PIEL CANELA: Una decepción, un mocoso de 16 años, y una nueva ilusión.
Mateo se da cuenta de que Pablo no se siente tan unido a él, por lo que decide liberar su frustración follando con alguien. con el pasar de los días va descubriendo en otra persona un lado más sentimental..
»Ya sé que mis relatos son un poco extensos, es que me gusta describir con muchos detalles lo que acontece en cada capítulo. Espero les guste, se acerca el final»
Me bañé lo más rápido que pude, ni siquiera desayuné, había mucho trabajo por delante. El torero ya estaba en la hacienda y solo faltaba yo para empezar el tentadero.
El tipo estaba más guapo de lo que pensé. Aquellas veces que lo vi en la plaza de toros de Las Ventas, dejando el nombre del Perú en alto, solo lo aprecié de lejos. Tiene un porte muy galante. Mi padre nos presentó formalmente. Rápidamente agarramos confianza y entablamos amistad, pero en mi mente se cruzaba una y otra vez aquel sueño húmedo que tuve con él, donde lo penetraba hasta sacar de su boca gemidos cargados de placer y lujuria.
El tentadero acabó, almorzamos, bebimos vino, y platicamos amenamente de la vida. Jhony nos contaba de sus anécdotas como torero, de las cornadas que en toda su carrera ha recibido, de sus amores, en fin. Alguien como él solo puede ser gay en mis sueños; de alguna manera, eso no me deprime, por el contrario ahora tengo un buen amigo.
Mientras el resto atendía cada uno sus asuntos, yo me quedé platicando con Jhony en la sala.
—¿Osea que viviste tantos años en España y recién ahora te vengo a conocer? —dijo Jhony.
—Pues sí. Apenas regresé este año. Te vi solo unas cuantas veces en Las Ventas, en Madrid, en primera fila. —respondí yo.
—Wow. Pues me alegra haber venido hoy a hacer este tentadero. Me caes muy bien, Mateo. Creo que seremos muy buenos amigos. Además, me imagino que has de tener muchas amigas lindas para que me presentes. —decía él, mientras chocaba su copa de vino con la mía.
—Pues sí, una que otra. —decía yo riendo—. Podríamos salir esta noche si gustas y te presento algunas.
—Me encanta la idea amigo, pero me siento algo cansado, prefiero dormir. Podríamos dejar la salida para otro día. ¿Sabes algo?, yo por lo general vivo en la ciudad de Lima cuando no estoy toreando, podrías ir un fin de semana y hacemos una reunión en mi departamento y te presento algunos amigos.
—Oh, genial. Tengo algunas amigas en Lima. Me podría dar una escapada para ir y salir en parejas.
—Bacán. De paso, yo te presento algunos patas. Ya tú sabes. —decía Jhony riéndose suavemente, dejándome un poco confundido.
—Ehh. No comprendo. —hablaba yo, titubeando un poco.
—Vamos, amigo. Tengo muchos amigos gays y bisexuales. Mis ojos y mi percepción no me fallan. Me di cuenta que eres gay desde el primer minuto. —Se reía Jhony.
—No sé de lo que hablas. —le decía yo, tratando de hacerle creer que estaba equivocado.
—Tranquilo amigo. Yo no juzgo, ya te dije, me caes súper. Además, te repito, no eres el único gay que conozco. Y si vieras a mis amigos, te caes de espaldas. ¿Dime, eres alguien que da o aguanta verga?. —hablaba él, con un tono más bajo.
—Se dice activo o pasivo. —Le corregía yo, riéndome al notar que era tremendamente directo—. Y soy activo, de clóset.
—Me lo imaginaba, no tienes pinta de pasivo. —afirmaba Jhony—. Cuando vayas a visitarme te presentaré a unos pasivos, se van a llevar muy bien.
Pasé un largo rato platicando con Jhony. El tipo era muy divertido. Por alguna razón me sentía en confianza con él. Hablamos de muchas cosas: su vida, mi vida, chicas, hombres, música, cine, etc. De pronto, ya era de noche y la cena estaba lista. Luego de cenar pasamos a descansar. Él se fue a su cuarto y yo al mío.
Al entrar a mi habitación, noté que algo abultaba debajo de las sábanas. Pablo me estaba esperando en mi cama, completamente desnudo y dispuesto a ser mío por enésima vez, me hice un poco el enojado por la escena de celos que me hizo anteriormente, pero en menos de un trinar de dedos yo ya estaba en la cama con él, chupándole las tetillas y excitándolo mucho más para sacar aquella fiera lujuriosa que vivía en su interior.
Hicimos un perfecto 69, él chupándome la polla mientras yo le lamía el ano y se lo dilataba hasta meter tres dedos. Luego de un rato, las penetraciones no se hicieron esperar, iniciando en cuatro y pasando por todas las posiciones posibles, embestí a mi moreno durante un largo rato hasta acabar en su interior, mientras entraba y salía de su interior, pero esta vez en posición de misionero, mirándolo a los ojos y besándolo con mucha pasión para ahogar los fuertes gemidos que él emitía.
Luego de follar, Pablo reposaba su cabeza en mi marcado pecho, mientras yo lo abrazaba, dándonos calor mutuamente. Todo era bello, al menos eso parecía.
—Hey, Pablo. —le hablaba yo, acariciando su cabeza con mi mano izquierda.
—¿Si?, —preguntaba él, levantando un poco la mirada—. ¿Pasa algo?.
—Sí. ¿Qué somos?. —le preguntaba yo.
—Pues que más vamos a ser, solo follamigos. —respondió él, volviendo a posar su cabeza en mi pecho.
—¿Es, es en serio, luego de todo lo bien que la hemos pasado?. —pregunté.
—Haber, haber. Venga tío, que yo en ningún momento he querido hacerte creer otra cosa eh. —me decía Pablo.
No supe que responder ante esa situación. Mi cercanía con Pablo me hacía pensar que podría llegar a tener algo sólido con él, aunque fuera a escondidas. Pero oírlo de manera tajante, negar algo como eso, me hizo perder toda ilusión. Lo único que pude hacer, por mero impulso, fue pararme de la cama y meterme en el baño.
Pude notar en la cara de Pablo cierta incomodidad por la situación vivida. Cerca de media hora después, cuando salí del baño, él ya se había ido.
Me sentí mal por no haber logrado despertar en Pablo lo mismo que él despertó en mí. Prendí un cigarro, y luego de algunas bocanadas de humo, delgadas lágrimas empezaron a rodar por mis rosáceas mejillas. Por un momento me sentí un poco decepcionado de mí mismo, y luego de casi media cajetilla de cigarros me quedé dormido.
Al día siguiente, no amanecí mejor que la noche anterior, pero había que trabajar y de seguro un buen baño de agua fría ayudaría.
Estuve cerca de media hora bajo la ducha, sentí pereza de rasurarme la barba de tres días en mi rostro. Bajé a desayunar y ahí estaba Pablo, sentado en la mesa, más fresco que las rosas del jardín. Saludé a todos, agaché la cabeza y empecé a comer la fruta picada que tenía servida en el plato; el café cargado y el jugo de naranja levantaron un poco mi ánimo.
Luego del desayuno, Jhony se despidió de mi padre al igual que de mí. Minutos después se fue en su carro, junto a su apoderado y sus ayudantes.
Apenas había pasado cerca de una hora de la partida de Jhony, de pronto el ruido de un carro estacionándose llamó mi atención. Minutos después vino hacia mí una de las empleadas de la casa grande, yo me encontraba en el despacho de mi papá revisando algunos papeles.
—Doctor, doctor. —gritaba Otilia, la empleada, entrando al despacho—. Ahí en la sala hay unas gentes buscando al joven Pablo, pero pues no lo encuentro, ni a él ni a su papacito.
—¿Quiénes son?. —pregunté yo.
—Son un señor de la edad del patrón Javier y una muchacha como de la edad de usted, dicen que son el papá y la novia del joven Pablo.
Al oír eso, sentí como si algo dentro de mí doliera. Desde que conocí a Pablo creí que era completamente gay; sin embargo, hoy me vengo a enterar que tiene novia y hasta viene a visitarlo junto a su padre.
—Ah, diles que ahora voy. —le ordené a Otilia, tratando de que mi voz no sonara temblorosa.
Tomé aire profundamente, para tratar de asimilar la situación, pero el solo hecho de haberme metido con alguien que yo creía solo mío, hacía que mis ojos se cristalizaran y derramaran algunas lágrimas. Me contuve y limpié mis ojos, salí a la sala y ahí estaban ellos; un hombre de unos cincuenta años o tal vez más, un poco más bajo que yo, y una señorita muy bella de atractiva figura, debía de tener la misma edad que yo.
—Buenas. ¿Qué tal?. —dije, saludando a ambos—. Soy Mateo Salamanca, me dijeron que están buscando a Pablo.
—Hola, Mateo. Hostia chaval, hace tantísimos años que no te había visto, desde que eras un crío. ¿No te suena mi cara?, soy Manolo, yo te conocí cuando eras un pequeñín. —dijo el señor, estrechándome la mano.
—Ehh. Lo siento señor, pero no lo recuerdo. —le dije yo, invitando a ambos a sentarse.
—Bueno, bueno, ha pasado tanto tiempo que es lógico que no me recuerdes. Soy el padre de Pablo, hace poco le envié en mi representación a cerrar unos negocios con tu padre, por cierto, ¿dónde está?. —preguntaba Manolo.
—Pues, bueno, tal parece que no está en la casa, ni él ni Pablo. Pero déjeme marcarle a su celular. Seguramente salieron a hacer algo. Suelen salir juntos a la ciudad. —les dije, sacando mi celular y marcando el número de mi Pablo, el cual por suerte respondió.
‘’Hola Pablo, ¿está contigo mi papá?… Bien, oye, acaban de llegar de visita tu papá y tu novia, están aquí en la hacienda y preguntan por ti. Ah ok, entonces aquí nos vemos. Bye.’’
Mi padre y Pablo habían ido a la ciudad a firmar unos papeles en la notaría, pero ya se encontraban de regreso. Apenas le mencioné a Pablo de sus dos visitas, pareció no tomarlo muy bien, en especial por lo de su novia. Traté de ser lo más breve con la llamada, para que mi moreno de piel canela no notara mi decepción en mi voz. Apenas corté la comunicación, les informé a las visitas que tanto mi padre como Pablo ya se encontraban regresando a la hacienda, así que era solo cuestión de esperarlos.
—¿Y tú eres la novia de Pablo, cierto?. —le pregunté a aquella muchacha.
—Así es, me llamo Magnolia, y más que su novia soy en realidad su prometida. —dijo ella, mostrándome el anillo de compromiso en su dedo anular izquierdo, haciendo que mi corazón termine por destruirse—. Nos casamos dentro de cuatro meses.
—Wow, que gran paso. —agregué yo—. Deben estar muy felices, Pablo nunca nos mencionó su compromiso.
—Bueno, es que aún falta un poco de tiempo, ni siquiera hemos visto lo de las invitaciones. —intervino Magnolia—. Pero desde ya te digo que toda tu familia está invitada. Pablo me ha hablado mucho de vosotros.
—Cosas buenas, espero. —dije yo, tratando de sonar gracioso.
—Cosas muy buenas, macho. —afirmó la bella chica.
No podía negar que esta mujer era muy sexi y atractiva; inclusive yo, que era gay, me daba cuenta de ello; además, se notaba refinada e inteligente, y su gusto para vestir era fresco y exquisito. Sin lugar a dudas, era el prototipo de mujer que cualquier hombre desearía.
De pronto, mientras platicábamos, Javier y Pablo entraron por la puerta. Los mayores al verse corrieron a un encuentro mutuo y se abrazaron, mientras que Magnolia corrió al encuentro de su amado, ambos se besaron delante de mí.
—Hey, Manolo.
—Joder hombre. ¿Cuánto tiempo sin verte, coño?.
—Hola mi amor. —decía Magnolia, rodeando con sus brazos el cuello de Pablo.
—Hola princesa. —respondía el de piel canela, tomándola por la cintura y dándole un beso en los labios, mientras yo me sentía el sujeto más tonto por creer que Pablo se sentía unido a mí, cuando en realidad, después de esa escena me quedaba claro que lo nuestro no era más que solo sexo.
Nuestros nuevos huéspedes rápidamente se acondicionaron a su estadía en la hacienda. Pablo, mientras tanto, durante todo el resto del día trataba de darme la vuelta para no hablar conmigo, en su cara se notaba lo avergonzado que se sentía. Sin embargo, hubo un momento en el que lo vi sentado en el jardín, por impulso fui hacia él y me senté a su lado.
—¿Por qué nunca me dijiste que eras bisexual?, peor aún, ¿por qué mierda no me dijiste que te ibas a casar?. —pregunté yo, sin mirarlo y con los ojos cristalizados.
—Que caso tenía, tú mismo lo dijiste, no soy tu mujer, ¿recuerdas?. —respondió él, sin darme la cara.
—Pero creí que eras soltero, igual que yo. Ahora resulta que te casas en cuatro meses. Por un momento creí que entre nosotros hab…
—Pues creíste mal. —Me interrumpió Pablo—. En unos meses me caso, no te voy a engañar, ella me gusta mucho, lo que tuvimos nosotros no tiene punto de comparación, pero las cosas se dieron así. El sexo contigo es genial, pero no me veo en un futuro en una relación con un tío. Lo siento, es ella con quien prefiero estar. Pero vamos, hombre, eso no significa que mientras llegue el día de mi boda tú y yo no nos sigamos divirtiendo.
—¿Sabes que es lo que más me jode de todo esto?, —le pregunté, esta vez mirándolo a los ojos—. Que me haya follado a alguien que no fue sincero conmigo, si al menos me lo hubieras dicho lo habría entendido. Y no se te ocurra volver a meterte en mi cama, haz de cuenta que soy tu hermano, mírame únicamente como al hijo de tu padrino.
Aquello fue lo último que logré decir, luego salí de ahí furioso. No podía creer el nivel de cinismo de Pablo al ofrecerme ser su amante. Yo podía ser cualquier cosa, gay, promiscuo, ninfómano, pero jamás me metería con alguien en la misma cama de día, mientras que en la noche hace el amor con su pareja. Si bien es cierto, con Raúl he tenido sexo estando él casado, pero yo lo sabía desde un principio, además su mujer no estaba por esos días, y entre nosotros las cosas fueron claras, solo sexo, nada de amor. O al menos eso creía yo.
Como era de suponerse, Magnolia y Manolo se quedarían a vivir en la hacienda durante el tiempo que estuvieran de visita. A cada uno se le asignó una habitación. No se necesitaba ser muy adivino para darse cuenta que al menor descuido, Pablo se metería al cuarto de su novia a tener sexo, eso lo confirmé una noche que me levanté de madrugada y se oían casi imperceptibles unos gemidos en la recámara de Magnolia. Poco a poco yo iba aceptando ni posición en el plano sentimental de Pablo, fui solo alguien con quien desfogaba sus deseos de bisexual pasivo.
Pasaron cerca de tres días, durante ese tiempo yo trataba de saturarme de trabajo para tener la mente ocupada al máximo y no pasar mucho tiempo en la casa, después de todo, no soportaba las muestras de amor entre los futuros esposos. Quería odiar a Magnolia, pero por alguna razón no podía, las pocas veces que platiqué con ella me bastaron para darme cuenta que era una gran chica, muy humilde y sencilla, y sobre todo amaba a Pablo.
Hubo un día en el que no había mucho por hacer, así que preferí pasarme el día andando a caballo por los potreros, la compañía de Ébano me hacía bien, con él podía hablar sin que me juzgara, ni siquiera me entendía, solo movía la cabeza cada vez que le acariciaba la frente.
Por la noche me sentía muy agitado, no quería estar en la hacienda. Magnolia y Manolo estaban con mi padre en la sala platicando. Entré al despacho de Javier y busqué algo que hacer, algunos documentos que revisar o que se yo. De pronto, el teléfono de la oficina sonó, atendí la llamada, era el alcalde de la ciudad de Cutervo que quería contratar un lote de toros para una corrida dentro de algunos días, por la prisa con la que quería los animales era obvio que pagaría muy bien por ellos, así que le pedí su correo electrónico para enviarle el contrato de compra venta y cerrar el trato. En cuestión de minutos ya tenía cerrada una buena venta de diez toros; sin embargo, a pesar de la buena suerte mi ánimo no era el mejor, así que decidí sacar mi celular y entrar después de mucho tiempo a mi perfil de Grindr.
Abrí la aplicación luego de varios meses sin usarla, rápidamente aparecieron cerca de cinco perfiles muy cerca de mí, en una distancia de kilómetros equivalente a la que había desde la hacienda hasta la ciudad. Los mensajes no demoraron en llegar al verme los otros perfiles en línea, intercambié mensajes con algunos de ellos, pero no encontré nada interesante, hasta que un perfil de nombre ‘’Pasivo 16’’ me mandó un mensaje saludándome, la foto del perfil me llamó la atención, nos mensajeamos un rato para entrar en confianza e intercambiamos fotos, desde un principio fue sincero al decir que era un adolescente de 16 años, estaba solo en casa pero sus padres no tardaban en llegar. Miré la hora, eran cerca de las siete de la noche, yo aún no había cenado, así que le ofrecí a Cesar, el chico del Grindr, vernos dentro de un rato para ir a comer y luego follar, le dije que me hospedaría en un hotel discreto. Al jovencito le agradó la idea, intercambiamos números de WhatsApp, de modo que en cuanto estuviera en la ciudad le mandaría un mensaje para encontrarnos.
Luego de unos 15 minutos de carretera, llegué a San Ignacio. Me hospedé en un hotel muy discreto, donde al llegar a la recepción, la recepcionista me miraba con muy poca vergüenza. Subí hasta mi habitación, la 402, me di un baño rápido y le escribí a Cesar para recogerlo en algún lugar para ir a comer hamburguesas o pizza.
‘’Estaré en la calle Mariscal, frente a la plaza’’, me escribió en un mensaje, pasé por ahí muy despacio en mi camioneta, cuando vi que alguien se me quedó mirando, era él. Desde afuera me saludó, abrió la puerta del asiento del copiloto y subió. El muchachito se veía muy bien, mejor que en sus fotos, aparentaba tener unos 18 años, a pesar de sus 16. Era un poco llenito, sin llegar a ser gordo, muy apetecible. Tenía un cuerpo sabroso, con unas piernas gruesas y unas buenas nalgas, redonditas y abultadas. Apenas lo vi supe que la iba a pasar muy bien con ese niño.
Empecé a conducir por algunas calles, mientras platicaba un poco con Cesar. Luego de unos minutos, fuimos a un restaurante donde preparaban comida rápida. Se notaba que a mi nueva conquista le gustaba mucho comer, pedimos unas hamburguesas y seguimos conociéndonos. Por un momento me sentí como si estuviera en una cita y me olvidé del trago amargo que estaba viviendo con Pablo.
Luego de comer y beber muy sabroso, venía la mejor parte, follar. Y qué mejor que el sexo para bajar las calorías de la comida. Sin embargo había un problema, Cesar era menor de edad y no podía ingresar al hotel, además no quería arriesgarme a entrar con un jovencito menor de 18 años a un hotel y que alguien nos descubriera. No obstante, aún había una solución para poder tener sexo, tomé la pista que conduce a las afueras de la ciudad, busqué un lugar oscuro en una parte de la carretera y me estacioné. Todo el rato que estuvimos andando en el carro, Cesar se la pasó sobándome la verga por encima del pantalón.
Una vez que estábamos solos, me desbragueté el pantalón y tomé de la cabeza a Cesar para dirigirlo a mi verga y que me la chupara. El muchacho ya sabía muy bien cómo hacer esa tarea, su boca se sentía tan tibia y húmeda; me chupaba el glande y luego se comía mis 20 cm enteros, chupándome de rato en rato los huevos, se notaba que el nene tenía experiencia mamando vergas.
Después de un rato lo levanté y le di un beso, invadiendo con mi lengua su boca que tenía un ligero sabor salado por mi preseminal, chupé sus labios hasta saciarme del sabor de mi verga; luego volvió a agacharse para golpearse las mejillas con mi duro pene, hasta ensalivárselas por lo húmedo que este ya estaba. El niño era un viciosillo.
La mamada que Cesar me estaba dando era sin lugar a dudas espectacular. Pero ya me urgía penetrarlo, así que pasamos al asiento trasero. Lo coloqué en posición de perrito, le ensalivé muy bien ese anito rosado que tenía y empecé a metérsela muy lentamente. Su ano ponía mucha resistencia a mi pene, a pesar de la dilatación, parecía que no había tenido sexo en mucho tiempo. De a pocos, mi glande se fue abriendo paso en aquel esfínter estrecho, muy estrecho; podía sentir como Cesar apretaba mi verga con su ano hasta sentir que me la estrangulaba, se sentía tan rico.
Lo tomé de sus carnosas caderas y una vez que su culito se había acostumbrado al grosor de mi verga, inicié mis embestidas, primero despacio y luego con mayor intensidad. Tuve que detenerme en varios momentos, pues mi penetración le ocasionaba mucho dolor a Cesar, como a la quinta vez que me detuve por suplicas suyas, caí en una hipótesis que luego fue confirmada por él mismo. Este chico tenía experiencia con la boca, más no con el ano, era virgen.
—Au, au, au. Para, para, por favor, me duele mucho. —suplicaba Cesar.
—¿Qué pasa, no me digas que eres virgen?
—Si bebé. Tengo costumbre de mamar, pero no de ser penetrado. Cuando vi las fotos que me enviaste, me gustaste tanto que quise que fueras el primero que me abriera el ano.
—Tontito, ¿por qué no me lo dijiste desde un principio?, te hubiese dilatado mejor el ano. ¿Quieres que me detenga?.
—No, por favor, sigue. La tienes muy grande, pero ya voy empezando a acostumbrarme. Quiero que me des lechita.
—Ok. Si eso quieres, eso te daré.
Continué bombeando el culo de Cesar, en cada embestida que le daba, él aruñaba el tapiz del asiento de mi camioneta y mordía su mano para no gritar muy fuerte. Yo lo tomaba de la cara para darle besitos en esos cachetitos tan lindos que tenía, podía sentir en mi boca lo salado de sus lágrimas, estaba llorando soportando las fuertes embestidas que le daba.
—¿Te gusta o quieres que te la saque?.
—No, no. Dame más, reviéntame el culo. Aunque llore no me la saques, aunque llore o suplique no me la saques, por favor.
Cesar sentía mucho dolor y no era para menos, mi verga era grande y su ano nunca antes había experimentado la penetración. Aun así, suplicaba por más, abriendo con sus manos sus gordas nalgas para que mi pene entrara con mayor facilidad, y poco a poco su ano se dilataba hasta sentir como mi polla entraba y salía con menor fricción, con todo eso, continuaba siendo estrecho y no demoraría en vaciarme.
Lo cambié de posición, haciendo que se recostara sobre el asiento, con sus piernas sobre mis hombros. Fue un rato en el que permanecí follándolo hasta que no aguanté más, rápidamente saqué mi pene de su ano y lo llevé hasta su boca, presionando mi glande para que el semen no saliera disparado, apenas solté la presión de mis dedos, salieron chorros de caliente esperma que bañaron por completo su cara y su boca, parecía como si estuviera orinando semen. Cesar abría la boca tratando de tragar un poco de mi leche, recibiendo parte de mi corrida en el interior de su boca.
Sin duda alguna, fueron los 60 minutos más placenteros que viví. Tomé un poco de papel de la guantera de mi carro y le limpié la cara a Cesar. El solo atinaba a sonreír mientras lo hacía. Luego de eso nos vestimos, eran ya casi las diez de la noche y debía de regresarlo a su casa para que no lo regañen, aunque por la mente de aquel nene solo pasaba una incógnita, ¿cómo haría para caminar después de que le reventaran el ano a vergasos?.
Dejé a Cesar cerca de su casa y emprendí el regreso a la hacienda. Por un momento se me olvidaron mis problemas y penas.
Unos días después, estaba yo en los corrales junto con los vaqueros. Estábamos embarcando los toros para la corrida en la ciudad de Cutervo. Yo trataba en lo más que podía de estar sereno, ya que para embarcar toros en un camión se necesita mucha paciencia; sin embargo, a pesar de haber desfogado mi frustración follándome a Cesar, lo vivido anteriormente con Pablo me tenía muy irritable y me enfadaba a la menor provocación. De pronto, Raúl dejó que se cerrara de golpe una de las puertas del corral, golpeando a uno de los toros en un pitón, partiéndoselo casi hasta la mitad del cuerno. Cuando algo así le pasa a un toro que ya está listo para ir a la plaza, es totalmente imperdonable; puesto que, con un pitón roto el toro ya no sirve.
En menos de lo que canta un gallo, la ira invadió completamente todo mi ser.
—Pero qué mierda. Estoy diciendo que tengan cuidado para que nada les pase a los toros. Estás tarado o qué carajo tienes. —dije yo, gritando enfurecido—. ¿Tienes idea de lo que cuesta ese animal?, ni con tu sueldo de tres años podrías pagarlo, puta madre.
Los vaqueros se me quedaron viendo totalmente pasmados. En todo el tiempo que llevaba trabajando en la hacienda nunca les había gritado a ninguno de ellos, por el contrario, siempre fui muy comprensivo y amable con todos.
Mi padre, que había estado cerca y oído mi exaltación, llegó a paso apresurado hacia los corrales y preguntó que pasaba, con un tono enfurecido le expliqué lo que pasó, él puso una mirada seria y habló.
—Cosas como estas pasan muy seguido, hijo. No siempre todo sale a la perfección. ¿No hay acaso un pedido de ocho toros para rejoneo?. —Me preguntaba él.
—Sí, hay siete que ya están listos. —respondí yo, con la cabeza un poco gacha.
—Bien, ahí está la solución. Esos toros no necesitan tener cuernos puntiagudos. Que coloquen ese toro en otro corral con comida y agua, recórtenle el pitón dañado y emparéjenle el otro, inyéctale algo para el dolor y júntalo con los otros siete que estaban seleccionados para ser rejoneados, y asunto arreglado. —sugirió mi padre—. Raúl, hazte cargo de eso, por favor. Y disculpa a Mateo, no fue su intención gritarte, solo que últimamente anda con un humor de vieja menopáusica que ya no tira.
Ante lo dicho por mi padre, los vaqueros se soltaron a reír a carcajadas, todos menos Raúl. Lo que dijo mi papá les causó mucha gracia; sin embargo, borraron sus sonrisas de la cara cuando los miré con una expresión de pocos amigos.
Una vez que acabamos de embarcar todos los toros, les ordené a los vaqueros que fueran a beber algo para calmar la sed. Raúl se quedó para ayudarme a meter al toro lastimado en el brete y poder inyectarle algún analgésico. Estando ya solos, me disculpé con él por gritarle. Me miró y perdonó mi agravio, a la vez se disculpó por su distracción. Pude notar sus ojitos apagados, sin la picardía que solían tener, no podía identificar si su tristeza se debía al regaño que le di o a algún problema que tenía.
—Hey, ¿y esos ojitos tan tristes?, ya sé que te grité un poco feo, pero no es como para que quieras llorar. —Le dije.
—No, doctor, no es por eso. —intervino él—. Últimamente no estoy en mis cinco sentidos, no ando del todo bien. Pero no se preocupe, no son problemas tan graves.
—Haber, vuelves a tratarme de usted y no me gusta que lo hagas. ¿Hay algo en lo que te pueda ayudar?.
—No, no te preocupes. Son solo problemas con mi mujer.
—Oh, ya veo. Si hay algo en lo que te pueda ayudar, solo búscame. Nada más espero que tus problemas de pareja no sean porque tu mujer descubrió lo que pasó entre nosotros. ¿O sí?.
—No, para nada. Es solo que hace ya varios meses que mi mujer y yo no tenemos intimidad. Estos días que ella no estuvo, yo esperaba que regresara más cariñosa conmigo, yo por mi lado esperaba extrañarla, pero por el contrario, en lugar de alegrarnos al estar de nuevo juntos, peleamos peor. Creo que desde que anda distante de mí ha estado viéndose con otro.
—Pues, tú te acostaste conmigo, así que no tienes mucho que reclamar Raulito.
—Sí, lo reconozco, le he sido infiel contigo, pero han sido solo dos veces y únicamente contigo, además lo hice porque necesitaba sentirme querido. Uno se cansa de sentirse como objeto en la casa. Hace varios meses que no hacemos el amor y peleamos todos los días. Para serte sincero, ya no me preocupa si aún me quiere o no, lo que me jode es que mi bebita sufra por tener padres, que en lugar de quererse, se griten y avienten cosas por la cabeza.
Cuando Raúl dijo eso, pude notar que traía un pequeño raspón en la frente. Los problemas en su casa lo estaban agobiando y afectaba su desempeño en el trabajo. Desde que lo conocí pude notar que era alguien muy responsable, pero en los últimos días andaba muy distraído.
Ese día, él me estaba confiando algo muy íntimo de su vida. Algo dentro de mí me hizo entenderlo a profundidad, y verlo más allá que como a un cuerpo con el cual desfogar mis ganas de sexo. Esa vez vi en Raúl la ternura de un hombre que sufría.
Durante la noche no lograba conciliar el sueño por más que lo intentara, así que me acerqué a la ventana para tomar aire fresco, a lo lejos bajo la luz de la luna, veo que alguien se dirige hacia el establo de los caballos, la curiosidad entró en mí y fui en su encuentro, quería averiguar si se trataba de uno de los vaqueros o era algún intruso. Entré al establo tratando de no hacer ruido, por el silencio que había en el lugar pude oír como que una persona lloraba muy bajito. Traté de seguir la dirección del llanto hasta llegar a un cubículo vacío donde solo había heno en el piso, ahí estaba alguien sentado y cubierto por una manta, era Raúl.
Tosí para que notara mi presencia, al oírme se asustó y se paró dándome la espalda, limpiándose las lágrimas.
—¿Qué haces aquí, webón, con este frío que hace?¿Por qué no estás en tu casa?
No respondió a mi pregunta, en el piso había una botella de aguardiente por la mitad, tal parecía que ya estaba un poco borracho y andaba llorando, seguramente, por los problemas que tenía con su mujer.
Me senté a su lado y lo abracé, le di un beso en la frente y le ofrecí mi hombro para que llorara y se desahogara un poco de sus problemas. Compartimos el aguardiente tomando en el pico de la botella, me contó que nuevamente había discutido con su mujer y que prefirió dormir en el establo para no seguir peleando. Ambos nos tapamos con su cobija y dormimos recostados en el heno, abrazados para darnos calor. Al día siguiente, por la mañana, lo desperté con un beso, me sentí tan a gusto con él esa noche, el pobre se veía tan indefenso que sentía ganas de protegerlo con mis brazos.
Apenas nos despertamos, cada quien fue a su casa.
Me alisté y empaqué un poco de ropa para un día y una noche, ya que mi padre me pidió que lo acompañara a Cutervo a ver la corrida de toros que dos días antes embarcamos. Antes de partir, Raúl me buscó para darme una estampita del Señor de los Milagros, para que me cuidara durante el viaje, guardé la estampita en mi billetera como amuleto de buena suerte y luego fui hasta el patio de la casa donde me esperaba Javier, listo para irnos.
hola mi estimado excelente relato, espero que en el próximo capítulo se me haga que el doctorsito y su papi javier se den una revolcada orgasmica en Cutervo, me encanta como escribes y espero q sigas, salu2
Muchas gracias por tu comentario Fer Mzt Sants Jacs, de hecho ya vengo trabajando en eso. Gracias por leer mis relatos.