PIEL CANELA: Follando con mi papá
Apenas llegamos a nuestro destino, las locuras con mi padre empiezan a suceder..
Subí al carro de mi padre en el asiento del copiloto, me coloqué mis lentes oscuros y bajé la luna polarizada. Iríamos en el carro de papá, ya que la ciudad de Cutervo no queda muy lejos de San Ignacio; además, tomando en cuenta la velocidad a la que mi viejo suele manejar, seguramente nos ahorraríamos casi un tercio del tiempo que usualmente hay entre ambas ciudades.
Durante el trayecto íbamos conversando de cualquier cosa que saltara a discusión. Javier me contaba de las veces en que follaba con Reynaldo, de algunas de sus fantasías sexuales, en fin; casi la mayor parte del tema tenía que ver con sexo, y es que desde que descubrí las preferencias de mi papá entre nosotros hay mucha más confianza de la que ya teníamos.
—Oye. ¿Qué te parece si cuando estemos en el hotel, llamamos a una chica de esas que te dan servicio a domicilio?, y la pasamos bomba. O podemos ir a un Night Club que se llama El Leopardo. ¿Qué dices?. —Me decía mi papá muy entusiasmado.
Yo solo atiné a sonreír.
—Viejito. Te recuerdo que soy gay, aunque la idea de ir a un Night Club no me desagrada, podríamos ir a tomar un par de copas para relajarnos. —dije yo.
—Me parece muy buena idea, mientras tú te tomas un whisky, yo reviento unas cuantas vaginas. —hablaba él, riendo—. Por cierto, ¿tienes condones que me regales?.
Las ocurrencias de Javier me divertían mucho, su sentido del humor era grandioso, y eso ayudaba a que mi depresión se sintiera más ligera; además, constantemente estaba pensando en Raúl, recordaba sus ojitos tristes y sentía la necesidad de escribirle un mensaje para preguntarle como estaba, lastimosamente por la carretera no había señal, así que tendría que esperar hasta que lleguemos a Cutervo.
Haber pasado la noche con Raúl, dormir abrazado con él sin necesidad de que tuviéramos sexo, generaba en mí una rara sensación. Pensar en ese vaquero hacía que un cosquilleo naciera en mi estómago y recorriera hasta mi pecho.
Luego de algunas horas ya estábamos llegando a la ciudad mencionada. Empezaba a oscurecer y teníamos hambre. Por otro lado, mi padre estaba muy decidido a tener sexo esa noche, así que iríamos a ‘’El Leopardo’’, obviamente yo solo lo acompañaría y bebería algunos tragos, ya que como no me gustan las mujeres, no era necesario que pague por el servicio de alguna de ellas.
Nos instalamos en un buen hotel de esos que tienen jacuzzi, servicio al cuarto, y otros lujos. Antes del viaje, Javier ya había reservado una habitación doble, y apenas llegamos nos hospedamos y dimos un buen baño, pedimos algo de comer a la habitación, y dos horas después nos arreglamos para ir a ese Night Club al que tanto quería ir mi padre.
Una vez dentro de ‘’El Leopardo’’, nos sentamos en una mesita para dos personas cerca de la tarima donde la chicas bailaban en el tubo. No puedo negar que el lugar era muy pintoresco y agradable. Había todo tipo de licor y mujeres muy agradables, con cuerpos espectaculares caminando en Bikini atendiendo a los clientes o bailando Pole dance. El lugar estaba de muy buen ver, aunque a mí más me llamó la atención el chico de la barra, a pesar de ser un poco bajito de estatura se notaba muy musculoso y guapo.
Apenas nos sentamos a observar la bailarina exótica que bailaba con una serpiente sobre su cuello, llegaron dos chicas y se sentaron en nuestras piernas. Para mí eso era algo nuevo, pero no para mi papá.
—Hola guapos, ¿desean algo en especial?. —preguntó una de ellas, acariciando mi pelo rizado.
—Eh, sí. Me traes un whisky sin hielo, por favor. —Dije yo, algo tímido.
—Yo quiero un vodka doble, por favor, y una buena mamada; es que el vodka me pone algo cachondo. —dijo mi papá, tocándole el trasero a la prostituta.
En un par de minutos las chicas regresaron con nuestros tragos. Javier dio unos sorbos a su vaso de vodka y se fue con su chica a un casillero privado en un callejón con luces rojas a follársela. Estos casilleros estaban hechos de vidrio grueso y borroso, aun así se podía ver la silueta oscura de ambos en el interior, la chica de rodillas chupándole la verga a mi papá.
Por un momento me sentí algo excitado, pero no tanto como para querer cogerme a alguna de las chicas que ofertaban sexo en aquel Night club. Prefería entretenerme viendo a las bailarinas haciendo Pole dance, mientras bebía mi whisky y les ponía billetes en la tanga.
De pronto, otra chica apareció por mi lado recogiendo los vasos vacíos y limpiando mesas desocupadas, al verme sonrió un poco, tenía una sonrisa muy bonita. Estaba vestida de manera diferente a las demás chicas, se notaba que solo se dedicaba a atender las mesas, más no a vender sexo. Le pedí que me trajera otro whisky y una cajetilla de cigarros. A los pocos minutos regresó con lo que le pedí, mientras dejaba el vaso de whisky en mi mesa unos muchachos le tocaron el trasero y le pidieron servicio sexual, a lo que ella muy incómoda les reclamó diciéndoles que solo era mesera y no daba esa clase de servicio; sin embargo, los muchachos que parecían ser aún adolescentes, continuaron molestándola, haciendo que me pare de mi asiento y la defendiera, propinándole un puñetazo en la cara al que la estaba molestando. Rápidamente, la gente de seguridad se acercó a donde estábamos y sacó a los faltosos, a mí no me pidieron que saliera, ya que Mónica, que era el nombre de la mesera, dijo que fui yo quien la defendió.
—Gracias por defenderme, —agradeció ella.
—Por nada, —dije yo—. No creo que éste sea buen lugar para que trabajes.
—Es lo que hay, además el sueldo es bueno y me alcanza para pagar mi carrera. Estudio medicina veterinaria, ya casi termino la carrera.
—Wow, no te creo. Yo soy veterinario. Por cierto, me llamo Mateo. —dije yo, besándole la mano.
—¿En serio?, que vacan, mucho gusto. Y ¿qué haces por aquí?, no te me haces conocido. Y no pareces ser alguien que venga a buscar sexo en un Night club. —dijo ella riéndose.
—Bueno, vine acompañando a mi papá. Él está por ahí recibiendo placer. —le decía yo, con un tono sarcástico—. Además, tengo otra clase de gustos. Somos de San Ignacio, vinimos a Cutervo a ver una corrida de toros que habrá mañana.
—Oh, ya veo. Son aficionados a los toros. Qué interesante. —dijo ella, mirando su reloj—. Bueno, creo que ya es hora de que me vaya, ya acabó mi turno. Me agradó conocerte, Mateo.
—Igualmente, Mónica.
Luego de eso, la mesera salió del bar y yo continué esperando a que mi papá terminara de follarse a esa chica, que seguramente la debía estar haciendo gritar con tremenda verga. Mientras tanto, yo seguía sirviéndome más whisky y fumando cigarros, hasta empezar a sentir los efectos del alcohol.
Cuando menos me percaté, mi papá ya estaba de vuelta en la mesa, traía una cara de satisfacción tremenda, se notaba que se deslechó muy rico con esa putita. Mientras que yo ya empezaba a ver doble después de casi 8 vasos de whisky.
Javier pasó mi brazo por encima de su cuello y me ayudó a caminar para que no me cayera, pagó la cuenta y salimos de ahí para regresar al hotel.
Una vez de vuelta en la habitación del hotel, mi estado de conciencia estaba muy deteriorado por todo el alcohol que bebí. Los ojos se me cerraban por momentos y mi visión era muy mala, no veía uno sino cuatro Javier. El whisky de ese Night club sí que era muy bueno.
Recostado en mi cama sentía las manos de Javier sacándome la ropa, hasta quedarme completamente desnudo, para acto seguido desnudarse él. Entre la borrachera que tenía y la cachondez que me provocaba el alcohol, me puse de pie y tomé a mi papá por la cintura, por mero impulso acerqué mi boca a la suya y nos devoramos a besos, chocando nuestras lenguas, intercambiando saliva y gemidos de varones calientes. Podía sentir en la boca de mi padre el sabor de la vagina de esa esa mujer, mientras él dejaba mis labios para besar mi cuello y amasar mis duras nalgas con sus grandes y fuertes manos; a medida que él me tocaba el trasero yo hacía lo mismo con el suyo, sus nalgas eran tan firmes, redondas y de un color blanco como el resto de su piel. Con mi dedo medio rosaba la entrada de su ano y luego, le daba mi dedo para que lo chupara.
Él chupaba mis tetillas haciendo que yo viera miles de lucecitas de colores, jamás alguien había provocado eso en mí.
Siempre he sido activo, pero aquella vez, una fuerza extraña hizo que me colocara en cuatro al filo de la cama y le suplicara a Javier que me comiera el culito, que pasara su viril lengua por mi ano para sentir lo que sentía Reynaldo, Pablo, o Raúl, cada vez que yo les hacía un beso negro.
Una sensación extraña, pero muy excitante, me embargó de pies a cabeza. Mi culito sentía un cosquilleo tan sabroso que solo atiné a gemir y enterrar la cabeza de mi padre en mi ano con ayuda de mi mano, mientras pasaba su lengua por mi delicado y virginal anillo anal. Parecía que intentaba penetrarme únicamente con la punta de su lengua, cuando de pronto, la sensación de algo invadiendo mi esfínter anal y rosando mi próstata me hizo morder las sábanas de mi cama para no aullar como una loba en celo en luna llena; Javier había metido uno de sus dedos en el agujero que ya se empezaba a abrir, producto de la excitación y el placer que me provocaba su lengua.
Luego, de un solo dedo pasaron a ser dos, yo sentía algo nuevo en mi interior, mi ano virgen no conocía esa sensación. La yema de los dedos de mi padre rosaba con fuerza mi próstata, la cual en cada tope se endurecía mandando impulsos eléctricos a todo mi cuerpo.
Yo bufaba como yegua cachonda, y poco a poco sentía la necesidad de ser desvirgado analmente por el enorme mazo de carne de mi papá.
—Uffff. Métemela, méteme la verga. —suplicaba yo.
—Aún no campeón. Falta algo importante. Chúpamela.
Javier se recostó en la cama, yo me posicioné encima de él, quedando en la figura de un perfecto 69. Frente al espejo se reflejaba nuestra imagen, gloriosa y a la vez lujuriosa. Dos machos fornidos, altos y vergones, entregados totalmente a la pasión de la carne, del morbo, y el sexo.
A medida que yo chupaba aquella anaconda que mi padre tenía entre las piernas, él lamía mi esfínter anal y por momentos también chupaba mi pene.
Únicamente lograba comerme la mitad de aquella vergota, era muy grande y sobre todo gruesa. Tenía en el pene ese olor típico del preservativo. Luego de un rato de intentar comer más de lo que podía, la articulación de mi mandíbula empezó a dolerme, mis labios ardían por lo estirados que estaban al tratar de envolver aquel falo con venas tan resaltadas.
De pronto, Javier me arrojó a un costado de la cama, liberándose de mi peso, volvió a besarme apasionadamente y se colocó encima de mí.
—¿Quieres que te la meta?. —preguntó.
—Sí por favor. Quiero ser una más de tus perras. —le contesté.
Apenas dije eso, colocó una gran cantidad de saliva en su glande y apuntó su verga en la entrada de mi ano ya dilatado.
Mi cuerpo estaba casi anestesiado por todo el whisky que bebí. Sentí como ni ano se abría al ser invadido por aquel pene tan macizo. Con mis manos separé mis nalgas para hacer más fácil la penetración. Mordí las sabanas para ahogar un fuerte grito, mezcla del dolor y el placer. Al principio solo entraba la mitad, y los movimientos de cadera de mi papá eran lentos y suaves, su experiencia en el sexo hacían que disfrutara de aquel dolor hasta el grado de pedirle que no parara.
Por un momento se detuvo y me sacó el pene del ano, sentí como quedaba vacío por dentro. Me giró dejándome boca arriba, abrió mis piernas y volvió a penetrarme, esta vez entró más de la mitad, hasta poco a poco meter toda aquella polla descomunal, yo estrangulaba la base de ese pene con mi ano.
Así, en posición de misionero, Javier me poseía en su totalidad. A medida que me penetraba me daba besitos en los labios, el cuello, y la frente. Por la forma del pene curvado de Javier, mi próstata era atacada con toda la fuerza que tenía en el miembro viril, eso sumado a los besos que me daba, hacían que sintiera deseos de correrme, y en cuanto le avisé de esto a mi papá, este paró sus embestidas.
—Aún no campeón. Aún no te corras. Tienes que penetrar a papá. —me decía él, retirando su enorme falo de mi estrechísimo ano.
Acto seguido, se colocó en cuatro patas, abriendo con sus raposas manos sus nalgas, dejando a mi vista su ano rosadito, el cual lamí con desesperación. Tenía un sabor tan diferente a los demás. Su olor y su sabor eran como el manjar más glorioso que jamás había probado.
Mi padre gemía al sentir mi lengua hacer movimientos circulares en su ano, chupé sus grandes y colgantes huevos, luego apunté mi verga en la entrada de su ano y empecé a empujar contra él, buscando invadirlo como él hizo con el mío.
Su ano también era algo estrecho, y seguramente dolía al sentirse invadido, pero como el macho que era, solo bufaba transformando el dolor en placer.
—Vamos campeón, dale. Reviéntale el culo a tu viejo. —decía Javier.
Su nivel de erotismo era tal que con solo hablar, me sentía con ganas de correrme. Pero no podía darme el lujo de dejar a mi padre con las ganas de que le reviente el ano.
Modulé mi respiración, y mientras poco a poco iba metiéndole mi verga, le acariciaba la espalda y lo tomaba por las caderas, para luego empezar a moverme como a mí me gustaba. Si hubiera un premio al movimiento de cadera más rápido, seguramente esa noche lo hubiera ganado, y es que el placer de follar a un macho como Javier, sacaba de mí un lado sucio e insaciable que no tenía comparación.
Movía mi cadera tan rápido, que la cama sonaba como si en cualquier momento se desbarataba. Poco a poco la fuerza de mi cadera iba empujando a mi padre hasta dejarlo completamente boca abajo sobre la cama. Con mis puños apoyados sobre el colchón, penetraba a Javier como si vivir dependiera de eso.
No sé cuánto tiempo estuvimos cogiendo, pero poco a poco nuestras fuerzas se iban acabando hasta terminar bañados en sudor, completamente exhaustos.
Juntamos nuestras bocas para recuperar un poco de aliento por medio de un lujurioso beso.
—¿Nos venimos juntos?. —pregunto papá una vez que nos separamos del ósculo.
—Sí, hay que venirnos juntos. —dije yo, hablando casi sin aliento.
Nos tumbamos juntos en la cama, completamente mojada por nuestro sudor de machos cansados, apoyando la cabeza en la cabecera. Nuevamente nos besamos y nos pajeamos mutuamente, él a mí y yo a él.
Fue cuestión de pocos segundos para que los dos explotáramos en chorros de semen, abundante y espeso semen de color blanco. Fue tanto lo que eyaculamos, que nuestros pechos terminaron totalmente bañados de lechita tibia.
Luego, mi padre se llevó la mano con la que le jalé la verga a la boca, para saborear su propio semen, acto seguido yo hice lo mismo con su mano para sentir el sabor de mi esperma.
Todo parecía tan irreal, como un momento mágico.
De pronto, me desperté tan bruscamente que casi me caigo de la cama, respiraba fuertemente tratando de jalar aire con fuerza. Tenía puesto únicamente mi bóxer, mi mano estaba manchada de semen fresco y mi pene por fuera de la ropa interior. Me fijé por la ventana y ya era de día, yo estaba todo sudado y mi padre dormía en su cama como un bebé abrazando la almohada, con un polo blanco y un buzo negro puestos, desarropado como de costumbre.
Pasé mi mano por mi ano y todo parecía normal, no sentía dolor. Empecé a respirar más calmado. Todo había sido un sueño, ocasionado seguramente por la borrachera que me puse la noche anterior.
Esta vez, a diferencia del sueño con el torero, no me molestaba que solo haya sido eso, un sueño; por el contrario, me alegraba que nada de lo que hice con Javier haya pasado en realidad. Aunque debo admitir, que fue algo sin igual.
Con la respiración más calmada, sentí la cabeza explotar. En la cama de al lado, mi padre despertaba y me daba los buenos días, saludo que no pude contestar, porque sentí unas ganas incontrolables de correr al baño a vomitar.
Un rato después de que me bañé, no tenía ganas de moverme. Me tiré en la cama sin ánimo de levantarme. De pronto, mi padre, que había salido, regresa trayendo consigo unas pastillas para la resaca y una botella de agua. Luego de tomar aquel medicamento empecé a sentirme mejor. Hasta el medio día ya no tenía nauseas, solo un ligero dolor de cabeza y unas ojeras terribles, pero nada que evitara que fuera con mi viejo a la plaza de toros a disfrutar una tarde taurina entre padre e hijo.
Buen relato, igual que la saga, felicitaciones…!!!
hola mi estimado gracias x darme mi fantasía de ver al doc coger con su sacro santo papito aunque sea solo un sueño humedo, espero que en otro capítulo sea mejor y no quede en un sueño, me dejaste seco de jalarmela tanto, por favor sigue que me encanta