PATOLÍN Y JUANCITO (Aunque ya no estén). (10).
Mi mamá tiene ganas de trío y se me aparece Sofía a solventar mi aburrido sábado. El domingo vino con problemas hasta que tuve la visita de Andrés y la “yapa”. .
En virtud de que ya “no quería lola” porque estaba cansado, me tiré a dormir un rato y puse el despertador para que sonara antes de que mi madre viniera a despertarme, ergo: Cuando ella apareció yo estaba en el comedor y cambiado como para comenzar a trabajar. Tuvo que conformarse con unos besos que retribuí con gusto y algunas caricias un tanto subidas de tono, pero comunes entre parejas. La noté un poco reticente, como cohibida y con ganas de decirme algo, me imaginaba lo que era y decidí que ella sola se largara a hablar sin que yo le preguntara nada, hasta que…
- Javi, ¿te puedo hacer una pregunta?
- Claro que sí, yo soy loco y un tanto rayado, pero no al extremo, ¿qué querés saber?
- ¿Tenés algo con la madre o madrastra de tu alumno?
- No, me pareció que “me echó un par de perros”, pero no hay nada, es una pena porque está muy buena.
- Te decía porque estuve pensando mucho en tus ganas de que hagamos un trío y esa mujer me gusta, además creo que sería muy discreta y un tanto liberada, ¿vos no pensás igual?…
- ¡Mirala a la mami!, anoche medio que te parecía un sacrilegio y hoy estás lanzada, pero vas a tener que aceptar que no son sólo mis ganas, a vos también te gusta la posibilidad.
- Es verdad, lo acepto, como vos decís, “me comenzaron a caminar los ratones por la cabeza”, sola no me animaría a nada, pero con vos al lado, salvo la del negro grandote, me gustaría hacer realidad algunas fantasías y estar con una mujer es una de ellas.
- ¿Nunca tuviste nada en el Colegio Secundario con una compañera o una amiga?
- No, pero sabía de algunas compañeras que contaban que no les había desagradado, pero era como tabú, ahora es distinto, hasta en las revistas se habla de eso o se da a entender.
- Algo de tabú sigue habiendo, pero ya no se le da tanta bola. Puedo probar, pero habría que ver si a ella le gusta y ver que no te eches atrás a último momento.
- Por mi parte estoy decidida, cada vez que lo pienso me excito y, a todo esto, ¿no tenemos tiempo de un “rapidito”?…
Verle la cara de hembra caliente y sentir que su mano me manoteaba el “paquete” acabó rápido con la idea de ahorrar energías, mi verga parecía tener pensamientos propios y se irguió como por encanto, máxime que, con la conversación ya estaba amagando con endurecerse. Uniendo la acción a la palabra se apoyó con las manos en el borde de la mesa y levantando su pollera dejó su culo al descubierto abriendo las piernas. “Metela con ganas, no me puse ropa interior”, -dijo con voz de excitación- y no esperé, la ensarté de una y ahogó el grito con la boca en su antebrazo, después me dijo torciendo la cara, “cada vez que me la metés me parece más grande, cogeme y dame la leche en la boca, no quiero quedar toda pegoteada”, mientras tanto seguía moviendo las caderas y pre anunciaba un buen orgasmo-.
No fueron muchas entradas y salidas, pero ninguna careció de profundidad hasta que gimió fuerte y me apretó con sus músculos, aguanté hasta que ella se recuperó un poco y la saqué para que se girara y se arrodillara llevándose la verga a la boca, vi de nuevo el “acto de desaparición” y me descargué con ganas, tragó todo, me limpió y expresó: “Tu leche mezclada con el sabor de la mujer me resulta delicioso, tratá de tener algo con esa mujer y después vemos, ¿sí?…
Recién allí, estando en el local, me enteré de que era viernes y no tendría a los chicos en todo el fin de semana. De todos modos, no tuve mucho para pensar en eso, principio de mes y viernes, todo el trabajo de entregas se incrementó y anduve de un lado para el otro. Cynthia y Anabela no aparecieron y recordé que tenía que hacer algo a lo que no estaba muy acostumbrado, había que limpiar el departamento, cambiar las sábanas y llevar la ropa sucia al lavadero, menos mal que trabajaban hasta tarde y sólo tenía que dejar la ropa y retirarla en la mañana siguiente y eso fue lo que hice.
Luego de cenar y cuando, con el living en penumbras, estaba escuchando unos temas musicales que me gustaban, lo recordé a Patolín, todo vino a colación porque tuve presente que mi madre y mi padre se irían a cenar a la casa de esa prima de mi madre, la misma mujer esbelta y atractiva que me solía arrancar tremendas pajas cuando la fijaba en mi mente y por la que, al querer espiarla, había entrado en contacto con Patolín y con mi primer culito infantil en ese baldío de barrio.
No había pasado mucho tiempo y, sin embargo, me parecía una eternidad. Gracias a ese culito que resultó exigente y que me dio un placer nuevo e inesperado se dieron un montón de posibilidades más que, mi libido y morbo trataban de no desaprovechar. Quizás se daba como decía el dicho, “Dios los cría y el viento los amontona” y estaba seguro que la proporción de pendejitos que querían probar una verga era ínfima, pero algunos venían a mí o se aparecían y mis calenturas de pendejo no perdonaban ningún “culito veloz”.
No lo había visto más, ni tampoco había visto a gente de su familia comprando en el negocio, cosa que podía ser porque yo no siempre estaba en contacto con los clientes, preguntar no iba a preguntar, pero se me cruzó por la cabeza que podría tratar de averiguar y hacerme una escapada hasta el quiosco-librería del padre para verlo. La verga se puso morcillona al recordar como gozaba cuando penetraba su culito gordito o cuando me la mamaba, pero desistí de la idea, caliente como era ese nene, ya debía haber encontrado quien lo quisiera empotrar. A Juancito ni lo pensaba, en cambio si pensaba en Andrés, el primo de Patolín era un vicioso, ya me había demostrado sus preferencias y le encantaba compartir, ¿qué habría pasado con Marcos, su compañerito de la escuela?
Lo de Andrés me interesaba, me gustaba como se entregaba y disfrutaba de la verga, además, que me quisiera traer a ese Marcos no me venía mal, incentivaba mi morbo. Como fuere, se me dio que todos ellos ya deberían haber canalizado sus ganas por otro lado y yo no podía andar buscando o insistiendo con lo ya conocido. Mi dedicación tendría que enfocarse en Cristian y, posiblemente, más que seguro, en Ezequiel, el pobre tenía tanto miedo de la madre que accedería a lo que fuera con tal de que ella no se enterara.
Anabela y Cynthia eran un renglón aparte, la morocha la iba de “superada” y eso implicaba que cogiera con quien quería, eso a mí no me gustaba tanto, no obstante, como su culito no era para despreciar, si se daba, la “atendería” con gusto, distinto era con la rubiecita, ella me gustaba y era un diamante en bruto en materia sexual que tendría que pulir, además, no le escaparía a hacer un trío con su amiga-rival e imaginarlas a las dos juntas elevaba mi morbo a mil.
Claro que ni se comparaba con la posibilidad de gozar de Sofía con Cristian o con mi mamá, a todas luces, mi mayor logro y mi mejor fantasía hecha realidad. Me tocaba pensando en todos y todas las que me rodeaban y mi verga erecta dejaba escapar el líquido pegajoso que me encantaba repartir con el pulgar por todo el glande, pero no estaba para “pajas”, ni quería desperdiciar energías en algo que, a esta altura me resultaba banal.
Me sonreía interiormente al recordar que, hasta hace poco tiempo y, a falta de mi maestra sexual, se me acalambraba la mano y me “mataba” en el baño de mi casa o en la tranquilidad de mi dormitorio apelando a lo que fuera para darme auto placer. ¡Cómo había cambiado todo en tan poco tiempo!…
El hecho de trabajar e irme a vivir solo había cambiado todas mis perspectivas, no solamente me vi obligado a pensar distinto, sino que, mi personalidad había aflorado con seguridades que antes podrían parecer caprichos de adolescente. Me encontraba más seguro y, por si fuera poco, para bien o para mal, había aparecido una veta de especulador y de “aprovechador de situaciones” que me hacía sentir bien.
Lógicamente yo pensaba que, para mí, era para bien porque lograba con esto los resultados que quería, asimismo, me daba cuenta hasta adónde tenía que “estirar la cuerda”, recordaba siempre que había leído en alguna parte que, “la confianza desmedida te puede jugar en contra” y yo, lo que menos quería era que algo “me jugara en contra” pues tenía mucho por aprovechar y gozar, pero también mucho que perder y no estaba dispuesto a ello.
La noche del viernes no daba para más y sabiendo que el sábado habría trabajo para desparramar, opté por irme a acostar temprano. Me desperté sin necesidad de despertador y luego de desayunar fui al negocio, la saludé a mi madre y me contó de la cena y de que me mandaban saludos los “tíos”, igual hablamos poco y me fui al depósito y, tal como preveía la descarga de mercaderías y los repartos me llevaron toda la mañana, quedé molido, pero pensaba desquitarme con la siesta porque en la tarde estaba cerrado.
Cynthia pasó a saludarme, pero fue una visita corta venía a decirme que tenía ganas de estar conmigo, aunque no iba a poder ser porque tenía un cumpleaños de quince de una prima y debía ir sí o sí. Le contesté que fuera tranquila, que ya nos desquitaríamos en la semana y la besé metiendo mano en sus nalgas y tetas cuando estábamos detrás de unas cajas. “Quiero que esta vez sea completo”, -pidió bajando los ojos y se lo prometí-, se fue contenta e ilusionada y me quedé mirando como movía ese culito que ya había sido mío.
Mi madre me comentó que, como el día estaba lindo pasarían la tarde en la casa de la prima para disfrutar de la pileta, me jodió al decírmelo porque pensaba pedirle que viniera a casa después de la siesta y no me aguanté…
- La “tía” sigue estando muy bien, ¿por qué no le decís que se venga por casa a la tarde?, digo, para enseñarme algunas cosas, jajaja”, -le dije tratando de provocarla-…
- Difícil que mi prima pueda enseñarte algo, es mucho pantalón ajustado, pero pura espuma, además, si pasara algo, lo cuenta todo cuando va a la peluquería o se lo saca el estilista tirándole de la lengua, ¡lindo chasco te llevarías!
- ¡Epa, qué mala que sos!, ¿será envidia?
- Para nada, nos criamos juntas y sé de lo que hablo, como dirían los españoles, es una “calientapollas”. A todo esto, ¿hablaste algo con la madrastra de tu alumno?…
- No, no seas ansiosa, dejame manejarlo a mi modo.
Más caliente me quedé pensando en el “polvazo” que podría haberle echado a mi mamá y ya me imaginé que iba a pasar una tarde y noche un tanto aburrida. Me quedaba llamarla a Sofía y pedirle que inventara algo para venirse a mi casa, pero al ser sábado en la tarde-noche se me dio que estaría el marido en la casa y la complicaría. No había quorum para inventar nada y me dormí una larga siesta.
Como a las cinco de la tarde me despertó el sonido estridente del timbre de la puerta de casa, me había acostado con el bóxer y así me levanté para atender. Era Sofía tenía puesta una calza deportiva a media pierna que marcaba sus labios vaginales, zapatillas y una remera ajustada que cubría sus tetas protuberantes, su bello rostro estaba enmarcado con una vincha de toalla que cubría casi toda su frente. “Hola Javier, ¿puedo pasar?”, -no le contesté, sólo abrí la puerta para que pudiera entrar-. “Salí a correr un rato y pensé que estarías solo”, -agregó-. No bien ingresó, cerré y trabé la puerta, ya dentro de la casa se giró para mirarme y sus ojos se posaron en mi bulto…
- Vengo recaliente y con ganas de contarte, -expresó acercándose a mí-.
- Soy todo oídos, boca y manos, -agregué prendiéndome a su boca y apretando sus nalgas con las dos manos-.
- Estoy caliente porque quiero sentir tu verga y además para contarte que hice lo que querías y me gustó, a él creo que también.
- ¡¿No me digas que lo embocaste a tu hijo?!… Contame bien, vamos a la habitación, -le dije con una erección que no tardó en florecer-.
No tuve necesidad de decirle nada, se sentó en la cama y se sacó la remera y el corpiño deportivo, sus tetas quedaron erguidas y parecían mirarme cuando me habló: “Me encanta estar desnuda, ¿te gusto?”, -me preguntó sacando pecho-.
- Claro que me gustás, es más, te me adelantaste, hoy mismo estaba pensando en llamarte porque necesitaba un buen culo para perforar.
- Se me iba a complicar, pero ya sé que debo venir igual, te dije que aceptaba ser esa especie de esclava y yo cumplo con lo que prometo. ¿Me ayudás con la calza?, -me preguntó poniendo el culo hacia mí-.
Le di un chirlo en las nalgas y comencé a bajar la prenda, pero se la dejé a la altura de las rodillas, ya me había bajado el bóxer y le puse la verga entre las piernas tomándola de las tetas, se enderezó en el acto y el gemido que dio junto al movimiento de sus caderas hubiese podido calentar a un muerto y no tardé en sentir el glande y el tronco todo mojado. “Tenés una pija de película porno, metémela, después te cuento todo”.
Se agachó poniendo los antebrazos en la cama, pero yo no iba a entrar en su juego, iba “muerta” si creía que dominaría al “pendejo” a su voluntad y, a pesar de las ganas de penetrarla de una y que me sintiera, sólo puse el glande en su entrada y de allí no me moví, ¡“mierda!, entrá despacio, nunca tuve una tan grande”. La respuesta fue un chirlo fuerte en la nalga, un tirón a sus cabellos cortos y me agaché sobre su oído sin avanzar ni un centímetro dentro de su cavidad ajustada.
“Vos vas a venir a que te coja y yo te cojo como quiero, ¿soy claro?”, -le dije y el vergazo me dolió a mí también porque el glande se estrelló en su interior-. Sofía no pudo contener el grito de dolor y salí enseguida para continuar metido sólo en su entrada. “Ayyy, si Javier, perdoname, me partiste el útero, cogeme como quieras”, -expresó tensionando todo su cuerpo-. “Subí a la cama y ponete en cuatro”.
Se lo pedí con voz de mando y obedeció enseguida, esa posición me gustaba más porque quedaba arrodillado detrás de su culo, lo podía acariciar a gusto y no me cansaba las piernas. Los “ayyy, ayyy, ayyy” se repetían quedamente cuando se la metí nuevamente y lo más despacio que pude para notar como sus paredes contraídas por el dolor anterior, se abrían cuando el ariete empujaba. “¡Por Dios!, ¡qué es esto!”, -dijo al tener la verga casi toda adentro con el glande presionando su tope.
- Es la única que te vas a “comer” desde ahora en más y por dónde a mí se me dé la gana, -expresé saliendo despacio-.
- Sí, sí, sí, no lo dudes, -dijo moviendo sus caderas e incentivando la penetración-.
Pidió que le diera más y no la defraudé, mis movimientos de entrada y salida se incentivaron y se le entremezclaron los quejidos con los gemidos, aunque, como sabía que pasaría, el lugar se adaptó rápido al grosor. “Acabo, acabo”, -dijo en voz alta-, sus contracciones y temblores más la lubricación no la dejaban mentir, el orgasmo hizo que se le aflojaran un poco las rodillas, pero yo no me detuve, sostuve sus caderas y seguí hasta que al rato tuvo otro orgasmo.
Éste fue un poco más violento y no quise aguantar sus caderas, me dejé ir con ella cuando se dejó caer sobre la cama y le llené las tripas escuchándola gritar contra la almohada porque la penetración brusca se hizo sentir al chocar el glande en su útero. “Damela que la quiero chupar con el sabor de los dos”, -pidió torciendo la cara cuando se sintió un poco recuperada-. Que pidiera lo que quisiera, yo estaba algo así como sobreexcitado y me bastaron unos pocos movimientos para estar a pleno nuevamente.
Se la saqué, claro que se la saqué, pero abrí sus nalgas con una mano y el asterisco parecía reclamar la presencia del glande, enseguida los hice “amigos” y colocándolo el uno contra el otro, empujé. “No, no, Javier, me vas a rom… ahhhh”, -gritó cuando media verga se deslizó por su ano-. “Creo que no entendiste, es como yo quiero”, -le dije acercando mi boca a su oreja y metiendo lo que faltaba-. El conducto era estrecho, pero ya adentro y con suficiente lubricación no hubo impedimento para que las pieles chocaran.
“Por favor Javier, por favor, me duelen hasta las uñas”, -alcanzó a decir con la voz llorosa y tragando sus propios mocos-. No esperé ningún tipo de acostumbramiento, era estrecho, pero estaba usado y tuvo que conformarse con que hiciera los movimientos más suaves, eso de salir casi por completo y penetrarla hasta lo más que pudiera me provocaba una gran satisfacción, me parecía genial tener ese culo a disposición y hacer lo que quisiera con él.
Sin dejar de moverme acaricié su espalda transpirada y una mano se deslizó para aferrar una de sus tetas, tan mal no lo debía estar pasando porque su pezón estaba a reventar de duro y el gemido placentero me indicó que no le desagradaba ese trato. Era un gusto enorme romperle el culo a Sofía y, para mejor, como ya había terminado podía seguir un rato largo en ese tema de entrar y salir de su conducto. Mejor fue cuando comencé a notar que ella misma movía sus caderas tratando de acoplarse a mi ritmo.
“¡Terrible hijo de tu madre que sos!, me rompiste por todos lados y me encanta, seguí, seguí, dale, no te pares”, -decía tratando de levantar sus nalgas cuando la penetraba hasta el final-. Por aquí también todo pareció volverse normal o adaptado y ya su gozo era evidente, incluso movió sus músculos para apretar el tronco y aumentó mi placer. Pedía más y yo le daba más, hasta que volvió a gritar cuando le saqué la verga y la hice girar, se escuchó como el descorche de una botella de champagne y estando boca arriba, levanté sus piernas la volví a clavar sin siquiera apuntar.
No dijo nada, sólo emitió una especie de gruñido y volvió a “devorarse” el ariete con su recto. Luego de algunos movimientos ya tenía ganas de terminar y apuré un poco su placer apretando un pezón con dos dedos de una mano y el clítoris con dos dedos de la otra. El orgasmo me sorprendió, en realidad ella me sorprendió por la reacción ante su orgasmo, puso los ojos en blanco antes de ponerse la almohada tapando su boca y comenzó a temblar y a contorsionarse, un chorrito de flujo mojó mi pecho y escuché los repetidos, “sí, sí, síííí” apagados por su boca tapada.
Fue justo lo que necesitaba y mi leche caliente en sus tripas potenció su orgasmo, al punto de temblar hasta quedarse laxa y totalmente desarmada. Tener dieciocho no implicaba que quedara inmune a esos dos “polvos” tremendos y yo también quedé destruido y recostado con la cabeza entre sus tetas. No sé cuánto tiempo pasó o pasamos así, sólo sé que Sofía me acariciaba el cabello cuando abrí los ojos, “si tenía alguna reticencia, ahora me declaro esclava tuya y de tu verga, jamás pensé gozar tanto”, -afirmó mirándome con un sesgo de sumisión-.
- Para un par de orgasmo que tuviste no estuvo mal, -expresé sonriendo-.
- ¿Un par?… ni te diste cuenta, dos o tres fueron más o menos visibles, hubo otros, cortos, electrizantes y llenos de placer que sólo una mujer entiende.
- No puedo opinar, hasta ahí no llego, soy muy inexperto…
- Caradura es lo que sos. Yo fui una reprimida y me terminé casando con un viudo estúpido al que le gusta que lo traten como basura y lo golpeen, me embaracé, lo perdí por una infección y me vaciaron, desde ahí me solté con el sexo y experiencias tuve bastantes, pero lo tuyo y con ese aguante, ufff, es mortal.
- Ya me irás enseñando sobre tus experiencias, a mí también me gustan determinadas perversiones y ya que estamos en eso, contame que pasó con Cristian.
- ¡Pobre Cristian!, me puse el arnés como me dijiste y me dio pena, sólo le metí la mitad y lloraba y gritaba como si lo estuvieran matando, después me puse más lubricante y se lo metí todo, al final le terminó gustando, resultó bastante putito, pero no creo que te aguante la verga a vos, está muy cerradito y te va a costar, (jajaja, si supiera lo putito y vivaracho que resultaba ser…).
- Yo me tengo fe, dejalo por mi cuenta, ¿cuándo podremos estar los tres juntos?
- Si podés, pasá el martes a eso de las nueve y media, yo lo voy a estar ablandando y cuando vos llegues y te unas, no va a poder decir que no.
Me convenía que no supiera nada de lo mío anterior con Cristian, era preferible para no perder la ventaja que tenía, aunque, como venía la mano, Sofía no se negaría a nada que le significara obtener placer. Por otro lado, lo de Cristian no me sorprendía, ya me lo había demostrado haciéndose el tonto con Ezequiel, tanto así que tampoco la “experimentada pervertida” ni se había percatado que el culito del hijastro ya se había “comido” varios metros de mi verga.
Al rato me dijo que tenía que irse y nos fuimos a bañar y, por lógica, al tener ese cuerpo desnudo y apetecible a mi lado y, para mejor, enjabonarlo y acariciarlo, provocó otra vez mi reacción, pero, tuve que transar con ella porque me rogó que no la penetrara porque sentía ardor y dolor en su interior. No hubo mayor problema ya me había demostrado antes que no le hacía ascos a una buena mamada y ese día no fue la excepción, su cara de deleite al tragar era genial y se te paraban hasta los pelos de la nuca al verla.
Antes de cambiarse tuvo que ponerse la pomada que le di y se fue diciendo que vendría pronto si yo la llamaba. “Preparate porque hay una mujer dando vueltas”, -le dije de sopetón, aunque sin brindarle ningún tipo de pistas sobre quién podía ser, pero me respondió como esperaba-… “No hay problemas, tratá de buscar unos horarios que nos convenga a todos y que podamos estar un rato largo”, -expresó con un brillo lascivo en los ojos-.
Había pasado más de tres horas con Sofía, recién allí me di cuenta que no la había convidado con nada, pero no hizo mención a nada de eso, ella sabía a lo que venía. Estaba todo bien, pero yo tenía un hambre que me comía las paredes y mandé a pedir comida en la parrilla. Quedé pipón con la comida y pensé en salir a tomar algo, pero lo descarté enseguida, los dos o tres conocidos que tenía y que seguro iba a encontrar hablarían de mujeres o de cosas insustanciales y sus experiencias me parecerían vanas.
Por otro lado, buscar a alguna de las chicas para ver si podía tener algo con ellas era una idiotez, ¿cuál de ellas me podría dar algo mejor que mi mamá o Sofía o cualquiera de mis amigas con “derechos”?… Tampoco se me ocurría ir a cualquiera de los antros que frecuentaba mi hermano, por allí había otro nivel de mujeres, pero “funcionaban” o te daban un poco de bola en base a billetes, líneas de coca o chupitos. El 90% de los concurrentes a esos lugares se mostraban como “superados” y lidiar con banalidades no era mi fuerte en esos momentos. Eso sin contar que mi hermano aprovecharía para colarse en mi casa con alguna amiguita de las suyas y cuanto más lejos estuviera de sus drogas, “charutos” o superficialidades, mejor que mejor.
Ese era otro de los descontentos que tenía con mi padre, mi hermano “usaba” sus “estudios” en la Universidad como tapadera para su “vivirla bien” como él decía y mi padre o lo toleraba o parecía estar en “babia” de todo esto. Por eso fue que, aparte de mis propias conveniencias respecto de mi intimidad, exigí el tema del departamento para vivir solo y parte del destrato que plasmaba sobre él cuando me exigía tal o cual cosa.
Los padres se llenan la boca opinando que los hijos son iguales, pero… mal que les pese, siempre hay preferencias y no siempre son bien encaminadas o resultan ser las más acertadas. Debido a eso me metí en la cabeza que no tendría que quejarme, tenía mi trabajo, mis ingresos, mi vivienda, mis placeres, mi libertad para actuar, que los demás hicieran su vida como quisieran, nada de eso debería afectarme.
Dormí despatarrado con una mezcla rara, aunque agradable de felicidad y de cansancio y me desperté como a las nueve de la mañana, el domingo estaba espectacular y mi desayuno tardío fue interrumpido por un enorme estruendo que venía del lado del depósito del negocio, no fue una explosión, fue como si se cayeran estanterías y salí como cohete para ver qué había pasado, mi apuro amainó cuando llegué a la puerta interna del depósito pues pensé que podían ser ladrones y me metería en la boca del lobo.
Escuché a alguien que corría y luego el ruido de una moto que se alejaba a gran velocidad, eso cortó toda mi valentía y regresé al interior de mi casa para llamar por teléfono a mi padre avisándole de lo que había escuchado. “No puede ser, si hubieran sido ladrones habría sonado la alarma”, -contestó de mal modo, pero enseguida preguntó en qué lugar del depósito era-. Le dije dónde y afirmó que enseguida vendría.
Yo no me quedé quieto y salí a la calle para rodear la edificación y llegarme hasta el portón del depósito, estaba entreabierto y pude ver una estantería caída, una gran cantidad de cajas desparramadas y a alguien quejándose, pero no me animé a entrar. Volví para mi casa, llamé nuevamente a mi padre y como nadie contestaba el teléfono llegué a la conclusión que estaban de camino. No pasó mucho tiempo y llegaron los dos. Mi madre venía asustada, mi padre estaba alterado y no hizo ningún caso cuando le pedimos que no entrara, se fue decidido para el interior del depósito.
- Dice que siempre guarda dinero en las cajas de esos estantes y que la alarma no suena si se abre con la llave, -me dijo mi madre-.
- Ojalá lo hayan “pelado” por ratón, ¿para qué mierda tiene una cuenta bancaria?, ¿vos sabías que guardaba dinero ahí?
- No, sabía que había comprado dólares y los tenía escondidos, pero no sabía dónde, lo que sucede es que ese dinero no se puede guardar en el banco, -me explicaba y los gritos de mi padre nos alarmaron-.
- ¡Silvia, Javier, vengan rápido es Héctor!, -nos gritó a viva voz-
Efectivamente, era mi hermano y no se encontraba nada bien, estaba tapado por las cajas y uno de los perfiles de hierro de la estantería lo tenía clavado en el muslo, sangraba bastante y miraba sin ver con sus pupilas dilatadas, índice evidente de que estaba “puesto” hasta las manos.
- Hay que llamar a la comisaría, lo quisieron asaltar y lo hirieron, -gritó mi padre, totalmente sacado, pero sin atinar a auxiliarlo-.
- Qué comisaría ni ocho cuartos, si viene la policía lo llevan preso por ladrón y drogadicto. ¿No ves cómo está o sos tonto?… Mamá, llamá a una ambulancia y vos fijate si está el dinero, -les ordené a los dos que parecían no reaccionar-.
- El dinero está en casa, lo llevé el viernes a la noche, -contestó apesadumbrado-.
- Tu hijito del alma no lo sabía, creía que estaba donde vos, seguramente, le dijiste y te quiso robar, clavado que vino con otro que escapó en la moto, por eso no sonó la alarma, fue él el que abrió la puerta con su llave, -le dije como con bronca mientras le aplicaba un torniquete al muslo, tal como había aprendido en el colegio-.
Mi padre fue a sentarse en una de las cajas caídas y no abrió más la boca, mi mamá dijo que ya había llamado a la ambulancia y se arrodilló para limpiarle la cara con una toalla humedecida mientras balbuceaba sin que se le pudiera entender. Al poco llegaron los médicos y con mucho cuidado tuve que cortar el trozo de hierro con una sierra, no quería sacarlo directamente de su pierna porque temían por una hemorragia y allí no podrían atenderla como se debía…
- Aguantó porque está muy drogado, -me dijo el camillero y mi madre, sollozando, escuchó lo que me decía-. ¿Van a hacer alguna denuncia?
- No, yo estaba en mi casa, vivo al lado y escuché un ruido, vaya uno a saber lo que buscaba o lo que quería, para nosotros es un accidente y habrá que preguntarle a él por qué vino al depósito.
- Mejor que no hagan la denuncia, la policía va a meter las narices en todo y él terminaría preso por consumo. Yo les diría que vayan al hospital y traten de arreglar con el policía de guardia porque el médico de turno tiene órdenes de denunciar a todo consumidor que ingrese.
- Gracias, le agradezco el dato, que se encarguen mis padres, yo aún soy menor.
- Dejalo por mi cuenta, yo me arreglo con ellos y otra cosa, el torniquete estuvo justo, evitó que perdiera más sangre, -dijo como para que mi madre lo escuchara-.
Se fueron todos en la ambulancia, junto con el camillero que los pondría al tanto de lo que pasaría, daba por descontado que también se llevaría alguna “mordida” por la “ayuda desinteresada”. Mi madre me preguntó si los iba a acompañar y le dije que no, que iba a tratar de ordenar un poco el lugar, “acompañalo a papá, debe estar muy preocupado por la “joya” que tiene de hijo preferido”, -le dije en un tono burlón y marcadamente irónico-, mi padre escuchó, pero no emitió ninguna palabra, la desilusión que tenía era palpable y no era para menos.
Estuve como una hora trabajando y ordenando el lugar y recién regresé a mi departamento cuando todo estuvo más o menos bien organizado. No bien entré en mi casa sonó el teléfono, era mi madre para avisarme que lo habían operado y que estaba bien, me contó que había quedado todo como un accidente, además agregó: “Tenía ganas de ir a verte, pero con esto…”. Le contesté que no se hiciera problemas, estuve tentado de hablar mal de mi hermano, pero decidí callar, “decile a papá que no venga a joderme”.
Fue lo primero que me salió, no tenía ganas de escuchar sus lamentos y me vino bien porque tuve visitas que no esperaba. Terminaba de bañarme para sacarme la mugre y la transpiración por el trabajo realizado en el depósito y sonó el timbre de la puerta de calle. Me sentí molesto por esa interrupción, pero la molestia se me pasó enseguida al ver por la mirilla que era Andrés acompañado de un nene rubiecito apenas un poco más alto que él, de inmediato imaginé que era su amigo Marcos.
Tenían sus bicicletas y estaban acalorados, no era para menos, hacía un calor de locos y el sol partía el asfalto. “Hola Javier, él es mi amigo Marcos, estuvimos paseando en la bici y se me ocurrió pasar a saludarte”, -me dijo esbozando una sonrisa compinche no exenta de deseos-. Marcos me saludó bajando los ojos y le dije que pasaran para tomar algo fresco, entraron, acomodaron sus bicicletas contra una de las paredes y me fui a buscar un par de gaseosas en lata.
- Ya trabé la puerta, ¿no me vas a saludar?, -preguntó Andrés que era de encarar cuando estaba calentito-.
- Ganas de saludarte como vos querés no me faltan, pero está tu amiguito, -le contesté mirándolo-.
- Él sabe, mi hermano Pedro ya se lo cogió y quiere ver como vos me cogés a mí.
- ¡Epa!, no es tan así, no podés andar diciéndolo a todo el mundo.
- No, no, no se lo decimos a nadie, ya le dije que tiene que ser un secreto que no le puede contar a nadie, ni a Pedro, ni a sus otros amigos, a nadie.
- ¿Eso es verdad?, contame Marcos, ¿es así?
- Sí, no podemos decir nada porque nuestros papás nos matan a palos y todos los otros chicos nos van a decir putitos, Andrés me dijo que vos tampoco contás nada y que cogés mucho mejor que Pedro, por eso me dijo de venir.
A esta altura mi verga quería reventar la bermuda y Andrés se relamía cuando observó mi bulto, “ves, vos también querés, ya se te paró el pito”, -expresó señalando, lo que generó que Marcos también mirara-. “Tenías razón, parece más grande”, -le dijo al amigo- y yo tuve que ir a sentarme al sofá porque tal como venía la mano, acabaría estando parado frente a esos dos putitos querendones.
Andrés no tardó en sentarse sobre mis muslos ubicándose frente a mí y me estiró la trompita buscando lo que tanto le gustaba, le devoré la boca metiendo mi lengua para recorrer toda su cavidad y Marcos se puso a mi lado para ver en primer plano el beso que nos dábamos con su amiguito, “¡Faaa, yo no sé besar así!, parece como en las novelas”, -exclamó y lo atraje hacía mi cara-. Le sostuve la cabeza con la mano y fue él el que recibió el beso.
No sabía besar bien, pero tenía los labios más gruesos y abrió la boca, para mí eso era suficiente y mi lengua se internó en esa boca virgen, “chupale la lengua y sacá la tuya para que él haga lo mismo”, -le decía Andrés poniendo las dos manos sobre el tronco de mi verga y aprovechaba para apretar y soltar, apretar y soltar, me encantaba que hiciera eso.
Mi boca ya se deleitaba en el cuello de Marcos y éste gemía quedamente al pasar la lengua a lo largo del cuello por debajo de la oreja, “me da frio, pero me gusta mucho que me des besitos ahí”, -decía moviéndose-. Andrés no se quedó quieto y comenzó a sacarme la bermuda, la bajó hasta los tobillos, mi verga desnuda y erecta quedó enfrentada con su cara y yo me prendí nuevamente a la boca de Marcos cuando sentí que la boca de su amiguito se tragaba más de media verga y emitía sonidos de satisfacción.
“¿Me vas a dejar jugar con tu culito?”, -le pregunté cerca del oído a Marcos mientras le apretaba las nalgas tratando de no hacerle doler-, el nene se sonrojó y me contestó: “Sí, pero despacito porque Pedro es muy bruto y me hace llorar”. A esa altura iba a tener que darle algún premio a Pedro, se cogía a los nenes sin tomarse sus tiempos para que gozaran y luego, ya enviciados, venían a mí ablandados y dispuestos a ser tratados con cariño.
Me había pasado cuando Patolín me acercó a Andrés y ahora éste me traía a su amiguito para que gozara tal como él lo hacía. Le tuve que decir a Andrés que no se apurara porque me quería demostrar que se podía tragar toda mi verga, pero las arcadas no lo dejaban, entonces entendía que era hora de cambiar de boca, quería sentir lo que sabía Marcos con una buena pija en la boca y le dirigí la cabeza a mi entrepierna.
No se puede contar lo que fue eso, “es muy grande, no me va a entrar en la boca”, -dijo Marcos sorprendido cuando vio mi pija-… “Dale, metete toda la cabeza en la boca y chupala, a mí también me parecía grande y ahora me la meto más de la mitad”, -le contestó Andrés que pareció ponerse a dirigir la chupada alternada-.
Al haberse puestos de costado y acostados en el sofá sus culitos quedaron un tanto elevados y pasé las manos bajo el elástico de sus shorts para tener acceso a sus asteriscos. “¿Nos vas a coger acá?”, -preguntó Andrés que gemía con más de medio dedo en su recto-. Le contesté que no y le pedí que fueran a la habitación, que se desnudaran y jugaran entre ellos, que yo enseguida iba. Dejaron mi verga toda ensalivada, se pararon y se fueron a la habitación entre risas y conversando en voz baja.
Yo aproveché para trabar bien las puertas y correr las cortinas de las ventanas. Luego, ya desnudo por completo, me fui a mi cuarto, “chupame como yo te hago a vos”, -decía Andrés y el “69” de los dos nenes desnudos sobre la cama me hizo temblar las piernas, iban a ser un par de horas largas y fantásticas…
GUILLEOS1 – Continuará… Se agradecen comentarios y valoraciones.
Excelente! Ya quiero saber de todos esos tríos en el horizonte cercano.
Felicidades, sigue así
vamos por mas👍 esos dos putitos te van a dejar sin leche, espero compartas con Pedro en son de agradecimiento y le enseñes a cojer culitos👍