PATOLÍN Y JUANCITO (Aunque ya no estén) – (8).
Cynthia se entrega y se muestra receptiva. Cristian cuenta ante la cámara lo que hace con Sofía y la tengo agarrada de los ovarios. Aparece Ezequiel que está educado con sumisión y obediencia..
La frase que usan los españoles cuando se exceden en algo es: “me pasé tres pueblos”, yo entré en mi casa pensando que me había pasado cinco o más, pero, cuando se es pendejo no se tiende a pensar antes de abrir la boca, eso aunado a que mi orgullo me impedía retroceder en algo de lo afirmado, me encontraba convertido en dependiente de lo que había generado. Lo que quedaba era alegrarme internamente si salía bien o bancarme las consecuencias si tenía que mandarme a mudar.
Claro está que, como cualquier hijo que se precie, especulaba con la forma en que reaccionarían mis padres por las culpas que cargaban, fundamentalmente mi madre, las de antes y las que yo le había cargado desde el momento en que me había comenzado a desear y luego por acostarse conmigo. Con el “viejo” me pasaba algo que jamás se me había pasado por la cabeza, lo quería porque era mi padre, pero había dejado de respetarlo.
Esto no era sólo por, según mi criterio, haberme arrojado a su mujer en mis brazos, sino por lo que generó esa acción, metía en eso al abandono, la desidia, la falta de atenciones o el deseo congelado en toda esa resta, después de todo y tal como venía la mano, si no era yo, más tarde o más temprano, hubiese sido otro, por ende, los “cuernos” ya los tenía ganado de antemano. Mi reacción ante su reto injustificado tenía que ver con esto y no dejaba de lado que el favoritismo que ejercía ante mi hermano también tenía que ver y no pensaba aguantar ningún grito o destrato más.
Los oí que discutían cuando cerraban el negocio, pero no quise ponerme a escuchar y me metí en el baño para darme un baño y sacarme la mugre del día y la bronca por lo experimentado, tenía que estar bien para disfrutar de Cynthia. Estaba “picando” algo cuando llegó, entró rápido cuando le abrí la puerta, como si huyera de algo y me causó gracia, aunque era comprensible. Llevaba un chaleco fino por sobre una remera ajustada y el jeans elastizado marcaba sus caderas y piernas bien formadas. Se la notaba nerviosa y la abracé para besarla y tratar de que se distendiera un poco, enseguida la noté entregada, pero cuando se apartó un poco me dijo que estaba muy nerviosa y me preguntó si había cerrado bien las puertas y las ventanas.
- Jajaja, ¿qué te pasa, tenés miedo de que venga la policía?
- No, tonto, pero si viene alguno de tus padres o alguien mira por la ventana…
- Bueno, mientras no sean los tuyos… Tranquilizate, nadie va a aparecer, parece que a mi mamá le gustás como nuera y ya sabés que ibas a venir.
- ¿Le dijiste que iba a venir?, ¡por Dios, que va a pensar!
- No sé, mi “vieja” es bastante moderna, ¿qué crees que puede haber pensado?
- ¿En serio le dijiste?
- No seas tonta, no sabe nada, pero tampoco es para que reacciones como una chiquilina.
No tenía ganas de entrar en esas tonterías y la abracé nuevamente para comerle la boca y las manos que había puesta en su cintura pronto pasaron a aferrar esas nalgas duras. Le gustó, lo esperaba, lo quería y eso se notó en el gemido de satisfacción que dio y en el movimiento sutil que les infringió a sus caderas. Besando su cuello desde atrás y sintiendo sus escalofríos por esto, la llevé para mi dormitorio.
No bien entró se sacó el chaleco y las zapatillas, se subió a la cama y desde allí me miró, su cara, en realidad, su mirada había cambiado y se miró la remera como invitándome a desnudarla. De rodillas a su lado le saqué esa prenda y a mi vista quedó el sostén blanco que brillaba y que contenía unas tetas bien armadas, paradas y a las que les calculé unos ochenta de copa…
“Dejame que yo te saco la remera”, -pidió llevando las manos a mi prenda y la dejé mientras ubicaba el cierre de su sostén. No estaba muy práctico para esto y no bien quedé desnudo de mi torso lo arrimé a su cara para proceder con el corpiño, esto hizo que Cynthia se prendiera a mis tetillas y me acariciara el pecho. Con esto nos aceleramos los dos y ella se urgió para desprenderse del jeans mientras yo hacía lo mismo con mi bermuda y me quedaba con el bóxer.
A ella le quedó puesta la vedettina y atinó a cubrirse un poco… “¿Vas a dejar la luz encendida?”, -me preguntó con un cierto tinte de timidez-… “Claro cielo, sino como hago para admirar tu cuerpo”, -le contesté y lo aceptó, aunque no tan convencida, pero, claro, no quería que la viera como una chiquilla. “Quedate así y no te muevas”, -le pedí y le puse los brazos abiertos en cruz-, luego me dediqué a besar su cara y su cuello antes de comenzar a descender por su torso. Vibró toda y gimió cuando mi boca se adueñó de sus tetas duritas y de sus botones rosados.
“Ay, ay, ay”, -decía quedamente- y por el modo de moverse entendí que era su forma de tener orgasmos pues unido a sus gemidos de placer me tomó del cabello y apretó mi cabeza a sus tetas. Apenas si esperé y seguí bajando, se contracturó toda cuando besé su vientre y cerró las piernas cruzándolas a la altura de la rodilla, yo no me di por aludido y seguí mi placentero descenso. Su aroma a hembra era excitante y bajar su ropa interior, destrabando sus piernas fue un mero trámite.
Atinó a tratar de resistirse diciendo, “yo nunca”, pero no le llevé el apunte. Luego todo fue un concierto en que mi lengua se convirtió en una batuta. “Ayy, mi Dios, mi Dios, haceme lo que quieras, Javi, que no me duela, que no me duela”, -decía levantando la voz y ni siquiera supe cuando mi bóxer quedó a un costado. Ella gemía y se movía descontrolada cuando apoyé el glande altivo en su entrada y con ganas de perderlo en su interior sin respetar escollos.
Entré despacio en esa cueva empapada y sólo con el glande absorbiendo todo su calor y su humedad, levanté la cabeza para mirarla. La cara estaba desencajada, se mordía los labios y tenía los ojos abiertos y grandes, se notaba una especie de temor por sobre el dolor y el placer, entonces me contuve, me moví sin avanzar y traté de que ella no pudiera dar un caderazo que se llevaría su virginidad con apuros que no se justificaban, además, mi idea primordial era su culito apretado. La saqué y se aferró a mis brazos clavándome las uñas en ellos…
- Seguí, seguí, no me importa mi mamá, seguí, -expresó con voz lastimera y dispuesta-.
- A mi si me importa, además viniste decidida a otra cosa.
- Fue Anabela que me dijo que por la cola es la mejor manera de no perder la virginidad y no hay otros peligros, pero creo que la tenés muy grande.
- Yo quiero tu cola y vamos a probar para que no te duela tanto, -le dije mientras la giraba y tomaba la crema-.
Me pasé más de media hora “trabajando” con mis dedos en su culito fruncido, acariciando sus nalgas paraditas, calentándome a más no poder con sus gemidos y movimientos de caderas y, en determinado momento, hice oídos sordos a sus pedidos para que se la metiera. Orgasmos tuvo unos cuantos, explosivos, cortos, placenteros y algo agotadores, pero era lo que yo quería pues cuando mi verga le reventara el culito no tendría mucho de placentero.
Finalmente, puse debajo de su vientre los almohadones que me habían servido con Cristian y el glande buscó la penetración de su agujero dilatado. Mi aguante o, mi paciencia, en todo caso, tenía un límite y no bien hice punta empujé. El grito fue tremendo cuando media verga estuvo metida en su intestino, pero mi mano en su cabeza estrelló su cara en la almohada y quedó ahogado. “Sacala, sacala, me duele, me duele mucho Javi, no seas cruel”, -pedía la rubiecita con la voz entrecortada por el dolor y por la almohada, pero…
Ya la tenía adentro y ni en pedo le iba a hacer caso, lo que si hice fue comenzar a moverme sin esperar mucho a que se acostumbrara. Salía casi por completo, ponía más crema y volvía a entrar, Cynthia ya no se movía ni hablaba, sólo un “ayyy” se escuchaba a las perdidas. Me quedé quieto cuando mi verga estuvo completamente alojada en su interior y esperé besando su espalda y su nuca.
No fue mucho tiempo y a la par que me decía, “está toda, no te muevas, es enorme”, comenzó a mover tenuemente sus caderas y la dejé que fuera ella sola la que hiciera todo. Al tomar un poco de ritmo me acoplé y ya fui yo quien la cogí, cada vez con más ganas. De pronto la saqué por completo haciéndola gritar por el “destape” brusco y la puse de espaldas con las piernas abiertas y elevadas, quería ver como entraba y dedicarme a su clítoris chiquitito y receptivo.
Perforar nuevamente ese culito apretado, observar como el glande se perdía en el orificio, hasta hace un rato virgen y mirar su cara que pasaba del dolor al placer al acariciar su clítoris erecto, generó unas ganas tremendas de cogerla a todo ritmo y fue lo que hice. Cynthia se movió con ganas ante esto, parecía una víbora y sus piernas se elevaron para cruzarse por detrás de mi cintura, hasta que explotamos los dos a la vez y el “seguí, seguí, no la saques”, se impuso entre temblores y contracciones.
Luego de un rato en que ninguno de los dos habló, le estiré la mano para ir a bañarnos. Me enjabonaba y se reía diciendo que no podía creer que “eso” le hubiera entrado en la cola. Claro está que también le costó tenerla en la boca, los dos cuerpos desnudos y atractivos, los manoseos, los besos y la cara de ganas de seguir que me ponía mi amiga con “derecho a roce”, actuaron naturalmente y, como me dijo que no podría “aguantarla” nuevamente en su culito “bien tratado” (así lo dijo), tuvo que mamar hasta tragarse la leche luego de arcadas y ahogos, lo importante fue que no le desagradó.
- No me puedo quedar a dormir con vos, mi vida, tengo que volver a casa de mi amiga, me espera con la puerta trasera de su casa abierta, -me dijo cuándo nos cambiábamos-.
- ¿Sabe que venías a verme a mí?
- Sabe que me gustas y que me habías invitado a ir a tomar algo, luego le contaré de algunas caricias y besos, hasta ahí pienso llegar.
- ¿De qué te reís?
- De que tendré que disimular el dolor en el culito, jamás pensé que…
- Ya habrá tiempo para seguir amoldándolo, ahora te pido un remís y te voy a acompañar hasta lo de tu amiga, no quiero que vayas sola.
- Bueno, mi cielo, me encanta que me mimes y… gracias por respetarme, aunque no creo que pase de otra vez.
- El momento llegará sin apuros, eso no me desespera, lo que si te pido es que no me estés encima, yo te llamo, ¿sí?
- No hay problemas Javi, yo acepto lo que vos me digas, ¿y Anabela?…
- Bien gracias, de última seremos “amigos con derecho”, pero “de a tres”, jajaja.
- ¿Te parece que querrá?
Me sorprendió con su pregunta, esperaba una negativa a flor de labios, pero no le di señales para que se diera cuenta de mi sorpresa. Después llamé a un remís y la llevé hasta la casa de la amiga, no me parecía lógico dejarla sola, luego regresé a casa a comer algo más sustancioso y me fui a dormir pensando en lo que podría pasar mañana con mis padres y cuál sería el resultado por lo que había pasado en la tarde.
Mi “viejo” no era mal tipo, pero, así como yo había sacado mi libido un tanto elevada del lado de mi madre, mi “cabezadurismo” o tozudez era inherente a los genes de mi padre, aunque sabía que él no le llevaría la contra a lo que decidiera mi madre y yo cruzaba los dedos esperando que ella estuviera de mi lado. Aun con todo lo que había pasado por mi cabeza, dormí como un Duque y me levanté de buen ánimo con el cuerpito desnudo, bien formado y predispuesto de Cynthia en mi cabeza.
“Hola Javi, buenos días, ¿lo pasaste bien?”, me preguntó mi madre con una sonrisa y no entendí nada, me había preparado para algún tipo de cambio de impresiones que podía derivar en discusiones y me hablaba de lo más normal. “Sí, buen día mamá, comimos algo, vimos una película y… sí, lo pasamos bien”, -le contesté en el mismo tono-. Le pregunté por mi padre y me dijo que se había ido temprano a atender un tema de pago de impuestos y me pidió si le podía hacer el favor de ocuparme de los pedidos.
Me dio un listado y me puse a ver el itinerario de clientes, la miré y, sin decirle nada, me fui para el depósito para preparar las mercaderías y cargar la camioneta según los lugares en que debía distribuirlas. Eso me llevó toda la mañana. Regresé al local cuando se preparaban para cerrar y, como mi padre estaba en la oficina, le rendí las cuentas a mi madre y me dijo que tenía que hablar conmigo.
- Si es para hablar no tengo ninguna gana, además tengo que bañarme porque en poco rato viene mi alumno, decime que decidieron y sabré si debo prepararme para irme o no.
- No seas así Javi, sos más testarudo que tu padre, admito que me equivoqué porque me entró un poco de temor, pero nadie te va a pedir que te vayas a ningún lado. Ayer hablé con tu padre y aceptó que estuvo mal y en cambiar el trato contigo.
- ¿Hablaron o discutieron?
- Un poco de ambas cosas, pero él tiene claro que no puede ponerse en contra de mí, ni él ni tu hermano, vos sos distinto.
- Está bien, entonces desarmaré los bolsos, ya los tenía preparados, por otro lado, vos hacés de intermediaria, pero el que se mandó la cagada fue él y no me pienso “comer” ninguna más, pronto cumplo los dieciocho y en cuanto saque los pies del plato seré yo quien se mande a mudar y no se me va a mover un pelo.
- ¡Ves como sos!, parece que no quisieras a nadie.
- En eso te equivocás, una cosa no tiene que ver con la otra, yo quiero a mi familia, pero no soy un perrito al que cagás a golpes y después viene a lamerte la mano. Me trataron mal, los dos, él gritando y queriendo imponerse como el “macho Alfa” aun sin razón y vos te pusiste de su lado, es más, amagaste con dejarme a un costado y, como no soy una criatura-perrito, no me olvido enseguida de esas cosas.
- ¿Qué debo hacer para que cambies esa postura o posición?, yo te necesito en todas tus facetas.
- Ya veremos, no soy tan malo, sucede que no olvido rápido. Ahora me voy a bañar y a comer algo, en otro momento la seguimos.
La dejé allí parada sin que atinara a contestar nada, tenía unas ganas locas de ponerla en cuatro y ensartarla hasta que me dijera basta, pero yo tenía claro que no podría estirar más la cuerda, hasta ahí había llegado con mi postura de inflexibilidad. Una cosa era forzar situaciones para tratar de sacar partido y otra cosa muy distinta era actuar como un idiota.
Una vez que me metí en mi casa y trabé la puerta interior me puse a preparar el plan que había pergeñado para que Sofía, la madrastra de Cristian, viniera mansita y al pie conmigo, seguramente no encontraría ninguna virginidad allí, pero ese culo hermoso que portaba la pervertida madrastra conocería mi “tronquito”.
Tenía una de las primeras cámaras de fotos digitales y con éstas también se podría grabar. La idea era hacerle contar a Cristian todo lo que hacía con Sofía, como se había iniciado, lo que le pedía y todo otro dato de interés, luego, con eso grabado, tendría una charla con la susodicha. No me bastaba con que se acostara conmigo porque yo le gustaba, tal como podría hacerlo con cualquier otro amante de ocasión, tenía que tenerla agarrada de los ovarios y aspiraba a compartirla con alguna de mis otras chicas o con Cristian, ¿por qué no?
El putito llegó puntual y se prendió a mi boca no bien cerré la puerta, venía con ganas y cuando me prendí a sus nalgas receptivas me preguntó si nos íbamos a la habitación…
- No Cristian, hoy vamos a hacer otra cosa, no estoy muy contento y quiero que me cuentes todo lo que hacés y dejás de hacer con Sofía.
- Yo quería chupártela y que me la metieras en el culito… ¿Estás enojado?, si querés te cuento todo porque no quiero que estés enojado, ¿me prometés que después me vas a coger?
- Después sí, te voy a coger como a vos te gusta, pero primero contame todo con lujo de detalles y no hagas referencia a lo que hacemos nosotros, además, vas a contestar a lo que yo te pregunte, ¿estás de acuerdo?
- Bueno, dale, pregúntame…
¡Cómo para pensar en no cogerlo!… Me entró a contar como se habían dado las cosas y me di cuenta como lo había llevado a que hiciera lo que ella pretendía. Primero fue el descubrimiento del nene cuando besaba a otro tipo que no era el padre, luego le fue bastante fácil pues con el verso de hacerle mimos, curarlo y darle besitos a los golpes que el padre le había dado en alguna ocasión, lo fue llevando al tema de que ella también necesitaba atenciones, todo lo cual después se fue agrandando y ya lo “usaba” cuando tenía ganas, eso casi todas las mañanas en que estaban solos.
Ya había llegado incluso a que le hiciera sexo oral, aunque sólo en el clítoris porque al nene no le gustaba meter su boca en la vagina y, ese mismo día, le había pedido que tratara de introducirle la mano entera. Luego de que terminó de contar mi verga estaba que volaba y después de apagar la cámara me acerqué a Cristian con ella en la mano y, sin dejar que se levantara de la silla, busqué su boca.
Los ojos le brillaron de deseo cuando abrió la boca y engulló el glande y parte del tronco, la metía y la sacaba tratando de mirarme, una de sus manos apretaba la base del miembro y el movimiento fue rápido e inspirado por sus ganas porque, sin dejar de chupar, soltó su “agarre” y con las dos manos trató de sacarse el pantalón, sus piernitas completaron el recorrido y lo dejó a sus pies quedando desnudo de la cintura para abajo. “No traje calzoncillo”, -expresó dejando de mamar y luego siguió con lo suyo.
Se atoraba tratando de tragar lo más que podía y aun con dificultades movía la lengua acariciando el cuerpo que invadía su boca, por momentos absorbía a fin de lograr que le llenara la garganta de leche, pero mi calentura daba para que gritara al sentirme entrar en su cavidad anal. Por eso fue que lo alcé en brazos y lo llevé al sofá, quedó acostado y el solo levantó las piernas para que su agujerito quedara a mi disposición.
Sentir la sintió y emitió un quejido fuerte cuando el glande penetró su esfínter y el ariete entró sin detenerse, los ojos se le llenaron de lágrimas y sus manos apretaron con fuerza mis antebrazos, pero no abrió la boca ni gritó cuando llegué al fondo de sus entrañas. No es que estuviera acostumbrado a recibirme, siempre la sentía, aunque sus ganas de recibir pija estaban por sobre todo y no necesité de mucho para que comenzara a pedir más.
Eso más el pedido de que le apretara las tetitas que esbozó con una voz suave casi como de nenita y que dejaba entrever el deseo me llevó a un ritmo casi violento en mis entradas y salidas, le estaba dando una cogida monumental y resultó que era lo que él quería porque, aun a pesar de mi peso, trataba de moverse acoplándose a mi ritmo y decía que la sentía en la panza, que eso le gustaba. Su pitito temblaba y unas gotas como de orina mojaron su vientre cuando le llené el culito de leche caliente.
“¡Faaa, hoy me diste con todo!, me dolió cuando entraste, pero después me gustó más que nunca, cada día me gusta más tu verga”, -dijo al recuperarse y me miró moviendo sus caderas aún con la barra de carne en su interior. Me ablandé dentro de él y salí despacio diciendo que deberíamos bañarnos y ponernos a hacer algunos ejercicios para la materia. Fuimos al baño, se lavó bien, nos dimos una ducha rápida y regresamos a la mesa de estudios.
Me tuve que poner en serio y con cara de enojado porque quería seguir con los besos y las caricias, pero mi enojo duró poco, manoseos, besos y sobeteos a la verga lograron que volviera a erguirse, entonces le puse una serie de ejercicios escritos en una hoja e hice un trato con él…
- Si hacés los ejercicios, sentado, pero con la pija adentro de tu culito, te voy a proponer algo que nos puede gustar a los dos.
- Dale, yo me animo, pero no te muevas mucho porque me empieza a gustar y no voy a poder terminar los ejercicios, -expresó entusiasmado-.
Tuve que utilizar crema para esto y se ubicó para dejarse caer despacio sobre la verga endurecida, le gustó a él y a mí me encantó porque movía el culito, se quejaba y gemía cuando el ariete avanzaba. Ya sentado sobre mis muslos se puso a hacer las cuentas y como yo no me podía mover para entrar y salir fue él quien se ocupó de mover las nalgas sintiendo como el miembro latía en su interior. Cristian gimió un par de veces y se contrajo, finalmente, terminó las cuentas cuando yo no daba más y lo hice salir para que me la chupara.
Él quería “su” leche y no le importaba si mi verga estaba sucia o tenía crema, la engulló y la tenía por la mitad cuando comenzó a tragar lo que me quedaba en los huevos. Se tomó su tiempo para limpiarme y cuando vio que ya estaba listo me preguntó qué era lo que tenía para proponerle.
- Tengo ganas de cogerme a tu madrastra, ¿te animás a que estemos los tres juntos?
- ¿Con Sofía?, no sé si va a querer coger con vos, ¿no me querés más a mí?, -preguntó con un tinte de tristeza en su mirada e hizo una especie de “puchero” con sus labios-
- Claro que te quiero, sino no te pediría de estar los tres juntos, yo creo que va a querer y a mí me haría feliz porque también me gustan las mujeres, pero si vos no querés está todo bien, no hacemos nada, me quedaré con las ganas.
- Me da cosa que vea que me la metés en el culito, además no me gusta lamerle la “cosa” a ella, pero quiero que vos seas feliz, ¿cómo harías?
- Vos no digas nada, yo voy a buscar la manera, después te aviso, ahora cambiate y dejame que corrija los ejercicios.
Luego de esto y de algunos besos se fue tranquilo, yo estaba seguro que no diría nada. No bien salió de mi casa me puse a ver lo que había grabado con la cámara. Ver la carita de Cristian cuando contaba lo que le hacía hacer Sofía, dando toda una serie de detalles de los “por qué” y los “como” me puso nuevamente a mil por hora. Mi verga quería explotar, pero “paja” no me iba a hacer, preferí apostar nuevamente por la posible aparición de mi mamá y me fui a dormir un rato.
Mi idea había resultado, me desperté sintiendo la humedad de la saliva de mi madre que corría por mis testículos. Abrí los ojos y pude ver su cabellera y el movimiento que le imprimía a su cabeza cuya boca tragaba haciendo que su nariz se apoyara en mi pubis. Acaricié su cabello y gimió por esto, ni siquiera hacía falta que la forzara y, lentamente, se apartó para mirarme con sus ojos llorosos, lo que indicaba lo que le había costado meterse mi verga hasta traspasar su garganta.
“Quiero tu culo”, -le pedí casi exigiendo-… “No podemos Javi, no tenemos tiempo, dame tu leche y esta noche me lo rompés a gusto”, -me contestó volviendo a tragar mi ariete. Lo absorbía haciendo un ruido similar al que surgía de absorber un fideo y entendí la frase que alguna vez había escuchado para solicitar una mamada. “Tirar el fideo” se adaptaba bastante a lo que mi mamá hacía con mi verga y ya me costó aguantar, ella se dio cuenta por las palpitaciones del tronco y lo tragó por completo para recibir la leche caliente.
Me limpió la verga dejándola reluciente y fue a enjuagarse la boca, regresó enseguida y se prendió a mi boca para besarme con pasión, las lenguas se entrelazaron y tomando las nalgas desnudas por debajo de la pollera con mis manos me sentí más que satisfecho pues no era sólo por la descarga de esa mamada espectacular, era también haber logrado salirme con la mía. Primaban sus deseos por sobre los temores y las dudas y eso a mí me beneficiaba sobremanera pues ahora se soltaría más.
“Tendrías que venir una media hora antes, quiero cogerte todos los mediodías”, -expresé acariciando su cara y dándole besos suaves en toda la cara-. Esa demostración de cariño con mimos y besos incluidos la desarmó y me contestó: “Yo también quiero que me cojas a gusto, veré como me arreglo con tu padre, tendré que buscar una buena excusa”, -expresó convencida-.
Arregló un poco su ropa, peinó su cabello con las manos y salió primero que yo diciendo desde la puerta y en voz alta que me apurara, que había que preparar y entregar unos pedidos. Me vestí con la bermuda, me mojé un poco el cabello y salí con rumbo al depósito, ya estaba mi padre allí dirigiendo la carga y el “hola Javi” me sonó a capitulación, mejor así, no sé qué se habrían dicho con mi madre, pero, lo único que me importaba es que no me jodiera con sus imposiciones.
Al regreso del reparto rendí las cuentas en la oficina con mi padre y estaba allí cuando se asomó la empleada diciendo que una señora me buscaba. Salí y me encontré con una mujer vestida con un elegante traje sastre, muy parecida físicamente a Sofía, aunque ésta tenía el cabello más largo y su sonrisa no tenía nada que ver con la dureza de su mirada, se notaba que era una mujer acostumbrada a mandar, no obstante, me miró apreciando lo que tenía enfrente. Me di cuenta de quién era cuando vi al nene que la acompañaba.
Si Cristian me había parecido tímido y acostumbrado a obedecer a sus mayores, este nene, además de tímido me pareció un sumiso total, parecía temblar cuando la madre hablaba y la seguía como un perrito faldero. Se presentó con un fuerte apretón de manos y dijo llamarse Amanda, dijo que venía de parte del padre de Cristian y me presentó al hijo como Ezequiel. “Saludá al profesor”, -le ordenó-.
El nene era rubiecito, de cabello lacio y tenía flequillo, enseguida me hizo recordar a Patolín, físicamente también era similar a ese nene y noté con cierto agrado que bajó la vista, estiró su mano y me dijo: “Buenas tardes señor, yo soy Ezequiel”. Le pedí a la madre que pasáramos a mi casa y allí le expliqué mi situación y el porqué de mis clases a alumnos particulares, además que prefería que los chicos me llamaran Javier.
“Si usted no tiene problema, yo tampoco lo tengo, pero no puede perder el respeto a un superior, espero que se lo haga notar”, -expresó con un tinte de voz castrense-, lógicamente no entraría en discusiones con ella y estuve de acuerdo con lo que decía, ya vería después como me trataba con el hijo. No pude abstraerme de notar que, a pesar de tener la misma edad, era más alto que Cristian y su culito, enfundado en un pantaloncito corto, se notaba más relleno.
De seguido me mostró los trabajos que el hijo realizaba en la escuela y me pidió que le enseñara fracciones y porcentuales, además de las cuentas de dividir, “las tablas de multiplicar las tiene bien aprendidas, pero no sabe aplicarlas para dividir”, -acotó y siguió-, “lo dejo por horas practicando, pero no hay caso, nunca obtiene buenos resultados”. Le pregunté si tenía contacto con otros chicos y me dijo que no, que ella era viuda y trabajaba todo el día, agregando que él solía quedarse solo o en la casa de una vecina.
“No me gusta que se quede en esa casa porque la vecina tiene un hijo de quince años que se la pasa jugando en el Atari y eso no es bueno para la educación de Ezequiel”, acotó con firmeza-. En eso también estuve de acuerdo con ella, luego se refirió al tema de los honorarios y le contesté lo mismo que al padre de Cristian, “no puedo ponerle una tarifa porque no tengo Título que me avale, trataré de enseñarle bien y luego usted verá si es necesaria alguna gratificación”, estuvo de acuerdo y quedamos en que comenzaría con las clases al día siguiente y por dos horas.
- Pobre chico, se nota que lo tiene muy cortito, -expresó mi madre cuando la señora se iba con el nene-
- Es viuda y parece bastante estricta con él, espero que conmigo se comporte igual y que no se me rebele.
- No creo que lo haga, ese chico va a hacer todo lo que digas, está enseñado así, -agregó-
Lo que mi mamá no sabía es que esto me interesaba sobremanera, sin siquiera quererlo Patolín había creado en mí una predilección por los culitos infantiles y me encantaba comprobar que, por una u otra cosa, muchos de ellos se cruzaban solos en mi camino y estaban dispuestos a recibir mi verga en su interior. Claro está que ello conllevaba ya una necesidad de verlos, catarlos, sopesar las posibilidades y, si se podía, provocar en ellos la necesidad de sentir mi verga penetrándolos.
Los culitos de los chicos, las oquedades de las mujeres y la perversión que entendía que no tenía y que me había despertado el proceder de Sofía con Cristian, me llevaba a pensar en una serie de “revolcadas” compartidas que me ponían a mil. Pensando en eso se me ocurrió llamarla a la madrastra de Cristian, aun sabiendo que en el trabajo podría llegar a atenderme el padre, algo que así aconteció.
- ¿Cómo está señor?, buenas tardes le habla Javier, el muchacho que le da clases a Cristian.
- Ah, sí, ¿qué necesita?, ¿algún problema con mi hijo?
- No, en absoluto, cada vez está más despierto y entiende más rápido, sucede que en la mañana me interesaría hablar con usted para saber si podríamos pasar a un tema más avanzado o si usted quiere brindarle algún tipo de aprendizaje más específico.
- Para mí es imposible ir a verlo en horas de la mañana, hagamos una cosa, yo le mando por escrito lo que pretendo y usted lo habla con mi mujer, ella en las mañanas no viene a la oficina y puede ir a verlo.
- Bien, como usted guste, la espero entonces a media mañana, le agradezco la deferencia, ahh, antes de que me olvide, ya estuvo conmigo la señora Amanda y el hijo comenzara mañana con Cristian.
- Ahh… bueno, muy bien, yo le aviso a mi mujer para que hable mañana con usted, -acotó despidiéndose rápido-.
Esa respuesta me dio que pensar respecto a la posible relación que pudieran tener este tipo con la madre de Ezequiel, a todas luces rara, si es que existiera, porque el enclenque no “pegaba ni con cola” al lado de esa mujer, evidentemente, dominante o dominadora, a menos que… Tampoco daba para pensar en eso, por lo pronto, en la mañana tendría que hablar claro con la pervertida, pero, en lo inmediato, ya se avecinaba la hora de cerrar y el culo complaciente de mi mamá, en un rato, me vendría a visitar.
GUILLEOS 1 – Continuará… Se agradecen comentarios y valoraciones.
Yo si estoy xd hasta hice una biblioteca de pestañas con cada saga para leerlas en orden