PIEL CANELA: Sexo en el establo
Un accidente ocurrido es la puerta para una noche de pasión en el establo de los caballos; sin embargo, las cosas terminan por complicarse..
»Se va acercando el final de la saga. Hay un poco de drama en este capítulo».
»Este sería Mateo, el doctor»
La tarde de toros en Cutervo fue sensacional, entre el cartel de matadores estaba Jhony Monterey, quien corto dos orejas y un rabo al último astado de la tarde.
Al llegar la noche yo estaba muy cansado, lo único que quería era regresar al hotel y dormir, mi padre, por el contrario, salió de parranda con unos amigos que tenía en la ciudad, así que seguramente llegaría de madrugada.
Cuando llegué a mi habitación en el hotel, saqué mi celular y llamé a Raúl. Me contestó de inmediato, sonaba un poco más calmado, se podía oír el balbuceo de un bebé, seguramente estaba con su hijita. Me alegré por él. Conversamos un largo rato, me agradaba mucho oírlo, era muy tierno.
Cerca de las tres de la madrugada llegó mi papá, estaba un poco borracho. Su ruido me despertó. Le pregunté de donde venía y me dijo que había estado en ese Night club al que habíamos ido cuando apenas llegamos a la ciudad.
—Hey, campeón, debiste haber venido conmigo, todo estuvo muy divertido. —dijo él.
Yo solo reí y volví a recostarme en mi cama, tapándome con las cobijas hasta el cuello, ya que si algo tiene de particular la ciudad de Cutervo es el frío que hace.
—Ah, por cierto, te mandó saludos una chica. Creo que se llamaba Mónica, o algo así, —dijo mi papá, empezando a desvestirse para colocarse su ropa de dormir—. Para ser gay tienes mucho jale con las mujeres, —volvió a decir riendo.
—Cómo no lo voy a tener, si estoy igualito a ti. —hablé yo, acurrucándome entre las cobijas de mi cama.
Mi padre se rió, a medida que se metía en su cama.
—UUUUUUU. Que frío está haciendo, esto es lo único que no me gusta de esta ciudad. —se quejó.
—Oye Javier. Yo sé que ya estoy muy grande como para pedirte esto, peeeeerooooo…. —decía yo, sin terminar la frase, sintiendo vergüenza de hacerlo.
—Pero quieres dormir a mi lado como cuando eras niñito, —completó mi padre la frase—. Claro que sí, campeón, mi cachorrito.
Yo me quité de mi cama y corrí a la de mi papá, me metí bajo la cobija al lado de él. Javier me abrazó con sus musculosos brazos, me besó en la frente y me pegó a su pecho.
—Aunque estés muy grandote y seas todo un hombre, para mí seguirás siendo mi niñito. —me decía mi papá, acurrucándome más a él, sintiendo su calor de padre abnegado.
Al día siguiente, cuando me desperté, Javier no estaba a mi lado y se oía el ruido del agua de la ducha cayendo. Seguramente era él bañándose.
Me estiré en la cama para desperezarme, veo la hora y eran cerca de las ocho de la mañana. Me quité la ropa quedando únicamente en bóxer, esperando que mi papá saliera de la ducha para meterme yo a bañar. Mientras esperaba aproveché en masturbarme pensando en mi vaquerito Raúl.
Apenas Javier salió del baño, tomé una toalla y me metí a bañar.
Luego de desayunar muy bien en el restaurante del hotel, acomodamos nuestras cosas y emprendimos el viaje de regreso a nuestra ciudad. Mi padre se sentía un poco cansado, así que me tocó a mí manejar.
A medida que la noche iba cayendo, nosotros llegábamos a la hacienda, luego de casi un día de carretera por fin estábamos en casa. Mi padre venía somnoliento, así que apenas me estacioné en el patio de la hacienda, bajó su maleta y corrió a su habitación a dormir. Yo tenía un poco de sed, por lo que fui primero a la cocina a beber algo. Apenas entré me encontré con él, Raúl.
Apenas me vio los ojos se le iluminaron, una sonrisa muy tierna se le dibujó en el rostro y se puso de pie. Yo lo saludé dándole un abrazo, me fijé en todos lados si había alguien más en la cocina pero solo estaba él, así que aproveché la soledad del momento y le estampé un beso en los labios, mientras le sujetaba el mentón con mi mano derecha. Raúl correspondió a mi beso con mucha pasión y chocamos nuestros labios durante largos segundos, hasta que tuvimos que separarnos al oír el sonido de los pasos de alguien aproximándose, era mi sobrinito Kike, el cual apenas me vio corrió a abrazarse de mi pierna, yo lo levanté como a un bebé y le besé las mejillas. Raúl se despidió de mí diciendo que se retiraba a dormir.
Al instante de que se fue, llegó un mensaje a mi celular.
‘’Bienvenido de vuelta, doctor. Te veo mañana, hermoso’’
Aquel mensaje era de Raúl, seguramente ya no iba a dormir en el establo, de todos modos, me bastaba con verlo aunque sea en el trabajo.
Raúl era muy distinto al resto de vaqueros. Era un poco más educado e intelectual, a diferencia de los demás trabajadores que apenas y terminaron la primaria, él culminó la secundaria, pero no continuó estudiando, seguramente por falta de apoyo de sus padres debido a su baja economía. Aun así, se diferenciaba su preparación al momento de expresarse. Por lo que se hacía más fácil explicarle las cosas, ya que entendía más rápido.
Los días pasaron y con ello el mes de prácticas de Reynaldo se acabó, mi papá firmo su hoja de evaluación y un día ya no se apareció más. Me había quedado sin mi ayudante y seguramente el trabajo se me acumularía, por lo que decidí que mi nuevo asistente sería Raúl, aunque él no estaba al nivel de Rey, era de mucha ayuda tomando en cuenta que estaba mucho más preparado que el resto de vaqueros, además sabía usar una computadora o una Tablet, lo que hacía más fácil su desempeño.
Mi vaquerito se mostraba un poco asustado porque tenía una labor más importante dentro de la hacienda, además de que yo era alguien muy exigente cuando se trataba del trabajo; sin embargo, siendo él mi ayudante, pasaríamos más tiempo juntos, lo que nos emocionaba a ambos.
Con el transcurrir de los días, él se iba acoplando a mi ritmo de trabajo, y poco a poco se desempeñaba mejor. Aprovechábamos cada instante en el que nos quedábamos solos para comernos a besos, era difícil tener relaciones debido a que casi siempre estábamos ocupados o no teníamos un sitio para hacerlo.
Una tarde, uno de los vaqueros llegó muy agitado buscándome en la casa porque un caballo estaba herido, una de las vacas le había encajado una cornada a la altura de la panza mientras arreaban el lote de vacas paridas a otro potrero. Por suerte, la cornada no fue muy certera, pero sí de gravedad, por lo que debía de recibir ayuda veterinaria inmediata. Cuando llegué al potrero en donde estaba el caballo, los demás vaqueros estaban alrededor y Raúl estaba ejerciendo presión sobre la herida para que el animal no se desangrara. Gracias a Dios, logré estabilizar al caballo colocándole suero, anestesiándolo y suturando la herida, consiguiendo así salvarlo de la muerte. Afortunadamente, Raúl, quien era el que montaba a aquel corcel durante el accidente, no resultó herido, a lo mucho se ganó un raspón en el brazo, pero nada de gravedad.
Apenas terminé de operar al caballo, tuvimos que esperar cerca de dos horas para que recobrara un poco de fuerza y pudiera ponerse de pie, y una vez que lo hizo lo subimos a un remolque para llevarlo hasta el establo para tenerlo vigilado y no se complicara su situación.
Ya de vuelta en la hacienda, metimos al caballo herido en su cubículo dentro del establo, tratando de que estuviera lo más cómodo posible y que la herida no se le fuera a infectar.
A cada momento Raúl me ofrecía disculpas, por no haber sido lo suficientemente cuidadoso y haber expuesto al caballo a la muerte. Cabe resaltar que esta clase de accidentes suelen ocurrir a veces; además, los caballos de vaquería son muy inteligentes y saben cómo huir de las cornadas de las vacas, así que sin duda alguna, esta situación no hubiera podido evitarse.
—Le ruego me disculpe, doctor. No me di cuenta cuando la vaca se acercó y corneó al caballo.
—Ya, hombre. No te preocupes, estoy seguro que no fue tu culpa, más bien, anda a la casa grande y que alguna de las empleadas te cure ese raspón que tienes en el brazo.
—Sí, doctor. Pero dígame, ¿hay peligro de que el caballito se muera?
—Mira, el pronóstico por el momento aún es reservado, todo depende de cómo evolucione, yo considero que la cornada no es mortal, así que tendré que estar atento durante toda la noche por si se surge alguna complicación, y si el caballo pasa la noche sin complicaciones ten por seguro que se va a salvar.
Raúl se mostró mucho más tranquilo con lo que le dije. Se notaba que apreciaba a aquel caballo y no era para menos, ya que cada vaquero tiene a su cargo a uno de estos animales y es el que siempre montan para ir a arrear el ganado; con el tiempo, vaquero y caballo se llegan a tener estima y confianza, por lo que es entendible la preocupación de Raúl por su animal. Tal cuál como me pasa a mí con Ébano.
La noche no tardó en caer mientras yo permanecía en el cubículo del Moro, que era como se llamaba el caballo herido. Debía de estar muy al pendiente para que se recuperara rápido, no quería que mi vaquerito se sintiera mal si el caballito moría.
Prácticamente no me despegaba del Moro, tenía que estarle cambiando el suero cuando se acababa y verificando que la herida no se infectara o se le rompieran los puntos, ya que habían momentos en los que el animal se movía un poco brusco tendido en el heno.
Con la llegada de la noche también llegaba el frío, y tomando en cuenta que dormiría en el establo, al lado del caballo, debía de procurar estar lo más cómodo posible; así que, me ausenté unos cuantos minutos del establo y fui a la casa, tomé algo de comida y un termo de café de la cocina, saqué un par de colchas de mi cuarto, mi laptop y un cargador portátil para mi celular, además de todos los implementos veterinarios necesarios por si los necesitaba, y regresé al lado del caballo.
Cuando entré al cubículo me llevé un tremendo susto al encontrarme a Raúl dentro, acariciando la cabeza del Moro.
—Ayyyy……Qué haces aquí webón, casi me matas del susto. —dije yo, casi gritando.
—Disculpa, Mateo. No fue mi intención asustarte, vine para estar al pendiente del Moro. —respondió Raúl, con la mirada un poco triste.
—No te preocupes, hasta ahora va bien, no quiero adelantarme, pero creo que ya se salvó. —dije yo—. Así que no es necesario que te desveles, ve a tu casa a descansar.
—Prefiero quedarme, a menos que mi presencia te moleste, además, estoy más a gusto aquí que en mi casa. Ven, acostémonos aquí y pasemos un rato juntos. —Raúl tendía las mantas en el suelo sobre las cuales nos recostamos, yo abrazándolo y él con su cabeza apoyada en mi pecho—.
Estuvimos un largo rato platicando y dándonos de vez en cuando besitos. Estar con ese hombre me subía el ánimo, sentía placer solo con abrazarlo y besar su frente. El simple hecho de sentirlo tan cerca de mí aumentaba mi testosterona y me hacía no querer soltarlo.
Si bien es cierto, la decepción de Pablo aún me tenía un poco deprimido, pero la presencia de Raúl me reconfortaba mucho, y cuando estaba con él me sentía querido.
Eran aproximadamente las 10 de la noche, Raúl y yo nos entreteníamos viendo videos graciosos en mi laptop, por un momento me aparté de su lado para cambiar el suero del Moro e inyectarle un analgésico para el dolor, luego regresé al lado de mi vaquero, el cuál empezó a besarme mientras tocaba mi pecho con su mano, la misma que bajaba hasta mi entrepierna y se colaba por dentro de mi pantalón.
Yo correspondía al beso de Raulito con mucha pasión, y es que la presencia de este tipo no solo me despertaba mi lado tierno, sino también mi lado lujurioso.
Me coloqué encima de él para besarlo, sin aplastarlo con mi peso. Raúl iba sacándome el polo y aflojando mi pantalón, por momentos acariciaba mi pelo rizado y lo jalaba suavemente, mientras yo mordía su cuello pero sin dejar marcas en el.
Continué quitándole la polera negra que se había puesto y sacándole el buzo deportivo que él usaba para dormir. En cuestión de segundos, ambos quedamos desnudos, a pesar del frío de la noche, nuestros cuerpos ardían por el deseo de fusionarnos en la lujuria del sexo entre dos machos calientes.
Mientras que en el rincón del cubículo el Moro dormía, por efecto del analgésico que le inyecté, Raúl y yo nos devorábamos a besos de pies a cabeza. Yo me recostaba completamente sobre las mantas para que él me diera placer, recorriendo desde mi pecho hasta mi abdomen con la punta de su lengua, llegando a mi pene ya erecto, para acto seguido, comérselo de un solo bocado, metiendo mis 20 cm en su boca, soltando unas ligeras arcadas.
Raúl movía su cabeza de abajo hacia arriba y viceversa, succionando con fuerza mi maso de carne dura con venas que parecían querer explotar, por momentos se sacaba mi pene de la boca para chupar mis huevos y luego continuaba chupando mi verga, dejándola enrojecida por tan brutal felación. Yo simplemente gemía recostado, con las manos detrás de mi cabeza para tener más comodidad, colocando por momentos mi mano derecha en la cabeza de Raúl para dirigir sus movimientos a medida que me la chupaba. Él, cada vez trataba de darme más placer humedeciendo mi pene con su boca, se lo metía completo a la boca hasta lagrimear y luego sacarlo de golpe, chupando con fuerza el glande, que palanqueaba mi pene haciendo que este chocara con fuerza contra mi ombligo, generándome espasmos repletos de placer.
De pronto, el vaquero se dio la vuelta colocándose de perrito y abriendo con sus manos sus nalgas, invitándome a comerle el culito. Acerqué mi cara a su ojete, olía a hombre, a testosterona, a lujuria pura. Lentamente pasé mi lengua por su hoyito, con la punta hacía círculos alrededor de éste, y de rato en rato lo nalgueaba como si él fuera una hembra en celo.
Mi trato lo prendía tremendamente, y a mí me calentaba al máximo que él fuera tan sumiso y complaciente a la vez. De un momento a otro, pasé de lamer con ternura su ano a hacerlo con furia y desesperación, como si quisiera penetrarlo con mi lengua, y por momentos mordía suavemente sus carnosas y firmes nalgas de varón.
Cuando me di cuenta, su ano ya estaba lo suficientemente dilatado para ser penetrado, y él lo sabía al sentir deseos incontrolables por que lo penetrara.
Coloqué mucha saliva en la punta de mi pene y lo dirigí a la entrada de su ano, lentamente se la fui metiendo, sintiendo, a pesar de estar dilatado, la estrechez de sus paredes anales.
—Uffff, sí. Suave papi, suave. Quiero sentir como lentamente me penetras. —me decía él, totalmente extasiado al ser penetrado por mí.
Yo gemía al sentir cómo las paredes de su ano se contraían, succionando mi pene, envolviéndolo desde el glande hasta la base, era como si nuevamente experimentara mi primera vez follando.
Su esfínter anal se contraía hasta el punto de ahorcar mi verga por la base, con los huevos bien pegados a su pelvis. Tomándolo de las caderas, y con un vaivén lento y suave, inicié lo que serían las próximas dos horas más placenteras de toda mi puta vida de macho activo rompe culos.
Al inicio, mis movimientos eran muy lentos, quería gozar cada milímetro de la cavidad anal de Raúl. Poco a poco, mis movimientos iban aumentando de fuerza, a medida que su ano se amoldaba al tamaño y grosor de mi pene. Una vez que su culo ya estaba lo suficientemente mojado y estirado, procedí a reventarlo con mi polla, dándole vergasos tan fuertes que hacían a Raúl apretar los dientes y cerrar los ojos, pero deseando cada vez más.
Los sonidos de mi pelvis chocando contra sus nalgas no tardaron en hacerse presentes. El ‘’plaj plaj’’ de nuestros cuerpos era un canto glorioso al placer del sexo entre dos machos varoniles, con el culo y la verga cargados de virilidad.
Los gemidos ahogados inundaban el cubículo, tratábamos de que no sonaran muy fuertes para que nadie pudiera alertarse de lo que estábamos haciendo. Poco a poco nuestros cuerpos se bañaban en sudor, en mi pecho se marcaban aún más mis pectorales por la fuerza que hacía al momento de taladrar el culo de Raúl, el cual solo abría de par en par sus nalgas para darle mayor cabida a mi verga, la misma que impactaba contra su próstata, descargando espasmos de electricidad en todo el cuerpo de mi amante.
Luego de un momento en la posición en la que estábamos, cambiamos a otra para disfrutar aún más del momento tan sabroso que estábamos viviendo.
Me coloqué las piernas del vaquero sobre mis hombros y lo penetré, esta vez de una sola embestida, sacando de su boca gemidos secos y guturales.
En esa posición, piernas al hombro, mi glande impactaba con mayor fuerza contra su próstata.
Raúl se pellizcaba los pezones aumentando su morbo y su libido, abriendo la boca para gemir bajito, hasta que yo ahogue sus gemidos invadiendo su cavidad bucal con mi lengua, separándonos de nuestro beso por momentos para escupirle en el interior de su boca y volver a besarlo, sintiendo el sabor de mi saliva mezclada con la suya, ligeramente salada por el líquido preseminal de mi pene.
Levanté sus caderas, abrí sus piernas lo más que pude y me puse de pie. Flexione ligeramente las rodillas y volví a penetrarlo. Esa noche estaba sacando lo mejor de mi repertorio como macho activo follador, dejando mi alma en el sexo, o más bien dicho, fusionándola con el alma de Raúl.
Cambiamos infinidades de veces de posición. Desde las ya existentes hasta las que se me ocurrieran en ese momento, incluso me senté sobre una silla de montar para que Raúl se sentara en mi pene, cabalgándome tan rico que tuve que contenerme muchas veces para no correrme.
Pasaron, como lo mencioné anteriormente, cerca de dos horas y mi cuerpo ya empezaba a cansarse y cada vez era más difícil contener la eyaculación de mi pene; así que volví a colocar a Raúl con la espalda sobre el heno, abriéndolo de piernas, y taladrándolo con suma furia, haciendo que el vaquero se viniera sobre su abdomen y su pecho, incluso algunos restos de su semen chocaron contra su cara. Raúl soltó un gemido y apretó el ano tan fuerte, que me hizo correr a mí también, dándole unas tres embestidas muy fuertes y profundas, para dejarle bien adentro mi leche. Raúl estaba en un nivel de éxtasis similar al mío y entre gemidos podía oír que me decía, “dámelo todo, dámelo todo».
Luego, los dos nos fundimos en un beso tan tierno y romántico, en donde ambos saboreamos el semen de Raúl que yo recogí con mi lengua de su abdomen y su pecho.
Después de eso, nos tumbamos sobre las mantas que estaban sobre el heno y nos dormimos por un instante, abrazados, unidos, complementados el uno con el otro.
No sé con exactitud cuánto tiempo nos quedamos dormidos, posiblemente unas tres o cuatro horas, cuando desperté y vi la hora en mi celular eran casi las cuatro de la madrugada, estaba desnudo, únicamente cubierto con una manta tibia y Raúl a mi lado, se veía tan tierno dormido, era como un bebé.
Me puse de pie tratando de no despertarlo, revisé al caballo y este presentaba signos vitales normales, la herida no se había infectado demasiado, parecía que ya no corría peligro de muerte, me alegré.
Volví a acostarme al lado de Raúl y este al sentir mis movimientos se despertó, me dio un beso en la mejilla el cuál yo correspondí devolviéndole otro en los labios, luego, volvimos a tener sexo. Cerca de amanecer nos quedamos nuevamente dormidos.
Ambos dormíamos muy placenteramente, cuando un ruido nos hizo despertar de golpe, incluso el Moro se asustó.
Levantamos la cabeza de golpe al sentir aquel ruido, como si hubieran golpeado la puerta de la caballeriza.
Ahí estaba él, Pablo. El moreno de piel canela nos había descubierto. No sé qué hacía él tan temprano por el establo de los caballos, pero para mi mala suerte, nos vio, y a juzgar por su cara estaba muy molesto.
Raúl y yo nos pusimos de pie, totalmente desconcertados y avergonzados por la situación que estábamos viviendo, nos vestimos rápidamente mientras Pablo nos mataba con la mirada y aplaudía en tono sarcástico.
—Bravo, bravo, bravo. Pero si veo que vosotros no perdéis el tiempo, —decía él, a medida que aplaudía, enfocando su mirada en Raúl.
—¿Qué haces tú aquí?, —preguntaba yo, terminando de colocarme mi polo.
—Es lo único que se te ocurre decir, coño. ¿Desde cuándo andan follando a escondidas ustedes dos? ¿Tu padre sabe que te enredas con los trabajadores de la hacienda?, —preguntaba Pablo mirando a Raúl, haciendo que este se quedara estático con la mirada en el suelo.
—Raúl, yo arreglo esto, —le dije yo a este—. Ve a tu casa, luego te busco.
—Tú no te mueves de aquí, puto, —dijo Pablo, gritando con ira y tomando del cuello de la polera al vaquero, cuando este se destinaba a salir del lugar, haciendo que yo reaccionara dándole un empujón a Pablo.
—No se te ocurra tocarlo, pendejo de mierda, —le grité.
—Vaya, así que ahora te estas follando a este muerto de hambre. ¡Ah que eres un puto crack, cabrón!… Felicidades, —hablaba Pablo con un marcado tono de rabia y sarcasmo—. Pero al menos te hubieras buscado uno mejor, tío. Mira que terminar follándote al peón… ¡Qué pena me das, gilipollas!….. Más bajo no pued….
Antes de que Pablo terminara de hablar, mi puño se estampó en su cara haciéndolo callar.
—Raúl, ve a tu casa, —le dije casi gritando.
Al instante, el vaquero se retiró del lugar a toda marcha.
—Cállate la boca, mierda. —volví a hablar—. ¿Cuál es tu problema si me tiro al que yo quiera, a ti en qué te afecta, webón?. —le pregunté a Pablo, agarrándolo con fuerza del cuello de la casaca, pero esta vez yo ya mostraba un nivel de ira mayor.
—Os quisiera mataros a ambos. Al menos yo soy de clase, pero ese es un puto muerto de hambre. Prefieres darle a ese idiota lo que es mío. —me reclamaba Pablo.
—Aquí, el único idiota eres tú, —dije gritando—. Entérate de algo, webón, no eres mi dueño, ni mi jefe, ni mi mujer; así que deja de joder. Y de una vez te advierto, que si le tocas un solo pelo a Raúl, te vas a tener que ver conmigo, así que piénsalo bien. Porque te recuerdo que aquí están tu papá y tu mujer, y si no quieres que les cuente de todas las veces que me chupaste la verga y te la metí por el culo, más te vale dejarme en paz. Ya que antes no tuviste respeto por Magnolia al pedirme que te follara, empieza por respetarla ahora, porque si yo hubiera sabido que tenías novia, jamás me hubiera metido contigo.
Empujé de nuevo a Pablo contra la pared de la caballeriza, este me miró con una cara cargada de resentimiento, escupió al suelo en señal de asco y se fue.
Una vez que Pablo salió del establo, yo caí sentado sobre el heno del piso con los ojos cerrados, di un suspiro largo y me puse de pie; sin embargo, casi me voy de espaldas al ver a mi padre parado justo en frente de mí, con una mirada de desaprobación.
Nos quedamos viendo frente a frente, ni siquiera sabía que decir, pero era fijo que había escuchado todo.
Cuando me disponía a hablar, él se acercó a mí y con la parte superior de la mano derecha, con los nudillos, me dio una bofetada que casi me tira al suelo.
—Desde un principio supiste que él era mi ahijado, —dijo él, muy serio—. Es casi como si fuera tu hermano, y no puedes tirarte a tu hermano.
Yo no supe cómo reaccionar luego de aquel golpe.
Javier salió de la caballeriza y yo me quedé ahí, tratando de asimilar lo que acababa de pasar.
noooooooooooooo no me hagas esto mi estimado, no quiero q se acabe, todavia hay mucho de donde cortar y gozar jujuju pero bueno, estuvo bueno el twist novelesco del asunto jujuju no puedo esperar al siguiente, lo unico malo es q el papá se quedo sin su nalguita 🙁
Hola Mateo, eres un crack! Me encantan tus relatos y la saga de piel canela es maravillosa, lástima que se vaya a terminar. Soy de Perú (Creo que tu también) y me encantaría tomar contacto contigo. Abrazo!