Piel canela
Jamas me imaginé que al regresar a mi país viviría una de las mejores experiencias de mi vida.
Seis de la mañana y la alarma de mi celular suena, hoy debo despertar más temprano porque tengo compromisos que dejar arreglando antes de que salga mi vuelo, el cual es a las ocho de la noche, lo que significa que llegare a Perú apenas amanezca.
Me vine a España hace casi seis años, cuando tenía veinte, porque mi padre quería que me especializara más en la ganadería de lidia, y que mejor que sea en España, la cuna del toro bravo. Después de recibir todo tipo de educación en ese campo, recibí ofertas de trabajo, no tenía mucha experiencia, así que si mi papá quería que supiera administrar bien su hacienda algún día, debía ganar sabiduría; fue así que terminé siendo el veterinario de una ganadería de toros bravos en Jaén. El trabajo no me daba miedo, puesto que me crié rodeado de vacas y toros de Lidia debido a que mi padre es también un ganadero de reses bravas, gracias a lo cual ha podido darnos a mí y a mis hermanos una vida bastante cómoda. Gracias a la insistencia de mi padre termine viniendo a España, y la verdad, no me arrepiento de nada, acá la gente es más liberal y la mayoría de personas ven con buenos ojos la homosexualidad. Durante mi tiempo viviendo acá he visto, olido y sentido cosas que nunca en mi vida creí conocer; una de ellas, vivir mi sexualidad de manera libre y sin prejuicios, hacer el amor con otros hombres sin temor a que se enteren mis padres o mis hermanos.
Pero como no todo es para siempre, ya me toca regresar, así que hasta que sea hora visitare a uno de mis amigos cariñosos, Julián, hace un buen rato que no lo veo y ya extraño su experiencia a la hora de hacerme sexo oral, la exquisitez con la que sus labios rozan mi pene es inigualable.
Después de un día corto, ya son las seis de la tarde y debo estar en el aeropuerto, llevo muchas maletas, así que será muy tedioso todo el cheking. Mientras estoy en la sala de espera logro divisar a lo lejos a un tipo bastante guapo, es alto por lo menos de un metro ochenta igual que yo, sus hombros son anchos y tiene dos nalgas que hicieron que mi pene despertara en el acto. No puedo soportar el calor y la excitación que ese tipo despertó en mí, así que corro al baño y me encierro en un cubículo a masturbarme pensando en aquel hombre de piel canela, justo como los que me gustan. Apenas regreso a la sala de espera escucho la voz que dice »pasajeros del vuelo 333-471 con destino a Lima-Perú, favor de pasar por la puerta 324», inmediatamente hice caso y aborde el avión.
Ubiqué mi asiento y me puse cómodo, aun después de masturbarme no podía dejar de pensar en aquel hombre; apague mi celular y saque mi libro para leer y que el vuelo no resulte muy pesado, no sé en qué momento me quede dormido, de un momento a otro mi mente me llevo de regreso a mi departamento, exactamente a mi habitación, donde esta aquel hombre moreno acercándose a mí con ojos lujuriosos y ganas de sexo, me besa y empieza a bajar por mi abdomen lamiendo mis abdominales hasta desabrochar el cinturón para toparse con mi pene erecto, lo olfatea y luego empieza a lamerlo desde la base hasta el glande para después devorarlo con su boca y tragárselo todo; luego vino lo mejor, yo empecé a lamer su esfínter anal primero suave y después más rápido con la punta de la lengua hasta oír de su boca gemidos de placer, para luego dar paso al placer más grande, el de la penetración. En posición de perrito yo penetraba a aquel macho que en cada embestida soltaba gritos de lujuria incontrolable y que solo pedía que lo hiciera con más fuerza y sin detenerme; no me podía contener más, sentía que eyacularía, de pronto abrí los ojos, todo había sido solo un sueño. Miro mi entrepierna y pude notar la gran erección que tenía, hasta mi compañera de al lado la había notado, trate de acomodar la posición de mi pene por encima del pantalón, pero mejor preferí ir al baño y masturbarme otra vez, no se cuanta veces eyacule en ese día, pero algo dentro de mi hacia que la imagen de ese hombre no se saliera de mi mente, maldita sea, si tan solo supiera quien es.
Regrese a mi asiento y volví a quedarme dormido, con la ilusión de volver a soñar con él. Desperté como a las siete de la mañana y un rato después ya estaba aterrizando en suelo peruano, apenas baje del avión fui a la sala donde los pasajeros recogen las maletas y fue que lo vi, no había duda, era él; el hombre de la piel canela estaba a escasos metros de mi recogiendo su equipaje, no lo podía creer, ¡qué carajo hacia el en Perú!, apenas me agache para recoger una de mis maletas y al levantar la mirada ya no estaba, otra vez desapareció. Al salir del aeropuerto tome un taxi y le pedí que me llevara a un hotel en el cual ya había hecho una reservación, pasaría la noche en Lima y al día siguiente tomaría otro avión para ir a mi ciudad, San Ignacio. La noche se me hizo muy corta y mis ganas por estar ya en mi casa eran grandes, aunque algunas cosas debían haber cambiado, otras no, así que debía acostumbrarme a que ya no estaba en España, por lo que debía ser cuidadoso en como miraba a otros hombres para que nadie en mi casa se dé cuenta que soy gay.
Luego de dos horas de vuelo por fin estaba aterrizando, al bajar del avión y recoger mis maletas me dirigí a la salida del aeropuerto, mientras caminaba divise a lo lejos a mi padre, la última vez que lo vi en persona fue hace poco más de tres años en el funeral de mi madre, no ha perdido nada de su porte, sigue siendo un hombre muy guapo y alto, con brazos musculosos y piernas gruesas como robles, traía la camisa de cuadros desabotonada a la altura del pecho haciendo que este se resalte, los jeans hacen que sus piernas se vean firmes y tonificadas y le hacen resaltar la cola, y no es difícil notar que se le resalta el bulto de la entrepierna, a veces creo que está bien dotado por cómo se le resalta el paquete, de todos modos de alguien debí haber heredado mis 20 cm. Apenas lo vi, ambos corrimos a nuestro encuentro y nos estrechamos en un abrazo tan fuerte que hizo mis costillas crujir, mi padre me besaba la frente como no pudiendo creer que estaba de nuevo en casa y yo correspondía a su cariño con besos en la mejilla como los que le daba cuando era niño; ninguno de los dos, hombres de metro ochenta y barba tipo candado, uno de 26 y el otro de 50 años, pudo evitar llorar. Los ojos cristalizados de Javier, mi padre, hicieron que de los míos emanaran lágrimas de felicidad que fueron secadas por el viento. Luego de un emotivo reencuentro nos dirigimos a su camioneta para ir a casa.
– No puedo creer que hayas vuelto hijo, no sabes la falta que me has hecho.- dijo mi padre mientras manejaba
– Hay viejo, no te me pongas sentimental. Pero sabes que, yo también te he echado de menos estos años, a ti y a mamá. – Le decía yo a medida que tocaba su hombro con mi mano izquierda. Al oír que mencione a mamá pude notar en su cara la tristeza de ya no tenerla a su lado, la misma que me acompaña a mí desde su muerte.
– Si ella viviera, estaría tan orgullosa de ti, se pondría tan feliz al verte hecho todo un hombre, grande y guapo, en unos años seguro te casaras y me darás nietos…….
– Casarme?. Perdón! creo que el compromiso no se ha hecho para mi viejo, menos tener hijos, soy, soy un alma libre, – dije yo y me solté a reír junto con mi viejo.
–Eso dices ahora pendejo, pero ya verás cuando te enamores, seguro en España te has cogido a varias chicas y no dudo que acá también lo hagas, porque eres joven y guapo, y heredaste el encanto de tu padre, además a juzgar por como eras de chiquito seguro ahora tienes una razón más grande.
–A que te refieres?
– Ya, no te hagas; a que estas bien dotado pues. Como si los que te cambiamos el pañal cuando eras bebe no nos hubiésemos dado cuenta. -Decía Javier a medida que reía.
–Bueno, no puedo negar que es cierto, pero seguro lo herede de alguien, –dije viendo a mi padre con cara picara y ambos soltamos a reír.
Sin darme cuenta ya habíamos corrido por casi una hora hasta que llegamos a un portón grande donde decía »HACIENDA PALO DE VENADO», no lo podía creer, después de tantos años por fin estaba de regreso. Atravesamos el portón luego de que uno de los empleados lo abriera, continuamos atravesando un camino con árboles de laurel a los costados, estos árboles no estaban cuando me fui. Llegamos hasta la casa grande, parecía un castillo, la habían remodelado, estaba más grande puesto que ahora mis hermanos mayores, que son dos, ya estaban casados y el mayor ya tenía un hijo. Mi viejo se estaciono en el patio de la casa y al instante salieron de esta mis dos hermanos; Logan, el mayor, con su bebe en brazos; Martín, el intermedio; Valeriana, ni nana; y hasta Wanka, nuestra perra de raza Rottweiler, ella ya caminaba lento porque estaba vieja.
Salude a todos, incluso a los empleados de la hacienda. Ya en la tarde decidí salir a dar una vuelta, ensille a Ébano, mi caballo de raza frisón, el que me regalaron mis padres el día que cumplí dieciocho años. Galopé no sé cuánto rato, quizá una hora, pasé por el río me desnudé y me di un baño como cuando era niño; hasta que se llegó la noche, mi habitación había sido preparada y yo ya tenía sueño, me fui a recostar y me dormí casi enseguida. A la mañana siguiente me desperté casi a las ocho, un poco tarde para mí, pero dormí muy bien; fui en busca de mi padre, pero no lo encontré en su oficina, ni en su habitación, así que le pregunte a mi hermano Logan y este me respondió que había ido de nuevo al aeropuerto a recoger al hijo de un amigo suyo que venía a pasar unos días a la hacienda, supuestamente, era su ahijado. No tenía idea quien podría ser, hasta que al cabo de un par de horas llego mi papa en su camioneta y de ella bajaron el y otro hombre, lo mire de espaldas pero al instante se me hizo conocido, traía unos pantalones jeans ajustados y un polo negro que hacia resaltar su pecho trabajado; apenas se dio la vuelta pude ver de quien se trataba, no lo podía creer, era el, el tipo del aeropuerto, el moreno por el cual me masturbe tantas veces imaginándomelo en mi cama; pero que era lo que hacía aquí, como así es el ahijado de mi papa. Apenas mi papa llego me alcanzo a ver y me hizo señas para que me acercara.
–Mateo, ven. Te presento a mi ahijado, Pablo. El también viene de España y va a pasar unos días en la hacienda, estoy cerrando unos tratos con su padre y vino el representándolo.
-Hola, soy Mateo, mucho gusto Pablo. –Dije casi tartamudeando.
No lo podía creer, era él y está más guapo de lo que recordaba; su piel es como la canela, sus ojos son color verde oliva y su pelo castaño, tiene todo el mentón cubierto de barba, sus brazos son un poco velludos y sus manos son grandes como las mías, se sienten tan delicadas al tacto cuando le di la mano para saludarlo.
-Me estaba comentando tu padre que acabáis de venir de España, hombre si hubiera sabido eso te habría contactado para veniros juntos. –Su acento español lo hace más sexi aun, como me gustaría desnudarlo y hacerle el amor como si fuera una bestia en celo.
-Pues me habría encantado, ya será en otra ocasión
-Mi hijo Mateo, -dijo mi padre-, será de ahora en adelante el médico veterinario de la hacienda, así que me gustaría que se llevaran bien, porque necesitare de tu ojo de veterinario hijo en lo que planeo hacer.
-Cuenta con eso, viejo. Ya verás que nos llevaremos muy bien.
-De mi parte, espero que tengamos una estrecha relación, -dijo Pablo con una sonrisa que yo sentí un poco lujuriosa y una mirada picaresca.
Al cabo del medio día, después de que Pablo se instaló en la casa me ofrecí para llevarlo a dar una vuelta por toda la extensión de la hacienda, a lomo de caballo; le ensille una yegua mansa y yo monté a Ébano, mi caballo frisón. Ambos salimos al galope y nos detuvimos en cada plantación a la llegábamos, pasamos por los campos de café, las plantaciones de naranja, puesto que la hacienda no solo se dedica a la ganadería sino también a la agricultura; pero su principal ingreso esta en las reses de lidia, después de un rato de andar trotando a caballo al fin llegamos a las praderas donde pastan libres los sementales y las vacas de lidia junto a sus becerritos, vimos el lote de las vacas paridas y gestantes, los añojos, erales, utreros, cuatreños listos para ir al ruedo, las praderas de caballos sin adiestrar, etc. Cabe recalcar que la vista de estos lugares es única, hay árboles grandes y mucha grama verde, además es la época en la que algunas de las vacas ya han entrado en celo y se puede ver al semental cubriéndolas.
-El toro sí que vive como un rey. –dijo Pablo, al ver al semental cubrir a una de las vacas.
-Ese es su trabajo, lo único que tiene que hacer es comer, disfrutar de este paisaje y follarse a cuantas vacas pueda para que den becerritos. –Respondí yo, viéndolo a los ojos y lanzando una mirada como la que suelo hacer cuando quiero que alguien me coma la verga.
-Me gustaría ser un toro, definitivamente, pasar mi día comiendo, descansando y follando, con lo que me gusta follar a mí. –dijo el, secándose el sudor del pecho.
-Follar, una de las más grandes delicias de esta vida, y que mejor si es en un paisaje como este. –dije yo, tocando mi entrepierna al sentir que empezaba a tener una erección al oír a Pablo hablar así, con su acento de gitano.
-Os parece si descansamos un rato bajo ese árbol, hace mucho calor y tengo el pecho y la espalda empapados de sudor, creo que me quitare la camiseta. –dijo Pablo.
-Si, por favor, descansemos
Ambos nos bajamos del caballo y caminamos unos pasos hasta la sombra de un roble enorme. Yo caminaba detrás de él, no podía dejar de contemplar su perfecto trasero, era redondo y seguramente muy firme y turgente si lo tocara, cosa que me moría por hacer. Pablo se quitó la camiseta, su pecho y su abdomen parecían esculpidos por el mejor escultor, su piel tostada parecía brillar con el sudor, tenía una fina línea de bellos que nacían por debajo de su ombligo y seguían su camino hasta perderse en el interior de la pretina de su pantalón. Verlo era un placer, y ese cuerpo me incitaba a tomarlo entre mis brazos y besar esos labios gruesos, bajar por su pecho y lamer sus tetillas oscuras y mojarlas con mi saliva; quería amarlo, quería poseerlo, no solo me lo quería follar, creo que en serio este tipo me gustaba.
Destape una botella de agua que colgué en la silla de mi caballo y le di un gran sorbo, el calor me había dado sed, tome un segundo sorbo y termine mojándome el pecho con el agua.
-Hey tío, más cuidado, si era café caliente te quemabas. –Dijo Pablo-. Sera mejor que te quites la camiseta, no te vayas a resfriar.
-No exageres, ni que estuviera helada; pero creo que si me quitare la camiseta por que hace demasiado calor.
Procedí a quitarme la camiseta, o como se dice en Perú, polo; cuando Pablo se me acerca a ayudarme, al terminar de quedarme con el torso desnudo nos quedamos mirando a los ojos, por Dios, que ojos más bellos tiene; poco a poco nos fuimos acercando más, Pablo paso su mano izquierda por encima de mi hombro derecho como acariciándolo y yo tome su mejilla izquierda con mi mano, poco a poco nos acercamos casi hasta besarnos, cuando de pronto el relincho de Ébano nos hizo apartarnos de manera brusca y cada quien miro al lado contrario como avergonzados por lo que estábamos a punto de hacer, y que bueno que no lo hicimos, alguno de los vaqueros pudo habernos visto.
Ébano relinchaba cada vez más y hacia el ademán de querer galopar o pararse en dos patas, seguramente olía alguna yegua en celo.
-Oh, quieto bonito, –decía yo con intención de calmarlo-, quieres ir con esas yeguas? lo siento, pero tú eres caballo domado y esas son yeguas salvajes.
-Que le pasa a tu caballo?, -pregunto Pablo
-Debe oler alguna yegua en celo, por eso desenvaina la verga, seguro lleva un buen rato con la leche guardada.
-Ya veo. Creo que deberíamos regresar ya está por caer la noche
Sin darnos cuenta había empezado a ocultarse el sol, los vaqueros pasaban por ahí arreando las vacas que al día siguiente se debían separar de los terneros.
Ya en la casa, después de cenar, me metí a mi habitación y me pase la noche entre sueños húmedos y erecciones, la imagen del cuerpo de Pablo no se me quitaba de la cabeza. Bebí algunas latas de cerveza y fume un par de cigarros para poder dormir profundamente, pero en realidad lo que necesitaba para dormir tranquilo era tener a ese macho de piel canela en mi cama, abrazarme a él y dormir profundamente, sintiendo su espalda pegada a mi pecho y sus nalgas rozando mi pene, ambos desnudos haciendo el amor entre sabanas de seda, mojándolas con nuestro sudor, entre gemidos y eyaculaciones mutuas. Sentir en mi miembro viril el calor de su interior mientras entro y salgo de el a la vez que sus uñas dejan marcas en mi espalda.
Amanecí muy cansado por las innumerables veces que me masturbe durante la noche. Al llegar al comedor note que estaban todos menos mi papa, aun no se había levantado. Tome mi lugar y una de mis cuñadas ordeno a la sirvienta que me pasara el desayuno, tenía mucha hambre y me sentía aun con sueño.
-Cualquiera creería que pasaste la noche acompañado, -dijo mi hermano Martín, y todos, incluido Pablo, rieron.
A los pocos segundos de haberme sentado a la mesa apareció mi viejo. Hoy se veía muy guapo, sus canas lo hacen ver un poco sexi, no me sorprendería que tenga alguna amiguita, después de todo aún se ve muy joven para su edad, y está en todo su derecho de seguir con su vida y tener todo el sexo que él quiera. Saludo a todos, le dio un beso en la frente a mi sobrino y se sentó en la mesa a desayunar, pero antes de empezar a hacerlo, se puso de pie y como si acabara de recordarlo, le dio un abrazo a Pablo, era su cumpleaños; mi padre lo felicito, cumplía 28 años, todos lo felicitamos; al momento de darle el abrazo, pude sentir en su cuello el olor de su perfume, olía a rosa y madera, su olor me volvió loco de deseo por él, casi cometo la locura de besar su cuello.
Pasaron varios días desde mi llegada, Pablo pasaba más tiempo con mi padre pues el porqué de su presencia en Perú se debía a que estaban realizando transacciones y todo eso por unas inversiones que mi papa había hecho en la empresa del padre de Pablo, y en ocasiones necesitaban de mi presencia para detalles de envío de animales hacia España y cosas así; mi labor estaba más centrada en ocuparme de los animales de la hacienda; vacunar el ganado, inseminar yeguas, formular el alimento de los toros destinados al ruedo y cosas así, me la pasaba más en el campo o los corrales que en la casa. Hasta que un día menos pensado, paso lo que yo tanto anhelaba. Un día recibo la llamada de un hombre que me dice que necesitaban un lote de ocho toros para una corrida en la monumental plaza de Acho, en Lima, para dentro de quince días; yo acepte el trato pues contaba con los toros y era una venta muy buena.
Pasaron poco menos de quince días y un día viernes llego el camión de la plaza a recoger los toros que se irían al ruedo, yo como el veterinario de la hacienda debía irme con ellos para asegurarme de que no les pasara nada durante el camino, además junto con el caporal de la hacienda iríamos en representación de mi papá, ya que él no podría asistir a ver la corrida. Antes de marcharme tome mis cosas para el viaje y cuando me disponía a salir de mi habitación alguien toco a la puerta, le ordene que pasara, era Pablo que venía a despedirse; me dio la mano un abrazo deseándome que todo saliera bien y que regresara pronto, por un momento sentí que él se preocupaba por mí, que yo le interesaba, correspondí a su abrazo y me despedí de él, subí a la camioneta y emprendimos el viaje hasta la plaza de toros.
Al llegar a Lima, el camión paso directo a la plaza, desembarcamos los toros y luego yo y Jacinto, el caporal, nos hospedamos en un hotel cerca de la plaza, fue un día de carretera, así que la corrida era al día siguiente. La plaza de Acho se llenó, el cartel de matadores era esplendido, estaban Enrique Ponce, Sebastián Castella y la rejoneadora Lea Vicens. Ya todo estaba listo para que empiece la corrida, los matadores partieron plaza y salió el primer toro de la tarde lidiado por Lea Vicens, luego vino Castella y al último Ponce. Al final de la tarde, siendo casi las cinco y media sale el último toro, de nombre Atahualpa, este fue lidiado por Ponce y por su bravura recibió las palmas de la gente y hasta se le otorgo el indulto, lo que significa que al toro se le perdonó la vida, y como es costumbre en estos casos, el toro regresa al sitio de donde salió para convertirse en semental. Por motivo de que el toro debía pasar unos días en la plaza hasta que se recupere yo también tuve que quedarme y al cabo de casi cinco días regresamos junto al caporal y al toro Atahualpa a la hacienda donde nos recibieron como a reyes, puesto que en una ganadería de lidia, el indulto de un toro es motivo de fiesta; así que al día siguiente mi papá organizo una comida en la casa e invito a algunos ganaderos de la zona, hubo música, comida, y mucha alegría, hasta yo recibí elogios de la gente, pues al ser el veterinario es parte de mi trabajo que los toros estén sanos al momento de ir al ruedo.
Fue así que en medio de tanta alegría la gente bailaba y bebía, y ahí estaba el, Pablo, bailando con una chica, sentía celos al ver como esa mujer se le acercaba; de pronto lo veo que empieza a acercarse hacia mí, parecía que la cerveza empezaba a hacerle efecto, se me acerca y me empieza a hablar al oído.
-Os he echado mucho de menos, mucho, ni siquiera me llamaste los días que estuvisteis fuera.
-Disculpa, no quería molestarte, te la pasas ocupado, y no quiero que pienses que soy fastidioso
-Fastidioso?, después de que casi nos besamos joder.
-De que hablas?
-Hey, vamos tío, no te hagas majo, ten los cojones de aceptar lo que paso ese día, casi nos besamos, y sabes que, yo estoy dispuesto a terminar con lo que empezamos ese día.
-Terminar lo que empezamos ese día?, explícame.
-Quiero. Quiero que me folles cabrón, te deseo. MÉTEMELA. –dijo Pablo con lujuria en mi oído
En ese momento quise volar, no podía creer lo que estaba escuchando, era mi sueño hecho realidad.
Mire a los ojos a Pablo dándole a entender que me siguiera. Nos salimos de la fiesta, subimos a mi camioneta y fuimos hasta una cabaña en medio de un prado al que casi nadie va; entramos a la cabaña, en el interior hay un catre viejo con un colchón de paja y algunas herramientas.
Apenas entramos nos empezamos a besar con desesperación, era como si de ese beso dependieran nuestras vidas; nos besamos hasta quedarnos sin aliento, succionamos nuestros labios, yo besaba su cuello y lo lamia con la punta de mi lengua, luego el hacía lo mismo.
Le abrí la camisa de un solo tirón con mis dos manos, los botones salieron volando; vi su pecho firme y bien tonificado y empecé a besarlo, sus tetillas tenían un sabor dulce y en cada paso de mi lengua por ellas salía un gemido de la boca de Pablo. Hice que mi amante se recostara en el colchón viejo y empecé a quitarle los zapatos, luego el pantalón hasta terminar por quitarle el bóxer, su miembro estaba erecto y emanando liquido pre seminal; bese sus piernas gruesas y duras hasta llegar a la planta de sus pies, para luego hacer que se dé la vuelta y se coloque en posición de perrito para tener acceso a su tesoro más preciado, su esfínter anal; la entrada de su ano estaba mojada, pedía a gritos ser penetrado, acerque mi cara a sus nalgas y di un suave mordisco en cada una de ellas, las besaba y las chupaba, Pablo solo gemía y arañaba el colchón, respiraba como una hembra en celo y levantaba el trasero para que yo lamiera su ano; con la punta de la lengua empecé a lamer suavemente su esfínter, luego con más fuerza hasta mojarlo completamente y sacar de Pablo su lado más pervertido, oyéndolo decirme todas las morbosidades dichas y por decir, hasta que me detuve, ya era mi turno de recibir placer; gire a Pablo y le di un beso hasta mojar nuestros labios y le ordene con la mirada lo que tenía que hacer. Yo me tumbe de espalda en la cama y el procedió a quitarme la ropa a medida que se comía mi cuerpo a besos, me quito el pantalón y restregaba y succionaba el olor de mi pene por encima de la tela del bóxer, hasta que la retiro con desesperación y suavemente empezó a engullirse los veinte centímetros de mi falo, fueron cerca de quince minutos que el sube y baja de su boca en mi miembro viril lo dejaron a este muy mojado y con ganas de hacerle el amor.
Continuamos besándonos por otros cuantos minutos intercambiando sabores, yo el de su ano y el, el de mi pene, nuestras lenguas se chocaban y exploraban la cavidad bucal del otro, hasta que llegó el momento de dar rienda suelta a nuestro libido y lujuria, y hacer el amor como dos animales salvajes que solo saben liberar testosterona. Pablo se recostó boca arriba en la cama y yo me puse encima de él, tome saliva entre mis dedos y se la unte en la entrada de su ano, luego posicione mi pene y poco a poco empecé a hacer presión para que entrara. Mi pene entro suavemente y por completo, pues Pablo estaba bastante dilatado por la excitación, lo bese y empecé con el mete y saca; de su boca solo salían gemidos y sus manos arañaban el sucio colchón, tome sus piernas y las coloque sobre mis hombros para penetrarlo con más fuerza, al hacerlo sus gemidos y los míos se incrementaron y yo hacía un gran esfuerzo por no acabar rápido.
El sonido del catre por el movimiento de nuestros cuerpos durante el sexo hacia que mi excitación se incrementara, sentía que volaba.
-Oh, sí, follame. Follame Mateo
-Te gusta cómo te follo?
-Me encanta, follame como si fueras un semental y yo una yegua en celo.
Al unísono, ambos emitíamos gemidos combinados con besos. Hubo un momento en el que Pablo se giró para quedar en posición de perrito, ahí mi penetración fue más profunda y placentera, luego vinieron muchas poses más, y después de un largo rato de glorioso sexo sentía como el ano de Pablo me apretaba el pene, era evidente, él estaba eyaculando sin tocarse, sus ojos se pusieron en blanco y gemidos largos salían de su boca, fue ahí que ya no pude contenerme más y explote en una gran eyaculación en su interior, dejando en su ano todo mi esperma de macho sediento de sexo.
Desnudos, cansados y bañados en sudor nos dejamos caer en la cama para recobrar un poco el aliento, extendí mis brazos y Pablo se acercó a mi cara y con sus ojitos claros me miro, luego me dio un beso muy rico y me agradeció por tan bello momento, mientras finas lagrimas resbalaron por sus mejillas y se perdieron en su barba; yo solo correspondí a su beso con pasión, lo abrace y el posó su cara en mi pecho, le di un beso hermoso en la frente y nos quedamos dormidos; no nos importó nada de lo que pasaba en el exterior, esa cabaña era nuestro mundo, en ese momento solo éramos él y yo.
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