POR QUÉ ME ENAMORÉ DE RICARDO
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Conocí a Ricardo en el club de natación. Nunca mostré algún interés por él. Mismo así él continuaba viéndome con ojos invitadores mientras nos dábamos una ducha. Me mostraba su lengua para decirme que quería darme una mamada. Yo no le hacía caso. Me bañaba, me vestía y me iba. En los bares de gays ahí estaba Ricardo invitándome.
Yo me ponía a pensar, ese tipo no desiste. Ricardo no es feo. Es blanco, rubio, cuerpo normal, un poco más alto que yo, de barba cerrada y mucho vello en el cuerpo. Lo había visto desnudo y sabía que tenía un buen pepino entre las piernas. Su aspecto era viril el tiempo todo. Un día que fui a la fiesta de un amigo, ahí estaba Ricardo también. De esta vez sentado en un banco, un poco apartado del salón principal. Estaba solo y algo triste no sé porqué. Él me vio con indiferencia y decepción. Pude notar en su mirada que por fin había desistido de mí. Y eso me tocó por dentro. Me dio lástima verlo así y por eso me le acerqué.
-¿qué te pasa?- le pregunté
-¿te importa lo que me pasa?-
-si te pregunté…-
-decime una cosa, ¿soy feo?-
-no, que va, sos guapo, a mí me parecés guapo-
-entonces ¿por qué será que nadie me hace caso?-
-tal vez porque te mostrás muy pidón-
-si no pido nadie me va a dar-
-es que pedís tanto que cansás-
-ya sé. A tu respecto podés quedarte tranquilo. Desistí de vos y me siento aliviado por eso-.
Cuando Ricardo dijo esto miraba hacia abajo, hacia el suelo. parecía un niño de quien le han quitado un juguete. En ese momento me di cuenta de cuan carente era este chico. Él quería a gritos un cariño y no sabía pedirlo. Era tan insistente que se volvía pesado. Y este cabrón era bonito, hombre. Ya de cerca lo pude observar mejor. Quizás por eso me dispuse a animarlo un poco. Le dije:
-¿Qué te parece si nos vamos a conversar sobre eso en un lugar apartado?-
-¿qué?…
-si, eso mismo-
La expresión del rostro de Ricardo cambió, su ojo mostró un brillo repentino cuando me dijo:
-¿estás seguro?-
-escogé ¿mi apartamento o el tuyo?-
Ricardo no contestó. Se levantó me invitó a subir a su coche y me llevó a su apartamento localizado en la avenida Souza León próximo de la playa. Subimos al séptimo piso. Ricardo se mostraba ansioso. Se sonreía conmigo y al entrar en el elevador y que la puerta se cierra, no se contuvo y me dio un beso en la boca. Y no quería terminarlo. Yo lo aparté y le dije:
¿estás loco, cabrón? ¿no ves que estos elevadores tienen cámaras?-
-que me importa-
-a mí me importa. Así que controlate-. Ricardo se rió.
Al entrar al apartamento yo luego me fui quedando a gusto, desabotoné la camisa, me quité los zapatos, me fui para la pequeña terraza donde se podía observar un lindo paisaje de la ciudad. Ricardo para mientras guardaba algunas cosas, creo yo que trataba de arreglar el desorden que había en el cuarto. No sé. Él salió a la sala, me jaló por el brazo y me besó otra vez, de esta vez le correspondí a pleno, metí mi lengua en su boca y apretujé sus labios con los míos. Que delicioso beso tenía Ricardo. Como era apasionado su beso, su abrazo, su toque, su aliento.
Me embriagué con aquel beso. Hicimos una pequeña pausa para rápidamente quitarnos las camisas. Él me llevó al cuarto me empujó encima de la cama. Nos acostamos y continuamos besándonos. Y así nos quedamos besando por mucho tiempo. No sé cuanto fue pero fue un largo beso. Mientras le besaba yo le pasaba mi mano por su pelo, le tocaba las orejas de leve, le mordía el labio y continuaba besándolo. Y Ricardo aprobaba. Era como un sediento en un oasis. Parecía que había esperado siglos por un beso y ahora que lo tenía se lo bebería y lo disfrutaría una eternidad. A mi me gustaba. Como me gustaba besar a este chico. Así nos quedamos abrazados mientras nuestro beso continuaba lleno de saliva y deseo. Como puede ser bueno un beso, caramba. Mientras disfrutaba aquella deliciosa sensación, el intercambio de energía, saliva del otro en mi boca, mordidas en el labio que empinaban mi verga y la dejaban dura apunto de querer rasgar el calzoncillo, yo pensaba: que idiota he sido al ignorar por tanto tiempo a este bello chico tan cariñoso y caliente. Pero claro que no me iba a conformar con solo beso. Por eso nos quitamos la ropa, Ricardo se colocó encima de mí con sus piernas abiertas en posición de cabalgar. Buscó mi verga con su mano, la dirigió a su culito y se fue sentando poco a poco. Sentía dificultad en metérsela. Hacía gesto como de lloro. Logró meter la cabeza. Yo se la empujé. Se la metí despacito. Lo empalé por completo.
-ahora movete-, pedí
Él atendió a mi pedido y comenzó a moverse para arriba y para abajo mientras suspiraba y gemía. Su verga estaba en ristre y a mi alcance. Que bonita verga tenía Ricardo. Una verga blanca, gruesa, bien hecha con dos bolas hermosas. Yo comencé a acariciarle las bolas mientras él continuaba la cabalgada encima de mi pene.
-parece un hueso de dura. Que rica verga tenés. Rompeme el culo, mi amor-, me dijo
Y yo se lo rompí. Me lo cogí bárbaro, disfrutando del morbo, del deseo, del calor de Ricardo. Después de un buen rato metiendo sentí que me corría. Aceleré los embates y grité, me corro, me corrooooooooo, y me corrí. Inundé el culito de Ricardo con mi esperma. Ricardo entonces aceleró una masturbación y al instante eyaculó tremendo chorro de semen en mi abdomen. Descansamos un poco. Nos lavamos. Conversamos.
-me parece mentira que estés aquí, conmigo-
-a mí también-
-¿te está gustando?-
-que pregunta. Claro que sí-.
Entonces Ricardo comenzó a besarme de nuevo y después me regaló una sensacional chupada que me hacía estremecer y gritar como un loco. A medida iba descubriendo el modo de ser, de entregarse y de dar placer de Ricardo más sentía que me gustaba y me repetía lo idiota que había sido al ignorarlo en mi estupidez. Pero yo quise corregir mi error y lo recompensé. Le besé, le hice cariño, le bañé de besos, le besé los pies, le chupé cada uno de sus dedos, se los mordí de leve, le dije palabras cariñosas y cuando me pidió el culito le dije que sí, que quería sentirlo bien adentro.
Entonces él me mandó a quedarme a la orilla de la cama con las piernas abiertas, una en la cama y la otra apoyada en el suelo, así mi culito se quedaba bien abierto. Ricardo lo tocó con su dedo, después metió su lengua y lo chupó un buen rato llevándome al delirio, a desear que me la metiera toda. Y me la metió. Y cuando lo hizo me tocó bien adentro, apretó mi próstata y me hizo gozar al instante una eyaculada abundante deliciosa indescriptible. Y él me metía su gorda verga y yo continuaba gozando un chorrito de leche fino que me daba placer por todo el cuerpo. Gemía a cada embestida de Ricardo y deseaba que continuara metiéndomela por muchas horas. Pero Ricardo anunció el fin, metió hasta el fondo y gozó mientras me besaba y me mordía en la nuca. Su verga continuó dentro de mí hasta que esta se encogió.. Yo lo abracé, le besé y después le dije:
-te amo, cabrón. Nunca me imaginé como podías ser de cariñoso y cachondo-, y le pregunté:
-¿querés tener un caso conmigo?-
Y Ricardo dijo que sí y desde entonces estamos juntos. Vivimos la vida a pleno, nos gustamos, nos admiramos, nos decimos cosas bonitas. Admiro y disfruto de él su comida, pues Ricardo es un eximio chef de cocina. A él le gusta que yo lo escuche cuando habla sobre un nuevo proyecto de arquitectura que está desarrollando. Y nos comemos a besos en la cama en cualquier lugar de la casa, de repente, sin cualquier motivo especial. somos felices. Muy felices.
FIN
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