Placer en el restaurante
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
El mesero era muy guapo. Moreno, de mas o menos 24 años, de estatura media y con unos músculos para morir. Sus brazos eran enormes, cada vez que los flexionaba me quedaba atontado con esos conejos. Sus ojos color miel me derretían, sus labios carnosos me incitaban a morderlo, pero lo mejor era ese paquete que se le marcaba en su ajustado pantalón negro, y ni les hablo de las nalgas, me excitaban bastante.
No lo dudé más e inmediatamente pasé a una de las mesas del restaurante. Enseguida el mesero me dio la carta y después me tomó la orden.
-¿Qué va querer joven?
-Quiero una pechuga rellena por favor y una coca-cola muy fría
-Muy bien enseguida. Oye, disculpa pero no te había visto por aquí? ¿es la primera vez que vienes verdad?
-Así es. No había encontrado el lugar hasta ahora
-Bueno te va encantar, aquí todo esta delicioso – me dijo guiñándome el ojo
Quería decirle que lo que había visto hasta ahora me había encantado. Cuando se volteó para ir por mi orden no pude evitar mirar ese hermoso culo redondito y apretadito que se cargaba mientras caminaba. Más tarde me dí cuenta de que en aquel pequeño restaurante solo estábamos el mesero, el cocinero que era un chavo de 25 años mas o menos, güero, delgado pero no en los huesos, de ojos negros, pelo chino; y por supuesto estaba yo, nadie más. El cocinero de vez en cuando asomaba de la cocina hacia mi dirección.
-En un momento estará su orden joven – me decía
Su filipina que en la parte de arriba esta un poco abierta, deja entrever que tenía mucho vello en el pecho. La verdad no se quién de los dos me ponía más cachondo.
Desde mi asiento podía ver un poco la cocina, pues la puerta estaba entreabierta, así que de repente podía ver al hermoso cocinero. De repente, ante mis ojos atónitos, pude ver como el mesero pasó por atrás del cocinero cuando éste le dijo que el platillo estaba listo, pero tan cerca que le rozo su paquete en el delgado culo, y le pasó los brazos por enfrente para agarrar el plato. Inmediatamente tuve una erección y sentía como el líquido preseminal salía por mi pene. No alcancé a ver la cara del cocinero, pero sí la del mesero y su expresión era de alto placer, así que supe que el que le rozara el paquete no era ningún accidente. Lo malo fue cuando volteó y se dio cuenta de que lo estaba mirando. Me puse rojo como tomate y voltee rápidamente.
Cuando llegó, me puso el plato en la mesa. Yo no quería no voltear a ver por la vergüenza. Pero sus ojos miel me miraban fijamente.
-Sé que nos has visto- me dijo. Yo no sabía que hacer o decir, mi mirada seguía baja
-Vamos, no estoy enfadado ni nada, además sé que eso te puso cachondo, tu pene erecto se pude ver por debajo de la mesa a larga distancia- y se echó a reír. Yo me avergoncé más. El continuó hablando.
-¿No quieres comer en la cocina? créeme que te va a gustar más ahí, además aquí comer solo y allá dentro seremos tres
Estaba seguro que me sugería algo más que solo comer. Desde los 15 sabía que me gustaban los hombres, pero jamás había estado con ninguno. Y ahora a mis 20 años era posible que fuera mi primera vez, ¡y con 2! No sabía que hacer, pero mis ganas de sexo pudieron más que mi razón y accedí a pasar a la cocina. Nos llevamos el plato y cuando entramos el cocinero nos preguntó que hacíamos ahí
-Ah, no te preocupes, nuestro cliente quiere comer aquí, con nosotros- dijo con una voz muy seductora, mientras se encaminaba hacia el cocinero y le acariciaba sus brazos, delgados pero marcaditos.
Yo no daba crédito a lo que veía, pues comenzaron a besarse y acariciarse muy tiernamente. Mi erección, que en un momento había desaparecido, volvió ahora con más fuerza. Después vi como el cocinero metía una mano en la playera del mesero y la pasaba por su bien trabajado pecho, mientras el mesero metía sus manos en el pantalón del cocinero y le acariciaba el paquete que para ese entonces estaba tan duro como el mío.
De pronto el mesero se volteó y se dirigió a mí
-¿Entonces qué, comerás con nosotros?
No pude más y me deje llevar por el placer. El mesero me tomó por los hombros y comenzó a besarme, mientras el cocinero metía sus manos debajo de mi playera.
-¿Haces ejercicio eh? – me dijo, pero no podía ponerle tanta atención pues los labios morenos y carnosos del mesero me tenían completamente en trance. El cocinero me despojó de mi playera y mis pantalones, dejándome solo en mis calzoncillos. Mientras el mesero también se desnudaba, el cocinero comenzó a chuparme el paquete por encima de los calzoncillos. Sentía tal placer que pensaba que me iba a venir en cualquier momento, pero afortunadamente logre controlarme. Cuando el mesero estuvo totalmente desnudo, no creí que hubiera algo más hermoso en todo el mundo. Sus grandes pechos y pezones me volvían loco, ¡y qué abdominales! era todo un six pack bien formado. Su pene era realmente grande. De pronto tomó con una mano mis calzoncillos y los rompió de un tirón. Comenzó a chuparme el pene de tal forma que pensé que estaba en la gloria. Cuando pensé que nada podría ser mejor, el cocinero se desnudaba enfrente de mí, mientras el mesero me seguía chupando el pene. El cocinero se acariciaba todo su delgado y muy velludo cuerpo, eso me ponía al mil. Comenzó a apretarse los pequeños pezones rosados que le asomaban entre su precioso y chino vello. Se comenzó a masturbar viéndonos al mesero y a mí.
Debido a la excitación, cerré los ojos por un momento. Cuando los abrí, el cocinero había desaparecido de enfrente. Me comenzaba a preguntar a donde había ido, cuando de pronto sentí algo caliente en mi culo. Era la lengua del cocinero que se meneaba por mi virgen hoyito. No puedo en verdad explicar el placer que sentía. Uno me chupaba el culo y el otro el pene. Después de unos minutos, los dos pararon, se incorporaron de tal manera que tenía ambos cuerpos pegados a mí. El mesero comenzó a besarme nuevamente y el cocinero me acariciaba la nuca con su experta lengua. Podía sentir sus pechos, ambos abdómenes y ambos penes en los dos lados de mi cuerpo.
Después me voltee para besar al cocinero, Eran besos más tiernos que los del mesero, su mano me acariciaba mi lacio pelo, me ponía al mil.
-Iré por nuestro ingrediente especial- dijo el mesero mientras el cocinero y yo continuábamos con lo nuestro. De pronto sentí que el mesero me metía el dedo por el culo y ponía una sustancia fría, como una pomada. Era lubricante.
-Te dolerá un poco, pero va a gustarte, así que no tengas miedo. ¿confías en mí?
-Totalmente – dije totalmente excitado por lo que iba a pasar a continuación. Comencé a sentir como me metía su enorme pene poco a poco. Claro que me dolió mucho al principio, pero lo hacía con tanta gentileza y ternura, realmente despacio, que después me acostumbre al mete y saca tras unos minutos y realmente me encantó. El cocinero se puso un poco de lubricante en su velludo culo.
-Ahora joven, métemela toda a mí- me dijo. No podía creermelo. El placer fue total cuando le metí mi pene al cocinero. Los tres gemíamos como locos, suerte que nadie nos escuchaba pues no había un solo cliente y la calle estaba sola.
Era algo difícil manejar esto, pues mientras el mesero metía y sacaba su pene en mí, yo hacía lo mismo con el cocinero y costaba coordinarnos, pero esa sensación es la mejor que he experimentado en toda mi vida. Tras varios minutos de ese placer infinito, me corrí en el culo del cocinero, y el mesero se corrió después en el mío. ¡Ese fue un verdadero orgasmo!. Sentí como después de mi culo salía la leche caliente del mesero. Después nos limpiamos y nos volvimos a vestir.
-Oye ¿y que hay de tu comida? ¡ya se te ha enfriado! – dijo el cocinero. Los tres nos empezamos a reír. Después comimos (ahora sí de verdad) los tres. Me dijeron que se llamaban Miguel y Gerardo, me contaron como es que comenzaron con el negocio del restaurante, y también de su relación que venía desde la secundaria. Después me despedí y ni siquiera me cobraron la comida.
-Bueno esperamos que hayas quedado satisfecho y que vuelvas pronto – me dijo el mesero guiñándome nuevamente el ojo.
-Eso tenlo por seguro- contesté. Me despedí del cocinero con una ademán y me dirigí a mi casa con una gran sonrisa en el rostro.
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