Perdí con los pirañitas
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
A mis once añitos fui presa de un grupo de pirañitas, niños de la calle del Perú. Caminaba por la Residencial San Felipe, un conjunto de edificios con varias zonas oscuras, y de pronto me tope con un grupo de chiquillos (algo mayores que yo, de trece y catorce años), por su aspecto supe que se trataba de pirañas.
Uno de ellos, medio chaparro, exclamó: “Oye gringuito, no sabes que tienes que pagar peaje por caminar por nuestra calle”. Tembloroso respondí: “No tengo plata, por favor déjenme en paz”.
El chibolo se rió y cogiéndome del brazo señaló: “Tengo que revisarte, fácil eres pendejo y caleteas tu billete”. Agarrándome del cuello me puso en posición doblada, es decir con el poto en ángulo recto. Metió las manos a mis bolsillos y no encontró nada, pensé que me iban a dejar ir, pero de pronto sentí sus dedos recorriendo mi cola. Uno de ellos hincó mi hueco: “No tiene billete, pero tiene con que pagar”. Sus amigos se cagaron de risa.
Entre los cuatro granujas me obligaron a subirme a un bus (algo que nunca había hecho) me sentaron al fondo. Al querer sentarme vi que uno de ellos, el mayor que tenía una gorrita roja pelo lacio y mirada achinada y pendeja, puso su dedo grande en forma de punta: “Siéntate cojudo” “Saca tu dedo” “siéntate carajo”. Mi poto se posó sobre su dedo que se enterró en mi hueco.
El dedo hurgaba en mi trasero mientras los otros compinches reían, de pronto el “chato” (el mismo que me toqueteó buscando dinero) tiró una moneda al piso. “Pituco recoje mi moneda”, yo contento de poder huir del dedo culeador me agache, sin embargo el chato tenía abierta la bragueta con su pene al aire. De un manazo me obligó a meterme su “pitiz” a la boca. Vi su cara, sonreía con gozo.
El sabor de esa pinga fue asqueroso, olía a pila y sudor. Por suerte uno de ellos dijo para bajarnos del bus. El sitio era terrible, un terral lleno de esteras (chozas), los cuatro me rodearon y uno de ellos, medio moreno y con un bultazo en el short, dijo: “Pagaras con tu ropa niño rico”.
No entendía cómo iba a pagar con mi ropa, el chato me lo explicó manualmente: me arrancó las zapatillas, otro tomó mi pantalón y el morocho quitó mi polo. Sólo me quedaba mi bivirí, el calzoncillo (tipo trusa) y mis lentes. Llorando dije: “ya basta, déjenme ir”. El del gorro rojo se burló de mi bivirí y lo arrancho: “mira esta huevada de platudos, ahorita te la devuelvo”, se bajo el short y la frotó por su culo atlético, luego me la tiro a la cara.
Vi que mi bivirí tenía una mancha de caca, y el muy desgraciado me obligó a lamer su caca. “Por favor, déjenme mi calzoncillo”, el chato se acercó y soltó: “Te lo dejó solo si no es de mi marca favorita, tengo que ver la etiqueta”. Los demás me agarraron y obligaron a doblarme, con las piernas separadas (como si fuera a hacer ejercicio).
El chato cogió mi calzoncillo de la parte de atrás, lo jaló y de golpe metió su dedo al culo. Sentí que penetraba por mi hoyo, y grite. El muy pendejo decía: “esta muy oscuro, no veo la marca (y me metía otro dedo mientras yo pataleaba del dolor) Ah ya, ya lo ví, puta que eres salado, es justo mi marca favorita. Sácate los calzoncillos, ordenó y sacó sus dedos dándome un palmazo en las nalgas.
Llorando dije que no me quitaría mis calzoncillos, dos de los pirañas me agarraron de los brazos y otro me obligó a mantenerme en la misma pose. “te los quitas a la una, a las dos ya te cagaste…”, bajó mi calzoncillo y sentí un dolor desgarrador. Algo entraba a la fuerza en mi interior, volteé y observe como el chato me penetraba violentamente.
Su pene no se introdujo de golpe, mi orificio estaba “cerradito”, mientras chillaba del dolor sus cómplices me sujetaban y soltaban risotadas. Mi violador volvió a su intento de perforación, esta vez el miembro se impuso, “gano terreno”, abrió mi culito y yo sentí desmallarme.
Continuará
(dedicado a los desubicados maestros de conducta, busca una pagina religiosa MONAGUILLO)
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!