PASIÓN GITANA (Capítulo 02)
Emil conoce el sexo por primera vez….
CAPÍTULO 02
EL DESPERTAR SEXUAL DE UN MACHO FOLLADOR
Luego de muchos años, la familia del Lobo ya tenía una historia en la ciudad de Santa Bárbara. Mi familia logró hacerse de un espacio entre los habitantes de aquella ciudad, al principio no tan bien vistos debido a la reputación de algunos gitanos en el mundo, no todos somos ladrones y estafadores, y hoy en día ya habemos muchos sedentarios de un solo lugar, aunque conservamos las costumbres de los gitanos Calé. Todos nos llamaban los gitanos, o los españoles.
Debido a que mi abuelo no quería que alguno de sus hijos se casara con una mujer de otra sangre que no sea Calé, hizo los modos posibles para que sus hijos se casaran con una gitana, asi fue como mi madre llegó desde España a los 16 años para desposarse con mi padre, Yago, cuando este ya tenía 20 años. No hubo padre que se negara a entregar la mano de su hija en matrimonio, sabiendo que esta tendría una buena vida dentro del clan Del Lobo; puesto que, desde su afincamiento en Santa Bárbara, ganaron fama y reputación con el negocio de la ganadería y, sobre todo, los caballos. Mi familia, básicamente, se dedicó a negociar caballos y mulas, escogiendo y criando siempre las de mejor calidad. Esa práctica continua hasta el día de hoy, claro está a manos de mi padre y mis hermanos, entre otras cosas más.
Yo he preferido trabajar por mi lado, haciéndome de mi propia fortuna desde cero, no por egoísmo pero si por orgullo, y es que, haber crecido entre gitanos no ha sido fácil, siempre hemos tenido una crianza diferente al resto de niños, pero el momento que me hizo ser independiente de mis decisiones fue cuando me llego el amor en forma de mujer, y creo que los que se han enamorado de verdad, me sabrán dar la razón al decir que se pierde la cabeza locamente al ser correspondido por el amor de tu vida.
Conocí a mi esposa siendo adolescente, teníamos ambos 15 años cuando entonces. Desde que la vi supe que era mi alma gemela, aunque al principio no me correspondiera como yo quería, y es que mi reputación social entre mis compañeros del colegio no era muy buena. No era buen estudiante, solo inteligente pero no estudioso; era muy alborotador, y ni que hablar entre las chicas, no había vagina que no haya probado, incluidas las de chicas mayores que yo, y es que si algo heredamos los hombres de mi familia no solo fue lo calientes, sino también lo bien dotados que tenemos la entrepierna, para goce y placer de muchas mujeres.
Recuerdo, con total exactitud, la primera vez que conocí a Carmen. Era bella y risueña, como las flores del campo que salen después de la llegada de lluvias, esas que te transmiten paz con solo olerlas, esas de colores encendidos y formas extrañas, como las orquídeas, los lirios o jazmines….
♣♣♣
Antes de mi esposa, mis inicios en el mundo del sexo fueron muy precoz, tenía 13 años cuando pasó. Yo caminaba por la plaza del pueblo, completamente distraído en mis pensamientos, dentro de los cuales solo visualizaba lo que se representaba como más importante para mí, ‘’revistas porno’’.
Esas revistas que había encontrado debajo del colchón de uno de mis hermanos. Moría por verlas de nuevo. Ver esas guapísimas mujeres completamente desnudas, mostrando los pechos, y que pechos que tenían, de pezones rosados y grandes como dos balones, podía imaginarme como rebotarían. Y las que aparecían abiertas de piernas, mostrando la ‘’palomita’’, como yo solía decirle a esa edad a la vulva de las mujeres.
En una de las páginas de una revista, la más gruesa que encontré escondida, estaba la fotografía de una chica de unos 20 años, abierta de piernas y enseñando la vulva, tenía un ligero vello púbico que al día de hoy comprendo que era rasurado. Con sus dedos índice y anular se abría ligeramente los labios vaginales, dejando al descubierto ese orificio que a simple vista se podía apreciar que ya había sido invadido anteriormente.
Esperaba que ninguno de mis hermanos estuviera en casa. Mi turgente erección necesitaba que mis ojos visualicen, nuevamente, esas imágenes lascivas para largar los densos y ardientes chorros de mi hombría, producto de mi recientemente descubierta ‘’masturbación’’.
Apenas llegué a mi casa fui corriendo al escondite secreto donde, anteriormente, encontré esas páginas gloriosas para un niño de 13 años en pleno despertar sexual, hasta ese momento yo era aún virgen, no conocía el placer o el pecado de la carne.
Las saqué de entre la tarima que sostenía el colchón de la cama de mi hermano mayor. Mis manos temblaban de la emoción por volver a ver las imágenes de esos cuerpos desnudos: tetas, vaginas y penes de gran envergadura, penetrando sutilmente labios vaginales estrechos a simple vista.
Caí en cuenta que solo había visto un par de esos tesoros, y faltaban muchos más, quizá unas 10 revistas en total de varias páginas y mucho morbo por visualizar y sentir. El corazón me latía muy rápido… ¡Hay de mi si me descubre alguien! Pero la casa estaba sola y mi instinto sexual solo me decía una sola cosa: ¡ábrelas!.. Y lo hice.
Gloriosos mis ojos que contemplaron la belleza femenina tal cual como Dios las trajo al mundo. Unos culos de infarto. Mujeres tan sexis arrodilladas chupando penes rosados, trigueños y negros, grandes y ya muy baboseados. Hombres lamiendo vaginas de chicas que en mi mente imaginaba serían su primera vez. Página tras página se ponía mejor, deseaba ser yo el que estuviera entre todas esas imágenes, ensartando a todas esas hembras calientes hasta chocar mi escroto en sus vulvas y sacarles gemidos de entero placer.
Mi mano estrujaba mi verga ya erecta hasta más no poder, aun por encima de mi pantalón, pero goteando liquido preseminal. Sentía que mi pene dolía, pero era un dolor placentero. Fui bajando el cierre hasta sacármela y ahorcarla justo por debajo del glande, la tenía muy dura y mojada, brillaba mientras apuntaba hacia arriba y con mi mano ya escupida le iba descubriendo la cabeza enrojecida, lentamente fui bajando el prepucio casi hasta la base en un tierno masaje masturbatorio que, de no haber sido suave y relajado, hubiera hecho que acabara en mares de semen.
Mi respiración se entrecortaba y mi frente brotaba gotas de sudor. Pasé las páginas una a una, visualizando hasta el más mínimo detalle, observando algunas imágenes con más detenimiento que me hacían pausar mi paja para no acabar muy rápido, quería alargar mi placer lo más que pudiera.
—¡Si que la tengo grande! —decía entre mí, mientras sonreía al admirar mi engarrotado miembro adolescente, a medida que rozaba la punta de mi glande por las retratadas vaginas de la revista, haciendo que el roce entre el papel y mi glande me generara oleadas de electricidad que se desparramaba por mi entrepierna.
No podía aguantar más, quería eyacular, no lo podía aguantar más. De estar sentado sobre el piso al pie de la cama, me incorporé y puse la revista sobre el colchón, y haciendo más intenso el movimiento de mi mano me disponía a empapar de semen las páginas centrales de esa ‘’enciclopedia del sexo’’, pero pronto mi placer fue interrumpido cuando sentí un palmazo en mi nuca.
—¡Así te quería encontrar, webón! —oí la voz de mi hermano detrás mío.
Por el efecto del golpe giré la cabeza y lo vi detrás de mí e inmediatamente me subí el pantalón, guardando mi verga. No llegué a eyacular, ya que el susto me sacó de mi trance de placer.
Jonás, mi hermano mayor, el dueño de esas preciadas revistas me había descubierto jalándomela.
—¿Qué mierda haces con mis revistas? —me increpó agarrándome del cuello de mi camisa y sacudiéndome con fuerza—. ¿Así que te la estabas jalando, pendejo de mierda? —me decía.
Yo estaba asustado, podía imaginarme la tunda que el me daría.
—No le digas a mi papá —le supliqué.
—Ahora si ya te cagaste —me decía riéndose socarronamente—, te voy a hacer sonar las costillas a patadas ¿Quién carajo te dijo que podías agarrar mis revistas, webón?
Atiné a solo quedarme mudo y no hacer nada por defenderme, no tenía las de ganar, pero de pronto algo me iluminó la mente.
—Si me pegas le voy a decir a mi papá —lo reté sabiendo que no podía acusarme, ya que al hacerlo tendría que explicar el motivo de tener escondido bajo su cama todo ese material pornográfico.
—¿Te crees muy vivo verdad, pendejo?
—Si me pegas o me acusas con mi papá, yo le voy a decir que estas son tus revistas, y a ver que explicación le das, a los dos nos van a sacar la mierda… habla, ¿quieres que le diga? Los dos vamos a perder.
Jonás no era sonso, sabía que yo tenía la razón, y noté que él lo comprendió ya que me soltó del cuello dándome un empujón que me hizo caer sobre la cama.
—Es más, yo mismo voy a decirle ahoritita mismo… total ¿qué importa que me pegue a mi también? De todos modos, siempre me apalea. —insistí y fingí querer salir del cuarto.
Pronto, Jonás me detuvo por los hombros, pero esta vez ya no fue rudo.
—Pero hermanito, no lo tomes a mal —dijo él, sonando salamero al saber que también perdería—. ¿Cómo crees que yo te voy a pegar? si solo estoy jugando para ver si te asustas. No te preocupes, yo también he pasado por esto, es normal entre los hombres.
Yo sabía por dónde iba el asunto, no quería que yo lo acuse, y era hora de sacar provecho de esto.
—¿Qué me das para no decir nada? —pregunté.
—Te regalo algunas de mis revistas —respondió Jonás.
—No es necesario, de todos modos, vas a tener que prestármelas.
—No te pases de vivo —dijo Jonás enojado.
—Bueno, como tú quieras. Alista el espinazo para los correazos —dije.
—Ya, ya… te las presto, te las presto… ¿pero qué chucha quieres que te dé? —insistió Jonás, casi haciendo pucheros.
—No sé, sorpréndeme con algo novedoso —insistí.
Después de algunos minutos en los que Jonás me presentó varias opciones que terminé rechazando, vino la mejor idea que esa cabeza hueca me pudiera haber ofrecido.
—¡Ya sé! —dijo tomándome de los hombros y mirándome de frente—. Si tanto andas de arrecho estrujándote la mazorca ¿Qué te parece si te doy algo mejor que solo andar mirando mis revistas? Te pongo a una hembrita para que te la tires rico y sabroso ¿Qué dices?…
—¿Una hembrita? ¿Una flaquita para mí?
—Si webón, una hembrita para ti solito… para que te la caches hasta llenarle la conchita de leche… habla ¿te animas? ¿o no es lo que quieres?
—¡SI QUIERO! ¡SI QUIERO! —casi gritaba emocionado con la idea.
—Listo, entonces mañana hacemos esa vaina…
—Solo que hay un detalle, un pequeño detalle —lo interrumpí—. Yo todavía nada de nada.
—Ah chucha, me lo imaginaba… todavía no pruebas mujer —dijo Jonás riéndose socarronamente.
—Ya pe’ webón, mucha risita…
—No te preocupes pollito, mañana te haces hombre —me dijo, pellizcándome la mejilla de manera burlona.
♣♣♣
Al día siguiente todo estaba programado con mi hermano para la tarde. Nuestra excusa para salir de la casa hasta el pueblo era por asuntos de la escuela.
Me sentía muy nervioso, durante toda la noche casi no podía dormir de la emoción. Quería jalármela a cada rato de tan solo imaginar todo lo que le haría a esa chica que mi hermano me presentaría. Pero como Jonás me dijo, no debía jalármela para que llegue con hartas ganas a la faena, ya que muchas pajas podrían hacer que al final no se me pare la verga.
Ya en la tarde, cerca de las tres y media, estábamos Jonás y yo caminando rumbo a Santa Bárbara, que quedaba cerca de nuestra casa, ya que vivíamos casi a las afueras de la ciudad.
—Espero que no te la hayas estado jalando webón, sino vas a quedar mal con la hembra. —Me decía.
—Voy recontra fierro —le decía yo tocándome la verga por encima del pantalón, mostrando que ya la tenía extremadamente dura.
—Oye enano, no me había dado cuenta que estás bien armado, se te ve grande hermanito, pero…
—¿Qué cosa? —pregunté medio intrigado.
—No me igualas… yo la tengo más grande y gruesa.
—Espera a que yo crezca más y la voy a tener como burro —dije sacándome la verga de fuera y palmeándomela en la mano.
—Más te vale que me hagas quedar bien… se supone que al ser mi hermano debes de dar toda la talla, igual que yo.
—¿Tú ya te la tiraste?
—Ufff… ya perdí la cuenta. Yo ya le he tirado varios polvos a esa hembrita, es una zafadasa pal sexo… te la chupa riquísimo y la aguanta entera. Si vieras como la hago gritar cuando la pongo piernas al hombro, y cuando le doy por el culo es…
—¿También se la metes por el culo? —pregunté casi gritando.
—¡Cállate webón! —me silenció Jonás—, alguien te puede escuchar… Si mano, últimamente solo le meto por el culo porque quiere que le compre las pastillas para no quedar embarazada, y como no tengo plata, el chiquito paga el pato —me dijo riendo mi hermano.
—¡A la mierda! —dije sorprendido, ya que mi inocencia, hasta ese momento, veía al sexo anal como algo etéreo y olímpico.
—Ya vas a probar mano lo rico que gime esa putita… siempre pide más, hasta se orina del gusto, claro que eso pasa solo si la sabes coger.
—La voy a reventar mano —dije con orgullo.
—Esa es la voz enano pajero —dijo Jonás riendo.
Después de unos pocos minutos de camino ya estábamos frente a una casa de fachada medio despintada, de vereda algo sucia y no muy grande.
Jonás soltó un silbo y a los segundos soltó otro. Casi de inmediato empezó a abrirse la puerta de la entrada, pude divisar que quien abrió era una chica bastante guapa, bajita y llevaba el pelo suelto. Inmediatamente Jonás me hizo el gesto de pasar al interior y apenas entramos me topé con la que sería mi primera mujer; ya la conocía, aunque solo de vista, era una chica del colegio, un par de años mayor que yo. Su nombre no lo sabía, pero tenía un cuerpo de infarto.
—¿Qué tal bebita? —la saludó mi hermano dándole un apretón de cintura y un beso en los labios—. Este es mi hermano, del que te hablé…
—Mira sonso, ella es Raiza —me la presentó.
Yo estaba casi mudo, y entre tartamudeos le pude decir ‘’hola’’, es que ver que solo llevaba puesto un polo corto que apenas le cubría las tetas, mismas que tenía sin brasier ya que se le resaltaban los pezones; y encima solo tenía puesto un calzoncito de encaje me pusieron a mil por hora, al punto de sentir que mi pene se movía solo y se me marcaba entero por sobre la tela de mi pantalón, formando una buena carpa.
—Ya vienes listo por lo que veo —me dijo de manera seductora— Vamos a ver que tal te mueves, si eres igual que tu hermano.
—Trátamelo bonito, amor, mira que está nuevo y sin estrenar el bebé —le dijo Jonás, haciendo que yo me ruborice y me ponga más nervioso de la cuenta.
—Vamos arriba —sugirió Raiza y los tres subimos a su cuarto.
Una vez dentro ella le puso seguro a la puerta.
—A esta hora mis padres no vienen, andan trabajando —dijo ella sacándose el diminuto polo.
Jonás se acomodó en un rincón sobre un montón de ropa, despreocupado y dispuesto a ver toda la acción.
Raiza me ordenó desvestirme y subir a la cama. Al principio me sentía algo incomodo de tener a mi hermano a mi lado, pero ese era el trato, dejarlo ver toda la acción.
Me quité la ropa torpemente por mi nerviosismo, y una vez desnudo me tiré sobre la cama boca arriba y con la verga erecta a más no poder, apuntando hacia arriba y llena de lubricante natural.
—Pero si estás más duro que una piedra —dijo Raiza a medida que sujetaba mi verga con la mano y la pajeaba suavemente.
Una vez acomodada, empezó a lamer mi falo por todo el tronco desde las bolas hasta el glande, saboreando mi líquido pre seminal que, según ella, tenía sabor salado y agridulce. Acto seguido se la tragó de a pocos, hasta que en el tercer bocado se la tragó entera y la degustó completa, llenándole la boca hasta la garganta mientras su nariz me tocaba el vello púbico y yo estaba en la gloria.
—¿Te gusta? —me preguntaba.
—Me encanta… se siente muy rico —respondía yo, muerto de placer.
Giré la cabeza un poco y alcancé a ver que Jonás disfrutaba la escena. Pude notar que su mano derecha sobaba suavemente su propio bulto que ya se marcaba agrandado. Me miró y solo esbozó una sonrisa cómplice igual que yo.
Después de que Raiza se atragantara un buen rato con mi verga, alzó la cabeza dejando hilos de saliva que se conectaban con mi pene babeado hasta decir basta, me había dejado la pinga bastante jugosa.
—Métemela —dijo—. ¿Cómo me la quieres meter primero? —me preguntó.
Yo no sabía cómo empezar, quería ponerla de una y mil formas.
—Chúpale la concha primero, y luego ya la clavas —me sugirió Jonás.
Raiza se colocó boca arriba con las piernas abiertas, invitándome a lamerle la vagina que se veía de labios hinchados y rojisos por la excitación. Con desespero metí mi boca entre su vulva y empecé, de manera torpe, a chuparle el clítoris y toda esa concha jugosa y ligeramente velluda.
La textura de esa piel sedosa, combinada con el contraste de su vello púbico, ponían a mi lengua alborotada. Raiza gemía enloquecida mientras me agarraba de la cabeza como queriendo hundir más mi cara en su entrepierna y se tocaba las tetas.
—¿Te gusta, amor? ¿Mi hermanito te chupa bien la conchita? —le preguntaba Jonás, quien hasta ese momento ya tenía su pene de fuera y se masturbaba con cautela.
—mmm… mmm… mmm… ¡Qué rico lo haces, chiquito! —me decía.
—¡Ya métemela! —suplicaba Raiza, retorciéndose como serpiente.
—¡CLAVALA ENTERA! —dijo Jonás, sonando casi como una orden.
Me moví un poco y fui posicionando lentamente mi pene en la entrada del orificio vaginal de Raiza. Al primer contacto de nuestras pieles, ambos gemíamos extasiados. Poco a poco fui entrando, cautelosamente como queriendo alargar el placer al máximo. Habiendo entrado ya un poco más de la mitad me dejé ir con todo y se la enterré entera, topando muestras pelvis que parecían fusionarse.
Raiza soltó un grito agudo y me agarró de las nalgas, arañándomelas fuerte.
—AY… AY… LA TIENES GRANDE —Gemía la muy zorra..
Yo solo atiné a plantarle un beso exagerado para luego pasar a su cuello, y mientras la besaba iba moviendo mi cadera en un mete y saca que por poco me hace eyacular en el acto.
—¿Te gusta? —le preguntaba.
—Me encanta. Eres un salvaje tirando, ni parece tu primera vez —Me decía.
—Es que yo le enseñé —intervino Jonás.
—Tu cállate webón, no me desconcentres —le dije en tono de broma a mi hermano, y los tres nos reímos.
—Sigue, sigue bebé… me encanta como me la estás metiendo… dame más duro —me suplicaba Raiza.
Inmediatamente empecé a ser más brusco y dar con todo, a tal punto de hacer que la cama empiece a rechinar. Raiza solo gemía y ponía los ojos en blanco, se babeaba por tener la boca abierta aguantando mi verga entera, casi podría jurar que en mi glande sentía como le tocaba el útero y se lo empujaba en cada metida.
—AY SI… CHUPAME LAS TETAS…
Me prendía de esos pezones como si yo fuera un cachorro que busca la teta de una perra… ¡Si, en ese momento, ella era mi perra!
Luego de un rato de aplastarla dándole de misionero, ella sola se acomodó en cuatro y se la metí de un solo empujón. Casi se le salen los ojos de las órbitas al sentir mi verga entera en su vagina, obviamente en esa posición la sensibilidad es mayor. La sujeté de las caderas con fuerza, y mi velocidad sumada a mi excitación no dieron tregua a descanso. Los aplausos de mi pelvis chocando contra sus nalgas se oían a un ritmo acelerado, mientras Raiza tenía la cara hundida en el colchón, muerta de placer.
Sobre las sábanas estaba la enorme mancha de humedad que no había desde un inicio, era la marca de mi victoria, las corridas que había tenido mi zorra.
—Ufff… me voy a venir… —dije volteando a ver a Jonás, quien ya estaba en una paja enfurecida—. ¡Me vengo, me vengo! —seguí vociferando casi sin voz y con todo el cuerpo perlado en sudor.
—Vente dentro de ella —me indicó Jonás.
Di los últimos movimientos, marcándole mis dedos a la cintura de Raiza, para luego soltar tres empujones mientras mi pene disparaba los chorros de mi esperma que salían como balas, impactando dentro del útero de Raiza que yacía muerta de placer tras su último orgasmo.
En la última embestida dejé mi pelvis pegada a las carnosas nalgas de Raiza, con mi trasero endurecido mientras intentaba meter hasta mis bolsas para que nada de mi semen quede fuera. Sin duda alguna dejé esa concha muy bien preñada de mi semilla, mi primera concha conquistada y marcada por mi esencia varonil de macho ardiente.
Mientras permanecía pegado a Raiza, Jonás se acercó rápidamente a medida que se jalaba la verga, pegándole el glande a su boca, misma que ella abrió para recibir los chisguetes de su leche y quedar embarrada de la virilidad de mi hermano.
Quedamos los tres completamente rendidos, sobre todo Raiza, que tuvo varias corridas hasta desfallecer. Yo había tenido mi estreno, y vaya que estreno.
—¿Qué tal? ¿estuvo rico? —me preguntó mi hermano.
Yo no podía articular palabra, mi garganta estaba seca, solo levanté mi pulgar en señal de victoria, lo que hizo a Jonás reírse descaradamente.
—Enano webón… ahora si ya eres un hombre —me dijo con una risa cómplice y medio burlona—. Cámbiate que tenemos que regresar a la casa —me ordenó.
De regreso a casa aún no podía creer lo que había vivido, había tenido sexo por primera vez, y no solo eso, la hice gritar taladrándole el chocho de manera bestial.
—Mis amigos no me lo van a creer… voy a ser la envidia de todos ellos —pensaba entre mí…
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