PIEL CANELA: Un torero adicto a la verga
Mis aventuras sexuales continúan, esta vez con un torero atractivo y varonil; sin embargo, nada es como parece..
Al día siguiente de que entre mi viejo y yo le rompimos el culo a Rey, este no se presentó a trabajar, por pedido de mi padre; ya que las condiciones en las que lo dejamos no le permitirían moverse al menos en un par de días.
Se suponía que hoy debíamos de realizar el tentadero de novillos erales que marcamos ayer; sin embargo, amaneció lloviendo a cantaros, todo el día cayó un aguacero terrible, y lo mismo pasó el día jueves.
El viernes por la mañana, mientras caminaba hacia los corrales para ver que todo esté listo para el tentadero, ya que hoy amaneció el día con un sol maravilloso, veo asomándose por el patio principal de la hacienda a Rey, viene caminando lento, seguramente aún le duele el ano, su caminar es un poco más abierto de lo normal, se ve muy gracioso. Apenas llega me saluda dándome la mano, yo atino a lanzarle una mirada lujuriosa, es lo único que puedo hacer, ya que follármelo otra vez no sería una buena idea tomando en cuenta lo maltratado que estaba su pobre ano.
Mi padre, como en todos los tentaderos de novillos que se realizan en la hacienda, siempre está presente, ya que es él quién tiene la última palabra; sin embargo, esta vez me toca hacer la selección a mí, por lo que estoy muy nervioso de cometer algún error en su presencia.
Le ordeno a Reynaldo que vaya hacia la plaza de tientas, mientras yo les doy algunas indicaciones a los vaqueros.
—Buenos días muchachos, ¿ya está todo listo para empezar el tentadero?. —Les pregunté, mientras ellos preparaban algunas banderillas y las varas de picar.
—Sí doctor, ya le colocamos la coraza al caballo picador, y en un ratito llegan los demás vaqueros con los novillos. —Respondió el caporal de la hacienda.
Luego, me dirigí hacia la plaza de tientas, donde ya estaban Reynaldo y mi padre, al llegar me encontré también a Pablo, debo recalcar que durante estos dos días en los que Rey no estuvo viniendo a trabajar, me he follado a mi moreno hasta el cansancio, la cantidad de semen que Pablo se ha tragado seguramente lo ha de estar nutriendo mucho.
Un rato después, el caporal viene a darme el aviso de que los novillos ya están encorralados, listos para ser tentados. El caballo de picar ya está entrando a la plaza con el jinete picador montado, mientras que otros dos vaqueros están detrás de los burladeros con unas ramas en la mano, esperando el momento de intervenir.
—¿Qué es lo que se va a hacer ahora?, —preguntó Reynaldo, mirando a mi padre, ya que yo estaba concentrado observando los registros de los animales.
—Esto es un tentadero de novillos con ramas, —le responde mi padre—; osea que el novillo al entrar a la plaza, embiste al caballo de picar y luego es incitado por los vaqueros que lo torean con las ramas para que les persiga, así se puede observar la bravura del animal al ser picado por el picador, y a la hora de perseguir las ramas.
—De esta manera se puede detectar a los que tienen las cualidades para ir a las corridas, o para ser futuros sementales de la hacienda, —intervine yo, completando la idea de mi viejo.
—Ah, ya veo. ¿Cómo se ve si sirve para las corridas, que se debe observar?, —volvió a preguntar Rey, esta vez a mí.
—Debes observar la bravura con la que el novillo embiste al caballo de picar, que no huya a la puya del picador, que embista las ramas con la cabeza gacha, y sobre todo, siempre mostrar resistencia y ganas de embestir, todo eso en conjunto le denominamos ‘’trapío’’, y aquellos que no cumplan con las características necesarias, son enviados al engorde para luego ir al matadero. —Respondí, notando en las caras de Rey, Pablo, y mi padre, un gesto de asombro al ver todo lo que sabía acerca del tema, sin duda alguna los sorprendí.
Nosotros cuatro estábamos sentados en lo que se conoce como palco de honor de la plazita, no es nada del otro mundo, solo que desde ese punto se podía observar en su totalidad el ruedo, para no perderse de ningún detalle y poder dar un mejor veredicto a la hora de calificar a los novillos.
—Hey, Jacinto, suelten al primero. —Le gritaba yo al caporal, hasta el otro lado de la plaza, para que hicieran pasar al primer novillo.
Jacinto abrió la puerta de los corrales y entró el primer novillo, un animal hermoso de color negro entero, con cornamenta aún no desarrollada del todo. El animal estaba hecho una fiera, rápidamente corrió hacia el caballo de picar y lo embistió, pero como este estaba protegido por una gruesa coraza no le pudo hacer daño, persiguió a los vaqueros con las ramas y daba muestras de su bravura, mientras yo con la mirada atenta observaba la casta de ese animal. En la hoja de registros busqué el número de código del arete del novillo, y al lado escribí la palabra ‘’aprobado’’, un par de minutos después, le di la orden al caporal para que lo dejaran salir por la puerta del lado derecho de la plaza, que era por donde saldrían los novillos aprobados.
A medida que iban saliendo de uno en uno los animales, todo en ese lugar eran gritos de vivas, risas, y el popular ‘’ole’’ cuando algunos de los novillos daba una buena embestida. Poco después de iniciado el tentadero, mi padre sacó una botella de agua ardiente que compartimos entre todos, para disfrutar más a gusto aquel momento.
Poco a poco pasaba el tiempo y a medida que los animales era tentados, algunos eran aprobados y otros descartados, estos últimos se iban a otro corral para ser puestos en engorde y luego de unos meses, convertidos en chuletas. A medida que un nuevo novillo entraba al ruedo, yo me acercaba a Rey por la espalda para, con el pretexto de enseñarle algo, sobarle el pene en las nalgas, ya que el aguardiente empezaba a picarme un poco. Mi padre se percató de esto y solo atinaba a reírse y de vez en cuando hacer lo mismo que yo.
Después de unas cuantas horas, ya se habían tentado a todos los novillos, los que fueron aprobados se los puso de nuevo en su potrero, mientras que los descartados fueron a otro sitio más pequeño. Al final de la labor todos dimos un fuerte aplauso, ya que este momento es de suma importancia en las ganaderías de toros bravos.
Una vez que los vaqueros y el resto de gente que estuvo en la plaza se fueron, yo me quedé junto con Pablo, mientras revisaba la hoja de registro, el moreno se me acercó hablándome con cierto nivel de enojo.
—¿Pero qué coño fue todo eso joder?. —me preguntó.
—Pues, un tentadero, —le dije yo casi riéndome.
—¡No, no te hagas el gracioso coño!, me refiero a ese coqueteo que tenías con el gilipollas que tienes por asistente. —habló Pablo, esta vez un poco más molesto de lo que ya estaba.
—¿Coqueteo?, ¿de qué mierda hablas, Pablo?. —Pregunté esta vez yo, haciéndome el enojado, tratando de ocultar un poco mi nerviosismo.
—Piensas que no te vi tío, como le sobabas la polla por el culo a ese chaval, ¿ahora también te follas a ese?, —insistía Pablo con su interrogatorio, haciendo que empezara a enojarme.
—¿Y si fuera verdad, qué?, —le increpé a Pablo, esta vez más molesto—, no eres mi mujer para que me hagas escenitas de celos. —Dije yo y me fui del lugar pasando por al lado del moreno, chocando mi hombro contra el suyo en señal de enojo.
Salí de la plaza de tientas, no porque me enojara la actitud de Pablo, aunque si lo hacía un poco; sino que lo que realmente no quería, era terminar admitiendo que me follé a Rey. Pablo tenía algo similar al sexto sentido de una hembra celosa, y si ejercía presión sobre mí, terminaría por admitir que Rey me gustaba y que hasta lo hice mi perra.
Apenas salí de la plaza fui hacia el comedor de los vaqueros, estos ya se encontraban almorzando, entré y me senté al lado de Raúl, el cual al verme soltó una ligera risa, seguramente acordándose de aquella noche que me lo follé.
Mientras almorzábamos, llegó mi papá, para avisarnos que el torero al cual le había hablado para que realice el tentadero de hembras, le acababa de llamar para confirmarle que iba a venir la siguiente semana; así que hasta ese entonces, debíamos alistarnos para recibirlo, ya que era un torero muy reconocido, aunque yo aún no tenía el gusto de cruzar palabras con ese sujeto, ya era alguien muy allegado a la hacienda.
Una vez que terminamos de almorzar, me fui a la casa grande, en mi cuarto, con el calor que hacía y después de haberle sobado la polla por las nalgas a Reynaldo, estaba un poco cachondo y quería sexo; así que saqué mi celular y le hablé a Raúl, le pregunté si su mujer aún no había llegado, respondiéndome que no, de inmediato fui hacia su cabaña. Al llegar, me abrió la puerta y vi que estaba totalmente desnudo, apenas entré me empecé a quitar la ropa, ambos estábamos sudados por el trabajo.
Empezamos a besarnos lujuriosamente, llenándole la boca con mi lengua, rebuscando en cada rincón su sabor, mordiendo con pasión sus labios, haciéndole soltar unos gemidos. Como era un poco más pequeño que yo, lo cargué en brazos igual que si fuera mi noviecita, lo llevé hasta la habitación y lo aventé sobre la cama, me coloqué encima de él, como en misionero, mientras lo besaba le sobaba mi polla contra sus huevos, mordía su cuello y luego con la punta de mi pene, que ya estaba derramando preseminal, le picaba suavemente el ano, lubricándose y haciendo que empezara a dilatarse. Poco a poco fui bajando hasta que mi lengua se encontró con su humedecido esfínter anal, le introducía la punta en el pequeño agujero que se formaba y trataba de abrírselo un poco más.
A medida que lamía su ano, introducía mi dedo índice y medio, haciendo una tijera para dilatar más la entrada de aquella bóveda casi cerrada. Luego, me coloqué de pie sobre la cama, mientras que Raúl se posicionó de rodillas y empezó a chuparme la verga con una destreza única. Se comía mis 20 cm con un hambre voraz, chupaba mis huevos hasta dejarlos completamente rojos, y asimismo chupaba mi glande, haciendo que este se ponga de un color rojo oscuro, dejándome a mí en un estado total de excitación, que luego de unos minutos de estar recibiendo una maestral mamada por parte de Raúl, le saqué mi polla de la boca y lo coloqué boca arriba sobre la cama, poniendo una de sus piernas sobre mi hombro, para acto seguido, meterle la verga de golpe, haciendo que mi amante voltee los ojos y suelte un profundo gemido que inundó toda la habitación.
Apenas su ano se acostumbró a mi verga, inicié con la penetración de una manera tan intensa, que el catre chillaba como si se desarmara, algo que sumado a los quejidos de Raúl, aumentaba mi excitación y me sumergía en un intenso placer sexual.
—Ahhhhh, Ahhhhh. Siiii, que rico, ya extrañaba tu pene, doctorcito. Me estás follando tan rico. —Decía Raulito entre gemidos.
—Ahhhhh, Ahhhhh. ¿Te gusta, zorrita?, —le preguntaba, dándole suaves bofetadas en la cara—, ¿Quién es tu papi, quién es tu macho?¿Quién es el que te revienta el culo bien rico? —Continuaba preguntándole mientras lo follaba con intensidad.
—Tu, bebé. Dame duro, —me decía él.
Poco a poco intensificaba mis embestidas, aguantándome las ganas de correrme para durar más tiempo follándolo. Luego de un rato, Raúl se colocó en pose de perrito, dejando su culito levantado, como una buena putita; lo tomé de las caderas y se la metí nuevamente de un solo empujón, para penetrarlo esta vez al doble del ritmo. El sonido de la cama era glorioso, y la follada que le estaba dando, aún más; hasta que después de un rato, no pude contener mi deseo de llenarle el culo de leche y solté por lo menos seis chorros de abundante y espeso semen que se depositó en sus paredes anales, soltando ambos un gran gemido de placer, ya que al sentir mi esperma en su interior, él también empezó a correrse, manchando las sábanas de la cama.
Una vez que terminamos de follar, nos vestimos y después de un rico beso que le di a Raúl, salí de la cabaña con los huevos vacíos. Luego, agarré mi camioneta y fui al río a bañarme totalmente desnudo, como hacía cuando era niño.
Mientras me zambullía en el agua, vi como a lo lejos venía mi padre montado en su caballo. A todo galope se acercó rápidamente hasta donde estaba yo. No hice ningún intento por taparme la entrepierna, de todas maneras, a estas alturas ya me había visto el pene desde pequeño, y ahora, inclusive cuando estaba erecto.
—Como en los viejos tiempos, eh campeón. —dijo él—. ¿Te molesta si te acompaño?.
—Para nada, viejo, ¿te acuerdas cuando era niño, y veníamos aquí a bañarnos?.
—Claro que sí. En ese tiempo eras un enano, y ahora todo un macho follador igual a tu padre. —decía Javier, mientras se quitaba la ropa, hasta quedar completamente desnudo.
Yo reía con las ocurrencias de mi progenitor, su sentido del humor y el sarcasmo eran simplemente geniales. Además, verlo desnudo era algo grandioso. Si bien es cierto, él se bañaba conmigo y mis hermanos cuando éramos niños, todos desnudos, pero en ese tiempo mi mente era muy inocente y no conocía del placer del sexo, pero ahora al verlo sin ropa, lejos del morbo que me provoca, sin llegar a los pensamientos incestuosos, me hace tener mucha más confianza en mi padre.
El agua estaba muy sabrosa, y con el calor del día, un baño en el río al aire libre era algo muy refrescante; además, tener al lado mío a alguien como Javier, con ese tronco de carne flácido y esos enormes huevos, me hacían sentir alguien especial. Como un niño que disfruta de la presencia de su padre, al cual ve como si fuera su héroe.
Mientras reposaba con mi papá a la orilla del río, y luego de haber vivido aquellos momentos en los días anteriores, era lógico que no podía ocultarle mis aventuras por España; después de todo, él ya se debía de haber imaginado todo lo que viví en un país donde las relaciones entre hombres no se juzgan como lo hacen en Perú. Claro está, que le oculté lo que hacía con Pablo, su ahijado.
Después de tanta plática, Javier me miro y me hablo al oído dándome un beso en la sien.
—Oye, solo quiero que te quede claro algo, —dijo mi padre—. A mí me vale verga si te gustan las mujeres, o si te gustan los hombres. Mientras tú seas feliz, a los demás no tiene que afectarles con quién te acuestes o con quién vivas tu vida.
—Viejo, respóndeme algo, ¿cómo es que también te acuestas con hombres?, —le pregunté.
—Desde que soy adolescente. —respondió mi padre—. Siempre he sido muy cachondo, y a veces no me bastaba con tirarme a las mujeres que se me abrían de piernas, siempre buscaba algo más, hasta que me casé con tu madre. A ella siempre la respeté, nunca le fui infiel con nadie; además, ella sabía cómo sacarme gemidos de placer cada vez que hacíamos el amor. Hasta hace poco que apareció Reynaldo volví a sentir el deseo de follar. Nunca llegará a mi vida alguien como tu madre, podré tener sexo con quien me plazca, pero nadie ocupará el lugar que dejó mi esposa. —decía Javier, a medida que sus ojitos se humedecían al recordar a mi mamá.
—Seguramente ella es feliz al ver que tú la recuerdas con tanto amor; además, eres hombre y no puedes aferrarte por siempre a una vida de abstinencia. —dije yo, abrazando a mi padre y dándole un beso en la frente.
—Sí, tienes razón hijo. Además, habrán miles de anos y vaginas queriendo que las atraviese, y no puedo desaprovechar las oportunidades de la vida. Pero esposa solo tuve una, y así será hasta el día de mi muerte, lo demás solo son momentos de diversión que no se pueden desperdiciar.
—Estoy totalmente de acuerdo. A ver cuando repetimos lo del otro día. —dije yo, haciendo que ambos riéramos.
Aquella charla con mi padre fue una mezcla de sentimentalismo de padre e hijo, combinado con toques de lujuria al habernos hecho cómplices de pasiones sexuales en común.
Al llegar el ocaso de la tarde, ambos regresamos a la hacienda, cenamos como hacíamos todas las tardes, luego cada quien se retiró a su habitación para descansar. Pablo me escribía mensajes al celular pidiéndome pasar la noche juntos, yo solo le respondía mostrándome molesto por su actitud, tratando de hacerme el interesante.
Los días transcurrieron con total normalidad, con las típicas cosas que acontecen dentro de la hacienda. Trabajo y más trabajo; y de vez en cuando, un buen momento de sexo con Raúl o Reynaldo, a veces este último visitaba en sus ratos libres el despacho de mi papá, y cuando la situación lo permitía hacíamos algún trío.
Con el transcurrir de los días se llegó el momento de realizar el tentadero de hembras. En esta ocasión, y muy diferente al tentadero de novillos, las novillas de dos años y medio de edad, previamente separadas del resto, serían ‘’toreadas’’ por un torero profesional, sin la necesidad de matarlas como se hace con los toros en la plaza; la intención de esto es seleccionar a las mejores novillas para que sean las futuras reproductoras de la hacienda, y las que no cumplan las características, se van al matadero.
El torero que realizaría el tentadero vendría al día siguiente, así que ya todo estaba listo para recibirlo. Se prepararía una rica comida, se seleccionaron algunos vinos y se alistaron los implementos a usar. Solo quedaba esperar que amaneciera para recibirlo. Quizá para los que no conocen de crianza de toros bravos les parezca exagerado preparar aquello con emoción, pero lo cierto es que un tentadero de novillas es uno de los momentos más importantes dentro de la cría de ganado de lidia, he de ahí el júbilo al realizar esto.
Apenas amaneció me alisté rápidamente para checar que todo estuviera listo. No todos los días llega algún torero de renombre a la hacienda, así que todo debía salir perfecto.
Ya eran cerca de las nueve de la mañana, cuando el ruido de un carro estacionándose en la entrada de la hacienda hizo que todos volteáramos a ver. Era él, el matador de reses bravas. Como dije anteriormente, nunca en mi vida había cruzado palabra con ese tipo, a lo mucho lo vi algunas veces toreando en alguna plaza de España, pero no más que eso. Sin embargo, debo decir que su sola presencia hizo que mi pene despertara de golpe. El tipo estaba muy guapo, tenía la piel morena como a mí me gustan, se notaba fornido, de cuello ancho y piernas gruesas; venía vestido con unos jeans oscuros ajustados que le marcaba muy bien el trasero.
El tipo parecía de mi estatura y complexión similar a la mía. Su nombre, Jhony Monterey, pero en el mundo del toreo era apodado ‘’el moreno’’, seguramente por su tono de piel tostada. A medida que caminaba rumbo a la casa, mi padre iba a su encuentro, lo saludó con un fuerte apretón de mano y un abrazo, después de todo ambos tenían tiempo de conocerse y ser amigos.
Jhony era un prototipo de hombre por el que seguramente muchas mujeres andarían babeando y estarían dispuestas a abrir las piernas sin hacerse de rogar. En la cara se podía notar que era un conquistador.
Mis hermanos también lo saludaron con cierta confianza, ya que en el tiempo en el que estuve por España, Jhony había venido frecuentemente cada año, pero al estar yo ausente no lo pude conocer en vivo.
Jhony Monterey era uno de los pocos toreros peruanos de renombre en todos los países donde las corridas de toros son populares. Desde los vaqueros hasta las empleadas demostraban cierta emoción al verlo de nuevo por la hacienda, a pesar de que ya era un ‘’amigo de la casa’’.
Yo me acerqué hasta donde estaba mi padre y Jhony, me presenté formalmente y le estreché la mano; al hacerlo pude notar como este me apretaba fuertemente la diestra y me miraba de manera extraña, podría jurar que lo hacía con morbo.
—Mira nada más, así que tú eres Mateo, por fin pude conocerte. Tu padre me habla seguido de ti. —decía Jhony mientras nos saludábamos de mano.
—¿Así?, espero que te diga cosas buenas, —decía yo, tratando de sonar algo simpático.
Jhony me ponía nervioso definitivamente, su galanura era digna de admirar.
Luego de una breve charla de convivio, el torero pasó a colocarse un traje ligero que suelen utilizar los matadores para realizar tentaderos. Se colocó un pantalón de tela extraña pero flexible, se podía notar como se le marcaba un poco el pene debajo de la tela, y las nalgas quedaban abultadas haciendo que mi pene quiera salir de su encierro y eyacularle en la boca.
Una vez que todo estuvo listo, se procedió a realizar el tentadero. Una por una iban saliendo las novillas, y Jhony las esperaba en el centro de la plaza para recibirlas pasándoles la muleta por delante de los cuernos. En cuestión de unas horas, las 15 novillas fueron tentadas obteniéndose satisfactorios resultados, ya que todas ellas fueron aprobadas al demostrar tener la bravura y el trapío necesario para ser futuras reproductoras, solo quedaba juntarlas con alguno de los sementales para que entraran pronto en celo y luego de nueve meses parieran nuevos becerritos.
Acabado el tentadero, degustamos el exquisito almuerzo que las muchachas de la cocina habían preparado, acompañado de un vino tinto espectacular que mi padre había traído de uno de sus viajes a Italia. A medida que almorzábamos íbamos platicando de diversas cosas; como el clima, los paisajes de la hacienda, temas de actualidad, o lo que surgiera del momento; cuando de pronto, Jhony puso cierto interés en conocer los potreros de la hacienda, es decir los que aún no había visto, así que mi padre me pidió que después del almuerzo fuera con él a caballo a enseñarle lo que quería ver.
No podía estar más que feliz con la idea, él y yo solos, aunque sea únicamente en plan de camaradería, puesto que el tipo pinta de gay no tenía, de todos modos no estaba mal hacer un amigo nuevo.
Una vez que terminamos de comer y reposado el almuerzo, le pedí a uno de los vaqueros que me ensillara a Ébano y cualquier otro caballo para Jhony. Instantes después salimos al trote de los garañones, pasando por algunos de los potreros que el torero no había visto, como: el potrero de los sementales, el llano que está cubierto de robles, o la cascada que forma una quebrada que va a desembocar en el río. Es decir, puros paisajes naturales que a la vista humana son simplemente fabulosos.
—Wow, que bonitos lugares, —decía Jhony—. Ideales como para pasar un día de campo, comer alguna botana y tomar una copa de vino, en compañía de alguien especial, ¿no crees?.
—Sí, definitivamente, un día de picnic en buena compañía sería genial por estos lugares. —Le respondía yo, apoyando su idea.
—Estas praderas son muy bonitas, se parecen mucho a las dehesas que hay por España. En un lugar tan bonito como este dan ganas hasta de hacer el amor al aire libre. —decía el torero, observando maravillado la belleza del lugar.
—Coincido contigo, matador. Debe ser lo máximo coger en pleno llano, sin que nadie moleste, en total libertad.
La plática se empezaba a tornar un poco subida de tono, pero seguramente no era con intención de buscar algo más que solo conversar, aunque en mi retorcida mente yo sentía que Jhony quería ir más allá, como si su verdadero objetivo fuera hacer que me pusiera muy cachondo.
De pronto, se baja de su caballo y empieza a caminar un poco por la grama verde del prado. Yo imito su accionar y me paro a su lado, unos segundos después voltea a verme con una mirada encendida. Poco a poco fue acercando su cara a la mía y pegó sus labios a los míos, me besó. Su boca era dulce, nuestras lenguas se chocaban igual que dos espadas en pleno duelo.
A medida que me besaba, su mano iba acariciando suavemente mi trasero y luego mi entrepierna, presionando con un poco de rudeza mi pene, el cual ya estaba completamente duro y empezaba a mojar mi bóxer con mi preseminal. Mis manos amasaban sus nalgas turgentes y redondas, las apretaban y hacía que su paquete se pegara contra el mío, para que sintiera como me había puesto.
Fue cuestión de segundos para que quedáramos completamente desnudos, y casi de inmediato, Jhony, se metió mi pene a la boca para succionarlo con locura, saboreando cada pedazo de mi polla y chupando mis huevos hasta hacerme gemir.
Con rudeza separé a Jhony de mi pene y le comí la boca, luego hice que me diera la espalda y lo coloqué contra un roble, haciendo que se apoyara sobre este con las manos y dejara sus nalgas a mi disposición para nalguearlo y lamer su ano, el cual ya se notaba mojado.
Estuve un rato lamiéndole y escupiéndole el ano, metiéndole de vez en cuando uno y hasta dos dedos, los cuales se los metía y sacaba o le hacía palanca con ellos, logrando tocar su próstata y causando en Jhony fuertes gemidos, que él ahogaba mordiendo su mano. Luego de varios minutos, recordé que cerca de ese lugar había una caseta vieja en la que los vaqueros suelen descansar cuando andan arreando el ganado. Rápidamente le ordené al torero ponerse el pantalón y seguirme unos cuantos pasos más allá, como no estaba tan lejos no fue necesario cabalgar, simplemente caminamos.
La caseta era solo cuatro troncos gruesos parados a modo de columnas, sobre estos había un techo de paja y debajo de este estaba un soberado, al cual se podía subir por medio de una escalera de madera.
Apoyándolo contra la escalera, le bajé el pantalón a Jhony y de golpe le metí la verga, después de todo ya tenía el ano muy dilatado. Sujetaba a mi amante por las caderas dando embestidas lentas y muy suaves, mientras el torero solo podía gemir y decir groserías, producto de la excitación.
Mientras lo penetraba, con mis manos tocaba sus negros pezones, los cuales al tacto se ponían duros. Jhony doblaba la espalda para girar un poco la cabeza hacia mí y darme besos. La adrenalina al follar al aire libre generaba en mí un morbo indescriptible, el oírlo gemir aumentaba mi libido hasta generar suaves espasmos en mis testículos, los cuales chocaban contra las nalgas de Jhony provocaban sonidos de chapoteo.
Luego de rato, ambos trepamos al soberado de la choza, y encima de un colchón viejo con sucias cobijas, lo penetraba a cuatro patas, cambiando a diferentes posiciones, todas las que se me ocurrieran en el momento. Mi punto máximo de excitación no se hizo esperar y estallé en chorros de semen en el interior de Jhony. Sin embargo, el placer que me generaba su ano era tal, que no quería dejar de penetrarlo.
—Dame más, yo aún no termino. —decía el torero, acariciando mis huevos pegados a sus nalgas.
Invertí algunos minutos en besarlo y acariciarlo con mis manos, mientras recuperaba un poco de mis fuerzas, para luego continuar con mi bombeo, esta vez mucho más intenso y alargado. El apetito sexual de Jhony parecía inacabable. Él era alguien insaciable y le gustaba el sexo duro, puesto que en cada embestida me pedía más rudeza. Poco antes de volver a eyacular, mis embestidas se incrementaron en potencia hasta hacer que aquella choza temblara y sonara por los movimientos. Esto a Jhony le encantaba, puesto que segundos después se agarró su empalmado pene y se vino en chorros de semen que cayeron sobre su abdomen y su pecho, un poco fue a parar a sus labios y con su lengua lo recogió y lo llevó hasta el interior de su boca, mientras que el resto lo untaba sobre su cuerpo con su mano. Ese momento hizo que yo volviera a alcanzar el clímax, pero esta vez retiré mi pene a tiempo de su ano y lo llevé hasta su boca, descargando abundantes chorros de espeso y blanco semen sobre su cara y sus labios, que él recibió encantado; para luego, con sus dedos, recogerlos y llevarlos a su boca.
—Uffff. Exquisito, un manjar como este no se puede desperdiciar. —decía mientras se chupaba los dedos y saboreaba mi semen en su boca.
Yo le acerqué mi polla para que la limpiara con su lengua. Luego, nos fundimos en besos, mientras oía como alguien gritaba mi nombre.
Mateo, Mateo, Mateooooooo. —Se podía oír, haciendo que despertara de golpe de mi encarnecido sueño.
—Mateo, ya levántate. Te quedaste dormido, webón. —Me hablaba mi hermano Logan, sacudiéndome del hombro, mientras yo permanecía aún envuelto en las sábanas de mi cama.
—¿Qué, qué pasó?, —preguntaba yo, confundido y medio adormilado, frotándome los ojos para terminar de despertar.
—Te quedaste dormido. Alístate rápido para que bajes a desayunar, que Jhony Monterey ya viene en camino para lo del tentadero. —dijo mi hermano, disponiéndose a salir de mi habitación.
Me toqué la entrepierna, ésta la tenía totalmente mojada, y estaba con una erección de miedo, más duro que una barra de acero.
No lo podía creer, todo lo que supuestamente viví, el tentadero y las dos folladas que le di a Jhony habían sido solo un sueño, un maldito sueño que me hizo eyacular dormido. Todo se había vivido tan real que al ver que nada de eso había pasado, mi humor se tornó un poco agrio. Lo único que me pudo tranquilizar fue masturbarme, luego me bañé y baje a desayunar. Debía estar en mi cien por ciento, ya que el día sería muy largo y pesado.
hola mi estimado me eencanta tu saga me los he leído todos y me encantaría que en un punto el padre y el doctorsito se cojan entre ellos, yo que soy un amante de las relaciones entre padres e hijos sería maravilloso leerlo y masturbarme imaginandolo 😉