Pequeño Botín de Guerra
3 Marines Americanos se encuentran con un pequeño y delicioso botín….
—Provincia de Kunar, Afganistán (2005)
Como parte de la Operación ‘Balleneros’, varios escuadrones del Cuerpo de Marines de los Estados Unidos fueron enviados tras la desastrosa Operación ‘Alas Rojas’; que al igual que ésta, fue una maniobra militar efectuada con el objetivo de interrumpir los esfuerzos de los Talibanes locales dirigidos por Ahmad Shah, con la esperanza de traer estabilidad a la región y facilitar las elecciones al parlamento afgano. De entre toda la fuerza militar desplegada, una unidad especializada adquirió mucha relevancia; conformada únicamente por tres marines:
»Logan (37 años), nombre clave ‘Bravo’. Especialista en explosivos. Físicamente es bastante alto e intimidante; muy musculoso, casi parece fisicoculturista. Tiene la piel bronceada cubierta de numerosos y elaborados tatuajes en tinta negra, asomándose fuera de su uniforme en sus macizos bíceps y ancho cuello. Lleva la cabeza perfectamente afeitada, en contraste con su espesa barba marrón de tonos cobrizos y gran largo, unos ocho centímetros pasándole el mentón. Y él difícilmente se quita sus gafas oscuras, revelando sus llamativos ojos claros.
»Flint (31 años), nombre clave ‘Hunter’. Explorador de avanzada y francotirador. Es de altura media; delgado, pero con definición en sus brazos y abdomen de lavadero. Su piel es blanca, tornándose rojiza en la cara y en medio del torso, como buen redneck que es. Lleva el cabello rubio corto y usa el candado, cuyos vellitos son varios tonos más oscuros, al igual que los pelos de su pecho y los de la ingle que suben hasta su ombligo. Su cara es alargada y tiene los ojos azules. Y por su origen campesino, se la pasa masticando y escupiendo tabaco.
»Ángel (25 años), nombre clave ‘Tenoch’. Encargado de municiones y apoyo. Es algo bajo de estatura; pero de complexión sólida y musculatura compacta. Su tez es trigueña clara y algo lampiño del cuerpo; con el cabello negro azabache en corte militar y el rostro afeitado, aunque la sombra gris de su mentón y bigote son siempre muy visibles. Tienes rasgos varoniles y junto a sus ojos color miel lo hacen muy atractivo. Y él siempre lleva consigo una cadena de oro con una medallita, colgándole en medio de sus definidos pectorales.
Estos tres soldados se encargaron ellos solos de eliminar varias bases enemigas clandestinas, trabajando con una coordinación sorprendente y empleando tácticas de fuego a distancia y explosivos colocados estratégicamente para mermar la guerrilla talibana, sin afectar a los civiles. Por lo que una de esas calurosas tardes, en la que ya habían cumplido con su objetivo, se unieron a otra unidad para ofrecerles apoyo y evacuar un área poblada. Ahí Tenoch notó que los marines del otro grupo sacaron de una vieja vivienda a varios hombres y muchos menores de edad, percatándose de que todos éstos eran varones y no parecía haber ninguna mujer dentro, cosa que le resultó bastante inusual.
– Es una casa de «Bacha-bazi». —Dijo Bravo al ver el rostro de su compañero más joven.
– ¿El qué? ¿De qué hablas, Logan? —Le respondió aún confundido; pues él era el más novato de su equipo y no estaba todavía tan familiarizado con la región, a diferencia de los otros dos que tenían más experiencia en la Guerra de Afganistán.
– Significa “jugar con niños”. —Le aclaró Hunter parándose a su lado- Es la jerga local que se usa para la esclavitud y prostitución infantil.
– ¡¿Hablas en serio?! —Preguntó Tenoch, viendo que todos eran pubertos y niños pequeños.
– Lo que dice Flint es cierto. Es de lo más normal por aquí.
– Sí, es muy común que los niños sean vendidos a hombres ricos para… —Continuó explicando Hunter- Ya sabes, para entretenimiento y placer adulto. Es como un símbolo de estatus y poder el que un hombre sodomice pequeños.
El escuchar eso lo dejó perplejo; aunque la verdad es que no tuvo oportunidad para pensar mucho en ello, ya que pronto terminaron y se desplazaron a otra locación.
Y llegó la noche, el tiempo favorito de Tenoch, pues la temperatura descendía refrescándolo todo y con ello él dejaba de sentirse sudado y apestoso como estaban siempre; además de que la vista de ese cielo nocturno lleno de centenares de estrellas era un espectáculo que valía la pena presenciar. Él estaba recostado en el árido suelo y sobre unas rocas, en lo que sacó de uno de sus múltiples bolsillos la fotografía de su novia que llevaba siempre consigo. Como él estaba solo en ese momento, no se resistió y se desabrochó su pantalón de camuflaje militar, para luego meter la mano por debajo de su ajustado bóxer, mientras con la otra seguía sosteniendo la foto. Tenoch tenía varias semanas sin calmar su constante calentura masculina, que el sólo sentir el roce de sus ásperos y tupidos pelos púbicos lo excitó, que pronto sujetó su macizo miembro ya muy duro y firme, y se lo comenzó a pajear por fuera del uniforme.
– Yo que tú guardo esa arma; si no quieres que te vuelen los sesos en lo que te estás corriendo.
Era la voz de Hunter, que ahora se encontraba de pie frente a él, entonces éste le sonrió en señal de camaradería y de ahí escupió a un costado.
– ¡Oh…lo siento! —Dijo Tenoch a la vez que guardaba con cierta dificultad su sólida hombría.
– ¡Nah…! Descuida, nos pasa a todos. Lo más difícil de todo esto es estar sin poder coger.
Y terminando de decirle eso, su compañero lo relevó y él pudo regresar al refugio provisional que habían montado cerca de ahí, para así tratar de descansar por un par de horas.
A la mañana siguiente ellos tres estaban en una nueva misión. Bravo tenía que colocar una serie de explosivos en un puente, con el objetivo de cortar el paso de provisiones de la guerrilla talibana; mientras a distancia Hunter lo cubría con su mira infalible, y eso dejaba a Tenoch con la tarea de explorar la aldea que habían evacuado el día anterior. Toda la zona estaba desierta, sólo se miraba pasar de aquí para allá a algún perro callejero entre las viviendas abandonadas y las pilas de escombros. Pero en eso él vio algo que lo sorprendió, al punto que su primer instinto fue apuntar su arma a lo que se le había aparecido por delante.
Se trataba de un niño. Este por supuesto empezó a llorar por el temor de ser apuntado por ese soldado americano. Tenoch de inmediato bajó su arma y quitándose el caso se acercó lentamente, haciéndole señas de que no le haría daño. El pequeño; que por su corta estatura, alrededor de 90cm, tendría que tener unos 3 o 4 añitos; aún sollozaba, pero no se movió a pesar de que el marine ya estaba hincado frente a él. Entonces Tenoch abrió su mochila y sacó una barra energética, le quitó el envoltorio y despacio se la ofreció. El niñito afgano la tomó y la devoró muy rápido, dejando en claro que el pobrecillo estaba hambriento.
Ya con el pequeñín más tranquilo, el soldado le ofreció agua de su cantimplora y luego otra barra de granola, aprovechando para tratar de comunicarse con él. El problema estaba en que Tenoch no hablaba el idioma, a penas algunas palabras; logrando preguntarle de donde había venido, pues ellos supuestamente habían evacuado a todos. Por suerte el niño entendió la palabra «kor», que significa “casa”; así que éste guió al marine de la mano.
La vivienda a la que llegaron, como casi todo el resto, estaba deteriorada y con escombros por todos lados; pero aun así Tenoch notó que antes debió de verse muy bien, pues los arcos de las puertas tenían motivos elaborados y algunas paredes tenían paisajes pintados; además habían muchos muebles, cojines y alfombras, que ahora estaban cubiertos de polvo, pero antes debieron darle al lugar un aspecto muy opulento. Y en ese momento el soldado recibió una comunicación de sus compañeros, por lo que él les indicó donde estaba para que lo asistieran; ya que él no tenía suficiente experiencia para saber qué hacer en esa situación.
Los otros dos soldados arribaron bastante rápido, diciendo que la misión había sido un éxito, quitándose luego los cascos y mochilas, y dejándolos junto con sus armas en la entrada; ahora agradecidos por estar bajo un techo y a la fresca sombra.
– ¿Y qué fue lo que encontraste? —Preguntó el barbón de Bravo a su compañero más novato al momento en que éste los recibía.
– Esto… —Respondió Tenoch y se apartó, dejando ver que detrás de él estaba el pequeño; quien al ver al par de marines se asustó y se escondió abrazando la pierna de Tenoch.
– ¡¿Y ese niño de dónde salió?! —Se sorprendió Hunter.
– No lo sé. Simplemente lo encontré en medio de la calle en una de mis rondas. Creo que se escondió durante la redada y quedó solo.
Bravo en silencio tomó una silla que estaba tirada en el suelo y se sentó en ella, para después desabrochándose un poco la camisa de su uniforme y limpiarse el sudor de su fornido pecho.
– Pobrecillo… —Dijo Hunter arrodillándose para estar a la altura del pequeñín y extendiendo una de sus manos lo alentó para que éste se le acercara; en lo que Bravo no apartaba la mirada del niñito a través de sus gafas oscuras.
Hunter sabía un poco más de pastún, que es lo que habla la mayoría de los afganos, por lo que le pudo preguntar su nombre y comunicarle a ‘Amín’ que ellos tres lo iban a ayudar.
Amín era un chiquillo muy bonito; su piel es morena clara, algo sonrosada en las mejillas como un duraznito. Tiene el cabello negro en perfectas ondas y unos impresionantes ojitos brillantes, cafés claros con matices verdes; los cuales se acentúan por sus marcadas y largas pestañitas, como si estuvieran delineadas. Su carita es redondeada, con la nariz chatita y una boquita de labios carnosos en forma de corazoncito. Y éste se hallaba descalzo, usando un pantaloncito oscuro y una camisa tipo túnica de manta blanca con bordados en rojo-vino.
Entonces el soldado rubio se puso en pie y escupió a un costado, para luego cargar al niño afgano y sentárselo en uno de sus muslos en otra silla a la par de Bravo. El pequeño Amín los observaba curioso, seguramente por sus aspectos tan diferentes a los hombres que él estaba acostumbrado a ver. Ahí Hunter le sonrió, logrando que el niñito le devolviera una dulce sonrisa, y le entregó la barra de granola que llevaba consigo. El lindo chiquillo la devoró, pues probablemente llevaba muchas horas sin comer.
– ¡Vaya nene, sí que tienes hambre! —Comentó Hunter acariciándole la tersa mejilla y luego dirigiéndose a sus compañeros- ¿Tienen más para darle?
– Las mías ya se las comió todas. —Respondió Tenoch todavía de pie frente a los otros dos.
– Yo no tengo; pero creo que le puedo dar algo igualmente nutritivo… —Y Bravo se estrujó la entrepierna, marcando un bulto impresionante grueso.
– Excelente idea, Logan. —Le dijo el marine que tenía sentado a la par y ahora hablando en pastún le preguntó a Amín- ¿Quieres que te demos de comer algo muy rico?
Amín movió su cabecita de arriba abajo, asintiendo, al mismo tiempo que el marine de barba y lentes se desabrochaba su pantalón camuflado y sacaba su carnosa verga flácida.
– Para que puedas tomar lechita rica, tienes que chupar ese pedazote de carne. —Le indicó Hunter al inocente chiquillo en su idioma.
– ¡¿Oigan?! ¡¿Qué están haciendo?! —Intervino Tenoch bastante desconcertado con lo que veía.
Bravo tomó la pequeña manito del infante y la colocó sobre su recia verga. Amín volvió a sonreír y comenzó a acariciar ese miembro masculino. Por supuesto eso despertó la calentura del dueño de esa verga; incluso Hunter, a su lado, estaba empezando a tener una erección bajo su uniforme, viendo como la virilidad de su compañero crecía y se endurecía entre los deditos del dulce niño afgano; quien ahora usaba sus dos manitos, moviéndolas de arriba abajo por todo esa arma fálica que ya había alcanzado sus 19cm de largo por 7cm de diámetro.
– ¡Hey, oigan! ¡Deténganse! ¡¿Qué creen que están haciendo?! —Protestó Tenoch, sintiéndose indignado al ver a esos marines aprovechándose del indefenso y pobre chiquillo.
– Tranquilo Ángel, no ves que al nenito le gusta. —Habló Hunter, notado como Amín parecía fascinado con la verga de Bravo; ya que éste la tenía tatuada con un motivo tribal que partía de su gruesa base, subiendo por todo el venoso tronco, hasta llegar a su gran glande colorado.
– Sí, relájate novato. —Le dijo el pelón y barbón de lentes en tono severo, como demostrando su autoridad militar e incluso superioridad masculina- Estos nenitos están acostumbrados a darle placer a los machos y yo ya estoy harto de sólo hacerme la paja en este maldito país.
Y en eso una espesa gota de líquido seminal salió por su uretra, escurriendo tanto que mojó las manitos del infante afgano; mismo que continuaba sonriendo masturbando al soldado.
– Ves nene, ya comenzó a salir dulcito. —Le habló Hunter al niño en su lengua- Saca la lengüita y lámela toda. Chúpala bien y tendrás rica lechita…
Y así como le indicaron, Amín abrió la boquita y sacó su lengua para lamer todo el jugo fálico que seguía drenando del ojete de Bravo. Cuando el pequeñín le dio el primer lengüetazo y la probó, le gustó, pues su carita estaba contenta y continuó pasándole la lengüita, juntando todos esos viscosos líquidos trasparentes, para luego chuparle el gran glande; mismo que llenaba por completo su boquita infantil. Pero el marine estaba demasiado excitado, por lo que puso su pesada mano sobre la cabecita del niño y lo empujó para que este engullera más verga.
Hunter también había llegado a su límite, que se quitó la camisa de su uniforme y después liberó de su pantalón camuflado su largo miembro, ya empalmado al extremo, pajeándose viendo como a la par su musculoso compañero hacía que el chiquillo se atorara mamando. Y eso fue demasiado para Tenoch, que insultando indignado dijo que él no formaría parte de esa atrocidad e impotente se marchó de ahí, dejando a los otros dos soldados desnudándose.
El delgado y definido marine ya estaba totalmente desnudo, con su erección a tope. Su verga era más larga que la de su amigo, 21cm, pero a diferencia del otro era algo más fina, 5cm de espesor, curva hacia abajo por la gravedad y también con el glande circuncidado y sonrosado. Sus huevos colgaban bastantes y estaban cubiertos por una mata de pelo rubio igual que los de su tupido pubis. Entonces Hunter comenzó a quitarle la ropita a Amín; le desgarró la túnica de manta y luego a tirones le quitó el pantaloncito, descubriendo un redondo y hermoso culito, bien respingado y por supuesto lampiño como el de todo niño, con un apetitoso color canela. A todo esto el niño trató de girarse para ver lo que ese rudo soldado le hacía; pero no pudo mover la cabeza, puesto que el otro semental lo seguía sujetando, haciendo que más verga entrara en su boquita hasta la faringe; provocándole arcadas, que ya tenía los ojitos nublados.
Bravo jadeaba de gusto, sintiendo la estrecha y cálida garganta de ese pequeño estrujar su venosa y maciza hombría; en lo que él movía la cabecita del niñito hacia abajo, mientras le empujaba la pelvis hacia arriba, en una placentera follada bucal. Por su parte, el soldado sureño acariciaba y masajeaba ese culito moreno claro, sintiendo la suave y aterciopelada piel infantil. Luego se agachó y colocó su lascivo rostro entre esas nalgas y olfateó el aromático anito color durazno; y de ahí sacó su larga lengua y empezó a lengüeteárselo y chupárselo. Amín gimoteaba entre las cogidas orales a las que era sometido, sintiendo como su agujerito se abría con la lengua de ese marine americano. Eso pareció relajar más su cuerpecito, que ya tenía la tremenda verga de Bravo hasta la garganta; medio miembro masculino le entraba y salía por la boca, a la vez que experimentaba el roce del bigote y barbita del otro macho.
– ¡Mmmm…Slurp~! Logan, no tienes idea de lo rico que tiene el culito este nene. —Dijo Hunter en lo que chupaba y dilataba ese tierno y pequeño hoyo infantil- ¡Mmmm…Slurp~! ¡Delicioso!
– Y el muy putito ya está dando de sí… ¡La mama muy bien! —Y Bravo soltó un profundo jadeo de placer cuando logró que el pequeño tragara más de su verga- ¡Ooohhh~! Estos niños afganos sí que están hechos para el placer de machos como nosotros…
Después de varios minutos así, Hunter se incorporó, se escupió la larga verga, regándose la saliva con una mano y luego se escupió la otra; la cual usó para untar su espumosa baba en el anito del pequeñín, lográndole meter fácilmente ya dos de sus nudosos dedos. Amín al sentir esos dedos arqueó su espaldita; tratando de moverse, pero Bravo lo sometía de la nuca y ahora su compañero le agarraba de las piernitas, separándoselas lo más posible, suspendiéndolo como en carretilla, con su arma fálica apuntando directo al agujero de su tierno rehén.
– Tranquilo nene, quédate quietecito o te dolerá más. —Le habló el soldado en su idioma para que le entendiera- Sigue mamando para que te demos la lechita que te prometimos.
– ¡Vamos Flint, apresúrate! ¡Haz de este niñito puto toda una mujer!
Entonces Hunter no perdió más el tiempo y apuntando con su glande al hoyito de Amín, comenzó a penetrarlo con firmeza y fuerza. Su amigo y compañero de perversiones detenía bien al pequeño, y le llenaba la boca y garganta con su carne viril; por lo que el niño no podía gritar. El rubio soldado empujaba su verga, experimentando un poco de resistencia por parte de ese culito infantil, como era de esperarse; pero justamente eso lo excitó aún más.
Con un decidido embiste de su pelvis logró ensartarle su glande dentro. Y el chiquillo afgano sí que lo sintió, que quiso gritar pero apenas y lograba respirar entre las mamadas a las que era forzado a dar. El pequeño sintió un tirón cuando la verga de ese macho extranjero empezó a entrar en el interior de su apretujado culo. El pobrecillo sentía un intenso calor en sus entrañas y un agudo dolor en su anito, que lagrimitas comenzaron a salir de sus lindos ojos claros. Y no era para menos, pues el soldado ya le había clavado la mitad de esa larga y dura verga; mientras el otro continuaba empujando su cabecita hacia abajo, atragantándolo con más de esa otra recia y gruesa verga tatuada.
– ¡Oh…diablos! Pero que rico se siente este culito de niño… —Confesó Hunter entre jadeos, mientras los rubios vellos de su cuerpo se mojaban por su sudoración- ¡Aprieta mejor que una vagina! Ahora entiendo porque estos afganos cogen niños… ¡Ooohhh~!
Bravo, sentado en la silla y con el niño de perrito sobre su entrepierna, podía ver de frente a su compañero penetrar al pequeño; metiéndole ya más de la mitad de su miembro, faltado pocos centímetros para que sus pelos púbicos rubios pegaran contra esas redondeadas nalgas canelitas; que en esa posición se veían todavía más como un duraznito siendo reventado.
Los dos masculino marines jadeaban y traspiraban casi al unísono, compartiendo miradas de complicidad y sonriendo con malicia entre ellos, extasiados de lo que estaban haciendo juntos con esa criaturita. Y de un golpe y con un sonoro resoplido, Hunter logró meterle al niño todos sus 21cm fálicos, pasándole del recto a llenarle por completo todo el culito a Amín; sólo para comenzar a bombeárselo a un ritmo verdaderamente bestial.
Ambos soldados se maravillaban de como ese pequeño afgano podía con todas sus vergas por ambos extremos, con la garganta y el intestino llenos de carne viril de dos calientes machos. Y en cuanto a Amín, este gemía entre mamadas, siempre sintiendo algo de dolor e incomodidad; pero también una nueva y placentera sensación en su anito y más adentro, un calorcito que le gustaba mucho y había puesto su diminuto penecito bien duro y soltando chorritos de orina con cada arremetida que le daban esos dos militares, tanto por la boca como por el culo.
Con cada estocada Hunter le sacaba casi la mitad de su larga y curva verga, y de una se la regresaba hasta el tope; escuchando como rebotaban sus pesadas bolas y su pelvis pegaba en esas respingadas y exquisitas nalguitas infantiles. Él siguió así hasta que sintió que sus huevos se elevaban, preparándose para llenar ese tierno culito con su leche, que se la clavó muy duro y a fondo en una de esas placenteras embestidas; que su verga se puso más dura que nunca y empezó a descargar varios disparos de esperma. Cinco o seis salieron primero con fuerza, y luego tres o cuatro más, más espesos, impregnando esas entrañas infantiles con semen adulto.
Y ya satisfecho, el sureño marine le sacó su verga semierecta, viendo como aquel anito estaba muy colorado y sumamente dilatado, tres veces su tamaño normal, escurriéndole del interior unos cuantos borbotones de su blanca y espumosa esperma.
– ¡Diablos! Quien diría que esta fue la mejor cogida de mi vida. —Y Hunter le dio una nalgada al pequeño y escupió a un costado de donde ellos estaban- Es todo tuyo, Logan…
Momentos antes, afuera Tenoch iba y venía impaciente frente a la puerta, y con cada paso su mente pensaba en que debía de hacer algo para ponerle un alto a lo que sus compañeros le estaban haciendo al indefenso e inocente niño afgano. Él sabía que su rango era inferior e incluso que físicamente no podría enfrentarse a los dos a la vez, no sin tener que usar su arma; pero eso podría complicar más las cosas. Aun así seguía debatiéndose entre lo que era correcto y lo que podía hacer en esa situación; hasta que se decidió por intervenir por la fuerza si fuera necesario y rescatar al pequeño Amín, y reportar a sus compañeros a los mandos superiores.
Entonces entró y caminando a paso firme hacia lo que antes tuvo que haber sido la sala de esa vivienda, encontró a los otros soldados desnudos con el chiquillo en medio de ellos; justo en lo que Bravo liberaba la cabeza y boquita de Amín, quien lo primero que hizo fue tomar varias bocanadas de aire. El semental de cuerpo musculoso y tatuado veía al niño a través de sus gafas oscuras, contemplando como su erguido y sólido miembro masculino era incluso más grande que toda la carita del lindo niñito.
– Es todo un putito bien hecho. Nacido para ser usado por hombres. —Dijo éste, en lo que con una mano se agarraba la verga por la base y como si fuera un garrote de carne, le dio varios azotes al pequeñín de mejillas ruborizadas y la frente llena de gotitas de sudor.
– ¿Quieres que sigamos jugando así contigo? —Le preguntó Hunter sonriendo con picardía.
Aún con sus hermosos ojitos vidriosos por las lágrimas, Amín dijo que sí con la cabecita; al mismo tiempo que otro grumoso poco de semen salía de su culito roto y caía al polvoso piso.
– Dijo que sí quiere que se la metas. ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja~! —Continuó Hunter, y los dos se carcajearon.
Tenoch no podía creerlo. ¿Acaso en verdad el niño quería ser cogido? Así que se detuvo antes de que lo vieran y se quedó medio escondido entre unos escombros, atento a lo que pasaba.
Ahora Bravo tomó al chiquillo afgano y lo giró, para que éste tuviera la espaldita contra su fornido y ancho pecho, y lo colocó de manera que estaba claro que su intención era hacer que Amín se ensartara en su erecta y venosa verga. Así fue que lo comenzó a sentar poco a poco, tratando de metérsela; aunque no pudo. A pesar de que el pequeño ya había sido usado y estaba abiertito, la diferencia de grosores era considerable, en especial en los glandes, que el de Bravo era el triple del de Hunter. Entonces el marine barbón tuvo que ser más brusco y a pesar del grito de Amín, él logró sentarlo y que se metiera la punta de su arma letal fálica.
Aquel hoyito infantil se estiró todavía más, casi al punto del desgarro, dejando entrar ese grueso y forzudo pedazo de carne viril en su interior; cada vez más y a medida que el soldado semental lo hacía descender y sentarse más en su entrepierna masculina.
– Flint, ayúdame a sostenerlo. —Le pidió Bravo a su compañero; quien de pie y de frente a él tomó al niño por los bracitos para ayudarlo a mantener el balance, mientras era empalado.
– Usa mi leche como lubricante. —Le sugirió Hunter, a la vez que su verga volvía a ponerse erecta por esa nueva excitación de ver a su compañero cogerse al pequeñín.
– ¡Oh…que rico y estrecho está! ¡Uff~! ¡Sí que la siento! Lo dejaste bien lleno. —Le contestó su perverso amigo, al mismo tiempo que su maciza verga entraba en el cálido culo del niñito afgano y todo el semen del otro hombre se regaba por su palpitante mazo fálico.
Amín se quejaba, pero Bravo le tapó la boca mientras terminaba de clavársela completa; hasta que las respingadas nalguitas del infante rozaron en sus recortados pelos púbicos castaños. Ahí Hunter aprovechó y le ordenó al niño que le comiera los huevos; cosa que el chiquillo hizo sin vacilar una vez que el otro soldado le soltara la boquita. Amín le pasó la lengua por las bolas sudadas al macho que tenía enfrente, sintiendo ese olor a entrepierna masculina y lo áspero de esos vellitos rubios, para luego chuparle uno a uno esos arrugados huevos.
Finalmente el musculoso y tatuado marine había penetrado a pleno al pequeño; ya que la gran cantidad de semen que Hunter le había dejado en el recto definitivamente facilitó la última parte, la más gruesa, que Amín ya tenía bien metido esos 19x7cm de hombría. El niñito no se movía, pues si lo hacía le dolía más; pero el chupar y lamer las peludas y olorosas bolas del otro hombre americano distraían al afganito, y hasta habían puesto su penecito de nuevo duro. Entonces Bravo, tomándolo por la cinturita, lo subía y bajaba, empujando sus caderas hacia arriba al mismo tiempo, en una rítmica cogida que lo hacía jadear y al niño gemir.
Tenoch no podía creer lo que veía, ni tampoco creía lo que sentía; pues él estaba sumamente caliente de ver esa escena; la que antes le habría causado repudio, ahora le producía un morbo desenfrenado e inigualable. Aun a esa distancia Tenoch podía ver la plana pancita de Amín y como ahora en esta se divisaba la silueta del glande y el resto del recio falo de Bravo; y como aquella verga se marcaba bajo la piel y claramente se miraba como se movía de arriba abajo con cada sentón, pasándole el ombliguito hasta casi el pechito.
Hunter también jadeaba como loco, porque ya había puesto al pequeñín a que le mamara la verga; aunque tal y como lo había hecho antes su compañero, más que el niño se la estuviera felando, él estaba penetrándolo y follándole por la boquita hasta la garganta. Bravo resoplaba como animal; en lo que su compañero hacía lo mismo, que pronto los dos machos marines se habían sincronizado y cogían al chiquillo por ambos agujeros.
Este par de soldados habían encontrado el paraíso en Afganistán, más precisamente en ese pequeño y dulce infante afgano. Y después de un intenso y prolongado rato de esta forma, Bravo no pudo más y sintiendo como su verga se ensanchaba todavía más, también le soltó su leche dentro del culito al pequeñín; inundándole todos los intestinos con otros diez chorros de ardiente semen. Hunter al percatarse de que su amigo se había corrido, llegó al límite y con su larga y curva verga bien metida hasta casi la boca del estómago de Amín, vació una segunda carga seminal de sus pesadas bolas dentro de la hambrienta pancita del afganito.
– ¡Diablos, no puedo más! —Exclamó el rubio y delgado soldado al sacar de la adolorida boca del niño su verga y ver como éste se había tragado todo sin regurgitarlo.
– Ángel, ¿por qué no sales de ahí escondido y vienes a darle tú también? —Dijo Bravo en lo que desmontaba a Amín de su rolliza y semierecta verga, colocando al niño de pie en el suelo y viendo como entre los muslitos canelitas de éste escurría su espesa esperma blanquecina.
Hunter no se había dado cuenta; así que se volteó en dirección a los escombros donde había estado escondido Tenoch y vio cómo su joven compañero salía y se paraba frente a ellos dos, con una mano en la entrepierna, estrujándose el paquete; el cual denotaba una inequívoca erección, tan tremenda que parecía que la cremallera de su pantalón militar se reventaría.
Sin decir palabra alguna, Tenoch simplemente se quitó todo el uniforme y quedó desnudo con toda su impresionante virilidad a la vista de sus compañeros; que vieron aquella enorme arma fálica de 23cm de largo, con un tronco que parecía de puro musculo y un espesor de poco más de 8cm, con un prepucio trigueño con brotadas venas y un amoratado glande jugoso.
– Vamos nenito, ve y cómete esa enorme y rica verga. —Le dijo Hunter al pequeño.
Amín obedeció y caminó hacia donde estaba el tercer soldado; el pobrecillo caminaba despacio y bien abierto de las piernitas, pues su culito tenía todavía punzadas de dolor. Cuando alcanzó la hombría del marine trigueño, el niñito la sujetó con ambas manitos y la empezó a jalar; corriendo el venoso prepucio y volviéndolo a cubrir, a la vez que no dejaba de sonreír con auténtica inocencia. En eso un chorro de líquido seminal brotó de la vergota de Tenoch; así que Amín, relamiéndose los carnosos labios, abrió la boquita, sacó luego su lengüita y comenzó a pasarla por todo aquel viscoso glande. Y ya encantado por ese dulce y nuevo sabor de verga, el pequeñín se la metió a la boca y se puso a mamársela todo lo que pudo.
Tenoch no podía apartar la mirada de la carita del niño afgano; el cual le estaba chupando y saboreando con deleite su miembro masculino, sonriéndole cada vez que tomaba aire y volvía a engullirse todo lo que le cabía en la boquita, metiéndosela con gran esfuerzo él solito hasta la faringe. Tenoch tomó con la mano derecha la medallita de su cadena de oro, apretándola y pidiendo perdón a los cielos por lo que estaba haciendo; pero lo cierto es que él en el fondo no le importaba mucho, ya que la excitación y el placer que sentía ahora con ese chiquillo era increíble; que con su mano izquierda sujetó a Amín por las ondas de su cabello y jalándoselo lo obligó a meterse más de su impresionante verga hasta la garganta.
– ¡Eso es novato! Enséñale bien al putito a comértela entera. —Le dijo Bravo desde la silla, aún desnudo y todo traspirado, y ahora fumándose un cigarrillo- No tienes de que preocuparte, estos condenados afganos enseñan a sus hijos a dar placer a los hombres desde pequeñitos.
Y se rio con malicia, soltando círculos de humo en el aire. Hunter se había sentado a su par, bebiendo a tragos todo el contenido de su cantimplora; pues después de tanto follar el culo y la boca del niño necesitaba rehidratarse.
– Así es Ángel. Además al nenito le encanta… —Y el rubio con abdomen de lavadero eructó y luego dirigiéndose a Amín le preguntó en su idioma- ¿No es así, nene? ¿Verdad que te gusta mucho jugar así con machos como nosotros?
Entonces Amín se zafó del agarre de Tenoch, pues este se había distraído con los comentarios morbosos de sus compañeros, y así el pequeñín contestó colocándose en cuatro sobre la polvosa alfombra; luego elevó su culito canela, que ahora parecía más un durazno por lo sonrosado que estaba, y con ambas manitos el chiquillo separó bien sus redondas nalguitas; exhibiéndole al fibrado marine su ensanchado anito roto, más de cinco veces su tamaño normal, y como todo el borde estaba colorado e inflamado por las fuertes fricciones de las cogidas anteriores.
De esa maneta Tenoch pudo observar el interior de las entrañas del afganito puto, llenas del semen blanquecino de los otros dos soldados, y como entendió que el niño en verdad quería que le dieran más; él no lo dudó y se arrodilló detrás de esas angostas caderitas, las tomó con sus rudas manos y embocando bien su enorme glande contra el esfínter del pequeño, se lo empujó de un sopetón, clavándole la mitad de sus rollizos 23cm de verga.
Amín gritó y se encorvó de espalda, estirando al máximo su cuellito hacia afuera; mientras sentía como ese macho marine le empujaba lo que faltaba de su poderoso miembro masculino, enterrándoselo hasta lo que el niño sentía era su estómago, llenándolo por completo. Tenoch soltó un suspiro de alivio y de placer al experimentar el cálido culito del pequeño envolver toda su vergota, apretándosela desde adentro de una forma exquisita e increíble, que ya lo tenía jadeando y comenzando a bombear con su pelvis; primero despacio y suave, tanteando el terreno por así decir y tratar de no partir en dos al dulce y adorable chiquillo; el cual se veía tan diminuto de perrito debajo y frente a él, recibiendo sus abates como si fuera toda una mujer y no un niñito de apenas 3 o 4 años.
– ¡Agh~! «¡Garranday!» ¡Agh~! «¡Garranday, mehrabai wakrey!» —Gimoteaba Amín.
Y en eso se escuchó la carcajada de Hunter, quien era el único que había entendido.
– El nenito dice que: “¡le des más duro y rápido, por favor!” —Aclaró Hunter, en lo que él se agarraba su larga verga y se la tocaba, pues ésta empezaba a empalmarse otra vez.
El oír que el niño quería más, le dio más confianza a Tenoch de aumentar la intensidad de sus embestidas; las cuales ahora eran salvajes, rápidas y fuertes, sin importarle si lastimaba o no al pequeño putito que ahora gemía más que nunca.
Bravo ya estaba erecto al igual que Hunter; por lo que ambos se levantaron y se fueron delante del pequeño botín de guerra que habían conseguido, y le ofrecieron sus vergas erectas. Amín como ya había sido bien entrenado desde los dos añitos, agarró esas dos hombrías con sus manitos y se puso a masturbarlas y mamarlas por turnos; al mismo tiempo que las usaba para sostenerse con ellas y soportar las folladas brutales del semental de Tenoch.
– A que su culito es toda una delicia, ¿eh Ángel? —Habló el soldado rubio, guiñándole el ojo a su compañero más joven y sonriéndole con complicidad al ver como el otro sudaba y jadeaba de gusto, dándole tan fuerte al chiquillo que parecía que lo quería reventar.
– Ves, novato… —Intervino Bravo, al tiempo que tomaba por la cabecita al pequeño afgano y lo obligaba a atorarse con su verga hasta la garganta- Ahora te das cuenta de que jugar con niños como este no es algo tan malo después de todo.
Tenoch no quería responder; pero la verdad es que esa experiencia era el mejor sexo que había tenido jamás. El cogerse culito de ese pequeñín era mejor que follar con su novia.
Así estuvieron por largo rato; hasta que Bravo y Hunter le acabaron en la boquita a Amín, con tanta leche de semental que el pobrecillo no pudo tragarla toda y terminó con la carita y el cabello todo embarrado con espesa esperma; pero relamiéndose y sin dejar de chupar por turnos aquellos sensibles glandes, como si quisiera que saliera más semen para poder comérselo.
Y el trigueño y fibrado soldado también se corrió, terminándole de rellenar los intestinos al ya repleto pequeñín; quien ya parecía tener pancita de auténtico embarazo.
Los dos primeros marines estaban rendidos, calados en apestosa traspiración de macho, pero muy satisfechos; en lo que vieron como Tenoch se la sacaba a Amín y el culito del pobrecillo había quedado tan abierto que fácilmente le cabría todo un puño. Sólo que el soldado más joven continuaba con una palpitante y venosa erección; por lo que se recostó boca arriba sobre la alfombra e hizo que el chiquillo lo montara hasta ordeñarlo nuevamente.
Al final el niño afgano quedó tan exhausto que se quedó bien dormidito sobre el recio y sudado torso de Tenoch. Y esa misma noche los tres marines disfrutaron muchas veces más de su pequeño botín de guerra, hasta le hicieron unas cuantas penetraciones dobles; pero por desgracia a la mañana siguiente lo tuvieron que llevar a la base principal, para que el gobierno de Afganistán se encargara de Amín. Ninguno de ellos volvió a saber más nada del dulce nene que les cambió la vida; puesto que a raíz de lo que pasó, cuando los tres soldados regresaron a los Estados Unidos, su nuevo gusto por los “Juegos con Niños” estuvo presente por el resto de sus perversas vidas.
—El Fin…
Excelente relato… me tuvo todo el tiempo caliente
Gracias.
Gran relato, me encanta lo morboso que se puede llegar a ser
Gracias.
Que hermoso
Gracias.
Se requiere un capítulo más de esta historia. Igual de excitante!
Espéralo sentado jejeje…. Gracias.