PATOLÍN Y JUANCITO. – (2).
Se juntan los dos “querendones” y luego surge la posibilidad de acoplar a alguien más, pero primero tengo que solucionar el problema del lugar..
NOTA: Este relato pretendía ser unitario, pero me pidieron que lo continuara y bueno, seguiremos un rato más…
Luego de terminar de comer Juancito se paró a mi lado y me acarició el bulto, él se había cambiado y yo me había puesto el mismo short deportivo, pero sin calzoncillos, quería evitar habladurías por si venía algún vecino de los que nunca faltan. Se me hacía que es más fácil disimular cuando se está vestido
Nunca se me había pasado por la mente entender que un nene de nueve años demostrara deseos sexuales con los gestos y la mirada o quizás era yo porque la calentura no entendía de dichos razonamientos y me hacía ver lo que quería, lo cierto es que, sentir cuando me apretaba la verga por sobre el short y me decía que tenías ganas de chuparla o que se la metiera de nuevo en el culito, me puso a mil.
- ¿No habíamos quedado en que querías ver como se la metía a Patolín?
- Sí, bueno, pero si no viene rápido me la tenés que meter a mí, el pitito se me puso durísimo y la panza me daba como cosquillas cuando entrabas y salías, quiero más, tu pija es mejor que mis dedos o el fibrón…
- No, a vos solo no, si querés que te coja vas a tener que ir a buscarlo a Patolín, quiero tener esos dos culitos para mí solo.
- ¡Ufa!, bueno yo lo voy a buscar, pero tu lechita la quiero para mí solo, -expresó haciendo una especie de puchero de malcriado-.
- Eso lo vamos a ver, creo que aún no me entendés, yo decido cuando y como te cojo, -le dije tirándole de los pelos y acusó el dolor y la sorpresa con los ojos llenos de lágrimas-.
- Sí, Javi sí, no me pegues, voy a hacer como vos decís.
Salió disparado a verlo al amigo y se le notó el miedo y la sumisión cuando le tiré de los cabellos, no es que pensara en golpearlo, pero me iba a aprovechar de las palizas que le daba la madre. El nene sabía bien lo que significaba un grito o que el que gritaba alzara la mano, se atajaba o esperaba el golpe como si fuera un perrito al que se lo tiene acostumbrado a los golpes y patadas, estaba seguro que Juancito me lamería la mano para no ser golpeado y yo haría que lamiera, no precisamente la mano y cuando yo quisiera.
No tardaron más de quince minutos y cuando entraron Juancito me contó que se lo había encontrado viniendo para mi casa. Me gustó que no se contaran que ya sabían lo que pasaría, Juancito le había dicho a Patolín que venía a mi casa para pedirme un favor.
- Bueno Juancito, contame sin vergüenzas qué es lo que querés o qué favor querés que te haga.
- Patolín ya sabe lo que yo quiero y si yo me animo él también se va a animar. Yo quiero que me metas tu verga por el culito, ¿vos querés lo mismo como cuando estuvimos con tu primo en tu cuarto y querías que te la metiera?, -le preguntó al amigo-.
- Sí, yo también quiero, -expresó un tanto dubitativo porque el amigo acababa de descubrir la mentira que me había contado-.
- Hablando de eso, odio que me mientan y ahora no sé si cortarte un huevito o cogerte con todo, aunque llores.
- Nooo, por favor Javi, los huevitos no, metela fuerte si querés, yo no voy a gritar y te juro que no te voy a mentir nunca más, -acotó lagrimeando-.
- Por esta vez te voy a creer, pero ya sabés lo que puede pasar, ahora vamos rápido a mi dormitorio, se sacan la ropa y los quiero sobre la cama haciendo un “69”.
- ¿Qué es un “69”? -preguntó Juancito-.
- Se llama “pose” y es para que cada uno le chupe el pitito al otro, Juancito vos vas arriba y abrí el culito con tus dedos para que te la pueda meter.
Ver el culito paradito y gordito de Patolín y el de Juancito que, aun siendo más flaquito, también era apetecible, hizo que mi verga ya descubierta cabeceara impaciente. Los acomodé uno sobre el otro, enseguida captaron la idea y se pusieron a la tarea, algo que les resultó sencillo porque las medidas de lo que chupaban nada tenían que ver con la mía. Yo me coloqué detrás de Juancito y escupí en el agujerito que él dejaba ver abriéndoselo con ambas manos.
El glande entró relativamente fácil, él estaba acostumbrado por los “ejercicios” realizados con diversos objetos, además ya me lo había cogida hacía poco, pero con el tronco no fue tan sencillo y acusó la abertura de sus paredes lisas con quejidos a los que les faltaba poco con convertirse en gritos, golpeaba la cama con sus puños y emitía sonidos guturales ocupando su boca en el pitito de su amigo. Patolín me tocaba los huevos con una de sus manos y el chirlo en la nalga de Juancito sonó fuerte cuando le dije que siguiera chupando al amigo al escucharlo decir, “por favor Javi, me duele”.
Junto con el chirlo que le dejó un tanto colorada una de sus nalgas, se la metí hasta la base y allí no pudo contener el grito de dolor, se movió incluso tratando de expulsar al ariete que se le metía muy adentro de las tripas, pero eso no hacía más que incentivar mis ganas de tenerlo penetrado hasta la base del miembro y desde allí salir para volver a entrar con renovadas ganas. Fueron varias entradas y salidas a fondo, hasta que comenzó a mover las caderas diciendo: “dejala bien adentro, me da “cosas” en la panza” …
Enseguida comenzó a decir: “Me hago pis, me hago pis” y Patolín repitió lo mismo-, terminaron casi en simultáneo, yo lo sentí en todo el tronco del miembro porque todo su recto se contrajo, parecía que era una mano que apretaba y soltaba con fuerza a todo lo largo de mi verga. “¡Faaaa!, al principio me duele un montón, pero después me gusta que entres y salgas o que te quedés bien adentro”, -exclamó cuando yo aún seguía incrustado y acariciaba una de sus nalgas con la mano abierta.
Me faltaba el culito más gordito y si en el baldío le había tenido un poco de contemplación, ya no sería igual, me molestaba que me hubiese mentido y se la haría sentir en otra pose y con un poco más de rigor.
- Siento que tengo todo el culito abierto, -dijo Juancito tocándose con los dedos de una mano-.
- Yo pensé que no te iba a entrar porque el agujerito era chiquito en comparación con la pija de Javi, -expresó Patolín-.
- Vení, “Pato”, tirate de espaldas en la cama y levantá las piernas.
- ¿Me la vas a meter teniendo las piernas levantadas?
Esa acotación me hizo pensar que el culito de Patolín, aunque más mullido y gordito, no era igual al de Juancito, hacía poco tiempo que había tenido su “primera vez” y él antes no se metía nada en su recto, su esfínter no dilataría tan rápido y corría el riesgo de rajarlo. La crema Hinds que tenía mi mamá sobre su neceser me vino al pelo y corrí a buscarla. El nene seguía con las piernas levantadas cuando comencé a ponerle crema y se movía gimiendo complacido cuando mis dos dedos entraron hasta lo más profundo.
“Meté más dedos”, -pedía levantando las piernas con sus manos debajo de los muslos-, pero dejé los dedos de lado, me puse crema en el glande y parte del tronco. Estaba estrecho y el glande penetró haciendo un poco de esfuerzo, no me quise apurar, aunque no me detuve y sintió el tronco distinto, en ese momento le costó aguantarlo y no se aguantó el llanto…
- Sacala Javi, sacala, no la aguanto, me duele mucho, está más grande que cuando me la metiste en el campito, -balbuceaba entre lágrimas y saltó Juancito-.
- ¿Ya te lo habías cogido?
- Sí, se la metí un poquito antes de que vos entraras con Pedro y le gustó.
- ¡Viste, viste, al final sos más putito que yo!
- No soy putito, yo quería saber, ¡ayyy!, esperá, esperá Javi ya me la metiste toda, la siento en la panza.
- Ya me di cuenta, ahora me quedo quieto y vos solo vas a moverte cuando ya no te duela tanto, Juancito acercate que quiero meterte los dedos en el culito.
No hacía falta rogarle nada y se arrimó acercando el culito para que le metiera dos dedos de una, acusó un poco de dolor, pero comenzó a moverse con ganas cuando yo los moví, “dale, dale, meté otro, me hago pissss”, -dijo y noté cierto temblor y sus contracciones anales a todo lo largo de mis dedos-. A la vez Patolín comenzó a moverse pidiendo pija porque acotó: “ya no me duele Javi”. Dejé el culito de Juancito y me afirmé tomándome de los muslos del ensartado y comencé a entrar y salir con ganas y ritmo.
De nuevo comenzó con el llanto diciendo que le volvía a doler, pero en este caso no le hice caso y no paré hasta que mis huevos me exigieron una descarga. Pensé en sacarla y hacer que ambos se tomaran la leche, pero el comentario y la exigencia de Patolín hizo que me abandonara en su culito, “me hago pis, está buenísimo, cogeme, cogeme”, -expresó a viva voz y ya no me pude aguantar, le dejé todo lo que tenía en el fondo de sus tripas y Juancito viendo esto se acercó y me pidió que le diera leche a él también.
Ni lo pensé, la saqué dejándole el hueco abierto a Patolín y, sin que me moviera un pelo el ¡ayyyy! que gritó cuando salí de su culito gordito, me giré y se la metí en la boca a Juancito. El muy putito se la metió en la boca sin que le importara si estaba sucia o no. No sé si recibió algo de la acabada, pero sé que me la chupó y lamió con gusto hasta dejarla brillante de saliva.
No podía más y hasta las piernas se me aflojaban, me podía hacer cuatro o cinco pajas por día, pero había comprobado que coger, entrar, salir, besar, aguantar y finalmente acabar te consume como si te hubieras hecho cuatro o cinco pajas al hilo. Me fui al baño a lavarme y miccionar y me siguieron los dos…
- Cuando nos vas a coger de nuevo, -preguntó Juancito-.
- Mañana también voy a estar solo, el problema va a ser la semana que viene, tendremos que ver cuando podemos fabricarnos un momento, pero de a tres va a ser difícil.
- Podemos ir al campito a la tardecita y cuando vos te cogés a uno, el otro vigila para que nadie aparezca, -expresó Patolín como si contara una película de espías-.
- Podemos ver, pero ustedes ya saben lo que tienen que hacer, no abrir la boca y no prestarle el culito a nadie. Ahora cuenten, ¿les gustó coger conmigo?
- A mí me gustó mucho, al principio me duele, pero después me gusta y también me gusta sentir tu leche calentita adentro de mi culito, -acotó Patolín-.
- A mí me pasa igual, cuando me la metés bien adentro me encanta, pero cuando me la sacás parece como que mi culito latiera y pidiera más, aunque ahora me duele bastante, -dijo Juancito, evidentemente más putito y con ganas que sacaba a flote-.
- Eso es porque siempre tienen ganas, pero si cogen con otros se van a enterar todos y todos se los van a querer coger, van a ser apuntados como putitos por todo el barrio y se van a enterar sus padres, ¡no quiero ni pensar!
- Nooo, mi mamá no se puede enterar, me va a mandar al asilo, -expresó asustado Juancito-.
- Y mi papá y mi mamá me matan a palos, una vez escuché que le decía a mi mamá que hay que matar a todos los putos, alegó Patolín y yo tenía que aprovechar eso-.
- ¡Vieron que tengo razón!, no pueden abrir la boca ni siquiera con los amiguitos y si alguno de los grandes quiere cogerlos se niegan y se hacen los ofendidos, el único que los coge soy yo, ¿estamos de acuerdo?
Los dos estuvieron de acuerdo y yo me aseguraba a tener una buena provisión de culitos complacientes. Iba a preguntarle sobre otros amiguitos, pero me pareció que no era el momento. Otros culitos como los de ellos no me vendrían mal, porque si había dos y tan complacientes, era probable que existieran más amiguitos con ganas de ser ensartados. De todos modos, era como complicarme la existencia, aunque, hasta ese momento no sabía que, tener culitos infantiles a disposición se podría convertir en un vicio.
Esa noche antes de dormir, me olvidé de las revistas y de las pajas, pero estuve bastante excitado pensando en los culitos de los nenes. Se habían ido tranquilos, aunque Juancito que parecía ser el más experimentado en cuanto a recibir cosas por su culito y el que más putito y querendón se mostraba, había sido el más perjudicado y decía que tenía el culito irritado, tal es así que tuve que ponerle una pomada antiinflamatoria que tenía mi mamá guardada en el botiquín de primeros auxilios. Seguramente no podría contarlo el domingo, máxime que me había contado que ese día la madre no trabajaba y estaba todo el día en la casa.
Con Patolín era distinto, el padre tenía un kiosco de venta de diarios y revistas y allí no había sábados ni domingos, se iba temprano a abrirlo y a media mañana iba la madre a ayudarlo, los dos volvían a la casa al mediodía, luego volvían al negocio para regresar como a las cinco de la tarde, el nene quedaba con la abuela, pero, la anciana poco hacía para impedirle salir a la calle cuando él quisiera hacerlo.
Dormí con un lirón y me despertaron los golpes en la puerta trasera de mi casa, pensé que era la madrugada y la erección que se notaba debajo de mi bóxer era como para tener en cuenta. Fui a ver quién era y el reloj de la cocina acusaba las diez de la mañana, era evidente que los “polvos” desacostumbrados del día anterior me habían cansado bastante, pero cuando vi por la ventana que el que llamaba era Patolín, se me pasó todo el cansancio y la modorra.
Vestía con una remera ajustada, una bermuda a media pierna y calzaba zapatillas deportivas, se notaba que hacía poco que se había levantado y su cabello lucía húmedo y recién peinado, “Hola Javi”, -fue lo primero que me dijo al abrirle la puerta, luego siguió, “hace un rato que me levanté, desayuné, me escapé de mi abuela y vine a ver…, -esto lo dijo bajando la voz y mirando para el interior de mi casa- si no tenías ganas de cogerme de nuevo”.
Mi erección matinal dio un salto más y le dije que pasara, lo levanté de las axilas y lo apoyé sobre la puerta cerrada para comerle la boca con ganas y un cierto toque de desesperación. Gemía y trataba de devolverme los besos, pero mi lengua lo atoraba y decidí no apurarme, además me urgía pasar por el baño, entonces le dije que fuera a mi habitación porque yo tenía que ir al baño y enseguida estaba con él.
Miccioné de sentado porque no había forma de bajar mi erección, me enjuagué con dentífrico, aunque aún sentía el sabor de la boca del nene en mis labios y volví a mi cuarto con la ropa en la mano. Patolín me esperaba sentado en mi cama, ¡Faaa, la tenés enorme, ¿querés que te la chupe?!, -expresó cuando vio mi verga erecta-. Por supuesto que quería y ansiaba llenarle la boca de leche, por eso me acerqué y puse el glande a la altura de su cara.
No tardó nada en lamer el líquido pre seminal y abarcó con su lengua todo el glande, una de sus manos me tocó los huevos y comenzó mover la cara para que mi verga entrara y saliera de su boca. Llegaba hasta la mitad, pero yo quería más y le pedí que tratara de tragar lo más que pudiera, apenas si pasaba de la mitad, entonces le dije que respirara sólo por la nariz y con una de mis manos le acaricié las tetillas y le apreté el pezoncito que estaba endurecido.
Esto le gustó porque el gemido de satisfacción lo delató y trató de ingresar un pedazo más de verga. Fue el momento en que aproveché para usar la otra mano y la coloqué en su cabeza, la mantuve firme y el caderazo completó el círculo. Patolín se ahogó con la verga en su garganta y trató de zafar, entonces lo solté, tenía los ojos llenos de lágrimas y babeaba cuando me dijo que lo había ahogado. “Es la única forma que me gusta y vos tenés que aprender a chupármela así”, -le dije de forma imperativa-.
Me dijo que intentara de nuevo, pero que se la sacara si se ahogaba y vuelta a empezar. Se ahogó cuatro o cinco veces más, aunque no abandonaba y sentir el glande traspasar su garganta me enloquecía, esto hasta que él, por sí solo, se la tragaba y la sacaba sin que yo presionara en su cabeza. No me pude aguantar y le acabé mientras la tenía en el fondo de su boca, pero la fui sacando hasta dejar sólo una cuarta parte adentro, ya tenía más espacio y no tuvo más remedio que tragar.
“Limpiala bien”, -le dije cuando terminé de acabar-. Patolín se esmeró en esto y luego me miró, tenía los ojos llorosos y un hilo de baba o semen le bajaba por la comisura de la boca, “tiene un gusto un poco amargo, pero no es fea tu leche, Juancito me dijo que él la había tragado y que le ayuda a crecer más”.
No pensaba en desmentirlo y le dije que tenía que aprender a chuparla mejor porque cuanto más la chupara la leche saldría más nutritiva. “Yo te la chuparía todos los días, pero no vamos a poder, ¿cómo vamos a hacer?”, -preguntó como si le fuera la vida en eso-.
“Ya veremos, ya veremos”, -le contesté-, además le pregunté: “Hoy no te pusiste el shorcito ajustado, ¿qué pasó?” … “Es para que nadie me vea el culito y no me miren como putito, además vos dijiste que es sólo tuyo”. Las palabras de Patolín expresadas con seguridad, pero con todos los gestos de inocencia en su cara hicieron que mi verga comenzara a reaccionar, algo que él advirtió enseguida y la tomó en sus manos.
Era hora de pasar a otro menester y lo hice parar y que se girara mirando a la cama, bajarle los bermudas, ver aparecer esas nalgas duritas y paradas y observar como movía las caderas para que la prenda se deslizara mejor se me antojó como si me dijera, “este culito es para vos”. Sólo alcanzó a sacarse una pernera de la bermuda y lo empujé suavemente para que quedara sobre la cama y con el culito a disposición de mi boca.
Se me caían las babas por ese culo hermoso y, abriendo sus nalgas, estampé mi boca en el hoyito, mi lengua pareció cobrar vida propia, lamía y pujaba por entrar incentivado todo por los gemidos de Patolín pidiendo que también le metiera los dedos. Pensaba tomarme mi tiempo también para eso, pero en ese momento me urgía chuparle el culito hasta hacerlo delirar y algo logré… El nene no se aguantó y torciendo el cuerpo se manoteó el pitito diciendo en voz alta que sentía que le venía el pis.
La punta de la lengua sintió cuando se le frunció el asterisco y parecía como si la absorbiera, el orgasmo había sido tremendo para él y quedó tirado boca abajo sobre mi cama. Yo aproveché para ir a buscar la crema Hinds, ya vería que le diría a mi mamá sobre su uso, pero ahora la necesitaba porque tenía que penetrar un culito de mi pertenencia y no quería que sufriera demasiado, ya que con la saliva no alcanzaba. ¿Fuiste a buscar la crema?, -preguntó y se la mostré-, “dale, poneme, con la crema no me duele tanto y me gusta más”, -expresó mirando con deseo-.
No había más que hablar y le hice sacar la remera, lo acomodé mejor en la cama, me puse de costado a su cuerpo totalmente desnudo y le puse crema con los dedos de una mano, con la otra mano me dediqué a apretar sus tetitas y el pezón diminuto. Esto le encantaba y se movía gimiendo, levantaba el culito y pedía que le metiera más dedos, ya tenía tres adentro de su culo, pero saqué uno y moví mejor los dos que quedaron en su interior.
Entrar, salir y remover los dedos dentro de su culito lo llevó a un orgasmo fuerte, no podría negarlo nunca pues apretó la boca en la almohada y ahogó un gemido profundo a la par que me apretaba los dedos con su esfínter. ¿Cómo querés ponerte para que te coja?, -le pregunté-… “Primero metela así y después poneme con las patitas al hombro”, -pidió y me gustaba que participara en su rotura.
El mismo se abrió los cantos para que yo apoyara el glande y no tuve necesidad de hacer fuerza, la dilatación con los dedos y la crema hacían todo más fácil, además él ayudaba porque elevaba el culito para que entrara más. El quejido fue bastante prolongado cuando la barra de carne entraba en su recto, pero se la aguantó hasta el final, “metela toda, me duele, pero me gusta mucho”, -dijo apretando los dientes-. Empujar sus nalgas duras con mi pelvis marcó el inicio del meter-sacar y eso lo desmadró…
- Te estoy rompiendo el culito bebé, me encanta cogerte y que te guste, -le decía al oído mientras le machacaba las tripas-.
- Sí Javi, sí, me encanta que me cojas, dale, dale, rompeme todo, mi culito es todo tuyo, con vos me gusta ser putito y ya no me duele tanto. Javi, decime, ¿mi culito es más lindo que el de Juancito?, -preguntó y me extrañó esa competencia-.
- Si mi vida, es más lindo, más durito y más paradito, ¿por qué lo preguntás?, -le pregunté sin dejar de entrar y salir-.
- Porque él me dijo ayer que a vos te gusta más su culito y que si vieras el culito de Andrés te gustaría también más que el mío.
- No es así, ¿no te diste cuenta que ayer fue a vos a quien le llené el culo de leche?, eso es porque me gusta más tu culito. Date vuelta, vamos a hacerlo patitas al hombro y me contás quién es Andrés.
En esa posición le gustaba porque llegaba más adentro, pero la sentía más y me lo demostró con el gritito semi ahogado que lanzó cuando se la metí hasta los huevos. “así parece que tu pija fuera más grande”, -me dijo cuándo se volvió a acostumbrar al pedazo-. Yo sabía que era por la posición y porque le quedaban las nalgas más cerradas, pero no iba a perder tiempo en explicarlo. “Me crece más porque tu culito redondito quiere mi pija bien gruesa”, -le dije apretando sus tetitas y gimió mientras se movía como víbora-.
Iba a insistir con lo de Andrés, pero mis huevos pedían a gritos una descarga y haciendo que se quejara por el pijazo, le inundé las tripas con el resto que me quedaba, ¡ufff!, ¡qué caliente está tu leche!, expresó con cara de satisfacción y me apretó aún más la verga con sus músculos saturados. “Dejala adentro, no la saques, me gusta sentirla en mi culito”, -me pidió y a mí también me gustaba que se desinflara mientras me daba apretones.
Había sido un “polvo” fenomenal y se lo agradecí con un beso de lengua que me devolvió totalmente entregado. Luego fuimos al baño y oriné en el lavatorio mientras me lavaba la verga, él estaba sentado en el inodoro y vaciaba sus tripas mientras me miraba con cara de enamorado.
- Entonces, según Juancito, no puedo ver el culito de Andrés porque es más lindo que el tuyo.
- No, él no lo tiene tan parado y hace como seis meses que es putito.
- ¿Cómo que es putito?, ¿qué edad tiene, es un compañero tuyo del colegio?
- No, Andrés es mi primo, es el hermano de Pedro. Está por cumplir nueve como nosotros y por eso Pedro quería cogernos a Juancito y a mí, decía que ya se cogía al hermano y a nosotros no nos iba a doler, eso nos dijo, pero conmigo quiso hacerlo a lo bruto, la tuya es más grande y me entró, él no pudo.
- ¿Ustedes se enteraron por Pedro, pero supieron algo de eso por boca de Andrés?
- Sí, porque le fuimos a preguntar, Pedro iba a venir a mi casa al día siguiente y un día antes fuimos con Juancito a verlo a Andrés para preguntarle.
- Es un bocón, ¿les contó todo a ustedes dos?
- Sí, porque Juancito le dijo que nos habíamos enterado y si no nos contaba le iba a contar al papá. Le agarró un miedo bárbaro y nos contó, dice que le gusta, pero que el hermano le hace doler porque se mueve como loco y se la mete rápido, no debe usar crema ni dedos como vos, ¿no?
- Posiblemente, Pedro es un tarado y no sabe hacer culitos chiquitos. A todo esto, ¿qué querés que haga yo con el culito de Andrés?
- Que lo mires y me digas si su culito es más lindo que el mío.
- A mí no me importa si es más lindo o más feo, a mí me gusta el tuyo y decime, si yo le miro el culito y quiere que lo coja, ¿vos qué vas a decir?
- Nada, podríamos hacer como con Juancito y en una de esas le puedo meter mi pitito, a Juancito también me lo quiero coger, ¿podré?, ¿te animás a ayudarme?…
- Sí que podrás, yo te voy a ayudar, pero, no sé, vamos a ver, me da un poco de miedo de que se ponga a contar, -contesté un poco asombrado por el pedido del nene-.
- No creo que diga nada, él también le tiene miedo al padre porque piensa igual que mi papá.
- Está bien, pero dejame pensarlo, pero hacete a la idea que, si a él le gusta, me lo voy a coger.
Patolín se fue para la casa pensando que se podría coger a sus amiguitos y con el culito más que contento y satisfecho con lo que había venido a buscar, yo me puse a pensar cómo podría hacer para tener sexo tranquilo con él, con Juancito y posiblemente con Andrés. Al primo de Patolín no lo conocía, pero ya mi morbo caminaba a mil tan sólo con el hecho de pensar que ya se lo cogía el hermano y era más chico que mis dos putitos.
Por lo pronto tenía dos problemas que me urgían, uno era que mi padre me exigía comenzar a trabajar. Ellos dos atendían un supermercado de su propiedad y quería que yo los ayudara en las vacaciones, tal como lo hacía mi hermano que se ocupaba de conducir la camioneta y entregar los pedidos de los clientes. Sabía que esto implicaría tenerme metido dentro del local y me dificultaría “atender a mis culitos”, pero siempre estaba la posibilidad de usar unas dos horas después del mediodía.
Era un lapso de tiempo de dos o tres horas en que se cerraba el negocio y ellos, o bien se quedaban en el negocio cuando llegaba mercadería o se iban para mi casa a dormir la siesta. Yo pensaba quedarme solo en el negocio o ir para mi casa en ese tiempo libre, ya se vería. Otra posibilidad era pedirle un departamentito que tenían anexo al negocio y que no lo usaban. Mi hermano era un cómodo y no quería salir de mi casa, pero yo podría “cambiar figuritas” con mis padres, los ayudaba en el negocio a cambio de que me dejaran ir a vivir solo.
Eso tendría que “manejarlo” sin rebeldías y el “verso” tendría que ser creíble, contaba con la ventaja de que mi padre había hecho lo mismo cuando era joven, el tema de vivir solo y forjarme mi propio porvenir cuajaba de maravillas, además, no estaría lejos de ellos y luego me quedaría adaptar los tiempos para poder disfrutar de los culitos o las bocas de Patolín, de Juancito y posiblemente de Andresito.
GUILLEOS1 – Continuará… Se agradecen comentarios y valoraciones.
sigue contando mas amigo y saludos… 🙂 😉 🙂 😉
Que bueno que la seguiste! La trama promete, adelante