PATOLÍN Y JUANCITO (Aunque ya no estén). (11).
Andrés y su amigo se portan muy bien y paso una tarde de domingo muy buena. Para algo sirvió la internación de mi hermano, mamá se quedó en casa y yo terminé medio consumido. Toca con Ezequiel y la aguanta bien..
El vicioso de Andrés se había puesto encima a sabiendas de que, cuando yo entrara al cuarto, lo primero que vería sería su culito redondo y relleno. Lo confirmé al acercarme porque separó su boca del pitito de su amigo y me miró sonriendo con todo el deseo dibujado en su cara. El pote de crema estaba a mano y me ocupé de ponerle en su oquedad y embadurnar el glande y el tronco de mi verga. Arrodillado como estaba frente al culito de Andrés, las bolas me colgaban y quedaban sobre la cara de Marcos, no tardé en pensar que me las chuparía, pero habló para decir que así no podía ver nada. Andrés le hizo lugar para que pudiera salir de debajo de él y se puso a un costado con la cara cerca de la verga y el culito de su amigo.
Me hice a la idea de hacerlo despacio para que Marcos pudiera disfrutar de la penetración al igual que ya lo estaba haciendo Andrés, el cual exageraba sus expresiones y manifestaciones para que Marcos se confiara, “qué lindo me hacés sentir”, “me encanta tu verga”, “metela más Javier”, “toda, metela toda, es una delicia”, “dame con más fuerza”, -decía- y se aguantaba la cogida entrecortando las palabras, aunque tiraba el culito hacia atrás para recibir más.
Yo sabía que la sentía y que le dolía, siempre le pasaba, pero también sabía que su placer superaba el dolor y terminaría pidiendo que se lo rompiera con un poquito de violencia. A todo esto, Marcos movía el culito porque mis dedos incursionaban en su asterisco y ya había logrado meter dos en su interior, apenas si se había quejado cuando los ingresé y gemía gozando de las caricias que también le daba de vez en cuando a sus nalgas y a sus muslos duros.
Abría los ojos asombrado por el tamaño de la verga que horadaba el culito de Andrés. “¿A mí también me vas a meter toda tu pija como a Andrés?, -me preguntó poniendo cara de inocencia y con cierto temor en la voz-. Las contracciones, los gemidos y los pequeños temblores de Andrés me indicaban que ya había tenido su orgasmo y le contesté a Marcos que sí, que lo iba a coger metiéndola toda en su culito.
“Me da cosa Javier, creo que es muy grande y me vas a hacer llorar”, -expresaba haciendo algunos pucheros con sus labios-. Ya había logrado meter tres dedos en su culito dilatado y el movía las caderas casi sin darse cuenta y comprendí que estaba muy excitado por lo que estaba viendo y sintiendo, era el momento preciso para romper ese culito casi virgen.
Le dije a Andrés que se lo iba a sacar porque le tocaba a Marcos y se salió rápido para ponerse en una posición que le permitiera ver cuando el culito de su amigo fuera penetrado. Después de todo era lo que había dicho que quería ver y lo acomodé al amiguito para proceder. Lo hice sin apurarme porque quería lograr que gozara y no llorara, pero al apoyar el glande en el agujerito lo contrajo con temor, entonces seguí un rato más con los dedos y más crema, “no tengas miedo, un poquito te va a doler, pero te va a gustar más que con el bruto de mi hermano”, -le decía Andrés a Marcos y me apuraba pidiendo que se la metiera.
Apoyé el glande en su ano y él solo se movió para que su culito se fuera tragando la cabeza, “pará, pará, es muy grande, me duele, me duele mucho, sacala, no seas malo”, -dijo levantando la voz y moviéndose para tratar de zafar cuando el glande traspasó su esfínter-. No esperé y le metí media verga para después quedarme quieto aguantando sus caderas para que no se saliera. “Toda Javier, metésela toda, rompéselo”, -pedía Andrés con una mirada sádica-. No lo quise hacer y comencé a moverme sin profundizar.
El culito de Marcos era más flaquito y más sumido que el de Andrés, pero despertaba las ganas de cogerlo de una, de todos modos, no quería apurarme, aunque me estaba costando aguantar. De pronto, como quien no quiere la cosa, Marcos comenzó a moverse para acoplarse a mi ritmo y profundicé más en cada entrada hasta que las pieles se juntaron.
- ¡Ya está, ya está, la tenés toda adentro, te entró hasta el fondo, ¿viste que no te dolió tanto y que Javier coge mejor?!
- Sí, ya me di cuenta, aún me duele, pero me gusta, seguí Javier, seguí, -pidió aguantando el dolor que sentía-.
- Apurate porque la leche de Javier la quiero yo en mi culito.
Esto lo exigió Andrés y debía ser una especie de pacto entre ellos porque Marcos se apuró, se movió con ganas para poder tener sus cosquillas y se corrió a un costado sin tener en cuenta que yo continuaba erecto. Ese sonido del “descorche” me encantaba, pero a Marcos no le gustó tanto porque gimió en voz alta cuando le quedó el culo abierto con una “O” bien marcada. “No te asustes, solito se empieza a cerrar”, -dijo Andrés que continuaba dirigiendo al amigo y se puso en cuatro esperando por su “lechita”.
Me afirmé tomando sus caderas gorditas y coloqué el glande en el hueco dilatado y no entré despacio, ellos podían haber hecho el pacto que quisieran, pero el que llevaba la voz cantante en la cogida era yo y empujé para que no le quedaran dudas. “Ayyy, Javi, me duele un montón, pero seguí que me gusta”, -expresó levantando la voz- y seguí… Mis movimientos se convirtieron en repetitivos y profundos mientras veía como Marcos había levantado sus piernas hacia su pecho y se metía sus propios dedos en el culito.
Hasta allí llegó mi aguante y estando muy adentro, le llené las tripas de leche, Andrés temblaba por el placer que eso le provocaba y luego de un par de descargas, se lo saqué y le puse hasta la mitad de mi verga en la boca a Marcos, no tuvo tiempo de decir nada, sólo abrió la boca y le dejé lo que quedaba. Tragó haciendo muecas y Andrés se incorporó para ser él quien me limpiara, “dejame a mí, me gusta limpiarle la verga a Javier”, -acotó y lamió como desesperado-.
Les dije a ambos de ir al baño a lavarnos y se incorporaron para llegar primeros, yo, por las dudas, llevé la crema, me había quedado con las ganas de llenarle el culito de leche a Marcos. Tal como esperaba, entre caricias, risas y enjabonadas se me volvió a parar y no me anduve con vueltas, Andrés quedó sentado dentro de la bañera y le pedí a Marcos que, puesto en cuatro, le chupara la verguita al amigo mientras yo me ocupaba de su culito, “¿me la vas a meter de nuevo?, -preguntó torciendo la cara-.
No le contesté, el agujerito semi dilatado y con huellas de lo anterior parecía llamarme y con el glande encremado empujé, gritó cuando media verga estuvo en su culito, pero Andrés, un poco más avispado, lo tomó del cuello, agachó su cabeza y le hizo chupar su pitito, “es al principio nada más, después pedís más, ¿para qué gritás?, ¿acaso no te gusta”, -le dijo sin que Marcos pudiera contestar-.
Me agarró el apuro porque se hacía muy tarde para ellos y apuré mis bombazos hasta llenarle el conducto de leche, “está calentita”, -acotó Marcos moviendo el culito y ya totalmente adaptado-. Luego, mientras se cambiaban les di las recomendaciones para volver, les recalqué lo de mantener la boca cerrada y lo abracé a Marcos para preguntarle…
- ¿Y qué te pareció?, ¿te gustó coger conmigo?, por lo menos la aguantaste bien y no lloraste, -me contestó sin dudar-.
- Tenía un poco de miedo cuando me di cuenta que era grande y me dolió, todavía me duele, pero tenía razón Andrés, no me hiciste llorar y cuando la sentí hasta adentro de la panza me dio una cosa muy linda, -el amigo “entregador” no se privó de participar-,
- Ahora le va a pasar como a mí que a cada rato va a tener ganas de venir para que se la metas.
Los despedí con unos ricos besos y se llevaron un helado cada uno, pero pensé que no dejaban de ser un problema si se les hacía una costumbre venirse en bicicleta para que los “embocara” y los hice desistir de la idea sin decirles directamente que no vinieran más, pero les recalqué que los buscaría. Había estado todo muy bien, coroné el domingo con dos culitos preciosos y seguía sorprendiéndome la elasticidad que tenían los culitos de los nenes porque lograban “comerse” tremendo tronco, aunque, para mi beneplácito, estaba convencido que todo pasaba por no apurarse y hacer bien las cosas, de todos modos, aunque más chicos, parecían sufrir menos que las mujeres.
Merendé un café con leche con dos emparedados de jamón y queso y me puse a escuchar música en el living, ya había aireado y perfumado la habitación y me relajé sobre el sofá. Dormité un rato hasta que me despabiló el timbre de la puerta de calle, eran mis padres y abrí la puerta para que ingresaran, mi padre se sentó en el sofá y me dio las llaves de la casa…
- Tomá nene, casi abro yo la puerta y tu mamá me hizo entender que debo respetar tu intimidad, -yo tomé las llaves, las dejé sobre un mueble y no dije nada al respecto-.
- ¿Qué pasó con mi hermano?, -pregunté-
- En este momento está sedado, lo operaron de la pierna porque tenía la femoral perforada, pero gracias a que el hierro quedó clavado y al torniquete que le hiciste no se desangró, eso fue lo que nos explicó el enfermero que venía en la ambulancia, le salvaste la vida a tu hermano, nunca podremos agradecerte, -explicó mi mamá-.
- No tienen nada que agradecer, sabía cómo se hacía y lo hice, es un idiota, pero no deja de ser mi hermano.
- No es eso sólo hijo, yo no supe cómo reaccionar y si no hubiera sido por vos, tu hermano estaría operado y esposado a la cama, -expresó mi padre, que estaba compungido y creo que desilusionado de mi hermano-.
- ¿Arreglaron todo eso?
- Sí, quedó como que era un accidente en el depósito, lo de la droga no se registró en ningún lado, pero nos salió unos cuantos Pesos.
- Peor hubiera sido que la Policía revolviera toda las casas y el negocio, lo que sucede es que ahora hay que ver las cosas de otra manera. Y algo es muy cierto, tu hijo entró a robarte para darse su “gran vida” y comprar drogas, ya está enviciado y cuando se recupere nadie puede decir que va a cambiar porque frecuentará nuevamente a los amigos que están en la misma temática.
- No creo que sea tan así, me parece que con esto va a escarmentar, -opinó mi padre-.
- Disculpame papá, sos muy ingenuo, para decirte algo liviano, Héctor se va a seguir drogando, va a mentir, a robar y a destruirse de a poco, los ejemplos sobran, ya lo aprendimos en el colegio y en películas que nos mostraron, para colmo ya es mayor de edad y no lo podés obligar, el único modo es que haga una cura en un Centro especializado en rehabilitaciones.
- No, bajo ningún punto de vista, este problema lo tendremos que arreglar entre nosotros.
- ¿Esa es tu solución?, pues entonces no cuenten conmigo, yo estudié y aprendí otra cosa, nosotros no vamos a poder solucionar nada, a lo sumo apoyarlo cuando esté internado y vos con tu apaño no lo ayudás, lo estarías llevando a la ruina y encarajinando a toda la familia.
- ¡Ahora resulta que tu hermano tiene un problema y vos te las sabés todas!
- Antes que nada, no me grites, fuiste vos quien lo hiciste un inútil que no sabe hacer nada, yo no pienso hacerle “el caldo gordo”, si no me querés hacer caso consultá con los médicos que lo atienden, ellos estudiaron más que yo, vamos a ver lo que dicen y espero que se te abra la cabeza para no jodernos a todos.
- Javier tiene razón, antes de hacer nada o decidir algo vamos a consultar con los que saben bien del tema, nunca nos tocó algo así y hay que proceder bien, -expresó mi madre en tono de reproche hacia mi padre-.
- Mejor me voy a mi casa, vamos Silvia, tenés que prepararme la ropa para llevar.
- Tu padre insiste en quedarse él a cuidarlo, aunque en la Clínica nos dijeron que no es necesario, dije de quedarme yo y él no quiere.
- Quiero estar ahí cuando despierte y voy a hablar un rato largo con el “señorito”, vos podés quedarte con Javier, así no estás sola, a él no le costará nada dormir esta noche en el sofá, ¿no?, así mañana abren ustedes el negocio, yo me volveré a casa en la mañana a dormir un rato, de paso aprovecharé para hablar con el médico sobre la rehabilitación, vamos a ver si es necesaria o no.
No le dije nada, sólo me encogí de hombros como si aceptara sus mandatos y decisiones, cuando, en realidad, pensaba en que iba a ser una noche “movidita” porque lo de dormir en el sofá nones. No la quise ni mirar a mi mamá, sólo pensaba en cómo hacer para que viniera Sofía. Luego de que se fueron concluí en que no era conveniente, yo venía de “bailar” un rato esa tarde y no me daría el cuero para atender a dos “potras” de ese calibre. Con mi madre, de última, podía alegar que estaba mal porque la situación de mi hermano me superaba.
Regresó como a la hora, mi padre la dejó en la puerta y siguió camino a la Clínica, traía una bolsa de compras y me la señaló diciendo que eran un par de mudas y la ropa que usaría el día siguiente. El vestidito de verano con tirantes parecía dibujado sobre su piel y le duró puesto lo que tardó en trabar la puerta, “en tu casa estoy mejor así”, -dijo y se desembarazó de la prenda para quedar vestida solamente con el conjunto azul de sostén escotado y el culotte que parecía chico para sus nalgas y caderas.
La completaba con las sandalias de taco medio que no se había sacado y, a más de sexual, estaba sensual, todo lo cual repercutió en mi entrepierna. Ella notó el bulto y se acercó a mí para besarme con ganas y lenguas, “la quiero adentro de mí, pero sacame la ropa interior, la voy a enchastrar toda porque estoy chorreando”, -me dijo acercando su boca a mi oreja-. No me dio tiempo, se bajó rápido el culotte e hizo lo mismo con mi bermuda, luego saltó y se aferró a mi cuello con sus brazos poniendo sus piernas en mi cintura.
Mi verga entró en contacto con su vagina empapada y sus gestos y su mirada denunciaban el deseo de hembra con ganas de macho, “cogeme así hijo, dale, apóyame contra la pared y metémela hasta los huevos”, -expresó con la voz ronca-. Estaba totalmente desatada, pero esa forma de ser me ponía a mil y no tarde en hacer realidad su pedido, fue de una y hasta el fondo. El quejido se mezcló con el gemido y se comenzó a mover como desquiciada, tanto que me costaba mantenerla con mis manos en sus nalgas.
El orgasmo fue violento, húmedo, con gruñidos que suplantaron al grito y una mordida en mi hombro que dejó marcas de dientes. Yo no podía terminar así, su peso y sus movimientos me estaban costando y la llevé al sofá, sus piernas no se desprendían y al apoyar su espalda en el mueble, le enterré la verga hasta dónde no había podido entrar antes. No gritó, pero sus ojos se llenaron de lágrimas cuando el glande chocó en su interior y el bombeo se hizo intenso. Mis manos se habían adueñado de sus tetas y las amasaba apretando sus pezones endurecidos mientras me movía entrando y saliendo y esta vez el orgasmo fue conjunto, sus dedos se clavaron en mi espalda, sus jugos me mojaron toda la pelvis y mi leche quedó completa en su interior…
- Me encanta tu leche caliente, me provoca una calentura atroz, quisiera tenerla todos los días en mi interior.
- ¡Ahh, claro, genial! y yo consumido como una pasa de uva, ya me la vi venir cuando papá dijo que te quedaras conmigo.
- No te imaginás lo que sentí, toda la noche para que me hagas lo que quieras, culeada y cogida a gusto, es un sueño.
- Tranqui mami, dejame descansar un poco, menos mal que no le avisé a Sofía, me hubieran matado entre las dos.
- ¿Quién es Sofía?, ¿conseguiste a alguien?…
- Sofía es la mamá de mi alumno, no sabe que sos vos, pero me dijo que no tiene problemas en estar con una mujer.
- ¿En serio?, ¿cuándo podremos?, -preguntó entusiasmada-.
- Tenemos que ver porque me pidió que fuera con tiempo para poder pasar toda una noche juntos.
- Ayy bebé, eso es fantástico, tu hermano tiene para una semana de internación, yo puedo ocupar una noche de esas, ¡por Dios!, ya me mojé toda de nuevo.
- Pará un poco mami, dejá que me recupere un poco y después la seguimos.
- Si bebé, tenés razón, voy al baño y luego te voy a preparar algo de cenar, -acotó dejándome sentado en el sofá-.
- No te gastes, pedimos algo en la parrilla.
Estuvo de acuerdo y se fue para el baño, yo no quise acompañarla, la sola vista de su cuerpo desnudo me ponía a mil, eso me llevaría a “embocarla” de nuevo y quería tomarlo con tranquilidad porque pensaba culearla como quisiera, pero manejando mis propios tiempos. Salió desnuda del baño y aun secándose su espalda con el toallón, hasta con pantuflas se veía atractiva y se me acercó con una duda reflejada en toda su cara, “¿Qué te pasa mamá?, se me hace que tenés alguna duda”, -le pregunté-… “Como me conocés bebé, decime, ¿te parece que le gustaré a esa mujer, Sofía, me dijiste, ¿no?” -preguntó mostrándome su cuerpo desnudo y sonriendo con picardía-.
Me levanté con el miembro erguido y la tomé en mis brazos, la alcé mientras se reía y la llevé al dormitorio y la deposité de espaldas en la cama, “apenas te vea va a querer hacer esto que te voy a hacer yo”, -le dije metiendo mi cara entre sus piernas abiertas. El primer lengüetazo abriendo sus labios íntimos llenó la habitación de un gemido profundo y gutural que dejaba adivinar y exigía más placeres.
No quise tocar su clítoris erecto que palpitaba y me ocupé de sus labios y de la boca de su conducto. Ora como un estilete, ora como una pala ancha, mi lengua se movía escuchando sus gemidos que parecían música a mis oídos. Mi mamá se movía con cierto grado de desesperación y me obligaba a mantener con fuerzas sus caderas, parecía que iba gestando un hermoso orgasmo, sucedió cuando me dediqué a absorber su clítoris expectante y fue una explosión.
Gemía, temblaba, se contraía, elevaba sus caderas y hablaba entrecortada empapándome la cara con sus flujos, “¡hijo, hijo, por Dios, que placer, me estás matando de la forma más deliciosa”. Inflaba mi ego al notar como se manifestaba gozando, pero yo iba por más y levanté sus piernas para tener acceso a mi agujerito preferido. Se movió como si le hubiera aplicado electricidad cuando lamí en profundidad su asterisco y sus gemidos se intensificaron, “cogeme, Cristo santo, cogeme”, -pedía con un tono cercano a lo desesperante.
Dilatado por las ganas y totalmente ensalivado su ano no pudo resistirse cuando mi glande venció su esfínter y mi verga se mandó sin pedir permiso. El quejido y los ojos llenos de lágrimas no tardaron en aparecer, pero se recuperó enseguida y pidió más, a mí me encantaba cogerla por allí y a ella le encantaba que se la diera por el culo, por eso le levanté más las piernas y estampé mi pelvis en sus nalgas.
Me moví entrando y saliendo en ese culo maternal, mis dedos índice y pulgar se entretuvieron haciéndole una pajita a su clítoris hinchado y no tardó en volver a explotar, aunque los orgasmos se convirtieron en una sucesión de temblores y contracciones que yo sentía en todo el tronco de mi verga. Me volví a pasar de rosca y bombeé profundo y como desesperado sin escuchar lo que me podía estar diciendo, pero mucho no pude aguantar y cuando la llené de leche vi sus ojos en blanco y sus brazos abiertos en cruz sobre las sábanas.
Estaba como ida, pero sus músculos anales me tenían aprisionado y me apretaban con una fuerza que no esperaba y que no dejaron que la erección decreciera. Hice fuerza para salir y el “plop” sonó clarito, ella ni se movió con esto y ver ese culo tan abierto me impulsó a seguir. La coloqué boca abajo y, estando arrodillado a sus costados, le abrí las nalgas y el glande encontró el camino sin fallar en su intento. Se estaba recuperando cuando sintió el vergazo entrar hasta lo profundo de sus tripas y se quejó, pero, no sé si por instinto o por ganas, trató de elevar sus caderas y eso sólo significaba que quería más y le di más, no fue un entrar y salir normal, fue salir y entrar fuerte y profundo cada vez, esto se repitió hasta que la escuché balbucear: “Por favor Javier, me duele mucho”.
Vi que mi verga salía con una manchita de sangre y me apuré a terminar, algo allí se había roto y no me movió ni un pelo, me sentía bien con, literalmente, haberle roto el culo a mi mamá. Claro está que no se lo diría y salí de ella para atenderla y llenarla de besos y mimos por su nuca y espalda. “Me rompiste toda, mi ángel, tu pija es mi mejor placer, aunque llega un momento en que no la aguanto”, -acotó con su voz lastimera, pero sonrió cuando me acerqué a besarla-. Se me antojó como la sonrisa de una mujer bien cogida.
Me tocó ir al baño a darme una ducha y a lavarme bien y cuando regresé estaba totalmente dormida, no quedaba más por hacer y me acomodé en cucharita, tampoco tardé mucho en dormirme, creo que fue cuando la abracé y apoyé mi verga en sus nalgas. Aún estaba oscuro cuando sentí la humedad y que mi verga se erectaba, era mi madre que se la tragaba hasta traspasarse la garganta, “buen día mi cielo, ya me bañé y me tenté cuando te vi desnudo”, -expresó con picardías en su mirada-.
“Me encanta tragarme tu verga en la mañana”, -dijo cuándo la sacó de su boca y volvió enseguida a su tarea-. Su mamada era espectacular, me transportaba con su lengua inquieta pegada al tronco o al glande y le dije que quería cogerme a una linda putita. “Linda y putita, pero tuya y lo de cogerme no va a poder ser, estoy toda irritada y creo que lastimada, tu pija no es joda mi cielo, mejor dame toda tu leche”, -dijo antes de volver a tragarla y el mañanero lo recibió en su boca tragándolo con deleite.
Me limpió a conciencia con su lengua y saliva y se levantó, estaba totalmente desnuda y me encantó verla irse a preparar el desayuno moviendo su culito tragón. Después de desayunar le di la pomada que tenía para las rozaduras y fue a la habitación a cambiarse. Salió hecha una reina, maquillada tenuemente y peinada, aunque lo que más resaltaban eran sus ojos brillantes de satisfacción. “Yo abro el negocio y preparo todo, quedate un rato más, hoy no hay mucho trabajo”, -me dijo después de besarme y caminar hacia la puerta interior.
Una hora después entré en el negocio, mamá hablaba con la empleada y me saludó con la mano en alto, en el depósito los dos chicos que me ayudaban con los bultos comentaban lo sucedido y para ellos no había sido más que un accidente que, a pesar de los médicos y la operación, no había pasado a mayores. Pasé una mañana tranquila, mi padre no apareció y yo estaba pipón y más que bien cogido. Él vino a buscar a mi madre al momento de cerrar y nos contó que había hablado con los Médicos que, no sólo estuvieron de acuerdo con la rehabilitación, sino que lo contactaron con un Centro especializado, al cual tendrían que acudir al mediodía para ponerse al tanto.
- El problema va a ser hacerlo entrar en razón, al ser mayor de edad puede negarse, -acoté-… Fue mi padre el que respondió:
- Ya lo hablé con él y fui muy claro, es eso o lo mando preso, aceptó, no le quedaba otra y me libró de todo ese drama, cuando le den el alta lo llevo directamente al Centro de Rehabilitación, pasará allí, como mínimo seis meses, -contestó-, pero no era felicidad lo que sentía.
Ese asunto estaba solucionado, los dejé que se fueran y cerré el negocio, me fui para mi casa y trabé la puerta interior, llegaba el momento de hacerme cargo de mis alumnos. Comí un emparedado de jamón y queso acompañado de una gaseosa hasta que llegó Amanda con Ezequiel. Esta vez estuvo un poco más comunicativa conmigo y esbozó una especie de sonrisa.
- Me dijo la señora que viene a buscarlo que Ezequiel se había portado muy bien y luego vi los ejercicios que resolvió, lo felicito, está haciéndolo trabajar muy bien. Trátelo con firmeza, igual él sabe que no puede desobedecerlo porque se las verá conmigo, -agregó, el nene bajó los ojos demostrando su sumisión y sin dudas, su miedo-.
Le dije que se quedara tranquila, que cualquier cosa que no hiciera bien y/o si no obedecía, ella estaría informada. Se lo dije desnudándola con la mirada y no pareció desagradarle, pero no me faltaban las ganas de atarla en una cama y hacerle sentir los rigores que seguramente ella dispensaba al padre de Cristian o a sus habituales amantes, estaba convencido de que, a los sádicos, hay que hacerles pagar con su misma moneda o hacer que prueben de su propia hiel, a ver que tanto placer sentían cuando estaban del otro lado.
No bien nos quedamos solos Ezequiel me preguntó por Cristian y no alcancé a contestarle porque llamaron a la puerta y apareció mi otro alumno, lo hice pasar y luego de trabar la puerta, Cristian que era más suelto y más demostrativo, me echó los brazos al cuello y me besó dándome su lengua para que la chupara, después acercó su boca a mi oreja y me dijo en voz baja: “Sofía me cogió toda la mañana”, esto terminó por ponerme a cien y me esforcé por ubicarme como “Profesor”.
Le puse los ejercicios y noté que Ezequiel tenía una cara como de perrito apaleado, le pregunté el porqué de esa cara y me contestó haciendo pucheros, “a mí no me saludaste como a Cristian”, me enterneció el gesto que hizo y el tema de ser tan sólo el Profesor se me fue al carajo. “Tenés razón, te voy a saludar como a Cristian, pero vos después vas a hacer los ejercicios sentado arriba de mi verga y guay de que no los hagas bien”, el pobre tragó saliva y asintió bajando la cabeza.
Se sentó encima poniéndose de frente a mi cara y le comí la boca con ganas, le mandé la lengua por toda la cavidad y él gemía con placer mientras una de sus manos me apretaba el bulto y movía el culito con ganas. Luego de esto lo hice girar y lo puse de frente a sus cuadernos y como era al pedo andar con vueltas, le bajé el shorcito, hice lo mismo con mi bermuda y mi verga quedó entre sus cantos.
“Qué grande tenés tu verga”, -comentó-, entonces le dije que se callara y que hiciera la tarea, no habló más, pero se movía sintiendo todo el tronco que pronto tendría dentro de sus tripas. Yo quería comenzar a dilatarlo y lo mandé a Cristian a que me trajera la crema, no bien lo hizo me embadurné dos dedos y lo hice poner de costado, mi verga quedó entre sus piernas y su culito desnudo por fuera de mi muslo y hacia allí dirigí mis dedos.
Se quejó cuando los dedos hicieron la fuerza necesaria para entrar en su agujerito y lo reté pidiéndole que se callara y aguantara. ¡Palabra santa!, siguió quejándose, pero muy quedamente y, aunque trataba de concentrarse en la tarea, su culito parecía tener movimientos propios porque ya aceptaba mis dedos sin reticencias. Con una de sus manos escribía, con la otra tocaba mi glande y desparrama el líquido pre seminal por sobre él.
Cristian no aguantaba, terminó rápido, me dio la hoja y se puso de costado para meterse mi glande en la boca, parecía una aspiradora con su mamada y alternaba chupando también el pitito endurecido de Ezequiel. Yo giraba mis dedos que se movían cómodos y decidí que era hora de romper ese culito virgencito.
- ¿Quiero cogerte?… ¿Me vas a dejar que te la meta en el culito?, -le pregunté en voz baja mientras besaba su cuello-.
- Sí Javier, metémela, te juro que voy a aguantar y no gritaré.
- Está bien, te creo, ponete derecho y por ser la primera vez, vas a ser vos quien se la meta en el culito, bajá despacio y frená cuando te duela mucho, -asintió y le dije a Cristian que pusiera crema en el culito del amigo y en mi verga.
Los dedos más chiquitos que los míos entraron cómodos poniendo la crema necesaria y luego me puso a mí en el glande y parte del tronco, asimismo, no tuve necesidad de decirle nada, fue él quien llevó el glande hasta que hiciera contacto con el asterisco. Ezequiel había dejado de lado sus ejercicios y sus nalgas estaban tensionadas, pero apreté sus pezoncitos por debajo de la remera y le pedí que se relajaba y comenzara a bajar.
El glande comenzó a calzar en el recto y se apuró un poco al descender, ya aprendería, pero, por el momento, se quejó fuerte y amagó con retirarse cuando sintió que parte del tronco también había ingresado, “¿qué fue lo que hablamos”, -le grité en el oído-. Me pedía perdón con la voz estrangulada, prometía que no lo volvería a hacer y Cristian alivianó un poco la cosa pues metió la cabeza entre el cuerpo de Ezequiel y la mesa y se dedicó a su pitito con la boca.
Esto lo aflojó por completo y se dejó caer con un gemido de placer, la crema hizo el resto y no pudo aguantar el grito cuando toda mi verga se alojó en sus tripas. “Entró toda Javier, entró toda”, -me dijo torciendo la cara y pude ver que las lágrimas caían por su rostro-. “Me duele, me duele mucho y está en mi panza”, -expresó y me obligué a quedarme quieto para que se acostumbrara-, no fue fácil, pero cuando comenzó a moverse me di cuenta que estaba listo para las entradas y salidas con otro ritmo.
“Vamos a la cama y después me la metés a mí”, -dijo Cristian mirando con deseos-. En realidad, tenía razón, en la cama podría cogerlo mejor y lo levanté para llevarlo a mi habitación, ni siquiera se la saqué y, aunque le provoqué quejidos al caminar, no faltaron los gemidos de gozo. Ya en la habitación lo puse boca abajo en el borde de la cama y vi cuando Cristian se desnudaba y se subía a la cama para ver la cogida en primer plano… Iba a ser una tarde espléndida…
GUILLEOS1 – Continuará… Se agradece comentarios y valoraciones.
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