PATOLÍN Y JUANCITO. (Aunque ya no estén) – (13)
Ezequiel se va unos días a la Costa y deja a la madre sola, además tengo todos los días de la semana ocupados. Aparecen las chicas para el trío y no resulta gran cosa, tengo la mente en otra cosa..
Me gustaba ver como se desesperaba Ezequiel con mi lamida de culo, mi lengua parecía moverse independiente y como un estilete trataba de horadar su agujerito que se fruncía y se dilataba acorde a los estremecimientos que el nene tenía. En un momento dado no aguantó y me pidió levantando la voz, “cogeme Javi, metela y no importa si me duele, quiero que me cojas”. Fue música para mis oídos y le levanté las caderas con una mano haciendo que se pusiera de rodillas.
No podía disimular el dolor cuando el glande traspasaba su esfínter, le dolía porque era saliva lo único que lubricaba y también me dolía a mí, entonces busqué la crema, no era igual a la de Sofía, pero a mí me resultaba y no tardé en llenarle el culito y desparramarla en su interior con los dedos. Luego, como otras tantas veces, a gozar de la imagen que me entregaba un culito mullido y gordito que se tragaba, primero el glande y después el tronco de una verga completamente desproporcionada para ese conducto.
Le costó, no pudo contener un quejido cuando mi pelvis topó con sus nalgas, pero bastaron un par de movimientos para que apareciera la colaboración que se trasuntaba en el movimiento de sus caderas que empujaban pidiendo más carne en el interior de su recto. Más no había, aunque mis movimientos se aceleraron hasta que sólo se escucharon en el cuarto los gemidos del putito y los golpes de mi pelvis contra sus nalgas.
“La siento en mi panza y el pitito me explota”, -alcanzó a decir Ezequiel y las contracciones de su esfínter me hicieron saber de su placer. Lo estrecho se hizo más estrecho, el apretón se sintió en todo el tronco y soldé mi pelvis a sus nalgas para llenarle el culito de leche. “Está calentita, tu leche está calentita, dame más Javi, dame más”, -exigía empujando sus caderas-.
La mirada le brillaba de satisfacción cuando se movió para salirse y se giró para prenderse a mi verga como si ésta fuera un enorme pezón. Chupaba como desesperado y movía la lengua limpiando al ariete que parecía revivir, “si vamos al baño, llevame alzado como ayer”, -me pidió y se aferró a mi cuello con sus brazos-. Las piernas quedaron a la altura de mi cintura y movió sus nalgas tratando de que el glande hiciera diana en su asterisco glotón, no lo logró por la de él, pero mi mano lo ayudó y el caderazo hizo el resto.
La posición era distinta, pero no importó, obtuvo lo que quería, se mordió los labios y los ojos se le llenaron de lágrimas, pero no emitió quejido alguno, gozaba con ese dolor que rápidamente se hacía placentero y sacaba lo mejor o lo peor de mí, pues, tomándolo de las axilas, lo hice subir y bajar de mi verga encabritada hasta que fue él quien se movió en vaivén agarrándose fuerte de mi cuello, “parece que estuviera en la calesita, pero con tu verga en mi culito”, -dijo riendo mientras yo caminaba hacia el baño-.
El chorro de agua templada hizo que nos fuéramos separando, aunque rápidamente se ocupó de limpiarme y se la tragó con glotonería, claro que ahora yo estaba de nuevo a punto de terminar y no lo perdonaría. La arcada fue fuerte cuando tomé su cabeza y traspasé su garganta, pero un par de veces haciendo lo mismo sirvió para que se acostumbrara y me dejara cogerle la boca a piacere. Debe haber sentido que mi verga temblaba con ganas de eyacular porque atrapó mis glúteos y no dejó que nada se perdiera.
Ezequiel se mostraba tan suelto o más que Andrés con el sexo más duro y gozaba tanto como aquel cuando tenía mi verga en su conducto. Se enjuagó la boca cuando terminó de limpiarme y me dio un beso de lengua luego de volverse a colgar de mi cuello y luego soltó la noticia.
- Me vas a tener que dar deberes para hacer en la casa porque no podré venir hasta el lunes que viene, no te lo dije antes para que no te enojaras.
- ¿Qué pasó?, ¿se enojó por algo tu mamá?
- No, se habrá olvidado de decirte, me voy a pasar unos días a la casa de mi tía y es en la Costa, queda lejos, pero conoceré el mar.
- ¿Por qué me voy a enojar?… Me parece genial, espero que disfrutes, me encanta que te vayas unos días de vacaciones.
- Viste que sos bueno, nunca te enojás cuando te digo algo, por eso también me gusta mucho cuando me cogés, te voy a extrañar un montón, pero voy a volver con más ganas para que me lo metas como recién.
Ezequiel estaba completamente enviciado y verga-dependiente, algo que, en lo particular, me agradaba sobremanera, además me brindaba una oportunidad que no esperaba, no estaría en la casa y eso me dejaba a Amanda, su madre, sola casi toda la semana, me venía como anillo al dedo para avisarle a Gabriel y ver que se podía hacer con esa mal parida, aunque no dije nada, las marcas que le había visto en las nalgas a Ezequiel avivaron mis broncas.
Cuando vino la señora a buscarlo se despidió dándome un beso en la mejilla y me cuidé bien de no acercar mis manos al nene mientras estaba la mujer presente. Al quedar solo me fui a acostar, había sido un día agitado y necesitaba recuperar un poco de energías, por ello, me resultaba ideal que mi madre hubiese ido a cuidar a mi hermano pues despertaría sin sorpresa, por cierto, agradables, pero yo venía un tanto desgastado.
El negocio lo abrí yo, ya estaban los empleados esperando y al poco rato llegó mi padre, me contó de la recuperación de mi hermano, aunque ellos habían decidido con mi madre pasar el mayor tiempo posible con él para evitar que cualquiera de sus amigos o amigas fuera a visitarlo. Le contesté que estaba bien, pero eso a mí no me importaba, mi mente estaba puesta en culos y culitos, además de buscar de joderla a Amanda y a su sumiso, estaba obsesionado con eso…
Me quedé atendiendo la caja registradora, no tenía ninguna gana de ayudar en el depósito ni en el salón y estaba allí cuando apareció Cynthia acompañada de Anabela.
- ¿En que andan las mujercitas más lindas del barrio?, -les pregunté en voz alta debido a la presencia de otras clientas-.
- Cynthia me invitó a quedarme en la casa, estamos haciendo planes para un pijama-party el miércoles a la noche y la madre nos mandó a comprar algunas cosas, -contestó Anabela con coquetería y ganas de decirme más y esperaron a que se fueran las clientas-.
- Queríamos saber si no te gustaría que nos aparezcamos los dos por tu casa, estuvimos “practicando” y creemos que va a resultar genial estar los tres juntos, -expresó enfáticamente Anabela con desparpajo-.
- ¿No habrás metido los dedos en…?
- No, quedate tranqui, el “virguito” de Cynthia te está esperando, -respondió sin hacer caso del rubor de la rubiecita-.
- Hecho, las espero el miércoles después de que cierre el negocio, -les contesté-.
Se fueron felices y un tanto alborotadas hablando entre ellas y se me pasó el cansancio o la apatía de golpe, por otra parte, era algo lógico, casi dieciocho, una verga respetable que respondía, energías que se recuperaban rápido, ductilidad para aprender cuando de culos, culitos, tetas y vaginas se trataba, buena presencia, poca vergüenza o pruritos para meterla y aprovechar lo que se ofrecía, sólo tenía que ser precavido y cuidarme, todo lo demás era puro placer.
Mi “agenda” no escrita me decía que al día siguiente en la tarde vendría Cristian con algunas ganas atrasadas, a la noche tendría la visita de Cynthia y Anabela, la noche siguiente estaría mi madre junto con Sofía y estimé conveniente prescindir de Cristian la tarde del jueves para tener una noche a full con las dos “veteranas”, me quedaba el viernes para tratar de hacer que actuaran Gabriel y el hermano con Amanda, esa noche sería para grabarla y para no dormir.
Una vez que cerramos el negocio, fui a casa para darme un regio baño y cambiarme, pensaba ir a comer y tomar algo al bar que solía frecuentar Gabriel, me urgía hablar con él y ponerme de acuerdo para llevar a cabo lo que decidiéramos. Eran casi las diez de la noche, como la vez anterior, ya estaba terminando mi hamburguesa completa y apareció Gabriel, pero esta vez vino acompañado por Julio, el hermano.
- Hola Javi, ¿otra vez comiendo hamburguesas y solo?, vas a tener que buscarte una novia, jajaja.
- Hola Gabi, ¿cómo estás Julio?, aproveché a pasar por acá porque quería hablar con un amigo, quiero saber si está en pie lo de ayudarme. ¿Quieren tomar algo?…
- Claro que sí boludo, jamás te dejaríamos “pagando”, somos tipos leales y nunca olvidaremos la mano que nos diste, no sabés lo que es estar “adentro” y que te habiliten con algunos Pesos, además de saber que tu hermano no pasa necesidades. Por lo tuyo, algo me contó Gabriel, ¿qué querés que hagamos?, -expresó Julio y se sentaron los dos luego de pedir cervezas-.
Les conté como venía la mano y lo que me había contado mi alumno, claro está que no les conté que Ezequiel me daba el culito con gusto. Además, les dije que la mujer tenía de sumiso al socio y que yo quería saber hasta dónde iba a demostrar su sadismo la mujer cuando recibiera un tratamiento similar o peor que el que solía brindar a otros, por otro lado, les dejé claro que yo quería filmar todo lo que hicieran, lógicamente sin que sus caras aparecieran.
- Eso que nos pedís sale tanto (me dijo un importe que, aunque caro, podría pagar), pero, en tu caso es distinto, nos conformamos con lo que le podamos sacar a ella y lo que nos llevemos de la casa. Danos la dirección y vemos cómo podemos entrar y en que vehículos nos podemos llevar las cosas, otra cosa más, ¿querés que la reventemos a palos?, -preguntó Julio-.
- Ablandarla con algunos golpes, cogerla y humillarla lo pueden hacer ustedes, de los golpes más fuertes me ocuparía yo, quiero que pida por la madre y que sienta en carne propia lo que se siente ser sumiso.
- Tendremos que usar preservativos para no dejar pruebas, -acotó Gabriel dirigiéndose al hermano-.
- No te tenía en esa faceta sádica, el problema es que se te vaya la mano y la hagas cagar, siempre evitamos que haya muertes, -acotó Julio con cierta alarma en la voz-.
- Tranquilos, eso no me interesa, pero, seguramente tendrá alguna fusta y quiero dejarla bien marcada, a lo sumo alguna marca con tinta indeleble en el culo o la cara y me vas a tener que comprar un consolador grande y vendarla porque la mujer me conoce.
- Por eso no hay problemas, incluso para hablar te podés poner un pedazo de trapo en la boca que disimule la voz o hacernos señas, cuanto menos escuche es mejor.
Hablaba con ellos y tenía una tranquilidad pasmosa, estaba seguro que a Amanda no le quedaría ganas de seguir con su papel de Dómina. Arreglé para el viernes, pero Julio me reiteró que primero tenían que ver la casa y las posibilidades que tendrían, para eso le pasé todos los datos, ellos se comunicarían conmigo en uno o dos días, pero me dijeron que estuviera preparado. Pagué las consumiciones, los saludé y me fui tranquilo y esperando que se pudiera dar tal como yo quería.
Esa noche dormí relajado y a “pata suelta” y en la mañana, debido a que mi mamá no quería desperdiciar oportunidad, volví a despertar con mi verga húmeda y completamente metida en la vagina de mi progenitora que se movía con ganas sentada sobre ella.
- No te enojes mi ángel, dejame que te coja un rato así, no me aguanto las ganas, cuando veo tu pija endurecida, necesito tenerla adentro, -expresó acariciando mi cara cuando abrí los ojos-.
- No me engañes mamá-putita, las ganas las tenías antes de entrar en la habitación.
- Ayy, sí nene, ya venía toda mojada y salí de casa con la ropa interior guardada en la cartera, ahhhh, parece que me llega hasta el alma y cuando la siento recorrer las paredes de mi conchita es una delicia, -acotó y se puso a temblar sin poder contener el orgasmo que la asaltó-.
- Tengo una noticia que darte, -le dije mientras se recuperaba pidiendo que le llenara la concha de leche-.
- Primero llename, quiero sentir toda tu leche caliente, es un placer impagable.
- El jueves a las nueve de la noche te quiero ver chupándole la concha a Sofía, además me contó que tiene un strapón y te va a coger la concha mientras yo te la meto por el culo.
La reacción me resultó totalmente inesperada, la mirada se le transformó en una mueca de placer que nunca le había visto y, a medida que temblaba sacó la verga de donde estaba y la dirigió a su ano, después sólo tuvo que bajar con ganas ahogando un grito en que se unió el dolor con el orgasmo explosivo. No llegó a gritar porque tiró el cuerpo hacia adelante y me comió la boca con desesperación.
- Me volvés loca hijo, ¡qué puta me hacés sentir!… No te imaginás lo que siento al saber que me van a coger entre los dos, no sé cómo voy a aguantar hasta el jueves a la noche. ¿Le dijiste que soy yo?
- No, no le dije quien eras, tampoco me preguntó, además, ella también quiere que vos te la cojas con un strapón, -se movió como enloquecida cuando le dije esto-.
- ¡Por Dios, por Dios, rompeme el culo con ganas!, llenámelo de leche, estoy recaliente, -expresó, aunque en realidad, era ella la que se movía entrando y saliendo como desaforada-.
Fue lo que hice y le inundé las tripas incentivando y potenciando otro orgasmo tan intenso como el anterior. Luego, en el momento en que nos recuperábamos me dijo que pensaba ir a compra un strapón de una medida similar a mi verga, “me voy a morir de vergüenza, pero yo me lo compro, aunque tenga que ir al centro para eso”, -esto me lo dijo con un brillo en los ojos con que denunciaba todo su deseo-.
Después de esto se lavó, se cambió y me dejó tomando el desayuno, pero con una erección de caballo encima, ¡qué joder!, a mí también me caminaban los ratones e imaginaba a las dos “veteranas” cogiendo enfervorizadas.
Costó que pasara la mañana, decirle lo de Sofía a mi mamá la había sobre excitado, pero yo no era inmune a lo que mi propia imaginación me dictaba, menos mal que hubo bastante trabajo con los pedidos y con la llegada de mercaderías porque, de lo contrario andaría con la pija a reventar y era difícil de disimular.
Almorcé y preparé una serie de ejercicios para darle a Cristian, una cosa eran los buenos momentos y su culito complaciente, pero, no estaba demás que aprendiera lo que tenía que aprender de la materia en la que andaba flojo. Independientemente de esto, desde el momento en que fui a abrirle la puerta ya estaba semi erecto pensando en cómo vendría o que ganas traería.
No me defraudó, no bien cerré la puerta se prendió a mi cuello para comerme la boca y para que se la comiera, eso nos ponía a mil a los dos. Mis manos se ocuparon de sostener sus nalgas y, de paso, apretarlas y acariciarlas y me encaminé a mi cuarto cargándolo con sus brazos sobre mi cuello. Me preguntó si no iba a venir Ezequiel porque tenía ganas de meterle el pito.
- Mi pitito le entra enseguida después de que vos te lo cogés, pero a él le gusta y a mí también. -Le conté que no vendría por unos días y me abrazó más fuerte diciendo que me tenía todo para él-.
- Hoy estás muy cariñoso bebé y yo muy caliente, ¿te imaginás lo que pasará ahora?
- Sí, me vas a romper el culito y yo tengo muchas ganas, ¿puedo pedirte algo?
- Pedime, ¿qué es lo que querés?
- Traje el tubito de crema que me dio Sofía, ¿me la podés meter despacito?, Sofía me mete el “coso” de plástico, pero es muy apurada y a mí me gusta cuando tu pija me va abriendo el culito de a poco.
- Bueno, lo haremos como vos querés.
- ¿Me podés dejar que te la chupe cuando me pones la crema en el agujerito?
Lógicamente que eso no se lo negaría y, luego de desnudarnos, me senté en la cama apoyando la espalda en el respaldo. Cristian se estiró y se puso con la cara enfrentada a mi verga, sus manos me tomaron de las caderas y se dedicó a mamarla usando sólo la boca. La posición me dejó el culito parado al alcance de mis dedos y comencé a ponerle crema lubricante, aunque no profundicé metiendo crema en su interior.
El sonido acuoso y los gemidos que provenía de mi entrepierna mientras él chupaba como desesperado y tocaba mi pelvis con su nariz cogiéndose la boca con placer, me indicaba que tendría suficiente saliva como para que la penetración no tuviera inconvenientes, además, ya sabía que su culito se la “comía” sin problemas. “Ya está bebé, te quiero coger”, -le dije dándole un golpecito en las nalgas-.
Enseguida invertimos la posición y él, mirándome, se apoyó en las almohadas levantando las piernas y se las sostuvo con las manos. Sus huevitos y su pitito erecto quedaron a mi vista, pero la mejor imagen fue la del agujerito brillante por la crema observándome como si latiera desde la zanja que dividía sus nalgas gorditas y mullidas, sólo me quedó arrodillarme, acercar mi cuerpo y apoyar mi glande en el asterisco.
Costó bastante aguantarme porque la visión que tenía, primero del glande traspasando la barrera del esfínter y luego la del tronco que se perdía en ese conducto, me pedía a gritos una estocada a fondo y le había prometido que lo haría despacio. Otra cosa que fue o era desequilibrante tenía que ver la cara de dolor que esgrimía Cristian apenas entré en él, para dar paso al placer de la penetración cuando avancé.
“Ahhh, siento que me entra todo tu tronco y se me abre el culito, me gusta mucho como me cogés, toda, metela toda”, -decía tratando de apretarme con sus músculos-. Esto era algo que apenas se hacía notar, aunque tampoco era tan necesario, el lugar seguía estando estrecho y me apretaba toda la verga. Fue delicioso llegar hasta el final y escuchar el quejido por la estocada más profunda y los gemidos de placer cuando comencé a entrar y salir.
Clavado en lo profundo tomé su mano derecha y le puse algo de crema lubricante, “tocate el pitito con la crema, te va a gustar más”, -le pedí-, sabía que le encantaría y me lo demostró cuando se contuvo para no gritar cuando su verguita comenzó a temblar y él a apretársela diciendo que le daban las cosquillas. Algunas gotas como de orina quedaron en su vientre y mis movimientos se intensificaron, a la par que Cristian se movía y gemía gozando a más no poder con la cogida.
No paraba de tocarse y cuando tembló de nuevo, profundicé y le llené las tripas, eso le encantaba, sentir la leche caliente hizo que no pudiera quedarse quieto y siguió moviendo las caderas tratando de exprimirme. “Ponémela en la boca, tu verga tiene que estar limpita porque Sofía me enseñó a lavarme adentro con una perita de goma”, -pidió y la saqué de su culo para adelantar el cuerpo y ponérsela en la boca.
¿Chuparla?, ¿mamarla?, eso sería sólo un decir, la absorbió con su boquita y se la tragó sin ningún tipo de amago de arcadas, lo hizo dos o tres veces y luego lamió hasta dejarla totalmente libre de leche o saliva. Nos quedamos los dos sentados y apoyados sobre el respaldo y lo abracé para acariciarlo y preguntarle:
- ¿Cómo van las cosas con Sofía?, ¿te gusta todo lo que te hace y lo que le hacés?
- Sí, me gusta mucho y a ella también, ahora le meto la mano y me enseñó a tocarle un botoncito que tiene adentro y parece arrugado, un ratito tocándola ahí y gime como loca, también parece que se hiciera pis, pero me dijo que no es pis.
- ¿Cómo andan tus cosas con tu papá?, ¿te trata mejor?
- Sí, ya no volvió a pegarme, pero discuten mucho con Sofía, están muy enojados y yo, cuando se ponen a discutir me meto en mi cuarto. Ellos dicen que así no pueden seguir y que van a divorciarse, pero yo no me quiero quedar con mi papá.
No supe que contestarle, esos eran temas en los que no me debía meter, aunque era algo que podría afectarme, podría dejar de ver a alguno de los dos o a los dos, ya vería como se daban las cosas. Se comió un helado que tenía en mi freezer y luego nos fuimos a bañar porque le dije que había que hacer los ejercicios que le había preparado. No me faltaron ganas de “embocarlo” de nuevo mientras nos bañábamos, el muy putito se tocaba las nalgas y me preguntaba si me gustaba su culito, esa vez no le dio resultado porque me abstuve pensando en que tenía que estar en óptimas condiciones para la noche.
En la tarde tuve que abrir yo el negocio, mi madre había ido al centro a hacer unas compras, eso me lo dijo mi padre llamándome por teléfono. Me imaginaba lo que había ido a comprar y pensé que, de alguna manera, también me beneficiaría yo con su compra. Apareció un par de horas después y cuando se acercó a saludarme le pregunté:
- ¿Y, qué tal, mucha vergüenza?, -no pude evitar la sonrisa al hablarle-.
- Ayy, nene, no me hagas recordar, pero fue sólo al principio, la empleada me atendió de diez y me aconsejó sobre lo que debía comprar. ¿Querés que te muestre?, además esto lo tenemos que dejar en tu casa.
- Ahora no, tendrás que sorprenderme al momento de usarlos, andá a casa y dejalos en el último cajón de la cómoda, prometo no tocar nada.
- Ahora voy, no sabés como estoy…
No tenía necesidad de explicarme demasiado, sus pezones estaban durísimos y se le notaban debajo de la remera sin que el sostén fino hiciera nada por impedirlo. Me vi tentado de entrar con ella y hacer un “rapidito”, sabía que no se negaría, pero, preferí seguir pensando en lo que me brindarían Anabela y Cynthia, por otro lado, mi mamá no insistió, el negocio estaba lleno de gente y no ameritaba mandarse a mudar de allí para echarse un polvo.
La tarde pasó y hacía un ratito que había salido del baño cuando llamaron a la puerta, las chicas fueron puntuales y no pude dejar de admirarlas. Estando las dos juntas y, aunque tenían ropa parecida, quedaban bien determinados los físicos de una y otra. Anabela era más abundante en tetas y culo, pero un poco más alta, de cabello negro, piel mate y un tanto más rústica, en cambio Cynthia era toda dulzura, atractiva y deseable, pero el cabello rubio y lacio le daba otra fisonomía a todo el conjunto de su cuerpo, claro está que, a mí me gustaba más.
Traían puestos sendos shorcitos de jeans y en ambas se notaba un pequeño asomo de sus nalgas, lo noté porque las hice girar, miré sus culos y les dije: “Me van a terminar matando con esos culitos espectaculares” … “Ayy, amor mío, eso es porque sólo los estás viendo, después de que los uses te vas a sentir mejor, pero, tendremos que apurarnos porque nos están esperando”, -acotó Anabela y se tiró en mis brazos para darme un beso de fuego apasionado y lleno de lengua-.
Cynthia no se quedó atrás y me abrazó desde mi espalda, parecieron estar de acuerdo porque una dejó de besarme y me sacó la remera, la otra bajó mi bermuda y me llevaron luego al sofá donde me hicieron sentar. La verga erecta se hacía notar y pronto tuve a las dos, arrodilladas a mis pies y ocupándose de lamer y chupar intercambiando besos de lengua en la tarea, entre ella, por supuesto, los único mío que les interesaba en ese momento estaba en mi entrepierna.
Se notaba que Anabela llevaba la voz cantante y tomaba la cabeza de Cynthia cuando quería besarla y empujarla para que tragara un poco más. No quería que me hicieran terminar así, además, de por medio había algo que era muy cierto, mi mamá, Sofía y el propio Cristian me la mamaban mejor, hasta Ezequiel aprendía más rápido que ellas. “qué aguante que tenés”, -decía Anabela que, seguramente, estaba acostumbrada a los pendejos que acababan sólo con un par de mamadas-.
Les dije de irnos a la habitación y fue Anabela la que corrió hacia ella, Cynthia quedó un poco rezagada y me abrazó buscando mi boca, “quiero hacerte sentir bien, pero tengo un poco de temor, además, no sé, me parece que entregarte mi virginidad es algo que debemos compartir nosotros dos solos”, -expresó con algo de rubor-. Me pareció que sería lo correcto, para ella significaba mucho más que un simple “polvo” y lo menos que podía hacer yo era respetarla porque ella también comenzaba a significar algo más para mí.
Ya dentro de la habitación, siempre a instancias de Anabela que me dijo: “Vos miranos”, se desnudaron una a otra y esto me recalentó porque las manos de ninguna de ellas se quedaron quietas y los besos funcionaron con chupadas de lenguas a mansalva. Yo estaba para romper paredes a pijazos y me ocupé de lubricar abundantemente mi verga erecta, para eso utilicé una crema lubricante que había comprado mi mamá y, lo admito, ya que estaba, había revisado el strapón, otro consolador a pilas y un plug anal, ninguno de ellos, por cierto, nada tímidos en tamaño.
¿Cómo querés que nos pongamos?, -preguntó Cynthia-. Le pedí entonces que hicieran un “69” con Anabela por encima y a ella me dediqué mientras ambas gemían y se contorsionaban por sus lamidas. “Despacio Javi, despacio, me está doliendo”, -pedía la morocha cuando el tronco se deslizaba por su recto y la rubia se esmeraba por repartir sus lamidas en la vagina de la amiga y en mis testículos cargados.
Anabela ya tenía su experiencia y pensando en que “mis nenes” se aguantaban mi verga sin tantos remilgos, apuré mis entradas y salidas, hasta que, en medio de gritos contenidos y temblores, le llenó la cara de flujos a Cynthia. “Dámela un poquito por mi concha”, -alcanzó a decir y el pijazo hasta chocar el glande con su útero no se hizo esperar, esta vez y luego de un rato de movimientos coitales, el orgasmo fue más explosivo y se abandonó sobre el cuerpo de la rubia que bregaba por salir de debajo de ella.
“Dame a mí, ahora te necesito a vos”, -pidió Cynthia parando el culito al ponerse en cuatro y me encantó el asterisco de un color rosado fuerte que latía esperando por la dureza de mi verga. Con ella fui más tranquilo y acaricié sus caderas mientras me introducía en su recto casi virgen. No fue tan sencillo, ni para ella que sufría la penetración ni para mí que me metía en un lugar totalmente estrecho, como fuere, llegar hasta el final provocó un gemido enorme de satisfacción y movió una de sus manos para acariciarse el clítoris.
“¿La vas a desvirgar?”, -preguntó Anabela– y le contesté que no lo haría hoy porque ellas mismas me habían dicho que tenía que irse rápido, “no me importa esperar”, -le dije e incentivé mis movimientos al notar que Cynthia movía sus caderas como para que entrara más. No pudo gritar cuando tuvo el orgasmo, se movió como loca, pero Anabela se había puesto frente a su cara con las piernas abiertas y había incrustado su vagina en la boca de la amiga. La rubia temblaba y se contorsionaba cuando la llené de leche y quedé hecho.
No tenía ganas de más y me di cuenta que lo que me cortaba era la presencia de Anabela, no era un físico para despreciar y la cogería todas las veces que quisiera, pero, no me quitaba el sueño, además, debería cuidarme con ella por el tema de su promiscuidad y me molestaba que la “manejara” a Cynthia, ya hablaría con ésta, la quería sólo para mí. Se bañaron, se cambiaron, me besaron y fue el único momento en que besé las tetas de Cynthia, diciéndole que deberíamos hablar de nosotros.
Cuando se fueron me sentí aliviado, no había sido “la gran cosa”, aunque me sentí aliviado, disconformes no se habían ido, pero por mi cabeza rondaban mi mamá y Sofía, eso era como jugar en Primera División, ya vería lo que pasaría con ambas y conmigo, por supuesto…
GUILLEOS1 – Continuará. Se agradecen comentarios y valoraciones.
Sigo sin entender por qué públicas en la categoría de Gay si metes mujeres en tus relatos.