PIEL CANELA: El secreto de mi papá
Poco a poco voy descubriendo cosas de mi papá que nunca antes se me cruzaron por la cabeza..
Entre sueños puedo oír el canto de los gallos, bruscamente abro los ojos para terminar de despertar por completo, agarro mi celular y veo la hora, son casi las seis de la mañana. A mi lado está Raúl, quien también empieza a despertar y sacudiéndose me mira y suelta una ligera risa.
—Estuvo bueno lo de anoche, ¿no cree, doctor? —dijo él.
—Creí que no ibas a recordar nada por lo borracho que estabas, hasta estaba por salirme antes de que despertaras, —dije yo, viéndolo a los ojos, mientras me colocaba mi bóxer.
—Para serle sincero, cuando lo invité a tomar una cerveza era esto lo que esperaba que pasara, desde el primer momento que lo vi me quede idiota con su presencia, por acá no suelen haber hombres tan guapos como usted, mucho menos que les guste dar verga a otros hombres.
—Ya veo, osea que todo esto fue planeado desde un inicio, eres un pendejito, y uno muy lindo, —le decía yo mientras me acercaba a besarlo. —Espero que esto se repita otra vez, y sobre todo, que no lo sepa nadie, ya sabes a lo que me refiero.
—Claro que si doctor, eso es un hecho.
—Con un carajo, webón, que no me trates de usted. Creo que después de lo que hicimos ya deberíamos tenernos más confianza, ¿no te dije la otra vez que me tutes?.
—Disculpa, Mateo, jajaja.
—Así está mejor, quisiera meterte pinga otra vez, pero ya casi amanece y debo regresar a mi casa. Te veo después, —dije yo terminando de vestirme, luego le di un súper beso a Raúl y salí de prisa de la cabaña rumbo a la casa grande para que nadie notara que no pasé la noche ahí.
Por estos días llueve mucho por las mañanas, así que el sol demora en brillar al amanecer.
Al llegar a la casa, veo que las empleadas ya están levantadas y hacen ruido en la cocina; sigilosamente me escabullo por la sala, subo las escaleras y llego a mi habitación, al entrar casi me desmayo del susto de encontrar a Pablo recostado en mi cama.
—¿Qué haces aquí, webón, casi me matas del susto? —dije yo sobresaltado.
—Vine a buscarte chaval, pero no estabas. ¿Dónde coño andabas? —preguntó Pablo, con un poco de curiosidad.
—Ah, yo, esteee……… Salí a correr, si, es que se me quito el sueño muy temprano y me dieron ganas de salir a hacer un poco de ejercicio. —le respondí a Pablo, esperando que me creyera, ni de chiste le digo que estuve reventándole el culo a Raúl.
—Oh, ya veo macho. Pero porque mejor no haces ejercicio taladrándome el culo, ven que tengo muchas ganas, —decía Pablo poniéndose de rodillas en el piso y bajándome el short para luego empezar a comerme la polla.
—Oh siiiii. Sin duda alguna tu boca es magnífica haciendo mamadas, pero no hay que hacer mucho ruido.
Después de una rápida mamada de parte de Pablo, me desnudé completamente al igual que él, tiramos algunos cojines sobre la alfombra del piso y encima de estos le lubrique el ano para luego meterle la polla de un solo empujón teniéndolo de perrito. Los ojos se le pusieron en blanco, mordió una almohada y yo empecé mi mete y saca agarrándolo de las caderas para hacer más intensa la penetración. En cuestión de minutos ya estaba empezando a sudar, las embestidas que le daba a Pablo eran bestiales, él solo gemía en silencio y mordía con fuerza el cojín, mientras abría cada vez más sus nalgas para que mi pene entrara en su totalidad, claramente le estaba gustando tanto que no tardó en correrse sin tocarse, mientras que a mí no me faltaba mucho para hacer lo mismo; en cada embestida que le daba se la sacaba casi por completo y luego se la metía en su totalidad, haciendo mi placer mucho más intenso; cuando de pronto, varios chorros de mi semen quedaron dentro del ano de Pablo, haciéndome dar un gran gemido.
—¿A qué juegan?. —Se oyó una voz a nuestras espaldas.
Con la excitación y las ganas de tirar, no me acordé de ponerle seguro a la puerta de mi cuarto, y mi sobrino de cuatro años entro sin hacer ruido y nos vio justo cuando yo terminaba de eyacular.
Tanto Pablo como yo nos sobresaltamos y lo primero que hicimos fue taparnos la entrepierna, para que el nene no nos viera el pene. Rápidamente cerré la puerta que Kike, mi sobrinito, había dejado entreabierta. Como pudimos nos empezamos a vestir para tratar de alguna forma engañar al niño de que no vio nada, y que no fuera a decirle a nadie.
Pensando muy cautelosamente en lo que iba a decir, me acerqué a Kike y lo senté en la cama. Miraba a Pablo como tratando de encontrar en su cara la explicación correcta para no confundir demasiado a mi sobrino.
—Mira bebé, lo que viste es algo que los adultos jugamos a veces para entretenernos, ¿me entiendes?, es un juego donde nos damos amor, y seguramente cuando seas grande harás lo mismo con alguna chica; ya sabes, jugar al papá y a la mamá.
—Ah, sí. Igual juega mi tío Martín con mi tía, pero a él le sale lechita de su pipí y mi tía se la come. —Decía Kike, dejándonos muy sorprendidos a Pablo y a mí. —Pero entonces, ¿por qué están jugando al papá y a la mamá entre ustedes?, ¿por qué Pablo es la mamá?, —preguntaba Kike.
—Pueeeeeeeeesss, —divagaba yo en mi respuesta al no saber qué decir, —verás, a veces a algunos hombres no nos gusta jugar a esto con mujeres y preferimos jugar con otro hombre, es como….. es como….. mira, cuando seas grande lo vas a entender, pero ahora eres aún muy chiquito. —Trataba de justificar la ausencia de mi respuesta o el miedo a explicarle algo tan delicado a un niño de cuatro años que aún cree en la existencia de Santa Claus.
—Veras Kike, a veces unos hombres nos enamoramos de otros hombres y hacemos lo que hacen las parejas, ya sabes, cuando quieren tener un bebé, y el papi deja su polen en el panalito de la mami, solo queeee, solo queeee…… que aquí hay polen, pero no hay panal, ¿entiendes, pequeño?. —Decía Pablo, tratando de explicarle, dejándolo más confundido de lo que ya estaba, hasta a mí me pareció confusa su explicación.
—Kikito, mi niño, —intervine yo, —como te digo, aún estás muy chiquito para entender, solo quiero que……
—Ah, sí, —me interrumpió Kike mientras hablaba, —el abuelo también juega así con un señor, como juegan ustedes.
Yo al igual que Pablo nos quedamos mudos con lo que dijo mi sobrino acerca de mi padre, pero no podía estar seguro de su veracidad, después de todo era un niño que se confunde con cualquier cosa, así que tenía que escarbar bien en esa información.
—A ver Kike, ¿cómo es eso de que mi papá juega igual como jugamos Pablo y yo?.
—Sí, mi abuelito también estaba jugando a hacer bebes con un señor que vino un día y estaban en ese corral grandote donde vienen los toreros a torear los toros (claramente se refería a la plaza de tientas que hay en la hacienda). Yo los vi cuando jugaban, estaban besándose y luego entraron a uno de los corralitos chiquitos y mi abuelito le metía su pipí en su colita al señor. Pero creo que le dolía, porque ponía cara de como cuando duele la pancita; luego, mi abuelito se sacudía su pipí y le salía lechita, y el señor abría la boca para que le cayera la lechita de mi abuelito adentro. Yo también quiero jugar al papito y a la mamita, tío, si….siiii, porfis.
—Cuando crezcas, pequeñín, ahorita estás muy chiquito, ya te dije. Pero mejor dime, quien era el señor que jugaba con mi papá.
—No sé. No lo conozco, y si no jugamos ya no te sigo contando.
—Haber chaval, pero como era ese tipo, dinos si era viejo o joven, no se…. —intervino Pablo.
—Era joven, su pelo era negro, no como el del abuelo. Ya me quiero ir a mi cama, tío, también quiero hacer pipí. —Se quejó Kike.
—Okey, pero no le cuentes a nadie lo que viste hoy, porque si lo haces, le voy a decir a tu papá que andas espiándonos a los adultos y que dices groserías, y sabes que si le digo eso a tu papá, te va a pegar. Pero si no dices nada, te llevo a la ciudad para que veas la feria, ¿qué dices, trato hecho?.
—Siiii, vamos a la feria. Yo no digo nada, tío. Tu eres mi tío favorito, y tú también, Pablo. —Sin duda alguna, los ojitos de Kike se iluminaron cuando le ofrecí llevarlo a la feria a cambio de su silencio, con eso lo tenía más que comprado. Pero aún había algo que me tenía intrigado, el tipo al que mi viejo se estaba tirando, de una u otra manera debía averiguar de quién se trataba.
Luego de aquella sorpresiva revelación por parte de mi sobrino, éste se fue de vuelta a su cuarto, ya no me preocupaba que dijera algo.
—Joder, nunca creí que a mi padrino también le gustara follar con tíos. —Dijo Pablo.
—Estoy tan sorprendido como tú, ¿quién carajo será el tipo al que se tira, tienes alguna idea?.
—Venga tío, hasta hace unos minutos creía que tu padre era el majo más hétero de toda esta zona, y ahora vengo a enterarme que se folla a otro tipo; sin duda alguna mi padrino es el macho semental de todo San Ignacio, no hay culo que se le escape. —Decía Pablo a medida que soltaba una ligera risilla, al igual que yo.
—Bueno, bueno; pues entre que son peras o son bananas, creo que ya deberías de irte a tu cuarto, no vaya a ser que venga alguien más.
—Vale chaval, te veo luego eh. A ver si nos echamos otra folladita más al rato.
Pablo salió de mi cuarto y yo me metí a bañar, estaba exhausto, tirarme a mi morenito y descubrir que mi viejo también folla con hombres me dejó muerto.
Un par de horas después, mientras desayunábamos todos en familia, mi padre me dijo que hace algunos días había llegado un muchacho egresado del instituto técnico de la ciudad, había acabado la carrera de producción agropecuaria y le faltaba hacer la última práctica pre-profesional para que pudiera hacer su tesis y titularse, justamente la práctica consistía en trabajar con vacunos, así que el muchacho había estado días antes por la hacienda solicitando que le dejen realizar su práctica ahí, ya que era una hacienda que criaba ganado vacuno; por ello, mi padre le autorizó que sea practicante durante un mes en la hacienda, sería algo así como mi asistente y yo estaba encantado, pues últimamente el trabajo se pone bien pesado y hacen falta las manos que ayuden, además se le iba a pagar un sueldo. Empezaría desde el día lunes, osea mañana, así que ya estaba avisado de mi nuevo ayudante.
Como el domingo apenas empezaba, luego de desayunar me ofrecí a llevar a Kike a la feria, obviamente él estaba feliz con la idea y sus padres también, ya que así ellos tendrían tiempo para estar a solas, puesto que el niño les quita mucho tiempo de pareja.
Me puse ropa cómoda, específicamente un conjunto deportivo, al igual que todos los días no me peiné, puesto que mi pelo es rizado y se me ve muy bien si lo tengo un poco alborotado, me hace ver más varonil y sexi.
Kike ya estaba listo, al igual que yo, así que subimos a mi camioneta y después de media hora estábamos en la ciudad, fuimos directamente a la feria. Este año había más gente de la que se solía juntar; principalmente habían juegos, puestos de comida, golosinas, y lo que más me gustaba a mí, las manzanas acarameladas, desde niño siempre moría por comerlas, sobre todo porque me recuerdan cuando mi mamá me llevaba a la feria y me compraba una. En otro lado había comerciantes con ropa y diferentes artículos para cualquier ocasión.
Apenas llegamos, lo primero que hice fue comprar dos manzanas bañadas en caramelo, una para mí y otra para mi sobrino, él estaba embobado de ver tanta gente y tantos juegos a los cuales subirse. Habían algunas mujeres que me miraban con cierta malicia al verme cargando en los brazos a Kike, seguramente creían que era algún papá soltero o divorciado, ahí comprendí que era cierto lo que decían de que un hombre con un niño pequeño es atractivo para las mujeres, aunque conmigo perdían el tiempo, a pesar de que con la cantidad de gente que había, algunas chicas se rozaban ‘’a propósito’’ conmigo, además de que el buzo deportivo que me puse hacía resaltar un poco mi paquete, pero como soy gay, ni la tos se me da por ellas; en cambio, habían algunos hombres a los que disimuladamente les miraba el culo, pues algunos eran nalgones, otros eran guapos, otros eran fornidos, había de todo un poco.
Nos subimos a varios juegos: el gusanito, la rueda de la fortuna, y no sé cuantos más; al final, terminamos comiendo helado en uno de los puestos de la feria. Yo estaba muy tranquilo disfrutando de mi helado, cuando de pronto, un muchacho de unos 19 o 20 años pasó por nuestro lado, era de piel algo tostada, pelo rizado igual al mío, delgado, y con un rostro muy fresco y guapo, tenía una barba rala que le quedaba muy bien, el tipo debía medir algo de un metro setenta, más bajo que yo que estoy por el metro ochenta; no pude evitar quedármele viendo, estaba muy lindo y mi pene sintió mi atracción por él, ya que apenas lo vi empezó a despertar y yo disimuladamente lo acomodé en mi entrepierna para que no se notara mucho.
Estaba muy concentrado mirando a aquel jovencito que se dirigía al puesto donde lanzas un aro y ganas un peluche; mi sobrino, que se había dado cuenta hacia donde estaba viendo, me sacó de mi trance jalándome del brazo haciendo que volteara a verlo para ver que quería.
—Tío, tío, tío. —Repetía insistentemente el pequeño.
—Dime, ¿qué pasa?
—Ahí está el señor con el que mi abuelito jugaba al papá y a la mamá.
—¿Qué, dónde está?
—Es ese que está ahí, —dijo Kike señalando con su pequeño dedito al mismo joven al que yo estaba mirando.
—¿Ese de ahí?¿el que está jugando a lanzar los aros?, —pregunté yo empezando a intrigarme.
—Sí, ese. Ese es el que se comía la lechita de mi abuelito.
Ahora ya sabía quién era el sujeto al que mi viejo le reventaba el culo, y vaya que el hombre tiene buenos gustos, era un culito tierno y varonil, justo como los que me gustan.
Ya nadando en mi propio mar de curiosidad por saber más sobre ese joven, decidí acercarme a donde él estaba, con la excusa de jugar para ganar un peluche para mi sobrinito; así que, sin pensarlo dos veces, me pare de la mesa y junto a Kike me acerqué al estante. A medida que nos acercábamos le iba indicando al pequeño, aprovechando su inocencia, que le preguntara su nombre de manera disimulada, nadie se negaba a platicar con un niño, mucho menos uno tan simpático como Kike.
Al llegar al estante, pagué para lanzar los aros, y le pregunté a Kike cuál peluche quería, mientras yo le atinaba al premio deseado, el pequeño se hacía el amistoso y le sonreía al joven apuesto amante de mi papá, le preguntó su nombre y cosas que suele preguntar un niño. El sujeto se llamaba Reynaldo, pero le podías decir Rey, tenía 19 años; se notaba que era muy amable con los niños, ya que se sentía muy cómodo platicando con Kike. En eso, decidí que era mi momento de actuar.
—Toma pequeño, el peluche que querías, —dije yo, entregándole el premio a Kike.
—Gracias tío, te quiero mucho.
Luego, me presenté formalmente con Rey.
—Hola, soy Mateo, mucho gusto. Disculpa a mi sobrino, es que le gusta hacer amigos y a veces es medio latoso. —Le dije a Rey a medida que le estrechaba la mano.
—No, hombre, no te preocupes, los niños me caen muy bien. Por cierto, soy Reynaldo, un gusto.
—Igualmente.
Estuvimos un par de minutos charlando con Rey, cuando se despidió, ya que debía regresar a su casa porque tenía algunas cosas pendientes. Me dio la mano y le revolvió el pelo a Kike, luego se subió a su motocicleta y se fue.
Habían pasado tres o cuatro horas desde que llegamos a la feria, así que ya era tiempo de regresar, aunque el pequeño Kike decía que quería quedarse a vivir allí. Subimos a mi camioneta y nos enrumbamos de regreso a la hacienda. Al regresar, Kike les contó a todos lo que hicimos en la feria, les presumía el peluche que le di y todo el helado que comimos, estaba muy feliz, le había gustado tanto que me preguntaba si volveríamos a ir.
El domingo se fue volando, cuando menos me lo esperaba ya era hora de dormir, y dos horas después de haberme metido a la cama llega Pablo a mi cuarto queriendo pasar la noche conmigo, así que dormí muy poco.
Amanece y ya se puede ver los primeros rayos de sol, mi alarma suena a las seis en punto de la mañana; Pablo ya no está en mi cuarto, seguramente se despertó más temprano y se fue al suyo para no levantar sospechas.
Me baño, me pongo ropa cómoda con la que se me hace más fácil trabajar, bajo a desayunar, y todo sigue la misma rutina de todos los días.
Son casi las ocho de la mañana y mi practicante no llega aún, solo espero que no sea el típico irresponsable al que todo le importa un carajo. Solo faltan cinco minutos para que el reloj de mi celular de las ocho en punto; yo me encuentro ya en los corrales dándoles algunas indicaciones a los vaqueros sobre los próximos toros que vamos a embarcar para una corrida que nos habían pedido, a Raúl le di la lista de las novillas que se van a tentar dentro de algunas semanas y el resto de vaqueros se fueron a los potreros a hacer sus rondas diarias.
De pronto, el sonido de una motocicleta se escucha por el patio principal de la hacienda, seguramente era el practicante, llegaba justo a tiempo.
Desde los corrales se puede observar el patio de la entrada de la hacienda, veo a un joven dirigiéndose a la casa, traía la cabeza cubierta por la capucha de su casaca, no se le podía ver bien la cara; sin embargo, algo de él me parecía conocido.
El muchacho entró a la casa y después de algunos minutos salió junto a mi padre, esta vez ambos venían en dirección hacia donde estaba yo. Mientras caminaban, aproveche en esconderme dentro de la manga por donde pasa el ganado, para que no me vieran. Cuando los dos llegaron, me buscaron con la mirada sin encontrarme.
—Creí que iba a estar por aquí, —decía mi padre, probablemente hablando de mí, —seguramente ya ha de venir, será cuestión de esperarlo un ratito.
—Por mí no hay problema. —Dijo el joven que lo acompañaba.
Su voz se me hacía conocida, probablemente me estaba equivocando, pero estaba casi seguro que se trataba de Rey, el chico que conocí el día anterior en la feria.
—Le voy a marcar a su celular, —dijo Javier, mi padre, mientras sacaba su celular y marcaba mi número.
Rápidamente puse mi celular en modo silencioso para que no sonara y conteste la llamada, tratando de que no me oyeran y descubrieran que estaba escondido.
—¿Aló?….. Estaba revisando unas cosas en el almacén, ahorita voy para allá. —Le decía a mi papá, haciéndole creer que estaba en otro asunto.
—Ya viene para acá. Como te dije, vas a ser su asistente, así que ayúdalo en todo lo que te pida, —le decía Javier al practicante, —en cuanto te quedes solo me avisas para venir, quiero que me la chupes igual que la vez pasada, —le seguía diciendo, mientras se tocaba el paquete con la mano, a lo que el practicante solo atinaba a morderse los labios, hasta ese momento ya había confirmado mis sospechas, el practicante era Reynaldo.
—Uffff, con muchísimo gusto, señor Javier. Nada me gustaría más que me reviente el culo de nuevo, —le respondía el muchacho.
En eso, me escabullí por donde no me pudieran ver y me hice el que recién iba llegando a los corrales. Al encontrarme con ellos dos, los saludé disculpándome por, según yo, demorarme.
Mi padre nos presentó, deseándonos que nos lleváramos bien y trabajáramos en armonía, ya que Rey solo iba a estar un mes. Inmediatamente mi padre se fue, me puse a platicar con mi asistente sobre la ‘’casualidad’’ de habernos conocido ayer; le expliqué algunas de sus labores, horarios, donde encontrar algunas cosas que necesite, lo presenté con el resto de los vaqueros, en fin, todo lo relacionado con su trabajo.
Reynaldo se acopló de inmediato al ritmo de trabajo de la hacienda, me ayudaba a revisar los registros de los animales, también conocía del cuidado sanitario del ganado, en fin, era de mucha ayuda. Sin embargo, no podía quitarme de la cabeza que se acostara con mi papá, y lo que él le dijo hace un rato, que le avisara cuando se quedara solo, me dejó muy prendido, yo diría que tremendamente excitado, quería ver como mi padre se follaba a Reynaldo; así que se me ocurrió algo para que eso pasara. Por la tarde, mi padre quería ir a los potreros a dar una vuelta y ver que los animales estuvieran bien, aunque ese es trabajo de los vaqueros, a veces a él le gusta hacerlo para relajarse; por lo tanto, pensé que si lo acompañaba Reynaldo, sería la ocasión perfecta para verlos en acción.
Después del almuerzo, Javier ensilló su caballo favorito, con disposición de salir a dar una vuelta por los potreros. Cabalgando hasta los corrales, llegó y me dijo que quería que Reynaldo fuera con él, disque para enseñarle los potreros y cosas así, yo ya sabía cuáles eran sus intenciones, así que no me hice de rogar; por el contrario, ordené que le ensillaran un caballo manso a Rey, y en cuanto se fueron los empecé a seguir sigilosamente, algo dentro de mí me decía donde podrían ir para follar a gusto sin que nadie los vea.
Me monté en un caballo, a pelo, osea sin cabalgadura, los seguí un rato y a lo lejos divisé que se metieron a una especie de caverna formada por un montón de rocas grandes, en ese potrero solo pastaban caballos que aún no eran domados, así que ningún vaquero podría pasar por ahí.
Dejé amarrando mi caballo a unos 200 metros de la cueva, camine hasta ahí tratando de que sus caballos no me vean, ya que al verme empezarían a relinchar, aunque como por el potrero habían más caballos, era fácil suponer que relincharían por eso.
Al estar al lado de la cueva, me acerqué para poder ver por una de las grietas que hay entre las rocas; ahí vi algo espectacular, mi padre le comía la boca a Reynaldo con pasión, mientras lo besaba le tocaba las nalgas y se las amasaba con sus grandes manos de varón. Mi padre tenía que bajar un poco la cabeza para besar a Reynaldo, ya que este era más pequeño, mi padre era de metro ochenta igual que yo, y muy robusto a pesar de sus 50 años, se mantenía en buena forma y parecía tener apenas unos 40 o 45 años.
Mientras se besaban, Javier le iba quitando el polo a Reynaldo hasta dejarlo completamente desnudo, su cuerpecito era un deleite para mis ojos, tenía unas nalgas redonditas y paraditas, casi podía sentir lo duras que eran; luego, mi padre se desnudó totalmente, era magnifico, su cuerpo era casi perfecto, piel blanca y tersa, abdomen y pectorales un poco marcados, en el pecho tenía un poco de vellosidad, al igual que en sus brazos, piernas, y alrededor del gigantesco pene que ya estaba totalmente duro y emanando líquido preseminal que caía al suelo, formando un grueso hilo transparente; sus testículos parecían los de un toro, rosados, grandes, y colgantes.
El pene de Reynaldo también se estaba poniendo duro, a diferencia de mi padre, Rey tenía la polla morenita, y mucho más pequeña, ya que la de Javier fácilmente llegaba a los 22 cm y con un grosor descomunal, parecía un caballo, desde la cabeza hasta la base era del mismo grosor, con venas que resaltaban y parecían querer estallar de lo dura que estaba, el prepucio se había retraído dejando al descubierto un glande rosado oscuro.
Después de besarse un largo rato, Reynaldo empezó a descender dándole besos en el pecho a mi padre, hasta quedar de rodillas frente a su colosal verga que apuntaba hacia arriba con una ligera curvatura, sin duda, un pene exquisito.
Rey lamió primero las bolas hasta dejarlas completamente mojadas, las chupaba metiéndoselas enteras a la boca, sacando de mi padre intensos gemidos de placer mientras de jalaba lentamente el tronco de carne que su mano apenas lograba rodear con sus dedos, por lo gruesa que era. Una vez que terminó de chuparle los huevos, se metió la cabeza del pene a la boca y lo chupó con suavidad y fuerza a la vez, poco a poco iba comiéndose los 22 cm de Javier, quién solo atinaba a tomar a Reynaldo por el pelo ensortijado y dirigir los movimientos de su cabeza, hasta llegar el momento en el que mi padre empezara a mover su cadera follándole la boca a Reynaldo, el cual se ahogaba al sentir la invasión de su garganta por tan grande tronco de carne maciza, sacándole arcadas, mucha salivación, y lágrimas.
Después de un rato de estarle follando la boca de manera brutal, mi padre se agachó a besar a Reynaldo y darle golpecitos con su verga en la cara. Luego, Reynaldo tomó la verga de mi padre con su mano derecha, sus dedos no lograban rodear el grosor, y él mismo se golpeaba la cara y los labios con la vergota de Javier.
Pasó cerca de media hora en la que Reynaldo se comía el pene de papá, después se levantó y dándole la espalda se apoyó contra una roca, quedando con la cola levantada para que Javier se arrodillara un poco a comerle el culo, separándole las nalgas con sus grandes manos, haciendo que las piernas de Reynaldo tiemblen.
—¿Te gusta, perrita?, —le preguntaba mi padre, dándole lengüetazos en la entrada del ano.
—Me fascina, no te detengas. Cómeme el culito un ratito más y luego me la metes de un solo empujón, por favor. —Suplicaba Reynaldo entre gemidos.
Pasó un rato, cuando de pronto, mi viejo se levanta jalándose suavemente la polla, escupe un poco de saliva en sus dedos y la coloca en la punta del pene, luego dirige este a la entrada del ano de Reynaldo y de un solo empujón se la clava, sin pena ni contemplación. Reynaldo dio un grito tan fuerte que obligó a mi papá a taparle la boca, apenas las paredes de su ano se acostumbró al grosor de su invasor, Javier inició el mete y saca con mucha fuerza, sacando de Reynaldo gemidos de placer, pude notar como de sus ojos salían unas lágrimas, seguramente por el dolor, pero él así quiso, le gustaba el sexo duro, y a quién no, teniendo un macho tan lindo como mi padre.
—¿Te gusta?¿era esto lo que querías, eh putita?, —preguntaba mi papá tapando con su mano la boca de Rey, mientras le reventaba el culo a pijasos.
Rey solo movía su cabeza en señal de afirmación, y abría con sus manos lo más que podía sus carnosas y duras nalgas.
Las embestidas que mi padre le daba al trasero de Reynaldo eran tan fuertes que se podía oír el ‘’plaj plaj’’ de sus huevos al chocar con las nalgas de su amante. Sus cuerpos sudaban por el esfuerzo físico de ambos; las embestidas del más mayor y el aguante del más joven.
Yo solo miraba la escena estupefacto, mi pene dolía por lo duro que estaba, aprisionado bajo la tela de mi bóxer y mi pantalón, pedía a gritos salir y entrar en acción junto a mi padre, para que en unión padre e hijo, reventáramos el culo hambriento de verga de Rey. No podía desaprovechar esa oportunidad de grabar todo con la cámara de mi celular, desde el momento en que Javier clavó a Reynaldo yo tenía el celular en la mano, registrando todo para mi propio deleite en mis momentos de calor, esos en los que quieres autosatisfacerte a ti mismo.
Papá sacó su verga del culo de su jovencito amante, se tendió en el suelo y le indicó sentarse sobre esa colosal verga; Reynaldo no desperdició tiempo y se sentó sobre aquel maso de carne, hasta hacer que sus nalgas choquen con la pelvis de mi progenitor; suavemente iba moviéndose de abajo hacia arriba, poniendo los ojos en blanco al sentir aquella verga chocar contra su próstata. El pene de Rey emanaba mucho preseminal, producto del placer que sentía; de pronto, al cabo de unos minutos de cabalgar aquel grueso pene de macho cincuentón, este, lo tomo por la cintura cargándolo como si fuera un bebé, se puso de pie y con su perrita en brazos aumentó la furia de sus embestidas, la rapidez con la que lo penetraba era increíble, no había visto cosa parecida, ni siquiera yo en mis momentos de mayor excitación durante el sexo llegaba a ese nivel, sin duda alguna, mi señor padre estaba en otra categoría, sus años no solo le dieron experiencia de vida, sino también lo hicieron un experto en el sexo. Aquello era como disfrutar en vivo de la mejor escena porno con actores de élite.
Una vez que el viejo se cansó parado, colocó a Rey en el suelo boca abajo, lo manejaba como si fuera una muñeca inflable, rápidamente se posicionó encima de él, ensartándolo con furia, de todas maneras ya estaba tan abierto que ni dolor sentía, solo placer. Javier apoyó sus puños en el suelo para no aplastar a su hembrita, y empezó a mover su cadera haciendo que ambos soltaran gemidos de intenso placer carnal, seguramente Rey sentía que aquella verga le iba a salir por la boca, ya que se quejaba como si lo desbarataran por completo. Por la posición en la que estaban, era como ver a un caballo pura sangre cubrir a una fina yegua en celo, sus bramidos hacían el momento mucho más excitante, tanto que podía sentir que de mi prisionero pene salían chorros de abundante esperma, formando una gran mancha húmeda en la tela de la entrepierna de mi pantalón. Me había corrido con solo ver a mi padre poseer a un jovencito hambriento de verga grande y maciza.
Apenas me corrí, deje de grabar para posteriormente respaldarme contra las rocas, para retomar un poco el aliento; unos segundos después, mi padre parecía llegar al clímax, bufaba más fuerte y hacia sus penetraciones más profundas.
—Mierda, me corro, me corro, ahhhhhhhh, —bramaba mi viejo ensartando por completo su verga y vaciando la leche de sus huevos en el culo de Rey, el cual, por la fuerza de esa última embestida fue empujado un poco hacia adelante.
Mi viejo se puso de pie, pero seguía aún con la polla dura, no perdía ni un poco de su firmeza, era obvio que no estaba follando seguido, por ello tenía tanta leche guardada que demoró casi una hora en correrse.
Rey, tirado en el suelo jadeaba fuertemente, como si hubiera corrido una maratón, por los restos de semen en su abdomen pude adivinar que también había eyaculado. Mientras tanto, mi padre, secándose el sudor de la frente con la mano izquierda, le ordenaba a su pasivo ponerse de rodillas.
—Ven, arrodíllate que quiero correrme otra vez, pero en tu boca.
El viejo aún tenía ganas de vaciarse por segunda vez. Con su mano derecha se la jalaba con fuerza, hasta que en un par de minutos, ya estaba nuevamente vaciando potentes chorros de leche espesa en la boca de Rey, el cuál sacaba su lengua para recibir aquel manjar de varón follador; toda la boca se le llenó con el semen de mi padre, ese esperma que algún día me dio origen a mí y a mis hermanos, ahora enjugaba la lengua de su bello putito, que se comía aquel semen sin desperdiciar nada, hasta la última gota.
Luego de eso, ambos se miraban y reían en señal de complicidad por aquel momento vivido, se besaban como agradeciéndose mutuamente la situación en la que mi padre era el macho alfa follador y Rey la hembrita sumisa. Sin lugar a dudas, para mí, fue el momento de mi vida más cargado de lujuria. Me sentía dichoso, no todos tienen la suerte de tener a un padre como el mío, y verlo follar fue el epítome de mis fantasías.
Como pude jalé un poco de aliento y recobré la noción, mientras ellos se vestían, yo aproveche en retirarme del lugar, subí a mi caballo y galopé con mucha prisa; para un rato después de haber llegado yo a la hacienda, ellos también llegaron, la cara de satisfacción de mi padre era absoluta, me sentía tan contento por él.
Cuando ambos llegaron, mi padre pasó por mi lado guiñándome un ojo, mientras que pude notar como Rey parecía un poco adolorido al bajarse del caballo.
—¿Todo bien?, —pregunté con una ligera sonrisa en la cara.
—Todo está muy bien, —respondió mi viejo, palmeándome el hombro y acercándose más a mi oreja para decirme en voz baja, —campeón, es de muy mal gusto andar espiando a tu viejo mientras revienta un culito, la próxima vez puedes unirte si lo deseas, no tienes que esconderte detrás de las piedras, jajaja.
Luego, me miró con una cara pícara y continúo caminando hacia la casa, dejándome con los ojos tan abiertos como dos platos, él había notado mi presencia desde el principio. Fuera de todo eso sentí un poco de gracia, cada vez mi papá me sorprendía aún más.
y sigue contando son muy buenos tu relatos.. 🙂 😉 🙂 😉