PIEL CANELA: Vino, sexo y lujuria.
Mateo y Raúl pasan la noche juntos en su cabaña, dando rienda suelta a sus bajos instintos. Mientras tanto, Pablo arde en deseos de ser follado nuevamente por Mateo, lo que lo involucra en un problema. .
»El final cada vez más cerca. Es cuestión de uno o dos capítulos más, fuera de éste, para que se acabe esta historia».
Raúl llegó muy nervioso a la hacienda. El momento del cual acababa de ser testigo lo había dejado en un estado mental muy caótico. Su cuerpo ardía por el deseo de ser preñado por Mateo.
Apenas se estacionó, aún sin bajarse de la camioneta, sacó su celular y le envió un mensaje a su hombre.
‘’Hola. Oye, ¿crees que podamos pasar la noche juntos, en mi cabaña?’’.
No obtuvo una respuesta de inmediato, por lo que guardó su celular y fue a buscar al caporal, ya que mientras estaba por la ciudad, éste le habló para que sin falta a partir de las cinco de la tarde se alistara, porque tenían que hacer lo que Mateo había encargado.
Entró al establo, encontrándose con el resto de los vaqueros a quienes saludó amistosamente, y ensilló un caballo distinto al que solía montar; ya que, el Moro aún no estaba listo para ser montado de nuevo.
Estando todos listos, partieron a los potreros y arrearon el ganado bravo que estaba en engorde, conduciéndole hasta la hacienda y metiéndolo al corral. El caporal verificó que todos los animales de la lista que le dio Mateo estuvieran ahí.
Pablo los observaba desde la ventana de su cuarto, principalmente a Raúl, a quien ya le había llegado a tener mucho odio por ser el nuevo interés amoroso de Mateo; en el fondo, el moreno lo único que sentía era una mezcla de impotencia y celos, puesto que había llegado a sentirse el controlador del veterinario, y ahora, todo eso se había acabado.
—¿Qué haces?, —preguntaba Magnolia, desnuda y recostada sobre la cama de Pablo.
—Nada, solo miraba a la intemperie, —respondió el moreno, sin despegar la mirada puesta, a lo lejos, en Raúl.
—Regresa a la cama. Mira que yo aún quiero jugar un poco más. —le invitó Magnolia, con ansias de continuar follando.
Pablo se apartó de la ventana y caminó hasta la cama. Abrió las piernas de su novia y le enterró la lengua en aquella delicada vagina, lamiéndole los labios vaginales y succionándole el clítoris, mientras que su verga empezaba a empalmarse, y Magnolia se tocaba los pechos, gimiendo completamente excitada.
A pesar de que Pablo era pasivo, sabía cómo darle placer a una mujer, aunque siempre le pedía a su novia que le lamiera el ano, para lograr excitarse más y no quedarle mal a la hora del sexo. Sin embargo, a pesar de que fuera un buen amante y disfrutara follar con una mujer, el placer que sentía al hacerlo no se comparaba con el que recibía al ser penetrado por algún hombre, en especial por Mateo; y para su desdicha, eso ya no pasaba desde hace ya varios días que Magnolia llegó a la hacienda.
Mateo estaba en el despacho de su papá, revisando algunos papeles, se dio cuenta que su celular estaba sin batería y lo puso a cargar. Apenas lo conectó al cargador y prendió, vio que tenía un mensaje sin leer; lo abrió y una sonrisa iluminó su rostro, inmediatamente respondió al mensaje de Raúl.
‘’Por supuesto, mi vaquero hermoso. Te veo después de cenar. Llevo una botella de vino y un poco de fresas con chocolate’’.
Unos minutos después volvió a llegar otro mensaje de Raúl, indicándole que le agradaba la idea.
Ya entrada la noche, cerca de las ocho, Mateo fue hacia la cocina y sacó del refrigerador un envase de fresas bañadas en chocolate, de esas que a él tanto le gustaban. Metió las fresas en una bolsa junto a un par de copas y luego fue hasta la cava de vinos, de ahí seleccionó uno ideal para una noche romántica. Metió el vino en otra bolsa y se dispuso a salir de la casa grande en dirección de la cabaña de Raúl.
Al pasar por el jardín se topó con Pablo; éste, muy curioso le preguntó, casi increpándole, hacia donde se dirigía a esa hora.
—Que te interesa saber a dónde voy. —dijo Mateo.
—Ah, seguro has de ir a meterte de nuevo al establo con ese gilipollas. —retó Pablo.
—¿Y si así fuera, qué?. No tengo por qué darte explicaciones de lo que hago.
—¡Vamos, tío!. Haces esto solo para provocarme celos.
—¿Celos?, ¡por favor!. Madura Pablo, —se rió Mateo con ironía—. ¿Qué te hace creer que eres tan importante?.
—Hey, no tenéis que fingir, chaval. Yo estoy dispuesto a perdonarte por haberte follado a ese apestoso, con la condición que volvamos a estar como antes. ¿Qué dices?.
—¿Quieres saber qué digo?. Digo…. que te vayas…. a la MIERDAAA. —habló Mateo, muy cerca del oído de Pablo con una voz susurrante, y luego dio un par de pasos más.
—Vale, vale. Que yo te lo advertí, eh. No os arrepientas al final.
—Me arrepiento de haberte follado.
—¡Mucho cuidado, cabrón!. Que me he dado cuenta de que los accidentes por aquí suceden muy a menudo.
—Si le tocas un solo pelo a Raúl…. ¡TE MATO…. POR DIOS QUE TE MATO!
Mateo continuo caminando, le molestaba la actitud tan prepotente de Pablo, pero no permitiría que eso le dañe la noche; así que se apresuró y llegó hasta la cabaña de su vaquero favorito, tocó la puerta e inmediatamente Camilita le abrió.
—Hola pequeña. —saludó Mateo a la niña.
—Holaaaaaaaaaa. —respondió Camila al saludo, con una alegre sonrisa.
—Hey, pasa hombre. —dijo Raúl, invitando a Mateo a pasar.
Mateo cargó a la pequeña en brazos, le dio un besito en la mejilla y entró a la cabaña, pasó hasta la cocina y dejó las bolsas sobre la mesa.
—Mi amor, ya es hora de ir a dormir, —volvió a decir el vaquero, dirigiéndose a Camilita.
—Si papi. —la pequeña besó la mejilla de Mateo, se despidió de él y luego se estiró para ser cargada por su papá, quien la llevó hasta su cuarto, la arropó e inmediatamente después se quedó dormida.
Raúl salió de la habitación de Camila, caminó hasta la sala y se sentó junto a Mateo, quien lo abrazó y le dio un romántico beso en la frente, para luego besarlo apasionadamente en los labios.
—Vamos a mi habitación, —dijo el vaquero, jalando de la mano a Mateo.
—Ve, ya te alcanzo, —dijo éste, dándole una nalgada a Raúl, y caminando hasta la cocina para llevar a la habitación el vino, las copas y las fresas.
Apenas entró al cuarto del vaquero, éste ya estaba únicamente en bóxer sobre la cama; Mateo le puso seguro a la puerta y luego se desnudó completamente, sirvió un poco de vino en cada copa y le pasó una de éstas a Raúl. Chocaron las copas brindando y bebiendo pequeños tragos, a la vez que comían las fresas cubiertas de chocolate, una mitad cada uno de cada fresa; por momentos, Mateo se colocaba la frutilla en la boca y la acercaba a los labios de Raúl, para que éste la mordiera y la compartieran dándose un beso, mezclando así los sabores del vino y las fresas en sus bocas, a la misma vez que se batían en un caliente y lujurioso choque de sus labios.
El veterinario rosaba con la yema de sus dedos el pecho de Raúl, pasando por sus pezones y bajando hasta su abdomen, acariciando con el tacto los finos detalles de su anatomía tan excitante, provocando que la piel de su amante se erizara y deseara ser tocado cada vez más.
Raúl gemía suavemente ante las caricias de su hombre; cada centímetro de su piel, desde la planta de los pies hasta su cara, ansiaba ser recorrida por las manos y labios de ese macho latino llamado Mateo, quien poco a poco iba dejando besos y chorros de vino, los cuales embebía lamiendo por donde el licor corría: su cuello, su pecho, la espalda, la pelvis. Todo el cuerpo de Raúl fue tocado por el vino y los besos de Mateo.
Poco a poco, un trago tras otro, la botella se fue acabando. El veterinario quitó de un tirón el bóxer de su amante, quien arqueaba su cuerpo deseando ser tomado por ese varón.
El sexo oral no se hizo esperar, ambos deseaban saborear en sus bocas la sensación de lamer o chupar una parte de la anatomía del otro, fusionándose así en un magnífico 69, en el que Raúl engullía en su boca el macizo y duro pene de Mateo, mientras que éste lamía el esfínter anal de su vaquero, que se dilataba y contraía por el juego previo que estaban viviendo.
Ambos hombres morían por gemir furiosamente producto del placer que recibían mutuamente, pero eran conscientes de que en la otra habitación estaba la pequeña Camila, por lo que debían ahogar su expresión vocal respirando con mayor fuerza.
Poco a poco, los dos se sentían volando en las nubes debido al deleite en el que se habían sumergido. Luego, cambiaron de postura para estar más acorde a lo que querían hacer, el amor.
Mateo se posicionó al lado de Raúl, quedando en pose de cucharita, sujetando con su mano la base de su pene que ardía de deseo por sentir la calidez del ano de su amado. Lento y pausado, fue introduciéndoselo hasta metérselo por completo en ese ano ardiente, su tronco duro como el acero, sintiendo en cada una de las fibras de su falo, el goce absoluto de hacer suyo a aquel hombre.
Con suaves movimientos de cadera y tapándole la boca para que no gritara muy fuerte, Mateo empezó a follarse a Raúl, pegando su cuerpo al de su vaquero, besándole el cuello y la cara mientras lo taladraba con su pene.
Raúl abría sus nalgas para darle más espacio al pene de su amante para que este entrara por completo. Sentía descargas de electricidad cuando el glande del veterinario chocaba contra su próstata, o cuando le pellizcaba los pezones de sus marcados pectorales.
Poco a poco, el romanticismo con el que aquella noche de sexo inicio se fue transformando en lujuria pura, invadiendo a los dos en un júbilo sexual total. De rato en rato cambiaban de posición, buscando la máxima satisfacción y disfrute absoluto del choque entre el ano de Raúl y el pene de Mateo. Siempre con movimientos no tan fuertes, para que la cama no rechinara y el veterinario aguantara lo más que pudiera, aunque cada vez se le hacía más difícil, ya que Raúl sabía cómo ahogarlo en placer, moviendo su trasero con delicadeza y a la vez brusquedad, extrayéndole el alma a su hombre que gemía en silencio y jadeaba con la boca abierta.
Después de un rato, Mateo sintió que no podía seguir conteniendo sus ganas de eyacular y colocó a Raúl en posición de perrito. Con el cuerpo totalmente bañado en sudor continuó moviéndose, penetrándolo hasta lo más profundo de su interior, y en unos cuantos movimientos, ambos eyacularon litros de su hombría de machos calientes y lujuriosos.
Luego, los dos se tumbaron sobre la cama mirando al techo, totalmente exhaustos y satisfechos, para después fundirse en besos apasionados y dormir abrazados, alternando el sueño con más sexo.
La noche pasó muy rápido, casi imperceptible. Cuando Mateo oyó sonar la alarma de su celular ya era de día. Vio al lado de la cama y su acompañante no estaba, pero por toda la casa se oía a Camila corretear, así que dedujo que Raúl se había levantado a prepararle el desayuno a su hija y alistarla para llevarla al preescolar.
Se estiró haciendo crujir su espalda, sacudiendo la pereza y espantándose el sueño que aún tenía. Era de día y tenía que trabajar, así que se levantó de la cama y se vistió. Salió del cuarto y caminó hasta la cocina. Camilita jugaba con una muñeca sentada en el comedor, y a su lado el plato con el desayuno servido. Mientras Raúl tomaba una taza de café, exhibiendo su torso desnudo al tener puesto únicamente un buzo jogger.
—Buenos días. —saludó Mateo, dándole un besito en la mejilla a Camila, quien le correspondió al saludo con una sonrisa y un beso de vuelta.
—jijiji. Tu barba pica. —decía la niña, al sentir en su rostro el vello facial del novio de su papá.
—Hola Mateo. ¿Quieres café?. —preguntó Raúl.
—Sí, por favor. —respondió su pareja, lanzándole una mirada un poco pervertida.
—¿Quiedes comete mi comida?. —le preguntaba Camilita a Mateo.
—No pequeña, solo quiero café. Anoche casi no dormí y tengo sueño. —respondió éste.
—Camila, no te quieras pasar de lista y cómete tu desayuno. —le increpaba Raúl a su hija.
—Termina de comer, pequeña. —le decía Mateo a su ‘’hijastra’’, tomando la cuchara y haciéndole avioncito, algo que a Camila le parecía muy gracioso.
—¡Ahí va el avión!…. —decía Mateo, guiando la cuchara hasta la boquita de Camilita, quien muy divertida la abría y sonreía a carcajadas, al igual que su ‘’padrastro’’.
Raúl los observaba desde una esquina de la cocina, al lado de la estufa, y sonreía al verlos como se divertían; incluso notaba como Mateo era más atento y cariñoso con Camila de lo que era Mariela, la madre de la niña.
Mientras Mateo le daba de comer a Camila, Raúl se alistaba para llevarla al colegio. Una vez que estuvieron listos, salieron de la hacienda en una de las camionetas que eran de uso de los empleados.
Mateo, por otro lado, se daba un baño en su cuarto y se alistaba para cuando el camión del matadero llegara a recoger el ganado engordado.
Mientras tanto Pablo, aún en su cuarto, daba vueltas en su cama, casi no pudo dormir en toda la noche debido a la discusión que sostuvo con Mateo. Magnolia, al sentirlo moverse a su lado, giró para intentar abrazarlo y besarle el cuello como siempre hacía cuando dormían juntos.
El humor de Pablo era muy amargo, por lo que de manera brusca separó de su pecho las manos de novia.
—¡Eh, joder que no estoy de humor!. —decía él, en tono molesto.
—¿Pero qué os pasa?. —preguntaba Magnolia—. Tú siempre andas cachondo y desde anoche te siento raro.
—¡No me pasa nada!. —respondió el otro, muy serio y con la mirada fija en el techo.
—Bueno, si no os pasa nada, dejadme seguir con lo que estaba haciendo. —decía Magnolia, volviendo a besar el cuello de Pablo, bajando su mano hasta el pene de éste.
—¡QUE NO ESTOY DE HUMOR, COÑO!. —Gritó el moreno, volviendo su mirada enfurecida hacia su novia.
Pablo se levantó muy enfadado de la cama, dejando a Magnolia asustada y confundida, se metió al baño azotando la puerta con brusquedad y resoplaba como un toro embravecido mirándose al espejo.
Mateo salió de su cuarto, se había vestido igual que todos los días con ropa deportiva, ya que era la más cómoda para trabajar. Llevaba en las manos unos papeles y se encaminó hacia los corrales.
—Buenos días señores. —saludó a los vaqueros.
—Buenos días doctor. —le contestaron el saludo.
Unos segundos después, Raúl se asomó por los corrales, se había dado prisa en dejar a Camilita en el colegio para llegar a tiempo, antes que el camión.
—Buenos días. —saludó el vaquero a sus compañeros.
—Rauliiiitooooo. Buenos días. —le saludaron los demás vaqueros.
—El camión del matadero no demora en llegar. Cuando regresaba de dejar a mi hijita en el colegio, vi por el retrovisor que venía detrás de mí. —volvió a decir Raúl.
Un par de minutos después, el camión sonó asomándose por la entrada de la hacienda, llegó hasta los corrales y se estacionó de manera que quedara al nivel de la rampa de embarque, para que los animales pudieran entrar sin problemas.
—Buenas, buenas. —saludaron el chofer y sus ayudantes a Mateo y los vaqueros.
—Hola, buen día. —correspondió el veterinario al saludo—. Los animales ya están listos para meterlos al camión, —continuó hablando, mientras le daba la mano al camionero.
—Bacán. Entonces metámoslos de una buena vez. —sugirió el hombre, colocándose una gorra en la cabeza, ya que empezaba a despejarse el cielo y a quemar los rayos del sol.
—¡OK SEÑORES, A TRABAJAR!. —ordenó Mateo a los vaqueros, los cuales se colocaron en sus posiciones al lado de las puertas del corral y cerca de los burladeros para evitar accidentes, ya que el ganado engordado eran vacas y toros de lidia descartados, lo que los hacía ser animales peligrosos.
Todos en conjunto arreaban las reses para que pasaran por la manga, subieran por la rampa y entraran al camión.
Como suele suceder, las lisuras y bromas de doble sentido no se hicieron esperar; después de todo, estaban entre hombres, incluso Mateo participaba de ellas, riéndose a carcajadas al igual que el resto de personas presentes ahí.
—Con cuidado señores, que éstos animales son peligrosos, si alguno los llega a alcanzar, capaz que hasta se los viola por encima del pantalón. —bromeaba Mateo soltándose a reír.
Raúl lo miraba desde el otro extremo del corral, desde donde arreaba a los animales, los ojos le brillaban al verlo sonreír con un garbo tan varonil, tan seductor, tan excitante; y reía al recordar la magnífica noche que pasaron juntos, follando o mejor dicho haciendo el amor, de una manera tan sabrosa y placentera. Si no hubiera tanta gente alrededor de ellos, en ese momento habría sido capaz de ir y desnudarlo para chuparle la verga, y que nuevamente lo haga gemir clavándole esos 20 cm de verga en el culo hasta que ambos eyacularan a la misma vez.
Mientras todos trabajaban en los corrales, por la casa grande cada quien se ocupaba de sus asuntos. Magnolia había salido al jardín a sacar fotos de las flores con su celular, ya que Pablo estaba tan de mal humor que no soportaba que nadie le hablara, y mucho menos tenía ganas de sexo, o al menos no con ella; puesto que dentro del cuarto del moreno, éste se masturbaba tocándose la verga morena que tenía, y se estimulaba la próstata al meter y sacar su dedo medio de su ano, cambiando a dos y luego tres dedos, cada vez con mayor rapidez mientras pensaba en Mateo. Sin duda alguna, necesitaba ser follado de manera urgente, de preferencia por el hijo de su padrino; empezaba a obsesionarse con él, o quizá ya lo estaba.
Sin embargo, sus dedos no llenaban completamente su cavidad anal como lo hacía el pene de Mateo, así que buscó en el cuarto algo que le diera más placer. Fijó su mirada en la pared, específicamente en uno de los adornos que estaban sobre una repisa. Vio una pieza de madera de unos 30 cm, casi del grosor de una lata de desodorante; el objeto era una escultura de textura lisa y sin bordes ni filos, semejante a un tótem, pero no podía apreciar bien lo que realmente era; aunque esto poco le importaba a Pablo, ya que la forma y tamaño del objeto eran ideales para su propósito, metérselo por el culo.
El moreno agarró el adorno, lo ensalivó y se lo metió lentamente. Era grueso y le originaba más placer que los dedos de la mano, por un momento hizo de cuenta que se trataba de una verga. A medida que lo iba metiendo, casi en su totalidad, cerró los ojos y se imaginó que era Mateo el que lo follaba piernas al hombro o en cuatro, cada vez se metía y sacaba esa cosa del culo con mayor intensidad, lo necesitaba, sentía la necesidad de ser follado, aunque sea por algo que no era un pene.
En el jardín, Magnolia intentaba sacar una foto de una rosa de color matizado, cuando en eso se le acerca Manolo, el padre Pablo.
—Eh, niña, ¿qué tal?¿habéis visto a mi hijo?. —le preguntó.
—Hola señor, buen día. Pablo está en su cuarto. Hoy amaneció de un humor muy perro.
—Oh, vale vale. Voy a por él, con permiso.
Manolo se despidió de su nuera y entro a la casa en busca de su hijo. Conocía como era Pablo, se imaginó que debía estar viendo porno como cuando era adolescente, así que se acercó hasta su cuarto sin hacer ruido y sin tocar la puerta previamente, la abrió.
Manolo quedó estupefacto al ver a su hijo apoyado en la mesita de noche, jadeando con la boca abierta y los ojos cerrados, metiéndose intensamente algo por el culo con una mano, mientras que con la otra se estimulaba el pene empalmado, buscando el clímax en la eyaculación, hasta que ésta llegó en el preciso momento en el que Manolo soltó un grito que se oyó por toda la casa.
—¡Pero qué coño estáis haciendo, cabrón!
Pablo, que no oyó a su padre acercarse ni abrir la puerta, se asustó al oírlo gritar. Bruscamente se giró quedando frente a Manolo, mientras unos disparos de semen le salían del pene, cayéndole en la cara a su papá, el cual salió corriendo completamente traumado, limpiándose los restos del semen de su hijo con la manga de la camisa, mientras Pablo por mero impulso salió corriendo tras de él, con intención de explicarle que no era lo que pensaba, que se trataba de una confusión, pero no se había dado cuenta que estaba totalmente desnudo y con el adorno en la mano.
—¡Eh, padre; dejadme que os explique, no es lo que parece!. —trataba Pablo de justificar lo que Manolo vio.
—¡YO SÉ LO QUE VI JODER. NO OS QUIERAS VERME LA CARA DE IMBECIL!. ¿Acaso te parezco un gilipollas?. —preguntaba Manolo a su hijo, gritando y caminando a paso ligero, mientras trataba de eliminar todo rastro del semen de Pablo de su cara—. ¡PERO QUE PUTO ASCO, COÑO!¡QUE PUTO ASCO, CABRÓN!.
Mientras padre e hijo permanecían en el shock del momento vivido, no se habían dado cuenta que estaban gritando y sus ruidos se oían por toda la casa, incluso hasta el jardín, por lo que en menos de un trinar de dedos, los curiosos (Javier, Logan, Martín, las esposas de éstos, las sirvientas, incluso Magnolia) llegaron hasta donde ellos estaban y los oyeron.
—¡CON UNA MIERDA, QUE NO ES LO QUE PARECE!. —decía Pablo.
—¿ASÍ, Y SEGÚN TÚ QUE ERA LO QUE HACÍAS, EH?.
—Era….. Era…. Ehh…. Pues…. ¡AHHHHH, COOOÑOOOOOO!. —gritaba el moreno, dándole un puñetazo a la pared.
—¡QUE TE ESTABAS METIENDO ESO POR EL CULO, JODER!. —le increpó su padre, gritando.
Apenas Manolo dijo eso, todos los espectadores del momento gritaron a una sola voz, —¿QUEEEEEEEEEEEEE?—, mostrando total asombro por aquellas palabras, haciendo que Manolo y Pablo se mostraran también asombrados al notar que estaban siendo escuchados. Lo que obligó al moreno a soltar el adorno y taparse con las manos la entrepierna, para luego salir corriendo de ahí y meterse a su cuarto, completamente avergonzado. Mientras tanto, Manolo no sabía cómo reaccionar ante tal situación.
oh my godnesss estuvo bueno el giro dramatico que le diste a la historia, bueno hubiera sido q el padre en lugar de espantarse se lo hubiera cogido a la puta del hijo no crees jejeje o yo ya soy demasiado perverso jujuju no puedo esperar x leer el siguiente capítulo macho, salu2
Esto esta que arde sigue contando…. 🙂 😉 🙂 😉