Pastor de Adolescentes II: Jonathan
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por elgoot.
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Más tarde ese día, el Pastor Principal, el reverendo Esteban entró a mi oficina.
?Fer, ¿conoces a la familia González?
?¿Cuál de todas? ?respondí.
?Aitor y María González, junto con su hijo Jonathan.
?Conozco a Jonathan, es un buen chico. Siempre busca ayudar y viene a las acti-vidades regularmente.
?Fer, los González me trajeron a su hijo porque tiene un problema muy serio… y adictivo.
?¿Cayó en las drogas?
?Ojalá fuera eso, Ferdinando. El chico ha abierto la puerta demoniaca a la promis-cuidad y la lujuria. Aitor descubrió a su hijo masturbándose hoy y aparentemente se ha estado tocando diariamente, si no es que más. Contigo como su Pastor, pienso que sería mejor si hablaras tú directamente con él.
?Esteban, eso es terrible. Claro que puedo hablar con Jonathan. Lo he visto crecer desde que llegaron a la iglesia y siempre me sorprenden los problemas en los que los adolescentes se pueden meter.
?Gracias, lo enviaré enseguida.
Toda esa charla de que la masturbación es un pecado me hace reír. Sé jugar el rol de pastor perfectamente, pero cuando se trata de las pajas, me toco diario y no he conocido a ningún hombre que no se haya tocado. Si lo niegan, ¡es por tímidos!
Jonathan entró a mi oficina con su cabeza baja y se sentó en el sofá sin decir una palabra.
?Jon, mírame ?dije esperando a que me viera ?Nos hemos conocido por mucho tiempo, ¿no?
?Por siete años, Pastor del Valle.
?Llámame Fer, hoy vamos a tener una charla franca y honesta.
?Ok. ?dijo Jonathan tomando aire profundamente.
Jonathan, o Jon, era todo un atleta, el mejor jugador de fútbol de su escuela. A los diecisiete medía más o menos como 1.78m, algunos quince centímetros menos que yo. Tenía hombros amplios y su torso se angostaba hacia su cintura. Su cabello era café claro y sus músculos lo hacían lucir muy bien, pero lo que más me gustaba eran sus ojos verdes.
Sin aviso, Jon empezó a lloriquear.
?Pastor, ¡he pecado! Sé que estoy haciendo mal, pero no puedo parar. ¡NO PUE-DO!
?Jon, tus padres te trajeron a mí para ayudarte. Sé cuál es tu problema, que tu pa-dre te cachó masturbándote en tu cuarto.
Jonathan se quedó petrificado y no podía mirarme más a los ojos. Lágrimas y mie-do llenaban su rostro, lo conocía demasiado bien.
Moviéndome de mi escritorio me senté junto a él en el sofá y crucé un brazo alre-dedor de su hombro para acercarlo a un abrazo de hombres.
?Deja de llorar, Jon, la masturbación no es nada de qué avergonzarse.
Jon me miró y se cuestionó.
?Pero mi padre dice que eso es malo y que debo esperar al matrimonio para expe-rimentar esas sensaciones.
?¿Eres la única persona que conoces que se hace pajas?
Mi vocabulario desconcertó al pequeño, pero respondió.
?No.
?Es muy común, ¿no? ?Hago una pausa y un ligero movimiento para poner una mano en su rodilla mientras prosigo. ?Jon, ¿qué es lo que te pone tan caliente que tienes que tocarte?
?¡Tengo que hacerlo, Fer!
?Jon, sé honesto conmigo.
?¡Mi novia! Está buenísima, lo único que quiero es quitarle sus pantalones y ¡FO-LLÁRMELA DURO! ?Jon reaccionó ?Disculpe mi lenguaje, Pastor.
?Eso es natural, Jon, no es nada de qué avergonzarse. Como hombres tenemos ne-cesidades que deben satisfacerse. Sé que tu padre te dijo que masturbarse es malo, muchos padres dicen eso porque no les gusta ver crecer a sus pequeños. Tu cuerpo ya es el de un hombre. Tienes diecisiete años y eres fuerte, guapo y esperar hasta el matrimonio no es posible. Si no te masturbas, eyacularás dormido o en algún otro momento. Jon, sé que puede ser difícil, pero no es un pecado tocar tu pene y mas-turbarte. Te ayudará a controlarte para no tener sexo y con el tiempo, te ayudará cuando lo tengas. Puedo apostar que te masturbabas incluso antes de conocer a tu novia.”
Me atrevo a dar un paso más y decirle al atrevido muchacho.
?Mira, incluso yo estoy erecto por esta charla de sexo.
Es verdad que hablando de sexo y penes, el tuyo propio se puede endurecer y esta no fue la excepción. Hablamos un poco más de sus deseos y locura por su novia, y noté su polla creciendo en sus jeans y la mía endureciéndose en mis pantalones. Nuestros cuerpos estaban excitados y calientes de la conversación de sexo y luju-ria.
?Es natural, Jon. Yo soy pastor y también me masturbo. Mucha gente, como tus padres no lo aprecia, pero no serás condenado por este acto. ¿A caso crees que el Señor te condenaría cuando se siente tan bien tocarte a ti mismo? Incluso es posi-ble que cuando te estás duchando tengas una erección. Si es tan fácil, ¿cómo puede ser tan malo? ?le dije.
?Tus padres, como muchos, no han sido bien enseñados y viven en una era arcaica donde el sexo es un tabú, pero en vez de eso, debemos vivirlo. Apuesto incluso que tu padre lo ha hecho y aún se masturba a veces. ?añadí.
?No, señor, me dijo que no lo hacía.
?Y tú le creíste, aun cuando tú y yo hemos tenido esta charla y aquí estamos erec-tos y queriendo masajear nuestros penes. ?Respondí sobando mi entrepierna lige-ramente. ?Cualquier persona, sea joven o viejo se ha tocado alguna vez y se ha dado un orgasmo. Tu padre quizá no quiera admitirlo, porque cree que es un peca-do, pero, ¿en realidad lo es?
Miré a Jon a los ojos, asegurándome que entendiera que la masturbación y autosa-tisfacción eran esenciales para la vida. Hablamos más y cada pregunta confirmaba lo que le estaba enseñando. Hablamos de sexo y la necesidad de la autosatisfac-ción, la oficina se llenó de lujuria y el pobre Jon sólo ansiaba masturbarse.
?Jonathan, la masturbación es buena y placentera, sólo cuida que no te atrapen. Si necesitas un lugar para liberar la tensión siempre puedes venir aquí. Personalmente necesito hacerme una paja justo ahora que estoy cachondísimo. ¿Quieres? No les diré a tus padres si tú no les dices de mí, porque como ya sabemos ellos no entien-den de estas cosas.
Jon asintió y empezó a desabotonarse su pantalón de mezclilla y liberar su polla de sus calzoncillos. Empezó a masturbarse fuertemente a una velocidad inimaginable. Yo prefiero ir lento para dar un buen espectáculo al chico. Le doy la espalda y me quito los pantalones para exponer mi culo firme ante Jon. Doblo mis pantalones cuidadosamente y los pongo sobre el escritorio, dándome vuelta para mostrarle mi inmensa erección.
?No te detengas, Jon, me uniré a ti. ?dije porque había parado y tenía su atención completamente en mí y en mi erección. Me quito la playera, desnudándome com-pletamente y me siento junto a él en el sofá.
Jonathan se desnudó completamente en un ansia por proseguir con su jugueteo. No pasó mucho tiempo para que expulsara su leche por los aires, que terminó en sus marcados pectorales. A mí aún me faltaba mucho, así que continué mi gusto sexual.
?¿Ya terminaste? ¡Chingado! Debes aprender a disfrutarlo. Sólo estamos nosotros dos y nadie nos va a molestar.
Me la jalo pacientemente con mi mano derecha, mientras con la otra pellizco mis pezones y acaricio mi cuerpo, sintiendo mi piel contra mi piel. Me dejo llevar y empiezo a gemir y a emitir sonidos de placer mientras mis manos exploran y masa-jean mi trozo hasta endurecerlo al máximo.
Me doy cuenta que Jon está erecto de nuevo y se está masturbando otra vez, tra-tando de emular mis movimientos. Puedo sentir su cuerpo mientras se la jala al mismo paso que yo lo hago.
?Este es uno de mis lugares favoritos para tocar cuando me masturbo ?digo mien-tras con mi mano masajeo debajo de mis bolas, mi perineo, masajeando y haciendo mi polla más dura.
Jon batalla para encontrar el punto, así que con mi mano busco su perineo y lo em-piezo a masajear. Él se sorprende, pero esto lo envía a un nuevo nivel de éxtasis.
Quito mi mano para que él mismo encuentre la zona y se masturbe. Unos instantes después está listo para el clímax. Escuchar y ver al caliente chico jadear y gemir me pone calientísimo. Jon y yo llegamos al punto sin retorno y en unísono expul-samos nuestra leche a chorros. Sus mecos cubren su pecho mientras mi verga sigue enviando litros de leche a mi cuerpo y al sofá.
?¡En la madre! ¡Eso es un chingo de leche!
?Y sale de estos huevotes.
?Oh, Fer. Eso fue genial. ¡Gracias!
?No te preocupes, Jon. Lo necesitaba demasiado, por si no te diste cuenta. Si vie-nes más seguido te puedo enseñar más trucos y cómo hacerlo mejor, incluso te ayudará con el sexo. Recuerda no decirle a tu papá o a otros de esto… ah, y por cierto, claro que tu papá se masturba, pero si lo preguntas es obvio que lo negará.
Jonathan estaba extasiado y radiante de una nueva confianza recién descubierta. Mientras se vestía le di la palabrería de lo que debía decirle a sus padres y al reve-rendo que había aprendido de acuerdo a la “Santa Escritura”, para tener algo que cubrir por todo el tiempo que estuvimos juntos. Jonathan dejó la oficina y me agradeció por la valiosa sesión que tuvimos.
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Unas horas después escuché unos golpeteos en mi puerta.
?Adelante ?dije.
Era el Reverendo Esteban.
?Hey, Ferdinando. Muchas gracias por ayudarme con los González, su hijo tendrá serios problemas si no controla sus demonios.
?No te preocupes, Esteban. Jon es un chico ideal, sólo tenía remordimiento y ha-blamos de cómo la meditación y lectura de la Biblia lo pueden ayudar en tiempos difíciles. Dudo que vuelva a abusar del regalo que Dios predestinó para después del matrimonio.
?Me alegra escuchar eso, ?dijo el pastor Esteban sonriendo, dándose la vuelta pa-ra salir de la oficina. ?Ah, Ferdinando, muchas gracias por ser el pastor de jóvenes. En siete años que has estado aquí nuestra asistencia y participación han crecido cada año. ¡Obras milagros! ?y con eso, la puerta se cerró.
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Me encanta ser un pastor con un lado diabólico. ¡Por otros siete años de sexo!
Continuará.
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Relato Ficticio.
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