PATOLÍN Y JUANCITO, (Aunque ya no estén). (9).
Mamá viene a que cumpla con ella y se lleva un extra. Sofía tiene que entrar por la variante y no le disgusta. Ezequiel resulta ser también un “querendón”..
Mamá llegó como a las nueve de la noche, la pollera negra acampanada por sobre las rodillas, las sandalias de taco medio que hacían resaltar sus piernas y la camisa gris la convertían en una mujer elegante y sensual, además de deseable, claro está. Fue ella la que trabó la puerta al entrar, “le dije a tu padre que venía a conversar un rato con vos para calmar los ánimos, pero no está de más trabar la puerta”, -acotó echándome los brazos al cuello-.
El beso profundo, de lenguas inquisidoras y las manos inquietas nos pusieron a tono enseguida, más aún de lo que estábamos y me pidió que por favor le trajera alguna gaseosa fresca, “yo te espero en la habitación”, -dijo yendo para el cuarto-. Imaginé como me esperaría y me saqué la ropa dejando todo en el comedor, mi única “vestimenta” cuando ingresé en el dormitorio era la latita de gaseosa en la mano y la sonrisa de mi madre afloró…
“Adoro cuando te veo con la verga endurecida, es el mejor homenaje que podés hacerme”, -acotó desde la cama-, se mostraba imponente en su semi desnudez pues el sostén negro de media copa y la bombachita cavada, ambas prendas de color negro resaltaban en el blanco de las sábanas. Tomó la gaseosa, le dio un sorbo somero y la dejó en el piso para luego llamarme flexionando su dedo índice, “sacame esta ropa bebé y haceme sentir que sos mi hombre”, -pidió con su voz deformada por el deseo-.
Tardé décimas de segundo en dejar sus tetas al descubierto y me prendí a ellas con fervor e incentivado por sus gemidos. Como había quedado de costado a su cuerpo, una de mis manos pasó por debajo del elástico de su prenda interior y mis dedos se perdieron en su intimidad. Los pezones estaban como a reventar y toda la masa de sus tetas parecía más dura que de costumbre. De inmediato me arrodillé ante ella para proceder a sacarle la bombachita y le bastó con sacar una sola pierna para girarse y ponerse en cuatro.
“No me chupes, ni me hagas nada más, quiero que me claves, por dónde quieras, necesito sentir tu verga en mi interior, vine a que mi macho me coja”, -expresó y no la hice esperar-. El glande encontró muy rápido su gruta anegada y se perdió en su interior de un caderazo y sin hacer escalas, su grito se ahogó con la almohada, pero no esperó, pronto se movió acoplándose a mi ritmo para disfrutarla.
En esa posición, si forzaba las entradas golpeaba mi glande en su útero y lo hice dos o tres veces más después de su primero quejido de dolor, todo porque ella dijo: “dame más, cogeme con fuerza”. Yo también sentí el choque en el glande y aminoré los empellones, me limité a salir de su vagina estrecha y volver a entrar despacio para sentir todas sus rugosidades y, además, para que ella sintiera el paso del tronco que se estaba “comiendo”.
“Como te siento bebé, tu verga es mi gloria en barra, dame, dame, dame con ganas y no te cortes, tomo pastillaaaaaaas”, -alcanzó a decir antes de estallar en un orgasmo monumental. Hacía unos segundos que me había aguantado para no acabar y mis huevos parecieron retrotraerse permitiendo que mi vaivén se intensificara sin que las ganas me vencieran. Me vino bien a mí para gozar de las penetraciones mientras jugaba con mis dedos en su ano y a ella le vino fantástico porque sus orgasmos se sucedieron. Cortos, intensos, llenos de temblores, movimientos y de gemidos ahogados en la almohada mojada con su saliva.
Cuando su orgasmo fue más violento, indubitable y sorpresivo yo tenía los dos pulgares en su ano y había dilatado su esfínter, pero no llegué a cambiar de lugar, también hay que decirlo, tampoco quise en ese momento, quería llenar su vagina con mi simiente y no pude contener el grito de placer cuando estallé instalado en lo profundo de su caliente interior. ¡Por Dios, por Dios!, -decía casi gritando cuando su orgasmo se incentivó con mi leche y sus caderas se enloquecieron.
Tenía mi ingle viscosa y pegajosa producto de sus flujos, pero era lo que menos importaba, quedamos los dos encimados y tratando de recuperarnos. Al rato fue ella la primera en reaccionar y me apretaba la verga morcillona con sus músculos vaginales… “Parece que me hubiera orinado, esta forma de acabar tiene un nombre, había escuchado sobre esto, pero nunca me pasó algo igual, se me fue la vida en ese orgasmo, ningún otro podría darme este placer”, -me dijo ladeando la cara para mirarme-.
- A mí me encanta que puedas disfrutar así, te noto suelta y entregada, hasta putísima conmigo, pero que no se te ocurra pensar en ningún otro, salvo en papá o en alguna otra mujer y allí me prendo yo también.
- ¿Qué decís Javier?, putísima con vos puede ser, pero nunca se me ocurrió pensar en otra mujer, ni tampoco en otro hombre.
- Está bien, aunque a mí no me disgustaría que estemos con otra mujer, con otro hombre ni en pedo, a lo sumo te compraría un consolador y te sentirías llena de todos lados.
- Estás loquísimo, aunque… no sé, que sé yo, hay tantas cosas que no he vivido, imagino que debe ser más placer, ¿no?
- Puede ser, imagino que sí, aunque lo único que me queda claro es que tu conchita y tu culito sólo los puedo prestar a dedos y lenguas de mujer.
- Dale hijo, por favor, mirá las cosas que me decís, aunque… a decir verdad, me dejás pensando, pero, por ahora prefiero no mezclar las cosas, mejor va a ser que me rompas el culito, me lo prometiste hoy a la tarde y me late pidiendo carne en barra, jajaja.
No fue un sí rotundo, pero tampoco hubo una negativa y se notó que pensar en esa posibilidad la había calentado porque salió de debajo de mí, se contorsionó un poco y se adueñó de mi verga con su boca. Sus mamadas eran sublimes y muy pronto tuvo la boca llena de carne mientras mis manos se aventuraban por todo su cuerpo sintiéndolo mío. Se volvió a poner en cuatro y me dijo que me estaba esperando. Ver sus muslos, su culo erguido y expectante, su espalda y sentir en mis manos sus tetas que colgadas me llevó a desear acariciar todo lo que pudiera, recorrí todo lo que pude con mis dedos y palmas, muslos, nalgas, espalda y tetas haciendo que se retorciera del placer y llorisqueara pidiendo que la penetrara.
Yo también lo quería, claro que lo quería, mi verga palpitaba deseosa de recorrer en interior de su culo, pero el sabor también era importante y mi lengua no tardó en convertirse en pala para lamer y en estilete para tratar de perforar el hueco que se abría dilatándose esperanzado. Mi mamá o Silvia o la hembra que se hallaba arrodillada suplicaba pidiendo por la verga que adoraba y no la hice esperar más. No me apuré, el glande hizo diana en el centro de su agujerito que pareció abrirse para permitir el paso y comencé a entrar. No pudo evitar los quejidos, los entremezclaba con gemidos y trataba de retroceder para que entrara más rápido. El ingreso lento a su sedoso interior la desesperaba, “rompelo, entrá con todo, por Dios, así me volvés loca”, -decía con la voz atragantada por una especie de sollozo-. Fingí no escucharla, en ese momento era yo el que la cogía y quien se imponía.
Su estrechez me dolía también a mí y ver como el ariete abría y penetraba su agujerito me desquiciaba, pero, no me quería apurar porque mi placer era morboso al notar su casi desesperación y sus gemidos. Faltaban unos tres o cuatro centímetros para estar por completo dentro de sus tripas y me detuve, “Seguí, ¡Cristo Santo!, seguí”, -expresó levantando la voz- y seguí, pero fue distinto. El caderazo le venció las rodillas y la estampó contra las sábanas, el ariete entró hasta lo indecible y gritó sin contenerse por el dolor repentino, no me detuve y le imprimí a mis movimientos un ritmo que hasta entonces no tenía, movimiento al que tuvo que amoldarse y no le costó demasiado. “¡Virgen santísima!, ¿cómo puede ser que hayas aprendido a coger así, me está matando, seguí Javier, seguí y rompeme toda, destrozame el culo”, -decía vertiendo lágrimas en que se conjugaban el dolor y el placer.
Parecía que se le había escapado un pequeño orgasmo, pero todo su cuerpo dejaba entrever uno mayor e insistí en mis entradas y salidas para que explotara. Lo hizo gimiendo fuerte, aunque ahogando sus gritos en la almohada, pero sus caderas se movían como si estuviera electrizada. “Hijo de tu madre putísima, estoy acabando como una verdadera yegua, dame más bebé, dame más”, -gritaba golpeando sus puños en la cama y temblado como desquiciada cuando yo le llenaba las tripas de leche hirviendo.
Quedamos destruidos los dos, mi cuerpo la aplastaba, pero no quería que me moviese, “por favor, no te muevas, dejame sentir tu piel y peso sobre mi cuerpo, siento mi culito partido en cuatro, pero no la saques, me encanta sentirla”, decía hablando como para sí misma mientras sus contracciones y temblores disminuían-. Había sido más que sexo y los dos lo entendíamos así, pero también se había soltado y entregado como nunca y eso también se hacía sentir en los dos.
- Odio cuando se va achicando, -acotó torciendo la cara y sonriendo-.
- Lindo sería que anduviera todo el día con el pito parado, aunque debo admitir que verte me provoca una semi erección constante.
- Salí adulador, seguro le decís lo mismo a Anabela o a Cynthia, estoy segura que esas pendejas saben lo que es sentirte adentro.
- No te voy a contestar ni sí ni no, pero lo que sí es seguro es que ellas no son “la mujer”, “la hembra”, “la mamá” y “la puta” en una sola persona.
- Todas ellas en una son tuyas y no me pone mal ni celosa que puedan tenerte, aunque, pensando en lo que me dijiste antes, no creo que pudiera acostarme con ellas, son hermosas, pero no puedo arriesgarme a su indiscreción.
- ¿Eso quiere decir que no te disgusta la idea de hacer un trío?, pensé que no te agradaba la idea.
- No sé cómo sería, pero estando vos de por medio y sintiendo como te siento, me animo a cualquier cosa, eso sí, sería sexo sin compromiso, ¡ayyy, por Dios Javi, mirá en lo que me hacés pensar!
- Tenés razón, no pienses en cómo te sentirías que te chuparan la conchita mientras mi verga profundiza en tu culo, seguramente no disfrutarías eso, que se unificaran los orgasmos te daría un asco tremendo, mejor no pensar en eso, ¿no?…
- ¡Ayyy Javi, no seas malo!, me hacés mojar toda, mejor vamos a bañarnos que tengo que volver a casa.
Estaba contenta y excitada cuando bañaba a “su bebé”, pero a pesar de que se esforzó en tragarse toda mi verga mientras se provocaba un orgasmo acariciando su clítoris con sus dedos, no pudo hacerme acabar, no me quedaba nada más para darle. No volvimos a tocar el tema del sexo entre tres, me contó temas de la casa en momentos en que se secaba el cabello con el secador y me encantó ver que se paseaba desnuda sin ningún tipo de pudores, ya no volvería con sus temores o miedos, tenerme a su lado le importaba más que cualquier otra cosa.
Me “desmayé” estirándome cuan largo era sobre las sábanas y dormí hasta que sonó el despertador, me cambié y desayuné con un ánimo genial, fui para el negocio y mi madre resplandecía sentada en su lugar ante la caja registradora. Muchos no lo notan o no lo quieren notar, pero, pendejo o no, me daba cuenta que un hombre o una mujer mimados y bien cogidos cambian sus maneras y gestos en un cien por cien.
Apareció mi hermano para ocuparse de los repartos y no hice alusión al respecto, me limité a ayudar a cargar los pedidos y me ocupé de la reposición de los estantes en las góndolas. A media mañana retornó de entregar las mercaderías a los clientes y provocó la bronca de mi padre porque le pidió la llave para llevarse el automóvil, según él, tenía una reunión de estudios y yo no opiné al respecto cuando se las dio, aun a pesar del enojo que demostró después al conversarlo con mi madre.
Estaba en la cocina tomando unos mates, casi religiosos a esa hora del día y apareció Sofía. Venía muy elegante con su pollera tableada y su camisa con una tonalidad similar a la de la pollera, su cabello corto y sus ojos celestes, unido a las proporcionadas curvas de su cuerpo la hacían ver como una mujer como para “parar el tránsito”. La saludó a mi madre y pidió hablar conmigo, yo justo salía de la cocina y avisé que me iría un rato a mi casa para conversar con la señora. No pude dejar de notar que mi amante filial la observó muy concienzudamente a mi visitante.
- Bueno Javier, vos dirás que era lo que querías decirnos sobre Cristian, -preguntó sentándose en el sofá de mi casa y la noté un tanto altanera-.
- En realidad, sólo quería decirte algo a vos, pero antes contame, ¿cómo estás con tu marido?, ¿tenés un buen pasar?, ¿te interesa seguir en esa tónica y disfrutar de tu libertad?…
- Me parece que sos un impertinente, ¿a qué vienen esas preguntas que hacen a mi vida personal?, ¿quién te crees que sos?, -preguntó poniéndose en una actitud de dureza-.
- No voy a entrar en discusiones con vos, únicamente me gustaría que vieras esta grabación y después decime que podemos hacer al respecto. Yo tengo un par de dudas, pero estoy seguro que vos vas a hacer lo correcto y llegaremos a conclusiones que nos beneficien a los dos.
- Si no tiene que ver con Cristian y sus estudios, me parece que no tenemos más que hablar, -dijo levantándose y mostrando algo de enojo-.
- Es que, si tiene que ver con Cristian, te aconsejo que te sientes, que no te enojes y que te tomes un tiempo para ver la grabación. Me encanta bajarle los humos a quienes se creen superiores y tampoco te gastes en tratar de borrar nada, tengo copias de eso.
De muy mala gana tomó la cámara y se puso a ver la grabación, ya cuando le dije que tenía que ver con Cristian se tensionó y se puso a la defensiva pues cada quien sabe cuándo está actuando como no corresponde con tal o cual persona y alguna vez se le puede haber cruzado por la cabeza que Cristian podría abrir la boca, pero nunca esperó que contara todo con lujo de detalles ante una cámara. Vio casi toda la grabación y su cara se le notó desencajada, sus ojos estaban anegados cuando me devolvió la cámara, sin embargo, trató de mostrarse aplomada y me dijo:
- No creo que nadie crea nada de lo que dice un chico de esa edad. Vaya uno a saber cómo lo convenciste para decir todas esas mentiras.
- ¿Así que nadie le va a creer?, primero te diré que no lo convencí de nada, sólo le pregunté y contó sin darse cuenta que lo filmaba, por otro lado, ¿te imaginás todo lo que puede hacerle decir un Fiscal de un Tribunal de Menores?, ¿a quién crees que le harían caso?, eso sin contar con los detalles que un chico de esa edad no debería conocer…
- ¡Sos una mierda, no podés hacerme esto!, -gritó, aunque enseguida bajó la voz-, ¿qué es lo que querés para borrar eso?
- Borrar nada, olvidate, acá no se va a borrar nada y lo que quiero es que sigas siendo una pervertida, pero con disponibilidad absoluta para mí, pisás en falso y te mando presa, con todo lo que ello conlleva.
- Podías haberme tenido sin necesidad de sacar eso a la luz, -me dijo y ya su mirada veía la posibilidad de tratar de lograr algo a su favor-.
- Sofía, te lo aclaro de entrada para que luego no haya lamentos, no me tomes de estúpido, pisás en falso o querés joderme y no tendré piedad. Te quiero disponible en un cien por ciento acorde a lo que yo decida, no me basta con cogerte, ya me di cuenta que cualquiera puede hacerlo a poco que lo intente.
- ¿Me querés esclavizar?
- Algo así, sin dudas que sos una puta pervertida y ahora serás una esclava, aunque, no temas, lo mío no son los castigos físicos, pero guay de que te resistas a algo que te pida, soy más pervertido que vos y el culito de Cristian no me es indiferente.
- ¿Te querés coger a mi hijo, bueno, al hijo de mi marido?
- Sí, pero primero te lo vas a tener que coger vos y para eso vas a comprar uno de esos consoladores que se atan a la cintura, yo no puedo porque aún soy menor de edad y tratá de que sea un poco más chico que esta pija que quiero que mames ahora.
Las neuronas le caminaban a mil por hora, sus gestos lo denunciaban, pero sabía bien que no podría negarse y debía acceder sí o sí a lo que yo le planteaba, además, hubo otra cosa que jugó a mi favor, pues cuando vio mi pija frente a sus ojos, éstos le brillaron de satisfacción y no se tardó para tomarla en la mano y decirme que no esperaba encontrarse con esa sorpresa. Me di cuenta enseguida que mi madre superaba su mamada y el placer que me dispensaba, sólo por el sentimiento que yo tenía por ella.
“Necesito que me cojas”, -me dijo después de sacarse mi verga de la garganta-. Le contesté que en ese momento no se podía porque la escasez de tiempo no lo permitía, entonces se abocó de pleno a tragarse la verga entrando y saliendo con movimientos que ella misma llevaba a cabo. Se quedaba con la nariz pegada a mi pubis, parecía hacerse gárgaras con la verga en el interior de su boca y me costaba aguantar, aunque eso tampoco era lo que quería, ya había pasado demasiado tiempo y le llené la garganta. No desperdició nada y me la dejó limpita sin necesidad de pedírselo…
- ¿Cómo vas a hacer desde ahora en más?
- Te llamo cuando tengo ganas o me hago una escapada a tu casa en las mañanas, eso sí, que no se te ocurra decirle nada a Cristian porque me voy a enterar y eso me va a molestar.
- Está bien, no le digo nada, pero ¿puedo seguir como hasta ahora con él?, me quedé caliente y con ganas de sentir tu verga.
Le contesté que sí y me pidió de pasar al baño para arreglarse un poco. “Estoy dispuesta a lo que digas y creo que lo vamos a pasar muy bien”, -expresó cuando me saludó al irse. La saludó a mi madre al salir y ésta me miró con un brillo de picardía en sus ojos, ¿qué pasa?, -le pregunté-… “No, nada, no pasa nada, sólo se me ocurrió que esa mujer sería muy discreta”, -acotó- con eso me dio la pauta de que le había gustado y, lógicamente, me hice la película.
Me quedaba seguir en la tarde con los nenes, pero como entendía que con estos no pasaría nada, mandé a pedir una suculenta carne asada en el restaurant, me la trajeron con un delívery y me di cuenta que no estaba comiendo bien porque la devoré con ganas, tampoco le hice ascos a la ensalada de papas y huevo. Era evidente que tendría que cuidarme más, la juventud estaba bien, aunque el gasto de energías sin reposición me terminaría afectando.
El primero que llegó fue Cristian y después de saludarlo con las ganas de siempre, le tuve que decir que hoy no haríamos nada porque vendría un compañerito nuevo. “Bueno, pero después me quedo un rato más y me la ponés un ratito”, -acotó mirándome con cara de deseo-. Le dije que luego veríamos y lo solté porque llamaban nuevamente a la puerta, allí estaba Ezequiel con sus cuadernos y su shorcito ajustado, Amanda, su madre, estaba impactante, pero no abandonaba su mirada de dureza.
Los saludé a ambos y los hice pasar notando que a Cristian no le gustó la mujer. Ella le dio las recomendaciones al nene y le recalcó: “No vaya a ser cosas que Javier me diga que te portaste mal o no le hiciste caso en algo porque ya sabés lo que puede pasar”. Pensé que el nene se derretía y le aseguró a la madre que se portaría bien, luego me dijo que lo pasaría a retirar una empleada que él conocía. Los presenté al quedarnos los tres solos, le di unos ejercicios a Cristian y me puse a ver lo que Ezequiel tenía en sus cuadernos.
Me miraba con temor y le acaricié la cara diciéndole que yo no le iba a gritar. No me contestó nada, pero recostó su cara en la palma de mi mano aceptando la caricia como si fuera un cachorrito que quiere recibir más. Cristian se había separado un poco y yo me senté al lado del nuevo alumno para explicarle lo que quería que hiciera, él no hablaba o lo hacía en voz muy baja y cuando quería decirme algo, lo primero que hacía es llamar mi atención apretando mi muslo en su parte interior o se apoyaba con su cara en mi antebrazo.
Le puse unas cuentas de dividir por dos cifras y las resolvió enseguida, le costó un poco más con las de tres cifras, pero terminó resolviéndolas bien y eso me extraño porque la madre me había dicho que no sabía resolver las cuentas de dividir. Le pregunté porque hacía mal las cuentas, según lo que me había dicho la madre y conmigo las resolvía bien.
- Porque yo hacía los deberes con mi vecino y él quería que me sentara encima y se movía y me tocaba, eso me gustaba, pero me hacía equivocar.
- ¿Y nunca le contaste a tu mamá porque te hacía equivocar?
- No, eso era un secreto que teníamos con él, sólo le conté que él se la pasaba jugando en el Atari.
- Entonces, ¿por qué me contás ahora a mí?
- Porque mi mamá me dijo que te respondiera todo lo que me preguntaras, pero no le cuentes porque se enoja y me castiga.
¡Otro más!, parecía que me los mandaba la providencia y me agarré una calentura padre imaginando todo lo que pudiera haber aprendido con el vecino quinceañero. Lo dejé con una serie de cuentas y me levanté para ir a sentarme del otro lado de la mesa, al lado de Cristian y le hablé en voz baja…
- Bebé, tengo ganas de meterte la verga, pero tiene que ser rápido, cuando yo te diga me acompañás a mi cuarto, ¿querés?…
- Sí Javi, quiero, pero esa señora que vino es mala, yo vi cuando le tiraba del pelo a mi papá y lo hacía arrodillar. Después cuando le pregunté a mi papá no me dejó ir más a la oficina y me prohibió que le contara a Sofía.
- No sé si es mala, a mí no me va a tirar del pelo, debe haber sido una discusión de adultos que tuvieron, -le dije y me quedó claro que el padre de Cristian era un sumiso de Amanda y después trataba de ejercer lo mismo con el hijo-.
Regresé dónde Ezequiel pensando que todo era un puterío generalizado, pero yo tendría que sacar provecho de eso. Éste llevaba bien sus trabajos y se la compliqué un poco con otros ejercicios de porcentuales pues sabía que unos quince minutos me alcanzarían para darle por el culito a Cristian. “Te felicito Eze, seguí así y le voy a hablar muy bien a tu mamá”, -le dije acariciándolo en el cuello-. La reacción fue inmediata, junto con el “gracias Javier” torció la cara esperando más contacto.
Toda la imaginación morbosa se me acumulaba en la verga y luego de decirle que me iría al otro cuarto a buscar algo con Cristian, le pedí que terminara sus ejercicios y que no se moviera de ese lugar. Asintió y le pedí a Cristian que me acompañara. Salió solícito para mi habitación y no bien entró, esperó que cerrara la puerta y se me prendió con unos besos, tipo desesperados, “tengo muchas ganas, pensé que hoy no me la meterías”, -expresó bajándose el shorcito junto con el calzoncillo.
Tardó un pestañeo en colocarse en el borde de la cama dejando su culito a disposición y se abrió las nalgas con las dos manos. Tuve que usar crema y le puse un poco con los dedos, pero la mayor parte la puse en mi verga que pronto estuvo dispuesta a la penetración. Se quejaba y resoplaba, pero movía sus caderas cuando comencé a entrar y pronto estuve instalado en lo profundo de ese culito ya acostumbrado a recibir.
La sacaba en su totalidad y la volvía a embocar, Cristian aguantaba mordiendo el cubrecama, aunque acoplándose a mi ritmo y después de sus contracciones que ya había aprendido a identificar, me vacié en sus tripas, “cogeme más, cogeme más, me gusta cuando me echás la leche”, -decía moviéndose y seguí hasta que comencé a perder la erección-. Fue un “rapidito” reconfortante y como el baño era interno se fue rápido a desalojar sus tripas, al volver me contó.
- Hoy Sofía me hizo chuparla y después me metió dos dedos en el culito, grité bastante diciendo que me dolía cuando lo hizo con uno y después me puso crema y siguió con dos, yo hacía que me dolía mucho, pero al final tuve las cosquillas en mi pito, ¿hice mal?
- No, hiciste bien, ella tiene que pensar que nunca tuviste nada allí adentro.
- También me dijo que quería cogerme como si fuera un hombre, ¿puede hacer eso?
- Si puede porque hay un aparato con forma de verga, pero es de plástico y ella se lo puede poner con correas. Si se aparece con eso dejá que te coja, te va a gustar y tenés que decir que te duele mucho, después te cojo yo, ¿querés?
- Bueno, yo la dejo, pero vos tenés que meterme la tuya. ¿Qué vas a hacer con ese nene?
- Ya veremos, ¿te gustaría hacerle mimos y que te chupe el pitito?
- Sí, genial, ¿lo vamos a hacer ahora?
- No, ahora no, pero vos tenés que hablar con él y preguntarle si me vio el bulto o si le gusta que lo acaricien o darle besos, sólo en las mejillas, tenés que convencerlo sin decirle lo que hacemos. Tomá, lleva estos cuadernos y ponete a hablar con él, yo enseguida voy.
Fui a lavarme y cuando salí Cristian estaba abrazado a Ezequiel, lo tenía casi mejilla con mejilla y le explicaba algunos ejercicios. No me hubiese molestado en “embocarlo” de nuevo, pero me tuve que aguantar. Miré un rato los ejercicios y les dije que haríamos un recreo con helados para cada uno. La alegría de Ezequiel fue desbordante cuando supo que se podría comer un helado y fui al negocio a buscar una cassatta para cada uno.
- Vamos a comerlo sentados en las piernas de Javier, -dijo Cristian y me sorprendí con esa salida, pero no me disgustó…
- Bueno, pero que nadie cuente del helado ni de las sentadas en las piernas, -acoté y lo aceptaron besándose los dedos cruzados-.
- Mi mamá nunca me compra helados, -dijo Ezequiel-.
- Con más razón para no contar nada, todo lo que pase acá en mi casa será un secreto a guardar hasta morir.
Los dos se movían contentos y mientras comían yo les acariciaba los cuellos, además, como quien no quiere la cosa comencé a bajar la mano por el costado de Ezequiel que se movía inquieto, pero no hacía ningún ademán de rechazo, al llegar a su nalga o por lo menos al poco de nalga que sobresalía de mi pierna, se movió para acomodarse como aceptando la caricia y me pareció escuchar que se le escapaba un suspiro por esto.
De todos modos, pensaba llevarlo con mucho tacto y ganarme su confianza, pensaba que si me pasaba de rosca con mi calentura o con mi morbo exacerbado siempre estaba la boca o el culito de Cristian para sacarme del apuro. Después del helado le pregunté que querían hacer pues aún nos sobraban quince minutos de descanso, pero opté por dejarlos solos, sentados en el sofá y mirando el televisor, yo me fui a mi habitación y les dije que regresaba en un rato.
Puse el despertador para que sonara en quince minutos y me tiré un rato en la cama, no se me ocurría que podía decirle a Ezequiel para que me contara y esperé a que Cristian le pudiera hacer decir algo que luego me permitiera aprovechar. No llegué a dormirme y me levanté antes de que sonara el reloj, estaba por entrar al comedor y escuché: “Bueno, dale, ahora te toca a vos”, era la voz de Cristian y no sabía de qué se trataba y, por morbo nomás, opté por asomarme despacio para ver los juegos de los dos nenes.
Me faltó poco para caerme de culo, Cristian estaba recostado en el sofá y Ezequiel, por encima de él, estaba prendido a sus labios dándole un beso que, seguramente, era de lengua. “Hola chicos, ¿están dándose besos de novios?, -les pregunté como si fuera de lo más normal-. Ezequiel pegó un salto y se paró, las lágrimas se le caían cuando me decía: “Por favor Javier, por favor, no le cuentes a mi mamá, creíamos que estabas dormido”. “Yo le pedí que me enseñara”, -alegó Cristian poniendo cara de circunstancia y se arreglaba la ropa.
- A ver, díganme la verdad, ¿ya sabían o estaban aprendiendo entre ustedes?
- Él me estaba enseñando porque aprendió con un novio que es el vecino, -dijo el pillo de Cristian poniendo cara de “yo no fui”.
- Contame bien cómo es eso Ezequiel, ¿tu mamá sabe algo de esto?
- No, Javier, por favor, no le cuentes, mi mamá no sabe nada y se enoja mucho hasta si me toco el pitito, -estaba asustadísimo y sorbía sus mocos aguantando para no llorar-.
- Si no querés que tu mamá se entere nos vas a tener que contar todo lo que hacías con tu vecino, eso sí, sin ocultar nada, si hay cosas que no me decís le cuento todo a tu madre y ya me imagino lo que te va a hacer.
- Sí, sí Javier, yo te cuento todo y a Cristian también porque aprendió rápido a besarme.
- Ya lo creo que habrá aprendido Cristian es muy inteligente, -le dije mirando a Cristian al que le brillaban los ojos-.
- Yo iba a la casa de él porque mi mamá le había pedido a la madre de Miguel que me cuidara. Al llegar me ponía a hacer los deberes estando parado porque la mesa era muy alta para mí. Al rato me quedaba solo porque la madre se iba a trabajar a la verdulería de enfrente y Miguel se iba a jugar a su cuarto. A los dos días Miguel me dijo que era mejor que me sentara encima de él para poder estar más cómodo.
- ¿Te sentabas arriba del pito de él?, -preguntó Cristian haciéndose el tonto, aunque yo sabía que él había aprobado todas las materias en ese tema-.
- Sí, pero primero no sabía qué era eso duro que tenía debajo de mi culito y él me hacía cosquillas para que me moviera y me apretaba acá, en las tetitas, a mí me gustaba eso y como se lo dije me empezó a dar besos en el cuello y me gustó más.
- ¿A vos también se te ponía duro el pitito?, -insistía Cristian-.
- Sí, a mí también me pasaba eso, él me lo tocaba y a cada rato me decía que no tenía que decir nada de lo que hacíamos. Yo se lo prometí y cuando le dije que siguiera tocándome me dijo que lo haría si yo lo tocaba a él y entonces se bajó el short y me mostró su pito duro.
- ¿Y los besos?, ¿cuándo empezaron a darse besos de novios?, -preguntó Cristian totalmente excitado-.
Yo me encontraba literalmente en las nubes, ellos dos estaban en el sofá y yo me había sentado en una mesita ratona frente a ambos. Mi verga parecía querer explotar por debajo de la bermuda, pero no quería apurar el trámite y lo dejaba a Cristian que preguntara y llevara adelante la indagatoria. Era excitante ver a uno que contaba y bajaba los ojos y trataba con temor de no pasar nada por alto y al otro que quería saber tratando de no dar a entender que, sobre lo que preguntaba, tenía todas las respuestas.
- Ahí fue, me hizo parar delante de él, él se quedó sentado con las piernas abiertas y me hizo agarrar su pito con las dos manos, me pidió que las moviera mientras me daba besos de novio, me dio un montón así y me chupaba la lengua hasta que gimió, tembló un poco y me llenó las manos de un líquido blanco y caliente que dijo que era leche.
- Ya sé, después te hizo chupar toda esa leche, -arriesgó Cristian-.
- No, salió corriendo al baño y me dijo que me lavara en la pileta de la cocina. La leche me la hizo tragar como a los cuatro días cuando me lo metió en la boca y me hizo ahogar. A él le gustaba besarme y que yo lo tocara, ahh y también le gustaba meterme un dedo en el culito.
- ¿Y el pito?, ¿no te metió el pito en el culito?
- Una vez me metió la cabeza y un poco más, pero me dolió mucho y yo me puse a llorar y a gritar, por eso no lo hizo más y se conformaba con el dedo, además tenía mucho miedo de que viniera la mamá.
- ¿No hiciste nada más?, -le pregunté mirándolo con dureza-.
- Lo chupé un par de veces, pero enseguida me llenaba la boca con la leche medio agria y se retorcía todo. Por todo esto o no hacía o los ejercicios me salían mal y mi mamá se empezó a enojar diciéndome que no iría más a lo de la vecina.
- Bueno, pero a vos te gustaba que te metiera el dedo y chuparlo, ¿o no?, -acotó Cristian-.
- Sí, me gustaba mucho, pero no pudimos ser más novios porque mi mamá no quiso que fuera más a esa casa, -expresó con cierta cara de tristeza y yo no aguantaba más-.
- Bueno, sabiendo esto ahora vas a hacer lo que te diga. Sáquense los shorcitos, Cristian vos quedate sentado, Ezequiel, ponete de costado, mete ahí la cabeza y chupale el pito a Cristian, él te va a meter los dedos en el culito, pero todavía no empiecen, voy a traer algo para que no te duela.
Se desnudaron enseguida y fui a buscar la crema para que Cristian se pusiera en los dedos y la cámara porque eso no me lo quería perder. Cristian estaba expectante por la mamada que iba a recibir y Ezequiel movía su culito blanquito pues se había estirado de costado y acariciaba el pitito endurecido del nene mayor. Le ordené que no moviera su cabeza hasta que yo se lo dijera y le dije que comenzara a chuparlo.
Cristian incursionaba con los dedos en ese culito de nalgas mullidas, Ezequiel se afanaba chupando un nuevo pitito y yo, con la cámara en una mano y la verga en la otra, enfilé el glande a la boca de Cristian que me recibió gustoso y con los ojos encendidos. Cogí con ganas esa boca que me recibía hasta el fondo de la garganta, pero no aguanté mucho y acabé como un burro sosteniendo su cabeza con una mano.
Cristian tragó todo y noté que sostenía la cabeza de Ezequiel para que no levantara la vista, fue todo muy rápido, me limpió y me la guardé para seguir grabando, aunque ya me coloqué mejor para eso y obtuve buenos primeros planos de la boca de Ezequiel y de los dedos de Cristian entrando en ese culito gordito y predispuesto. Los gemidos de uno y de otro me alimentaban el morbo hasta que les dije que ya era suficiente al notar que Cristian tenía la mirada medio extraviada, el nene había gozado lo suyo.
“El culito no me dolió por la crema, ¿querés que ahora te la chupe a vos”, -preguntó Ezequiel y se notaba que también estaba excitado-. Le dije que no, que eso lo haríamos la próxima vez, pero que yo le iba a enseñar a chuparla bien y a coger.
- Pero, pero, vos sos más grande que Miguel y la debés tener más grande, eso me va a doler mucho.
- Algo te va a doler, pero vos no vas a abrir la boca y te terminará gustando, es eso o que se entere tu madre lo que hacías con Miguel, vos decidís.
- No, por favor, no le cuentes, yo voy a dejar que me lo metas en el culito y no voy a quejarme, -dijo dejando notar el miedo que le tenía a la madre-.
- No le digas pito, se llama pija o verga, -le aclaró Cristian sin darle otras explicaciones-.
Luego de que se lavaron los puse a hacer otros ejercicios hasta que apareció una señora que venía a buscarlo a Ezequiel y aproveché para decirle a Cristian que también podía irse, no sin antes decirle a la señora que Ezequiel había demostrado ser muy aplicado y se había portado muy bien. Todos se fueron contentos y me fui a dar un baño rogando para que no apareciera mi mamá más temprano que de costumbre, estaba mental y físicamente agotado.
GUILLEOS1 – Continuará… Se agradecen comentarios y valoraciones.
Excelente, nuevamente! Menudo harén se está formando…
Esperando ya el próximo capítulo y nuevas aventuras.
Maravillosos putitos👍