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Gays

PATOLÍN Y JUANCITO (Aunque ya no estén). (14) -FINAL-.

Lo de las “veteranas”, además de placentero fue muy agotador y, como siempre, ellas pudieron un poco más. Con el otro tema me descubrí un sádico en potencia, pero se “pudre” todo y pierdo bastante..
La mañana se presentó genial y pareció que se habían alineado los planetas.  Mi madre no vino a despertarme, ya estaba desayunando cuando se asomó por la puerta y a lo único que llegamos fue a un par de besos, eso sí, fogosos y cargados de lengua, pero no pasó de ahí…

  • Me reservo para la noche”, -dijo con un mohín gracioso cuándo le apreté las nalgas y trató de apartarme, eso me molestó-.
  • Estás jodida si pensás que vas a calentarme y dejarme con las ganas. No creas que por ser mi mamá vas a hacer lo que quieras conmigo y a “usarme” a gusto, -le respondí con dureza y la solté con cierta brusquedad-, me salió así, no lo pensé, pero la jugada salió bien.
  • No mi Cielo, no te enojes, yo me siento tu hembra y quiero que me cojas cuando quieras y como quieras, pero no tenemos tiempo y podemos echar todo a perder, esta noche seré tu esclava y haré todo lo que digas. -contestó poniéndose un poco pálida, dejando entrever un cierto temor en la mirada-.
  • Decile a tu esposo que enseguida voy, -expresé sin más y me fui a peinar dejándola sola-.

 

Lo de la noche con las chicas no había sido muy placentero y eso jodía a mi ego, además tenía la cabeza un tanto enajenada pensando en lo que me dirían Julio y Gabriel respecto de lo de la madre de Ezequiel.  Era una mezcla rara de bronca, temor e incertidumbre, iba a hacer algo a lo que no estaba acostumbrado, no era de asustarme y mi personalidad era decididamente dominante, pero todo eso excedía mis expectativas.  Me fui a trabajar pensando en que las cartas estaban echadas y que, sí o sí, tenía que estar a la altura.

 

A media mañana recibí dos llamados telefónicos al directo del negocio.  Uno fue el de Sofía, era para avisarme que Cristian no podría concurrir ese jueves porque se iba a pasar el día a casa de la madre de ella, le contesté que no había problemas, pero también me molestó, “me alegro que entiendas”, -me dijo y comprendí que ella también quería tenerme “descansado”-.  El otro llamado fue de Julio, el hermano de mi amigo Gabriel.

  • Hola Javi, te llamo para avisarte que el partido lo jugamos, sin falta, el viernes a la noche. La cancha es accesible, te paso a buscar a eso de las nueve.
  • Perfecto, quedate tranquilo, estaré esperando. ¿Necesitás que lleve algo?, -pregunté un tanto nervioso-.
  • Nada en especial, sólo ropa cómoda, -contestó y dimos por terminada la conversación-.

 

Trabajé lo que restaba de la mañana como si estuviera en el aire, mi cabeza caminaba a mil por hora, pero me sirvió para tranquilizarme y pensar con frialdad, resultó bien, es más, entre todo lo que pensaba se me ocurrió otra maldad.  Poco después, mientras almorzaba, me puse a trabajar con unos pedazos de alambre y unas pinzas que había aprendido a utilizar cuando era más chico pues, pretendiendo independizarme de mis padres, me habían dado veleidades de Artesano y, ayudando a un conocido, aprendí a modelar bicicletas, animalitos y letras en alambre.

 

El negocio no resultó, no me gustaba eso de estar toda la noche armando figuras con alambre y pasarme luego todo el día sentado en una manta esperando a posibles clientes.  Como fuere, la habilidad la había adquirido y armé cuatro letras unidas, luego le añadí un mango confeccionado con alambres retorcidos.  Sólo restaba animarme a usarlo, pues calentado al rojo en la hornalla de la cocina, dejaría una marca indeleble en la cara de la madre de Ezequiel, seguro que, después de eso, se le irían a la mierda las ganas de maltratar a nadie.

 

Me quedó tiempo para dormir un rato la siesta y, como sucedía casi asiduamente, me despertó mi madre, esta vez, me habló mientras me acariciaba por sobre el bóxer, pero no pasó de allí.  “No me vas a dar una chupadita”, -le pregunté serio, aunque con una sonrisa irónica-…  “Ahora no, mi macho, mi vida, tengo muchas ganas, pero quiero que tengas todas las energías puestas en esta noche, comprendé, no te enojes”, -contestó esperando una mala respuesta-, no le dije nada y se fue moviendo ese culo que me encantaba y que perforaría a gusto cuando estuviéramos juntos en la cama con Sofía.

 

La que también “pagó el pato” de esa especie de vuelco de personalidad fue Cynthia, apareció faltando poco para cerrar y se me acercó toda contenta a saludarme con un beso en la mejilla que, por poco, no se convirtió en otro apasionado en que chocarían labios y lenguas.  Enseguida me apoyó una teta en el brazo y me aparté.

  • ¿Estás molesto por algo?, ¿No te gustó que te pidiera de estar solos?, -preguntó bajando los ojos-.
  • No, eso no, lo que no me gustó es que hubieras estado con Anabela antes a solas y sin decirme nada.
  • Pero, pero… me di cuenta de que no te había gustado, yo te quiero a vos y pensé que querías que estuviéramos juntas.
  • Si querés ser mi novia es bueno que sepas que yo no quiero una novia que ande revoleando la concha o el culo con otras u otros porque se le ocurre que es lo que yo quiero. Vos sos mía, tu cuerpo y ganas me pertenecen y sólo podrás estar con otras cuando a mí se me ocurra y siempre que yo esté presente.
  • Sí Javi sí, yo quiero ser sólo tuya, ella me lo pidió y pensé que vos querías que tuviera la experiencia.
  • Ya la tuviste, pero, desde ahora nunca más, que ella se busque por su lado con quien coger o a quien se la coja, vos vas a coger sólo conmigo, serás mi puta y cuando yo lo decida, es eso o nada, la decisión es tuya.
  • Ya lo decidí, sólo quiero ser tu novia y tu puta cuando quieras, no la volveré a ver.
  • Prefiero que sigas siendo igual con todos, lo único que tenés que decirle es que no te gusta compartir y no te sentís cómoda, Anabela buscará enseguida a quien la consuele y preparate porque el domingo puede ser un buen día para pasarla bien, yo te llamo por teléfono para salir, aunque tenga que pedirles permiso a tus padres.

 

Cynthia se fue contenta con lo que le dije y sentí un cierto alivio al sacarme de encima a Anabela, teniendo distintas variantes para elegir no me interesaba estar cerca de quien usaba su físico y ganas con quien se le ocurriera.

 

No sé qué excusas usaría mi madre para pasar la noche fuera de la casa, pero tampoco me importó preguntar, seguramente utilizaría a mi hermano y su convalecencia, yo le avisé a mi padre y me retiré unos cinco minutos antes de que cerraran, quería bañarme y prepararme tranquilo.

 

Ya estaba bañado y en bóxer cuando llegó mi madre, venía excitada y su pollera tableada, su camisa que dejaba apreciar el canal de sus tetas, sus sandalias de tacos y su cabello suelto la convertían una mujer harto deseable.  El saludo dentro de la casa fue con abrazos y besos húmedos en que las lenguas no se quedaron quietas, apretar sus nalgas desnudas fue un acto reflejo y me pidió con cierto rubor: “Dejame un segundo que voy al baño, no traje ropa interior y tengo los entre muslos empapados”.  La dejé que lo hiciera porque el timbre de la puerta me anunciaba la llegada de Sofía.  El vestido ajustado de color rosa viejo de la madrastra de Cristian marcaba todas sus curvas y también calzaba sandalias de taco medio.

  • No sabés las ganas que tenía de verte, ¿estamos solos?, -preguntó, pero no me dio tiempo a contestar porque dejó su cartera en el sofá y me besó con ganas mientras le daba la espalda a la puerta del baño, allí pude ver a mi mamá que se acercaba sigilosa-.
  • No, no están solos, aunque no creo que sea necesario presentarnos, -acotó abrazándola y besándola en el cuello, a la par que le aplastaba las tetas en la espalda-.
  • ¡Por Dios!, es tu madre y está desnuda, ¡Cristo!, no esperaba esto!, ¡qué morbo, madre mía que morbo!, -expresó girando el cuerpo y entregando sus labios a la boca expectante de la autora de mis días-.
  • Me alegro que te caliente, la vamos a pasar bien, -le dije bajándome el bóxer y apoyando mi verga erecta en la zanja de sus nalgas-.
  • Sí, estoy a full, vamos a la cama, -dijo casi gimiendo luego de despegarse de la boca y antes de prenderse a una de las tetas que me había amamantado-.

 

El vestido desapareció y ellas dos caminaron tomándose las nalgas, unas totalmente desnudas y la otra vestida apenas por una tirita que se perdía entre los cantos duros.  Apenas si mi madre tenía unas formas un poco más rellenas y lo único que pude hacer, además de seguirlas, fue mirarlas mientras se devoraban las bocas como desesperadas y se acariciaban a cuatro manos.  Sofía había quedado más cerca del borde y se deslizó con destino a la entrepierna de Silvia, yo estaba parado detrás y supe donde metería mi pija encabritada.

 

“Esperá Javi, yo también quiero chuparla”, -dijo invirtiendo su cuerpo y colocándose presta para realizar un “69”-.  Sofía se desprendió de la mini ropa interior y no tardó en meter la cara en la entrepierna de la “debutante” que se movía gimiendo como desesperada.  Veía la cara de mi mamá chupando y lamiendo la vagina de Sofía y ella, al ver que me ponía lubricante en la verga, se aferró a las nalgas de la “pelicorta” y las abrió con ambas manos para allanarme el camino.

 

El agujero del ano se fruncía y se aflojaba y pareció tragarse mi “cabeza sin neuronas”, aunque no le fue tan sencillo, a medida que penetraba en ese culo apretado Sofía ahogaba el grito en la vagina de mi mamá y trataba de mover las caderas.  El quejido era para pararte los pelos de la nuca y ni hablar de las lamidas a mis testículos cuando terminé de enfundar todo el tronco haciendo contacto con mi pelvis en esas nalgas temblorosas.

 

No tuve necesidad de esperar por ninguna adaptación y me moví entrando y saliendo a gusto, claro que no fue por mucho tiempo, tuve que sacarla para no irme con ellas cuando comenzaron a temblar y gemir como desaforadas porque el orgasmo había sido repentino y salvaje.  Gemían, se movían y se aferraban a las respectivas caderas brindándome un espectáculo impensado y disfruté viendo que no separaban sus bocas de sus entrepiernas empapadas, no había tregua allí y si expulsaron flujos o líquidos, no alcancé a verlos, chupaban como enloquecidas.

 

Las dejé que se calmaran y lo fueron haciendo de a poco, cuando se tranquilizaron fue Sofía quien giró el cuerpo y besó con ganas la ávida boca de Silvia.  No fue una posición cómoda, pero me las ingenié para, desde un costado, poner mi verga entre sus labios y la mamada se convirtió en “a dos bocas”, me era más excitante que una cubana pues eso de meter mi verga entre dos tetas no me provocaba mucho morbo ni incentivaba mi libido.

 

De todos modos, no me harían acabar así y me salí para continuar con otra pose.  ¿Trajiste tu “juguete” de plástico?, -le pregunté a Sofía y no me contestó, sólo movió la cabeza afirmando y se levantó para ir a buscarlo, mi madre aprovechó para sacar los que había comprado y sorprendió a Sofía cuando ésta vio las medidas similares a la mía.  El strapón y el consolador que había comprado mi mamá eran semejantes al “original” y ella miró el tamaño del suyo y luego a mí.

 

Sofía y yo éramos los únicos que sabíamos el porqué de esa medida más chica y ella optó por dejarlo de lado, “ponete el tuyo y cogeme a mí mientras Javi se ocupa de vos”, -le dijo a mi mamá y se puso en cuatro esperando por las estocadas.  Silvia no tardó en ponerse el aparato con las correas y su cara dejaba ver a una mujer caliente y un tanto desencajada porque, mirando el culo de Sofía, la libido y el morbo parecían trascender su mirada y sus gestos.

 

La tuve que ayudar a colocarse las correas, finalmente se acercó a Sofía sin poder evitar los temblores que la excitación le producía.  Fui yo quien le puso el lubricante al falo plástico y no tardó en meterlo casi de un sólo empujón en la vagina anegada de Sofía quien no pudo evitar emitir un quejido en que mezcló el dolor y el placer.

  • Despacio mamá, no te apures, recordá como yo lo hago con vos, no te apures, -le dije al oído-.
  • Ayy bebé, estoy recaliente, tengo ganas de perforarla, parece como si la verga fuera mía, -expresó un tanto desencajada-.
  • No lo hagas tan profundo, me lastimás el útero, -acotó Sofía y mi mamá se contuvo comenzando a moverse tratando de adoptar un ritmo acorde-.

 

El culo firme de mi mamá quedaba a mi disposición y no esperé más, apunté con el glande y comencé a entrar tratando de no empujarla para no lastimar a Sofía y aguantando sus caderas para que no se impulsara bruscamente hacia adelante.  Gritó, más que nada por el placer y al estar metido en profundidad, le marqué el ritmo para entrar y salir.  Eso se convirtió en un concierto de gemidos, ayes, pedidos de más y más expresados a dúo, hasta que no aguanté y acabé entre sus tripas cuando las dos estallaban en un orgasmo imposible de retener.

 

Pasé gran parte de la noche chupando culitos de hembras exigentes, si sus tetas tuvieran leche las habría secado y me metí en cuanto agujerito estaba a mi disposición.  Las dos tuvieron sendas sesiones de doble penetración y quedaron disfónicas por ahogar gritos y agotadas por la suma de sus orgasmos.  Yo ya no quería ver un culo ni en figuritas, perdí la cuenta de cuantas veces las había regado a ambas y los tres nos dormimos sin fuerzas.

 

Mi mamá fue quien se levantó primero, se bañó y me dijo que se tenía que ir a la Clínica y luego volvería enseguida a la casa, “me encantó hijo, hay que repetirlo”, -dijo cuándo se despidió y yo seguí durmiendo un rato más.  Luego me tocó a mí y como Sofía seguía aún despatarrada, le dejé una nota avisándole que cuando se fuera sólo cerrara la puerta de calle y que no usara la puerta que daba al local, ni sé a qué hora se fue.

 

La mañana se me hizo interminable, me dormía de parado, hasta que llegó el mediodía y me fui para casa, allí me encontré con una nota de Sofía, en que me decía que lo había pasado genial, que había lavado los “juguetes” y que no me mandaría a Cristian.  Me vino de maravillas pues dormí una siesta mucho más larga que lo habitual, fue prácticamente un desmayo cuando apoyé la cabeza en la almohada.  Me despertó mi madre que había dormido toda la mañana en su casa y me sentí descansado y dispuesto para lo que se vendría en la noche.

 

Me encontré con Gabriel y nos fuimos en su camioneta para la casa de Ezequiel cuando eran pasadas las diez de la noche, me comentó allí que el hermano ya estaba en el lugar y que sería de fácil acceso porque estaba en un barrio residencial que no tenía custodias privadas.  La casa era enorme, de una sola planta y con un gran parque, la entrada de vehículos no tenía portón y se podría dejar la camioneta detrás de la casa sin que se viera desde la calle.

 

Lo pude comprobar cuando llegamos al lugar, el barrio tenía las casas bastante apartadas y se notaba un cierto abandono en las calles, faltaban varias de las luces públicas, además existían árboles tupidos en casi todas las veredas y nadie se movía en las proximidades, lo cual hacía más fácil el trabajo de quienes acostumbraban a eso.  El hermano de Gabriel subió a la camioneta unos ochenta metros antes de la casa y nos contó lo que había visto:

  • La mujer estaba sola hasta hace unos quince minutos, pero apareció un coche con un tipo esmirriado que entró como “pancho por su casa”. Ahora están los dos adentro.
  • Ese debe ser el tipo que le hace de “esclavo”, lo conozco, es un pobre idiota.
  • Si es como decís, posiblemente los podamos encontrar ocupados en sus cosas. Los podemos reducir a los dos y luego vemos que se hace con el tipo, -arriesgó Julio-.
  • Si ustedes no tienen problemas, yo estoy de acuerdo, ¿qué hago yo mientras tanto?
  • Entrás con nosotros y te quedás afuera de la habitación esperando a que vendemos, atemos y amordacemos a la mujer y al tipo, después podés entrar y hacer lo que quieras, jajaja o mirar lo que nosotros le hagamos a la mujer, yo tengo ganas de “embocarla”, -dijo Julio y pensé en que, menos mal que los tenía de amigos-.

 

Estaba un tanto nervioso, pero la tranquilidad de los dos se transmitía, me hicieron poner guantes, Gabriel condujo la camioneta y la estacionó detrás de la casa, junto al coche que imaginé del papá de Cristian, el otro auto estaba dentro de un garaje techado, pero sin puertas.  No les costó nada abrir la puerta del garaje que comunicaba con el interior de la casa y nos mandamos los tres alumbrados por una pequeña linterna que nos evitaba chocar contra algún mueble.

 

Nos quedamos tiesos cuando escuchamos la voz de la mujer y la del hombre que provenían de una de las habitaciones.  “Te dije o no te dije como tenías que hacer, no me hiciste caso y ahora vas a ser castigado como un perro”, -decía la mujer con agria voz de mando-…  “Sí mi ama, sí, castígueme”, -le contestaba el hombre con un tono suplicante-.  Fue lo único que escuché de los dos porque Gabriel y Julio los sorprendieron entrando raudos al cuarto.

 

“Ya está jefe”, -me avisó Gabriel en voz alta y entré a la habitación-.  Me impresionó lo que vi, el padre de Cristian estaba desnudo, de espaldas sobre las almohadas y atado a la cama con soguitas de nylon, las manos hacia los costados y las piernas elevadas atadas a las puntas del respaldo, lo cual lo dejaba con el culo totalmente desprotegido, culo que, por otro lado, ya estaba usado por un enorme consolador incrustado que sobresalía de él y cruzado por sendas rayas rojas, evidentes señales de la fusta que había sobre la cama al costado de la mujer.

 

Ésta gruñía y se debatía sufriendo el dolor por la penetración que Julio le hacía violentamente a su culo blanco y bien formado.  Le mantenía las manos aferradas en su espalda y no podía gritar por el trapo y la venda que tenía en su boca, al igual que el otro que tenía en los ojos y no la dejaba ver.  “Tiene un culo estrecho jefe, ¿quiere probar?”, -preguntó Julio, pero mirando lo que “calzaba” y como entraba y salía, entendí que ya no estaba tan estrecho-.  Le hice señas que no y me senté para ver lo que hacían.

 

La cogieron a gusto, le metieron otros consoladores que allí había y hasta le hicieron una doble penetración entre los dos, la mujer se desesperaba porque el dolor era evidente, pero le hicieron aspirar dos líneas de cocaína que preparo Gabriel y siguieron machacándola, a mí no me causaba ningún morbo todo eso, aunque ellos gozaban causando ese daño.  Luego de que terminaron, su pusieron los pantalones, guardaron los preservativos usados en el bolsillo de sus camperas y se dedicaron a buscar lo que querían llevarse, en definitiva, era lo que más les interesaba.

 

Revisaron minuciosamente sin desordenar nada, tiempo sobraba y no querían dejar indicios de un robo, algo que no pudieron hacer con algunas cosas de valor como la computadora, moderna para la época, el televisor de 29’, el equipo de música, algunos enseres de la cocina, una filmadora y otras cosas chicas, todo lo acomodaban en la camioneta a medida que lo sacaban de su lugar.  Gabriel se puso contento cuando encontró las joyas y varios fajos de billetes de Pesos y de Dólares, -bastantes por lo que vi- y me avisaron que ellos estaban hechos.

 

“Haga usted como quiera Jefe, nosotros lo miramos y esperamos a que usted se saque las ganas y si hay que matarlos nos avisa”, -me dijeron en voz alta y me di cuenta del temblor y el temor de los asaltados ante esto-.  En realidad, habíamos quedado que ellos se irían y yo me quedaría solo para hacer lo que se me ocurriera, después caminaría hasta mi casa, eso haría todo menos sospechoso.  Me recomendaron lo de los guantes, todo con señas y se fueron sin hacer ruidos y ni siquiera escuché cuando se puso en marcha la camioneta.

 

Cuando los tuve a mi merced no supe que hacer, estaba asustado, se me “quemaron los papeles”, una cosa es sentir bronca y querer hacer algo contra alguien y otra muy distinta es hacerlo cuando tienes a ese alguien a tu entera disposición, nunca se me había ocurrido hacer algo similar, pero recordé las marcas en el culito de Ezequiel y descargué el primer golpe de fusta sobre la espalda de la mujer.  Dio un salto y su grito de dolor fue contenido por la mordaza.

 

Ese golpe me soltó y le siguieron otros a lo largo de su cuerpo, espalda, glúteos, piernas, hacía un impasse para que no esperara el golpe y volvía a aplicarlo con ganas, su llanto era desconsolado, las lágrimas corrían por debajo de su venda.  Lo noté cuando la hice girar y los golpes se repartieron por sus pechos algo caídos y por su estómago, sin olvidar los labios de su vagina, sin que me importaran las contorsiones que hacía cada vez que recibía un fustazo.

 

Su cuerpo ya estaba todo surcado por franjas rojas e hinchadas cuando me puse un trapo en la boca y le hablé al oído…  “Para que lo tengas claro, tu socio nos pagó para que te hiciéramos sentir lo que siente él cuando lo castigas” …  Estas palabras la hicieron reaccionar y quiso hablar, gruñó algo, me imaginé que era un insulto, pero otros golpes la hicieron adoptar una posición fetal y siguió dando quejidos por el dolor que experimentaba en cada fustazo.

 

El brazo me dolía y le pregunté: “¿Tenés ganas de vengarte?”, movía la cabeza con énfasis y gruñía rabiosa.  “Luego te dejo, primero vas a sufrir hasta que te quiebres”, -le dije y volví a los golpes-.  Se me habían pasado los miedos, ya pensaba con claridad y me incentivaba con recordar siempre las marcas en el culito infantil.  Llegó un momento en que era un guiñapo retorcido en la cama y la dejé para dedicarme al tipo que movía su cabeza tratando de escuchar, aunque seguramente imaginaba lo que sucedía, el fustazo aplicado entre sus piernas, dirigido a su pene dormido y sus testículos lo hizo moverse como electrizado y se quejó sollozando.

 

Siguieron algunos golpes más, pero lo dejé, el hijo de su mala madre los asimilaba distinto y comenzaba a disfrutarlo, entonces le solté las piernas para que quedara acostado, el consolador ingresó más cuando apoyó el culo en la cama y lo dejé sólo atado de las manos, después me acerqué a la mujer que seguía sollozando.  “¿Seguís con ganas de vengarte?”, -le pregunté al oído dándole otra ración de fustazos-, no gritaba, ni insultaba porque estaba amordazada, pero su furia era tremenda sumándosele el dolor, la humillación y la impotencia, ella sólo movía la cabeza asistiendo.

 

Solté sus manos, la acerqué al borde de la cama, le puse la fusta entre los dedos y le dije: “Lo tenés a disposición, hacé lo que quieras con él”, luego hablé al costado como si me dirigiera a uno de mis compinches, “vos vení y ponete al lado de ella, si deja de pegarle o trata de sacarse la venda, le cortás los tetas con el cúter, tomá, no le tengas piedad”, -hice una pequeña pausa y seguí hablando nuevamente al oído de la mujer “ya lo sabés, un sólo movimiento indebido y vas a quedar mutilada”.

 

Me aparté y ella tanteó para saber dónde estaba el infeliz, luego comenzó a descargar golpes, primero de forma metódica y cuando supo bien dónde estaba golpeó con furia y sin cesar repartiendo los golpes en todo el cuerpo, ni la cara se salvó y parecía potenciarse con cada descenso de la fusta.  La mujer no sabía dónde golpeaba y el tipo ya no hacía nada por evitar los golpes, es más, hizo un sonido sordo y dejó de moverse.

 

Yo había llevado una pequeña mochila dónde guardé la filmadora que en ese momento me olvidé de usar, el armazón de alambre, un rollo de cinta de embalar, un trapo y un frasquito de éter porque los pensaba dejar atados y dormidos.  No pude seguir los pasos que pensaba, me asusté cuando vi el color morado que había adquirido el rostro del tipo y traté de apurar todo.  Respiraba cansada y transpirada la mujer cuando vertí el éter en el trapo tapándome la nariz.

 

Tomándola desde atrás le bajé la mordaza y le apliqué el trapo en la boca y la nariz, apenas si hizo algún movimiento para resistirse y comenzó a dejarse caer a mis pies, luego apliqué un poco más de líquido y ya tenía para dormir un rato largo, pero me costó horrores levantar su cuerpo para dejarla sobre la cama.  Con ella completamente dormida, con otro consolador metido en su culo y el tipo que daba estertores como si no pudiera respirar, me fui a la cocina a calentar el alambre.

 

Fue rápido y la palabra PUTA quedó grabada a fuego en la frente de la ex Dómina, también marqué otros lugares de la cara como si se hubiera resistido, después acerqué el alambre a los dedos del tipo e hice que se marcaran parte de sus dedos y la palma de la mano en el manguito de alambre más grueso como si él lo hubiera manipulado, luego lo dejé caer al costado de la cama.  Fue bastante fácil, el tipo tenía la cara ladeada y ni se movía, de seguido me senté pensando en cómo continuar y decidí sacarles las vendas y las mordazas a los dos, todo quedó sobre la cama como si ellos las hubieras utilizado.

 

Pensé que ya debía retirarme porque me dio mucho miedo verle los ojos al padre de Cristian, lo tenía abiertos, al igual que su boca que quedó entreabierta, la cara estaba cruzada de líneas púrpuras producidas por los fustazos de la enajenada y parecía estar muerto, recién allí me percaté de que su nuez de Adán estaba hundida y tuve ganas de salir corriendo de esa casa.  Traté de controlarme, guardé todo lo mío, excepto el armazón de alambre y, recordando que ya habían cerrado nuevamente la puerta trasera, salí del lugar por la delantera que se cerraba al salir y desde afuera sólo podría abrirse con la llave.

 

Eran más de las tres de la mañana y en la calle no había un alma, caminé unos cien metros tratando de hacerlo normalmente, pero eludiendo las zonas más iluminadas, sólo un coche pasó, aunque, como vi las luces desde lejos me pude ocultar detrás de un árbol de tronco grueso y no se percataron de mi presencia.  Tenía la adrenalina a mil y un miedo espantoso, sin embargo, trataba de calmarme pensando en si me había olvidado algo.  Al final la idea de castigarla, filmarla y chantajearla se había ido al cuerno.

 

Como consuelo me quedaba que Gabriel y Julio habían logrado lo que querían y jamás abrirían la boca, además no había forma de identificarme, pero el miedo no me lo quitaba nadie.  Finalmente llegué a mi casa y revisé mi mochila y saqué lo que quedaba, los guantes, el trapo con las huellas del éter y el recipiente de éste ya los había tirado en una zanja, la cabeza me empezó a girar y llegué al baño con lo justo para vomitar, ni siquiera limpié el inodoro, después me fui a dormir.

 

Me despertó mi madre con sus mimos de siempre, apenas si respondí, el gusto en mi boca era horrible, lo pasado la noche anterior me daba vueltas en la cabeza, pero no debía demostrar nada.  “¿Qué hiciste anoche bebé?, tu baño está a la miseria”, -preguntó al pasar-…  “No me sentía bien, algo de la cena me cayó mal y me levanté a la noche a vomitar, luego me quedé mosca”, -le contesté sabiendo que eso justificaba todo-.

 

La mañana pasó sin novedades y fue recién al terminar de preparar una ensalada que sería, a la postre, mi único almuerzo cuando llegó mi madre para traerme la noticia del asesinato del padre de Cristian a manos de la madre de Ezequiel.

  • ¿Me estás jodiendo?, ¿qué es lo que me decís?, -le pregunté haciéndome el sorprendido-.
  • Me llamó Sofía, la Policía detuvo a la madre de Ezequiel, parece que hicieron una fiesta de Sadomasoquismo y a la mujer se le fue la mano con los castigos.
  • ¿Así como así?, ¿no te dijo más nada?
  • Me contó que ya declaró en la Policía y dijo que él le hacía de sumiso a esta mujer que era la socia, ya está detenida, todo la acusa a ella, ¿te parece que tendríamos que ir a la casa a consolarla?
  • Eso debe ser un lío tremendo, en todo caso llamala y ofrécete por si necesita algo, pero meterse en ese quilombo no creo que sea conveniente.
  • Luego la llamo, deben estar bastante mal los dos.

 

Se despachó contando que era increíble lo que había pasado, que uno nunca termina de conocer verdaderamente a la gente, se puso un tanto moralista y me jodió su actitud de chusma de barrio.  Por eso la abracé desde atrás apretándole las tetas, sus pezones se endurecieron de inmediato y le hablé al oído, “mamá, “bajá un cambio”, todos tienen sus “muertos en el placard”, vos misma los tenés, llamala si querés, pero no des más por el pito que lo que el pito vale”.  Me miró, pensó y me contentó: “Tenés razón, es preferible no abrir la boca”.

 

Se fue más o menos tranquila y en ese momento me llamó Gabriel, “Hola Javi, estás solo en tu casa”, le contesté que sí y me dijo que enseguida venía, que quería hablar conmigo.  No bien cerró la puerta después que entró me preguntó:

  • ¡Qué cagada te mandaste!, mi hermano está recaliente.
  • No sean pelotudos, no los tengo por charlatanes. Hace un ratito me aviso mi “vieja” lo que pasó y yo no me mandé ninguna cagada, reconozco que los cagué a fustazos a los dos y a ella la dejé medio desmayada, pero después me fui, bueno, sí, debo admitir que se lo dejé en bandeja, le dije que el tipo nos había pagado para que ella sufriera como él, eso la debe haber enojado…
  • ¡Qué hijo de puta que sos!, la mina se debe haber puesto como loca y lo reventó a fustazos. Se durmió cansada y recién se despertaba cuando los descubrió la hermana que traía al hijo no sé de dónde, ya estuve averiguando.  Por ahora no vamos a poder vender las cosas que nos llevamos, pero tenía muy buen dinero guardado y hay una parte para vos.
  • De mi olvidate, yo no estuve allí y ustedes tampoco.
  • Listo, quedamos así, me voy tranquilo y mi hermano no está tan enojado, te lo dije para ver que decías, a él le causó gracia todo esto, jajaja.

 

Al final de cuentas, por un lado, salió bien, nadie me jodió, hace ya cinco meses de esto, pero, por otro lado, perdí los culitos de los nenes, vaya a saber quién los usará desde ahora en más, lo cierto es que ya no gozaré del placer de ver mi verga penetrando esos agujeritos ni escucharé los quejidos de dolor del principio que se cambiaban a gemidos de placer cuando comenzaba a cogerlos entrando y saliendo o cuando se tomaban mi leche con gusto llevando mi pija hasta su garganta.  Ni hablar de los tríos con Sofía y mi mamá.

 

La madre de Ezequiel quedó detenida acusada de asesinato y el nene se fue a vivir a la Costa con la tía.  Sofía puso en venta la inmobiliaria y la casa, también se llevó a Cristian a vivir con ella y su madre en el pueblo del que era oriunda, puso un negocio allí y aún no me decido por ir a visitarlos.  Me puse de novio con Cynthia con anuencia de sus padres y sexo no me falta, la virginidad pasó a la historia y la chiquita es insaciable y, claro está, mi mamá que no pierde oportunidad de usar mi verga cuantas veces yo quiera.

 

La llevo bastante bien con las dos, pues están “amoldadas” a mi gusto, pero, como la pizca de perversión siempre anda rondando, ya estoy pensando en cómo se vería Cynthia chupándole la concha a mi mamá mientras yo se la mando a guardar en ese culito chiquito, aunque bien formado que tiene.

 

Comencé la Facultad, la llevo bien con los estudios y no tengo ganas de joderlas a ninguna de mis dos mujeres, pero… muchas veces se me cruzan por la cabeza los momentos y los culitos de Patolín y Juancito, de Andrés y de Cristian y Ezequiel, se me hace difícil olvidarlos, máxime que, hoy a la mañana se acercó una clienta a preguntarme si le podía dar clases a su hijo de ocho años porque andaba flojo en Matemática…

 

FIN.

 

2306 Lecturas/18 mayo, 2022/3 Comentarios/por GUILLEOS1
Etiquetas: baño, hermana, hermano, hijo, madre, orgasmo, padre, sexo
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3 comentarios
  1. Gyrlasspty Dice:
    19 mayo, 2022 en 5:22 am

    Quedó bien resuelta la historia, felicidades!

    Esperando la próxima

    Accede para responder
  2. suaveprofundo Dice:
    6 agosto, 2022 en 3:16 am

    Impecable, sin dudas un gran narrador👍

    Accede para responder
  3. DarckWill Dice:
    12 agosto, 2023 en 1:57 pm

    Apenas empecé a leer el primer capítulo, y comentó en el último para decir que lo adoro desde el primero y llegare aquí eventualmente

    Accede para responder

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