PATOLÍN Y JUANCITO. (4)
Juancito se muda del barrio y no me afecta tanto. Patolín tiene ganas, pero no puede y lo manda a Andrés con el cual ideamos una manera de vernos sin mayores problemas. Anabela aparece jugadísima y no la hago esperar, la “experimentada” no era tal..
La semana pasó rápido, el departamento ya estaba preparado para habitar, tenía una habitación, un comedor, la cocina, bastante amplia y el baño. Mi padre, en su momento, tuvo la idea de alquilarlo y lo había reformado con una arcada para que fuera una cocina-comedor, al baño le había hecho poner artefactos nuevos, estaba prácticamente recién pintado y dotado con instalaciones eléctricas acordes, pero decidieron dejarlo sin alquilar porque ningún posible inquilino los conformaba.
Lo primero que hizo mi hermano es “hacerme el tiro” para que se lo prestara cuando tuviera a alguna amiga, pero el bocón no tuvo mejor idea que plasmar su pedido delante de mi padre y éste saltó como leche hervida, “ni se te vaya a ocurrir llevar a alguna de tus “amiguitas” al departamento y a vos, que no se te vaya a ocurrir prestárselo a tu hermano porque del mismo modo en que te dejo estar ahí, te saco”. El ultimátum fue claro y a mí me vino de perlas.
El primer día en que estuve instalado, pasado un rato del mediodía, con el negocio cerrado y mis padres en mi casa, tuve mi primera visita. Yo regresaba de la casa paterna, traía conmigo un bolso con ropa y me alcanzó Juancito, el nene andaba en la calle y se había escapado de la custodia de quien lo cuidaba pues ésta se había entregado a su horario de siesta. Me preguntó si no quería que me ayudara y yo vi la oportunidad de descargar las tensiones, además, la última vez que había tenido la oportunidad de incursionar en “mis culitos” había sido con Patolín y Andrés, a Juancito hacía rato que no lo veía.
- ¿Qué pasa contigo que andás perdido?, ¿ya no me querés más?, -le pregunté apenas ingresamos a mi nueva casa-.
- Es que mi mamá está de vacaciones, tiene un nuevo novio y hay una señora que me cuida, ahora no me dejan salir mucho, hoy me escapé porque mi mamá salió con el novio y la señora se fue a dormir la siesta, ni siquiera pude ir a jugar a la casa de Patolín.
- Yo te extrañé, tenía ganas de tener tu culito.
- Yo también te extrañé, pero las veces que podía salir vos estabas trabajando en el negocio de tu papá, -me contestó-.
- ¿Tenés ganas de que te “haga la colita”.
- Yo quiero, pero no me puedo quedar mucho, si la señora se despierta y no me encuentra me van a castigar.
- Bueno, si no podés no hacemos nada, -le dije y, a decir verdad, no quise forzarlo, no me generaba las mismas expectativas que Patolín y su primito-.
- ¿Querés que te la chupe un ratito?, -preguntó y no esperó respuesta-.
Estuvo pronto a bajarme el short deportivo que tenía puesto y enseguida tuvo mi verga en sus manos. La tenía morcillona, la posibilidad de la mamada no me generaba mucho morbo, algo que solucionó rápido porque sabía cómo desenvolverse con una pija en la boca y, aunque no la podía tragar como su amiguito, pronto me tuvo a tope.
Estuvo un ratito dale que dale a la boca y me sirvió sólo para una descarga. Tampoco se me dio por aguantar, tragó todo con cierto deleite y me dijo que cada día le gustaba más la lechita. Esas palabras me sonaron a que estaba “atendido” por otro lado y no me generó siquiera ganas de preguntarle nada.
Luego de esto y de enjuagarse la boca, se fue moviendo el culito y diciendo que cuando pudiera escaparse volvería para que “le hiciera la cola”. En realidad, no hubo oportunidad, a la semana la madre se juntó con el novio y se mudaron a otra ciudad vecina, ergo: chau culito de Juancito, lo cierto es que no me movió un pelo ese alejamiento.
El departamento tenía una entrada por el negocio y otra entrada que daba directamente a la calle. Desde el negocio no podía meter a nadie y desde la calle era más difícil porque el lugar era muy concurrido y siempre había alguna vecina presta para el chusmerío. De eso me di cuenta al segundo día de estar allí cuando me puse a escrudiñar el movimiento de la gente del barrio, pero, a mi favor estaba la hora de la siesta, eran tres o cuatro horas en que no se movían ni las hojas de los árboles.
Un par de días después, en horas de la mañana, mandado por la abuela a hacer un mandado, apareció Patolín y, luego de saludarme y esperar a que estuviera solo, me hizo saber que tenía ganas, fue bastante directo en su pedido…
- Tengo ganas de que me la metas y Andrés también, ¿ya no te gustan más nuestros culitos?, -preguntó de una y haciendo “pucheros”-.
- Claro que me gustan y tengo muchas ganas, pero ya no vivo más en mi casa y sólo tengo libre unas horas después del mediodía y a la noche, pero no creo que puedan venir después de las nueve de la noche.
- Yo fui a buscarte un par de veces a tu casa, pero no salía nadie y Andrés tiene más ganas que yo, los dos queremos que nos cojas, -acotó bajando la voz-.
- Tenemos que buscar una manera para poder juntarnos sin que nadie sospeche, -expresé con la voz un tanto atragantada por la calentura repentina que me agarré-.
- Yo puedo venir cuando mi abuela se va a dormir la siesta y le digo a Andrés que me acompañe, ¿querés?
- Dale, vengan, después buscamos una excusa.
Después de que Patolín se fuera me costó concentrarme en mi trabajo y hasta en colocar mercadería en los estantes que era lo más fácil. Me imaginaba a esos dos putitos chupándome la verga y a ambos apoyados en el borde de la cama mientras yo entraba en uno y otro culito querendón. El tiempo se estiró un montón y cuando mi padre bajó las cortinas del negocio fue como si me dieran el mejor de los regalos y apenas se fueron los dos cerré todo, tomé una crema Hinds del estante y me metí en mi casa.
Tenía una erección tremenda y me quedé en bóxer para esperarlos. No habían pasado diez minutos cuando escuché los golpecitos en la puerta, era Andrés y estaba solo. Le pregunté por Patolín y me contestó que los padres no lo habían dejado salir porque la mamá se había enojado con él. Allí me contó que se había encontrado con la maestra y ésta le había dicho que Patolín tendría que mejorar en Matemática porque había pasado de grado de casualidad.
- Jajaja, la madre se enojó y lo puso a repasar, por eso vine solo y tengo muchas ganas de que me metas ese “pijote”, Patolín me la metió un par de veces, pero es muy chiquita y mi hermano ni se me acerca porque lo amenacé con decirle a mi papá, -me dijo y se relamió por lo que se venía-.
- Dale, entonces hoy vamos a hacer de todo, primero me la vas a chupar y después te voy a romper el culito.
- Bueno, pero no me lastimes, la otra vez me quedó muy dolorido adentro y me salió un poquito de sangre cuando fui a hacer caca.
- Está bien, te lo prometo, vamos a hacerlo despacito, -le dije sabiendo que no era tanto por lo duro o no que pudiera ser, era por el tamaño y su culito aún no se había acostumbrado a tenerla en su interior-.
Había corrido bien las cortinas y el lugar se encontraba imbuido en una penumbra acogedora, ante esto y su carita de inocente pidiéndome que no le hiciera mal, lo alcé y lo comencé a besar metiendo mi lengua dentro de su boca. Mi boca tapaba completamente la suya, pero él se esmeraba en tratar de mover la lengua para participar del beso, a todo esto, mis manos se extasiaban recorriendo sus nalgas por sobre su pantaloncito.
Cuando entramos en mi habitación me tiré sobre la cama después de sacarme la remera y le pedí que él me sacara el bóxer, pero que antes se desnudara para mí. La sensualidad con que lo hizo, sin dudas, era innata y la completo bajándose el shorcito y para eso me dio la espalda y dejó que viera todo su culito mientras lo hacía, después se trepó a la cama y movió las manos para terminar de desnudarme.
Lo ayudé moviendo mis caderas y volvió a asombrarse cuando mi verga apareció en todo su esplendor, “cada vez que la veo me parece más grande y mi culito me late, pero me encanta cuando entra en mi agujerito”, -dijo lanzándose a besarla y lamerla-. Yo sabía que no me haría sentir lo que lograba Patolín metiéndola hasta su garganta, aunque no me importó y pronto lo acomodé en la posición del “69”, esto era algo utópico por los tamaños de los físicos, pero me daba la posibilidad de tener a la vista ese culito prodigioso y me aproveché de esa situación.
Tenía la crema a mano y pronto estuvo toda la zanja de sus nalgas impregnada de crema con el dedo medio ingresando en su recto. Andrés movía su culito para un lado y para el otro gozando con la introducción del dedo y, con la mitad de la verga en su boca, emitía gemidos y sonidos guturales. Mi mano desocupada acariciaba sus nalgas suaves y pensé que, decididamente, era un culito más lindo que el de Patolín. Mi segundo dedo ya entraba recorriendo su interior y sentí que su pitito temblaba a la altura de la boca de mi estómago.
“Me hice pis”, -acotó sacándose mi pija de la boca y no me importó que algunas gotas se escaparan de su verguita mientras tenía un orgasmo-. “Seguí Javi, meteme más dedos, me gusta que los muevas adentro de mi culito”, -dijo y me pareció casi una súplica cuando saqué mis dedos al notar que había tenido un orgasmo-. Imaginaba su cara de nene impregnada de deseos y ya no podía aguantar para sentir que mi verga penetraba la calidez de su sedoso interior.
- Vamos a hacer otra cosa, poné las rodillas a mis costados y sentate arriba de mi pija.
- ¿Se puede hacer eso?
- Sí y te va a gustar, vos mové el culito para que vaya entrando, te dije que te iba a coger de otras maneras y sé que te va a gustar.
Se acomodó tal como le pedí y él mismo la tomó con la mano para llevar el glande a su agujerito lubricado, después fue algo que le salió de sus propias ganas y movió las caderas para ir metiéndose la cabeza de a poco. Era un encanto ver sus gestos de dolor cuando el ariete penetraba, se mordía los labios y emitía quejidos cortos, pero no cejaba en su intento, “esperá un poquito Javi, me está doliendo”, -dijo cuándo la mitad de mi verga quedó incrustada a presión en su recto-.
Digo bien, incrustada, porque eso parecía, yo no se lo diría porque el placer era enorme al sentir que me apretaba con su esfínter como si fuera un torniquete. Él, dolorido o no, siguió moviendo sus caderas y el vicio y el placer pudo vencer al dolor, pues al apretarle los pezones chiquitos y duros, el gemido fue alto y se abandonó dejando que sus piernas se aflojaran y su tripa se tragara toda mi verga.
Abrió los ojos sorprendido por el repentino dolor y se quedó quieto mirándome con los ojos llenos de lágrimas, “me la metí toda Javi, siento tu pija en mi panza, esperá, no te muevas, dejame a mí”, -pidió convencido de que quería cogerse el solo-. Y lo dejé, claro que lo dejé, pero fue muy poco lo que esperé porque comenzó a moverse y a gemir cuando, por las suyas, sacaba y metía mi verga en su culito.
No podía ni quería quedarme quieto y lo ayudé moviendo mis caderas para que la penetración fuera más profunda y eso no hizo más que lograr que se soltara y comenzara a saltar sobre mi verga inhiesta. Gemía, tenía los ojos en blanco y algunas lágrimas se le escapaban, pero no aflojaba, entonces lo atraje hacia mí y, abrazándolo, le comí la boca mientras le llenaba las tripas de leche, no me pude aguantar, aunque sentía que podía seguir toda la tarde con mi verga en su culito.
Volví a sentir que su pitito dejaba sobre mi abdomen la carga de un pis viscoso y su esfínter me apretaba queriendo exprimirme, algo que, por otro lado, estaba logrando con creces. “Me llenaste todo el culito de leche calentita y me volví a hacer pis, no te enojes, pero me gusta mucho sentarme en tu pija dura”, -acotó poniendo cara de compungido-. Ni loco me iba a enojar, me había dado un placer inmenso.
No lo dejé salir y como aún seguía duro, sin sacarla me giré y le levanté las piernas poniéndolas a la altura de mi cintura. Así en esa posición y mirándolo a la cara le introduje totalmente mi verga, la sintió y acusó la nueva penetración, pero, salvo el gesto de dolor no abrió la boca y me pidió que le diera más asintiendo con la cabeza. “Tocate la pijita”, -le dije y se la apretó con la mano mientras yo entraba y salía de su culito con un poco de saña-.
No fue mucho tiempo, mis huevos volvieron a exigir mi descarga y lo poco que quedaba volvió a depositarse adentro de lo profundo de su recto. Aún temblaba y se apretaba el pitito cuando dejé de moverme e hice latir mi verga en su interior con mis últimas contracciones. Por el momento ninguno de los dos quería más y no esperé a que se ablandara, salí para ver su culito abierto, me sentí bien cuando vi el hoyo rosado e inflamado que se destacaba en medio de sus nalgas gorditas.
El semen no chorreaba, pero sabía que lo haría en cualquier momento, él también lo sabía y se levantó tapándose con la mano para irse al baño, yo lo seguí porque necesitaba lavarme y nos causó gracia cuando se sentó en el inodoro y dejó salir todo lo que tenía en su interior. “La leche calentita me da ganas de hacer caca”, -me dijo haciendo una especie de puchero y le contesté que era normal, que conmigo no tenía que tener vergüenza-.
Me lavé bien y, como él seguía sentado, me giré para ponerle la verga en la boca. No lo dudó y, como estaba morcillona, se la tragó toda hasta que se ahogó un poco y se la sacó de la cavidad bucal…
- Me duele un poco el culito y todavía parece que tuviera tu vergota adentro, pero me encantó como me cogiste, quiero que me metas la pija todos los días, -expresó con cara de deseo-.
- Todos los días no podemos, además también está Patolín, pero no pueden venir siempre a visitarme.
- Yo quiero que me cojas y Patolín también quiere, ¿cómo podemos hacer?
- Que anduviera flojo en la escuela me da una idea, podría ayudarlos a los dos en Matemática, un día cada uno, solos y otro día los dos juntos, con una hora y media nos alcanzaría, de paso practican, el problema es como se lo hacemos saber a tus padres y a los de él.
- Poné un cartelito y nosotros le decimos a nuestras mamás que queremos que nos ayudes.
- Dejame pensarlo, pero por ahora no vamos a tentar más a la suerte porque nos pueden descubrir.
Se quedó un ratito más conmigo y luego se fue contento y bien cogido. Yo quedé más que satisfecho, el culito de Andrés era una delicia y que me demostrara que le gustaba ser cogido por mí me daba una satisfacción extra. La idea del cartelito no me disgustaba y lo confeccioné, además como yo quería seguir un Profesorado de Historia, lo comenté con mi mamá apelando al hecho de que no me vendría mal practicar con alumnos. La idea le encantó porque ella misma no había terminado sus estudios de Magisterio, es más, tomó el cartel, le sacó fotocopias y lo puso en varias partes del negocio.
La semilla estaba sembrada y sabía que, no bien se enteraran sus padres, Patolín y Andrés abogarían por la idea. A la media tarde apareció Anabela, el shorcito de jeans remarcaba las formas de sus nalgas paradas y la remera que dejaba el ombligo al descubierto resaltaba el par de tetas altivas que tenía la morocha, ni hablar de las piernas y la cara que tenía, dónde se hacían notar un par de ojos negros que destilaban picardías. Estaba muy bien y ella lo sabía aprovechándose de ello al tratar con los chicos.
- Hola Javi, ¿cómo estás?, pasé a verte porque tenemos algo pendiente.
- Jajaja, ya lo sé, pero tu hermanito no nos deja ni a sol ni a sombra.
- No sólo mi hermanito, parece que ahora se sumó otra que dice ser tu novia.
- ¡No jodas!… ¿Cómo es eso?, contame, de paso me entero que tengo novia.
- Ya me parecía… Vino a verme Cynthia y me dijo que estaba saliendo con vos, no fue directa, pero me dio a entender que no me quería cerca.
- Jajaja, nada que ver, puede que ella tenga ganas, pero yo no estoy para remilgos y condicionamientos.
- Bueno, siendo así… también me enteré que ahora vivís solo en el departamentito que tienen acá al lado y… cuando quieras…
- Está visto que no mandás a decir las cosas, pero, creo que ya lo sabés, si pasás esas puertas… yo no quiero historias ni que te enamores, jajaja.
- Fantasma, sos un fantasma, ¿cuándo querés que venga?
- Los únicos momentos en que puedo son después de las ocho y media de la tarde, no sé si podrá a esa hora.
- Vos dejame a mí, voy a ver que invento, esperame hasta las nueve.
Estaba casi convencido de que vendría, en la escuela decían que era una “calienta vergas” y después te dejaba con ganas, pero yo había estado a punto de tener algo con ella y la noté muy entusiasmada cuando me apretaba el bulto de la verga erecta. “¿Esta va a ser toda para mí?”, -me había preguntado y bueno, lo del hermanito que vino a buscarla arruinó todo. Esta vez estaba seguro de que, si venía, la tendría toda para ella, además, ella ya conocía de eso porque tuvo un noviecito que tenía unos veinte años…
Después de que mis padres cerraran el negocio me metí en mi casa usando la puerta interior y la trabé, me lavé bien sin llegar a bañarme y faltando diez minutos para las nueve de la noche tocaron la puerta. Anabela pasó rápido y no bien cerré la puerta, la trabé y me giré para observarla, tenía una remera similar a la de la tarde, la cual dejaba el ombligo al descubierto, pero había cambiado sus shorts de jeans por una pollera de jeans que no llegaba a ser minifalda, aunque sus piernas bien formadas resaltaban a pesar de que calzaba zapatillas.
“¿Estoy bien?, ¿te gusto?”, -preguntó haciendo un mohín gracioso y girando el cuerpo para mostrarme-. Estaba espectacular y se lo hice saber, lo que motivó que se prendiera con sus brazos alrededor de mi cuello y me buscara la boca con urgencias. Los labios llenos de la morocha se afanaban con el beso y me encantó trabar esa batalla de lenguas mientras la escuchaba gemir por el placer. Mis manos se acoplaron enseguida a la forma de sus nalgas y me puso a mil notar que lo que tocaba era todo piel.
Pasé un brazo por detrás de su espalda y con el otro la levanté por detrás de las rodillas para llevarla a la habitación y se rio sin soltarse de mi cuello, “cogeme enseguida, tengo muchas ganas”, -expresó con la voz enronquecida por el placer-. Apenas si pesaba un poco más que los nenes y no bien la apoyé en la cama le saqué la ropa y ayudó en la tarea moviéndose como una viborita, pronto quedó desnuda exhibiendo unas tetas duras y paradas de pezones chiquitos que se notaban en medio de areolas grandes y un poco más oscuras. Los labios de su sexo eran gorditos y cerrados, especiales para abrirlos a lengüetazos.
Se acomodó boca arriba apoyando la cabeza en la almohada, esperando seguramente por un “misionero clásico”, pero yo iba por más. Mi short terminó de salir de mis piernas por el movimiento de mis pies y me subí a la cama para hundir mi cara en su entrepierna, “no, no, eso no, sólo cogeme”, -me pidió como si me rogara-. “No hables y dejame a mí”, -le ordené luego de pasarle la lengua por su clítoris hinchado y de ver como se estremecía con esto. Se me hizo que Anabela era “jarabe de pico”, mucha charla y supuesta desenvoltura, pero de coger como se debe, nada de nada.
Levanté un poco sus caderas al notarla enloquecida con la actividad de mi lengua y ésta se ocupó también del asterisco fruncido. Los gemidos se multiplicaron y los entremezclaba diciendo: “nunca, así nunca, me muero Javi, me muero”, tanto así que no pudo evitar el orgasmo que la asaltó y mojó parte de mi cara con la profusión de fluidos. Mi ego estaba contento, pero yo no pensaba parar allí y seguí con la lengua sin esperar que se recuperara, aunque esta vez me dediqué a absorber su clítoris que, aun pequeño, se hacía notar y aproveché la lubricación natural para mojar mis dedos e introducir uno en cada orificio.
Entrar y salir con mis dedos de su culo y su vagina la desquició completamente y se movió como culebra, aunque atinó a tomar una almohada para tapar su grito cuando otro orgasmo la asaltó con cierta violencia. “Por favor, Javi, por favor, no puedo más, no esperaba esto”, -alcanzó a decir cuando me situé para el “misionero”, entonces la besé profundo y mi glande quedó presto a penetrar su intimidad.
Lo hice despacio, mi dedo no me había engañado, era más estrecha de lo que pensé y me deleité mirando como abría los ojos enormes y se le llenaban de lágrimas cuando el ariete penetró hasta la mitad de su recorrido. Se dio cuenta que no podría zafar de eso, ya estaba ensartada, mi boca no la dejaba gritar, el peso de mi cuerpo no la dejaba moverse con libertad y aceptó la cogida, pero no avancé, lo que hice fue comenzar a moverme, tratando de no avanzar.
Dejé su boca y arqueando el cuerpo me ocupé de sus tetas endurecidas y de su pezón que parecía a punto de reventar. No hablaba, no gemía, conté con que ya lo haría y seguí moviendo mis caderas, lubricación no faltaba y podría haberme metido hasta el fondo de su vientre, pero quería que fuera ella la que lo pidiera, “por favor Javi, más despacio, me estás destrozando la conchita”, -decía con la voz un tanto temblorosa-.
Más despacio no podía, estaba tentado, muy tentado de clavarla, pero, como alguna vez me había dicho mi “maestra sexual”, “tenés que lograr que la mujer desee repetir siempre la experiencia o que le quede el mejor de los recuerdos” y es lo que trataba de hacer, estaba seguro que Anabela no olvidaría esa cogida.
Sus paredes me apretaban el tronco y tuve que parar mis movimientos para no acabar como descosido y allí fue cuando ella se soltó y comenzó a mover sus caderas, “adentro se siente más grande que afuera, pero es un placer enorme, esto no lo sentí nunca, seguí Javi, seguí”, -me dijo moviendo las caderas con más ganas-. La participación se tornó más activa y yo comencé a avanzar un poco más en cada entrada.
No lo esperaba, pero Anabela me recibió por completo y desde allí todo fue sobre rieles, es más, ella sola levantó las piernas para cruzarlas en mi cintura y me facilitó los movimientos. El primer orgasmo la sorprendió, aunque fue algo así como pequeño, apenas unos temblores y los apretones de sus músculos vaginales me lo hicieron notar, entonces seguí y luego de varias entradas y salidas, explotó…
Tuve que taparle la boca con la mía para que el grito de placer no se expandiera y ella se aferró a mí con piernas y brazos como si fuera un koala acostado. Quedó completamente laxa y aproveché para mover su cuerpo y, arrodillándome, le levanté las piernas para ponerlas en mi cintura. “¡No, no, por Dios, por ahí no!, no la voy a aguantar, no seas cruel, mi culo no”, -alcanzó a decir antes de que el glande y un cuarto de pija ingresaran en su esfínter. El “agggg” que gritó con ganas luego de la penetración me aturdió y me obligué a quedarme quieto.
La presión en el glande y el tronco era una tortura, ni con los chicos me había pasado y le hablé sin moverme, “tratá de relajarte porque yo también tengo ganas de terminar”. Lo entendió y asintió moviendo la cabeza, pero no emitió palabra y me moví ingresando despacio hasta que choqué con sus nalgas.
La miré a la cara viendo que fruncía el ceño y se mordía los labios haciendo gestos de dolor, pero luego miré como entraba y salía mi verga de su culo y me desmadré. Fueron tres o cuatro metidas que acusó gritando, pero más no pude aguantar y la llené.
- ¿Qué me hiciste Javi?, no lo puedo creer, mi culito era virgen y me lo rompiste, me duele todo, no sé si podré caminar, pero me encantó sentir tu verga en mis tripas, fue tremendo, irreal.
- Me engañaste un poco antes con lo de tu virginidad, aunque mucho no te creí, pensé que había venido a coger y como no fui el primero, creí que te gustaba todo.
- Sólo estuve con Roberto, mi ex novio, pero ahora comprendo que esos solamente fueron “polvitos”, se ponía arriba y me la metía hasta acabar, yo apenas si podía terminar una vez y vos me secaste con cada de las cosas que me hiciste. ¡Fantasma, las petunias!, me equivoqué un montón, quiero que me sigas cogiendo siempre.
- Primero vamos a comer algo y después charlamos de ese tema, ya sabés que yo no quiero compromisos.
- Yo no te pienso joder y si querés darle a Cynthia no me voy a poner en contra, pero no me dejes afuera.
- Jajaja, sos terrible, me acabás de decir que tu experiencia era limitada y ahora querés hacer una “fiestita” con Cynthia.
- No fue eso lo que te quise decir, pero, con tal de tenerte me animo a cualquiera, me encanta que me cojas y una experiencia con la rubia sería brutal.
No le contesté nada, aunque la idea no me disgustaba para nada. Nos lavamos, comimos unas hamburguesas y cuando comencé a acariciarla me dijo que tenía que volver a la casa porque se le había hecho tarde. Lo mejor fue que antes de despedirse dijo que iba a tantearla a Cynthia para ver la posibilidad de juntarnos e imaginar a esas dos bellezas en mi cama resultó en una erección de caballo. Anabela la notó, me tocó por sobre el pantalón y me repitió que mejor se iba porque le dolían hasta las pestañas.
Me dormí pensando en que Cynthia no quería perder la virginidad y trataría de respetarla, pero si se acostaba conmigo la virginidad de su culito durito y parado pasaría a la historia. Me levanté con una erección como para cuatro y lamenté no tener a Patolín a mi lado, el nene se tragaba mi verga hasta que su nariz se aplastaba con mi pubis y me sacaba unas descargas tremendas, pero, “a falta de pan…”, una ducha fría me calmó los ánimos.
Pasada la media mañana y después de atender la descarga de dos camiones que habían traído mercaderías, regresé al interior del local, mi padre se encontraba en su oficina con el tema de revisación de la facturación y mi madre estaba atendiendo la caja, al verme me llamó a su lado para que me hiciera cargo alegando que quería pasar al baño y tomar un refrigerio. Me acerqué para sentarse en el banquito alto que ella tenía y cuando ella se bajó de él se le enganchó la pollera y dejó al descubierto todo su muslo y parte de su nalga.
Se me cruzó enseguida por la cabeza que, o no tenía ropa interior o usaba una tanga, ella no se dio por aludida y, como algo normal, se acomodó la ropa, pero para mí no fue algo normal, mis hormonas se agitaron y mi cara de asombro avispó a mi madre que me hizo un comentario al respecto:
- Ayy cariño, no podés mirarle así las piernas a tu madre.
- Disculpá mamá, no fue mi intención, pero ante piernas tan bonitas uno no puede andar pidiendo cédulas de filiación.
- Tonto, a ver si me la creo, tu padre hace rato que no me piropea las piernas, jajaja, otra cosa, hace un rato anduvo Cynthia, esa chica te anda atrás y se la ve más linda que tu madre.
- En mi cabeza está aquello de “como mamá ninguna”, ¿te dijo lo que quería?
- No, entró y salió, pero yo no soy tonta y espero que te portes bien y no cometas ninguna tontería porque al hablar de esa chica se te comenzó a notar un bulto extraño en tu pantalón, -expresó mirando directamente a mi entrepierna y no me extrañó, solía tener ese tipo de salidas jocosas-.
- ¡Mamáááá, escuchá lo que decís!, no se me movió un pelo por lo de ella y, para que sepas, mi bulto es normal. En todo caso si hubiese habido una reacción sería por tus muslos y parte de la cola que mostraste.
- ¡Neneeee, ¿qué estás diciendo?!, sos un salido, mejor me voy a tomar algo antes de que me digas que te excita tu madre, “bulto normal”, jajaja.
Se fue para el lado de la cocina y se me dio por pensar que movió el culo más de lo debido, lógicamente, aproveché para catar sus nalgas con la mirada y todavía se las veían firmes y tentadoras. La lucha que se entabló en mi cabeza en el angelito bueno que me decía que no debía mirarle el culo a mi madre y el diablito malo que opinaba que no solamente debía conformarme con mirarlo, fue rota por la llegada de una clienta que comenzó a dejar las mercaderías en el mostrador para que le cobrara. “¿Javi, vos sos el que da clases de Matemática a chicos de primario?”, -preguntó y me obligó a prestarle atención a ella-.
GUILLEOS1 – Continuará… Se agradecen comentarios y valoraciones.
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