PIEL CANELA: El pensamiento del psicópata (Capítulo final).
Pablo entra en un estado mental en el que solo quiere lastimar a Mateo, sobre todo luego de verlo follar con Raúl. Pero sus acciones, al final, traen fatales consecuencias..
»Este es el capítulo final de ésta novela corta, es un poquito largo, así que espero que les guste y no se aburran mucho jjj. Espero también que PIEL CANELA haya sido del agrado de quienes la leyeron, a los cuales les invito a dejar sus opiniones en la sección de comentarios, y que me digan qué tal les pareció; ya que, estaba pensando en subirla a la plataforma de Wattpad, modificándole algunos capítulos o agregándole otros sin sexo y más drama. De antemano, Gracias»…. 🙂 😉 :p
—¿Pero qué es lo que sucede aquí?. —preguntó Javier, luego de oír discutir a Manolo y Pablo, y ver a su ahijado correr desnudo—. Manolo, ¿qué carajo es lo que pasa?.
—Nada tío, nada….. es solo queeeee…. —divagaba Manolo en su respuesta.
—¿Qué no escuchaste papá?. —intervino Logan—. Pablo se estaba metiendo esto por el culo, así lo dijo tu compadre. —continuó hablando el muchacho, recogiendo el adorno de madera del suelo que Pablo dejó caer.
—¡Claro que escuché, webón; no estoy sordo!. —dijo Javier a su hijo, como tratando de pedirle que no continuara repitiendo aquellas bochornosas palabras.
—Suegro, suegro…. —habló Magnolia—. Dígame que esto se trata de una confusión, ¿cómo que Pablo estaba….?. —la jovencita no tuvo valor para terminar de hablar, luego de oír a Manolo y después a Logan decir que su prometido se estaba penetrando con aquel objeto, que el hijo mayor de Javier recogió del suelo.
—Haber, haber…. Creo que vamos a calmarnos todos. Por favor, regresen a lo que sea que cada uno de ustedes estaba haciendo, ¿sí?. Vamos, vamos…. Marchando, no sean chismosos. —sugirió Javier.
Todos los espectadores del momento se retiraron, haciendo pucheros por querer conocer el chisme completo, solo se quedó Manolo, quien se tapaba la cara por la vergüenza vivida.
—¡Luego me cuentas!. —Susurró Logan en el oído de su padre mientras se retiraba.
Javier pasó su mano en el hombro de su compadre y lo llevó hasta su despacho para poder hablar tranquilamente.
Mientras tanto, Pablo, encerrado en su cuarto, estaba muerto de la vergüenza. Se puso un buzo para no estar totalmente desnudo, y con la cólera que le embargaba a plenitud, empezó a aventar cosas por toda la habitación, tratando de mitigar un poco la frustración de haberse expuesto, sin intención, ante todos. Por su mente solo pasaba una sola cosa, VERGÜENZA.
El moreno arrojó al suelo todo lo que veía, desbarató la cama, rompió el espejo; en pocas palabras, puso la habitación patas arriba. En eso, mientras sacaba su ira contra las cosas materiales, Magnolia entró.
—¿QUÉ MIERDA FUE TODO ESO, JODER?. —preguntó la chica, en tono de reclamo a su novio—. ¿CÓMO ES QUE TE ESTABAS METIE…..?.
Magnolia no terminó su pregunta, ya que Pablo la tomó por el cuello con una mano, casi asfixiándola y llevándola contra la pared.
—SIIIII…. SIIIII….. SÍ JODER, SÍ. ME ESTABA METIENDO UN PUTO ADORNO POR EL CULO. ¿SABÉIS POR QUÉ, MI AMOR?… PORQUE ME ENCANTA LA POLLA, ENTENDISTE, SOY UN PUTO MARICÓN. ¿ERA ESO LO QUE QUERÍAIS SABER?…. PUES AHÍ ESTÁ MI RESPUESTA, COÑO.
Pablo soltó el agarre de su mano en el cuello de su novia, la cual casi cae al suelo, tosiendo y frotándose la zona lastimada; después, la muchacha, con una voz entrecortada volvió a hablar.
—¿Si erais maricón…. Por qué me pediste que nos casáramos?.
—¡Porque también me gustan las tías, joder!. No tanto como los machos, pero me gustan. ¿Y habéis visto lo conservador que es mi padre?….si le decía que me gustaban los tíos, seguro que me echaba de casa y me desheredaba.
—¿Y por eso teníais que usarme a mí de tu puta pantalla?. —Magnolia ya empezaba a soltar algunas lágrimas, y a lanzarle manotazos a Pablo.
—¡Pues relájate, cariño!. —volvió a decir Pablo, sujetándole las manos a la chica, hasta el punto de hacerle daño—. ¡Qué bien que disfrutabas cada vez que te metía la polla!. ¿Pero qué crees?, ya todo se supo, todo se fue a la mierda. ¡Todo por la culpa de esos dos hijos de puta!. —volvió a decir el moreno, soltándole las manos a Magnolia y volteando a mirar por la ventana, en dirección a los corrales donde Mateo y Raúl estaban trabajando.
—¿Qué?… ¿Quiénes?… ¿Hablas de Mateo?…. pero… ¿Qué tiene que ver Mateo en este asunto?. —preguntaba confundida Magnolia, hasta que luego de unos segundos entendió a lo que Pablo se refería y volvió a darle de manotazos en la cara—. ¡ERES UN MALNACIDO, UN HIJO DE PUTA, CABRÓN…. FOLLABAS CON MATEO!.
Pablo la agarró nuevamente del cuello, esta vez con más fuerza, y le plantó un brusco beso en los labios.
—Sí, cariño, sí. Mateo me estaba follando, hasta que tú tuviste que venir de España. —Pablo empezaba a hablar susurrando, con su boca cerca de la boca de Magnolia—. Y desde entonces, él ya no me toca, ya no me mete esa enorme polla que tiene; ahora prefiere follarse a ese gilipollas muerto de hambre que apesta a mierda de vaca. Por culpa de Mateo, yo tuve que buscar la forma de aplacar mi deseo de sentir mi ano invadido, de sentirme follado por él, por eso me estaba metiendo ese adorno por el culo, hasta que tuvo que llegar mi padre y descubrirme. ¿Pero sabes algo, cariño?, —preguntó el moreno, con un tono algo psicópata—. Yo ya perdí mucho hoy día, es justo que esos dos también pierdan algo, —terminó Pablo de hablar, arrojando a Magnolia contra la pared, haciendo que se golpee la cabeza y caiga inconsciente al suelo.
Pablo se quedó observando a Magnolia tendida en el suelo, con el pie la movió pero no obtuvo ninguna reacción por parte de ella, en ese instante, Pablo creyó que estaba muerta.
Con la mente totalmente oscurecida, el moreno tomó un poco de su ropa y la metió en una de sus maletas, la más pequeña, y salió de la casa sin ser visto.
En el despacho de Javier, éste platicaba con su compadre Manolo, quien con mucha vergüenza, le contó todo lo que vio en el cuarto de Pablo.
Javier, por otro lado, creyó conveniente contarle lo que hubo entre los hijos de ambos.
—¿Qué?¿Me estáis diciendo que tu hijo se follaba al mío?. —preguntó Manolo, completamente asombrado.
—Efectivamente, compadre. Claro que eso pasó solo en unas dos o tres ocasiones, según me contó mi hijo. Además, Mateo cortó todo tipo de relación con mi ahijado cuando llegaste con tu nuera a la hacienda. Según parece, él no conocía que Pablo estaba comprometido, y tu hijo tampoco quería una relación seria con el mío. —explicó Javier.
—Joder. Me estáis diciendo que tu hijo es…. es….
—Es gay. Mi hijo es gay. Al igual que el tuyo.
—¡ME CAGO EN LA PUTA QUE LOS PARIO!. —gritó Manolo, parándose bruscamente de la silla, mientras Javier permanecía relajado en su asiento.
—Así es la situación. Tu hijo fue la putita de mi hijo, acéptalo webón. Tú vives en un país de mente abierta, donde esto es más común de lo normal. Aunque viendo tu reacción, entiendo por qué Pablo no te lo haya contado.
—Pues no lo entiendo. No lo entiendo, con una mierda. —replicaba Manolo.
—Eso no es todo, —continuó Javier—. Cuando Pablo le dijo a Mateo que no quería una relación seria, tú y Magnolia llegaron, y eso hizo que mi hijo terminara por cortar todo tipo de cercanía con mi ahijado; pero, Pablo aún quería seguir teniendo una aventura con mi muchacho, aunque Magnolia estaba en la hacienda. Mateo se negó a eso, y tiempo después empezó a tener una relación con uno de los vaqueros.
—¿Queeeee?. ¿Me estáis hablando en serio?
—¿Tengo cara de estar bromeando?. Actualmente Mateo tiene pareja, él mismo me lo contó; ya que tu hijo los descubrió, y en venganza por el desprecio de mi hijo inventó que éste vaquero le había robado unas cosas de su cuarto. ¿Recuerdas eso?, —le preguntó Javier a su compadre, el cual afirmó con la cabeza—. Yo revisé las cámaras de seguridad de la casa, y fue Pablo quien sacó esas cosas en una bolsa y las fue a esconder en la cabaña del otro tipo, con la intención de culparlo.
—¡Esto no puede ser posible!. —decía Manolo, completamente asombrado del actuar de su hijo.
—Si no crees en mi palabra, podemos revisar las grabaciones de las cámaras. Por la amistad que nos tenemos desde hace tantos años, y por el cariño que aún le tengo a mi ahijado decidí no echarlo de mi casa; después de todo, él es quien representa tus negocios, y dada tu difícil situación económica preferí no tomar ninguna acción en su contra, obviamente le advertí que si volvía a hacer algo como eso rompería los tratos que tengo contigo, y sabes que eso significaría que te vayas a la ruina. Pero no es lo que quiero para ti.
—Joder macho. No puedo creer que mi hijo se haya comportado de esa manera, después de tanto que me esmeré en enseñarle valores. Es que no me atrevo ni mirarte a la cara, tío. Me da tanta vergüenza lo que ha hecho Pablo. Le puedo perdonar que sea maricón, pero abusivo no. Te juro que desconozco totalmente al hijo que crié.
—Compadre, a veces no es bueno dar a los hijos todo lo que piden, porque se acostumbran a siempre obtener lo que quieren.
—Joder…. Te pido una disculpa, compadre. No os preocupéis, que ahora mismo nos regresamos a España, ya causamos muchas molestias en vuestra casa.
—No es necesario que se vayan así de repente.
—Insisto en que sí. Solo espero que nuestros negocios no se vean afectados. —Manolo se acercó a Javier y le dio un abrazo, se sentía avergonzado por todo lo que había pasado y por el accionar de Pablo.
—No te preocupes amigo. Al menos espera hasta mañana.
—Vale, vale. Pero de todos modos sería bueno ir preparando el equipaje. Ahora tendré que resolver lo de la boda de Pablo, que seguramente con lo de hoy, ya no se casará.
Manolo salió del despacho de su compadre, completamente ofuscado y decepcionado del comportamiento de su hijo.
Cuando Pablo salió de la casa grande sin ser visto por nadie, corrió hasta las caballerizas a esconderse, creía que había matado a Magnolia. El haberse obsesionado por Mateo empezaba a nublar su buen juicio, ya había hecho que, de una manera poco decorosa, los demás descubrieran su gusto por los penes; sin embargo, en su principiante psicología trastornada, él culpaba a Mateo y a Raúl. Así que, pensó en no ser el único afectado con todo eso. A esos dos ya no les importaba mostrarse ante la sociedad como una pareja; por lo que pensó, que si quería cobrarse de algún modo, no sería delatando su romance, sino con algo peor que eso. Tenía que pensar la forma de lastimarlos y así sentirse tranquilo consigo mismo.
Mientras Pablo se escondía en las caballerizas; en la casa grande, su padre, subía hasta su cuarto creyendo que ahí lo encontraría, pero enorme fue su sorpresa al ver la habitación completamente destruida, con la cama deshecha y cosas tiradas por el suelo. Entró y su impresión fue aún mayor cuando vio a Magnolia tirada en el suelo, completamente inconsciente. Rápidamente la socorrió, vio que tenía un poco de sangre en la cabeza, pero nada de gravedad. Lentamente, la muchacha fue reaccionando.
—Hey, Magnolia, ¿Cómo te sientes?. —le preguntaba Manolo.
Magnolia iba abriendo los ojos de a pocos, se quejó de que le dolía mucho la cabeza. Una vez que terminó de reaccionar, le contó al padre de Pablo lo que sucedió, la discusión y como su hijo la aventó contra la pared.
—¡HEEEEEYYYYY… QUE ALGUIEN ME AYUDE!. —empezó a gritar el padre de Pablo, siendo escuchado por la esposa de Logan, que llegó hasta la habitación y preguntó confundida lo que había pasado.
Manolo le explicó de manera escueta todo lo ocurrido y le pidió algo para curar la herida que la joven tenía en la cabeza. A los pocos minutos llegó a la habitación Javier, también extrañado por los gritos que Manolo había lanzado.
—¡Está loco!. —dijo Magnolia, agarrándose la cabeza, ya que el dolor por el golpe era fuerte.
—¿Qué?. —se preguntaron todos a la misma vez.
—Pablo… está vuelto un loco. No solo me golpeó, casi me asfixia, y creo que también quiere hacerle algo a Mateo. —respondió Magnolia.
—¿Cómo que quiere hacerle algo a mi hijo?, explícate muchacha. —habló Javier.
—Pablo está enfurecido, según me dijo, él y Mateo tuvieron algo, pero parece que ya no, y quiere desquitarse con él, por el hecho de que usted, —señalando con la mirada a Manolo—, lo descubriera masturbándose con el adorno, porque según Pablo, hacía eso debido a que Mateo ya no quería nada con él.
Manolo se levantó del suelo muy molesto, dio un fuerte suspiro y luego golpeó la pared con el puño.
—Creo que mejor voy a la cocina a traer un poco de hielo para que te lo pongas en la herida. —hablo la esposa de Logan, con cara de confundida y tratando de entender lo que decía Magnolia.
—¿Estás segura de que Pablo podría querer hacerle algo a mi hijo?. —le preguntó Javier a Magnolia.
—Soy psicóloga, señor, —respondió la chica—. Sé reconocer muy bien cuando una persona ha perdido el juicio y quiere lastimar a alguien.
Mientras en el cuarto de Pablo pasaba todo lo narrado con Manolo, Javier, la nuera de éste, y Magnolia. En los corrales, Mateo y los vaqueros terminaban de meter en el camión a las reses que irían al matadero.
Una vez que terminaron el trabajo, el camión partió y los vaqueros se disponían a ir a descansar.
—Muchachos, —habló Mateo—. No se olviden que hoy toca hacer correr a los toros en el tauródromo; así que, como aún es temprano para almorzar, vayan y hagan eso, por favor. Luego de que los toros corran un par de horas, los traen a los corrales porque ya toca desparasitarlos, eso si ya lo hacemos después de almorzar.
—Inmediatamente, doctor. Ahorita nos encargamos de llevar los toros al tauródromo. —intervino el caporal de la hacienda.
—Raúl, —gritó Mateo el nombre del vaquero desde un extremo del corral—. Ayúdame a vacunar unos caballos, por favor.
Los vaqueros fueron hasta las caballerizas y ensillaron cada uno su caballo.
Pablo, que estaba escondido en un cubículo vacío, trató de no hacer ruido al oír a los vaqueros llegar.
—Hay que apurarnos muchachos, para poder traer los toros al corral antes del mediodía, ya tengo hambre y eso que no son ni las 10 de la mañana. —decía uno de los vaqueros, haciendo que los demás se soltaran a reír.
Una vez que alistaron los caballos, partieron rumbo a los potreros donde pastan los toros que están próximos a cumplir los cuatro años de edad, y los arriaron hasta la entrada del tauródromo para hacerlos correr, ya que de esa manera los toros hacen ejercicio.
Mientras tanto, en las caballerizas, Pablo se disponía a salir de ahí, pero justo cuando iba saliendo, volvió a entrar a la carrera y se ocultó detrás de unas pacas de heno, ya que Mateo y Raúl venían en la misma dirección.
Cuando los dos entraron, no notaron la presencia del moreno, y al sentirse solos, Mateo se abalanzó a besar apasionadamente a Raúl.
—Creí que habíamos venido a vacunar unos caballos, —dijo el vaquero, riéndose, cuando se separaron del beso.
—Eso lo hacemos al final, ahora quiero hacerte mío otra vez, igual que anoche. —dijo Mateo—. Además, hacerte el amor en las caballerizas me prende, aquí fue donde empecé a enamorarme de ti, esa noche que dormimos abrazados, ¿recuerdas?, este es como nuestro lugar secreto y especial.
Al oír eso, Raúl se colgó del cuello de Mateo; y caminaban, a medida que se besaban, a uno de los cubículos vacíos a darle rienda suelta a su lujuria.
Los dos entraron y se dejaron caer sobre el heno seco que cubría el piso del cubículo. Como si sus vidas dependieran de aquel beso, chocaban sus labios en ese ósculo salvaje y tierno a la vez, intercambiando saliva y la esencia de sus almas.
El estar en esa situación, en un lugar casi al aire libre, donde cualquiera los podía descubrir, aumentaba a un nivel gigantesco el morbo que nacía de ellos, ese morbo que erectaba el pene de Mateo y dilataba el ano de Raúl.
Con una rapidez increíble, Mateo desnudó el tren posterior de su amado, casi arrancándole con los dientes el pantalón, las botas y el bóxer; para luego, abrirle la camisa con las manos, empleando una fuerza que algunos de los botones salieron volando.
Raúl jadeaba de la excitación, abría la boca cada vez que el veterinario le besaba el cuello, y le quitaba la ropa con prisa.
—Eres mío, eres mío. —le susurraba Mateo al oído.
—Solo tuyo. Únicamente tuyo. —afirmaba el vaquero.
Mateo, al estar completamente desnudo, giró a Raúl para tener acceso al ano de éste. El vaquero, con el pecho sobre el heno, mordía su brazo al sentirse tan sumiso del hombre del cual se había enamorado desde el primer momento en que lo vio. Le agradaba sentir que Mateo lo dominaba, y a la vez él era el dominante.
Pronto Raúl empezó a morder con más fuerza su mano, al sentir la lengua de Mateo pasar por las comisuras de su ano, en formas circulares y luego de manera más brusca, como tratando de penetrarlo. La excitación provocaba palpitaciones en el esfínter anal del vaquero, que ahogaba sus gritos para no delatarse del momento que estaban viviendo.
Mateo separaba con sus varoniles manos las nalgas carnosas y turgentes de Raúl, rosaba su ano con la lengua de manera descontrolada, luego más despacio, y otra vez con descontrol; por momentos le rozaba la punta del glande, que ya babeaba preseminal, untándoselo y haciendo el ademán de querer metérselo, picándole el ano solo con la cabeza de aquella verga varonil y exquisita, sobándosela hasta lubricársela completamente con la saliva dejada en el ano y el líquido preseminal untado ahí. Le golpeaba con todo ese tronco de carne maciza las nalgas, como si fuera un fuete que golpea las ancas de una yegua bronca que no acepta ser domada.
—¡Arrodíllate y chúpamela!, — ordenó Mateo, poniéndose de pie.
Raúl se giró para quedar frente a esa verga de piel blanca y cabeza rosada, con venas que resaltaban como queriendo explotar, babeando líquido preseminal a borbotones.
Con la lengua recorrió desde los huevos hasta la cabeza de aquella verga, para después tragársela entera sin importarle generarse arcadas que lo hacían llorar, mojándose las mejillas con la mezcla de saliva y preseminal que dejaba en ese falo, grueso y duro como el acero. Chupaba de manera magistral aquella carne dura, haciendo énfasis en el glande, ya que a Mateo se le doblaban las rodillas cada vez que le succionaba con fuerza esa parte, dejándosela enrojecida.
El veterinario soltaba por momentos, sin darse cuenta, fuertes gritos de placer. Le follaba la boca al vaquero de manera tan gloriosa y placentera, que tenía que morder su bóxer para no ser escuchado. El aire en aquel lugar se tornó completamente inundado por el olor a sexo y lujuria, incluso los caballos podían olfatear la testosterona flotar, y gruñían en sus cubículos deseando montar una hembra en celo.
La excitación apremiaba a esos dos machos, varoniles y fogosos, a fornicar con desesperación; por lo que Mateo, con esa fuerza de hombre grande, levantó a Raúl como si éste no pesara nada y lo hizo sujetarse de su cuello con los brazos y abrazar su cintura con las piernas, para acto seguido pegarlo contra la pared de aquel cubículo y guiar con su mano su pene que ardía en deseo de calor anal.
Con sus brazos separó un poco las piernas de Raúl, cargando todo su peso en ellos, y de una manera intensa inició el mete y saca, que por la lubricación del ano del vaquero y la verga de Mateo, se generaba un cosquilleo glorioso, provocando en ellos tal placer que ponían los ojos en blanco y jadeaban con la boca abierta.
Un rato después, Mateo llevó al suelo a Raúl, sin soltarlo le colocó las piernas en sus hombros, alternando esa posición en diferentes modalidades a medida que lo penetraba con fiereza y pasión, rosándole la próstata hasta hacer explotar al vaquero en eyaculaciones que le bañaban el pecho con su propio semen; pero aun así, pedía más y más, hasta que las piernas le temblaban al igual que a Mateo.
Los cuerpos de esos dos hombres estaban bañados por el sudor, sus pechos y espaldas brillaban mojados producto del cansancio. Hasta que luego de cerca de una hora de sexo, al no poder aguantar más, Mateo explotó soltando su semen en el interior de Raúl, librando un fuerte grito y blanqueando los ojos, elevando la mirada al techo y enterrando su verga lo más que podía. Después, lentamente fue recostándose sobre su amado, aún con los efectos de aquel clímax besó los labios de Raúl, el cual estaba casi muerto del placer recibido, y al final le besó la frente como una señal de gratitud por amarlo y ser solo suyo.
Con la respiración agitada por el cansancio, la frente y todo el cuerpo sudado, Mateo se tendió boca arriba sobre el heno, abrazando a Raúl y pegándolo contra su pecho, comiéndole los labios a besos y completamente desnudos. Ambos machos reían al reaccionar por lo locos que estaban al follar en las caballerizas, pero el placer vivido no se les olvidaba y eso era ganancia para ellos.
—¿Qué me has hecho, pendejo?. —preguntaba Mateo, besando a Raúl en la frente.
—¿Hacerte?. —preguntaba confundido el vaquero, mientras besaba el pecho de Mateo.
—Sí. ¿Qué me hiciste para que me enamorara así de ti?. Eres lo mejor que me ha pasado, webón.
—Tú eres lo mejor que me ha pasado a mí. —le contradijo de cierta manera Raúl a Mateo, quien lo miró con ternura.
—¡Te amo!. —dijo el veterinario, con sus ojitos color miel empezando a llenarse de lágrimas.
—¡Te amo!. —dijo Raúl, fundiéndose en un beso con su hombre, con su amor.
Desde un cierto ángulo, Pablo los observaba con la mirada encendida en odio, ira y todos los sentimientos negativos que su alma podía albergar. Sentía la necesidad de entrar y ahorcarlos a ambos, pero no era el momento para hacerlo.
Pasó cerca de una hora en la que Mateo y Raúl descansaban sobre el heno de la caballeriza, desnudos y besándose como palomos enamorados. Pablo aún continuaba observándolos, como si fuera un fantasma, escondido. De pronto, las voces de los vaqueros arreando los toros los pusieron en alerta, estaban llegando a los corrales y seguramente entrarían a las caballerizas a dejar sus caballos, así que los dos enamorados se vistieron con rapidez, mientras que Pablo se ocultaba aún más para no ser visto.
Mateo y el vaquero salieron del cubículo y vacunaron dos caballos, mientras el resto de vaqueros entraba al establo a desensillar a los suyos.
—Hola doctor. Ya hicimos correr a los toros y los trajimos a los corrales. Ni corriendo se tranquilizaron, están hechos unas fieras, están tan bravos que matarían al primer cristiano que tengan en frente. —dijo el caporal.
—Me lo imagino, —agregó Mateo—. Que descansen un poco en los corrales y más tarde los desparasitamos. Ahora vayan a almorzar, que me parece que ya es hora.
Los vaqueros desensillaron sus caballos y salieron de las caballerizas. Raúl, por su parte, se despidió de Mateo y agarró una de las camionetas de los empleados para ir a recoger a Camilita del colegio, quedando el veterinario completamente solo en las caballerizas.
Mientras Mateo guardaba en una caja las agujas y jeringas usadas para vacunar los caballos, sintió como algo lo golpeó detrás de la cabeza.
El veterinario cayó al suelo, completamente inconsciente, detrás de él estaba Pablo, sosteniendo en las manos el madero que usó para noquearlo, observándolo con una mirada de psicópata.
Cuando Mateo empezó a despertar, la luz del sol hacía que le ardieran los ojos y un fuerte dolor en la parte trasera de la cabeza lo tenía medio atontado. Terminó de reaccionar y se dio cuenta que estaba tirado dentro de la manga de saneamiento, ese callejón hecho de madera por el cual pasa el ganado para que no puedan lastimar a los vaqueros. Intentó ponerse de pie, pero tenía las manos atadas a la espalda, y los tobillos amarrados con una cuerda que pasaba por una de las vigas del techo y llegaba hasta el suelo, afuera de la manga. Alguien lo había golpeado y amarrado, pero no sabía quién.
Mateo trataba de incorporarse, pero la posición en la que lo habían dejado y los tobillos amarrados no se lo permitían; cuando en eso, vio la cara de Pablo asomarse por el filo de la pared de la manga, riéndose y lamiéndose los labios.
—¿Qué pasó chaval?. Me parece que os golpearon y dejaron amarrando, tío.
—Fuiste tú. ¿Qué mierda quieres, enfermo?. —gritó Mateo.
—Por culpa vuestra ahora soy el hazme reír de esta puta hacienda, todos en la casa descubrieron que me gusta la polla. —le reclamó Pablo, saltando por encima de la manga para caer dentro de ésta, al lado de Mateo.
—¿Qué mierda dices?, no sé de lo que estás hablando. ¡Ya suéltame carajo!. —gritó Mateo—. ¡AUXIL….!.
El veterinario intentó pedir ayuda gritando, pero el psicópata del moreno lo calló con un puñetazo en la cara, reventándole la comisura de los labios, haciendo que Mateo cayera con la cara en el suelo y luego se incorporara un poco, escupiendo sangre de la boca, con ira al sentirse en desventaja.
—¡SUÉLTAME CARAJO, SUÉLTAME Y NOS AGARRAMOS A GOLPES, PERO COMO HOMBRES!. —le retó Mateo a Pablo, gritando enfurecido.
Pablo se rió, agarró la cara del veterinario en sus manos y le plantó un beso que su víctima trataba de esquivar a toda costa, incluso mordiéndole el labio, consiguiendo que su agresor le atinara otro puñetazo en la cara.
El moreno se limpió con los dedos la sangre del labio, producto de la mordida de Mateo, se los llevó a la boca y los chupó.
—¡TE DIJE QUE DEJARAS A ESE MUGROSO MUERTO DE HAMBRE, COÑO!. —gritó Pablo—. Ahora, éstas son las consecuencias.
Pablo buscó entre los bolsillos de Mateo el celular de éste. Al encontrarlo trato de desbloquear la pantalla, pero no sabía la contraseña.
—¿Cuál es la clave?. —le preguntó al veterinario.
—Ni que fuera tan pendejo para decírtela. —le increpó Mateo.
El de piel canela intentó desbloquear el celular escribiendo el nombre de Mateo, luego el de su padre, pero ninguno de esos dos nombres era el correcto. Pensó un poco y luego escribió la palabra ‘’raul’’, de inmediato la pantalla se desbloqueó y Pablo rió triunfante.
—Sois bastante gilipollas, macho. Mira que poner el nombre de ese cerdo como tu clave, me dais asco.
Buscó entre los contactos hasta encontrar el de Raúl, le marcó y esperó a que éste contestara.
En la casa grande, dentro de la habitación de Pablo, Javier y Manolo hablaban un poco alterados.
—¿Qué?, ¿pero qué mierda me estás diciendo?, —preguntaba Javier, algo irritado.
—Lo que oyes, tío. Pablo está desde hace un par de años en tratamiento psiquiátrico por una enfermedad que lo hace ser un poco violento. —respondió Manolo.
—Trastorno explosivo intermitente, —intervino Magnolia—. Así se llama su enfermedad.
—¡MIERDA!, pero por qué no me lo dijiste cuando él vino a vivir a mi casa, carajo. —le reclamó Javier a su compadre.
—Venga hombre. Que él está medicado para controlar los ataques de ira que le dan.
—Pues por cómo me agredió a mí hoy, yo diría que ha dejado de tomar sus medicamentos. —lo contradijo Magnolia.
—No puede ser, tengo que avisarle a Mateo de que esté al pendiente. —dijo Javier preocupado por su hijo—. ¡Puta madre!, dejé mi celular en mi despacho.
Javier salió apresurado en busca de su celular, necesitaba avisarle a Mateo de que corría peligro, desconociendo que Pablo ya había puesto sus psicópatas manos sobre su hijo.
Tras de él salieron los demás.
—Yo voy a avisarle a todos los de la casa, —dijo Natalia, la esposa de Logan.
—Sí, por favor. Que estén atentos a cualquier cosa, y avísales a los vaqueros y a los vigilantes por si notan algo raro. —le recomendó Javier a su nuera.
Mientras Javier buscaba su celular, Natalia fue hasta la cocina a preguntarles a las sirvientas en dónde estaban los vaqueros.
Dentro de la cocina se encontraba Valeriana, la nana de Mateo, y sentados en la mesa estaban Raúl y su hija, terminando de almorzar.
—Valeriana, ¿Dónde están los vaqueros?. —preguntó Natalia.
—Pues ahorita han de estar ahí en la caseta donde ellos comen, han de estar descansando, hace poquito acabaron de almorzar. ¿Los necesita pa algo, patrona?. —respondió y luego preguntó la empleada.
—Por favor, Valeriana, anda y diles que estén atentos por si es que ven a Pablo, y que le avisen a Mateo. Hace rato Pablo golpeó a Magnolia, y parece que ahora intenta hacerle algo a mi cuñado.
—¡Dios que me libre!. Ahorita voy a avisarles, patrona.
Valeriana salió corriendo de la cocina en dirección al comedor de los vaqueros. Raúl escuchó todo y quedó un poco confundido por la situación. Le pidió a Natalia que le explique y ésta le contó todo lo sucedido; en ese instante, Javier y Manolo aparecieron por la cocina, y una llamada entró al celular de Raúl.
El vaquero vio en la pantalla del móvil que la llamada provenía del celular de Mateo.
—Es Mateo, —dijo, contestando la llamada—. ¿Aló, Mateo?. —la cara se le puso pálida a Raúl al oír la voz de Pablo al otro lado de la señal.
—¡Qué pasó chavalillo!…. ¿sorprendido de oír mi voz?. Escuchad muy bien lo que os voy a decir, tengo aquí a tu noviecito, está amarrado en los corrales. Si queréis verle de nuevo, ven a por él. Vamos a divertiros los tres juntos. ¿Qué os parece?.
Raúl colocó rápidamente la llamada en altavoz, para que el padre y la cuñada de Mateo pudieran oír lo que decía Pablo.
—¿Qué es lo que quieres?¿Qué le has hecho a Mateo?. —preguntaba el vaquero.
—¡Epa!. Tranquilo cojonudo. Que tu doctorcito está bien. A menos que no quieras verle vivo de nuevo. Venid a los corrales, y así platicamos de lo hijos de puta que sois. Claro, a menos que no te importe que le mate como a un gusano. Aquí te espero, gilipollas. Está de más decirte que no le digas a nadie, o tu novio paga las consecuencias, ¿vale cariño?.
Apenas Pablo terminó de hablar cortó la llamada. Raúl golpeó la mesa con las manos; Natalia tenía una cara de susto tremenda y Javier aventó al suelo el tazón de frutas que había sobre la mesa, haciendo que Camilita se asustara al verlo tan molesto.
—No, no llores pequeña. —le dijo Javier a la niña, besándole la frente—. Natalia, por favor llévatela a que vea televisión o a que juegue con Kike.
Natalia cargó a Camilita y la llevó al segundo piso de la casa.
—Patrón, tengo que ir a los corrales, no puedo dejar que ese enfermo lastime a Mateo. —dijo Raúl, mostrándose preocupado por su novio.
—Cálmate, —le sugirió Javier—. No sabemos si está armado o qué pretende hacer. Creo que tendremos que hablarle a la policía, lo siento mucho compadre, —volvió a decir, esta vez mirando a Manolo.
—¿A la policía?, no, y si le hace algo a Mateo. Pablo va a escuchar cuando la patrulla entre por el portón…. —discrepó Raúl.
—¡Tranquilo, no soy tan webón como para exponer a mi hijo!. —alzó un poco la voz Javier—. Le voy a hablar a un contacto que tengo en la policía, le voy a pedir que venga con unas dos patrullas, pero no los vamos a hacer ingresar por la entrada de la hacienda, sino que van a avanzar por la carretera hasta llegar a un acceso que permite la entrada de vehículos por la parte trasera de la hacienda, mientras que la otra patrulla va a estar cerca de la entrada principal por si se le ocurre salir por ahí.
Raúl confió en el plan de Javier, quien le habló al comandante de la policía de San Ignacio y le explicó el problema. Al cabo de un rato, el comandante le habló a Javier para decirle que ya estaban acercándose a la hacienda tal cual se había planeado, por lo que Raúl se preparó para ir hasta los corrales.
El vaquero caminó con miedo, temeroso de lo que le pudiera pasar. Cuando llegó a los corrales vio a Mateo colgado de los tobillos sobre la manga, la cual estaba con la puerta abierta y uno de los toros iba entrando, incitado por la figura de Mateo, como si éste fuera un señuelo que el animal pretendía embestir.
Pablo sostenía la soga que sujetaba a Mateo por los tobillos, y amenazaba a Raúl con dejarlo caer para que el toro lo embistiera y pisoteara dentro de la manga.
Raúl sabía que si Mateo caía al suelo, sería atacado por el toro que estaba ingresando a la manga, lo que significaría una muerte segura para su amado.
—¡Hey, chaval!. ¡A que soy un puto crack, eh!. Esta escena parece sacada de una peli de Hollywood o una de esas telenovelas mexicanas. ¿No os gusta?. —se burlaba Pablo, al notar en la cara de Raúl su desesperación y miedo.
—ERES UN ENFERMO DE MIERDA. NO TIENES LOS HUEVOS PARA PELEAR COMO HOMBRE Y TE VALES DE ESTO PARA AMEDRENTAR. NO ERES MÁS QUE UN POBRE Y TRISTE WEBÓN. —le gritaba Raúl, completamente enojado, sacando de quicio a Pablo.
—Venga, cachorrito. Será mejor que cuides cómo me hablas, no has de querer que suelte esta soga y deje caer a tu doctorcito para que el toro lo despedace. —decía Pablo, lamiéndose los labios.
A medida que el moreno sujetaba la soga entre sus manos, el toro trataba de embestir a Mateo dentro de la manga, sin embargo no podía hacerlo, ya que estaba colgado a casi dos metros sobre el suelo. Mientras tanto, el veterinario había logrado soltarse las manos que las tenía atadas a la espalda.
—¿QUE MIERDA QUIERES?. Deja a Mateo y si quieres nos agarramos a golpes tú y yo. —volvió a gritar Raúl.
—jajaja. ¿Qué cosa quiero?. Pues quiero que veáis como tu amado termina hecho papilla por ese toro. Ese es su precio a pagar por despreciarme.
Apenas Pablo terminó de hablar, soltó la soga haciendo que Mateo estuviera a punto de caer dentro de la manga, de no ser por Raúl que con la rapidez de un felino corrió y agarró la soga entre sus manos, sujetándolo y salvándole de una muerte segura. Pablo aprovechó el momento y se abalanzo sobre el vaquero, atinándole un puñetazo en el estómago y otro en la cara. Raúl se envolvió la soga en el brazo izquierdo y se protegió con el otro de los golpes de Pablo. Con toda su fuerza sostuvo en su brazo izquierdo el peso de Mateo, mientras que con el derecho bloqueó uno de los puñetazos del psicópata, agarrándole la mano y jalándolo hacia él para recibirlo con un cabezazo en la cara del moreno, haciendo que éste cayera al suelo medio inconsciente.
Aprovechó los pocos segundos de ventaja que tenía, mientras Pablo volvía a ponerse de pie, y amarró la soga en una de las columnas, cuidando de dejar a Mateo a una altura en la que el toro no pudiera alcanzarlo con los cuernos.
Pablo se puso de pie y empezó el verdadero combate cuerpo a cuerpo entre esos dos hombres. Los golpes eran brutales, puñetazos y patadas eran dados y devueltos mutuamente. La sangre no se hizo esperar cuando Raúl le propinó un derechazo a Pablo que le rompió la nariz, y éste le partió una ceja al vaquero al devolverle el golpe.
Mientras el español y el vaquero peleaban; Mateo, que ya tenía las manos liberadas, trataba de soltar el nudo de sus tobillos sin lograrlo. Durante el forcejeo que hacía por soltarse, la soga se fue aflojando de la columna, provocando que Mateo cayera al interior de la manga, y apenas tocó el suelo, vio como el toro a todo galope se acercaba a él, con los cuernos bajos dispuesto a embestirlo; sin embargo, se protegió del animal moviendo una puerta corrediza que había en el centro de la manga, una puerta que permite separar a los animales en dos grupos para que no se aglomeren al entrar en ésta. Movió aquella puerta y el toro encajó los cuernos en la puerta, dándole tiempo a Mateo de salir de ahí; hasta que el bravo animal, con la fuerza que suelen tener los toros de lidia, la abrió casi destruyéndola. Gracias a Dios, Mateo ya estaba fuera del peligro de morir en los cuernos de aquella máquina.
Mateo se apresuró a desatarse el nudo de los tobillos, mientras la policía ya llegaba corriendo a toda prisa con pistolas en mano.
—Pablo De la Rosa Mansour, arriba las manos. —gritó uno de los policías.
Ante eso, Pablo salió corriendo del lugar, como un venado siendo perseguido por su depredador, mientras los policías iban tras él.
Mateo corrió hacia Raúl; estaba sangrando de la ceja, muy magullado, su bello rostro golpeado, pero con el espíritu engrandecido al ver a su gran amor sano y salvo.
El vaquero se sentó en el suelo polvoriento, exhausto por los golpes que recibió, pero a la vez preocupado al ver que la cara de Mateo también estaba golpeada.
—Me salvaste, mi amor. —dijo Mateo, sonriendo y besando la frente de Raúl, quitándose el polo para limpiarle la sangre de la cara.
—Tú me salvaste a mí. —dijo Raúl—. Tú me salvaste al amarme siendo un simple vaquero, al preferirme a pesar de mi origen humilde, al amar a mi hija.
—¿Están bien?, —les preguntó el comandante.
—Sí, —respondieron ambos.
Luego de eso, regresaron a la casa grande acompañados por un par de policías. Al llegar, todos ahí los recibieron muy aliviados al ver que no les había pasado nada grave, aunque Mateo por poco muere arrollado por el toro.
Mateo les explicó todo a su familia, incluido su romance con Raúl, algo a lo que todos, excepto Javier, reaccionaron sorprendidos, pero sin juzgarlos; después de todo, Logan afirmaba entre risas que él ya se había dado cuenta que su hermanito menor era gay; además, le agradecieron profundamente a Raúl por haberse jugado la vida por salvar a Mateo.
—¿Pero qué pasó con mi hijo?. —preguntó Manolo.
—Él salió corriendo cuando nosotros llegamos, pero un grupo de policías lo está persiguiendo. —le respondió el comandante—. Ahora, sé que han de estar aún asustados por lo que vivieron, muchachos; pero deben acompañarme a asentar la denuncia por intento de homicidio. —continuó diciendo, dirigiéndose a Raúl y Mateo, los cuales se dispusieron a las órdenes del comandante.
Los dos enamorados, acompañados por Javier y un par de policías, subieron a una de las patrullas para ir a la ciudad, para asentar la denuncia de manera formal contra Pablo, quien era perseguido por cuatro policías.
Mientras el comandante iba sentado en el asiento del copiloto de la patrulla, trataba de comunicarse por radio con uno de los efectivos que perseguía a Pablo, pero no pudo obtener respuesta por parte de su subalterno.
Pablo corría desesperadamente para escabullirse de los efectivos policiales que lo perseguían, los cuales no podían hacer uso de sus armas debido a que iban tras de él por una zona en la que la vegetación es muy densa y grande, obstaculizando su visión.
Pronto uno de ellos logró alcanzarlo, pero fue reducido al recibir una pedrada en la cabeza y caer inconsciente al suelo. Pablo le quitó su arma y siguió escapando, esta vez tramando emboscar al resto de policías que lo perseguían.
Cada segundo, los arranques de ira y violencia en Pablo eran mayores y más fuertes, sentía a cada minuto que pasaba, la necesidad de explotar su agresividad lastimando a alguien.
No tardó mucho en ser encontrado por los otros tres efectivos, librándose una balacera entre el moreno y los policías, resultando uno de ellos herido en el brazo. Sin embargo, Pablo se vio en la necesidad de continuar escapando al quedarse sin balas. Llegó hasta el río, en una parte donde la única manera de cruzarlo era usando un viejo ‘’huaro’’, que es una especie de ‘’teleférico’’ rustico y sin tecnología, una cabina hecha de madera que se sujeta sobre dos cables metálicos por medio de unas poleas, y que avanza al jalar otro cable tendido por en medio de esta cabina, debajo de los cables superiores.
Pablo subió al huaro y empezó a hacer que éste se moviera rápidamente; sin embargo, desconocía que este medio de transporte no era usado hace muchísimos años, y el paso del tiempo fue pudriendo la madera hasta dejarlo en pésimas condiciones, por lo que al llegar a la mitad del cable empezó a oír el crujir de la madera de la cabina.
—¡Hey, miren, allá está!, —dijo uno de los policías a sus compañeros, señalando a una distancia de unos 300 metros, a Pablo cruzando el río.
Rápidamente, los policías corrieron hasta donde los cables están anclados al suelo en la orilla del río, y desde ahí le gritaban a Pablo que regresara, ya que el huaro era muy viejo y se podía romper. El moreno oía los gritos de los efectivos, pero también oía el rechinar de la madera, así que decidió apresurarse en cruzar antes de que el huaro se destruyera con su peso; sin embargo, a medida que avanzaba sobre el río, faltando un cuarto del tramo para llegar al otro extremo, la cabina se rompió en pedazos, cayendo junto con Pablo sobre las turbulentas aguas, hundiéndose en estas para desaparecer completamente, sin dejar rastro alguno de su existencia. En cuestión de segundos, Pablo fue tragado por el río.
Una vez que Raúl y Mateo terminaron de dar su declaración en la comisaría, el celular del comandante sonó.
—Dime, ¿qué pasó?…. ¿Están seguros que se ahogó?…. Ok, entiendo, entiendo. Regresen y lleven a los heridos al hospital, más tarde los veo.
El comandante dejó su celular en el escritorio, los miró y procedió a explicarles lo que le dijo la persona que le habló.
—Acabo de hablar con uno de mis hombres, —indicó—. Sucede que durante la persecución, Pablo De la Rosa trató de cruzar el río en un huaro viejo, éste se rompió y cayó al agua, tal parece que se ahogó.
Todos se quedaron helados al saber que Pablo estaba muerto, aunque no había un parte oficial de la policía, todo parecía indicar que era así; después de todo, la parte del río en la que cayó era la más turbulenta, había piedras, troncos de árboles que la corriente arrastra, en fin, difícil de sobrevivir.
Por la mente de Mateo pasaron muchas cosas, a pesar de que Pablo intentó matarlo, no le deseaba la muerte.
Le tuvieron que dar la noticia a Manolo y a Magnolia, lógicamente les afectó, pero en el fondo eran conscientes del accionar psicótico de Pablo, aunque no era lo justo, fue él quien buscó ese fin.
El tiempo pasó muy rápido desde aquel fatídico día, exactamente fueron dos años.
Ahora Mateo vive con Raúl en la cabaña de éste, juntos crían a Camilita, que crece a pasos agigantados y ahora ya está por cumplir los cinco años. Raúl es un papá celoso, y le dice a su hija que no tendrá novio hasta se gradúe de la universidad. Hace poco tuvieron que explicarle el por qué viven juntos, y ella lo entendió, desde entonces los llama ‘’Papi 1’’ y ‘’Papi 2’’, a veces los llama por su nombre y en el colegio dice que no tiene mamá, pero que tiene dos papás que la quieren mucho.
Al resto de la familia y a la gente de su entorno, al principio, también tuvieron que explicarles muchas cosas, pero al igual que Camilita lo entendieron, aunque a unos les parecía raro, sobre todo porque ambos hombres se ven muy varoniles, siendo tan guapos, musculosos y emanando testosterona a montones.
Empieza a amanecer, el sol entra por la ventana del cuarto y Mateo nuevamente es despertado, igual que todos los días, por Raúl que está bajo las sábanas chupándole la verga.
—Buenos días, dormilón. —lo saluda el vaquero.
—Buenos días, amor.
Raúl sube por el abdomen de su hombre dejándole besos, hasta llegar a los labios. Mateo lo posiciona dejándolo en cuatro, lentamente le introduce la verga en el ano, que a pesar de todo el sexo salvaje que tienen, nunca pierde su estrechez. Empieza a penetrarlo, como todas los días a la misma hora, el típico mañanero para iniciar el día con ganas.
—¡No grites tan fuerte, que te va a escuchar la niña!. —dijo Mateo susurrando.
—Es domingo, a esta hora aún sigue dormida. Tú solo reviéntame el culo con ganas. —suplica Raúl.
Los siguientes 40 a 60 minutos son de puro sexo verraco, con diferentes poses y juegos sexuales.
A veces, durante el día, se escapan a follar en las caballerizas o se van al río.
Cerca de la hora del almuerzo, los tres van a la casa grande porque es el cumpleaños de Javier. Se organizó una parrillada, y desde los patrones hasta los empleados, acordaron pasar el domingo como se acostumbra en la hacienda Palo de Venado, con rica comida, música, y armonía.
—Haber, por favor, juntémonos todos porque quiero sacarme una foto con todos ustedes. —dijo Javier.
Al instante todos se juntaron, formando un generoso grupo de gente, con Javier al medio, como el patriarca de la familia Salamanca; alrededor suyo sus hijos con sus nietos, y a los extremos, los empleados fieles que año tras año trabajan para que Palo de Venado sea una de las ganaderías de lidia más reconocidas de todo el Perú.
Al juntarse todos, Raúl se pegaba a Mateo, quien pasaba su brazo izquierdo por el hombro de su amado y cargaba a Camilita con el derecho.
—¡Gracias!. —le susurró el vaquero en el oído al veterinario.
—¿Gracias por qué?. —preguntó Mateo, susurrando.
—Por llegar a mi vida. —contestó Raúl—. ¡Te amo!.
—Yo también, —secundó Mateo, mirándolo a los ojos—. ¿Vamos al rato a las caballerizas?.—preguntó.
—Por supuesto, ya muero de ganas….—respondió el vaquero, mirándolo y sonriéndole con malicia y lujuria.
FIN
wow no manches amigo espero sigas publicando mas relatos como esta serie felicidades amigo… 🙂 😉 🙂 😉 🙂 😉 🙂 😉
hola mi estimado, buen final, dramatico y con final morboso feliz jujuju lo que me falto fue q el padre javier diera el visto bueno al nuero 😉 y que el padre diera iniciación al doc en sus practicas sadomasoquistas en la cabaña y a lo mejor meter a sus otros hijos en la tradiccion familiar pero son solo días de un lector pajero jejeje, esperando mas relatos, salu2