientes para no perder su linaje. Tengo en mi memoria muchas de las historias contadas por mis primos de nuestros parientes casados a muy temprana edad, desde los 16, 18 o 20 años, haciendo gemir a sus esposas a la luz de las velas en su noche de bodas, en diferentes posiciones hasta explotar y soltar sus jugos en el interior de su vagina. ¡Oh, Dios! Lo que hubiera dado por presenciar tales actos, con lo caliente y morboso que soy, ese habría sido el paraíso para mí.
Pero si de algo no me quejo, es de las intensas noches enteras de placer que tenía con mi difunta esposa, ambos gritando y gimiendo hasta casi desfallecer por lo intensa de la faena, que duraban hasta dos horas cada sesión en la que yo terminaba sudando a chorros por la chamba que tenía que hacer; y es que mis rítmicos movimientos de pelvis lentos y luego embravecidos me convertían, y lo digo sin intención de sonar presumido, en un amante perfecto, capaz de sacar orgasmos a la mujer más fría que se abriera de piernas para mí, y quizá ese era mi mayor atractivo, ya que desde que mi mujer falleció pase un año deprimido sin querer amar a nadie, luego descubrí que realmente no quería a ninguna otra mujer en mi vida más que mi amada Carmen, pero eso no era impedimento para follarme a todo lo que se me pusiera en frente y, desde que salí de mi año de abstinencia, hice fama de ser el mejor macho follador de la zona donde vivo, desde las empleadas que trabajan en mi hacienda, pasando por sus hijas, muchas de ellas menores de edad, que me buscaban ansiosas de entregarme voluntariamente su virginidad y sea yo el que les reviente la conchita hasta hacerlas tragar mi leche hirviente.
En la ciudad también ha habido y sigue habiendo mujeres dispuestas a entregarme todo de ellas, sin importarles sus maridos me llaman cuando quieren buen sexo y hasta las he tenido de a dos o tres a la vez para mí, incluso hasta he cogido con ellas en frente de sus maridos y alternando roles en divertidos, calientes y salvajes tríos con ellos, y de otras maneras que de seguro iré contando a lo largo de los capítulos que dure esta saga.
Los hombres y polluelos hambrientos de verga tampoco han sido ajenos a mí, ya que como les dije, soy un hombre fogoso y si mi verga sirve para dar puro placer, quien soy yo para negar tal acto.
En múltiples ocasiones me he visto empotrando duro y parejo mi verga en el ano de algún jovencito colegial o cualquier hombre de ciudad, uno que otro hijo de alguno de mis trabajadores me ha chupado la verga en los potreros donde pasta mi ganado, hasta hacerme venir a mares en sus bocas o en su culo.
Son tantas las historias sexuales que tengo por contar, pero definitivamente lo que he vivido hasta no hace mucho ha sido lo más morboso, glorioso, caliente y gratificante. No sé cómo se empezó a dar, pero si es cierto que lo he disfrutado con todo mi ser. He sudado placer en todo mi cuerpo y he eyaculado pasión por mi verga hasta bañar todo mi ser en sexo y lujuria, tan roja como las llamas del infierno al que seguramente algún día iré.
Empezaré contando, de una manera no tan corta, pero tampoco demasiado extensa en estas líneas mi historia, mi candente historia…
El hecho es que, cuando mi padre, Yago Del Lobo, era apenas un jovenzuelo de 12 años, tuvo que salir huyendo de su casa y de su tribu junto a sus hermanos mayores y sus padres, ósea mis abuelos, ya que al genio de mi tío Álvaro, que tenía 16 años en ese momento, se le ocurrió follarse a una de las hijas del panadero, la más jovencita de apenas 13 años, igual que mi padre, su compañerita de la escuela a la que le decían la Nena, y con la que, según me contó el, jugaban de vez en cuando al papá y la mamá, pero que en su inocencia, mi padre atinaba solo a darle besitos inocentones en la mejilla a su amiguita, hasta que esta se mostró muy enojada un día y se fue dándole una cachetadita, dejándolo que juegue solo.
- ¡Que me tiene aburría tontuelo!
Y saz, el golpecillo de su manito en la mejilla izquierda de mi padre, dejándosela medio roja.
- ¡Pero que tienes muje! —le increpaba mi padre al ver que su amiguita se enfadó porque ella lo quiso besar en la boca y él no se dejó.
- ¡Que eres un soberano zopenco, un pelmazo! —le gritaba la niña mientras se marchaba ondeando su vestido suelto de flores y sus cabellos negros.
Mi padre se sobaba la mejilla, muy enfadado mientras mi tío Álvaro salía riéndose a carcajadas de entre unos montones de paja que se usaban para que mi abuelo alimente a sus caballos, ya que él era negociante de caballos, burros y mulas, los mejores de toda Extremadura.
—¡Pero de que te ríes… eh, bocazas! —renegaba mi padre.
—¡Sois un verdadero capullo hermanito, que ni los payos son tan gilipollas como tú!
—¡QUE NO ME VENGAS A COMPARA CON LOS PAYOS! —se enfadó mi padre, queriendo golpear al tío Álvaro.
—¡Eh, toro! —le decía él calmándolo. —Es que no lo veis, la chavalilla quiere que la follen… ¡quiere que la folles tú, pelmazo!
Mi padre no llegaba a comprender lo que decía mi tío, o mejor dicho, no daba pie a que eso fuera cierto. La niña le gustaba mucho, era linda y tenía mucho que ofrecer a la vista a sus cortos años. Mi padre ya tenía un despertar sexual a sus 12 años, le gustaba tocarse y estimularse, tal cual como los había visto a sus hermanos mayores. Le gustaba espiar a las mujeres de su tribu bañarse desnudas en el río, y de vez en cuando, había visto a alguno de sus hermanos coger fuerte a alguna muchacha, obviamente una paya, es decir, una mujer que no era gitana. Había visto como esas mujeres gemían fuerte mientras alguno de sus hermanos le enterraba la verga en su coñito algo peludito, y del el brotaban juguitos transparentes o algo lechosos que era el resultado del orgasmo de la fémina follada en todo su goce.
—¿Pero ¿qué dices? Eso no es cierto, sabes que eso no se puede hacer aquí, las mujeres tienen que ser vírgenes para que se puedan casar cuando sean grandes —decía mi padre, algo sonrojado.
—Es cierto eso, pero también es cierto que a muchas de aquí le han metido la polla antes de casarse, solo que no lo han hecho por el coño, sino por el culo —decía mi tío riéndose bajito.
La sangre de mi padre ya había empezado a correr fuerte por sus venas, llegando a cada parte de su cuerpo con furia y rapidez, sobre todo a su polla que ya estaba hecha una barra de acero de tanto morbo que le había platicado su hermano.
—¿En serio? —le preguntaba ingenuo.
—Es cierto, hermanito. Esa chica quería que tú le dieras duro y parejo. ¿Te imaginas meterle la polla en su culito cerradito y muy calientito? —decía mi tío con los ojos cerrados, lamiéndose los labios como imaginando ser el quien metía su enorme polla en el culito de aquella chiquilla lujuriosa.
Mi padre estaba que se moría del deseo, pero no sabía que hacer ni como acceder a aquello que moría por sentir.
—¡Pero es que yo no sé cómo! —gimoteó ansioso.
—Y sé que no, se te nota lo virgen en la cara, eres un chavalillo. Pero deja que yo te enseñe ¿vale? Anda al granero donde se guarda la leña seca y escóndete detrás de unos pilancones de troncos, ya verás como ser un macho Calé.
Mi tío dio sus indicaciones a su hermanito y este obedeció en el acto.
Dentro del granero, Yago se escondió lo mejor que pudo tras los maderos y unos minutos más tarde su hermano Álvaro entraba junto a la chica hasta quedar al lado de una ruma de heno, donde comenzaron a tocarse uno al otro y besarse ansiosamente. La había convencido de follar.
Álvaro tenía una fama de ser muy golfillo, y a sus 16 años las hormonas le reventaban la cabeza con un solo pensamiento, SEXO.
En pocos segundos, la chiquilla ya estaba desnuda con sus tetillas del tamaño de un limón completamente al aire. Álvaro las chupaba enteras y le sobaba seductoramente la conchita para estimularla y sacar toda su cachondes.
—¡Vamos nena, chúpame la polla! —le pidió Álvaro a la chica, con su verga completamente dura y apuntando al cielo. Vaya que era grande, mucho más para una nena de 13 años que tiene un coño super estrecho.
La chica se arrodillo y tomo entre sus manos el pene de Álvaro, se lamio los labios y procedió a probar la cabeza, sutil y delicadamente. Tenía un sabor algo salado por el líquido lubricante que ya se desprendía de aquella polla, gorda y super venosa, muy caliente y con una ligera curva hacia arriba, sin duda alguna era un prototipo de verga muy deseable.
—¡Uffffff! —gemía Álvaro mientras se alisaba el pelo algo largo que tenía, notándosele el grado de placer que estaba experimentando.
La verga parecía ponérsele cada vez más dura, las venas se le marcaban seductoramente como para que aquella chica pudiera sentir su relieve con la lengua al momento de metérsela en la boca, lo que hacía que ella también gimiera de goce al sentir su boca tan llena de carne dura que traspasaba su campanilla maliciosamente.
—Pero joder niña, que bien que la chupas, eh —exclamaba Álvaro mientras entrecerraba los ojos verdes que tenía, y volteaba a ver a Yago entre los maderos y le hacía gestos con los dedos como diciéndole ¡que exquisito!
Yago se tocaba acaloradamente su ya desarrollado pene, bastante desarrollado para alguien de su edad. Estaba a esas alturas ya sin pantalón y haciéndose una paja muy húmeda y rápida. Cerró los ojos unos instantes suspirando de fogosidad, que cuando los abrió vio que su hermano ya había recostado a la nena sobre el heno, con las piernas bien abiertas y comiéndole la concha rosadita y sin vello púbico, apenas una lanilla muy tersa que apenas y se notaba, pero que con la saliva de Álvaro tomaba un color más oscuro.
Esa chiquilla gemía como loca, parecía una gata acalorada y soltaba sus jugos transparentes sobre los labios y la barbilla de Álvaro, lo que le indicaba que ya estaba lista para ser penetrada.
—Métela, ya métela —suplicaba.
—¡Estáis muy cachonda, eh! Claro que te la voy a meter, te la voy a enterrar hasta los huevos, para que sientas los que es un hombre de verdad, joder.
—Mi coñito quiere polla —gemía la Nena.
—Pues vamos a darle polla a ese chochito chiquito —decía Álvaro mientras le pincelaba los labios mayores con la punta del glande en forma de fresa, super duro y caliente, muy rojo. —Vamos Nena, aguántala que ya te va entrando la cabecita… aguanta mi amor, aguanta… ¡OHHHHH! ¡Joder que rico! —gemía Álvaro enterrando su enorme polla en la estrechísima vagina de la Nena, quien no pudo evitar soltar un par de lágrimas mientras apretaba duro los ojos, sintiéndose invadida completamente por esa carne dura como acero.
—mmmm… mmmm… mmmm… Ah, ah, ah… ¡me duele!
—Ya se te va a pasar, mi amor —le decía para calmarla mientras le besaba el cuello y amasaba las tetitas con la mano derecha, y a su vez con la izquierda trataba de estimularle el clítoris usando los dedos.
Álvaro se incorporó un poco para ver cómo estaba el coño de la Nena comiéndose semejante tranca, pero sobre todo quería ver el trofeo de su invasión, las gotas de sangre corriéndose por la base de su polla y bajando por sus gordos huevos peludos, para luego juntarse en una sola gota que caía pesadamente al heno bajo sus cuerpos.
—Listo mi niña, ahora si podéis decir que ya eres mujer —decía Álvaro riendo, sabiéndose dueño de un nuevo himen desflorado.
La Nena solo gemía medio ahogada en ardor y placer. Si bien era cierto, la polla de Álvaro se sentía gloriosa dentro suyo, pero no podía evitar sentirse adolorida por su tamaño. La pobre chica deseaba que se la saque, pero a su vez no quería dejar de sentirse totalmente llena de polla.
Álvaro aprovecho que la chica estaba con los ojos cerrados, terminando de procesar las sensaciones de haber sido desvirginada por un muchachote muy caliente y, asumiendo la idea de que de seguro le daría el polvo de su vida. A pesar de ser totalmente inexperta en el sexo, podía pronosticarse que terminaría muerta de placer.
El hermano de Yago se terminó de acomodar encima de la Nena, de modo que no la vaya a aplastar, ya que la diferencia de tamaños era algo notoria, él era alto y fornido mientras que la pobre chica era pequeñaja, pero de muy buenas caderas y nalgas carnosas que invitaban a nalguearla cual zorra.
—¿Estáis lista, nena? Me voy a empezar a mover y quiero que aguantes, te voy a dar caña…
—ujum… ya follame —suplicaba la Nena.
Una vez que Álvaro estuvo listo, le dirigió una mirada cómplice a Yago y le guiño el ojo, en seguida elevó un poco su cadera y lenta pero firme la bajó, sacando y enterrando nuevamente esa polla suya en la vagina de su joven amante, quien no solo gimió, sino que casi grita de dolor y placer. Álvaro le tapó la boca dándole un sucio y morboso beso, rebuscando con su lengua en el interior de su boca, prácticamente le estaba enseñando a besar con cachondes.
—¿Te gusta, mi amor? —preguntaba Álvaro.
La Nena solo asentía moviendo la cabeza, aunque sus gemidos confirmaban su gusto de ser clavada, al principio de misionero, pero a medida que pasaban los minutos ya estaba con sus piernas sobre los hombros de Álvaro, recibiendo tremenda follada que calmaba el escozor de su vagina.
La chica ya tenía todo el coñito rojo, pero cada vez le gustaba más el ser follada de manera fuerte, en cada embestida que Álvaro le daba con pasión y fuerza parecía que la polla de este le iba a salir por la boca, sentía que le empujaba el útero cada vez más arriba cuando Álvaro se lo tocaba con el glande.
—mmm… mmm… mmm… ¡que rico! —gemía la Nena.
—¡Oh, oh, oh! Joder, que bueno esta esto… me estáis haciendo sudar, guarra… me tienes tan cachondo.
—¿Te gusta mi coñito? ¿Te gusta follar mi chochito chiquito?
—Me encanta, joder… Te voy a dar polla hasta que no pueda más, lléname de leche la polla, déjamela tan jugosa que te suelte toda mi leche en el puto coño. —casi gritaba Álvaro, embravecido a medida que bajaba su cadera sobre la Nena como si fuera peso muerto. Se podía escucha el ‘’plaf, plaf’’ de ambas pelvis chocando.
La espalda del varón ya estaba toda brillosa del sudor, al igual que sus firmes y bronceadas nalgas. De su frente caían gruesas gotas de sudor que resbalaban por sus mejillas y la punta de su nariz, para terminar, impactándose sobre la cara de la pequeña chica que recibía toda la furia del pene de Álvaro, casi muriendo de placer soltaba gemidos que solo significaban algo, se estaba corriendo por tercera vez.
Álvaro lo notó y rápidamente acercó su cara al coño de la Nena y recibió con la boca abierta la corrida de su chica mientras le chupaba el clítoris y le hundía su lengua.
—Ah, ah, ah, ah, ah —gritaba la chica soltando sus jugos.
—Eso nena, asi… córrete para mi… —la animaba Álvaro con su cara bañada de la corrida vaginal, para luego jalarla de los pies y colocarla fácilmente en cuatro, como buena putita sumisa. Se escupió la polla y la dirigió nuevamente a ese estrecho coñito que ya lo había vuelto un loco.
La Nena solo gimió y enterró la cabeza en el heno, tenía hebras de paja seca en el desordenado pelo. Se mordía el labio inferior en cada entrada y salida del pene de Álvaro, se estaba volviendo loca ella tambien. El ardor de su vagina ya era cosa pasada, ahora solo deseaba ser penetrada con furia por ese macho gitano caliente.
—¿Eres mi perrita? ¿Eres mi putita? —le preguntaba el chico mientras la jalaba del pelo y le soltaba unas buenas nalgadas en ese culo redondo que, con las piernas juntas, se asemejaba a un corazón. La tomaba fuertemente de la cintura dejándole los dedos marcados y procedía a embestirla cada vez más fuerte, haciendo que las nalgas le suenen cada vez más duro con cada embestida.
El pecho de Álvaro brillaba de todo el sudor que emanaba. Otra vez lanzó una mirada a Yago, quien ya iba por su cuarta corrida y seguía jalándose la polla. Álvaro avanzaba a distinguir el auto complacimiento que su hermanito se daba, puso el puño en alto en señal de apoyo a su paja y, dándole más duro a la Nena, incitó a que yago se la jalara con más fuerza y se corriera por quinta vez, quedando el pobre chico con las piernas temblorosas.
La Nena ya gritaba acaloradamente y sin restricciones ante las brutales embestidas de su macho, y se estimulaba manualmente en cuanto sintió que se venía otra vez.
Álvaro ya estaba llegando a su límite y tambien apuró el glorioso momento, no podía aguantar más, después de todo ya debían de tener al menos dos horas follando como locos.
—¡Joder que me voy a correr! ¡Me voy a correr! —gritaba Álvaro.
—¡OHHHHHHHH… JODER! —gritó el muchacho hundiendo toda su polla dentro de la Nena, terminando de embestirla un par de veces más con penetraciones duras y pausadas, regando en su interior al menos ocho chorros de leche caliente, tan caliente que la chica sentía su interior arder de calor.
Ambos jóvenes cayeron rendidos sobre las pacas de heno sobre las que follaron salvajemente, Álvaro sobre la Nena casi aplastándola, jadeando como si no pudieran jalar oxígeno.
—Joder que bueno estuvo —dijo Álvaro.
—Me encantó, estuvo buenísimo… ¿se va a repetir otra vez? —preguntó la Nena.
—Claro que si mi niña, tengo mucha leche para dártela cuando quieras.
Finalizaron aquel momento besándose apasionadamente, cruzando sus lenguas y compartiendo saliva.
—Creo que deberías ya ir a casa, tu padre puede molestarse si no estas en la panadería ayudándole —sugirió Álvaro.
—Creo que tienes razón… ¿te veré luego? —preguntó la Nena a medida que se limpiaba la conchita con el pañuelo de Álvaro y se colocaba su vestido de flores.
—Si, claro… yo te busco… Eh… No le vayas a contar a nadie —Álvaro le dio un beso y nalgueándola suavemente la mando a su casa.
Una vez que cerró la puerta del granero después de que saliera la Nena, se dejó caer nuevamente sobre la paja seca y colocándose las manos detrás de la cabeza habló:
—¿Qué os a parecido eh, hermanito?
Yago, mi padre, salió de entre los maderos; ya con el pantaloncillo subido, pero las piernas aun temblando, y es que cinco pajas dejan asi a cualquiera, mucho más si eres un niñato de 13 años.
—¿Me dejas a mi hacerlo para la próxima? —pregunto Yago casi de manera suplicante.
—Te voy a llevar a un lugar donde puedas hacerlo con alguna puta, es mejor que sea fuera de la tribu, no vaya a ser que te quieran hacer casar.
Yago quedo emocionado con la propuesta, ya quería hacerlo, se imaginaba follar por primera vez y la polla se le enduraba de nuevo, bendita juventud.
Álvaro se vistió y junto a Yago regresaron nuevamente a casa.
—Eh, hermano… ¿Tú crees que la Nena le cuente a alguien que te la follaste? —preguntó.
—No lo creo —respondió su hermano mayor. —De todos modos, no le conviene hacerlo, ya no sirves para esposa si ya no eres virgen para tu marido. Pero si se llegan a enterar es seguro que el cabrón de su padre la mata y me mata a mi también. Por eso no digas nada a nadie, ¿vale?
—Vale —prometió Yago.
Pasaron algunos dias, algo de una semana cuando sucedió lo que mi padre y su hermano Álvaro temían. Avelino, el panadero y padre de la Nena llego a casa de mi abuelo exigiendo una satisfacción por la deshonra de su hija. Y es que llegaron a descubrir que su hija ya no era virgen y, tras darle una paliza y preguntarle quien fue el responsable, terminó confesando que fue Álvaro.
Para no hacerles muy larga la historia, Álvaro negó todo y al no querer casarse con la Nena, como lo exigía su padre, no les quedo de otra que huir de ahí, ya que las leyes de honor de los gitanos indican acabar con la vida del otro para limpiar tu honor familiar.
Toda la familia paterna se tuvo que venir huyendo de su casa para no terminar muertos. La ira de mi abuelo al verse en esa situación no era discutida, pero luego de mucha travesía lograron llegar a Perú, donde una nueva vida les esperaba en el pueblo de Santa Bárbara…
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