PATOLÍN Y JUANCITO. (7).
Lo de mamá fue algo así como sentirse “realizado”. El culito de Cristian también es querendón, el reparto de mercaderías me brinda una pequeña sorpresa y Cynthia vendrá dispuesta a la entrega..
Me desperté y luego me levanté contento, lo mismo experimenté con el baño y el desayuno posterior, me sentía algo así como “realizado”, había logrado lo que quería y daba para más, para mucho más, aunque mi mamá tenía razón, debíamos cuidarnos para no estropear todo, había que prestar atención a los presuntos desfasajes y me obligué a entender que tendría que proceder con madurez. Madurez para la cual la edad me jugaba en contra, pero, con no tener actitud y salidas de pendejo calentón me alcanzaba.
No fue tan fácil, costó lo suyo de entrada, máxime cuando abrí la puerta interior que estaba al lado de la caja registradora, allí la vi a mi mamá y estaba resplandeciente, los jeans y la remera escotada, ambas prendas ajustadas al cuerpo, el cabello suelto y el sutil toque de maquillaje, más los ojos brillantes cuando me dio los “buenos días hijo”, la convertían en una mujer deseable al cien por cien.
- Buenos días mamá, estás radiante hoy, ¿dormiste bien?
- Muy bien Javi, tengo irritadas hasta las pestañas, anoche un semental me dio para el campeonato, pero dormí fantástico, -me dijo bajando la voz y sonriendo al darme un beso en la mejilla-.
- ¿Algún problema con el viejo?
- Para nada, llegó a casa unos quince minutos después y yo ya estaba acostada, ahh, otra cosa más que no te dije, -me acerqué para escucharla-, me debés un juego de lencería, jajaja.
- Tres, te voy a regalar tres, así después puedo proceder a gusto.
- Salí loco, anda para el depósito.
Me pasé gran parte de la mañana allí, salvo cuando regresé al local a tomar algo fresco. Me encontraba dentro de la cocina y apareció mi mamá, mantuvo la puerta cerrada y se apoyó en ella, luego me llamó, “vení bebé, dame un beso enorme de los tuyos”. No hacía falta que me lo repitiera y nos comimos la boca con un par de besos que llamaban a más, mi calentura era terrible, pero tuve que conformarme con apretar sus nalgas mientras ella trataba de acomodarme la verga erecta y para eso usaba toda su mano.
- Me encanta que se te ponga durísima apenas me besás, lástima que no podamos hacer más.
- Está todo bien, pero este arrebato me lo va a ´pagar tu culito cuando lo tenga a tiro, aunque sea a lo bruto y sin lubricación.
- Ayy bebé, no me digas así, ya estoy mojada y me imagino todo. Hacelo como quieras, pero dame un par de días, ahora no aguantaría ni un dedo y gracias al Cielo que así sea. ¡Qué caliente me tenés!…
Todo era en voz baja y con picardías evidentes, lo cual lo convertía en más excitante y la dejé que se fuera para el baño, yo terminé mi gaseosa y salí de nuevo para el depósito. Llegar hasta la puerta del depósito me llevaba a caminar unos metros por el salón y fue allí donde vi a la señora que cuidaba de Patolín, no dudé en acercarme…
- Hola señora, ¿cómo está?, ¿le puedo hacer una consulta?
- Sí Javier, lo que gustes.
- La semana pasada anduvo Patricio por acá y me consultó sobre un tema de Matemática, según él, andaba flojo en la materia, bueno, como me puse a dar clases a alumnos particulares pensé que le gustaría concurrir, además no cobro porque me sirve a mí para prácticas.
- Muy bien lo tuyo, pero no creo que Patricio pueda, yo ya no lo cuido más, el padre decidió que se fuera con él a atender el quiosco de revistas, el muy bruto lo hace trabajar como si fuera un adulto, se lo lleva a las seis de la mañana y vuelve a la casa como a las cinco, ni jugar con los amigos o con el primo lo deja.
- El primo se llama Andrés, ¿no?
- Sí, Andresito es un amor de chico y ahora, como no tiene al primo para jugar, los padres no lo dejan venir más para estos lados, es como te digo Javier, es difícil que el padre acepte que le des clases, ellos trabajan hasta los sábados y domingos. Igual si sé de algún nene que necesite, lo mando para acá a averiguar.
- Muy agradecido y disculpe la molestia, era una duda que tenía.
La señora se fue y yo me quedé puteando, vaya a saber cuándo podría tener de nuevo los culitos de los dos nenes y las mamadas profundas de Patolín, lo peor es que no tenía ni puta idea de cómo hacer para poder contactarlos, quizás si pudiera ir hasta el quiosco de revistas… Pensé que podría aprovechar los horarios del mediodía y darme una vuelta usando la moto de mi hermano, pero enseguida recordé que los mediodías los tenía ocupados con Cristian y en pocos días más con el hijo de la socia del padre de Cristian, ya buscaría alguna manera de contactarlos.
Llegó el horario del mediodía y me fui a mi casa antes de que cerraran, tenía un humor de perros y quería bañarme para sacarme la mala onda de encima. Cristian no debía pagar el hecho de que algunas cosas me hubieran salido mal. Mi alumno llegó a horario, pero vino solo, otra cosa que me salía mal porque pensaba “apretarla” a la madrastra para ver la posibilidad de tenerla en casa una de esas noches y no pudo ser, otra cosa que debía quedar en espera. Lo hice pasar a Cristian y trabé la puerta desde adentro.
“Hola Javi, te extrañé muchísimo”, -me dijo cuándo me giré para saludarlo-. De inmediato me saltó al cuello y me besó sacando su lengua para meterla en mi boca, lo hacía con ganas y pronto dejó que mi lengua recorriera el interior de su boca en un intercambio de salivas que aunado a los gemidos de placer que profería me hicieron olvidar de todos, Patolín, Andrés y madrastra incluida.
Me hice dueño de sus nalgas y se las apreté, algo que le encantaba y le hacía mover las caderas con una sensualidad innata, pero, no me quedé solo en eso y al dejar su boca, besé su cuello notando como se estremecía con eso. “Me lavé bien el culito, ¿me vas a llevar a la cama para cogerme?, -me preguntó sin soltar mi cuello-. No le contesté y lo llevé a mi habitación diciendo que primero quería verlo sacarse la ropa como si bailara, eso y la mamada serían los únicos preliminares.
Se me paró la verga como si hubiera tomado alguna pastilla para eso, parecía que se me reventaba cuando lo vi sacarse la ropa y que se movía al ritmo de una música imaginaria, decir que me dieron ganas de empotrarlo de una al ver que se sacaba los calzoncillos y me mostraba sus nalgas, sería decir poco, preferí tirarme en la cama y pedirle que me sacara la bermuda pues luego tendría que chuparla. “Dale, dale, yo te la chupo, pero vos meteme los dedos como ayer”, -pidió con los ojos brillantes-.
Primero me agarró la verga con las dos manos y lamió todo el líquido que emanaba de ella, le dije que tendría que tratar de metérsela toda en la boca y asintió con un movimiento de cabeza. Verlo como se esforzaba cuando trataba de pasar de la mitad y se ahogaba, pero volvía a insistir me hizo recordar que debía estimularlo con mis dedos en su culito y poniéndolo en la posición del “69” incompleto me dejó sus nalgas a disposición.
Estiré la mano para agarrar la crema y abriendo sus cantos, mis dedos encremados se dirigieron directamente a su agujerito, esto lo hizo gemir con ganas y trató de meterse más verga en la boca, igual le pedí que no se apurara, que sólo se la metiera y la sacara, que eso me gustaba mucho. Me obedeció enseguida cogiéndose la boca y yo me dediqué de lleno a su agujerito, ya habría tiempo para forzar su garganta, primero le quería romper el culito.
Le encantaba que yo jugara con mis dedos en su hueco y, entre eso y sus ganas que ayudaban se había distendido bastante, amén de que, como ya había comprobado, los nenes eran de músculos más elásticos, por eso, pronto fueron dos los dedos que entraban lo más que podían y ni siquiera emitía quejidos por molestias.
Me faltaba movilidad en la mano y me puse de costado, ahora no sólo podía mover los dedos a gusto, sino que también podía mover mejor las caderas y eso lo sintió en su boca porque el ritmo lo marqué yo. “Me gustan tus dedos, siento como cosquillas en el pito, pero la boca me duele”, -dijo torciendo la cara-. Era hora de que también le doliera el culito y se quejó un poco más cuando los cuatro dedos juntos trataron de entrar, “aflojate cielo, quiero que tu culito se ablande para que no te duela mucho”, -expresé y contestó: “Bueno, pero igual yo me voy a aguantar, Gabriel me dijo que yo tenía que aguantar cuando él me metiera la pija”. Claro que la mía no sería como la de Gabriel, aunque, como se dice vulgarmente, “en la cancha se ven los pingos” y había que comenzar a intentar.
Lo puse boca abajo y levanté su culito por medio de un par de almohadones que tenía cerca, quedó espectacular, su culito parado y su agujerito palpitante y brillante de crema parecía llamar a mi glande que se ubicó enseguida para la penetración. Él se abría las nalgas con las manos y yo, arrodillado detrás dirigía el estoque adónde quería, crema sobraba, el movimiento para ubicar el recto dio resultado y la cabeza de mi pija comenzó a entrar.
- Despacito Javi, ayyy, por favor, ayyyy, despacito, me duele mucho, yo quiero aguantar, pero me dan ganas de llorar.
- No grites ni llores, aflojate o usá la almohada, tu culito es maravilloso y me encanta meterte la pija, pero la primera vez duele un poco, voy a tratar de ir despacio, avisá cuando te duela mucho y paro un rato para que te acostumbres.
- Ahí, ayyy, ahí me duele, esperá, esperá, -dijo cuándo el glande estuvo por completo en su interior-. Esto me obligó a detenerme y me vino bien para no acabar como descosido. ¿Entró mucho?, si no entró mucho metelo un poco más, pero despacio, -pidió adaptándose rápido-, enseguida se arrepintió… Sacala, sacala, me duele, me duele, no seas malo, sacala, -casi gritó cuando avancé un poco más-.
Me costaba más que los culitos anteriores y me obligué a moverme en vaivén, pero tratando de meter un poco más cada vez, me encantaba ver como ese culito se tragaba semejante verga. Los quejidos de Cristian se convirtieron en gemidos y con un poco más de crema la pija avanzó implacable.
Tenía ya tres cuartas partes adentro de su culito y aun cuando lo veía apretar fuerte la almohada con sus manos ya no se quejaba, es más, solito comenzó a mover las caderas y me acoplé al ritmo lento que él tenía. “Ya no me duele tanto, siento todo abierto, parece que tuviera un tronco moviéndose adentro del culito, pero no me duele y me gusta, seguí así, despacito”, -acotó sin expresar dolor-.
Sentía en el glande que existía una obstrucción, era el último escollo a vencer, pero como le dolía cuando trataba de trasponer ese pedazo de tripa, preferí esperar a que sintiera más placer para que ese virgo desapareciera completamente. Las entradas y salidas ya eran más firmes y sus caderas se movían acompañando, hasta que… “Dale, dale, me gusta, mi pito, mi pito, me hago pis”, -dijo levantando la voz- y el “ahhhh” que esgrimió se cortó de golpe o de entrada porque lo ensarté por completo y allí me quedé con pelvis y nalgas pegadas. Estaba atento para taparle la boca, pero no hizo falta, gritó contra la almohada y ésta absorbió todo…
- Me duele mucho Javi, no te muevas, algo se rompió, me cogiste hasta el fondo, -acotó apretándome la verga con fuerza-…
- Ya está, ya entró toda, tu hermoso culito me pertenece, no te muevas hasta que el lugar se acostumbre al “pedazo”, -le dije acercándome a sus oídos mientras con una mano le acariciaba los pezoncitos y se los apretaba causándole placer.
- ¿Viste que aguanté y no lloré?, igual me dolió mucho tu pija es muy grande, creo que la tengo adentro de mi panza, -expresó con los ojos llenos de lágrimas-.
- Tranquilo bebé, quedate quieto y movete despacio cuando sientas que ya no te duele tanto.
- ¿En serio te gusta mi culito?, vos siempre vas a ser el único que me meta la pija.
- Me encanta, siempre que lo vea tendré ganas de cogerlo y está bien que pienses así, yo soy tu macho, -le dije hablándole despacio cerca de la oreja y besándole el cuello-.
- Sí, sos mi macho y yo soy tu putito y de nadie más porque me dijo Gabriel que si me metía la pija iba a ser el putito de él.
- Nada de eso, se terminó Gabriel, vos sos sólo mío y me tenés que avisar enseguida cuando te moleste.
La charla servía para distenderlo, pero yo tenía ganas de entrar y salir con fuerza, ni sé cómo hice para aguantar, aunque eso lo solucionó Cristian cuando levantó sus nalgas como pidiendo más y como ya se había amoldado lo cogí como quise y ya no fui tan “despacito”. Quejar se quejó, pero ya no pidió que se la sacara y cuando se volvió a contraer en uno de esos orgasmos tan particulares, me afirmé en sus caderas para entrar profundo y lo llené de leche. “Me echaste la leche, está calentita, pero me encanta, no me la saques, seguí cogiéndome”, -expresó dejando notar su satisfacción-.
No podía seguir más, había que lavarse y hacer algunos ejercicios, lo levanté sin sacársela y mientras perdía mi erección dentro de su culito, lo llevé para el baño. Lo primero que hizo fue sentarse en el inodoro y después se metió a la ducha conmigo, estaba eufórico, me pedía que me agachara para besarme y me tocaba la verga y los huevos enjabonados, no hubo que insistir demasiado, se puso dura y me la besó metiéndose el glande en la boca, luego lo sacó y me pidió con voz dulce: “Javi, ¿me la podés meter de nuevo?”.
Esta vez lo hice apoyar en el borde y creo que me asomaron los colmillos cuando vi su ano chiquito en comparación al glande, pero con un hueco que sabía que se amoldaría rápido. No tuve tanto contemplación y se quejó, casi gritó de dolor, pero no pidió que se la sacara, eso si la leche no la recibió en sus tripas, cuando estuve a punto la saqué de su culo, lo hice girar y le metí la mitad en la boca, él se agarró de mis glúteos y tragó con deleite, “siempre que venga me voy a tomar tu lechita”, -afirmó después de pasarle la lengua al glande, su cara resplandecía-.
Luego de secarnos nos pusimos a hacer unos ejercicios con porcentuales, le expliqué un par de cosas para que se las grabara y me dijo que el papá estaba contento y no lo había retado, me contó que Sofía le había preguntado si yo tenía novia, pero que él no supo decirle, tampoco le había dicho nada de lo que hacíamos, además que nunca se lo contaría a nadie. Hablando de Sofía, me enteré que ella quería que le hiciera sexo oral, pero que él no se había animado, de inmediato pensé en algo para tenerla agarrada de los ovarios, ya vería si resultaba.
Cristian acusó un dolor en el interior de su culito, dijo que le dolía un poco al sentarse, (no era para menos, se había comido tremenda verga) por eso, apoyándolo en la mesa le bajé los pantalones y le puse una crema antiinflamatoria metiéndole totalmente el dedo medio. El muy putito comenzó a mover las caderas y ladeó la cara para decirme: “Si querés meterla de nuevo, metela, a mí me va a gustar”. No daba para más, pero se me cruzó por la cabeza, su culito era muy tentador.
Después de que Cristian se fue, lo primero que se me ocurrió fue destrabar la puerta interior, luego ordené la habitación, la perfumé, corrí las cortinas dejándola en penumbras y me acosté pensando en mi mamá, si me dormía y venía a despertarme, seguramente me haría una mamada y no pensaba decirle que no, que ella se tragara mi leche me generaba un morbo especial. Bueno, no pasó nada de eso, fue mi padre el que gritó desde la puerta del local y tuve que levantarme sin más.
Mi hermano no aparecía por el negocio, se amparaba en que estaba estudiando para rendir un par de materias que tenía “colgadas”, mi papá lo contemplaba, pero, aunque a mí eso me jodía porque tenía que hacer algunos repartos me dejaba más libertad para moverme y para disfrutar de algunos momentos con mi mamá, besos, caricias y algún que otro “toquecito” no nos venía mal.
Esa misma tarde mi padre me apuró porque tenía que llevar un pedido grande a una casa que quedaba como a unas treinta cuadras, era en un barrio elegante vecino al nuestro y como el pedido era bastante grande, fundamentalmente de bebidas gaseosas, pack de latas de cerveza y bolsas de chizitos de queso, papas fritas y demás, no daba para llevarlo en el ciclomotor y, aunque no tenía registro de conducir, me mandó con la camioneta carrozada.
El chico que trabajaba en el depósito me ayudó a cargar y me largué para el lugar. Resultó ser una casa enorme y parecía que había una fiesta de cumpleaños, me atendió una señora gordita que tenía puesto un biquini con una bata por encima y al abrirme el portón me dijo: “Pasá al estacionamiento del fondo de la casa, menos mal que viniste, entre los chicos y los amigos de mi hijo mayor parece que pasó la marabunta por aquí”. Entré, estacioné frente a lo que debería ser la puerta de un garaje y, ayudado por una chica del servicio, bajé los bultos.
Estaba terminando y se acercó la señora para hablar conmigo, “tenemos un problema, -expresó-, hay que esperarlo unos veinte minutos a mi marido, él es quien te tiene que pagar”. Le dije que no tenía problemas y que lo haría en la camioneta, declinando la oferta de pasarlo junto a las señoras al borde de la piscina como me invitó, había visto un par de robles grandes y me venía bien quedarme un rato a la sombra.
Ya antes me había pasado algo similar porque mi papá tenía la costumbre de entregar la mercadería y cobrar después. La estacioné dándole la retaguardia a la casa y cuando bajé me habló un nene.
- Hola Javi, no pude ir más a lo de mi primo, ¿estás enojado?, -era Andrés que me hablaba bajando la vista-.
- Hola hermoso, no, no estoy enojado, ya me enteré lo de tu primo y de que no podés ir, igual te extrañé mucho, ¿qué andás haciendo acá?
- Es la casa de mi amiguito que cumple nueve años, yo vivo a una cuadra de acá, en una casa blanca de la esquina, ¿querés que me quede con vos en la camioneta?, -preguntó y se me alborotaron todas las neuronas-.
- No sé si será conveniente, me dieron ganas de metértela y alguno te puede ver cuando entrás.
- Yo también tengo ganas, mi mamá está en la pileta con las otras mamás y los chicos más chicos están en una habitación jugando a la Play… Dale, dejame, entro por la otra puerta, -pidió con cara de hacer pucheros y yo estaba que volaba-.
La camioneta era una Van, estaba toda cerrada, tenía los vidrios polarizados y el lugar era ideal, miré bien que nadie observara para ese lugar y le dije que diera la vuelta y ascendiera en la parte delantera. Trabé todas las puertas y pasamos los dos a la parte trasera de la misma, allí estaba más o menos seguro porque la mampara que había detrás de los asientos dividía la camioneta y no permitía que nadie viera hacia la parte de atrás, hasta pensé que como era para carga la suspensión era dura y la caja no se movería.
Andrés se mostraba contento porque iba a ser cogido, mi verga le encantaba y me lo quería hacer saber, además, mi calentura no daba para más, no bien lo vi que se fue para la puerta que quedaba cerca del tronco de uno de los árboles su culito se me fijó entre ceja y ceja y todo se trasladó a mi entrepierna. La completó cuando comenzó a sacarse el shorcito de baño que tenía puesto y me preguntó si quería cogerlo primero o lo dejaba que me la chupara.
Me senté en un banquito que había y él se arrodilló sobre una manta vieja para ayudarme a sacarme la bermuda. Ver su cara de satisfacción y escuchar que me decía que me había extrañado, pero dirigiendo todas sus ganas al ariete endurecido me provocó un escalofrío en toda la columna. Para mejor, se lanzó “a por él” -como dirían los españoles- y el glande se perdió en su boquita.
Gozaba con mi pija en la boca y lo demostraba con gemidos, trataba de meterse cada vez una mayor porción, pero las arcadas se lo impedían, aunque, como ya me lo había demostrado, seguía insistiendo. No había tiempo para más y le dije que quería cogerlo, “bueno, esperá que me pongo más saliva”, -acotó y tomó parte de su saliva viscosa para ponerse en su culito ayudado por sus propios dedos. Entonces fui yo el que me arrodillé detrás y él, que continuaba arrodillado, apoyó su antebrazo en el banquito y se estiró hacia el costado una de sus nalgas, yo ayudé con la otra mano y el circulito amarronado quedó al descubierto presto a recibir su premio.
Su boca ahogó el quejido en el antebrazo cuando el glande comenzó a penetrar estirando su esfínter, “seguí, seguí”, -alcanzó a decir, pero no le hice caso-, salí de él, puse más saliva e intenté con más profundidad después de cada retroceso. Andrés se movía con gusto y placer cuando las pieles se soldaron y reconozco que, viendo su goce, “se me salió un poco la cadena”, mi ritmo se hizo más violento y sus quejidos se incrementaron.
El banco casi se vuelca, pero lo solucionó rápido, se movió sin que yo me saliera y se estiró despacio en la manta llevándome con él y allí sí, lo cogí con ganas tapándolo con todo mi cuerpo. En un momento paré porque pensé que le hacía mal y él, torciendo la cabeza, me miró con los ojos llorosos y me pidió: “Dejame mover un poco el culito Javi”, lo dejé retirando un poco mis caderas y se movió haciendo que la verga entrara y saliera.
“Mi pito, mi pito”, -dijo en un momento y absorbí sus contracciones con la verga instalada en lo profundo de su culito infantil-, de todos modos, aunque tenía ganas, no le dejaría sus tripas llenas de leche, se la saqué de golpe sin que me importara que le doliera y me acerqué a su cabeza, enseguida entendió cuando me puse delante de él y le llené la boca de verga, entré más de lo acostumbrado porque sus ojos se abrieron grandes y se le llenaron de lágrimas, pero tragó todo sin decir ni “ay”, tampoco podía, luego me retiré despacio para que me limpiara al salir.
- ¿Te gustó?, -le pregunté acariciando su cara-.
- Siempre me gusta cuando me cogés, al principio me duele porque la tenés grande, pero cuando siento que está en la panza se me pasa todo y me gusta más.
- ¿De verdad no vamos a poder seguir viéndonos?, -le pregunté diciéndole a la vez que se pusiera el shorcito-.
- Mi mamá no me deja ir más a lo de Patolín porque el padre lo puso a trabajar en el quiosco y discutieron por eso, además, me queda lejos y no sé qué decir para ir a tu casa y que me cojas.
- ¿Y tu hermano?, ¿ya no te quiere “embocar”?
- No, desde que le dije que le iba a avisar a mi papá ya no me hace nada, pero creo que se está cogiendo a mi compañerito, el nene del cumpleaños.
- ¿Estás seguro?, ¿los viste?
- No, pero hace un rato estábamos jugando todos en la Play y mientras esperábamos el turno, él le tocaba el culito y Marcos no decía nada, lo miraba con cara de putito y no le decía nada, parece una nenita, -me sonreí pensando en esa “cara de putito”-.
- ¿Eso te molesta?
- No porque mi hermano la tiene chiquita y Marcos no se aguantaría una pija grande como la tuya. Seguro que lo va a invitar a mi casa para mostrarle las películas que tiene escondidas y ahí se lo va a coger.
- Jajaja, seguro eso hizo con contigo y vos también le tenés ganas, ¿no?
- Sí, pero conmigo sólo quiere que le de besos, ¿querés que le pregunte si quiere coger con vos?
- No, de mí no hables nada, esperemos a ver qué pasa con tu hermano y si le gusta vas a tratar de convencerlo, después te hacés una escapada hasta el negocio y vemos cómo podemos juntarnos, ¿sí?
- Sí, dale, tengo ganas de ver cuando le entra tu vergota.
Cortamos la charla porque la señora se había asomado por la puerta trasera de la casa y me hacía señas para que me acercara. Le pedí a Andrés que se quedara un rato más y cuando yo entrara en la casa se bajara de la camioneta y se fuera para el otro lado. Asintió, pero me pidió que le diera un beso de lengua y no me resistí.
Cuando regresaba para el negocio me puse a pensar que, improvisado o no, casual o no, había sido un lindo momento, pero lo que más me intrigaba era darme cuenta que putitos sobraban. Se me dio por imaginar que, de diez, dos o tres querían experimentar o ya lo hacían. Yo lo había observado cuando estaba en el colegio primario, siempre había alguno que era más “delicado” o quién no quería jugar a la pelota con nosotros o se ponía a llorar cuando la maestra lo retaba, pero uno no daba pelota a esas cosas. Ya, habiendo tenido mi primer culito, me daba cuenta que existían más de los que yo pensaba y que había cosas que incentivaban la libido infantil.
Quizás era yo, pero en las novelas de la tele había besos demasiado “evidentes” que daban lugar a pensar en un “después” placentero, los trajes de baño eran más “mirables”, por lo menos dejaban imaginar más el “contenido”, la propaganda del CASI (un calzoncillo anatómico) mostraba el “bulto” del modelo carilindo y musculado. Había más “libertad” en todo y eso, guste o no, conlleva a que aparezcan los “libertinos”.
Está bien, acepto que no es para andar violando a diestra y siniestra o para que no se respeten las Leyes, pero… “hecha la Ley…”, aparecen los que se dejan llevar por la imaginación y el “¿cómo será?” prevalece en unos u otros. Seguramente no cambiará y se seguirá mejorando en esta materia o desmejorando, aunque uno no está para abogar o fiscalizar con esto, lo que sí es seguro que, al que le gusta “recibir” buscará la manera de “recibir” o de plegarse a “sentir como es” y siempre encontrara a quien quiera “dar” porque el incentivo de la libido es para todos.
De todos modos, yo no entendía mucho de esto, mi cabeza (en todo caso las dos) estaban puestas en lo inmediato y lo inmediato o lo que se venía era Cynthia y había que estar listo para eso. Al llegar tuve un encontronazo con mi padre porque me levantó la voz debido a que, según él, yo era un “bancado” irresponsable porque había tardado un poco más de una hora en regresar…
- No me jodas con lo de “bancado”, yo trabajo con vos porque lo pediste y, en este caso la culpa es tuya porque no les cobrás antes y después te dejan esperando por uno u otro motivo, en este caso fue porque el que pagaba no estaba y me tuve que “comer” cuarenta minutos de espera”, -le contesté de mala manera. Hasta mi mamá recibió mis “sopapos” porque me salió con un…
- Bueno, bueno, bajá el tono…
- Claro, fantástico, “bajá el tono”, como si yo me tuviera que aguantar un grito injustificado o refregada y acusación en la cara porque él hace mal las cosas, si me hubiera hablado bien, le habría contestado bien y vos lo defendés, al final, son tal para cual”.
Mi mamá bajó la vista y yo me fui para el depósito ignorando a mi padre, me senté en una pila de cajones y me puse a pensar que esto de crecer, asumir responsabilidades, hacer lo que quisiera, gozar sin trabas o ponerme en la piel del otro, entre otras cosas, no era nada sencillo, pero debería afrontarlo o conformarme con ser un pelele. Había pasado un rato cuando apareció mi madre a verme y me alcanzó una gaseosa…
- Disculpalo a tu padre, anda nervioso, la Economía del país no ayuda mucho.
- Está bien, ya pasó, pero es él quien debería venir a hablar conmigo, con mi hermano se hace el pelotudo, le permite todo y yo soy el malo de la película, eso no es ni lógico ni correcto, encima vos lo apañás, menos mal que tengo mis “beneficios”.
- Sobre eso tenemos que hablar, esta noche voy a pasar por tu casa, creo que… -no la dejé terminar-.
- “Creo que”, nada, lo último que quiero es que vos me defraudes esgrimiendo idioteces, las cartas ya están echadas, decidí bien y si hay que “bajar la cortina”, pues bajala, yo me buscaré la vida por ahí, además esta noche viene Cynthia a casa y creo que no será para conversar.
- ¡Javierrr, que estás diciendo con eso de “buscarte la vida por ahí”!
- Yo me entiendo mamá, pendejo o no, no estoy dispuesto a aguantar gritos, imposiciones, falsedades o idioteces de falsos pruritos de nadie, padres incluidos. No nací para estar protegido toda la vida bajo las alas protectoras de nadie, sé que me las puedo arreglar bien “remando” solo. Yo te lo dije y creo que no entendiste, “yo decido” o aceptás o te ponés en la otra vereda.
- Y yo te dije que no se puede ser tan taxativo y/o egoísta.
- Ahh, ahora entiendo, vos pretendés que yo sea un hipócrita e infiel a mí mismo aceptando o agachando la cabeza ante lo que no me gusta y aclamando la conveniencia de otros. Perdón mamá, perdón papá, es lo que ustedes me enseñaron o me hicieron ver en base a sus conveniencias aplicadas, pues resulta que no salí como esperaban.
- No nos vengas a “pasar facturas” …
- Para nada, pero no me carguen deudas que no pedí ni quiero tener. Yo los voy a querer siempre porque son mis padres, pero, podés decirle a papá que el respeto no se impone con gritos
Mi rebeldía se imponía y no me dolió que a mi madre se le llenaran los ojos de lágrimas, le había dado a entender o dicho directamente que, si no se estaba de acuerdo conmigo o con lo que planteaba, me alejaba de ellos. Lo mejor o lo peor pasaba porque mi madre sabía que yo no hablaba por hablar, luego podrían revolverse mis tripas, pero jamás volvería “con el caballo cansado”. Ya casi era la hora de cerrar y me fui a esperar a Cynthia.
GUILLEOS1 – Continuará. Se agradecen comentarios y valoraciones.
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